"Miré hacia arriba: detrás de los cristales de una ventana del tercer piso estaba ella, la niña a la que yo intentaba mirar a hurtadillas. Estaba en su sitio, con la cabeza apoyada en las manos. Generalmente miraba el cielo, en aquel momento no, miraba hacia abajo".
"¿Cómo no había tenido miedo? Comprendí que mi miedo era tímido, para salir al descubierto necesitaba estar solo. Allí, por el contrario, estaban los ojos de los niños por debajo y los de ella por encima. Mi miedo se avergonzaba de salir. Se vengaría más tarde, por la noche en la cama a oscuras, con el susurro de los fantasmas en el vacío".
"Qué estúpido al mirar si ella estaba mirando. Había que creérselo sin comprobarlo, igual que se hace con el ángel de la guarda".
"Al principio del juego estaba límpida, podía ver reflejada allí a la niña en los cristales, mientras mi equipo atacaba. Nunca me tropezaba con ella, no sabía cómo era el resto del cuerpo, por debajo de la cara apoyada en las manos. En los días de sol, desde mi ventanuco conseguía remontarme hasta ella a través del rebote de los cristales. Me quedaba mirándola hasta que me lagrimaban los ojos a causa de la luz. Los cristales cerrados de la ventana del patio permitían que el reflejo con ella dentro se asomara hasta mi rincón de sombra. Cuántas vueltas daba su retrato para llegar hasta mi ventanuco. Hacía poco que a un piso del edificio había llegado un aparato de televisión. Oía decir que se veían personas y animales que se movían, pero sin colores.
En cambio, yo podía mirar a la niña con todo el marrón de su pelo, el verde del vestido, el amarillo que ponía el sol".
"Se escribía con plumilla y con la tinta que estaba en cada pupitre dentro de un agujero. Escribir era como pintar, se mojaba la plumilla, se dejaban caer las gotas hasta que solo quedaba una y con ésta podía escribirse casi media palabra. Después se mojaba otra vez. Nosotros los de la pobreza secábamos la hoja con el aliento cálido.
Bajo el soplido, el azul de la tinta temblaba cambiando de color. Los demás secaban con el papel secante. Era más hermoso nuestro gesto, que levantaba viento sobre la hoja extendida. Los demás, en cambio, aplastaban las palabras bajo la cartulina blanca".
"Vino el miedo, aprovechando que no había nadie. No se oía ruido de agua, era una oscuridad seca. El miedo, al cabo de un rato, se cansa".
"—Los judíos: ¿es que estaban hechos de un material distinto? ¿Que no creen en Jesús?, pues yo tampoco. Es gente como nosotros, nacida y criada aquí, que hablan en dialecto".
"—(...)Los judíos están entrenados para huir, como nosotros, que tenemos el terremoto debajo de los pies y el volcán siempre listo. Nosotros, sin embargo, no huimos de casa con libros".
"—¿Qué le contestó, por qué no lo vendió?
—Porque yo no vendo carne humana. Porque en guerra la gente saca a relucir lo peor y también lo mejor. Porque llegó descalzo, quién sabe el porqué. No me acuerdo de lo que le contesté, hasta puede ser que no le contestara nada. En aquel momento, la historia había terminado y no importaban los porqués. Escuchaba sus pensamientos y contestaba, pero él no podía escuchar los míos. Con los pensamientos de los demás no se puede hablar, son sordos".
"—Entonces, don Gaetano, ¿es verdad eso que cuentan de usted, que escucha los pensamientos en las cabezas de las personas?
—Es verdad y no es verdad, ciertas veces sí y ciertas veces no. Es mejor así, porque hay que ver la de pensamientos horribles que tiene la gente.
—Si yo pienso una cosa, ¿usted la adivina?
—No, chaval, a mí me llegan los pensamientos que se les pasan volando a las personas, esos que uno ni siquiera sabe que ha pensado. Si te pones a estudiar una cosa tuya, eso se queda contigo. Pero los pensamientos son como los estornudos, te salen fuera de repente y yo los oigo.
Por eso sabía las cosas de todo el mundo, por eso tenía una tristeza dispuesta para lo peor y una media sonrisa para desprenderse de ella. A los lados de los ojos se le abrían las arrugas y por allí se le escurría la melancolía".
"—Una persona emplea toda su vida en llenar las estanterías y un hijo no ve la hora de vaciarlas y de tirarlo todo. ¿Qué será lo que meten en las estanterías vacías, queso curado? Basta con que me los quite de aquí, me dicen. Y allí está la vida de una persona, sus caprichos, los gastos, las renuncias, la satisfacción de ver crecer su propia cultura en centímetros, como una planta".
"—Don Gaetano, ¿ocultó usted a un santo?
—No era un santo, yo le oía discutir con el padre eterno, decirle que su fe era una condena. Estamos marcados por la circuncisión, llevamos escrita en el cuerpo la denuncia. El nuestro nos ha quitado el aliento y nos ha dejado el fango.
»Así llamaba al padre eterno, el nuestro. No era un santo, sino uno que se peleaba con ese nuestro suyo.
—Entonces el santo es usted, que arriesgó la vida para ocultar a un desconocido.
—Veo que quieres encontrar un santo a toda costa.No existen, ni tampoco los diablos. Lo que hay son personas que hacen algunos gestos buenos y bastantes otros malos. Para hacer uno bueno cualquier momento es adecuado, pero para hacer uno malo hacen falta ocasiones, comodidades. La guerra es la mejor ocasión para hacer porquerías. Concede el permiso. Para un buen gesto, en cambio, no hacen falta permisos".
"—Más que la ropa, o los zapatos, los libros llevan su huella. Los herederos se desprenden de ellos por exorcismo, para librarse del fantasma. La excusa es que hace falta sitio, nos ahogamos con los libros".
"»Es aquí donde no somos nada, amontonados los unos sobre los otros en los callejones. Allá, cuando te cruzabas con un hombre, era un amigo, uña y carne, o un asesino. Argentina ha sido una patria de prófugos, quien venía de una fuga allá dejaba de mirar hacia atrás".
"»En Argentina olvidé. Cada cosa nueva que aprendía borraba una de mi vida
anterior".
"—¿Es usted el señor La Capa?
—A su servicio, excelencia.
—Tengo una citación para usted.
El zapatero pone cara afable, le dice que se siente, que le traerá un vaso de agua.
—Cuánto siento provocarle yo esa agitación —y mientras tanto le toca para hacer que se siente.
—¿Qué agitación? Pero ¿qué dice usted? Señor La Capa, tengo aquí una citación para usted.
El zapatero había decidido que aquel hombre estaba algo agitado. Le puso en la mano el vaso de agua.
—Pero si no tengo sed, señor La Capa, no perdamos el tiempo, vengo del ministerio de Hacienda.
—Claro, con estas cosas hay que tener paciencia.
—¿De qué habla? Soy un funcionario de los impuestos.
—Ah, ¿conque es usted un impostor?
—Pero ¿cómo se atreve usted...?".
"—Todo en este edificio es más pequeño de como lo recordaba de niña, excepto tú.
Su voz atravesó las edades. Empezó infantil y acabó adulta. Cuando llegó al tú, me tocó el brazo. Seguí su mano, que me lo elevó hasta su hombro. El otro brazo se fue solo a la curva de su cadera: la figura del principio de un baile".
"—Te he esperado hasta olvidar el qué. Me ha quedado una espera en los despertares, al saltar de la cama e ir al encuentro del día. Abro la puerta no para salir, sino para dejar que entre.
Apoyé mi sien en la suya.
—Anna, ha pasado una eternidad.
—Se ha acabado. Ahora empieza el tiempo, que dura momentos"-
"—Esperaba todos los días que la pelota fuera a parar al balcón cerrado. Lo escalaba apoyado en ti que me mirabas. Y después, desde el balconcillo, una vez que les tiraba el balón para quitarme de encima sus ojos, tenía que alcanzar tu cara en los cristales. Teníamos que habernos casado entonces, de niños. ¿Cómo pudiste reconocerme?
Apartó la sien, me miró al perfil de la vela.
—Necesito un beso para contestar".
"—Eres la parte perdida que vuelve desde lejos para acoplarse.
La luz subía desde nuestros pies y nos embadurnaba de calor el rostro.
—Esto no es una vela, es un bosque en llamas —dijo".
"Anna me cogió la mano y la apoyó en su regazo.
—No tenemos tiempo, ha caducado, estamos robando una prórroga.
—¿Entonces confundo el final con el principio, el primer beso con el último?
—Los besos no se cuentan, costado mío, ése no era el beso uno, tal vez el milésimo de los esperados. Ningún beso es el primero, todos son los segundos. El primero te lo di detrás de los cristales el día de la escalada al balcón. Por mí subías el precipicio. Te concedí entonces mi primera vez".
"Su mano apretó la mía, donde aún me escocían las ampollas.
—Y éste es otro segundo beso porque también las manos se besan y se abrazan.
—Tienes unos párpados tan curvados como las quillas de las barcas, Anna.
—Tengo párpados que no duermen y no lloran2.
"¿Qué nos separa, qué tiempo está a punto de terminar? El pensamiento encontró su respuesta".
"—¿Tienes miedo? Sí, tiembla, costado mío, tu escalofrío es solo un adelanto.
Tiembla tranquilo, aquí en la mazmorra puedes temblar a salvo.
Me pasó una caricia helada por la frente que ardía. El gesto se llevó el miedo, un trapo que quita el polvo".
"Me quedé detrás del portón cerrado. El niño había sido atendido. De todas mis carencias, me había colgado de la más fantástica, el beso de Anna. No sentí como carencia lo que corresponde a una infancia, una familia. Me las había apañado sin ella, como muchos otros en la posguerra".
"Me había salvado del orfanato, al que estaba destinado. De toda la infancia escogí como carencia la niña ante los cristales. Cuando desapareció de allí, la vida se restringió a jaulita. Tenía que vivir sin la libertad de levantar la mirada. Diez años después, Anna había bajado desde el tercer piso hasta la mazmorra para nuestras bodas de niños. El tiempo era una carta y se había cerrado con un beso".
"—Ella dice que está loca.
—Los locos no lo saben y no lo dicen".
"»Es la edad arriesgada. Las mujeres tienen una exaltación física que nosotros no podemos conocer. Nosotros podemos exaltarnos por una mujer, ellas se exaltan por la
fuerza contenida en su interior. Es una energía antigua de las sacerdotisas que custodiaban el fuego".
"—¿Qué debo hacer?
—Corta poco la piel, que no hay que desperdiciar nada de las patatas. Debe ser como la viruta de la madera que levanta el cepillo.
—¿Qué debo hacer con Anna?
—Tienes que verla, tienes que conocerla para poder quitártela de tus pensamientos. No es para ti. Pero no serás libre si no llegas a conocerla".
"Y ese sábado me rompí la nariz. Me había tirado entre los pies para atrapar el balón, yo llevaba ventaja, pero el otro, en el ímpetu de la carrera, tiró de todas formas y me alcanzó en la nariz. No solté la presa, el árbitro pitó la falta, al llevarme la mano a la nariz me la encontré desplazada. Debía causar impresión, los demás me miraban asustados. Un estudiante de medicina me cogió la nariz entre sus dedos y me la enderezó con un gesto seco. El cartílago había descarrilado y él lo había vuelto a poner en su sitio. Me dijo que había una entrada en el hueso, una fisura. Me sustituyeron, me puse hielo en la nariz para contener la pérdida de sangre.
El adversario, al final del partido, se acercó para disculparse. Me acordé de una frase de los relatos de don Gaetano, contesté:
—Son cosas que pasan el día antes.
—¿El día antes de qué?
—El día antes de la felicidad".
"De Anna y de la felicidad eso era lo que sabía, su nombre".
"Me besó la punta de los labios, pasó la lengua por ellos.
—Tienes un buen sabor, me he contenido para no comerte.
No sonreía.
—¿Puedo besarte yo?
—No, tú eres polen, obedéceme a mí que soy el viento".
"¿Estaba loco yo también o aquél era el nombre impronunciable de amor? Cuando alguien lo decía en el cine, lo malgastaba. Y, sin embargo, los actores estaban especializados en decirlo, habían estudiado en la academia, se habían entrenado ante el espejo, se habían exhibido ante un jurado y ante el público para decir por fin: te amo".
Erri De Luca
"—No somos las primeras en presentarnos. Ocho mujeres ya consiguieron este coinquilinato. Todas han desaparecido.
—Puede que la habitación no les gustara.
—No lo ha entendido. No tuvieron oportunidad de manifestarse al respecto: nunca más se supo de ellas.
—¿Muertas?
—No. La muerte no es una desaparición".
"—No me gusta saber qué comen los demás —dijo.
—¿Cocina usted? —se sorprendió la joven.
—Por supuesto. La cocina es un arte y un poder: está fuera de lugar que me someta al arte y al poder de otros. Si desea compartir alguna de mis comidas, será un placer. No así al revés".
"—¿Y entonces a qué dedica su tiempo?
Esperaba que su indiscreción le resultara chocante. Pero no fue así.
—Soy español.
—Mi pregunta no iba por ahí.
—Ésa es mi actividad".
"—¿Y si me marcho?
—Es usted libre de hacerlo.
—No me marcharé. No me da miedo.
—Tiene razón. Soy el ser más fiable que conozco.
—Curiosa respuesta. Las personas que se declaran débiles son igual de peligrosas que las otras.
—Sí. Pero las reglas están claras. Así pues, el peligro se puede evitar. ¿Le apetece postre?".
"—Señorita, la amo.
—¿Tan pronto? ¿Y por tan poco?
—Le ruego que no estropee con palabras poco consideradas la excelente impresión que acaba de causarme".
"—Está delicioso —dijo ella.
—La amo.
—Déjeme cenar en paz, por favor".
"—¿Espera seguir siendo una desconocida para mí?
—Seguiré siendo una desconocida para usted.
—Mejor. Así me veré obligado a inventarla".
"—¿Quiere casarse conmigo?
—Creía que usted no era de los que se casan.
—Con usted haría una excepción. La amo como nunca he amado".
"—El señor les ruega que compartan su cena con él.
—Me largo —dijo Corinne.
—No. Acompáñame.
—No estoy invitada.
—Yo te invito.
—Me da miedo.
—¡Déjate de tonterías!".
"Enamorarse es el fenómeno más misterioso del universo. Los que se enamoran a primera vista viven la versión menos inexplicable del milagro; si hasta entonces no habían amado se debía a que ignoraban la existencia del otro".
"—Una mujer tiene tantos rostros. Y me imagino que una mujer amada tiene todavía más. ¿Cómo elegir un rostro entre tantos?
—La elección se impone a quien sabe esperar".
"—Amar a alguien siempre es noble".
Amelie Nothomb
"Los padres nos conectan —por encerrados que estemos en nuestra vida— con algo quenosotros no somos pero ellos sí; una ajenidad, tal vez un misterio, que hace que, aun juntos, estemos solos".
"Amé a mi madre como lo hace un niño feliz, sin pensarlo, sin dudas".
"Cuando me hice adulto y nos conocimos como adultos, nos tuvimos un gran respeto; podíamos decir «te quiero» cuando parecía necesario para aclarar las situaciones, pero sin detenernos en ello".
"No éramos una familia a la que la historia tuviera mucho que ofrecer".
"Para mi madre la historia se reducía a muy poco, no había acontecimientos heroicos o dramáticos, sólo pequeños asuntos, residuos olvidables, mezquinos algunos de ellos".
"Así empezó mi vida. Una vida que pasaba con mi madre, una sombra en una foto mía. Días. Tardes. Noches. Caminatas. Comidas. Ropa. Aceras. Películas. El hogar. Radio. Y los fines de semana, mi padre. Un hombre agradable, corpulento, cariñoso, que nos visitaba. Feliz de volver a casa. Feliz de marcharse".
"Allá arriba, encima del río. Permanecimos en el coche mientras mi padre reparaba la avería y mi madre me sujetaba con tanta fuerza contra ella que apenas me dejaba respirar. Tenía seis años. Ella siempre decía: «Te asfixiaba cuando eras pequeño.
Eras lo único que teníamos. Lo siento». Luego me contaba esta historia. Pero yo no lo sentía. Me parecía normal, pues ahí estábamos los dos.
«Asfixiarte» significaba «Aquí hay peligro», «El amor te protege». Todavía hoy son lecciones que respeto".
"Ha pasado mucho tiempo desde entonces y he recordado cosas de las que no hablo hoy. Algunas he tratado de volcarlas en novelas. He escrito cosas y las he olvidado. He contado historias. Y había más, una vida es más".
"Observaba que me quería; a veces me llevaba aparte por la mañana temprano, cuando podíamos estar solos y juntos como dos adultos, para decirme: «Richard, ¿eres feliz?». Y cuando le respondía que sí, me advertía: «Debes ser feliz. Eso es muy importante»".
"Así transcurría la vida. No completamente sin objetivo. Pero sin un objetivo claro.
Tal vez esto sea propio de toda vida con los padres: un sentimiento de que debería alcanzarse una meta, luego el reconocimiento de cuál es esa meta insoslayable y finalmente el devolver la atención a lo que está hoy aquí y presente. A lo que sólo está aquí".
"Hay algo, cierta esencia de la vida, que no surge con claridad de estas palabras.
No hay palabras suficientes. No hay acontecimientos suficientes. No hay memoria suficiente para rememorar toda una vida y ponerla en orden, darle exactitud".
Richard Ford
"La gente me mira extrañada cuando les digo que tengo un demonio.
—¿No querrás decir que tienes demonios? —me preguntan—. Como un problema con las drogas o el impulso de apuñalar a tu padre.
Yo les digo que no. Mi demonio se llama Ruen, mide alrededor de un metro sesenta centímetros de altura y lo que más le gusta es Mozart, el tenis de mesa y el pudin de pan y mantequilla".
"«Yo soy tu amigo, Alex».
Entonces todos mis miedos se esfumaron, porque lo que más deseaba en este mundo era tener un amigo".
"Creo que somos amigos. Sólo pensé que no era mi amigo cuando me pidió que hiciera algo. Quiere que haga una cosa muy mala.
Quiere que mate a alguien".
"«Si no le plantas cara, la vida te derriba»".
"A veces, cuando se enfada, Ruen se convierte en el Anciano. Si cuando me haga viejo me parezco a él, me suicidaré, lo digo en serio".
"Algo está ocurriendo abajo.
—¿Qué pasa? —le pregunto a Ruen—. ¿Por qué están hablando de mi madre?
Me mira y levanta una ceja, que parece una oruga.
—Mi querido muchacho, la Muerte acaba de llamar a vuestra puerta".
"—Yo también escribo.
—¿Escribes? —le pregunté—. ¿Historias? ¿Poemas? ¿Un diario?
Al tercer intento, sus ojos se iluminaron.
—Yo también. Creo que cuando escribes las cosas, las ves más claras —dije, mostrándole el cuaderno, aunque él seguía mirando hacia un rincón, inmerso en sus pensamientos".
"«El sarcasmo sólo consigue subrayar la impotencia de uno»".
"Me preguntó:
—¿Cómo es el amor?
Y yo le contesté:
—Tendrás que preguntárselo a una chica.
Pero entonces pensé en mamá y en lo mucho que la quiero, y dije:
—Harías cualquier cosa por la persona que amas.
Entonces me quedé mirándolo fijamente un buen rato y lo comprendí todo.
—Tú quieres a Anya —dije.
—Decididamente no —repuso él.
—Claro que sí —dije riéndome—. Te gusta".
"—Me gustaría contarte más cosas de Ruen, pero creo que tú pensarías que estoy loco y que Ruen sólo está en mi imaginación.
Anya parece sorprendida.
—¿Ruin vive en tu imaginación?
Niego con la cabeza, muy despacio.
—No estoy seguro de dónde vive. Seguramente en el infierno. Pero desde hace mucho tiempo suele vivir casi siempre conmigo.
—¿Desde cuándo, más o menos?
Me encojo de hombros.
—Desde que mi padre murió".
"Querido diario:
Un hombre entra en la consulta del médico con una zanahoria en la nariz, un pepino en una oreja y un plátano en la otra.
—¡Ayúdeme! —le dice al médico—. ¡No sé qué me pasa!
El doctor se queda mirándolo y responde:
—Está claro que usted no come bien".
"La abuela añadió un poco de azúcar al cazo y dijo:
—La memoria es muy extraña, Alex. A veces nos hace daño sin que nos demos cuenta".
"—Me presentaron a la directora de casting antes de que empezara la función —dijo, mientras nos
dirigíamos al bar, muy despacio—. Se llama Roz. Padece de sinusitis.
Alcé la vista y, por su cara, pensé que tía Bev tenía algo realmente importante que decirme.
—¿Sinusitis? ¿Qué es eso?
—Es una enfermedad horrible y asquerosa, como si te hubieran pegado puñetazos en la nariz sin parar durante una semana.
Me quedé horrorizado.
—¿Le diste puñetazos en la nariz a Roz?
—No —dijo, pulsando un botón cuadrado de color plateado que abrió automáticamente las puertas del bar—. Lo que pasa es que su enfermedad está dentro de mi especialidad".
"—¡Vaya! —le digo a Ruen—. ¡Es igual que en Terminator!
Me mira, confundido.
—Espera… ¿Tuviste que enfrentarte también a Satanás? —le pregunto, poniéndome en pie—. ¿Iba montado en un dragón y caían trozos de carbón ardiendo del cielo?
—¿De qué me estás hablando?
—¡De cómo has salvado a mi padre! —grito".
"—Mi querido muchacho, el amor es algo muy humano. Yo no sé nada sobre el amor —dice—. Y, si lo supiera, estaría muy, muy enfadado".
"—¿Qué haces? —grité.
Sin pérdida de tiempo, apretó su rostro contra el mío y dijo:
—Si no te sientas y te quedas quieto haré que tu corazón se pare y morirás.
Dejé de moverme y me senté en el suelo, tieso como un bacalao.
—Muy bien —dijo, sonriendo".
"Alguien me cogió los brazos y Michael gritó:
—¡Se ha ido!
Entonces no había nada salvo oscuridad".
Carolyn Jess-Cooke
"Ea, el dicho de toda la vida. Si la vida te quita el gel, pues te duchas con champú".
"Resbalo con el gel que había en el suelo, cayendo así e impactando con lo que se llama la rabadilla, y más abajo de eso, contra el suelo.
—¡Me cago en Dios! —Se me escapa sin poder evitarlo.
Tengo tendencia a ser grotesca cada vez que me caigo, choco y/o tropiezo; cada vez que impacto y me hago daño, mejor dicho. Eso se lo debo a mi padre. No debió haberme educado como si yo poseyera la boca de un camionero cada vez que mi dedo meñique del pie decidía darse un buen golpetazo contra la puerta.
—¿Estás bien? —Se oye de repente, lo que me escandaliza sobremanera.
Quiero decir, cuando te caes en la ducha estando sola, lo menos que esperas es escuchar una voz salida de la nada.
A consecuencia de la extraña voz no identificada que acabo de oír, levanto la mirada al techo, asustada.
—¿Jesús? ¿Eres tú? —Y eso es lo primero que se me ocurre soltar—. Lo siento, no quería cagarme en tu padre o en lo que sea ese tipo para ti, pero es que…
Una risa me interrumpe.
—No soy Jesús".
"—¿Ahora quién es la maleducada? —pregunta después de un buen rato.
Cierro el grifo y cojo el champú.
—No es muy normal que le hable a un completo desconocido mientras estoy desnuda duchándome.
—Suponía que estabas desnuda, no tenías que aclararme esa información —se queja, o al menos a mí me lo parece.
—Todo el mundo se ducha desnudo, no he dicho nada malo.
—Ya, pero yo vivía mejor en la ignorancia".
"Qué va. Hacer la vista gorda no equivale a que los problemas desaparezcan. O los resuelves o te quedas con ellos, pero no van a desaparecer solos".
"—Esto… ¿De verdad te interesa? No tienes por qué fingir, es aburrido escuchar las…
—Claro que me interesa, hombre —le interrumpo—. Ya he aceptado el hecho de que nuestras duchas son una especie de sesiones terapéuticas, al menos para mí.
Lo escucho reírse".
"Yo, con toda la parsimonia del mundo, me levanto para poner a lavar su camiseta, ducharme y cambiarme de ropa. Quiero que salga de mi vida y quiero que lo haga al completo, así que eso implica devolverle lo único que me ha dado durante estos cinco años juntos: su camiseta. Que ni siquiera me la regaló, repito: se la robé".
"—Thiago, ¿estás ocupado? —pregunto, cruzando las manos delante de la boca.
El agua deja de oírse desde su baño. Genial, creo que iba a ducharse.
—No, no, dime, Clara. —Carraspea—. Hola, por cierto. —Se ríe.
—Hola, ¿qué tal? —Me río también.
—Bien… ¿Me querías decir algo o solo saludarme?
—No, no, verás… —Me rasco la nuca, un poco nerviosa—. La cosa es que mañana no puedo quedar contigo.
Hay un corto silencio que se me hace eterno. ¿Se lo estará tomando bien?
—Huy, ¿se puede saber por qué?
Me llevo un mechón detrás de la oreja y después coloco mis manos sobre la cintura. Miro mis chanclas de florecitas. A ver, ¿qué le cuento yo?
—Es una urgencia a la que no podía negarme. —Carraspeo para intentar conseguir que mi voz sea más creíble, o eso creo—. Una amiga está embarazada y…
—¿Me estás diciendo que mañana va a dar a luz?".
"—¿Sí? —pregunto en cuanto me acerco a mi hermano, que mantiene la puerta abierta.
El desconocido se queda mirándome fijamente durante un rato antes de reaccionar. Parece que pasan mil cosas por su cabeza en ese pequeño instante.
—Creo que me he equivocado —se disculpa. Entonces reconozco su voz.
Es la voz de Thiago, esa misma voz con la que llevaba hablando desde hace tanto tiempo a través de la ventana del baño. ¡Dios bendito, es él!
—¿Thiago, eres tú? —pregunto, y él conecta su mirada con la mía, pero no le da tiempo a responder porque mi madre nos apremia desde dentro".
"—Hay algo que debes saber… —dice, tanteando el terreno para soltarme una que creo que es gorda.
Es gay. Ay, santo Jesús, que nos ha salido gay. Ay, por Dios… Ay, por Dios… ¡Clara, Clara, Clara!
¡Qué tonta! Te gusta un chico al que no le gustan las chicas. Espera, entonces…, ¿su novia? ¿Y las cosas que hacían en el baño? Pero ¿qué…?
¡Que el mundo pare que yo me bajo!".
"—¿Clara? —me llama Thiago.
—Necesito un minuto para calmarme, gracias.
—¿Qué? Pero… Pero si estás en el baño. ¿No prefieres venir a sentarte en el sofá?
—El sofá no tiene un agujero donde liberar el contenido de tu vejiga, ¿o el tuyo sí?
Suelta una carcajada estruendosa.
—Está bien, te espero en el salón. Intenta no escaparte por la ventana —se burla".
"—A veces no se necesitan los ojos para encontrar el amor".
"—Oh, Dios… Pero ¡¿qué haces?!
Acaba de trepar y con un brinco aterriza en mi terrado. Yo lo miro de pies a cabeza comprobando que no le falta nada y él me sonríe tan tranquilo.
—¿Sorprendida?
—Dios… ¿Ahora también eres Spiderman?".
"—¿Adónde quieres llegar? —pregunto sin rodeos.
—A que, si tú y yo queremos, podemos seguir siendo amigos al mismo tiempo que mil cosas más.
Levanto una ceja.
—¿Mil cosas más? ¿Thiago estás…?
Me mira con expresión extrañada.
—¿Te crees que estoy ligando contigo, Clara?
Me quedo helada. Ay, madre… ¿No es eso lo que está haciendo?
—Eh…
Y de repente comienza a reírse.
—¡Qué tonta! —exclama entre carcajadas.
«¡Tierra, trágame!», grito para mis adentros.
Ahora o nunca, Clara, ¡salta y acaba con tu humillación para siempre!
—Te estás poniendo roja… —advierte, como si yo no lo supiera.
—Yo…, yo…
—¿Tú, tú, qué? —interroga.
La cara me arde. ¡Qué vergüenza! No sé, creía que… como ha dicho «ser amigos al mismo tiempo que ser mil cosas más», pues creía que estaba… ¡Ay, por Dios, qué vergüenza!
—Dios…, quiero lanzarme —mmurmuro.
—¿Qué?
—¡Nada!".
"Voy a seguirle la broma, pero no puedo porque un grito nos interrumpe desde abajo:
—¡¿Van a saltar?!
Debo decir que me han entrado ganas de reírme como una loca cuando me he dado cuenta de lo que estaba pasando.
—¿Lo has oído? —pregunto a Thiago. Él asiente mirando abajo.
—¡No saltéis! ¡No vale la pena! —gritan desde abajo.
Veo que Thiago arruga la frente y me mira. Yo me tapo la boca con una mano, pero empiezo a reír de todas formas.
—¿Se creen que…?
—¡Sí! —confirmo, asintiendo mientras me sigo riendo.
—Qué fuerte. Se creen que nos vamos a suicidar".
Lady Reynolds
Emperatriz Sissi, una extraña en la corte:
"No me quedó otro remedio que vivir como una ermitaña. En el gran mundo me persiguieron y me juzgaron mal, me hirieron y me calumniaron tanto… Y sin embargo, Dios, que ve en mi alma, sabe que jamás le hice daño a nadie.
Confesiones de Isabel de Baviera a su profesor de griego, Constantin Christomanos, 1891".
"La princesa Isabel —a la que todos llaman Sissi o Lisi— estaba habituada a los lamentos de su pobre madre y nunca olvidaría una frase que ésta no dejaba de repetir: «Cuando se está casada, ¡se encuentra una tan sola!»".
"Encuentra a Elena bonita, elegante y distinguida, aunque algo fría y estirada. Tiene veinte años pero sus facciones duras y el vestido de luto la hacen aparentar mayor edad. En cambio Sissi, más espontánea e infantil, le resulta encantadora y no puede dejar de mirarla.
Fue un amor a primera vista que a nadie pasó desapercibido. «Enamorado como un cadete, feliz como un dios», dijo sentirse al poco de conocerla".
"La joven emperatriz de Austria, ha perdido lo que más aprecia, su libertad".
"«Ahora sé la felicidad que significa un hijo propio. Esta vez tuve el valor de amar a mi pequeña y de quedármela. Cómo lamento que los demás hijos me fueran arrebatados enseguida», le confesaría años más tarde a la condesa de Festetics".
"«No existe ningún hombre en el mundo que merezca que un corazón de mujer se destroce por él. Un hombre, aun cuando se cree enamorado apasionadamente, encontrará siempre alguna otra mujer para consolarse. Una mujer, nunca»".
"Más adelante supo que su hijo, enfermo y deprimido, buscó la compañía de su joven enamorada para no morir solo".
"No debe Titania andar entre humanos, en un mundo donde no la comprenden.
Miles de papanatas la contemplan y murmuran: ¡Mira, la loca, mira!".
"En una de sus últimas cartas, fechada el 16 de julio, Francisco José le decía: «Te echo tanto de menos; mis pensamientos no se apartan de ti, y condolido pienso en el tiempo, para mí infinito, que vamos a estar separados. Con melancolía contemplo tus aposentos vacíos». No volverían a verse".
María Antonieta, la reina desdichada:
"«Como no puedo estar con la única persona a la que amo, y la única que realmente me ama, prefiero no estar con nadie»".
"«Os hago escribir desde mi baño, donde acabo de meterme para cuidar por lo menos mis fuerzas físicas. Nada puedo decir sobre el estado de mi alma; existimos, eso es todo»".
"El conde no volverá a ver a María Antonieta, a la que no podrá rescatar de su fatal destino. Cuando más adelante se entere de su muerte en la guillotina, escribirá en su diario: «Ah, conozco bien cada día cuánto he perdido al perderla a ella y hasta qué punto era perfecta en todo. Jamás ha habido ni habrá mujer como ella»".
"En una ocasión María Antonieta escribió: «En la desgracia descubres tu auténtica naturaleza»".
Cristina de Suecia, un espiritú indomable:
"El 8 de diciembre de 1626, la reina María Leonor de Brandeburgo se puso de parto en el palacio real de Estocolmo. Era medianoche y a la luz de las antorchas alumbró en sus aposentos a una criatura tan «grande, fea y velluda» que las comadronas creyeron que era un varón".
"«[…] tuve la dicha entonces de ser amada por vos, en pocas palabras, de perteneceros de una forma que os hace imposible abandonarme.
Sólo con la muerte dejaré de amaros»".
"El mejor epitafio de esta mujer enigmática, ambigua y rebelde lo escribió ella misma: «He nacido libre, he vivido libre y moriré libre»".
Eugenia de Montijo, un trágico destino:
"«No necesito regalos para quererte más porque sería imposible…
No creas que te escribo por obligación, porque tengo tanto gusto en hacerlo que no es necesario forzarme…»".
"«Fue el primer hombre que hizo latir mi corazón, y con qué violencia…»".
"«No puedo estar más tiempo sin verte. ¿Para qué he nacido si no es para estar con mi padre y mi madre? ¿Cuál es por lo tanto ese lazo que nos separa? Es la guerra. ¡Oh guerra! ¿Cuándo acabarás tu carrera? El tiempo avanza y nos quedamos atrás, y tenemos menos tiempo para abrazarnos»".
"«Cuando tenía doce años quería ser actriz. No he tenido suerte: he sido emperatriz»".
"Luis Napoleón le preguntó: «¿Puede usted amarme? ¿Está libre su corazón?». Ante aquella
inesperada pregunta Eugenia le respondió con toda franqueza: «Señor, no ignoro que se me ha calumniado. Mi corazón ha podido latir alguna vez, pero he comprobado después que se me engañaba. En todo casi sigo siendo íntegramente la señorita Montijo»".
"La emperatriz, de temperamento más frío que su esposo, le confiesa tras su luna de miel a una amiga de infancia: «El amor físico, ¿qué asco! … Pero bueno, ¿por qué sólo piensan en eso los hombres?»".
"«Tengo tal asco de la vida, es tan vacía en el pasado, tan llena de escollos en el presente y quizá tan corta en el futuro (por lo menos eso espero) que me pregunto a veces si vale la pena luchar, y el valor me falta porque esos pequeños disgustos van minando toda mi existencia»".
"«Hoy tengo el valor de decirte que sigoviva porque la desgracia no mata. […]
Cuanto más pienso en la existencia que me depara, más mi corazón se hunde en la tristeza; ésta no es ni violenta, ni ruidosa, es un dolor que se apodera de mí completamente y siento que de aquí en adelante me hará compañía»".
"«Siento que toda mi vida está entre estas dos tumbas, a la espera de que Dios se apiade lo suficiente de mí como para abrirme la tercera»".
Victoria de Inglaterra, la viuda de un imperio:
"«¡Cómo pasa de rápido el tiempo cuando se es feliz!»".
"Llorar me alivia y, aunque desde la noche del miércoles no he vuelto a tener ninguna crisis violenta, éstas van y vienen durante el día y mitigan las heridas abiertas del corazón y del alma.»"
"El príncipe Alberto, a diferencia de Victoria, no le teme a la muerte. En una ocasión le dijo a su esposa: «No me aferro a la vida, tú sí lo haces; yo en cambio no le doy importancia. Estoy seguro de que si padeciera una enfermedad grave me daría por vencido y no lucharía por la vida. No me interesa tanto seguir viviendo»".
"Sin Disraeli en quien apoyarse, Victoria aliviaba su soledad en la compañía de John Brown. El escocés, gracias a los favores de la reina, tiene sus propias estancias en Windsor y una casa que le ha regalado Victoria en Balmoral. Aunque ella sólo ve sus virtudes, su secretario personal bebe cada vez más y tiene un carácter de mil demonios, pero ella finge no darse cuenta. Un día en el que, completamente ebrio, se cayó al suelo justo a su lado,
Victoria exclamó ante sus invitados:
«He notado como un ligero temblor de tierra»".
Alejandra Romanov, la última Zarina:
"Cuando su hermana se convirtió a la fe ortodoxa rusa, Alix no pudo entender su decisión.
En aquel momento le confesó a Ella:
«Seré luterana hasta la muerte. La religión no es un par de guantes que uno puede sacarse y ponerse»".
"Nicolás escribió exultante en su diario:
«¡Éste ha sido un día maravilloso e inolvidable! ¡Porque hoy es el día de mi compromiso con mi adorable Alix! […] Dios, qué terrible peso me he sacado de los hombros»".
"Alix se muestra profundamente entusiasmada y emotiva:
«Ay, si tan sólo supieras cuánto te adoro y cuánto se ha fortalecido e intensificado mi afecto por ti en estos años; tan sólo quisiera ser más digna de tu amor y ternura». A lo que Nicky responde: «Soy todo tuyo, por siempre y para siempre, mi alma y mi espíritu, mi cuerpo y mi corazón, todo es tuyo, tuyo; quisiera gritarlo en voz alta para que el mundo lo sepa. Soy yo el que se enorgullece de pertenecer a un ángel tan dulce como tú y de atreverse a pedir tu amor en respuesta»".
"«El único gran consuelo que tengo, en mi enorme sufrimiento, es el profundo amor de mi querida Alix, que le retribuyo por completo»".
"Era la digna representante de la dinastía de los Romanov y nunca bajaba la guardia. Jamás se permitía en público una sonrisa o una lágrima. Pero en las salas del palacio de Catalina dejaba atrás el rígido protocolo y se convertía en una mujer compasiva y humana que no reprimía sus sentimientos".
"Mi consuelo, cuando me siento deprimida y desdichada, es ir con quienes están muy enfermos e intentar llevarles un rayo de amor y esperanza".
Cristina Morató
"Hay alguien especial para cada uno de nosotros".
"Él o ella nos cogen de la mano por primera vez y el recuerdo de ese contacto trasciende el tiempo y sacude cada uno de los átomos de nuestro ser.
Nos miran a los ojos y vemos a un alma gemela a través de los siglos. El corazón nos da un vuelco. Se nos pone la piel de gallina. En ese momento todo lo demás pierde importancia".
"Gracias a una mirada, un sueño, un recuerdo o un sentimiento podemos llegar a reconocer a un alma gemela".
"—Mi vida no es ni mucho menos tan dramática como la de Catherine —dijo—. Nadie escribiría un libro sobre mí".
"La primera sesión, dedicada a recoger información sobre su vida, a establecer un diagnóstico y un enfoque terapéutico y a plantar las semillas de la confianza en nuestra relación, había terminado. El hielo se había roto. Por el momento, decidí no recetarle Prozac ni ninguna otra clase de antidepresivos. Mi objetivo era curarla, no enmascarar los síntomas".
"Elegimos el momento en que entramos en nuestro estado físico y el momento en que lo abandonamos".
"Cuando se ha identificado la pauta que se repite constantemente y se entienden los motivos de su manifestación, entonces puede romperse. No tiene sentido seguir sufriendo".
"Lo más importante es aprender, no juzgarse".
"El sentimiento de culpabilidad que sintió en su vida anterior no es importante. Lo que cuenta es aprender del pasado, y no seguir pensando en ello y sintiéndose culpable".
"Muchos de nuestros temores se basan en el pasado, y no en el futuro. A menudo, lo que más miedo nos da son hechos que nos han ocurrido en la infancia o en una vida pasada. Como los hemos olvidado o sólo los recordamos muy vagamente, tenemos miedo de que esos hechos traumáticos tengan lugar en el futuro".
"A veces nuestras creencias fijas son un obstáculo para la adquisición de nuevos conocimientos".
"Thich Nhat Hanh, un filósofo y monje budista vietnamita, escribe sobre cómo disfrutar de una buena taza de té. Debemos estar completamente atentos al presente para disfrutar de una taza de té. Sólo siendo conscientes del presente nuestras manos sentirán el calor de la taza. Sólo en el presente aspiraremos el aroma del té, saborearemos su dulzura, y llegaremos a apreciar su exquisitez. Si estamos obsesionados por el pasado o preocupados por el futuro, dejaremos escapar la oportunidad de disfrutar de una buena taza de té. Cuando miremos el interior de la taza, su contenido ya habrá desaparecido.
Con la vida ocurre lo mismo. Si no vivimos plenamente el presente, en un abrir y cerrar de ojos la vida se nos habrá escapado. Habremos perdido sus sensaciones, su aroma, su exquisitez y su belleza, y sentiremos que ha transcurrido a toda velocidad.
El pasado ya ha pasado. Aprendamos de él y dejémoslo atrás. El futuro ni tan siquiera ha llegado. Hagamos planes para el futuro, pero no perdamos el tiempo preocupándonos por él. Preocuparse no sirve para nada. Cuando dejemos de pensar en lo que ya ha ocurrido, cuando dejemos de preocupamos por lo que todavía no ha pasado, estaremos en el presente. Sólo entonces empezamos a experimentar la alegría de vivir".
"Todos renacemos para enfrentamos nuevamente a las alegrías y tristezas a los triunfos y las tragedias de la vida en la tierra".
"—Nosotros no lloramos las muertes, porque sabemos que el espíritu es eterno. Si no ha finalizado su tarea, el espíritu regresa de nuevo en forma humana —explicó—".
"—El amor es la fuerza más poderosa del mundo —dijo suavemente—. Crece y florece incluso en tierras heladas y en las condiciones más duras.
Existe siempre y en todas partes. El amor es una flor que brota en las cuatro estaciones".
"Uno de mis pacientes, un abogado católico, acababa de hacer una regresión a una vida en la Europa medieval. Había recordado su muerte en aquella vida, caracterizada por la avaricia, la violencia y la falsedad. Era consciente de que algunos de estos defectos seguían estando presentes en su vida actual.
Ahora, reclinado en el mullido sillón de cuero de mi consulta, se vio a sí mismo flotando fuera del cuerpo que le había albergado en la Edad Media.
De golpe se encontró de pie en un entorno diabólico, entre fuegos y demonios.
Esto me sorprendió. Aunque muchas veces mis pacientes se habían referido a su muerte en vidas pasadas, nunca antes había sido testigo de una experiencia en el infierno.
Casi siempre la gente se sumerge en una luz hermosa e indescriptible que le renueva el espíritu y le infunde energía. Pero ¿el infierno?
Esperé a que ocurriera algo, pero él me dijo que nadie le prestaba atención. Él también estaba esperando. Transcurrían los minutos. Finalmente, apareció una figura espiritual que él identificó como Jesús y se le acercó. Fue el primer ser que advirtió su presencia.
«¿No te das cuenta de que todo esto es un espejismo? —le dijo Jesús—. ¡Sólo el amor es real!»
Enseguida desaparecieron las llamas y los demonios, dejando que aquella luz hermosa reluciera de nuevo después de haber estado oculta detrás del espejismo.
Algunas veces conseguimos lo que esperábamos, pero puede que no sea real".
"Continuó flotando en silencio durante unos minutos.
—Haz un repaso de esta vida —le indiqué—.
¿Qué has aprendido? ¿Cuál es la lección?
Él consideró con especial cuidado estas preguntas, desde una elevada perspectiva.
—He descubierto que la violencia refleja una profunda ignorancia".
"Los ingleses y los españoles se mataron los unos a los otros estúpidamente en tierras lejanas a causa del oro. Lo robaron y se mataron por él. La codicia y la 'Violencia acabó con sus vidas... se habían olvidado del amor...".
"—Recuerda —dijo la voz—. Recuerda que siempre eres amado. Siempre estás protegido. Nunca estás solo. Tú también eres un ser de luz, de sabiduría y de amor. Y nunca serás olvidado".
"«Todo es amor... todo es amor. Con el amor llega la comprensión.
Con la comprensión llega la paciencia. Y entonces el tiempo se detiene. Y todo es ahora»".
"El amor hace que el miedo se desvanezca. No puedes sentir ningún temor si sientes amor. Como todo es energía y el amor abarca todas las energías, todo es amor.
Ésta es la clave de la naturaleza de Dios".
"Cuando amas y no tienes miedo, eres capaz de perdonar. Puedes perdonar a los demás y también perdonarte a ti mismo. Así empiezas a ver las cosas desde la perspectiva apropiada. El sentimiento de culpabilidad y la rabia son reflejos del mismo temor. La culpa es una rabia sutil que diriges hacia dentro.
Perdonando disuelves la culpa y la ira, que son sentimientos innecesarios, emociones nocivas.
Perdona. Es un acto de amor".
"El orgullo es un obstáculo para el perdón, una manifestación del ego, que es el yo falso y transitorio".
"No permitas que la depresión o la angustia obstaculicen tu desarrollo. Cuando te deprimes, pierdes la perspectiva, olvidas y das las cosas por sentado. Agudiza tu atención. Recapacita sobre tus valores. Recuerda qué es lo que no debes dar por hecho. Cambia tu punto de vista y no olvides lo que es importante y lo que no lo es.
Evita caer en la rutina. No pierdas la esperanza".
"Cuando te angustias, te sientes perdido dentro del ego, sin límites que te protejan. Se despierta en ti un vago recuerdo de falta de amor, una herida en tu amor propio, una pérdida de paciencia y de serenidad. Recuerda que nunca estás solo".
"Ten el valor de correr riesgos. Eres inmortal. Nadie puede hacerte daño".
"A veces los mensajes se suceden como destellos y son muy concisos:
—El objetivo no es ganar sino explorar".
"El perdón también es una responsabilidad tuya. Debes perdonar y ser perdonado".
"A veces, las vidas más difíciles son las que nos brindan más posibilidades de aprender, de recorrer nuestro camino con mayor rapidez".
"El dolor nunca se olvida; pero, a medida que el tiempo va pasando, se puede vivir con él".
"El corazón, sin embargo, le decía que no. «No sigas adelante. No le quieres; y sin amor, ¿qué queda?»".
"Las lecciones más importantes suelen aprenderse en los momentos más difíciles".
"El conocimiento sólo puede penetrar en las mentes abiertas".
"—Podría enamorarme de ti —le dijo él, tomándole el pelo con una promesa que nunca iba a cumplirse".
"—El amor es como un fluido que inunda hasta el último resquicio.
Llena los espacios vacíos espontáneamente. Somos nosotros, la gente, los que obstaculizamos su paso levantando falsas barreras. y cuando el amor no puede llenar nuestro corazón y nuestra mente, cuando nos desconectamos del alma, que a su vez está compuesta de amor, nos volvemos todos locos".
"El amor disipa el miedo. Nuestro amor mutuo disipó sus miedos y la proyección de éstos sobre nosotros".
"Nuestro camino es interior. Éste es el viaje más difícil y doloroso. Somos los responsables de nuestro propio aprendizaje. No podemos rechazar esta responsabilidad y echada sobre las espaldas de otro, de algún guru.
El reino de Dios está dentro de nosotros".
"El amor, cuando fluye libremente, vence todos los obstáculos".
Brian L. Weiss
Sueños olvidados:
"Primero se encontraron sus ojos. Él recorrió con una rápida mirada la elegancia de la figura femenina, cuya sonrisa levemente irónica se encendió también en sus ojos".
"—No por ello menos bienvenido, porque tampoco yo podía recordar, en un primer momento, su existencia, a pesar de que una vez fue bastante importante para mí.
Ahora ambos sonrieron. El dulce y leve perfume del primer amor de juventud semisecreto había renacido en ellos con toda su dulzura embriagadora, como un sueño, que al despertar nos
provoca una mueca de desdén, aunque desearíamos soñarlo o vivirlo una vez más. El bello sueño de la insinuación, que sólo desea y no se atreve a exigir, que sólo promete y no da".
"Reina un completo silencio.
Sólo allá abajo el canto rítmico y monótono de las relucientes olas, que se arrojan contra los peldaños de la terraza como contra un pecho amado".
La estrella sobre el bosque:
"La realidad, sin embargo, es más fuerte y sólida que todos los sueños".
"Los pensamientos saltaban confusos. Y de pronto uno que permaneció, clavado como una dolorosa flecha en su corazón: que él moría por ella y que ella nunca lo sabría. Que ni la más pequeña ola de su vida encrespada había tocado la de ella. Que ella nunca sabría que una vida ajena había venerado la suya y se había destrozado contra ella".
Historia en la penumbra:
"Me pides que te cuente algo. Muy bien. Pero no de mí, porque nuestra vida en estas ciudades interminables es pobre en experiencias, o así nos parece, porque aún no sabemos lo que verdaderamente nos pertenece".
"Y ahora se da cuenta, asustado, de que la desconocida no ha dicho nada, ni siquiera su nombre; que él no conoce más que sus suspiros desbordantes y el desafío, el sollozo contenido de la voluptuosidad; que conoce el perfume de su cabello revuelto, la presión cálida de sus pechos, el esmalte liso de su piel; sabe que su figura, su aliento, toda su palpitante sensibilidad le han pertenecido y que, sin embargo, ignora quién es esa mujer que le ha asaltado en la oscuridad con su amor".
"—¿Quién eres, dime, quién eres? —pregunta.
Pero la boca suave y húmeda sólo tiene besos, no palabras".
"La soledad se cierne dolorosa sobre el febril corazón".
Stefan Zweig