"Doña María.—¿No has oído que te llamaba?
Carmen.—Estaba vistiéndome.
Doña María (extendiéndole el ramito).—De parte de Barroso... (Carmen sin decir nada, toma el ramito, lo arroja a la distancia y queda impasible mirando a Doña María, que, a su vez, sin enojarse y con toda calma, se acerca a recogerlo y lo vuelve a tirar hacia el exterior, por la puerta izquierda.) Tíralo por lo menos adentro, para que cuando venga no lo vea".
"Doña María.—¿Te ha dicho algo?
Carmen.—¿Algo de que? (Doña María sonríe con malicia y Carmen comprendiendo hace una señal negativa con la cabeza.)
Doña María.—¿No te ha hecho el amor? ¿No?
Carmen.—No, y precisamente por eso le estoy agradecida".
"Barroso.—¡Carmen! ¡Carmencita!
Carmen.—¿Qué?
Barroso.—¡Yo la amo, Carmen!
Carmen.—Y ya le he dicho que yo no, Barroso. ¿Por qué insiste? ¡Dese cuenta!... ¿qué saca con insistir?
Barroso.—¡Pero es preciso!... ya ve, su mamá quieres, sus hermanitas quieren, yo también quiero...
Carmen.—¡Pero yo no!".
"Carmen.—¡Y usted que demostraba tanto interés al hablarla!
Linares.—¡Como usted en escuchar a Morales!
Carmen.—¡Yo estaba aburrida!
Linares (riendo).—¡Y yo también!
(Ambos se miran un instante en silencio)
Carmen (bruscamente).—¡Me voy! (Hace ademán de irse)
Linares (con emoción).—No, Carmen, no! ¡Falta algo todavía!... ¡Tenemos otra cosa que decirnos, y que ya es inútil callar! (La toma de de las manos y la mira intensamente.) ¡Que nos queremos!
Carmen (mirando con miedo hacia el foro).—¡Cuidado!
Linares.—¡Que te quiero, Carmen! ¡Que con todo el alma te quiero!".
"Morales.—¡De hoy en adelante hay algo que puede más que su egoísmo: el amor, señora, ¡el amor!... ¡que es el más fuerte!".
Gregorio Laferrére