"Era algo que no podía explicarle a Richard. En los almacenes se intensificaban las cosas que, según ella recordaba, siempre le habían molestado. Los actos vacíos, los trábalos sin sentido que parecían alejarla de lo que ella quería hacer o de lo que podría haber hecho…".
"La sensación de que todo el mundo estaba incomunicado con los demás y de estar viviendo en un nivel totalmente equivocado, de manera que el sentido, el mensaje, el amor o lo que contuviera cada vida, nunca encontraba su expresión verdadera".
"Y la soledad aumentaba con el hecho de que, día tras día, en los almacenes siempre se veían las mismas caras. Unas pocas caras con las que se podía haber hablado, pero con las que nunca se llegaba a hablar o no se podía. No era igual que aquellas caras del autobús, que parecían hablar fugazmente a su paso, que veía una sola vez y luego se desvanecían para siempre".
"Tenía las cejas rubias, y subrayaban la curva de su frente. Therese pensó que su boca era tan sagaz como sus ojos, que su voz era como su abrigo, rica y suave, y que, de algún modo, parecía llena de secretos".
"—Señora H. F. Aird —dijo la suave y nítida voz, y Therese empezó a anotarlo en el impreso verde de pago contra reembolso.
Como un secreto que nunca olvidaría, fueron apareciendo bajo la punta del bolígrafo el nombre, la dirección y la ciudad, algo que quedaría grabado en su memoria para siempre".
"—¿Hay algo más aburrido que la historia del pasado? —dijo Therese sonriendo.
—Quizá un futuro sin historia".
"—¿Qué haces los domingos? —preguntó Carol.
—No lo sé. Nada en especial. ¿Y usted?
—Últimamente, nada. Si alguna vez te apetece venir a verme, serás bienvenida.
Donde yo vivo, al menos hay un poco de campo. ¿Te gustaría venir este domingo? —Esta vez los ojos grises la miraban fijamente y, por primera vez, Therese se atrevió a mirarlos. Vio que había en ellos cierto matiz de humor. ¿Y qué más? También curiosidad y desafío.
—Sí —contestó.
—Eres una chica extraña.
—¿Por qué?
—Pareces caída del cielo —dijo Carol".
"Ella sabía lo que él quería decirle, que ella no le daba casi nada en lo referente al afecto. Pero no lo diría, porque sabía que ella no estaba enamorada de él y, por tanto, ¿cómo iba a esperar afecto? El mero hecho de no estar enamorada de él la hacía sentirse culpable, culpable por no aceptar nada de él, un regalo de cumpleaños, una invitación a comer con su familia, ni siquiera que él le dedicara su tiempo. Therese apretó las puntas de los dedos con fuerza contra la baranda de piedra.
—De acuerdo, ya lo sé. No estoy enamorada de ti —dijo.
—No me refiero a eso, Terry.
—Si quieres que lo dejemos del todo, ya sabes, que dejemos de vernos, pues muy bien —le dijo. Tampoco era la primera vez que se lo decía.
—Terry, ya sabes que preferiría estar contigo antes que con nadie en el mundo.
Eso es lo malo.
—Bueno, si es tan malo…
—¿Pero tú me quieres, Terry? ¿Cómo me quieres?
«Si tú supieras», pensó ella.
—No te quiero, pero me gustas —le dijo—. Esta noche, hace unos minutos —añadió bruscamente, tal como sonaba, porque era verdad—, me he sentido más cerca de ti que nunca".
"Entraron en el túnel Lincoln. Una salvaje e inexplicable excitación invadió a Therese mientras miraba por la ventanilla. Deseó que el túnel se derrumbara y las matara, que sus cuerpos se arrastraran juntos. De vez en cuando, sentía la mirada de Carol posarse sobre ella".
"—Supongo que es algo educacional. Aprendí a ser ladrona, mentirosa y poeta al mismo tiempo. —Therese recostó la cabeza en el respaldo de la silla para que le llegara la luz del sol. Le hubiera gustado decir que también había aprendido a amar".
"—A veces se tarda tiempo —dijo Carol—. ¿No crees que hay que darle a la gente otra oportunidad?
—¿Pero por qué? No es agradable, y tampoco estoy enamorada de él.
—¿Pero crees que podrías estarlo si eso funcionara?
—¿Es ésa la manera de enamorarse?".
"—¿Y tú quieres enamorarte? Pues te enamorarás pronto y, si es así, disfrútalo, porque luego es muy duro.
—¿Querer a alguien?
—Enamorarse. O incluso desear hacer el amor. Creo que el sexo fluye de manera
mucho más ociosa en todos nosotros de lo que queremos creer, especialmente de lo que los hombres quieren creer. Las primeras aventuras no suelen ser más que una manera de satisfacer la curiosidad, y después de eso una intenta repetir las mismas cosas, tratando de encontrar ¿qué?
—¿Qué? —preguntó Therese.
—No sé si hay una palabra que lo defina. Un amigo, un compañero o quizá alguien con quien compartir algo. ¿De qué sirven las palabras? Quiero decir que la gente a veces intenta encontrar a través del sexo cosas que son más fáciles de encontrar de otras maneras.
Ella sabía que Carol tenía razón en lo que había dicho sobre la curiosidad.
—¿Qué otras maneras? —le preguntó.
Carol la miró.
—Creo que cada persona tiene que encontrar su propia manera".
"—¿Cuántas veces te has enamorado? —le preguntó.
—Nunca, hasta que te conocí a ti —dijo Richard con una carcajada corta y ronca.
—No es verdad. Tú me hablaste de dos veces.
—Si cuento ésas, tendría que contar otras doce —dijo Richard rápidamente, con aire preocupado.
La cometa empezaba a bajar describiendo arcos.
—¿Alguna vez te has enamorado de otro chico? —preguntó Therese, sin cambiar el tono de su voz.
—¿Un chico? —repitió Richard sorprendido.
—Sí.
Quizá pasaron cinco segundos antes de que contestara, en tono categórico:
—No.
Al menos le había costado contestar, pensó Therese. Tuvo el impulso de preguntarle «¿Qué harías si te pasara?», pero tampoco iba a servirle de mucho.
Mantuvo los ojos puestos en la cometa. Los dos miraban la misma cometa, pero qué diferentes eran sus pensamientos.
—¿Alguna vez has oído hablar de eso? —le preguntó.
—¿Hablar de eso? ¿Te refieres a gente de ésa? Sí, claro. —Richard estaba erguido en ese momento, y enrollaba el cordel haciendo describir ochos al palo.
Therese habló con cuidado, porque él la escuchaba:
—No me refiero a gente de ésa. Quiero decir gente que de pronto se enamoran unos de otros, de la noche a la mañana. Por ejemplo, dos hombres, o dos chicas.
—¿Si conozco alguno? —La cara de Richard tenía la misma expresión que si estuvieran hablando de política—. No.
Therese esperó hasta que él volvió a concentrarse en la cometa, intentando hacer que se elevara. Entonces comentó:
—Pero supongo que puede pasarle a cualquiera, ¿no?
—Pero esas cosas no pasan así. Siempre hay alguna razón para eso en el pasado —continuó él, ondeando la cometa".
"—Tú eres tan frágil como esta cerilla. —Carol la sostuvo ardiendo un momento después de encender el cigarrillo—. Pero en las condiciones adecuadas podrías incendiar una casa, ¿verdad?
—O una ciudad.
—Pero te da miedo incluso hacer un pequeño viaje conmigo. Tienes miedo porque piensas que no dispones del dinero suficiente".
"—¿Qué haces ahí de pie? —le preguntó Carol—. Vete a la cama, estás dormida.
—Carol, te quiero.
Carol se irguió. Therese la miró con sus ojos intensos y adormilados. Carol acabó de sacar su pijama de la maleta y bajó la tapa. Se acercó a Therese y le puso las manos en los hombros. Se los apretó con fuerza, como si le exigiera una promesa, o quizá intentando averiguar si lo había dicho de verdad. Luego la besó en los labios como si ya se hubieran besado millones de veces.
—¿Tú no sabes que te quiero? —dijo Carol".
"Therese apagó la luz.
Entonces Carol le deslizó el brazo alrededor del cuello y sus cuerpos se encontraron como si todo estuviera preparado. La felicidad era como una hiedra verde que se extendía por su piel, alargando delicados zarcillos, llevando flores a través de su cuerpo. Therese tuvo una visión de una flor blanca, brillando como si la contemplara en la oscuridad o a través del agua. Se preguntó por qué la gente hablaría del cielo".
"—¿Y después? —le preguntó.
—Después supe que estaba enamorada de Abby. No sé por qué no iba a llamarlo amor, tenía todas sus características. Aunque duró sólo dos meses, como una enfermedad que viene y luego se va".
"—Me alegro —dijo Therese cuando se fue—. Prefería estar sola contigo.
—¿De verdad, señorita Belivet? ¿Qué quiere usted decir? —le preguntó Carol abriendo la puerta del bar—. Será mejor que se siente y me hable de ello".
"—¡Mi hija es mía!
Al hombre se le retorció una de las arrugas de la mejilla.
—Los seres humanos no somos propiedad de nadie, señora Aird".
"Mientras Therese comía huevos revueltos con salchichas, Carol se tomó su tercera copa. Al final, Carol le dijo en un tono de desesperanza:
—Querida, ¿puedo pedirte que me perdones?
El tono hirió a Therese más aún que la pregunta.
—Te quiero, Carol.
—¿Pero te das cuenta de lo que significa?
—Sí —contestó. Y pensó en aquel momento de derrota en el coche, que había sido sólo un momento, como ahora era sólo una situación pasajera—. No veo por qué siempre tendría que significar esto. No veo que esto pueda destruir nada —dijo con sinceridad".
"El más leve recuerdo o contacto contigo me deprime y no quiero rozarte ni rozar nada tuyo o relacionado contigo. Pero estoy hablando con sentido común y probablemente tú no puedes entender una sola palabra. Excepto quizá una cosa: no quiero saber nada de ti".
"—Pues busca a alguien a quien nunca quieras tirar.
—¿Existe alguien así? —preguntó Therese".
"—Te quiero —dijo Carol.
Therese abrió los ojos pero no levantó la vista.
—Sé que tú no sientes lo mismo por mí, Therese. ¿Verdad?
Therese sintió el impulso de negarlo, pero ¿podía? No sentía lo mismo.
—No lo sé, Carol.
—Es lo mismo. —Su tono era suave, expectante, esperando una afirmación o una negación".
"—No te quedes. Sal conmigo.
Carol la miró con sorpresa.
—De acuerdo —dijo—. Hay un par de cosas tuyas en casa. ¿Quieres que…?
—Es igual —la interrumpió Therese.
—Y tus flores, y tus plantas —dijo, pagando la cuenta al camarero—. ¿Qué pasó con las plantas que te regalé?
—Las plantas que me regalaste… se murieron.
Los ojos de Carol se encontraron con los suyos un insume, y Therese apartó la vista".
Patricia Highsmith
Maravilloso trabajo. Realmente son las frases que hilan esta novela. Gracias por ayudar a recordar
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