"Abrí la heladera, y me quede así, descansando con una mano apoyada en la manija, frente a esa luz fría que iluminaba los estantes, con la mente en blanco y la mirada inútil".
"Mientras recogía las copas. Teresa apenas miró el agua inmóvil. Al tomarlas dos se chocaron y el ruido del cristal la estremeció. Las revisó y las verificó que estaban intactas. Y se alejo hacia la casa. Caminó desapareció, tratando que las copas no volvieran a chocarse y sin saber lo que recién sabríamos todos al día siguiente: de que debajo de esa agua tibia, en el fondo de su pileta, se hundían los cuerpos de su marido y dos de sus amigos, muertos".
"El ingreso a La Cascada produce cierto mágico olvido del pasado. El pasado que cada es la semana pasada, el mes pasado, el año pasado "cuando jugábamos al intercountry y lo ganamos". Se van borrando los amigos de toda la vida, los lugares que antes parecían impredecibles, algunos parientes, los recuerdos, los errores. Como si fuera posible, a cierta edad, arrancar las hojas de un diario y empezar a escribir uno nuevo".
" La seguí con la mirada. Teresa salio por el pasillo que da al cuarto del servicio. Cinco minutos después hizo una reentrada triunfal. La seguía un mago.
"Querido, vos que lo tenés todo, aquí está mi regalo de este año: un poco de magia". Teresa sonrió, el mago sonrió detrás de ella. El Tano no sonreía. Me sentí incómoda, como si yo tuviera la culpa de algo de lo que estaba viendo, por estar ahí, mirándolo. Aunque uno se convenza de que solo es responsable de sus acciones, mirar también es una acción, escribí esa noche en mi libreta roja".
"¿Se puede llegar a ser verdaderamente amigo de alguien a quien uno conoce a través de su bolsillo?". Y respondió ella misma a pie de página. "Por el bolsillo pasan todas las miserias".
"Se miran. Toman cerveza. Se miran mientras toman cerveza. Juani se acerca y la besa. La boca de Romina tiene todavía el sabor de la bebida. Ella le acaricia la cara. "Nosotros somos amigos", dice ella. "Amigos", dice él".
"En La Cascada Romina se siente extraña. Juani también se siente extraño. Por eso debe ser que se sienten tan bien el uno con el otro".
"El día que falleció mi padre, mi mamá se encaprichó en sacarle la dentadura postiza y yo me opuse. "No le podes sacar los dientes a papá", dije. "No es papá. Es el cadáver de papá", me contesto".
"Tengo miedo de lo que nos puede pasar ", le respondió su padre. "Lo que nos tenía que pasar ya nos paso, papá", dijo Juani y se le llenaron los ojos de lágrimas. Romina dio un paso y quedó pegada a él. tocándolo todo el cuerpo. "Entonces, ¿ qué hacemos?", dijo otra vez. "No sé", respondió Romina. Juani me miró, esperaba que yo dijera algo. Los ojos de Juani, húmedos, clavados en los míos. Bajé la mirada, me sentía huérfana, sola. Viuda sin serlo".
Claudia Piñeiro
"Al otro lado del cristal, escrupulosamente limpio y sin una sola huella, veía el ajetreo de la gente. Empezaba un nuevo día. Era la hora en que el mundo se despertaba y los engranajes de la sociedad empezaban a girar. Yo era uno de aquellos engranajes que giraban sin parar, una pieza del mundo encajada en esa franja del día que llamamos «mañana»".
"Crecí en un distrito residencial de las afueras, en el seno de una familia normal que me quería de forma normal. Sin embargo, de pequeña era un poco rara. Cuando iba a la guardería, por ejemplo, un día encontré un pajarito muerto en el parque. Era un bonito pájaro azul que parecía haber escapado de alguna casa. Los demás niños lloraban alrededor del pajarito, que tenía el cuello retorcido y los ojos cerrados.
—¿Qué hacemos con él? —preguntó una niña. Entonces yo lo cogí rápidamente, me lo puse en la palma de la mano y se lo llevé a mi madre, que estaba en un banco charlando con otra madre.
—¿Qué ocurre, Keiko? Oh, un pajarito… ¿De dónde habrá salido? ¡Pobrecillo! ¿Qué te parece si lo enterramos? —dijo mi madre con voz dulce mientras me acariciaba el pelo, y yo le respondí:
—Nos lo comeremos.
—¿Cómo?
—A papá le encanta el pollo frito. Podríamos freír el pájaro para comerlo — repetí en voz alta y clara, pensando que mamá no me había oído.
Ella se quedó muda de asombro y creo que la madre que estaba a su lado también se sorprendió, pues abrió simultáneamente los ojos, la boca y las aletas de la nariz. Su expresión era tan cómica que estuve a punto de echarme a reír, pero entonces vi que me miraba fijamente la palma de la mano y pensé:
«¡Claro! Con uno no basta».
—¿Quieres que vaya a buscar más?
Cuando me volví hacia un grupo de gorriones que merodeaba cerca de allí, mi madre por fin reaccionó.
—¡Keiko! —gritó escandalizada, en tono de reproche—. Cavaremos una tumba para el pajarito y lo enterraremos. Mira, los demás niños están llorando. Están tristes porque se ha muerto un amigo suyo. ¿No te da lástima?
—¿Por qué? Si ya está muerto, al menos podríamos aprovecharlo…".
"A medida que fui creciendo, mi silencio empezó a preocuparles. Pero para mí era la mejor opción, la forma más racional de sobrevivir".
"—Muy bien, Furukura, ¡perfecto! Has estado muy tranquila para ser la primera vez que atendías en caja. ¡Así me gusta! Venga, haz pasar al siguiente cliente.
Miré al frente y vi a un hombre que llevaba la cesta llena de onigiri de oferta. Lo saludé levantando la voz en el mismo tono de antes y cogí la cesta.
Entonces sentí por primera vez que formaba parte del mundo, como si acabara de nacer. Aquel día había surgido una nueva pieza que encajaba con total normalidad entre las demás: yo".
"Como trabajaba todos los días, a veces pulsaba en sueños la caja registradora de la tienda o abría los ojos sobresaltada, pensando que había que colocar las etiquetas del precio a las bolsas nuevas de patatas fritas o que el día anterior se había vendido mucho té caliente y habría que reponer. Algunas noches incluso me despertaba mi propia voz gritando:
«¡Bienvenido!».
Si no podía dormir, pensaba en aquella caja de cristal transparente que de noche también hervía de actividad. En el interior de aquel nítido acuario, la tienda seguía funcionando como un mecanismo automático. Al visualizar aquel escenario, los sonidos de la tienda resurgían dentro de mis tímpanos, me tranquilizaban y me ayudaban a conciliar el sueño.
Por la mañana volvía a convertirme en una dependienta, un engranaje de la sociedad. Aquel trabajo era lo único que me permitía ser una persona normal".
"Tu configuración actual cambia en cada momento según la gente que te rodea".
"Lo que más se me pega de quienes me rodean es el acento. Por entonces mi forma de hablar era una mezcla entre la de Izumi y la de Sugawara.
Creo que es un fenómeno bastante habitual. Un día, los compañeros del grupo de música de Sugawara vinieron a la tienda y me fijé en que las chicas vestían y hablaban casi igual que ella, y desde que había entrado Izumi, Sasaki se despedía con un «Hasta mañana» que sonaba exactamente igual al de ella. Un día vino a echarnos una mano una mujer que había trabajado con Izumi en otra tienda, un ama de casa muy amiga suya, y vestían de forma tan parecida que estuve a punto de confundirlas. Supongo que mi forma de hablar también se le pegará a alguien. Creo que es así como sobrevive la humanidad: por contagio".
"—¡Cuéntanos algún cotilleo! ¿No has tenido ningún lío? —preguntó Satsuki en tono de broma.
—¿Lío?
—Si has salido con alguien. Nunca nos hablas de ningún novio.
—Ah, no. Es que nunca he tenido -respondí, diciendo la verdad sin querer.
Las demás callaron e intercambiaron miradas de incredulidad. Entonces recordé que mi hermana me había advertido que, ante aquel tipo de preguntas, lo mejor era dar una respuesta imprecisa como: «Bueno, tuve algo que pintaba bien, pero no tengo buen ojo para los hombres». Así insinuaría que, aunque nunca había salido oficialmente con nadie, sí había tenido algún tipo de relación amorosa complicada, como un adulterio o una aventura de carácter sexual. «Si respondes a las preguntas personales de forma poco clara, los demás interpretarán tus respuestas como quieran», me había dicho mi hermana. Y yo acababa de meter la pata.
—Bueno, yo tengo algunas amigas homosexuales —intercedió Miho, como si acudiera al rescate-. Hay que ser tolerante. Y también tengo algunas que se han declarado asexuales.
—Es verdad, dicen que cada vez hay más. Que la gente joven no tiene interés por estas cosas".
"Aquella sensación de que el mundo se moría poco a poco me resultaba reconfortante".
"A pesar de que solo había oficinas, en la tienda recibíamos a muchos clientes que parecían simples vecinos del barrio, y siempre me preguntaba dónde vivirían. Pensaba vagamente que mis clientes estarían durmiendo en algún lugar de aquel mundo que parecía encerrado en el interior de la muda abandonada de una cigarra".
"—Bien, hasta aquí el briefing de hoy. Ahora repetiremos al unísono el juramento y las fórmulas de cortesía para atender a los clientes. ¡Repetid conmigo!
Todos alzamos la voz para unirnos a la potente voz del jefe.
—Juramos que nuestro objetivo es prestar el mejor servicio para que el cliente se sienta a gusto y nuestra tienda sea su tienda de referencia.
—Juramos que nuestro objetivo es prestar el mejor servicio para que el cliente se sienta a gusto y nuestra tienda sea su tienda de referencia.
—¡Bienvenido!
—¡Bienvenido!
—¡Con mucho gusto!
—¡Con mucho gusto!
—¡Muchas gracias!
—¡Muchas gracias!
Las tres voces resonaron al unísono. El briefing matutino era más formal cuando estaba el jefe.
—Parece una ceremonia religiosa -comentó Shiraha en un susurro.
Le di la razón en silencio".
"A mí todos los bebés me parecen iguales, tanto mi sobrino como los hijos de Miho, y no entiendo por qué tengo que ir expresamente a ver a mi sobrino.
Supongo que hay que tener cierta consideración con los bebés de tu propia familia, pero para mí los bebés son como los gatos callejeros: aunque sean un poco diferentes entre sí, todos son animales de la misma especie".
"—Por cierto —dije, sacando un tema más alegre—, hacía tiempo que no veía a Yukari y me dijo que me notaba cambiada.
—Sí, la verdad es que estás diferente.
—¿Tú crees? Pero tú también estás diferente, Asami. Tienes un aire más adulto que antes.
—¡Qué cosas dices! Hace tiempo que soy adulta".
"En ese preciso instante, la puerta se abrió y Shiraha entró sin decir nada.
—Ah…, buenos días -saludó en un tono apagado.
Estaba tan delgado que no se le aguantaba ni el pantalón, y llevaba unos tirantes que se insinuaban a través de la camisa blanca. La piel de sus brazos también parecía pegada a los huesos, y costaba creer que un cuerpo tan delgado pudiera albergar un corazón".
"—¿Y hasta cuándo piensas seguir así? Es verdad que ahora te costaría encontrar trabajo, pero a lo mejor te convendría casarte. Actualmente hay muchas páginas web destinadas a encontrar pareja.
Mientras el marido de Yukari hablaba con vehemencia, me fijé en que su saliva salpicaba la carne que se asaba en la parrilla. Justo cuando pensaba en lo poco oportuno que resulta hablar encima de la comida, el marido de Miho asintió enérgicamente.
—Tiene razón, ¿por qué no buscas pareja? Las mujeres lo tenéis fácil. Si fueras un hombre, no lo vería tan claro.
—¿Y si te presentamos a alguien? -propuso Satsuki-. Hiroshi conoce a mucha gente. Shiho y las demás reaccionaron con entusiasmo.
—¡Claro, buena idea!
—¿Se os ocurre alguien adecuado para ella?
El marido de Miho le susurró algo al oído. Luego, sonrió amargamente y dijo en voz alta:
—Es que mis amigos están todos casados. No puedo presentarte a ninguno.
—¿Y si te inscribes en una página de citas online? Espera, que te sacamos una buena foto para tu perfil. No te hagas un selfi, cuelga una foto de un día como hoy, en una barbacoa con amigos. Así darás más buena impresión y te llegarán más solicitudes.
—¡Sí, qué buena idea! ¡Te sacaremos una foto! —dijo Miho.
—Claro, ¡es ahora o nunca! —añadió el marido de Yukari, conteniendo la risa.
—¿Ahora o nunca? ¿Por qué es ahora o nunca? —pregunté, y el marido de Miho puso cara de perplejidad.
—Bueno, cuanto antes mejor, ¿no? No puedes seguir como hasta ahora, y la verdad es que tienes prisa. Si sigues cumpliendo años, se te pasará el arroz".
"Empezamos a servirnos visiblemente aliviados y comimos aquella carne rociada de saliva del marido de Yukari. De repente, me di cuenta de que todos se alejaban un poco de mí y me daban la espalda, como aquel día en el colegio. Aun así, seguían lanzándome miradas de curiosidad como si fuera un bicho raro.
«Me he convertido en un cuerpo extraño», pensé vagamente.
Entonces me vino a la mente Shiraha, al que habían despedido. Quizá yo sería la siguiente.
El mundo normal es un lugar muy exigente donde los cuerpos extraños son eliminados en silencio. Las personas inmaduras son expulsadas".
"Fue por casualidad por lo que vi a Shiraha fuera de la tienda.
Una sombra apareció abruptamente en una esquina del distrito de negocios, que por la noche estaba desierto. Me hizo pensar en el juego al que jugaba de pequeña, y agucé la vista para que la sombra se me grabara en la retina y proyectarla después en otra superficie. Al acercarme vi a Shiraha asomándose tras un edificio como si intentara esconderse. Parecía nervioso.
Daba la sensación de que estaba esperando a que saliera la clienta cuya dirección había intentado averiguar. La mujer pasaba todos los días por la tienda al salir del trabajo para comprar frutos secos, y coincidió que yo estaba merodeando por la trastienda a aquella hora. Recordé lo que nos había contado el jefe la última vez.
Me acerqué por detrás procurando que no me viera y le grité:
—Voy a llamar a la policía, Shiraha.
Él se volvió con tal brusquedad que me asustó a mí también, y arrugó la frente al reconocerme.
—¡Eres tú, Furukura!".
"—Oye, Shiraha —propuse de repente—. Si tu único objetivo es casarte, ¿por qué no arreglamos los papeles y nos casamos?
—¡¿Qué?! —exclamó él.
—No te gusta que se metan en tu vida, y si no quieres que te echen de la comunidad debes actuar cuanto antes. Lo de la caza…, es decir, lo del trabajo es otro tema, pero si te casas ya no corres el riesgo de que te juzguen por no haber tenido experiencias amorosas ni sexuales.
—¿Se puede saber a qué viene eso? ¡Qué disparate! Lo siento, Furukura, pero es que no me excitas.
—¿Y qué más da? Eso no tiene nada que ver con el matrimonio. El matrimonio es una cuestión de papeles, mientras que la erección es un fenómeno fisiológico".
"—Que sea difícil no significa que sea imposible —proseguí—".
"—¿Diga?
Todavía no era medianoche, y me pareció que aún no se había acostado.
—Perdona que te llame tan tarde. Espero no haber despertado a Yutaro.
—No, tranquila, Yutaro está dormido y yo estaba relajándome un poco.
¿Qué ocurre?
(...)
—En realidad no es nada como para llamarte a medianoche. Verás, resulta que tengo a un hombre en casa.
—¿Qué? —preguntó con voz entrecortada, como si tuviera hipo.
Cuando iba a preguntarle si estaba bien, soltó una exclamación de perplejidad que sonó casi como un chillido:
—¡¿En serio?! Es broma, ¿no? ¡Qué me dices! ¿Desde cuándo? ¿Cuánto hace? ¿Qué clase de persona es?
—Muy poco tiempo, es del trabajo —respondí, sintiéndome acorralada.
—¡Vaya! ¡Enhorabuena, Keiko!
Me desconcertó un poco que me felicitara de buenas a primeras, sin interesarse por los detalles.
—¿Por qué me felicitas?".
"—¿Y qué ventajas tiene esto para ti, Shiraha?
Él hizo una breve pausa.
—Quiero que me escondas —dijo entonces en voz baja.
—¿Cómo?
—Quiero que me escondas del mundo. No me importa que me utilices y hables de mí con quien te dé la gana. Pero yo quiero estar aquí escondido.
Estoy harto de que los demás, tanto los conocidos como los completos desconocidos, se metan en mi vida-. Shiraha agachó la cabeza y dio un sorbo de la lata—. Si salgo a la calle, volverán a violarme. ¡Eres un hombre! Trabaja, cásate y, una vez casado, gana más dinero, ten hijos. Sé el esclavo de la comunidad. El mundo te ordena que trabajes toda la vida. Incluso mis testículos pertenecen a la comunidad. Por el simple hecho de no haber tenido experiencias sexuales, te tratan como si estuvieras desperdiciando tu esperma".
"—Es un trato sin retribución. Solo necesito que me dejes vivir aquí y me traigas comida.
—Ya… Bueno, no tiene mucho sentido exigirte dinero mientras no tengas ingresos. Yo tampoco tengo mucho dinero, así que no podré darte efectivo, pero sí puedo darte el pienso que necesitas para vivir.
—¿Pienso…?
—Huy, perdona. Nunca he tenido animales en casa, y esto es como tener una mascota".
"—Estamos juntos y tenemos la intención de casarnos. Yo me ocupo de las tareas domésticas y ella trabaja. Cuando ella encuentre un empleo estable, os devolveré el dinero.
«¡Anda! No sabía que Shiraha tuviera novia», pensé. Pero entonces recordé la conversación del día anterior con mi hermana y caí en la cuenta de que estaba hablando de mí".
Sayaka Murata
"NACÍ EN EL hospital de Rotunda el 5 de junio de 1932. Pertenezco al grupo intermedio de mis hermanos, pues nueve de ellos nacieron antes que yo y otros doce después. De los veintidós que éramos, sobrevivieron diecisiete, ya que cuatro murieron siendo niños, pero quedaron todavía trece para dar cohesión a nuestra familia".
"Ella no quiso aceptar esta realidad, la realidad inevitable —al menos eso parecía entonces— de que no tenía ni cura ni, por supuesto, esperanza. Pero ella no podía ni quería creer que yo tuviera un retraso mental. No disponía de nada en qué basarse, ni siquiera la más mínima evidencia de que, aunque mi cuerpo estuviera paralizado, mi cerebro no lo estaba".
"Al darse cuenta de que los médicos no le hacían ningún bien diciéndole que ella no tenía nada que esperar de mí, o dicho de otro modo, que debía olvidarse de que yo era no un ser humano, sino una cosa a la que alimentar, lavar y cuidar constantemente, mamá decidió desde entonces arreglárselas por sí misma. Yo era SU hijo y, por tanto, un miembro de SU familia. No importaba todo lo torpe e inútil que fuera, porque ella tomó la determinación de tratarme exactamente igual que a mis demás hermanos, y nunca como la “cosa extraña” del cuarto trastero de la que nadie habla, y menos cuando hay visita".
"Todo daba la razón a los argumentos de mis familiares en el sentido de que yo era un retrasado mental al que nadie podía ayudar. Y otra vez empezaron a hablar de llevarme a un internado.
—¡Nunca! —decía mi madre de un modo casi violento cuando le decían algo—. Sé que mi hijo no es ningún retrasado mental. Es su cuerpo el que está enfermo, pero no su cerebro. Estoy segura.
¿Pero estaba segura? Para sus adentros ella le pedía a Dios que le diera alguna prueba de que estaba en lo cierto, porque sabía que una cosa es creer y otra completamente distinta tener pruebas".
"Tampoco Paddy pudo quedarse parado por más tiempo. Puso mi cochecito contra la tapia, y trepó de tal modo que solamente con su brazo podía tocar las manzanas y las peras.
—¡Ya está bien, no os lo llevéis todo! —gritó Paddy, mientras los demás se hacían con un buen puñado de fruta.
Bajaron, seleccionaron la fruta entre los cinco, y nos sentamos a un lado del camino para comérnosla.
—Nos arreglaremos con esto hasta que lleguemos a casa —dijo Peter, dándome de comer una pera.
—Tendremos que confesarnos de esto —replicó Paddy, adoptando algo así como una expresión devota.
—En realidad no es pecado —repuso Peter, sin dejar de masticar su pera—. Nadie las echará en falta.
—¡Alguien viene! —dijo nuestro amigo Bob, moviendo la cabeza hacia los lados, como si fuera un perro.
Peter nos guiñó un ojo y se arrastró muy despacio, para echar un vistazo rápido. Al poco regresó, casi sin aliento.
—¡Imbéciles! ¡Es un poli! —dijo, jadeando.
Paddy se puso muy pálido. Parecía incapaz de moverse:
—¿Qué os pasa? —dijo un tanto indeciso.
—¡Corre! —gritó Bob, pegando un salto.
—¡No podemos dejar a Christy aquí!
Peter se detuvo cuando los pasos se oían cada vez más cerca. Entonces tuvo una idea: ¡Rápido! —dijo, volviéndose hacia los demás—. Ponedlo todo debajo del cojín del coche de Christy".
"Mamá se dio cuenta del cambio que estaba experimentando, y estaba segura de conocer la causa, pero no me dijo nada. La verdad es que ella me entendía mejor que nadie. Yo no deseaba engañarla, porque siempre encontraba un modo u otro de averiguar si me sentía triste o contento.
Parecía tener los mismos sentimientos que yo. Había advertido que casi siempre estaba triste, con grandes cambios de humor y cada vez más encerrado en mímismo. Ni siquiera tenía ya ganas de arrastrarme por el suelo como antes, sino que me limitaba a tumbarme en el sillón más ancho que encontrara, con la mirada perdida en la chimenea o en la pared".
"Ya tenía diez años y medio y, sin embargo, cada vez me iba encerrando más en mí mismo. Mamá no dejaba de intentarlo, pero no había nada que pudiera levantarme el ánimo, nada que hiciera volver a la vida al niño feliz de tiempos pasados. Ese niño había muerto. Y, en su lugar, había surgido un infeliz de grandes ojos, siempre silencioso, y en continua tensión, con los nervios a flor de piel".
"—Inténtalo —me dijo.
Apreté los puños y refunfuñé algo, con lo que quería significar que yo no era lo bastante bueno como para presentarme.
—Eso es una tontería —replicó—. Tú no tienes por qué ser un genio, pero al menos inténtalo".
"Sabía que ya no era un niño, pero tampoco un adulto. Estaba a medio camino entre la feliz ignorancia de la niñez y el despertar de los dolores y frustraciones de la adolescencia".
"¿Qué es lo que era yo?, me preguntaba. ¿Acaso una broma pesada de Dios? Mi vida parecía no tener rumbo fijo ni valor. Estaba prisionero, tras unos muros que se habían cerrado sobre mí cuando me convertí en adulto.
Deseaba ardientemente ser libre; quería, con todas mis fuerzas, romper mis ligaduras y escapar".
"Recordaba Lourdes y a las personas que conocí junto a la gruta, y nuevamente intenté ser como ellos: pacientes, alegres, resignados con el sufrimiento, sabedores de la recompensa que les esperaba en la otra vida… Pero no me sirvió de nada. Estaba bastante apegado a lo puramente humano".
"—¿Qué te propones?
—Oh, me olvidé de decírtelo —respondió mi madre, con mucha tranquilidad, mientras ponía la mesa para la cena—. Voy a construir una casa para Christy en la parte de atrás del jardín.
—Dios mío —repuso papá, mirándola fijamente—. ¿Quieres que nos desahucien? ¿No te das cuenta de lo que estás haciendo? Las autoridades podrían…
—Sí, sí, ya lo sé —dijo mamá, con mucha calma—. Pero ahora tómate la cena, como un buen chico, o se te enfriará.
—Solo lo harás, pasando por encima de mi cadáver —replicó mi padre, con la boca repleta de estofado.
—Primero, te enterraría, por supuesto —dijo mamá, con su imperturbable tranquilidad".
"Desde allí pude ver a mamá, rodilla en tierra, con un cubo lleno de cemento a un lado y una vasija con agua al otro. Con la mano derecha empuñaba una paleta. ¡Se la veía muy satisfecha, contemplando la hilera de bloques que acababa de levantar!
Aquella noche, tras servir la cena, se fue con toda tranquilidad a proseguir con su trabajo. Minutos después, papá, que había salido al patio a buscar no sé qué, la vio. Al principio se quedó parado, luego, poco a poco, se acercó a la pared en construcción. Y la tocó con el pie.
—¿Qué es esto? —preguntó—. ¿Qué te crees que estás haciendo?
Mamá alzó la vista.
—Estoy construyendo la casa de Chris —respondió, mientras agarraba otro bloque".
"En ese momento se acercaron mis hermanos albañiles. Mi padre se volvió hacia ellos, y les dijo:
—Mirad, chicos, vuestra madre está intentando hacer nuestro trabajo.
—Está horrible —dijo Paddy, moviendo la cabeza, con desaprobación, tras contemplar la hilera de bloques—. Ni siquiera los has puesto al mismo nivel, mamá.
—Las mujeres —añadió Peter— siempre están tratando de ser como los hombres. Vete a tu cocina, mamá.
—Pues, bueno, si es un trabajo de hombres, continuadlo vosotros —fue su contestación.
Después se puso en pie y se limpió las manos en el delantal. A continuación dio media vuelta y se marchó, pero al pasar cerca de mí me lanzó una sonrisa.
Los cinco albañiles se miraron unos a otros.
—¡Venga! —dijo papá, en cuanto ella se hubo metido en casa—. ¡Vamos a empezar!".
"De esta forma se construyó mi casa del jardín. La obra tuvo que superar muchas vicisitudes, y por momentos daba la impresión de no acabarse nunca.
La principal causa de los retrasos era la falta de dinero. Las veinte libras de mamá se acabaron enseguida, y hubo que paralizar la tarea.
Un día, mi padre me preguntó qué me parecían aquellas cuatro paredes y sus cimientos.
—Es como si fuera una sinfonía incompleta —le contesté".
"—¿Estás asustado? —me preguntó, señalando a una diminuta estatua de metal que estaba sobre la repisa de la chimenea.
Yo me limité a sacudir la cabeza.
—¿Sabes? —continuó sin dejar de mirarme—. Estás asustado, pero eres demasiado testarudo para reconocerlo. Eso está bien".
"—No hay nada que tú no puedas conseguir, Christy —me dijo, poniéndome la mano en el hombro—. Y recuerda que yo estoy aquí para ayudarte".
"—¿Qué quieres que te escriba? —me preguntó Eamonn espontáneamente y con la pluma en la mano.
Yo estaba mirando por la ventana las ramas de los árboles, que ondeaban bajo un luminoso cielo de primavera, y tras pensar un poco, me volví hacia mi hermanito, que me aguardaba impaciente.
—Mi biografía —respondí.
Mi pobre hermano dejó caer la pluma sobre la mesa, con gran estruendo.
—¿Tu… qué?".
"—Hay dos reglas principales, que son indispensables para escribir cualquier historia. Primera, debes tener una historia que contar, y segunda, debes contarla de tal modo que el lector tenga la sensación de estar viviéndola. Ahora, déjame darte unas indicaciones concretas: siempre que puedas utiliza frases cortas mejor que largas. Ya que has pintado cuadros con el pincel, tienes que hacer algo parecido con la pluma. Empieza a practicar".
"—Todo esto está muy bien, pero habrá que usar el diccionario para leerlo.
Hubiera querido entonces arrojarle la mesa, pero él se limitó a sentarse, con las manos posadas plácidamente en las solapas. Yo estaba enfadado, pero sabía que había algo de verdad en lo que acababa de decir".
"—Christy, he estado pensando en tu porvenir. Tienes talento y originalidad. Pero tu problema es cómo desarrollarlos. ¿Hasta dónde puedes llegar?
—Creo que no muy lejos —contesté.
—Lo sé —repuso el doctor—. La educación es algo que no tiene precio; pero en tu caso es totalmente esencial".
"Una tarde, me sentía muy solo y bastante envidioso de Peter y Paddy, que habían salido con sus amigos. Estaba cansado de leer. Por un momento, me senté un tanto malhumorado y sin ganas de hacer nada. En ese momento, llegó Francis para hacer el dictado. Tomó la pluma y esperó. Yo quería expresar algo, pero ignoraba la forma de hacerlo. No dejaba de pensar, mas era imposible, las palabras no me salían. Y, como de costumbre, no dejaba de contemplar mis manos totalmente inútiles. Entonces, me acordé de mi pie izquierdo.
—Lárgate de aquí, Francis —grité.
Mi hermano me miró con expresión lastimera
—Vete —le dije—. ¡Largo!
Se levantó y se deslizó fuera de la habitación, como un conejo asustado. Inmediatamente me arrojé sobre la cama, me quité el zapato y el calcetín izquierdo con el otro pie, y, tras colocar un lápiz entre mis dedos, empecé a escribir.
Escribí sin pausa y sin prestar atención a todo lo que me rodeaba durante horas y horas. Me sentía otra persona. Ya no me consideraba un desgraciado.
Ni tampoco me sentía frustrado. Era una persona libre, podía pensar, vivir, crear… De repente, la puerta se abrió y entró el doctor Collis. Me detuve, tratando de ocultar el pie, e intenté sonreír diciendo algo así como que hacía mucho frío aquella noche. Él no pareció inmutarse, y se sentó junto a la chimenea, poniéndose a hablar de nuestros temas habituales de conversación.
Pasado un rato, abordó el asunto del libro.
—¡Así que has tenido que pedir ayuda a tu viejo amigo, el pie izquierdo! —me dijo.
Algo tímidamente le enseñé el pie.
—Me pregunto cuánto tiempo podrás utilizarlo. ¿Acaso no te basta con el dictado? Lo entiendo, no le diremos nada a Eirene Collis. Pero no vuelvas a usarlo, si no es imprescindible.
Me sentí mucho más tranquilo. Sea como fuere, volvía a ser el mismo. Y aunque no llegara a conocer las alegrías de un baile, al menos podría disfrutar de la magia de los creadores".
Christy Brown
"Abajo, a una distancia más que imposible, como astros dispersados, había unas grandes manchas de luz, ciudades, sin duda, de la tierra. El Diablo las señaló.
—Son las grandes ciudades del mundo: aquella es Londres —y señaló una abajo, en la distancia—. Aquella es Berlín —y señaló otra—. Y aquella, allí, es París. Son manchas de luz en la y nosotros, en este puente, pasamos muy alto por encima de ellas, peregrinos del misterio y del conocimiento".
"—Pero, ¿cómo puede sustentarse algo por negarlo?
—Es la ley de la vida, señora mía. El cuerpo vive porque se desintegra, sin desintegrarse del todo. Si no se desintegrara segundo a segundo, sería un mineral. El alma vive porque es tentada constantemente, aunque se resista. Todo vive porque se opone a algo. Pero, si yo no existiera, nada existiría, porque no habría a qué oponerse, como la paloma de mi discípulo Kant, que, al volar en el aire leve, pensaba que podría volar mejor en el vacío".
"—Pero, si el mundo es acción, ¿cómo puede ser que el sueño forme parte del mundo?
—Es que el sueño, señora mía, es una acción convertida en idea; y por ello conserva la fuerza del mundo y rechaza la materia, que es el estar en el espacio. ¿Acaso no es cierto que en nuestros sueños somos libres?
—Sí, pero despertarse es triste…
—El buen soñador no despierta. Yo nunca he despertado. Dudo incluso que el propio Dios no duerma. Ya me lo dijo una vez…".
"—Pero, al final, ¿quién es usted? ¿Por qué va disfrazado así?
—Contestaré con una sola respuesta a sus dos preguntas: no voy disfrazado.
—¿Cómo?
—Señora mía, yo soy el Diablo. Sí, soy el Diablo".
"El principio de la ciencia es saber que ignoramos. El mundo, que es el lugar donde estamos; la carne, que es lo que somos".
"—Corrompo, pero ilumino. Soy la Estrella Brillante y de la Mañana…, frase, por cierto, que ya ha sido aplicada dos veces, no sin criterio o conocimiento, a otro que no se parece a mí".
"—Contradecir es feo…
—Contradecir actos, sí… Contradecir ideas, no.
—¿Y por qué?
—Porque contradecir actos, por malos que sean, es estorbar lo que mueve el mundo, que es la acción. En cambio, contradecir ideas es dar pie a que nos abandonen, y caer en el desaliento y, de ahí, en el sueño, y, por tanto, pertenecer al mundo".
"—No hablo contigo, sino con tu hijo…
—No tengo ningún hijo… Es decir, voy a tenerlo dentro de seis meses, si Dios quiere…
—Con él es con quien hablo… ¿Dentro de seis meses? ¿Seis meses de qué?
—¡¿De qué?! Seis meses…
—¿Seis meses solares? Ah, sí".
"—No imagina cuánto me ha gustado conversar con usted. Nunca he oído a nadie hablar así.
Habían salido a la calle, bañada con la luz de la luna, cosa en que ella no reparó.
Se calló un momento.
—Pero, ¿sabe? (es curioso) ¿sabe realmente, y después de todo, lo que siento?
—¿Qué? —preguntó el Diablo.
Ella se volvió para mirarle con unos ojos repentinamente brillantes.
—¡Una gran pena por usted…!
Una expresión de angustia, como nadie creería que pudiera existir, pasó por el rostro y la mirada del hombre rojo. Dejó caer, de súbito, el brazo con el que enlazaba el de ella. Ella dio unos pasos, constreñida. Luego se volvió hacia atrás para decir cualquier cosa —no sabía qué, porque no había entendido nada— a fin de disculparse por el disgusto que había causado".
"Y se marchó, sonriendo, pero sin darle un beso, el de costumbre, que al darlo nadie sabe si es costumbre o es beso.
Ninguno de los dos se dio cuenta de que no se habían besado".
Fernando Pessoa
"—Diferencia, diferencia, hay. Evidentemente que hay diferencia. Pero no es la que ud. cree. ¿Ud. duda quizás de que mis teorías sociales no sean iguales a las de ellos?…
—¡Ah, ya me doy cuenta! Ud., en cuanto a las teorías, es anarquista; en cuanto a la práctica…
—En cuanto a la práctica soy tan anarquista como en cuanto a las teorías. Y en la práctica soy más, mucho más anarquista que esos tipos que ud. citó. Toda mi vida lo demuestra".
"—No entiendo nada.
—¿Pero ud. pone empeño en entender?
—Todo el empeño".
"—¡Caramba con tanta hipótesis!…
—Ah, hijo, el hombre lúcido tiene que examinar todas las objeciones posibles y refutarlas antes de poder considerarse seguro de su doctrina".
"¿Qué es ser anarquista? La libertad, la libertad para uno y para los otros, para la humanidad entera. Querer estar libre de la influencia o de la presión de las ficciones sociales, querer ser libre tal como se nació y apareció en el mundo, que es como en justicia debe ser, y querer esa libertad para uno y para todos los demás. No todos pueden ser iguales frente a la Naturaleza: unos nacen altos, otros bajos; unos fuertes, otros débiles; unos más inteligentes, otros menos… Pero todos pueden ser iguales de ahí en adelante; sólo las ficciones sociales lo impiden. Esas ficciones sociales son las que era necesario destruir".
Fernando Pessoa
"¿Cómo explicarte la vida, Cris, esa permanente agitación convulsa en la que participas tan de lleno y que sin embargo ignoras, ausente en una parte y presente en otra?".
"Escribo —y es justo decirlo— después de una cadena negra de desgarros, amortiguado el corazón, adormecido —que no muerto— mientras la razón intenta poner luz en los rincones más oscuros de nuestra breve historia".
"Me estoy haciendo viejo, hijo, y la vejez es muchas veces un territorio que se hace cada vez más inhóspito, en el que se van desmoronando los recuerdos hasta dejarte solo frente al presente, contra el presente que se deshilvana, que se va destruyendo pedazo a pedazo sin estrépito hasta que te aleja de todo aquello que has amado y que es lo único que al fin justifica una vida, hasta que levanta un muro atroz entre tú y el pasado y termina recluyéndote en ese gueto de soledad y silencio en el que solo se vive el instante que se vive, solo ese, solo ese sin más, sin nada más que ese segundo que te conecta con la realidad y te abandona en el segundo siguiente y el anterior ha dejado de existir".
"Los últimos meses de tu abuela los reduje en unos pocos versos que aún hoy se me revuelven:
Su tiempo final
fue solo un laberinto de cables y gusanos,
un pánico infantil,
una demencia oscura.
A veces la vejez
es una casa llena de horror y desamparo
una soledad que habitan los fantasmas.
(Descolgada
por detrás de sus ojos
estaba la locura)".
"El hombre regresa a su interior siempre lleno de respuestas que luego no sirven para nada. El camino que uno anda no va a ninguna parte y los paisajes son solo decorados que se montan y se queman y se vuelven a montar; cartón piedra y mentiras para justificar esta tarea incoherente que es vivir".
"El mundo que trato de explicarte no es ese que me estremece hasta la ira. Te hablo de nosotros, de este microcosmos que somos los tuyos y cuanto te rodea de una forma cercana y que se va apagando lentamente.
Los pulmones, tus pulmones cien veces heridos sin que tú hicieras nada y los míos machacados por la vida".
"Tengo miedo y no sé ni por qué".
"Abrázame fuerte que por dentro me oigo muertes, viejas muertes".
"Moriré en Buenos Aires, será de madrugada, que es la hora en que mueren los que saben morir".
"Hoy necesito que me abraces fuerte, Cris, muy fuerte, porque yo también oigo viejas muertes por dentro, tantas muertes que me habitan, otoños que me crecen y me ahogan, las brasas que se apagan de un fuego ya extinguido".
"Te escribo todo esto, Cris, como si fueras a leerme una tarde llena de paz y de verano, como si de pronto un día nos fuéramos a despertar juntos de este sueño, no por cotidiano y dulce menos atroz, que dura, a día de hoy, treinta y tres años, siete meses y tres días; te preguntaría: «¿Cómo estás?», y te acariciaría el pelo, aunque sé que no ibas a dejarme que lo hiciera:
tu pelo y tu boca son dos templos sagrados casi inexpugnables.
Te preguntaría: «¿Cómo estás, hijo?». Y hasta ahí llego".
"Vivimos «como si» —esta es una idea que le leí a Pániker hace ya mucho tiempo—, porque es la única forma de vivir que hemos tenido, que nos ha sido dada. Vivimos como si realmente nos reconocieras, como si realmente reconocieses en nosotros, aunque solo fuera por algún instinto primario, que somos tuyos y que tú eres nuestro".
"Y cuando extiendes la mano con la vehemencia que lo haces, ¿nos estás pidiendo algo que existe y que tú ves y deseas o no es más que un acto reflejo? Esa ignorancia de tu voluntad —o de tu instinto—es el resumen de todo cuanto hoy me lleva a reflexionar sobre nosotros: la no comunicación, esa carencia que nadie puede llegar a imaginar lo que supone hasta que no se vive junto a los que quieres y tan solo alcanzas las fronteras de una piel que es la pantalla final de posibles emociones, porque más allá del tacto todo es silencio o grito, sonidos que se repiten soledad, soledad e ignorancia".
"El «como si» ha sido siempre nuestro escudo, nuestra absurda justificación teñida, disfrazada de esperanza, la respuesta fácil y profundamente humana que necesitábamos. Pero ya no quiero jugar a ese juego, ya no quiero razones en las que no creo o que al menos cuestiono, sino enfrentarme a los hechos, aunque la conclusión carezca de sentido".
"Nos iremos los dos, Cris, y si muero yo antes, no tendrás nada que llorar, no habrá sufrimiento en tu corazón ni luto en tu conciencia. Bendito seas".
"La consciencia en ocasiones es una trampa llena de culpas y de miedos".
"Cierto que sus raíces son como los lazos que te unen a la vida; pero el oficio de los hombres, Cris, es vivir, con todos sus peligros, sus riesgos, sus absurdos inesperados, pero vivir, vivir, no sobrevivir. Y tú, hijo, desde que llegaste al mundo has sido un sobreviviente, te has enfrentado a la muerte cara a cara tantas veces que vivir no ha sido en tu caso una costumbre, un oficio, ni siquiera una aventura apasionante, arriesgada, elegida: solo una lucha instintiva, irracional y permanente.
Vivir".
"¿Qué me quieres decir?
Una palabra tuya, tan solo una.
¿Acaso pido demasiado? Una palabra, Cris, tan solo una antes de separarnos.
No va a ocurrir".
"Tu mirada. Tus ojos. Hay tanta vida dentro de tus ojos y, sin embargo, muchas veces miras como desconfiando, frunces el ceño y te agazapas; es como si te escondieras detrás de tu mirada o de pronto cierras los ojos muy fuerte. ¿Por qué? ¿Qué mundo contemplas cuando aprietas los párpados como negándote? ¿Qué ves cuando nos miras serio y lejano, cuando te niegas a mirar?
También te ríes, también de pronto te ríes y en tus ojos entonces galopa la vida libremente y es hermoso".
"¿Pero qué ocurre cuando sucede todo lo contrario? Cuántas veces me acerco hasta tu silla, hasta tu cama y esas espadas tuyas de plumas y algodones que son tus brazos fuertes me detienen, me apartan de tu cara, de tu cuerpo. «Solo iba a darte un beso, Cris, solo era eso». Pero has cerrado de pronto las fronteras sin motivo —pienso que sin motivo— y rechazas tercamente mi presencia. Te vuelvo a hablar «como si», te digo en broma «vale, vale, hoy no quieres…». Y te ofrezco mi mano, la dejo así extendida, sin tocarte, en espera de la tuya, de que tú, al menos, acerques tu mano a la mía que te espera. Y hay veces que lo haces y nuestras manos se rozan sin tomarse, libres; tu mano tan caliente, tan suave, tu mano y la mía, palma con palma, reconociéndose. No quiero equivocarme ni forzarte, pero tras ese roce me inclino otra vez sobre tu frente y otra vez me paras con tu brazo, me paras, me separas.
Solo iba a darte un beso, Cris, solo era eso, pero, vale, vale, hoy no quieres".
"Los vacíos forman parte de la realidad, son la realidad no tangible, pero existen y nuestro mundo, Cris, está lleno e huecos, de vacíos".
"Tendría que explicarte qué es el dolor, diferenciar el dolor del sufrimiento porque aunque todo dolor —hablo del dolor físico— implica sufrimiento, no siempre el sufrimiento es consecuencia del dolor; este aguijón clavado de tenerte y no tenerte es otra cosa distinta al dolor, es el sufrimiento".
"En tus ojos se reflejaba una angustia animal y en el continuo agitar de todo tu cuerpo reclamabas el aire que te faltaba.
No pude más y te cogí en brazos muy fuerte y te agarraste a mí en el mayor de los abrazos como si yo pudiera poner fin a ese descalabro, a esa sinrazón que reinaba en tu cuerpo, en aquel cuarto, tu cuarto, que se había convertido de pronto en un infierno de silencios en espera de algo que no iba a suceder. Te cogí en brazos para nada, para que me sintieras cerca y para sentirte, para tenerte y que me tuvieras".
"«Ya, Cris, ya —te decía mientras te abrazaba fuerte—. Ya, mi vida, tranquilo, tranquilo».
Pero todas mis palabras, todo el amor y el miedo de mi abrazo no te daban el oxígeno que necesitabas.
«Ya, ya, tranquilo hijo, despacito, tranquilo…». Y te apretaba fuerte, fuerte y tu palidez lo llenaba todo, tu agitación.
Quiero creer que tras ese abrazo instintivo, animal, largo, tras esa conjunción física de tu angustia y mi impotencia, recobraste un poquito de calma y fue más fácil que aguantaras la mascarilla salvadora. Luego, la terrible ceremonia de siempre: la ambulancia, el ingreso por urgencias, las pruebas… Pero jamás olvidaré aquellos minutos en los que casi me abalancé sobre ti para cogerte en brazos y allí, cuerpo a cuerpo, agarrados muy fuerte tu angustia con mi miedo, fuimos uno en busca de una paz que no encontramos pero que logró calmar, aunque fuera un poquito, la espera atroz de la sirena de una ambulancia que te iba a llevar, otra vez, hacia el siempre incierto camino de la vida)".
"No es sencillo explicar cómo se puede añorar lo que para otros es un drama, pero con qué pasión gozosa esperaría una mirada tuya culpándome por ese abandono, por dejarte allí sin mí, sin nosotros. Pero tú te alejas sin reproches y es muy posible que ya ni existamos en tu memoria.
Una vez más, me digo que así es mejor porque no sufres, aunque realmente ignoro lo que sientes".
"Estabas tan presente pese a todo que el teléfono volvió a ser el cordón umbilical que nos unía a ti, que nos traía noticias tranquilizadoras de tu estado".
"Hasta que un día, después de muchos años, cuando los cuerpos empiezan a romperse y el tiempo te castiga la espalda y tal vez el corazón, cuando te faltan las fuerzas para vivir el día a día y has probado ya todo, entonces te planteas la gran decisión de la residencia, dejarte en aquel sitio que fuimos construyendo, junto a otros padres, para cuando llegara este momento.
Y es una de esas decisiones que te marcan para siempre".
"(Como también es el precio que después de tantos años aún me despierte angustiado de pronto alguna noche oyéndote en tu cama de casa que no ocupas. Te oigo con tanta claridad que al final me levanto y voy a tu cuarto vacío y sonrío pensándote dormido ajeno a mí en la residencia, ajeno a mi sobresalto, al no sonido que yo oigo. Sonrío porque me hace feliz saber que, pese a todo, la distancia no existe. Quiero no acostumbrarme a tu ausencia y sé que así será siempre también ese es el precio)".
"Pero Dios no tenía nada que decirme.
La única respuesta de Dios fue su silencio".
"»¿Qué puedes decirme Dios? ¿Qué le puedes decir a este hijo tuyo al que dicen que amas?
Pero Dios guardó silencio".
"Vamos a hacer una disección escrupulosa de este enjambre de sentimientos que no hemos compartido, tú, tan distante y tan siempre cercano a nosotros y nosotros intentando una y otra vez deshacer las distancias, vivir como si los vínculos que nos ataron desde el primer latido de tu corazón aún dentro del vientre de la madre hubieran seguido el curso pacífico de aquella vida que crecía en sus entrañas".
"Nos educan para tener hijos sanos, Cris, y es cierto que, aunque uno se pone en lo peor, nunca piensas que te va a tocar a ti, ni siquiera a nadie de tu entorno. Pero eso ya no importa. Tú fuiste la excepción a lo que normalmente ocurre y nadie sabía muy bien lo que pasaba".
"No te voy a contar —ya lo hice— cómo fue tu llegada al mundo, cómo atravesamos Madrid en una ambulancia los dos juntos, tú dentro de una incubadora y yo a tu lado mirándote sin entender nada, convenciéndome de que todo sería una falsa alarma o el problema de unos pocos días. Tu madre, aún medio dormida, solo llegó a escuchar lejanamente la sirena de la ambulancia en el patio y un reflejo de sus luces amarillas que se encendían y apagaban. Nevaba sobre Madrid y las calles estaban abarrotadas de gentes que nada sabían de la tragedia presentida que viajaba en aquella ambulancia: un niño apenas recién llegado a la vida y un hombre impotente y abrumado".
"Fue todo demasiado rápido, tan rápido que nunca terminaba. Pasillos, batas blancas, voces, manos que entraban y salían en aquella cápsula que era la incubadora para llegar a ti, para manipular tu cuerpito en peligro, para tocarte, para buscarte venas, colocarte ventosas, pincharte en la cabeza, ponerte boca abajo para que no te ahogaras con tu propia lengua que no se había terminado de fijar bajo un paladar abierto. Es bonita esa expresión: el cielo del paladar.
Pero a ti se te negó ese paraíso. No había cielo.
No había paladar".
"Era tan urgente huir, tan necesario y tan humano".
"Yo no estaba en tu mundo en blanco y negro, tu mundo de destellos y negruras. Pero no debí irme porque la cruz que tú llevabas era mi cruz, porque fuimos nosotros los que te trajimos, porque yo no era inocente de esa sangre tuya que llevaban urgente de un laboratorio a otro".
"Tendría que haberme quedado contigo, junto a ti, a tu lado, dijeran lo que dijeran las normas por si pasaba algo, por si no pasaba nada. Debí quedarme, hijo, debí quedarme. Pero me fui. Cobarde y solo. Recorrí los pasillos despacio, muy despacio en busca de la noche y de la nieve, del olvido imposible.
Y te dejé solo en aquella madrugada de cuchillos.
Necesitaba descansar.
Y te dejé solo".
"No es fácil, Cris, llenar de flores la desgracia, vestir con puntillas la desnudez del dolor, endulzar con bombones la amargura ni sonreír ante una madre que ni siquiera ha tenido tiempo de conocer al hijo. Nueve meses juntos y de un solo tajo la separación, el exilio, la soledad de los dos unida por el puente inútil de un hombre arrumbado por la ignorancia que intenta disimular con una pátina de tranquilidad lo que era ya una tragedia consumada".
"No, no hubo muchas visitas ni regalos tras tu llegada al mundo. En realidad, no sabemos qué hacer en estos casos, no sabemos si es mejor respetar el silencio y la angustia, no sabemos si nuestra visita va a calmar ese miedo o inevitablemente hay que preguntar sabiendo que cada pregunta es una nueva herida que se abre sobre la gran herida ya abierta".
"Hay tantas soledades que se podría hacer un catálogo, una guía, clasificarlas de mil formas. Las soledades nos llevan".
"Y ella
«Ella me preguntaba de cosas ignoradas y yo le respondía de cosas imposibles…».
Lo escribió Juan Ramón, pero no había de fondo ninguna dulce música de piano. Ella me preguntaba de cosas que yo ignoraba y yo de vez en cuando le medio mentía con respuestas imposibles".
"¿Cuál era tu verdad, Cris, cuál era realmente la verdad? Tu verdad solo podía ser el minuto siguiente, el instante apenas perceptible entre una respiración y otra. Tu verdad era que pasara ese minuto, y que luego pasara otro y otro y...".
"Estabas saliendo ya de la anestesia y apenas medio abrías de vez en cuando unos ojos que ni siquiera podían verme, unos ojos durísimos, grises y azules, que no buscaban nada, que no tenían lágrimas, que no veían al hombre que al otro lado, vacío casi de emociones, apoyaba su frente contra el cristal, solos los dos en aquella sala grande y blanca, tú y yo, solos entre tanta gente, tú y yo tan lejos y tan cerca separados por la enorme cristalera, los dos allí, inútiles, al borde, cada uno, de su precipicio".
"A última hora, cuando los médicos de paliativos avisaron a los padres de David que ya era el final, le dijeron a la madre —generosos— que tal vez no era necesario que estuviera allí presente, que no tenía por qué pasar por ese trance. Y la respuesta de MJ. fue de una sencillez y de una rotundidad apabullante: «Si estuve cuando vino al mundo, cómo no voy a estar cuando se va»".
"Me cruzo con un millón de coches camino del tanatorio. Nadie sabe nada, en esta ciudad abarrotada, de David, de sus hermanos, de sus padres.
Nadie sabe nada de nosotros. Nadie sabe nada de ti, Cris, nadie en esta ciudad que se desangra. El semáforo en rojo. Vuelve a llover, y David, que es como si hoy no hubiera querido amanecer, como si se hubiera retirado ya de esta carrera inútil harto de tanta cosas, como si hubiera dicho: «No sigo, ha sido suficiente». Pero no es verdad. No dijo nada, ni quiso nada, ni deseó otra cosa que no fuera".
"Dónde están tus venas, hijo, por qué todo resulta siempre tan difícil, tan duro, tan doloroso.
Ya, Cris, ya. No podemos más, ya no más.
¿He escrito «no podemos»? ¿Qué inmoralidad es esta de escribir que ya no puedo más cuando eres tú la víctima inocente y yo solo el testigo?
Ni pediste nacer ni opinaste en aquel día atroz que volvimos a decidir tu destino entre nosotros. ¿Cómo me atrevo siquiera a teclear ya-no-puedo-más?".
"Solo era eso, Cris, llevarte de la mano hasta que tú solo hicieras tu camino, hablar contigo, sufrir contigo, alegrarnos de tus éxitos y compartir la frustración de tus fracasos.
Solo queríamos traer una nueva vida y que esa vida hiciera del mundo un lugar más hermoso.
Nada más.
Y ya ves.
Somos dos abismos que ni siquiera pueden conversar".
"Fue un tiempo duro, largo, un desconcierto lleno de charcos negros".
"Es estúpido, seguramente es estúpido, pero odio a las moscas que te buscan, las odio".
"Y Madrid era un océano escarlata al otro lado de la ventana mientras en la habitación solo había aparatos con suero, mascarillas, estetoscopios buscando silbidos y sonidos metálicos en tu cuerpo tan nuestro, tan amado".
"No sé cuánto tiempo pasó. Al fin la sonda llegó donde debía y todos respiraron con alivio. Entonces pude mirarte; iba a secarte el sudor de la frente con una toalla mojada.
Entonces me encontré con ellas y el corazón se partió.
Estaban allí, inmóviles aun en tus mejillas. Nunca antes la había visto.
Habías llorado, hijo, habías llorado.
Por primera vez, sin ruido, sin aviso, sin saber qué pasaba, y yo más preocupado de sujetarte para que la sonda no saliera por la boca o no rozara el pulmón y sin ver tus ojos.
Y tú lloraste en silencio y yo ni me di cuenta.
Aún tenías tres lágrimas en las mejillas cuando iba a refrescarte la frente con una toalla húmeda.
Allí estaban tus lágrimas mirándome, quietas, bajo tus párpados, inmóviles, esperándome, sin llegar a caer, quietas bajo tus párpados.
Y entonces me rompí".
"Pero la vieja pregunta sigue en pie: ¿dónde está la verdad? Y yo no tengo respuesta, pero me niego a retirarme sin más para lavarme las manos y declararme inocente de tu vida.
No lo soy.
Debe ser el otoño".
"El mundo no es hermoso, aunque tal vez se pueda aún vivir hermosamente sin necesidad de engañarse".
"Esto es parte del todo. No es el principio ni tampoco el final porque el final en realidad no existe. La vida continúa y nosotros en ella".
Andrés Aberasturi