martes, 24 de octubre de 2017

Citas: Rabia - Richard Bachman

"Mi mirada estaba fija en ella; en la ardilla, no en la señora Underwood".

"Me detuve en el baño para orinar y comer unas galletas saladas.
Siempre llevo unas pocas en una bolsita. Cuando tienes el estómago
mal, a veces unas galletas obran maravillas. Cien mil mujeres embarazadas no pueden estar equivocadas".

"Sandra era una buena chica, y si hasta aquel momento lo había imaginado, por Dios que entonces lo descubrí, porque todos sabemos que las buenas chicas usan braguitas blancas, no esa mierda neoyorquina que se vende en Placerville, Maine".

"Resulta imposible detener los pensamientos; el maldito asunto siempre sigue presente".

"El retrete debería ser una especie de confesionario. Pero te frustran. Siempre te frustran. No puedes ni sonarte la nariz sin que se enteren. Siempre tiene que enterarse alguien, siempre tiene que asomarse alguien furtivamente".

"Me detuve y miré alrededor. Sólo se oía el zumbido adormecedor que indicaba que volvía a ser miércoles, miércoles por la mañana, las nueve y diez, todo el mundo atrapado un día más en la espléndida telaraña pegajosa de mamá educación".

"—¡Eh, hola! —saludé, dirigiéndole una gran sonrisa bobalicona.
Por el respingo que dio, deduje que lo sabía todo sobre mí.
—¡Ah, hola, Charlie!".

"Y sí, le había oído decir que mataría a su esposa, pero no eran más que palabras. Después de todo, era yo quien tenía las manos manchadas de sangre".

"—Bueno, algo es algo.
—¿De veras?
El señor Denver parpadeó deprisa, con la vista clavada en mí, como hacen los lagartos.
—No le maté. Algo es algo.
—Sí. —El señor Denver siguió mirándome fijamente—. ¿Acaso te gustaría haberlo hecho?
—No".

"—Entenderte forma parte de mi trabajo, Charlie.
—Pero ayudarle a hacer su trabajo no forma parte del mío —repuse—".

"—Mire, viejo, váyase a la mierda.
Dejó en el escritorio el papel que había estado repasando para evitar mirarme a la cara, algún documento de mi expediente, sin duda, el todopoderoso expediente. El gran expediente norteamericano.
—¿Cómo? —exclamó.
—A la mierda. No juzgué y no seras juzgado".

"«No les permitas que te respondan; sé rápido en dar órdenes y tajante en las contrarréplicas»".

"—Gracias —interrumpí.
Los coléricos ojos azules del señor Denver clavaron la mirada en los míos.
—Gracias por tratarme como a un ser humano aunque haya tenido que enfurecerle para conseguirlo. Ahora sí hemos avanzado".

"—Trátame con respeto —masculló. Realmente había perdido la sangre fría y ni siquiera se molestaba ya en utilizar su auténtico gruñido de primera categoría—. Pequeño miserable corrompido, muéstrame algún respeto.
—Le mostraría el culo para que le diera un beso —repliqué—".

"A veces las cosas suceden así. Cuando todo va mal, tu mente arroja todo a la papelera y se marcha un rato a Florida. Y se produce un repentino destello eléctrico (¡qué diablos!) mientras te quedas allí, mirando hacia atrás, hacia el puente que acabas de quemar".

"Guardé las balas en el bolsillo de los pantalones y extraje el encendedor. No fumo, pero aquel objeto en cierto modo había despertado mi fantasía".

"—¿Tiene usted un pase de administración, señor Decker?
—Sí —respondí, y saqué la pistola de la cintura. Ni siquiera sabía con certeza si estaba cargada hasta que sonó el disparo. Le di en la cabeza. La señora Underwood no llegó a enterarse de qué le había sucedido, estoy seguro. Cayó de lado sobre el escritorio y luego rodó hasta el suelo. Y aquella expresión expectante jamás se borró de su rostro".

"Cordura.
Uno puede pasarse la vida diciéndose que la vida es lógica, prosaica y cuerda. Sobre todo, cuerda. Y creo que así es".

"Pienso, luego existo".

"Existe un Mr. Hyde para cada feliz rostro de doctor Jekyll, una cara oscura al otro lado del espejo".

"El cerebro tras esa cara nunca ha oído hablar de hojas de afeitar, plegarias o la lógica del universo. Vuelves de lado ese espejo y ves tu rostro reflejado con una siniestra mueca, medio loca, medio cuerda. Los astrónomos denominan a la línea entre la luz y la oscuridad «el terminador»".

"Es una ruleta, y quien afirme que el juego está manipulado no hace más que lamentarse. No importa cuántos números haya, el principio de esa bolita blanca no sufre cambios. No digáis que es absurdo; es todo muy lógico y cuerdo".

"Esa naturaleza extraña no sólo se halla en el exterior, sino también dentro de uno, en este mismo instante, creciendo en la oscuridad como un puñado de setas mágicas".

"Y aquí me encuentro, ante ustedes (metafóricamente hablando, otra vez), y os aseguro que estoy totalmente cuerdo. Es cierto que me falta algún tornillo ahí arriba, pero todo lo demás funciona perfectamente, muchas gracias".

"No existe medida de tiempo que exprese la esencia de nuestra vida, que mida el tiempo entre la explosión del plomo en el orificio del cañón y el impacto en la carne, entre el impacto y la oscuridad.
Sólo hay una inútil repetición instantánea que no demuestra nada nuevo".

"¿Cómo debe ser la caída desde lo alto de un precipicio para el suicida? Creo que debe de experimentar una sensación de cordura. Probablemente por eso gritan hasta el instante de estrellarse contra el fondo".

"Si en aquel preciso instante alguien hubiera exclamado algo melodramático, algo así como «¡Oh, Dios mío, va a matarnos a todos!», la escena habría terminado inmediatamente".

"Pero era demasiado tarde; todos habían aprovechado aquel inacabable instante para meditar sobre la vida y la muerte".

"Fuera, en el césped, comenzaban a alinearse hileras de alumnos. Los veía por la ventana. En cambio la ardilla había desaparecido.
Las ardillas no sirven para el papel de espectador inocente".

"No trato de justificar nada, ¿entendido? Actualmente no estoy de humor para emprender ninguna clase de cruzada. Sólo pretendo plantear que los jóvenes norteamericanos viven rodeados de violencia, tanto real como imaginaria".

"—¿Les dejarás entrar? —preguntó Jack Goldman.
—El incendio es ahí fuera —respondí—, no aquí".

"Alguien acababa de poner en funcionamiento el sistema de intercomunicadores de la escuela.
—Hola. —Era la voz de Denver—. Hola, aula 16.
—Hola —dije.
—¿Quién habla?
—Charlie Decker.
Se produjo un largo silencio. Por fin llegó una nueva pregunta:
—¿Qué está sucediendo ahí abajo, Decker?
Medité la respuesta antes de hablar:
—Supongo que me he vuelto loco".

"(La sorpresa a veces actúa así; de repente uno se ve lanzado al vacío, como un piloto de un cazabombardero expulsado de la cabina por su asiento eyector, y pasa de una vida aburrida que parece un sueño a participar en un suceso abrumador, sobrecargado de realidad, y el cerebro se niega a adaptarse a la nueva situación; lo único que cabe hacer es continuar en caída libre y confiar en que, tarde o temprano, se abrirá el paracaídas)".

"—¿Te has vuelto loco? —preguntó de pronto Harmon Jackson.
—Creo que sí —respondí—. Según me han enseñado, todo el que mata a otro está loco".

"Las sombras de las ramas semejaban grandes dedos que se movían. Ahora, al evocar aquello, me parecen dedos de cadáveres, pero entonces no podía haber pensado algo así, ya que sólo tenía tres años. Un niño tan pequeño ni siquiera sabe qué es un cadáver".

"Tiempo de metáfora en el viejo corral; para papá la vida era como un valioso coche antiguo. Por ser precioso e irreemplazable, lo mantienes inmaculado y en perfecto estado".

"Reclutaba a Romeos de escuela secundaria que dejaban tras de sí a Julietas embarazadas".

"Reclutaba a hombres que ignoraban dónde se metían y otros que sólo sabían de qué huían".

"En cierto modo resultaba curioso: no tenía la menor sensación de estar haciendo algo malo, sino sólo algo divertido. La percepción selectiva de los niños es algo muy extraño".

"—Hay que castigarle —afirmó mi padre reposadamente—. ¿Alguien te enseñó esa palabra en la universidad, o estaban demasiado ocupados llenándote la cabeza con toda esa basura liberal? La próxima vez romperá algo más valioso que unas contravidrieras.
Y dentro de poco te romperá el corazón. Destrucción desenfrenada...".

"—¡Calla! —exclamó con voz aguda, estridente—. ¡Ya has matado a dos personas!
—Eres un chico muy observador —murmuré".

"El alcohol puede dominar a cualquiera. Y no es culpa de nadie, ¿o sí?".

"—¿Qué preguntó Cristo a Dios desde la cruz?
—«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
—¿Don?
—Sí, Charlie.
—¿Qué acabas de decir?
—He dicho: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué…? —Una pausa—. ¡Oh, no, Charlie! ¡Esto no es justo!»
—Has hecho una pregunta.
—¡Me has tendido una trampa!
—Acabas de matar a alguien, Don. Lo siento.
—¡No!".

"Le había arrancado la máscara de brujo curandero y le había hecho humano. Pero no se lo eché en cara. Errar es humano, pero perdonar es divino. Estoy realmente convencido de ello".

"La locura es sólo cuestión de medida, y hay mucha gente, aparte de mí, que siente el impulso de hacer rodar cabezas".

"Todos lo entendían. No era lo mismo que comprenderlo, pero resultaba suficiente. Cuando uno deja de pensar, el concepto «comprensión» cobra un sabor ligeramente arcaico, como el de una lengua olvidada o un vistazo por una cámara oscura victoriana.
A nosotros, los norteamericanos, se nos da mejor entender".

"Tenía un dólar en el bolsillo, una propina por haber limpiado de hierbajos el jardín de la señora Katzent el día anterior, de modo que podría entrar en algún cine de Brunswick si alguien me subía a su coche; allí, sentado en la oscuridad, podría administrarme una buena dosis de autocompasión".

"La señora Granger depositó un beso baboso en mi mejilla y graznó:
—¡Pero qué guapo estás!
Y por un instante temí que añadiera: «Estás más guapo que una mierda de buho»".

"Cuando llevas un rato bajo la protección de alguien, empiezas a detestar esa situación".

"Todas las emociones de la tarde se acumularon en mi interior, y me sentí furioso, realmente furioso. Habría escupido al mismísimo Hitler. Así de furioso me sentía".

"—Esa mierda de tío —murmuró Sylvia antes de llevarse una mano a la boca.
—¿Quién ha dicho eso? —rugió Philbrick. Sylvia palideció.
—Yo —contesté—. Tengo ciertas tendencias transexuales, señor".

"—Eso quería decir yo —asintió la segunda—. ¿Eres… bueno, has tenido alguna experiencia desagradable?
—Nada, desde que dejé de acostarme con mamá —respondí suavemente. Una expresión de absoluto asombro se apoderó de su rostro, y luego comprendió que estaba burlándome".

"—Bien —dije, dando unos golpecitos con la empuñadura de la pistola sobre el cuaderno del escritorio—. Esto es grave, Carol, muy grave. Creo que una chica debería saber por qué es virgen ¿no te parece?
—¡Yo sé por qué!
—¡Ah! —asentí, cortés".

"La gente te machaca, te agobia si les dejas, como ha dicho antes Pocilga. Todos quieren rebajarte y ensuciarte".

"—Exactamente eso —confirmó agriamente—. Todo se rompió, todo se vino abajo. Como cuando muerdes una manzana que parece sana y encuentras el agujero de un gusano. «¡Eh, coñito!».
Como si no hubiera allí nada más, como si yo no fuera una persona, sino sólo un… un… —En su boca se formó una mueca temblorosa—. Y también eso es como ser una buena estudiante.
Intentan meterte cosas en la cabeza hasta que está llena del todo. Es otro agujero, nada más. Nada más".

"El crimen nunca queda impune. El loco muerde el polvo".

"Disparó y colocó la bala justo donde había esperado y deseado ponerla; en el bolsillo izquierdo de mi camisa, situado directamente encima del mecanismo viviente de mi corazón".

"—Ted me preguntó si quería ir al baile de Wonderland con él, y acepté. Ya tenía un nuevo novio. —Levantó el rostro hacia mí con una expresión de reproche—. Tú nunca me lo preguntaste, Charlie.
¿Era posible que me hubieran disparado en el candado apenas diez minutos antes? Tuve el loco impulso de preguntar si había sucedido realmente. ¡Qué extraños eran aquellos chicos y chicas!".

"—No me dolió mucho. Pensaba que me dolería, pero no. Fue agradable.
Lo explicaba como si estuviera hablando de una película de dibujos de Walt Disney, con animalitos simpáticos y parlanchines, con la diferencia de que en ésta el protagonista era Ted Jones".

"Entonces… Ted lanzó en ese instante un horrible bramido gutural.
Resultaba difícil creer que una persona de mi edad pudiera sentirse tan dolorosamente afectada por algo que no fuera la muerte de sus padres. Volví a sentir admiración hacia él".

"—¿Cómo sabe la gente que es real? —murmuré.
—¿Qué dices, Charlie?
—Nada…".

"En mi fuero interno, y pese a los noticiarios nocturnos de televisión, yo mantenía hasta entonces la creencia de que las cosas cambian, pero las personas no".

"Sentí el impulso de cruzar el salón de puntillas, de soltar una estentórea carcajada y anunciar a los presentes que Charles Everett Decker creía sinceramente que estaba a punto de echar un polvo; que Charles Everett Decker estaba a punto de romper el velo de su virginidad. Pero no hice nada de eso".

"Me llevé la mano a la entrepierna, me agarré el pene y tiré de él, como si pretendiera preguntarle qué sucedía. Pero el señor pene no respondía".

"Luego la arrojó sobre la cama, junto a mí, y vi que estaba muerta. Entonces desperté gritando. Y con una erección".

"De repente, Irma Bates declaró, desafiante:
—¡Necesito ir al baño!
Dejé escapar un suspiro, cuyo sonido me recordó en gran manera al de Dana Collette aquella noche en Schoodic Point, bajo los escalones.
—Ve, pues.
Irma me observó con incredulidad. Ted parpadeó. Don Lordi soltó una risita sofocada.
—Me matarías si lo hiciera.
—¿Necesitas ir al baño o no?
—Puedo aguantarme —afirmó ella, malhumorada".

"—¿Cuándo se te meterá en la cabeza que aquí mando yo? —repliqué—. Alguien bajará las persiana, no seré yo, Philbrick, de modo que si disparáis a quien lo haga, ya puedes colgarte la chapa en el culo y despedirte de ambos".

"—¿Qué me respondes? —insistí, inexorable. Un nuevo silencio.
—Está bien. Pero si haces daño a alguno de esos chicos…
—Ya lo sé, me quitarás el carnet de estudiante. A la mierda, Frank".

"La locura empieza cuando uno no puede ver ya las suturas que mantienen unido el mundo".

"Las manos morenas de Pat Fitzgerald manoseaban el avión de papel, moviendo los dedos, con la tristeza de la muerte.
Entonces empecé a hablar".

"Esos días decía «hola» a mamá, subía a mi habitación y echaba a llorar o reír descontroladamente sobre la almohada hasta que creía que mis tripas iban a reventar. Aquello me asustaba. Cuando uno hace cosas así, está a punto para el manicomio".

"Me sentí como si fuera en doce direcciones distintas a la vez.
Una parte de mi mente gritaba… gritaba de verdad, chillaba como un niño en un cuarto oscuro lleno de hombres del saco horribles, sonrientes".

"—¡Charlie!
—Es un placer… golpear tu carne… en el fango del Misisipí —canturreaba mientras, siguiendo el compás, descargaba golpes sobre la pizarra".

"Quizá había olvidado, o no había sabido nunca, que los niños crecen recordando cada golpe y cada palabra burlona o desdeñosa, que los niños crecen y quieren devorar vivos a sus padres".

"Sí, chicos, las cosas se torcieron muy pronto, y desde entonces van de mal en peor".

"Eché un vistazo al reloj de la pared. Eran las 12.30. Expulsé todo el aire de mis pulmones mentales, preparándome para la recta final de mi carrera.
—Y así termina la saga, corta y brutal, de Charles Everett Decker —anuncié—. ¿Alguna pregunta?".

"Todos ellos tan tensos y fríos. Cuando te haces daño a los cinco años, lo anuncias al mundo con gran alboroto; a los diez, lloriqueas, pero cuando cumples los quince empiezas a tragarte las manzanas envenenadas que crecen en tu árbol del dolor. Es el camino occidental hacia el conocimiento. Empiezas a meterte los puños en la boca para acallar los gritos, sangras por dentro".

"—¿Sabes qué les pasa a los soplones? —dije con voz dura, a lo James Cagney. Levanté la pistola, la apunté a su cabeza y grité—: ¡Bang!

Ted lanzó un chillido".






Richard Bachman

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