lunes, 13 de febrero de 2023

Citas: El mundo según Bob - James Bowen

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 "Siempre ocurría lo mismocuando Bob venía conmigo. A veces lo llevaba atado con una correa de cuero, pero lo más frecuente es que fuera encaramado a mis hombros mientras contemplaba el mundo con curiosidad, como un vigía desde el puesto de observación en la proa de un barco".

"Parecía un gato callejero, así que supuse que volvería a las calles. Pero él se negó a apartarse de mi lado. Todos los días
lo llevaba fuera y trataba de que siguiera su camino, y todos los días me seguía calle abajo o se colaba en el vestíbulo por la tarde, invitándose a pasar la noche conmigo.
Dicen que los gatos te eligen, y no al contrario. Yo comprendí que él me había elegido cuando, un día, me siguió hasta la parada del autobús de Tottenham High Road, a casi un kilómetro y medio. Estábamos lejos de casa cuando le hice gestos con las manos para que se fuera y esperé hasta que desapareció entre la bulliciosa muchedumbre, imaginando que esa sería la última vez que lo veía. Sin embargo, cuando el autobús se acercó, él surgió de alguna parte, y vi una ráfaga naranja subir a bordo y acomodarse en el asiento de mi lado. Y eso fue todo.
Desde entonces nos habíamos hecho inseparables, una pareja de almas perdidas ganándose la vida en las calles de Londres.
En realidad, sospecho que éramos almas gemelas, cada una ayudando a la otra a curar las heridas de nuestros turbulentos pasados".

"Durante más de una década había sido drogadicto, durmiendo en portales y refugios para los sin techo o en precarios alojamientos por todo Londres. Durante gran parte de esos años perdidos no fui consciente del mundo, inmerso como estaba en la heroína, anestesiado de la soledad y el dolor de cada día".

"El pasado de Bob continúa siendo todo un misterio para mí. No sé qué edad tiene ni conozco nada de la vida que llevó antes de que le encontrara. A menos que le haga una prueba de ADN, nunca sabré de dónde proviene o quiénes fueron sus padres. Y para ser sinceros, no me importa. Bob es Bob y eso es todo lo que necesito saber".

"Una noche estaba jugando con Belle cuando Bob apareció. Le había dado su cena un par de horas antes, pero debió pensar que necesitaba alguna golosina. Empezó a desplegar todo su catálogo de gracias para captar la atención, haciendo una selección de ruidos, enroscándose alrededor de mis pies y frotándose entre mis piernas. Pero estábamos tan absortos en tratar de alcanzar el siguiente nivel del juego, que no le hicimos ningún caso.
Durante un momento se escabulló, rodeando la zona donde la televisión y la consola estaban enchufadas. Después de un instante, se acercó al panel de control de la consola y presionó su cabeza contra el enorme botón sensible al tacto que había en el centro.
—Bob, ¿qué estás haciendo? —pregunté ingenuamente, aún demasiado absorto en el juego para entender lo que tramaba.
Instantes después, la pantalla se oscureció y la consola empezó a apagarse. Había ejercido la suficiente presión sobre el botón como para desconectarla. Nos encontrábamos en mitad de un nivel muy complicado del juego, por lo que deberíamos habernos puesto furiosos con él. Pero ambos nos quedamos sentados con la misma expresión de incredulidad en nuestras caras.
—¿Acaba de hacer lo que creo? —me preguntó Belle.
—Bueno, yo también lo he visto, así que debe haberlo hecho. Pero casi no puedo creerlo.
Bob seguía ahí, con mirada triunfante. Su expresión lo decía todo: «Y ahora, ¿cómo pensáis ignorarme?»".

"¿Realmente me había reducido a eso?
¿De verdad me había hecho esas cosas a mí mismo? Esa parte de mí no podía imaginar cómo demonios había sido capaz de clavar una aguja en mi carne, a veces hasta cuatro veces al día. Parecía irreal, excepto que sabía que era muy real. Aún conservaba las cicatrices, literalmente. Solo tenía que mirar mis brazos y piernas para verlas.
Las cicatrices me recordaban lo frágil que aún seguía siendo mi situación".

"—Hola, amiguito —dijo el hombre—. Me alegra volver a verte.
De pronto todo cobró sentido. Recordé ese libro infantil Sixto Seis Cenas de Inga Moore, sobre un gato que va ganándose el afecto de todo el mundo de la calle, consiguiendo una cena en cada una de las casas cada noche. Bob había repetido la misma hazaña. Se había convertido en Bob Seis Cenas.
En cierto sentido era una señal de lo cómodo y contento que se sentía, allí instalado. Pero también de que se estaba acostumbrando a vivir sin mí como centro de su mundo. Esa noche acostado en la cama, tratando de pensar en todo y nada excepto el dolor de mi pierna, empecé a preguntarme algo que no me había planteado en todo el tiempo que llevábamos juntos. ¿Estaría mejor sin mí?
Era una pregunta lógica. ¿Quién iba a querer estar con un tullido, exdrogadicto, sin dinero y sin perspectivas de trabajo? ¿Quién querría estar siempre en la calle bajo toda clase de condiciones atmosféricas siendo empujado y atropellado por los transeúntes? Especialmente cuando había almas más amistosas y menos complicadas alrededor, dispuestas a darte una cena gratis cada noche.
Siempre creí que podría proporcionarle una vida tan buena como todo el mundo, si no mejor. Éramos almas gemelas, dos piezas del mismo bloque, me decía. Por primera vez desde que estábamos juntos, ya no estaba tan seguro de eso".

"La vida no era perfecta, ni mucho menos. Pero era un millón de veces mejor de lo que había sido cuando empecé mi adicción. Por aquel entonces no podía ver más allá del siguiente chute. Ahora sentía que podía distinguir un buen trecho delante de mí. Y sabía que podría caminar por él.
Desde aquel día, cada vez que me siento flaquear me digo a mí mismo: «Espera un momento, ya no estás viviendo a la intemperie, no estás solo, no hay desesperanza. No la necesitas»".

"—Esto no va bien, Bob. Tenemos que buscarte un abrigo en condiciones — declaré. Entré en un pequeño colmado, sacudiéndome los pies en el felpudo de la puerta.
Al principio la dueña, una mujer india, nos miró a los dos asombrada, lo que no era nada excepcional. Debíamos de tener una pinta rarísima. Pero su prevención inicial pronto se derritió.
—Son muy valientes saliendo con este tiempo —sonrió.
—Yo no diría valientes —contesté—. Creo que locos sería más exacto".

"Después del artículo del Islington Tribune, volvió a contactar conmigo para confirmar si me parecía bien reunirme con el escritor.
Si él pensaba que había un posible libro en Bob y en mí, pasaría algún tiempo conmigo, intentando conocerme para que le contara mi historia y, luego, me ayudaría a darle forma y escribirla. Después ella intentaría venderla a un editor. Una vez más, parecía demasiado increíble para expresarlo con palabras.
Durante un tiempo no volví a saber nada, pero entonces, hacia finales de noviembre, recibí la llamada del escritor. Su nombre era Garry.
Accedí a quedar con él y me llevó a tomar un café en el Centro de Diseño del otro lado de la calle, justo enfrente de mi puesto. Bob venía con nosotros, por lo que tuvimos que sentarnos fuera, en el cortante frío. Bob sabía juzgar a las personas mejor que yo, así que en un momento dado me fui al aseo y les dejé solos durante un par de minutos. Parecieron encajar perfectamente, lo que interpreté como un buen augurio.
Saltaba a la vi vista que intentaba decidir si mi historia era adecuada para un libro, mostrando una actitud tan abierta como no creí posible.
 En lo que a mí concernía, no me apetecía demasiado tener que bucear en la parte oscura de mi vida. Pero mientras hablábamos, dijo algo que me impactó. Según él Bob y yo éramos, los dos, almas rotas. Nos habíamos encontrado cuando ambos estábamos tocando fondo, ayudándonos a enmendar la vida del otro.
—Esa es la historia que debería contar —me dijo".

"—Y dime, ¿va a ser un libro en condiciones? —me preguntó, el escepticismo que había mostrado cuando se lo dije resurgiendo una vez más.
—¿A qué te refieres?
—Pues a si va a ser un libro de fotos o uno infantil. ¿De qué va a tratar exactamente? —inquirió.
Supongo que era una pregunta lógica.
Le expliqué que era la historia de cómo había conocido a Bob, y cómo nos habíamos ayudado el uno al otro. Me miró un tanto perplejo.
—¿Y estaremos tu madre y yo en él? —preguntó.
—Tal vez salgáis mencionados —repuse.
—Entonces más vale que hable con mis abogados —bromeó.
—No te preocupes. La única persona que no sale bien parada soy yo.
Eso le hizo cambiar de tono ligeramente.
—¿Y va a ser una ocupación a largo plazo? —continuó—. Me refiero a lo de dedicarte a escribir libros.
—No —contesté, sincero—. No voy a convertirme en el próximo J. K. Rowling, papá".

"—Por razones obvias, el otro día no tuvimos oportunidad de hablar cuando estuvisteis en la comisaría —comentó Gillian—. ¿Cómo os conocisteis los dos?
Sonrió e incluso en un par de ocasiones soltó varias carcajadas cuando le resumí el principio de nuestra relación.
—Parecéis almas gemelas —declaró".

"Desde el primer día que empecé a tocar, me quedó claro que atraíamos a muchas más personas que antes. Había momentos en que se formaban pequeños semicírculos de turistas, transeúntes o gente que iba de compras rodeándonos, algunos haciendo fotos con sus cámaras o agachándose para acariciar a Bob. Me sorprendió descubrir a un montón de personas que hablaban idiomas que ni siquiera reconocía, mientras sonreían, señalando y diciendo: «Aaah, Bob».
Bob parecía disfrutarlo. Una de las canciones más solicitadas de mi repertorio era «Wonderwall» de Oasis. Era una canción muy fácil de interpretar. Simplemente había que poner una cejilla en el segundo traste de la guitarra y empezar a rasguear. La había tocado cientos de veces, pero ahora, cada vez que repetía los familiares acordes, la letra parecía llegarme más hondo que nunca, en especial la frase del estribillo que decía: «Quizás tú vas a ser quien me salve». Mientras bajaba la vista hacia Bob, comprendí que se podía haber escrito pensando en él. Aunque en nuestro caso no había ningún quizás. Él me había salvado".

"De vuelta en el apartamento esa tarde, la inspectora de la Sociedad Protectora me llamó al móvil y me dijo que no había absolutamente nada de lo que preocuparme.
—Bob es una criatura especial y estás haciendo un gran trabajo —declaró—. Mi consejo es que ignores a aquellos que te digan lo contrario.
Fue el consejo más sabio que me habían dado en mucho tiempo. Y, cosa inusual en mí, decidí hacerle caso".

"Belle, Mary, Garry y un puñado de gente de la editorial estaban allí para desearme suerte. También había una pila de libros que tenía que firmar para la librería. A alguien se le había ocurrido la brillante idea de hacer un sello con la forma de la huella de un gato para que Bob también pudiera «firmar» los ejemplares. Me puse a la tarea, firmando los primeros libros. Belle añadía el toque final estampando el sello con la huella. Había al menos dos docenas de libros en la pila. ¿Estaban seguros de que venderían tantos?
El personal de la librería parecía convencido. En un momento dado una de las dependientas apareció radiante.
—Ya ocupa toda la manzana —declaró sonriente.
—¿El qué? —pregunté estúpidamente.
—La cola. Se está extendiendo hasta la vuelta de la esquina. Probablemente haya cien personas y cada vez están llegando más.
Me quedé sin habla. No creía que fuera posible sentirse aún más ansioso, pero de alguna forma me ocurrió. Había cerca de mí una ventana. Por un segundo pensé en saltar por ella y bajar por el canalón hasta la calle en una huida precipitada.
Cuando las agujas del reloj se acercaron a las seis, Bob trepó a mi hombro y nos dirigimos a la planta baja de la librería. En el descansillo del primer tramo de escaleras, me agaché para echar un vistazo a la tienda. El corazón se me subió a la garganta. Estaba abarrotada de gente.
Habían dispuesto una mesa con varias pilas de libros para Bob y para mí. La cola de personas se extendía a lo largo de las estanterías hasta las puertas y más allá, perdiéndose en la oscuridad de la tarde de marzo. Tenían razón. Debía de haber un centenar de personas o más. Al otro lado de la tienda, en una cola separada, había gente comprando el libro. Incluso vi a un grupo de fotógrafos y cámaras de televisión.
Parecía algo surrealista, una experiencia extra corporal. Hasta ahora habíamos estado ocultos a la vista, pero cuando emprendimos el tramo final de escaleras, las
cámaras empezaron a enfocar y los fotógrafos a gritarnos.
—Bob, Bob, aquí, Bob.
Incluso hubo una salva de aplausos y unos cuantos vítores.
Mis años en la calle con Bob me habían enseñado a esperar lo inesperado.
Habíamos aprendido a adaptarnos, a lidiar con los golpes, a veces literalmente. Esta vez, sin embargo, tenía la impresión de entrar en un territorio completamente inexplorado.
Pero algo estaba claro. Habíamos llegado demasiado lejos para dejar pasar esta oportunidad. Si la cogíamos, tal vez, solo tal vez, nuestro tiempo en las calles podría estar llegando a su fin. Y, quizá, un nuevo capítulo se abriría ante nosotros.
—Vamos, Bob —susurré, acariciando la parte de atrás de su cuello antes de inspirar profundamente una última vez—. Ya no hay vuelta atrás".

"Durante una de mis apariciones en televisión en la BBC, un presentador me hizo una pregunta que, así de primeras, me descolocó:
«¿Qué piensa hacer cuando Bob ya no esté a su lado?».
Por un momento me conmoví ante la sola idea de perderlo, pero una vez que conseguí rehacerme, le contesté lo más sinceramente que pude. Dije que sabía que los animales no vivían tanto como los humanos, pero que disfrutaría de cada pequeño instante del día que compartiera con él. Y cuando llegara el momento de que me dejara, él seguiría viviendo en los libros que me había inspirado.
Tal vez fueran las palabras más sinceras que haya pronunciado nunca.
El mundo tal y como era antes de conocer a Bob parecía áspero, sin corazón y, desde luego, un lugar sin esperanza. Sin embargo, el mundo que he aprendido a contemplar a través de sus ojos es muy diferente. Hubo un tiempo en que no era capaz de distinguir un día del siguiente. Ahora, disfruto de cada día. Me siento más feliz, sano y colmado de lo que he estado nunca. Por ahora al menos he escapado de la vida en las calles. Y puedo ver claramente el camino delante de mí.
No tengo ni idea de a dónde nos llevará nuestra aventura de ahora en adelante.
Pero sé que mientras siga conmigo, Bob estará en el centro de todas las cosas buenas que me sucedan. Es mi compañero, mi mejor amigo, mi maestro y mi alma gemela. Y seguirá siendo todas esas cosas. Siempre"











James Bowen

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