x |
"Las niñas ponían sus corazones en manos de su madre, y su alma, en las de su padre. Y ambos progenitores vivían y trabajaban por ellas. Su amor crecía día a día, y el dulce vínculo que les mantenía unidos era de esos que convierten la vida en una bendición y persisten más allá de la muerte".
"—Y te ruego que no me mires durante la ceremonia, porque si lo haces me echaré a reír.
—Ni me verás. Seguro que te pasas el rato llorando, de modo que lo verás todo como envuelto en una espesa niebla.
—Yo no lloro a menos que tenga una pena muy grande.
—Como cuando un viejo amigo va a la universidad, ¿eh? —dijo Laurie sonriendo.
—No seas tonto. Eché unas lagrimitas para no desentonar con el resto".
"—Laurie, muchacho, si alguna vez quieres hacer algo así, convence a una de esas muchachas y yo estaré encantado —dijo el señor Laurence mientras se acomodaba en su sofá para descansar después de la agitación de la mañana.
—Haré lo que pueda por satisfacerle, señor —repuso Laurie con una educación fuera de lo normal, mientras se quitaba con cuidado la flor que Jo le había prendido en el ojal".
"Ahora viene lo más serio… Es muy reciente, y Fred se acaba de marchar. Es un joven tan alegre y dulce que todos le tenernos mucho cariño. Yo siempre le vi como un compañero de viaje y nada más, hasta la serenata de la otra noche.
Entonces, comencé a intuir que los paseos a la luz de la luna, las conversaciones en el balcón y las aventuras diarias eran algo más que un simple entretenimiento para él. Mamá, te prometo que no he coqueteado con él… Recuerdo lo que me advertiste y he procurado seguir tus consejos. Yo no tengo la culpa de gustarle a alguien. No hago nada para que eso se produzca y me duele no sentir nada, aunque Jo opine que no tengo corazón".
"Una vez recostado, Laurie exclamó satisfecho:
—¡Esto es vida!
—Por favor, compórtate con propiedad —dijo Jo colocando a toda
prisa el cojín, aunque ya era demasiado tarde y no quedaba sitio. El cojín se deslizó hacia el suelo y desapareció misteriosamente.
—Venga, Jo, no seas arisca. Después de matarse a estudiar toda la semana, un hombre necesita y merece que le mimen.
—Que te mime Beth, yo estoy ocupada.
—No, no quiero molestarla. Pero a ti te gustan estas cosas, salvo que hayas cambiado de opinión, claro está. ¿Es así? ¿Acaso ahora odias a tu chico y prefieres darle con un cojín?".
"—Teddy, si has de dar salida a tus sentimientos, escoge a una joven «hermosa y modesta» a la que puedas respetar y no pierdas el tiempo con niñas tontas.
—¿Hablas en serio? —preguntó
Laurie mirándola con una mezcla de ansiedad y alegría".
"—No lo dudo, pero ¿es ésta la única razón para este repentino capricho?
—No, madre.
—¿Me puedes explicar tus otras razones?
Jo levantó la vista, luego la bajó y, sonrojándose, susurró:
—Tal vez esté equivocada y sea una simple cuestión de vanidad, pero temo que Laurie esté tomándome demasiado cariño.
—Entonces, ¿tú no le quieres del mismo modo en el que es evidente que él empieza a interesarse por ti? —La señora March parecía nerviosa mientras formulaba la pregunta.
—¡No, por Dios! Le quiero como le he querido siempre y me siento muy orgullosa de él, pero pensar en nada más está fuera de lugar.
—Me alegra oírte decir eso, Jo.
—¿Por qué?
—Porque no creo que estéis hechos el uno para el otro, querida. Como amigos, os lleváis muy bien y, aunque discutís con frecuencia, hacéis las paces enseguida, pero creo que si trataseis de ser una pareja no funcionaría. Os parecéis mucho y ambos valoráis demasiado la libertad (por no hablar de vuestra personalidad fuerte y apasionada) para que podáis ser felices juntos. Para que una relación prospere hacen falta una paciencia y templanza infinitas, además de amor".
"—Necesito pedirte un gran favor. Quiero que cuides algo por mí —comentó la noche antes de irse.
—¿Te refieres a tus manuscritos? —preguntó Beth.
—No, me refiero a mi chico. Sé buena con él, ¿de acuerdo?
—Por supuesto, así lo haré. Pero sabes que yo no podré sustituirte. Te echará mucho de menos.
—Estará bien. Recuerda que confío en ti para que le incordies, le mimes y le llames al orden en mi nombre.
—Lo haré lo mejor que pueda — prometió Beth, que se preguntaba por qué la miraba su hermana de un modo tan extraño.
Cuando Laurie fue a despedirse, se acercó al oído de Jo y le susurró:
—No servirá de nada, Jo. Estaré pendiente de ti. Mira bien lo que haces o iré a buscarte y te traeré de nuevo a casa".
"Cuando subía por las escaleras, después de la cena, oí a dos jóvenes conversar mientras se atusaban la barba ante el gran espejo del vestíbulo.
—¿Quién es la nueva? —preguntó uno.
—Una institutriz o algo así.
—¿Y por qué se sienta a la mesa con nosotros?
—Creo que es amiga de la señora.
—No está mal, pero no tiene estilo.
—Ni gota. ¡Venga, vamos!
Al principio, me enfadé, pero enseguida se me pasó, porque una institutriz es tan digna como el que más y, aunque carezca de estilo, por lo menos tengo inteligencia, que es más de lo que se puede decir de unos cursis elegantes que solo sirven para mirarse al espejo y echar humo como chimeneas".
"—¡Supongo que ahora tendrás unas buenas vacaciones!
—Ésa es mi intención.
Algo en el tono firme del muchacho hizo que Jo levantase la mirada enseguida y le descubriese observándola de un modo que no dejaba lugar a dudas: el momento que tanto temía había llegado. Alzó la mano para frenarle e imploró:
—¡Por favor, Teddy, no lo hagas!
—Sí lo haré y tendrás que escucharme. No sirve de nada callar, Jo.
Tenemos que aclarar este asunto y cuanto antes lo hagamos mejor para ambos —apuntó, a un tiempo animado y rojo de vergüenza.
—Está bien; entonces, habla. Te escucho —repuso Jo con una paciencia algo teñida de desesperación.
Laurie era un joven enamorado. Su amor era sincero y quería explicarse, aunque muriese en el intento. Abordó el asunto con la impetuosidad que le caracterizaba, pero con una voz que, de vez en cuando, temblaba, por mucho que se esforzase por comportarse como un hombre y mantener a raya la emoción.
—Te quiero desde que te conozco, Jo. No lo puedo evitar, siempre has sido muy buena conmigo. He intentado mostrarte mis sentimientos, pero no me has dejado. Ahora quiero explicártelo todo y necesito que me des una respuesta, porque no puedo seguir así por más tiempo.
—Quería evitarte esto, pensé que comprenderías… —comenzó Jo, consciente de que iba a resultar más duro de lo que esperaba.
—Sé que es así, pero las muchachas sois tan extrañas que uno nunca sabe a qué atenerse. Decís «no» queriendo decir «sí» y volvéis locos a los hombres por pura diversión —afirmó Laurie, atrincherado en aquel hecho irrefutable.
—No es mi caso. Nunca he pretendido que te intereses por mí en este sentido, y me alejé para evitarlo en la medida de lo posible.
—Lo suponía; es muy propio de ti, pero no ha servido de nada. Solo has conseguido que te quiera más y que me esfuerce más por agradarte. He dejado de ir a los billares y de hacer la clase de cosas que te desagradan, he esperado sin protestar con la esperanza de que correspondías a mi amor, aunque yo valga mucho menos que tú… —Llegado a este punto, la voz se le quebró y Laurie decapitó varios ranúnculos al tiempo que se aclaraba la «maldita garganta».
—¡Eso no es cierto! Tú vales mucho más que yo, y te estoy muy agradecida por todo… Me siento orgullosa de ti y te aprecio mucho. No sé por qué no soy capaz de amarte como esperas. Lo he
intentado, pero no puedo mandar en mis sentimientos y si afirmase sentir algo más estaría mintiendo.
—¿Estás segura, Jo?
Al formular la pregunta Laurie se detuvo en seco, le tomó las manos y la miró de un modo que ella no olvidaría jamás.
—Sí, estoy segura.
Ya estaban en el bosquecillo, a unos pasos de la cerca. Cuando Jo pronunció aquellas últimas palabras a regañadientes, Laurie dejó caer las manos y dio media vuelta, dispuesto a seguir adelante. Pero, por primera vez en su vida, era como si aquella cerca fuese insalvable, y se quedó allí, con la cabeza apoyada en los postes tapizados de musgo, tan callado que Jo sintió miedo".
"—¡Oh, Teddy, lo lamento, lo siento muchísimo! ¡Si sirviese de algo, daría la vida por ti! Quisiera que no fuese tan difícil. No puedo hacer nada. Nadie puede enamorarse a voluntad de otra persona —exclamó Jo, con poco tacto y llena de remordimientos, mientras daba unas tiernas palmadas en el hombro a su amigo y recordaba las muchas veces en las que él la había consolado en el pasado.
—A veces ocurre —musitó él sin apartar la cara de la estaca.
—No creo que eso sea amor de verdad, y prefiero no conocerlo — aseguró Jo con firmeza".
"Guardaron silencio un rato mientras un mirlo cantaba alegre en los sauces de la orilla del río y la hierba se mecía al viento. Al cabo, Jo añadió, muy seria, mientras se sentaba en un peldaño de la cerca:
—Laurie, hay algo que quiero compartir contigo.
Él abrió los ojos de par en par, como si acabase de recibir un tiro en la cabeza, y exclamó con fiera desesperación:
—¡Por favor, Jo, no me lo digas! ¡No podría soportarlo en estos momentos!
—¿A qué te refieres? —preguntó ella, sorprendida por la virulencia de su reacción.
—A que estás enamorada de ese viejo.
—¿Qué viejo? —inquirió Jo pensando que debía de referirse a su abuelo.
—El maldito profesor sobre el que tanto escribías. Si me dices que le amas, cometeré una locura. —Y, por su aspecto, aquélla no era una amenaza vana; tenía los puños cerrados y un destello de cólera en los ojos.
Jo a punto estuvo de soltar una carcajada, pero se contuvo y, visiblemente emocionada, repuso:
—¡Teddy, no digas palabrotas! Ni es un viejo ni es un maldito; es una buena persona, un hombre muy amable, y es mi mejor amigo… después de ti, claro. Por favor, no te dejes llevar por tus sentimientos, quiero ser considerada contigo pero, si insultas al profesor, me lo pondrás muy difícil. Y estoy muy lejos de estar enamorada de él o de cualquier otro.
—Pero acabarás por enamorarte, y entonces ¿qué será de mí?
—Eres un muchacho sensato, de modo que te enamorarás de otra persona y olvidarás todo este asunto.
—No puedo amar a nadie más y nunca podré olvidarte, Jo. ¡Nunca! ¡Nunca! —dijo dando un taconazo para dotar de más fuerza a sus apasionadas palabras".
"—¿Algo más? —preguntó Laurie, al que le costaba escuchar pacientemente aquella retahíla de
profecías.
x |
profecías.
—Nada más, salvo decir que no creo que me case jamás. Estoy muy bien así, valoro mi libertad y no tengo prisa por perderla a cambio de ningún hombre".
"—Algún día te arrepentirás de esto,Jo.
—¿Adónde vas? —exclamó ella asustada por la expresión del muchacho.
—¡Al infierno! —fue su reconfortable respuesta.
A Jo se le encogió el corazón al verle caminar en dirección al río, pero para que un joven termine con su vida de forma violenta hace falta que esté muy loco, sea un gran pecador o se sienta muy desgraciado, y Laurie no era un hombre débil que se dejase abatir por un primer fracaso. No tenía prevista una zambullida trágica en el agua, sino que fue, hecho una furia y guiado por un impulso, hacia su bote, arrojó el sombrero y el abrigo dentro y se puso a remar como un loco, batiendo su propio récord de velocidad, río arriba. Jo dejó escapar un largo suspiro y relajó las manos cuando comprendió que el pobre muchacho había decidido remar para desahogar la pena que sentía en el corazón".
"Jo le siguió para despedirle, sin saber si él miraría hacia atrás. Lo hizo y, al verla, volvió sobre sus pasos, la abrazó, la miró y preguntó con un tono elocuente y dramático:
—¡Jo, querida! ¿No es posible?
—Teddy, querido, ¡ojalá lo fuera!
Eso fue todo. Tras un corto silencio, Laurie se rehízo y añadió:
—Está bien, no te preocupes. —Y se marchó sin decir nada más. Pero no estaba «bien» y Jo sí se preocupó.
Porque desde aquel día en que el joven descansó su cabeza en su hombro minutos después de haber hecho la temible pregunta, ella se sentía como si hubiese apuñalado a un amigo y, cuando él se marchó, sin volver la vista atrás, supo que el Laurie que ella conocía no volvería jamás".
"—Y yo creí que tú estabas enamorada de él, Beth, y me alejé porque no podía… —exclamó Jo, contenta de poder decir la verdad.
Beth la miró tan perpleja que, a pesar del dolor, Jo no pudo evitar sonreír y añadir con dulzura:
—Entonces, ¿no estabas enamorada de él, querida? Yo imaginaba que sí y te suponía sufriendo por amor todo este tiempo.
—¡Oh, Jo! ¿Cómo iba a quererle si él estaba tan loco por ti? —preguntó Beth, con la inocencia de una niña".
"La gente sencilla y sincera rara vez habla de su devoción. En lugar de expresarla con palabras, la muestra con sus actos, que influyen en los demás más que una homilía o un sermón".
"—¿Hablarás con todos cuando volvamos a casa?
—Creo que se darán cuenta sin necesidad de que diga nada —respondió Jo con un suspiro, porque Beth parecía empeorar de día en día.
—Tal vez no, he oído que los seres que más nos aman suelen ser ciegos ante esta clase de cosas".
"—Mamá dice que Beth no se encuentra nada bien. A menudo pienso que debería volver, pero todos me alientan a quedarme; les hago caso porque soy consciente de que nunca volveré a tener una oportunidad como ésta —comentó Amy mirando muy seria una de las hojas de la carta.
—Creo que estás en lo cierto. En casa no podrías hacer nada y todos se sienten mejor sabiendo que estás bien, eres feliz y te diviertes, querida.
Al decir esto, se acercó un poco y volvió a parecer el Laurie de siempre.
Amy sintió que el miedo que a veces pesaba sobre su corazón disminuía porque la mirada del joven, sus gestos y aquel «querida» la hicieron sentir que, de ocurrir algo malo, no estaría sola en un país extraño".
"—Laurie, ¿cuándo vas a ir a ver a tu abuelo? —preguntó Amy poco después, cuando se sentó en un banco rústico.
—Muy pronto.
—Te he oído decir eso docenas de veces en las últimas tres semanas.
—No me sorprende. Las respuestas cortas evitan muchos problemas".
"—¿Qué diría Jo si te viese ahora? —preguntó Amy con impaciencia, esperando que la mención de su enérgica hermana lo hiciese reaccionar.
—Diría lo de siempre: «Déjame, Teddy, estoy ocupada». —Laurie se echó a reír, pero su risa no sonó natural y una sombra nubló su rostro por unos instantes, porque pronunciar aquel nombre tan querido había reabierto una herida que aún estaba por curar".
"Dame algo de tu naturaleza desinteresada, que, unida a tu divina caridad, te lleva a perdonar las afrentas en nombre del amor. Corazón bondadoso, ¡apiádate de mí!".
"—Entonces, no he desperdiciado mi vida. No soy tan buena como tú me pintas, pero he intentado hacer el bien y ahora, cuando ya es tarde para todo, me alegra saber que alguien me quiere tanto y siente que le he sido de ayuda en algo.
—Somos muchos los que lo sentimos, Beth".
"—¡Amy tiene razón! Tener talento no es lo mismo que ser un genio, y la genialidad no se puede alcanzar".
"Laurie temía que la tarea de olvidar a Jo consumiera sus fuerzas durante años pero, para gran sorpresa suya, descubrió que cada día le resultaba más sencillo.
Al principio, no daba crédito y hasta se enfadó consigo mismo porque no podía entender que así fuera, pero el corazón humano es curioso y contradictorio, y el tiempo y la naturaleza influyen en él aun en contra de nuestra voluntad".
"—¿Por qué no vuelves a escribir?
Eso te hacía feliz —le comentó su madre al verla un tanto abatida.
—No tengo ánimo para escribir y, aunque lo tuviera, mis obras no interesan a nadie.
—A nosotros sí. Escribe algo para nosotros y olvídate del resto del mundo".
"—Ya no soy la cabeza loca de antes, mamá, puedes confiar en mí. ¡Soy formal y sensata, la confidente ideal para cualquiera!
—Es verdad, querida, y tendría que habértelo contado todo, pero temí que te apenase saber que Teddy se había enamorado de otra mujer.
—Por favor, mamá… ¿De verdad creíste que podía ser tan tonta y egoísta después de haberle rechazado en el mejor momento?
—Sé que cuando le rechazaste fuiste sincera, Jo, pero en los últimos tiempos había llegado a sospechar que, si volvía y pedía nuevamente tu mano, tu respuesta sería distinta. Perdóname, querida, no puedo evitar ver que te sientes sola y el anhelo de afecto que percibo en tus ojos me duele. Por eso imaginé que nuestro muchacho podría llenar ese vacío si lo intentaba de nuevo.
—No, madre, es mejor así. Me alegro mucho de que Amy se haya enamorado de él, pero tienes razón en una cosa: me siento sola y tal vez si Teddy hubiese insistido le habría aceptado, no porque le ame, sino porque ahora valoro más el ser amada que cuando él se marchó".
"Jo se debió de quedar dormida (como imagino que le habrá ocurrido al lector tras este pequeño sermón), ya que de pronto se encontró de frente con el fantasma de Laurie. Era un fantasma de carne y hueso, y estaba inclinado sobre ella, mirándola con aquella cara que solía poner cuando sentía algo y no quería que se le notase. Ella se quedó mirándole fijamente, perpleja y sin decir una sola palabra, hasta que él se encorvó y le dio un beso. Entonces, supo que era él, se levantó de golpe y exclamó con gran alegría:
—¡Teddy! ¡Mi Teddy!".
"—Jo, querida, quiero decirte algo y, después, olvidaremos el asunto para siempre. Como te comenté en la carta en la que refería lo amable que era Amy conmigo, nunca dejaré de amarte, pero mi amor ha cambiado y he comprendido que es mejor así. Amy y tú habéis intercambiado los puestos que ocupabais en mi corazón, eso es todo.
Creo que era mi destino y hubiese llegado a él de cualquier modo, aunque fuese dejando pasar el tiempo como tú pretendías. Pero, como la paciencia no es mi fuerte, se me rompió el corazón".
"La sala estaba en silencio, y a Amy se le quebró la voz al pronunciar la última frase de la canción favorita de Beth, que decía: «No existe dolor terreno que el cielo no pueda curar»".
"—Tienes razón, pero hay otra clase de personas que no piden ayuda y sufren en silencio. Sé de qué hablo porque lo he vivido, antes de que me convirtieses en una princesa".
"—¿Qué es la mente?
—Es lo que hace que tu cuerpo se mueva, del mismo modo que la cuerda del reloj lo mantiene en marcha, tal y como te mostré.
—Ábreme, quiero ver cómo funciono.
—Yo no puedo hacer eso, del mismo modo que tú no podías abrir solo mi reloj. Dios se encarga de darte cuerda y seguirás funcionando hasta que Él te pare".
"—¿Qué has hecho hoy, bübchen? —preguntó el señor Bhaer, ayudando al gimnasta a ponerse en pie.
—Hemos ido a visitar a la pequeña Mary.
—Y una vez allí, ¿qué hiciste?
—La besé —reconoció Demi con su natural franqueza.
—¡Caramba! Eso sí que es empezar pronto".
"—Querida, ¿por qué llora?
De no haber sido Jo nueva en estas lides, habría respondido que no estaba llorando, que le había entrado algo en el ojo o cualquier otra de las excusas típicamente femeninas para estos casos.
Pero la pobre, dando pocas muestras de dignidad, dejó escapar un sonoro sollozo y contestó:
—Porque se va lejos".
"—Ya veremos. Jo, ¿tendrás paciencia para esperar un tiempo? Debo marcharme y cumplir con este trabajo.
Primero he de ayudar a mis sobrinos, porque no puedo faltar a la palabra que le di a Minna, ni siquiera por ti. ¿Podrás perdonarme y esperar?
—Sí, porque el amor que nos tenemos hará más fácil la espera".
"—¡Ah, querida, me das tanta esperanza y valor y, a cambio, yo no te puedo entregar más que mi corazón y estas manos vacías! —exclamó el profesor, abrumado".
Louisa M. Alcott