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"PERLIMPLÍN. ¿Sí?
MARCOLFA. Sí.
PERLIMPLÍN. Pero ¿por qué sí?
MARCOLFA. Pues porque sí.
PERLIMPLÍN. ¿Y si yo te dijera que no?
MARCOLFA. (Agria). ¿Qué no?
PERLIMPLÍN. No.
MARCOLFA. Dígame, señor mío, las causas de ese no.
PERLIMPLÍN. (Pausa). Dime tú, doméstica perseverante, las causas de ese sí".
"MARCOLFA. Con cincuenta años ya no se es un niño.
PERLIMPLÍN. Claro.
MARCOLFA. Yo me puedo morir de un momento a otro.
PERLIMPLÍN. ¡Caramba!
MARCOLFA. (Llorando). ¿Y qué será de usted sólo en este mundo?
PERLIMPLÍN. ¿Qué sería?
MARCOLFA. Por eso tiene que casarse.
PERLIMPLÍN. (Distraído). ¿Sí?
MARCOLFA. (Enérgica). Sí.
PERLIMPLÍN. (Angustiado). Pero Marcolfa… ¿por qué sí? Cuando yo era niño una mujer estranguló a su esposo. Era zapatero. No se me olvida. Siempre he pensado no casarme. Yo con mis libros tengo bastante. ¿De qué me va a servir?".
"UNA VOZ. (Dentro, cantando).
Amor, amor.
Entre mis muslos cerrados
nada como un pez el sol.
Agua tibia entre los juncos,
amor.
¡Gallo, que se va la noche!
¡Que no se vaya, no!
MARCOLFA. Verá mi señor la razón que tengo.
PERLIMPLÍN. (Rascándose la cabeza). Canta bien.
MARCOLFA. Ésa es la mujer de mi señor. La blanca Belisa.
PERLIMPLÍN. Belisa… Pero no sería mejor…
MARCOLFA. No… venga ahora mismo. (Le coge de la mano y se acercan al balcón). Diga usted Belisa…
PERLIMPLÍN. Belisa…
MARCOLFA. Más alto.
PERLIMPLÍN. ¡Belisa!…
(El balcón de la casa de en frente se abre y aparece Belisa resplandeciente de hermosura. Está medio desnuda).
BELISA. ¿Quién me llama?
MARCOLFA. (Escondiéndose detrás de la cortina del balcón). Conteste.
PERLIMPLÍN. (Temblando). La llamaba yo.
BELISA. ¿Sí?
PERLIMPLÍN. Sí.
BELISA. Pero ¿por qué sí?
PERLIMPLÍN. Pues porque sí.
BELISA. ¿Y si yo le dijese que no?
PERLIMPLÍN. Lo sentiría… porque… hemos decidido que me quiero casar.
BELISA. (Ríe). ¿Con quién?
PERLIMPLÍN. Con usted…
BELISA. (Seria). Pero…".
"MARCOLFA. ¡Hermosa doncella!
PERLIMPLÍN. ¡Como de azúcar!… blanca por dentro. ¿Será capaz de estrangularme?
MARCOLFA. La mujer es débil si se la asusta a tiempo".
"PERLIMPLÍN. Yo quería decirte una cosa.
BELISA. ¿Y es?
PERLIMPLÍN. He tardado en decidirme… Pero…
BELISA. Di.
PERLIMPLÍN. Belisa… ¡yo te amo!
BELISA. ¡Oh, caballerito!… es ésa tu obligación.
PERLIMPLÍN. ¿Sí?
BELISA. Sí.
PERLIMPLÍN. Pero ¿por qué sí?
BELISA. (Mimosa). Pues porque sí.
PERLIMPLÍN. No.
BELISA. ¡Perlimplín…!
PERLIMPLÍN. No, Belisa. Antes de casarme contigo yo no te quería.
BELISA. (Guasona). ¿Qué dices?
PERLIMPLÍN. Me casé… ¡por lo que fuera!, pero no te quería. Yo no había podido imaginarme tu cuerpo hasta que lo vi por el ojo de la cerradura cuando te vestían de novia. Y entonces fue cuando sentí el amor, ¡entonces!, como un hondo corte de lanceta en mi garganta".
"PERLIMPLÍN.
Amor, amor
que estoy herido.
Herido de amor huido,
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Cógeme la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡herido!
¡Muerto de amor!".
"PERLIMPLÍN. (Intrigado). ¿Dices?
BELISA. Las cartas de los otros hombres que yo he recibido… y que no he contestado porque tenía a mi maridito, me hablaban de países ideales, de sueños y de corazones heridos… pero estas cartas de él… mira…
PERLIMPLÍN. Habla sin miedo.
BELISA. Hablan de mí… de mi cuerpo…
PERLIMPLÍN. (Acariciándole los cabellos). ¡De tu cuerpo!
BELISA. «¿Para qué quiero tu alma? —me dice—. El alma es el patrimonio de los débiles, de los héroes tullidos y las gentes enfermizas. Las almas hermosas están en los bordes de la muerte, reclinadas sobre cabelleras blanquísimas y manos macilentas. Belisa. ¡No es tu alma lo que yo deseo!, ¡sino tu blanco y mórbido cuerpo estremecido!»".
"MARCOLFA. (Llorando). ¡Me da miedo de oírlo!… Pero ¡cómo es posible! Don
Perlimplín, ¿cómo es posible? ¡Que usted mismo fomente en su mujer el peor de los pecados!
PERLIMPLÍN. ¡Porque don Perlimplín no tiene honor y quiere divertirse! ¡Ya ves! Esta noche vendrá el nuevo y desconocido amante de mi señora Belisa. ¿Qué he de hacer sino cantar?
(Cantando).
¡Don Perlimplín no tiene honor!
¡No tiene honor!".
"PERLIMPLÍN. Ése es mi triunfo.
BELISA. ¿Qué triunfo?
PERLIMPLÍN. El triunfo de mi imaginación.
BELISA. Es verdad que me ayudaste a quererlo.
PERLIMPLÍN. Como ahora te ayudaré a llorarlo.
BELISA. (Extrañada). Perlimplín, ¿qué dices?…".
"PERLIMPLÍN. (Abrazándola). Belisa, ¿le quieres?
BELISA. (Con fuerza). ¡Sí!
PERLIMPLÍN. Pues en vista de que le amas tanto yo no quiero que te abandone. Y para que sea tuyo completamente se me ha ocurrido que lo mejor es clavarle este puñal en su corazón galante. ¿Te gusta?
BELISA. ¡Por Dios, Perlimplín!
PERLIMPLÍN. Ya muerto, lo podrás acariciar siempre en tu cama tan lindo y peripuesto sin que tengas el temor de que deje de amarte. Él te querrá con el amor infinito de los difuntos y yo quedaré libre de esta oscura pesadilla de tu cuerpo grandioso. (Abrazándola). Tu cuerpo… que nunca podría descifrar… (Mirando al jardín). Míralo por dónde viene… Pero suelta, Belisa… ¡suelta! (Sale corriendo)".
Federico García Lorca
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