"Abrí la heladera, y me quede así, descansando con una mano apoyada en la manija, frente a esa luz fría que iluminaba los estantes, con la mente en blanco y la mirada inútil".
"Mientras recogía las copas. Teresa apenas miró el agua inmóvil. Al tomarlas dos se chocaron y el ruido del cristal la estremeció. Las revisó y las verificó que estaban intactas. Y se alejo hacia la casa. Caminó desapareció, tratando que las copas no volvieran a chocarse y sin saber lo que recién sabríamos todos al día siguiente: de que debajo de esa agua tibia, en el fondo de su pileta, se hundían los cuerpos de su marido y dos de sus amigos, muertos".
"El ingreso a La Cascada produce cierto mágico olvido del pasado. El pasado que cada es la semana pasada, el mes pasado, el año pasado "cuando jugábamos al intercountry y lo ganamos". Se van borrando los amigos de toda la vida, los lugares que antes parecían impredecibles, algunos parientes, los recuerdos, los errores. Como si fuera posible, a cierta edad, arrancar las hojas de un diario y empezar a escribir uno nuevo".
" La seguí con la mirada. Teresa salio por el pasillo que da al cuarto del servicio. Cinco minutos después hizo una reentrada triunfal. La seguía un mago.
"Querido, vos que lo tenés todo, aquí está mi regalo de este año: un poco de magia". Teresa sonrió, el mago sonrió detrás de ella. El Tano no sonreía. Me sentí incómoda, como si yo tuviera la culpa de algo de lo que estaba viendo, por estar ahí, mirándolo. Aunque uno se convenza de que solo es responsable de sus acciones, mirar también es una acción, escribí esa noche en mi libreta roja".
"¿Se puede llegar a ser verdaderamente amigo de alguien a quien uno conoce a través de su bolsillo?". Y respondió ella misma a pie de página. "Por el bolsillo pasan todas las miserias".
"Se miran. Toman cerveza. Se miran mientras toman cerveza. Juani se acerca y la besa. La boca de Romina tiene todavía el sabor de la bebida. Ella le acaricia la cara. "Nosotros somos amigos", dice ella. "Amigos", dice él".
"En La Cascada Romina se siente extraña. Juani también se siente extraño. Por eso debe ser que se sienten tan bien el uno con el otro".
"El día que falleció mi padre, mi mamá se encaprichó en sacarle la dentadura postiza y yo me opuse. "No le podes sacar los dientes a papá", dije. "No es papá. Es el cadáver de papá", me contesto".
"Tengo miedo de lo que nos puede pasar ", le respondió su padre. "Lo que nos tenía que pasar ya nos paso, papá", dijo Juani y se le llenaron los ojos de lágrimas. Romina dio un paso y quedó pegada a él. tocándolo todo el cuerpo. "Entonces, ¿ qué hacemos?", dijo otra vez. "No sé", respondió Romina. Juani me miró, esperaba que yo dijera algo. Los ojos de Juani, húmedos, clavados en los míos. Bajé la mirada, me sentía huérfana, sola. Viuda sin serlo".
Claudia Piñeiro
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