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"¿Qué era eso que sonaba por los altavoces? Una vieja canción de Elvis, de los años cincuenta: Don't be cruel. Joanna tuvo que contener una carcajada. ¿No seas cruel? ¿Y por qué no? El mundo era cruel. Joanna estaba a punto de hacer algo realmente cruel".
"«Esa ansiedad ayudará a Dex en su carrera artística —pensó Joanna—. Angustia.
Un actor necesita angustia en su vida para poder sacarla mientras actúa, ¿no?»".
Un actor necesita angustia en su vida para poder sacarla mientras actúa, ¿no?»".
"Joanna se subió la sábana de satén hasta la barbilla para protegerse.
—¿Qué haces aquí, Dex? —se dijo que aquello era el final. Aquellas visitas de madrugada tenían que terminarse.
—Hace una noche muy bonita —dijo él, sin dejar de mirarla y secándose las manos en los pantalones. Subir por el árbol hasta el segundo piso de la casa de Joanna no era empresa fácil.
—¿Y bien?
—Pues que vengas. —Su famosa sonrisa destelló. Incluso en la semioscuridad era una sonrisa fabulosa, triunfal—. Coge el coche, iremos a dar una vuelta.
—¿Qué? ¿Estás loco?
—Sí —rió Dex. Empezó a caminar hacia ella".
—¿Qué haces aquí, Dex? —se dijo que aquello era el final. Aquellas visitas de madrugada tenían que terminarse.
—Hace una noche muy bonita —dijo él, sin dejar de mirarla y secándose las manos en los pantalones. Subir por el árbol hasta el segundo piso de la casa de Joanna no era empresa fácil.
—¿Y bien?
—Pues que vengas. —Su famosa sonrisa destelló. Incluso en la semioscuridad era una sonrisa fabulosa, triunfal—. Coge el coche, iremos a dar una vuelta.
—¿Qué? ¿Estás loco?
—Sí —rió Dex. Empezó a caminar hacia ella".
"—Pon la radio —dijo Pete al tiempo que se recostaba en el asiento—. La Z190.
Ahora dan La hora de los maníacos del heavy metal.
—Para nada, tío —dijo Dex, abriendo la ventanilla para que entrara el aire frío—. Escucharemos esto: el silencio. Escucha. ¿No es hermoso?".
Ahora dan La hora de los maníacos del heavy metal.
—Para nada, tío —dijo Dex, abriendo la ventanilla para que entrara el aire frío—. Escucharemos esto: el silencio. Escucha. ¿No es hermoso?".
"El cielo se tiñó de negro, la tierra empezó a girar.
—¿Dex?
Joanna cerró los ojos y pensó que cuando los abriera de nuevo, Dex estaría ante ella, apoyado en un solo pie y saltando junto al borde del precipicio.
Sin embargo, cuando los abrió, todo era oscuridad.
—¿Dex?
Fue como si el corazón le hubiera dejado de latir y no sabía seguro si podía respirar. Se acercó al borde del acantilado pero estaba demasiado aturdida.
—¿Dex?".
—¿Dex?
Joanna cerró los ojos y pensó que cuando los abriera de nuevo, Dex estaría ante ella, apoyado en un solo pie y saltando junto al borde del precipicio.
Sin embargo, cuando los abrió, todo era oscuridad.
—¿Dex?
Fue como si el corazón le hubiera dejado de latir y no sabía seguro si podía respirar. Se acercó al borde del acantilado pero estaba demasiado aturdida.
—¿Dex?".
"No vio el camión hasta que fue demasiado tarde.
Primero percibió los destellos y se preguntó por qué, de repente, estaba envuelta en luz; ésta se hizo cada vez más intensa: eran los faros de un camión.
El vehículo dio un bandazo, pero la carretera era demasiado estrecha y no pudo evitarla.
Cuando Joanna comprendió que iba a chocar de frente, era demasiado tarde para reaccionar.
Las luces se intensificaron y la rodearon por completo. Todo resplandecía.
Entonces la sirena quedó ahogada por un ruido de cristales rotos y metal aplastado. Y las luces dieron paso a la oscuridad".
Primero percibió los destellos y se preguntó por qué, de repente, estaba envuelta en luz; ésta se hizo cada vez más intensa: eran los faros de un camión.
El vehículo dio un bandazo, pero la carretera era demasiado estrecha y no pudo evitarla.
Cuando Joanna comprendió que iba a chocar de frente, era demasiado tarde para reaccionar.
Las luces se intensificaron y la rodearon por completo. Todo resplandecía.
Entonces la sirena quedó ahogada por un ruido de cristales rotos y metal aplastado. Y las luces dieron paso a la oscuridad".
"La negrura se aclaró y todo se volvió de un gris borroso, como sombras en una niebla oscura, como grandes nubes densas. Luego, nada.
Joanna abrió los ojos. La habitación era una mancha confusa, un borrón indistinto, cálido y silencioso, totalmente silencioso.
«El silencio es ensordecedor», pensó".
—¡Para, Dex! ¡Por favor!
Pasó corriendo junto a ella, y girando en el aire y con las piernas abiertas, se volvió hacia ella con una mirada de acusación en los ojos al tiempo que saltaba al vacío.
Entonces fue Joanna la que intentó gritar. Cerró los ojos con fuerza, echó la cabeza hacia atrás y chilló y chilló, pero de su garganta no salió ningún sonido".
Joanna abrió los ojos. La habitación era una mancha confusa, un borrón indistinto, cálido y silencioso, totalmente silencioso.
«El silencio es ensordecedor», pensó".
—¡Para, Dex! ¡Por favor!
Pasó corriendo junto a ella, y girando en el aire y con las piernas abiertas, se volvió hacia ella con una mirada de acusación en los ojos al tiempo que saltaba al vacío.
Entonces fue Joanna la que intentó gritar. Cerró los ojos con fuerza, echó la cabeza hacia atrás y chilló y chilló, pero de su garganta no salió ningún sonido".
"Apoyado en el poste de una parada de autobús, iluminado por un círculo de luz amarilla procedente de una calle que se abría a sus espaldas, vio a un chico que la miraba fijamente.
—¿Dex?
Él no se movió.
Joanna se quedó paralizada al reconocer su anorak rojo. Se lo había visto puesto tantas veces…
—¿Dex?
El semáforo estaba en su contra. Por Trafalgar circulaba una corriente incesante de coches llenos de ciudadanos que volvían a casa después del trabajo.
Él la miraba inmutable y Joanna le devolvió la mirada.
«No puede ser. Es imposible. Tú estás muerto, Dex.»
Sabía que los ojos le estaban gastando una mala pasada. Tenía que tratarse de otro chico, moreno, de ojos negros y con un anorak rojo; otro chico que se apoyaba en los postes exactamente igual que Dex, que era clavado a él.
Joanna oyó de nuevo su voz, la voz en el teléfono el sábado por la noche: «Hola, soy yo. ¿Cómo estás?»
Aquella voz tan lejana…
El semáforo cambió y él no se movió. Seguía apoyado en el poste amarillo, mirándola fijamente. Joanna se estremeció, pero no de frío.
Tenía que saber la verdad.
—¿Dex?
Miró al otro lado de la calle pero un autobús se saltó la luz roja y pasó el cruce a toda velocidad. Joanna saltó a la acera, sobresaltada.
Cuando el autobús hubo pasado, miró de nuevo al otro lado de la calle.
Dex había desaparecido".
—¿Dex?
Él no se movió.
Joanna se quedó paralizada al reconocer su anorak rojo. Se lo había visto puesto tantas veces…
—¿Dex?
El semáforo estaba en su contra. Por Trafalgar circulaba una corriente incesante de coches llenos de ciudadanos que volvían a casa después del trabajo.
Él la miraba inmutable y Joanna le devolvió la mirada.
«No puede ser. Es imposible. Tú estás muerto, Dex.»
Sabía que los ojos le estaban gastando una mala pasada. Tenía que tratarse de otro chico, moreno, de ojos negros y con un anorak rojo; otro chico que se apoyaba en los postes exactamente igual que Dex, que era clavado a él.
Joanna oyó de nuevo su voz, la voz en el teléfono el sábado por la noche: «Hola, soy yo. ¿Cómo estás?»
Aquella voz tan lejana…
El semáforo cambió y él no se movió. Seguía apoyado en el poste amarillo, mirándola fijamente. Joanna se estremeció, pero no de frío.
Tenía que saber la verdad.
—¿Dex?
Miró al otro lado de la calle pero un autobús se saltó la luz roja y pasó el cruce a toda velocidad. Joanna saltó a la acera, sobresaltada.
Cuando el autobús hubo pasado, miró de nuevo al otro lado de la calle.
Dex había desaparecido".
"Dex. Era realmente Dex. En aquellos momentos estaba muy cerca y lo veía con toda claridad. Se encontraba apoyado en la pared de ladrillos del aparcamiento del club de tenis, con las manos embutidas en los bolsillos de los vaqueros. Incluso a la luz del sol, su piel tenía un tono verde.
«Casi como un reptil», pensó Joanna con aprensión.
Dex miraba al suelo, pero en aquel instante alzó los ojos y los miró a los dos.
«¿Nos ve? —se preguntó Joanna—. Tiene que vernos, me mira directamente a mí.»
Shep se metió la mano en el bolsillo en busca de las llaves del coche y se le cayeron al suelo.
Joanna miró fijamente a Dex y sus ojos se encontraron. De repente los del chico brillaron, rojos como los de una mala foto tomada con flash, brillantes como los de un perro en la oscuridad nocturna".
«Casi como un reptil», pensó Joanna con aprensión.
Dex miraba al suelo, pero en aquel instante alzó los ojos y los miró a los dos.
«¿Nos ve? —se preguntó Joanna—. Tiene que vernos, me mira directamente a mí.»
Shep se metió la mano en el bolsillo en busca de las llaves del coche y se le cayeron al suelo.
Joanna miró fijamente a Dex y sus ojos se encontraron. De repente los del chico brillaron, rojos como los de una mala foto tomada con flash, brillantes como los de un perro en la oscuridad nocturna".
"Oyó un ruido en la ventana y el corazón le dio un vuelco en el pecho. Era el ruido de siempre; después sonaron unos golpecitos en la ventana.
«¡Dex! ¡No, por favor!»
Asió el borde del escritorio para apoyarse; las rodillas le temblaban y tuvo miedo de caer. La habitación empezó a dar vueltas y a Joanna le asustaba mirar hacia la ventana.
¿Por qué subía a su habitación a plena luz del día? ¿Qué estaba haciendo allí?
—¡Vete! —gritó—. ¡Por favor, vete!".
«¡Dex! ¡No, por favor!»
Asió el borde del escritorio para apoyarse; las rodillas le temblaban y tuvo miedo de caer. La habitación empezó a dar vueltas y a Joanna le asustaba mirar hacia la ventana.
¿Por qué subía a su habitación a plena luz del día? ¿Qué estaba haciendo allí?
—¡Vete! —gritó—. ¡Por favor, vete!".
"Alzaba ya la mano para llamar cuando se detuvo. Lo primero que notó de él fue el olor. Aquel olor acre de la carne podrida, distinto del falso olor a basura, mucho peor.
El crudo hedor de la putrefacción.
Entonces notó unos golpecitos en el hombro.
—Oh. —Se volvió, incapaz de respirar—. ¡Dex!
Pese a la oscuridad, vio que le faltaba un ojo, que tenía una cuenca vacía.
—Joanna —dijo él en un ronco susurro—. ¿Por qué me has matado?".
El crudo hedor de la putrefacción.
Entonces notó unos golpecitos en el hombro.
—Oh. —Se volvió, incapaz de respirar—. ¡Dex!
Pese a la oscuridad, vio que le faltaba un ojo, que tenía una cuenca vacía.
—Joanna —dijo él en un ronco susurro—. ¿Por qué me has matado?".
"Antes de poder controlarse, unas lágrimas calientes recorrieron sus mejillas y empezó a sollozar. Era tan extraño...
«Hacía años que no lloraba. No había llorado desde... —lo pensó unos instantes
—. ¿Desde cuándo? No he llorado desde que papá nos dejó.»
Y por una vez, no huyó de sus verdaderos sentimientos y lloró amargamente, hasta que ya no le quedó nada por lo que llorar".
«Hacía años que no lloraba. No había llorado desde... —lo pensó unos instantes
—. ¿Desde cuándo? No he llorado desde que papá nos dejó.»
Y por una vez, no huyó de sus verdaderos sentimientos y lloró amargamente, hasta que ya no le quedó nada por lo que llorar".
R. L. Stine
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