miércoles, 24 de enero de 2024

Citas: Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas - Javier Balsera

x
 
 
 "—¿Es que ni siquiera recuerdas dónde lo guardaste? —preguntó Iris, ofendida.
—No lo sé, cariño —respondió, sin tan siquiera hacer el esfuerzo de pensarlo—. Estaba muy estropeado. Tal vez lo tirase a la basura.
Iris sintió un escalofrío al recrear la imagen del osito abandonado junto al contenedor, roto y soportando la lluvia y el frío, hasta que un camión maloliente por fin viniera en su busca para llevarlo al vertedero. No. Se negó a aceptarlo. Fluffy no podía haber sido víctima de un destino tan cruel".

"—¡Iris! —se sobresaltó la madre, que debió creerse sola en casa—. No te había oído entrar —jadeó del susto.
—Ya sabes que soy tan sigilosa como una pantera.
—¿Y no se supone que la pantera debería estar en clase?
—Ha faltado el profe de biología. —Iris se llevó la mano al pecho y dijo—: Me has dado un susto de muerte, creí que nos habían entrado a robar.
La madre se hecho a reír, casi a carcajadas.
—Cualquiera que entrase a robar aquí se llevaría un buen disgusto. —Estiró el brazo al interior del cuarto para apagar la luz y cerró la puerta—. Tal vez le diera tanta lástima que nos dejaría una limosna en el cenicero.
—Hay otros que están mucho peor. —Iris cogió a su madre de la mano y le dijo—: Nosotras tenemos para vivir y eso es todo lo que necesitamos".

"—¡Uy! —se sorprendió Delia—. Tú estás muy rara, ¿eh?
—No sé por qué lo dices —repuso Iris, mientras se untaba con brío la mantequilla—. Solo estoy feliz.
—Me alegro de ver que ya te encuentras mejor.
—Estoy genial —confesó—. No sé qué fue lo que me pasó ayer, creí que podía estar incubando algún virus. —La chica se encogió de hombros y dijo—: Pero la verdad es que hoy me siento mejor que nunca.
La mujer pareció respirar aliviada y, luego, le dio un sorbo a su taza de café.
—Debo reconocer que ayer me dejaste muy preocupada cuando te fuiste a dormir. —Iris asintió con la cabeza, un tanto pesarosa—. Con lo que tú eres, me impactó verte tan cansada.
—Puede que sea la tensión del último curso.
—Tal vez —dijo Delia, reflexiva—. De un modo u otro, la vida de toda persona cambia al terminar el instituto. Tendrá que discurrir por caminos inciertos y nunca sabe a dónde le llevará el futuro. Es normal sentirse abrumado.
Iris enarcó las cejas y exclamó:
—¡Y luego soy yo la que está rara!".

"—¿Es que te ha pasado algo con tu madre?
—No —se apresuró a responder Iris, aunque luego matizó—: No, por ahora. —La chica meneó la cabeza y dijo—: Como se entere le va a dar algo.
—Pero ¡¿se puede saber qué ha pasado?! —quiso saber la otra, que empezaba a contagiarse de su ansiedad.
—¡Que le he prendido fuego a la cama! —le espetó".

"Cuando abrió los ojos, descubrió que la secuoya estaba envuelta en llamas, mientras Luna la jalaba de la ropa para alejarla de una lengua de fuego que crecía por segundos.
—¡Dios mío! —exclamó, en un grito ahogado.
—¡Vámonos, Iris! —la instó Luna entre dientes, con la voz entrecortada por el esfuerzo de hacerla girar—. ¡Corre, corre!
Iris no se lo pensó dos veces y huyeron de allí a toda velocidad, para acabar saliendo del parque y ocultándose en un callejón cercano.
—Hay que llamar a los bomberos —anunció Iris con la voz temblorosa, que ya estaba echando mano al móvil.
—¡Si, claro! —exclamó Luna, al tiempo que se lo arrebataba de entre los dedos—. ¡Para que sepan que hemos sido nosotras!
—¡Es que hemos sido nosotras! —farfulló.
—¿Y qué importa eso? —trató Luna de convencerla—. Ya no se puede arreglar, y lo único que vas a conseguir es que te pongan una multa. O peor aún, ¡que te metan en la cárcel!
—¿Y qué hacemos entonces?
—Nada, ya hay medio barrio ahí, seguro que alguien ha dado el aviso. —Luna dejó escapar una risilla y dijo—: Tú solo disfruta del espectáculo.
—Pero ¿qué espectáculo? ¡Me he cargado la secuoya centenaria!".

"—Está bien. Te acompañaré.
Con gesto cansado, se levantó del sillón, mientras oía el resoplar de Luna.
—Me complace mucho oír eso —le confesó, sonriente—. Ahora, será mejor que nos vayamos cuanto antes. No tardarán en encontrarnos si permanecemos demasiado tiempo aquí.
—Voy con vosotros —se apresuró a decir Luna.
—Solo los magos pueden ser miembros de La Hermandad —la contrarió Dreiss—. Una mujer como tú no tiene cabida en la orden.
—Tú lo has dicho antes —intervino Iris, y Dreiss la miró intrigado por lo que iba a decir—, La Hermandad ya no existe.
—Aun así —repuso el hechicero, tras sopesar las palabras de la joven—, me temo que sería poco prudente.
—Pues ahora soy yo la que necesita que entiendas algo —insistió—. He accedido a acompañarte a un sitio que des-conozco, rodeada de gente que desconozco, en un mundo que también desconozco. Creo que todo sería un poco más fácil para mí si pudiera ver a una cara conocida a mi lado. —Dreiss, que parecía no estar dispuesto a dar su brazo a torcer, mantuvo una expresión dura—. Es eso o nada —presionó ella, con voz firme.
—Tienes coraje —declaró el mago, que luego sonrió—, eso me gusta".

"—No tienes buen aspecto, querida. —Astra se giró para contemplar la figura de un hombre. Sus imágenes contrastaban como la luz y la oscuridad. Él, con un aspecto impoluto y un rostro radiante, sonría con descaro—. Cualquiera diría que estabas predestinada a ser la hechicera más poderosa del mundo.
—Ya empezaba a echar de menos tu simpatía.
—No hay que ser un lince para notar el sarcasmo en tus palabras, Astra.
—¡Oh, vaya! — ironizó la hechicera—. ¡No me digas!
—Al menos, aún conservas una pizca de humor. —El hombre se acercó a ella con paso lento y distinguido—. Tampoco me has apartado de tus pensamientos. Puedo ver el brillo en tus ojos cada vez que me miran.
Astra lo observó con una expresión bobalicona. En el fondo, sabía que aquellas palabras eran ciertas. Sin embargo, dejó escapar una risotada y se dio media vuelta para marcharse.
—Todas las direcciones llevan a ninguna parte en este lugar —le recordó el hombre.
—Al menos, llevan lejos de ti.
—Oh, Astra —replicó él, que se echó a andar tranquila-mente tras ella—. 
Sabes muy bien que no puedes escapar de mí. Es un tanto paradójico, ¿verdad? —Astra no se detuvo, pero ladeó la cabeza para escucharlo mejor—. Que, después de todo, yo sea la razón por la que aún mantienes la cordura.
La hechicera dejó de moverse y se colocó frente a él, donde sus miradas se encontraron irradiando un brillo intenso, y sus rostros se acercaron como imanes que se atraían entre sí".

"—Pero el odio que siento hacia aquel que me encerró en este lugar es mucho más fuerte que el amor".

"—Por cierto, ¿te has fijado en cómo olía el otro?
—Era vainilla, ¿verdad? —cuchicheó Iris.
—¡Sí, tía! —rio Luna—. ¿Ves cómo esta gente es rarísima?
—¿En serio te parece raro por eso?
—¿De verdad, Iris? ¡Vainilla! ¿Qué clase de tío se echa perfume de vainilla?
—Pues sí… —suspiró la otra".

"—Sé que tienes miedo de perder el control. —La expresión de la chica fue suficiente para confirmarlo—. Es como una válvula de gas. Si la abres demasiado, todo volará por los aires. Si no la abres lo suficiente, la llama jamás se encenderá. Debes encontrar el punto justo".

"—Lo haré —aseguró Iris, feliz de asumir por fin su primer desafío.
—Sabía que lo harías —confesó Dreiss, satisfecho, que luego la tomó por los hombros—. Pero te voy a dar una orden y quiero que la cumplas, pase lo que pase, ¿de acuerdo? —Iris asintió con la cabeza—. En el momento en el que corras el más mínimo peligro, por insignificante que parezca, quiero que regreses aquí de inmediato.
—Por supuesto.
—Y, para asegurarme de que cumplirás con lo que te digo, quiero que Luna te acompañe.
—¿Qué? ¡No! —Iris dio un paso atrás para alejarse de Dreiss—. Ella no tiene poderes. Podría pasarle algo.
—Precisamente por eso —insistió el mago—. Sé que ja-más la pondrías en peligro, ni ella dejaría que tú corrieses ningún riesgo innecesario.
—Dreiss tiene razón —terció Luna, dando un paso al frente—. Será mejor que te acompañe. Las dos sabemos lo temeraria que puedes llegar a ser a veces".

"—No importa caer, sino volver a levantarse —se dijo a sí misma en voz alta".

"—Supongo que soy demasiado predecible después de todo —se lamentó Iris.
—Nada de eso —la contradijo el joven.
—Venga ya, Álex —replicó la chica, con el ánimo decaído—. He sido una idiota. En lugar de seguir caminos poco transitados, donde a nadie se le hubiera ocurrido buscarme, me fui por aquellos en los que cualquiera miraría primero. Soy una inútil total.
—Vamos, Iris, no seas tan dura contigo misma. —Álex se acercó a ella, haciendo ademán de darle un abrazo, pero se detuvo al recordar lo dolorida que se encontraba—. Fuiste muy valiente al tomar la decisión de marcharte y afrontar las consecuencias sin mirar atrás.
—Sí, valiente y descerebrada. Luna tenía razón al decir que no pensaba bien las cosas.
—Luna te conocía bastante. Y, aun así, era evidente cuánto te admiraba.
—Supongo que el amor es ciego".

"Iris, que se había quedado pasmada por un momento, echó por fin a correr hasta la puerta y estrechó a Luna entre sus brazos. La apretujó con tanta fuerza que casi no la dejaba respirar. Álex tampoco tardó en acercarse, atónito ante lo que veían sus ojos.
—Ya está bien —le dijo con la voz entrecortada—, no he sobrevivido para que asfixies tú ahora".

"Iris, entusiasmada por lo increíble de sus progresos, se levantó de la silla con las piernas temblorosas. Deambuló de un lado para otro, intentando calmar la emoción que sentía, antes de poder volver a  concentrarse. Pero, en ese rato, alguien llamó a la puerta. Iris no tardó en abrir, movida por la ligereza que le confería la agitación.
—Siento interrumpirte, pero es un asunto de vida o muerte —le informó Álex.
—¿Qué pasa? —quiso saber ella, preocupada de repente.
—Sé que estás ocupada, pero no podía seguir viviendo sin ver tu sonrisa.
Iris soltó una carcajada y le dio una bofetada en el hombro.
—¡Serás idiota! —La chica tuvo de pronto una idea—".

"Astra aguardó hasta que la figura de la joven quedó desvanecida en el aire. Entonces, se echó a reír a pleno pulmón. Sus carcajadas parecieron extenderse hasta los confines de la infinita prisión que la retenía.
—Así que llevo todo este tiempo hablando con un muerto.
Uno nunca muere si sigue vivo en el recuerdo del otro, mi querida Astra —respondió Cassius".

"En algún punto del trayecto, descubrió que el vehículo en el que iba no era en realidad un taxi, sino algo más moderno a lo que el conductor había llamado Uber; y este, un chico joven, lleno de tatuajes y con ropas coloridas y llamativas, casi parecía que la hablaba en otro idioma.
—Uf, este trackazo es pura flama —le había dicho en un momento dado, cuando empezó a sonar una determinada canción—. Tiene un flow que lo flipas, y le tira beef a los posers de TikTok. —El joven la miró por el espejo y le preguntó—: ¿A ti te mola esta vaina?
—Claro —contestó Astra, sin tener ni la más mínima idea de lo que le estaba diciendo".

"—El enemigo de mi enemigo es mi amigo —citó Gael, con el tono más profundo que le permitió su parálisis.
Astra dudó por unos segundos. De algún modo inespe-rado, Iris notó que el comentario sobre Delia la había tocado el corazón.
—Está bien —aceptó Astra, liberando a los jóvenes de su hechizo, y estos procedieron a ponerse en pie mientras se liberaban de la parálisis—. Acabemos con esto de una vez por todas. Y más os vale que no me estéis engañando.
—¿El enemigo de mi enemigo es mi amigo? —susurró Iris mientras se ponían en pie, con cierto tono de burla en su voz—. ¿Se puede saber de dónde has sacado eso?
—De Alien versus Predator. —Gael enarcó las cejas—. ¿Qué pasa? ¿Es que no la has visto?".

"En ese momento, se abrió la puerta de la habitación y se asomó un enfermero.
—Disculpe —le dijo—, pero llevamos un rato escuchando demasiado jaleo en la habitación. —Dreiss lo miró con el ceño fruncido—. ¿Sería tan amable de bajar un poco la voz? Hay gente enferma que intenta descansar.
El hechicero estiró el brazo hacia él y le lanzó un pulso de energía. El hombre salió disparado, cruzó volando el pasillo y atravesó la puerta de la habitación de enfrente.
—No soporto que me interrumpan —dijo Dreiss, reacomodándose el traje—".

"—Todos cambiamos, Dreiss —replicó la hechicera—. Incluso las mejores personas pueden acabar convertidas en monstruos".

"—¿Qué va a pasar con ella ahora? —preguntó Iris, mientras caminaban hacia la sala de espera, que estaba tan vacía como de costumbre.
—¿Se te ocurre alguna idea? —dijo Astra, en una pregunta retórica.
—Todo el mundo merece una segunda oportunidad —repuso Iris—. Puede que ella aún no esté perdida".






Javier Balsera

domingo, 14 de enero de 2024

Citas: El conjuro de la luna roja - Cristian Camilo Bolívar Arevalo

 
"Todo pierde sentido en la noche de verano del martes 8 de noviembre, cuando mi viejo Cello es interpretado en la habitación de una extraña casa, ubicada en la diagonal 34a N°5ª 43. Notas macabras en manos dulces, sonidos simples en la oscuridad de quien tiene la posibilidad de escuchar. Una piel pálida ante el brillo de la luna, una joven con aspecto de cadáver y una noche donde los sucesos son el comienzo de un delirio llamado prisión".

"Dalias negras cae en una tumba con el mismo poema que esté dedico a su amada un día antes. Un amor prohibido que termina con un cuerpo extirpado en el asfalto, llenando de melancolía el pavimento. El poeta cae resquebrajando la anomalía del tiempo, mientras rompe la estructura del viento, y es golpeado por un destino llamado el óbito de la última aurora".

"—Señorita, se puede saber ¿Por qué viene hasta ahora? — pronunció la enfermera que me acompañaba—. Como sabrá, él lleva meses aquí y nadie lo ha visitado.
—Lo sé… lo cual no es excusa, pero usted no comprende las circunstancias por las cuales he pasado. Residía en otro país y no tuve oportunidad de venir. Hasta ahora que pude viajar para ver el estado de salud de mi tío — recité —. Siempre estuvo muy alejado y perdido, pensamos que ya había muerto, inclusive le hicimos una estatua en su honor.
—¿Qué clase de broma es esta? ¿Qué es esa cosa tan asquerosa? —preguntó la enfermera mientras le muestro la foto de una escultura, que compré para decorar mi habitación.
—¿Por qué se exalta? Así termina nuestro cuerpo, descompuesto y deformado.
—¡Ya basta de bromas! Le llevaré hasta la habitación de su tío —dijo la enfermera con expresión de desprecio y enfado".

"Cuando la enfermera se retira, observo como Max sigue dibujando aberraciones y escribiendo frases como: “Conocía dios y no es lo que esperaba, es peor de lo que creí".

"Le llamó varias veces hasta que atraigo su atención.
—Max, ¿me recuerdas? —le pregunto.
—¿Quién eres, una bruja? ¿Una enviada de dios para atormentarme?
—respondió el loco con la mirada perdida.
—Yo no tengo nada que ver con ningún dios ni muchos con tus delirios —suscitó con odio—. Si no me recuerdas soy Luna Atenea Flores.
—¿Luna? La única que recuerdo es la que brilla en esa ventana. La misma que me acompaña cada noche para enfrentarme a las bestias invisibles. Tú no sabes el mal que acecha en este planeta".

"No quiero alargar más esta reflexión, pero sí terminar diciendo que en muchos de mis escritos lo he explicado más a fondo, y muchos, en vez de determinar una postura de apreciación, concluyen que yo estoy poseída por el diablo. Quien quebrantó mi dignidad y dejó grandes heridas en mi cuerpo, era devoto irrefutable de la religión, más aparte un miserable proxeneta en nombre de quien ama y nos protege de todo mal".

"El pasado fue el suspiro del olvido y el futuro la sensación inexistente del vacío".

"—Luna… amor de mis desdichas —me dice una voz masculina por el teléfono— , no sabes cuanto he esperado para escuchar tu voz y cuanta tortura he tenido que sobrellevar, para alejarte de tal peligro.
—¿Quién llama? —pregunto—, no estoy para bromas y además odio los payasos.
—¿Ni siquiera con el nombre de Boris Froes? —pregunta la voz del teléfono".

"—Luna… —me llama el infortunado—, ¿me recuerdas? Soy Josué, estudiamos juntos.
—Tan insignificante debes ser, porque no te recuerdo —Lo ojeo con menosprecio.
—Pero qué cosa dices —declara el joven —. Me alegra ver que aún existen mujeres que se interesen por el conocimiento — Observa el libro. — Veo que vienes por una gran obra.
—Si… Me gusta explorar el mundo esotérico.
—En serio… no creo que ese libro te pueda ayudar —me dice el profano eclesiástico —. Solo existe en el mundo, un libro divino…
—Pero por supuesto — refuto con gran sátira —. Alabado sea Abdul Alhazred por traernos el Necronomicón.
—No… ¿Acaso está loca? —me dice el acólito adoctrinado—. ¿Por qué caes en la herejía?
—Eso no te importa —respondo—, la pregunta es: ¿Qué haces tú en un sitio como este?
—Bueno, te vi entrar y quise venir a saludarte.
—¿Quieres saber algo de mí? Odio las personas melosas, así que, es mejor que te vayas.
—Pero…
—Lárgate".

"Me ungí en misterio, así como el encuentro de voces redondo y sellos, que es el reflejo de lo desconocido. Anduve por una ciudad de melancolía donde espíritus viajan recordando una vida, y los no nacidos deambulan para buscar su próximo elegido, y nacer de las cenizas como la esperanza de familia. Muchos fracasan al no encontrar el sentido de su existencia, y decepcionan a sus progenitores que los desatan en fracasos.
Tal vez llegue el momento donde por fin podremos crear un mundo donde la codicia y caos dejen de gobernar".

"—Luna… me escuchas —susurra la voz de una niña dentro de mi mente.
—¿Quién eres? — le pregunto.
—La inocencia que perdiste.
No pude contestar, es como si mi mente dejase de funcionar".

"—¿Quién eres tú? —le pregunto.
—Soy GÜIA el espíritu que rige en todos los páramos —responde la osa con telepatía.
—Mucho gusto soy…
—¡Sé quién eres! —interrumpe el pensamiento de GÜIA—. La única que no sabe, eres tú.
—No te entiendo —manifiesto tratando de acariciarle.
—CHIA, CHIA, CHIA. Eres el avatar de la gran guardiana de la noche, y si aún no lo sabes eres la representación de la feminidad sobre la tierra como es BACHUE.
—Si soy tan importante como dices, ¿por qué reencarne en un cuerpo tan insignificante? —le pregunto con devoción.
—¿Insignificante? No mi niña. —Objeta la voz de GÜIA—. Reencarnaste como ser humano precisamente para demostrarle a la humanidad que necesita elevar su vibración.
El motivo por el cual los espíritus de la naturaleza, tomaron forma humana como signo de un nuevo ciclo.
—Pero este cuerpo es un presidio".

"Cuando hay alguna esperanza, la estupidez la deshace como fuese una amenaza".

"En resumidas cuentas, sentí cuando el mar se funde en una gota, el absoluto que entra dentro de mí.
Concluyó muchas incógnitas, sin embargo, falta determinar algunos acontecimientos para cumplir mi objetivo de abrir los diez sellos del árbol de la plenitud, y así traer la ascensión de la humanidad a la nueva dimensión, sin antes enfrentarme al peligro invisible que se llama demiurgo.
Como todas las historias".

"—Te estaré esperando para que me liberes de este cuerpo ya sin vida —susurra—. Te cuidaré desde el viento, solo llama, ya sabes cómo hacerlo.
—Nunca morirás… eres parte del vacío absoluto y de la eternidad —le beso en la cabeza—. Ya cumpliste tu función y pronto partirás a donde perteneces.
—Solo recuerda mi niña, que eres la semilla, que tienes dentro el tronco la hoja y la flor, y pronto crecerás y te marchitaras. Ya conoces de la vida, solo es existir en la sutilidad de la no existencia—FOMAGATA toma vuelo hacia el denso cielo y desaparece".

"—No sé cómo el ser humano no se ha dado cuenta de su creación, y aún busca culpables en el exterior — expreso.
—Así es… El ser humano es el dueño de su propio caos y aún no es capaz de aceptarlo —agrega GRAN MASHA—".

"—¿Qué hacías en el páramo tu sola? —me pregunta.
—Buscar la tranquilidad que no encuentra en la ciudad —Es claro que no le voy a contar mi experiencia paranormal, sé que no me va a creer y aún peor, me tomará como si estuviese fuera de juicio.
—Es estresante, no sé cómo viven allí —agrega el joven.
—Tienes que drogarte a diario para aguantar la muerte andante y la repugnancia de la ciudad —manifiesto.
— Con tanta delincuencia no lo dudo".

"—La paciencia es la mayor virtud, más cuando no esperas resultado —Miro la ventana y disfruto del poco paisaje que queda".

"La muerte no es más que el despertar de este sueño que llamamos realidad, pero te identificas con hechos que te condenan encerrándote en la neurosis de la sociedad, y vives en un lamento profundo, porque no entiendes que tu eres la vida. Te asesinas día a día con actos, que, no so mas que la falsedad de tu delirio, crees ser lo que no eres y dejas de ser. Se como una lagartija, solo observa y se consciente, estate atento a todo lo que sucede".




Cristian Camilo Bolívar Arevalo

martes, 9 de enero de 2024

Citas: La legión secreta del sur - Víctor Eduardo Deutsch

x

 

 "Faupel despertó sobresaltado por el  repentino silencio. Por un momento pensó que había tenido una pesadilla y que seguía dormido, pero enseguida recuperó totalmente la consciencia y se dio cuenta de lo que pasaba. Saltó de la cama y se acercó a la ventana, mientras manoteaba los pantalones del uniforme en la oscuridad.
Por más que se esforzaba no conseguía oír nada. Abrió la ventana dejando entrar el aire helado, pero todo estaba en absoluto silencio. Se puso la guerrera mientras pensaba en que esa quietud sólo podía significar una cosa: el ataque de la infantería francesa había comenzado".


"–Permiso, mi teniente –dijo el soldado Lambaré, un curtido muchacho del monte con la cara picada de viruela. Nosotros vamos a defender a la patria hasta la muerte –afirmó, repitiendo lo que habían enseñado".

"–Soldados, para esta práctica necesitaríamos a los pontoneros –dijo. Pero no los tenemos acá, así que vamos a cruzar de uno en uno, en fila india, por el puente ferroviario.
Santander y más de uno se estremecieron ¿Qué era aquello?
–Y… ¡rápido! –gritó el teniente ¡Que ya viene el tren!
Santander se percató de que, cuando decía esto, Perón no miraba al pelotón sino al horizonte, como si intentara ver alguna señal. Los soldados dudaron un segundo, pero luego siguieron al teniente, que encabezó la marcha hacia el puente, trepó ágil por el terraplén y empezó a cruzarlo, saltando de durmiente en durmiente. A lo lejos se empezó a escuchar el silbido de una locomotora de vapor".

"Perón le ordenó a Santander que se levantara y saliera a caminar con él. Se dio cuenta de que tenía ganas de hablar, de justificarse, y quizás intuía que entre todos esos hombres, muchos de los cuales eran indígenas guaraníes analfabetos, Santander era el único del cual tenía que ganarse el respeto.
Era uno de los pocos soldados con educación secundaria completa. Después de unas semanas de instrucción, Perón le había reconocido como uno de los jefes de grupo y le había asignado tareas administrativas en el cuartel, lo que le permitía librarse de tareas más pesadas, como la cocina o la limpieza.
–Sólo las experiencias como estas unen a los hombres. Crean un vínculo más fuerte que las jerarquías –le explicó-. Por eso desde las antiguas órdenes de caballería existen los ritos iniciáticos".

"–Mírelos –le dijo Perón, observando a los soldados que bromeaban y sorbían mate. Debe escribir sobre esto en su diario. Estos desharrapados se han convertido en hombres. Llegaron aquí hambrientos, sucios y piojosos. Y el ejército los ha hecho soldados".

"–Con su venia, mi teniente –dijo Santander. ¿Puedo hacerle una pregunta? Quizás le parezca impertinente.
–Pregunte.
–Entiendo que lo aprendido les será útil en el ejército –dijo. Pero estos hombres son civiles ¿Cree que lo van a aprovechar cuándo les den la baja? ¿No es mejor educarlos, enseñarles a pensar por sí mismos?
–Usted es un idealista, soldado dijo Perón, sonriente. Por eso ayuda al profesor Roldán enseñando a leer y escribir a los soldados analfabetos. Pero seamos realistas: cuando salgan de acá, estos hombres van a ser peones de campo o aprenderán algún oficio sencillo. Está en su naturaleza, no van a hacer otra cosa que tirar del carro como los bueyes en un brete. Pero conmigo han aprendido algo esencial: a seguir al conductor".

"–Mi teniente –dijo Me voy ya. Quería despedirme de usted.
Perón lo miró con una sonrisa burlona.
–El admirador de Yrigoyen –le respondió Vaya usted con Dios. Que pase una feliz navidad.
Santander lo miró, extrañado.
–¿No va usted a visitar a su familia?
El teniente toleró por un momento la impertinencia.
–No. Este año no. Tengo cosas que hacer aquí.
Se hizo un silencio entre ambos. Finalmente, Santander habló.
–Le deseo mucha suerte, mi teniente. Y feliz navidad también.
Perón se cuadró y le hizo, la venia militar, respondida inmediatamente por Santander.
–Retírese, soldado.
La última imagen que tuvo del teniente fue verle inclinado para abrir el horno y sacar una fuente repleta de fideos.
No imaginaba que, décadas después, lo vería como un enemigo mortal y un traidor a su patria".

"–SENECA asegura que es leal al Reich y yo le creo. Con lo que le he contado hoy aún más. Le he dado todos los argumentos necesarios para que entienda que vamos a ganar la guerra con o sin ellos.
–¿Y si nos traiciona?
–Si nos traiciona, SENECA está dispuesto a meterle una bala él mismo".

"–¿Qué debo responder a la nota alemana?
–Dígales que la República Argentina –respondió Yrigoyen sin cambiar de posición sostiene el principio de no intervención y que no admitirá medidas punitivas contra otro estado soberano de Hispanoamérica. Y que defenderemos estos principios hasta las últimas consecuencias.
Por fin se volvió hacia él y se sentó nuevamente en el sillón presidencial. Cruzó las manos sobre el escritorio y lo miró directamente.
–¿Sabe lo que significa eso? Que si EEUU o la Entente atacan a México deberemos estar preparados para ayudarlos. No de palabra, en los hechos".

"–Señor, no creo que debamos atar nuestra política a la de Estados Unidos. Tampoco podemos hablar con ellos antes de que Alemania haga su declaración. Estaríamos violando su confianza.
Yrigoyen resolvió ese problema con mucha rapidez.
–Entonces, deje pasar el tiempo y no conteste. Que hagan su declaración y esperemos a ver qué hace Wilson.
Becú empezaba a sentirse agobiado. Hacía algunos días había pensado que Yrigoyen iba a terminar adoptando sus decisiones como propias. Ahora se daba cuenta de que todo había sido una ilusión. Desde el comienzo Yrigoyen le había hecho hacer lo que él quería. Si seguía en el ministerio, seguiría haciendo lo mismo, pensara él lo que pensara.
El presidente no aceptaba ni aceptaría su influencia. Sólo quería un fiel y eficiente ejecutor de su política, que decidiría por sí mismo. La única forma de trabajar con él sería que, realmente, compartiera al cien por cien sus objetivos de política exterior e interior. Decidió jugarse y plantear una discusión de fondo.
–Señor, no estoy de acuerdo –dijo. Por principio, Argentina tiene fijar una política independiente. Tenemos que liderar la región. Nos corresponde, es nuestro destino. Somos el único país de raza blanca en Iberoamérica. Alemania nos hace una propuesta generosa, que rompería nuestra dependencia de Gran Bretaña…
Yrigoyen pareció perder la paciencia. Empezó a tamborilear los dedos sobre el escritorio. Becú pensó que se había excedido. Había sido demasiado directo, pero la tensión acumulada había podido con él. Por otro lado, se dijo, que pasara lo que tuviese que pasar.
–Becú, no veo que usted sea rubio y de ojos azules, ¿verdad? Yo lo veo bastante morocho –dijo, señalando su imagen en uno de los espejos de la pared. Acá todos somos iguales. Un hombre, un voto. Eso es ser radical ¿lo entiende?".

"Intentó acceder a la Casa Rosada, pero Molinari tuvo que decirle que no conseguía hacerle un hueco en la agenda del presidente y que Becú no estaba en su despacho.
Para empeorar las cosas, la muerte de Rafael Pay lo había dejado sin su vía de comunicación con Faupel. No podía enviar ni recibir mensajes. Decidió quedarse en el cuartel, a la expectativa. Si era necesario, toda la noche.
Sobre la medianoche recibió un llamado de un exaltado Ibarguren.
–Yrigoyen no va a contestar la propuesta alemana. No va a hacer nada nada sin un acuerdo con Wilson. Nuestro amigo Becú está fuera del gabinete.
–¡Mal nacido! –gritó Uriburu. ¡Se ha vendido a los norteamericanos! ¡Tenemos que hacer algo! ¡Está en juego la dignidad de la nación!
–Estoy de acuerdo –dijo suavemente Ibarguren. Yrigoyen está atado de pies y manos, entregado a los yanquis, ya no se puede volver atrás.
Uriburu nunca había sentido tanta indignación.
–¡El Ejército Argentino actuará! -dijo- ¡Buscaré el apoyo de los Comandantes de División! ¡Lo obligaremos a entrar en acción! ¡Si es necesario lo arrancaremos de la Casa Rosada!
Ibarguren parecía ahora alarmado.
–General –dijo, tenga mucho cuidado. Si damos un paso en falso, podríamos perder todo.
No quiso escucharle más, ya había tomado una decisión. Sacó de un cajón de su escritorio el documento que Justo le había entregado y lo abrió con cuidado. El plan preveía una serie de acciones para ocupar objetivos estratégicos en la Capital Federal".

"–Pepe –comenzó el presidente-. Sé que no está tranquilo con mi última decisión…
Más que intranquilo, pensó Uriburu, estaba furioso. Para peor, Yrigoyen parecía mostrarse condescendiente con él. Lo interrumpió con vigor.
–Ha traicionado su juramento. Acaba de aceptar un acuerdo indigno, que sumirá a la patria en la ignominia. Ha roto todos los acuerdos con alemanes. ¡Un trabajo de años!
Uriburu hablaba mirándolo con ojos furiosos.
–Sé lo que piensa. Ibarguren me ha informado –interrumpió a su vez, Yrigoyen, cortante.
Ahora Uriburu se quedó con la boca abierta ¿Qué le había contado Ibarguren al presidente? Se la había jugado. Le había dejado completamente fuera de juego. Yrigoyen pareció darse cuente y siguió hablando, en tono conciliador.
–Pepe, no tomaremos ninguna medida contra usted. Siempre valoré su compromiso. Hemos estado juntos bajo las balas. Eso no se olvida".

"Abrió la puerta con su llave. Nadie salió a recibirlo. La suite parecía silenciosa y desierta. Sin embargo, Rosa y la niña debían estar por ahí. Atravesó el vestíbulo llamándolas y se asomó al salón principal, pero nadie respondió. Supuso que estarían en las habitaciones y no lo escuchaban.
Se dirigió al dormitorio de la niña. Estaba vacío. Volvió a cruzar el salón y caminó hasta el dormitorio principal, quizás se habían ido a dormir pronto. Abrió la puerta y vio a su esposa e hija sentadas en la cama de matrimonio. Le llamó la atención su cara de miedo y entró rápidamente a la habitación.
–¿Qué pasa, Rosa? ¿Algún…? alcanzó a decir.
En ese momento tropezó y trastabilló sobre el suelo alfombrado. Sintió una explosión junto a él, que casi lo dejó sordo, y cayó al suelo, aturdido. Un enorme espejo de pared cayó al suelo haciéndose añicos, los cristales salieron disparados en todas direcciones.
Un segundo después, como saliendo de un trance, escuchó que Rosa dio un grito y la niña se ponía a llorar. Se dio la vuelta, confuso, y se encontró con la cara de Manuel Ugarte. Llevaba un revólver humeante en la mano, que intentaba amartillar con el pulgar, y parecía furioso.
–¡Hijo de puta! -dijo- ¿En qué pensabas? ¿Creías que venderte a los yanquis te iba a salir gratis?
Becú se sentó en el suelo, aun confundido. Miró hacia la cama, Rosa abrazaba a la niña, entre sollozos, para que no mirara. El cañón del revólver le apuntaba directamente. Ugarte siguió gritando, muy alterado.
–¡No quiero hacer esto! gritó ¡Es todo culpa tuya! ¡Te advertí que esto era peligroso! Pero no…¡Vos querías jugar a ser Metternich!".

"Lo habían citado de urgencia, al conocer el informe de Londres. Querían tantear que esperaba los alemanes de ellos. No entendían qué ganaban los alemanes provocando a la Argentina. Pensaban que Luxburg era un bocón y, si le hacía entrar en confianza, quizás les dijera algo más. El diplomático entró, con sus exquisitas maneras, y se sentó ante el escritorio del presidente, junto a él.
–Señor embajador –dijo Yrigoyen con su voz queda y ronca. Hemos tomado conocimiento de que un submarino alemán ha hundido un buque argentino…
–Un hecho que no nos consta –interrumpió bruscamente Luxburg.
–¡Un carajo! –gritó Yrigoyen, pegando un puñetazo sobre la mesa. ¿Se cree que no me acuerdo lo que le dijo a Becú? ¡Hundir nuestros barcos! ¿Qué es esto? ¿Una venganza?
El ministro alemán intentó recomponerse. La furia de Yrigoyen lo había sorprendido. Pueyrredón observó atentamente la reacción de Luxburg.
–Mi gobierno no –Luxburg hizo una pausa buscando las palabras tiene conocimiento, señor presidente".

"–¿Y qué hacemos con Luxburg? Estuvo a punto de meternos en un buen lío.
Yrigoyen pensó un momento. Si lo expulsaban quizás traerían a otro mejor, más discreto y profesional, pero no necesariamente más partidario de la paz con Argentina. Quizás cambiaran a todo el personal de la embajada alemana, algo que no era conveniente.
–Dígales a sus amigos que el canario no se les vuelva a escapar de la jaula".

"–Es un blando, Faupel –afirmó Lüttwitz. Ha dejado que los franceses rompieran unas defensas formidables por no comprometer a sus hombres. Por no sacarlos de sus madrigueras.
–Nosotros vamos a poner toda la carne en el asador –dijo Faupel, en español.
–¿Cómo dice? –preguntó el general, sin entender.
–Nada. Es sólo un refrán que dicen en Argentina. Algo así como que vamos a usar todo lo que tenemos".

"Diez salió del refugio y caminó hacia la ladera donde estaban las tropas de la 8ª y 10ª Compañías, preparadas para el contraataque desde hacía horas. Faupel lo siguió, junto con el ayudante Boelcke. El mayor saltó ágilmente de pozo en pozo y comenzó a arengar a sus hombres. Les dijo que debían salir y atacar al enemigo.
–¡Vamos, señoritas! –decía. Me tienen que acompañar al patíbulo, pero lo haremos con gusto porque… somos soldados alemanes".

"–Hemos investigado los antecedentes de Süss –dijo Lüttwitz. Ese hombre no hubiese pasado los criterios de la orden. Era judío.
–Pues eso confirma lo que pensaba -dijo Ludendorff.
–General –dijo Lüttwitz. No volverá a suceder. Todos los mandos del grupo bajo mi mando cumplirán los criterios, incluso en las unidades adscritas. Nos ocuparemos de ello. Miró a Faupel.
–Un judío –musitó Lüttwitz. No debemos nunca dejar que un judío ocupe una posición estratégica. A la primera se entregará al enemigo y nos traicionará. Quiero saber los nombres de todos los oficiales de sangre judía que haya aquí para darles el destino adecuado. No quiero oficiales judíos en ninguna de las divisiones bajo mi mando".

"–Mayor Faupel –dijo Bauer. Le hemos hecho venir de nuevo a pedido del general Ludendorff. Tenemos otra posible crisis con Argentina entre manos y necesitamos su ayuda para resolverla.
Ninguna mención al incidente con Lüttwitz. Bien, pensó, Bauer no iba admitir los problemas de uno de sus amigos delante de su rival. Por otro lado, la palabra “Argentina” lo puso en alerta. Resistió el impulso de mirar al techo y entornar los ojos. “¡Otra vez!”, pensó. Pero al menos, pasara lo que pasara, parecía seguir siendo útil para alguien.
–Tenemos información de buena fuente –tomó la palabra Nicolai- de que el gobierno de los EE.UU. publicará en unos días unos telegramas, supuestamente descifrados, dirigidos por el conde Luxburg a Berlín. En esos telegramas, según la fuente, Luxburg al parecer se burla de sus contrapartes argentinas y sugiere no respetar el pacto de no hundir sus barcos. Dice, textualmente, que hay que hundir los buques argentinos “sin dejar rastros”.
–¿Qué? –se indignó Faupel-. Es una burda manipulación. ¡Hay que desacreditarlo inmediatamente!".

"Nicolai se despidió diciendo que tenía otros asuntos urgentes. Faupel se quedó a solas con un inexpresivo Bauer en el despacho. Se hizo un silencio incómodo, mientras Max encendía un cigarrillo y le ofrecía uno. Sabía de lo que iba a hablar ahora.
–No te voy a preguntar lo que pasó con Lüttwitz –dijo, de repente, Max. Ese cabrón suele llevar las cosas hasta el límite.
–¿Qué ha dicho? –preguntó Faupel, extrañado.
–Sólo sé que pidió tu relevo a Ludendorff. El jefe dice que no lo aceptó, pero justo entonces había surgido este problema con Argentina y creyó prudente traerte unos días a Berlín.
–Max, yo… -empezó a decir Faupel, pero Bauer le interrumpió.
–Nada, no quiero saberlo. Por cierto, Ludendorff está muy satisfecho con tu trabajo. La 5ª y 6ª divisiones han sido fundamentales en Rusia. Pabst y Rohr han hecho progresos también. En general está muy satisfecho con el nuevo programa. Cree que estamos por el buen camino.
Faupel iba a protestar, a explicarse. Quería preguntar a Max por todas las dudas que tenía sobre el nuevo “programa”, pero la última declaración lo hizo pensarlo bien. Si el OHL estaba satisfecho, ¿por qué no iba a estarlo él? ¿Quizás Ludendorff no tenía un objetivo tan ambicioso, después de todo? ¿Podía ser que el incidente con Lüttwitz no tuviese consecuencias?
Bauer le miraba sonriente.
–Como te dije, nosotros cuidamos de los nuestros".

"Almada le alcanzó un bolso negro de cuero.
–Doctor –dijo, Luxburg tenía esto encima. Son treinta mil pesos.
Yrigoyen dio un vistazo rápido y devolvió el bolso al comisario.
–Separe mil pesos. Tome lo necesario para pagar los gastos del viaje y reparta el resto con sus hombres. El resto… déjeselo acá al ministro Pueyrredón. Habrá que devolverlos a la legación alemana. No sea que digan que, además de salvajes, somos ladrones".

"Se mezcló entre las numerosas personas que ya llenaban la calle, yendo al trabajo con total despreocupación, y empezó a andar hacia la Casa Rosada, a unos setecientos metros de distancia. Bajó a paso rápido por la calle Corrientes en dirección al bajo, hasta llegar al Paseo de Julio, donde giró a la derecha. Allí la gente se dispersaba un poco, aunque la mayoría seguía hacia adelante, hacia el puerto.
Nervioso, aceleró el paso. Unos instantes después tuvo la sensación de ser perseguido. Se volvió un instante; un hombre rubio, alto y fornido lo tomó del hombro y lo hizo girar hacia él. En la mano tenía un cuchillo.
Se soltó como pudo. El puntazo pasó a centímetros de su vientre. Cayó sentado en medio de la avenida. Escuchó un chirrido de neumáticos. Cerró los ojos, como si eso pudiera disminuir el impacto, pero éste no llegó. En cambió, oyó unos gritos.
–¡Alto! ¡Policía!
Abrió los ojos y vio al rubio corriendo entre la gente. El policía que custodiaba la sala del correo había desenfundado su arma, pero no se atrevía a disparar en medio de tanta gente. En lugar de eso, se acercó a él, que sólo ahora advirtió el calor que emitía el taxi a centímetros de su rostro. Entre el policía y el conductor lo ayudaron a levantarse.
–¡Suerte que pude frenar! –dijo el taxista. Pensé que lo mataba.
Santander estaba sin aliento. El policía apartaba a la gente.
–¿Está bien? El presidente me dijo que no lo perdiera de vista.
Los quinientos metros que faltaban para llegar a la Casa Rosada se le iban a hacer eternos".

"–General Uriburu –dijo. Que sus hombres recorran la dársena y no dejen nada sin revisar.
Miró a Becú.
–Hable con Möller. Explíquele lo que sabemos e intente averiguar si recuerda algo que nos ayude a encontrar el lugar donde guardan las bacterias.
Luego se volvió hacia Moreno.
–Arreste a los sindicalistas de la usina. Acúselos de cualquier cosa, de sabotaje, de anarquismo, de lo que sea. Alguno de ellos debe saber adónde llevaron las bacterias.
Finalmente se dirigió a Pueyrredón.
–Señor canciller, hable con Stimson. Dígale que hay un barco suyo cargado de bacterias que no queremos que llegue a puerto.
Todos se empezaron a levantar para irse. Yrigoyen se dejó caer en el sillón presidencial.
–Y recen porque lleguemos a tiempo".






Víctor Eduardo Deutsch