domingo, 7 de mayo de 2023

Citas: Peter y Wendy - J. M. Barrie

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"Todos los niños crecen, menos uno. Tardan poco en saberlo, y Wendy no iba a ser menos".


"La señora Darling oyó hablar de Peter por primera vez un día en que estaba ordenando las mentes de sus hijos. Toda madre que se precie tiene la buena costumbre de escudriñar la mente de sus hijos cuando estos ya se han dormido para volver a colocar en su sitio la gran cantidad de acontecimientos que se han desperdigado durante el día. Si pudierais quedaros despiertos (aunque, por supuesto, no podéis), veríais a vuestra propia madre haciéndolo, y os resultaría muy interesante. Se parece bastante a ordenar cajones".

"No sé si habréis visto alguna vez el mapa de la mente de una persona. Los médicos a veces dibujan mapas de otras partes de vuestro cuerpo, y el vuestro propio puede resultar muy interesante, pero habría que verlos intentando dibujar el de la mente de un niño, que no solo está en desorden, sino que no para de dar vueltas".

"Por supuesto, cada País de Nunca Jamás es distinto de los demás. El de John, por ejemplo, tenía una laguna con flamencos volando a los que él disparaba; mientras que en el de Michael, que era muy pequeño, había un flamenco con lagunas volando por encima. John vivía en un barco volcado en la arena; Michael, en una tienda de indios, y Wendy, en una cabaña hecha de hojas cosidas con gran destreza. John no tenía amigos, Michael tenía amigos por la noche, Wendy tenía un lobato abandonado por sus padres; pero lo cierto es que todos los Países de Nunca Jamás tienen cierto aire familiar, y, si consiguiéramos ponerlos en fila y que se estuvieran quietos, podríamos apreciar algunos parecidos, como cuando decimos que dos personas de la misma familia tienen la nariz igual. Los niños que juegan en esas costas mágicas siempre hacen encallar allí sus barquichuelas. Nosotros también hemos estado en ellas y aún recordamos el murmullo de las olas, aunque no volveremos a desembarcar jamás".

"—Sí, es un poco descarado —admitió Wendy muy a pesar suyo.
La señora Darling la había estado interrogando.
—Pero ¿quién es, cielo?
—Si ya lo sabes, madre: es Peter Pan.
Al principio la señora Darling no caía, pero al hacer memoria recordó que en su infancia había un Peter Pan que al parecer vivía con las hadas. Sobre él se contaban historias extrañas, como que cuando los niños morían los acompañaba durante una parte del camino para que no tuvieran miedo.
Cuando era pequeña había creído en él, pero, ahora que estaba casada y era una persona sensata, no estaba nada convencida de que pudiera existir alguien semejante".

"—Va a ser cuestión de un momento, padre —dijo John mientras Wendy entraba corriendo con un vaso lleno de medicina.
—Me he dado toda la prisa que he podido —dijo casi sin respirar.
—Has sido maravillosamente veloz —le espetó su padre con una cortesía vengativa que su hija no supo captar—. Michael primero —dijo, terco.
—Padre primero —dijo Michael, que era muy suspicaz.
—Ya veréis como me sienta mal —dijo el señor Darling en tono amenazador.
—Vamos, padre —dijo John.
—Cierra la boca, John —soltó su padre.
Wendy estaba atónita.
—Yo creía que te la tomabas con toda tranquilidad, padre —dijo.
—El asunto no es ese —contestó él—. El asunto es que en mi vaso cabe más que en la cuchara de Michael —dijo, con el orgullo por los suelos—. Y no es justo; lo diría aunque estuviera al borde del último suspiro; no es justo.
—Padre, estoy esperando —dijo Michael con frialdad.
—Pues me alegro mucho de que estés esperando; yo también estoy esperando.
—Padre es un cobardica.
—Y tú también eres un cobardica.
—Yo no tengo miedo.
—Yo tampoco tengo miedo.
—Pues entonces, tómatela.
—Pues entonces, tómatela tú.
A Wendy se le ocurrió una idea espléndida:
—¿Por qué no os la tomáis los dos a la vez?
—Muy bien —dijo su padre—. ¿Estás listo, Michael?
Wendy dijo «Un, dos, tres, ya» y Michael se tomó su medicina; pero el señor Darling escondió la suya detrás de la espalda.
Michael dio un grito de indignación y Wendy exclamó:
—¡Padre, por Dios!
—¿Qué es eso de «Padre, por Dios»? —dijo el señor Darling, intentando imponer respeto—. No armes tanto jaleo, Michael. Pensaba tomármela, pero se… se me ha escapado".

"—Niño —dijo con cortesía—, ¿por qué lloras?
Peter, que cuando quería también era enormemente educado, puesto que había aprendido a comportarse con finura en las ceremonias de las hadas, se levantó e hizo una hermosa reverencia. Wendy se quedó muy complacida y le devolvió una hermosa reverencia desde la cama.
—¿Cómo te llamas? —preguntó él.
—Wendy Moira Angela Darling —contestó ella bastante satisfecha—. ¿Cómo te llamas tú?
—Peter Pan.
Wendy ya se había imaginado que se trataría de Peter, pero el nombre le parecía demasiado corto.
—¿Nada más?
—Nada más —dijo él con una voz algo áspera.
Era la primera vez que caía en la cuenta de que su nombre era un poco corto.
Cuánto lo siento —dijo Wendy Moira Angela.
—No importa —masculló Peter".

"Ella le preguntó dónde vivía.
—En la segunda a la derecha —dijo Peter—, y luego todo recto hasta el amanecer.
—¡Qué dirección tan rara!
Peter volvió a quedarse turbado. Por primera vez pensó que quizá fuera cierto que tenía una dirección rara.
—No es rara —dijo.
—Quiero decir —explicó Wendy con amabilidad, recordando que la anfitriona era ella—, ¿es eso lo que hay que poner en las cartas?
A Peter no le gustaba demasiado hablar de cartas.
—Nunca recibo cartas —dijo desdeñosamente.
—Pero tu madre sí, ¿verdad?
—No tengo madre —dijo.
No solo no tenía madre, sino que no tenía ganas de tenerla. Las madres le parecían personas muy sobrevaloradas. Wendy, sin embargo, decidió de inmediato que estaba en presencia de una tragedia.
—Ay, Peter, no me extraña que estuvieras llorando —dijo saliendo de la cama y corriendo hacia él.
—No estaba llorando por lo de las madres —respondió bastante indignado
—. Lloraba porque no consigo pegarme la sombra. Además, no estaba llorando".

"—Sabrás lo que es un beso, ¿verdad? —preguntó Wendy, pasmada.
—Lo sabré cuando me lo des —contestó Peter en tono seco".

"—Resulta, Wendy, que, cuando el primer niño rio por primera vez, su risa se rompió en mil pedazos, que saltaron por los aires; y ese fue el principio de las hadas.
La charla era algo tediosa, pero como Wendy era muy casera le gustaba.
—Por tanto —continuó él con tono amable—, debería haber un hada para cada niño y para cada niña.
—¿Debería haber? ¿No hay bastantes?
—No. Los niños de hoy en día saben tanto que enseguida dejan de creer en las hadas y, cada vez que un niño dice: «Yo no creo en las hadas», en alguna parte hay una que cae muerta".

"—Campanilla —dijo Peter procurando ser amigable—, esta dama dice que le gustaría que fueras su hada.
Campanilla soltó una insolencia.
—¿Qué ha dicho, Peter?
Él tuvo que traducírselo.
—Es bastante maleducada. Dice que tú eres una niña enorme y fea, y que ella es mi hada.
Peter intentó convencerla:
—Campanilla, sabes muy bien que no puedes ser mi hada, porque yo soy un caballero y tú eres una dama.
A eso el hada respondió con estas palabras:
—Eres un zopenco.
Y desapareció dentro del cuarto de baño.
—Es un hada bastante ordinaria —explicó Peter para disculparla—. Se llama Campanilla y su oficio es arreglar ollas y pucheros".

"Por toda respuesta, Peter se levantó y echó a John de la cama, con sábanas y todo, de una patada. Wendy pensó que aquello ya era demasiado atrevimiento, teniendo en cuenta que se acababan de conocer, y le dijo con energía a Peter que mientras estuviera en su casa no era capitán de nada. Sin embargo, al ver que John seguía durmiendo tan plácidamente en el suelo, dejó que se quedara donde estaba.
—Ya sé que lo has hecho con buena intención —le dijo, ablandándose— y puedes darme un beso.
Por un momento se le había olvidado la ignorancia de Peter en este asunto.
—Ya sabía yo que ibas a querer recuperarlo —dijo él con cierta amargura, ofreciéndole el dedal.
—Ay, por Dios —dijo Wendy la buena—. No me refería a un beso, sino a un dedal.
—¿Qué es eso?
—Es esto.
Le dio un beso.
—¡Qué gracia! —dijo Peter con cierta solemnidad—. Y ahora, ¿te doy un dedal yo a ti?
—Si quieres —dijo Wendy, manteniendo la cabeza firme esta vez".

"Los niños desaparecen en la penumbra y al cabo de un tiempo, no mucho, porque en la isla todo sucede con rapidez, vienen los piratas siguiendo sus huellas. Se los oye antes de verlos, pues siempre cantan esta horrible canción:

Soltad amarras, levad el ancla,
nos hacemos a la mar.
Si un disparo nos separa,
en el fondo nos hemos de encontrar".

"Smee lo había escuchado todo con una admiración cada vez mayor.
—Es el plan más malvado y maravilloso que he oído en mi vida —exclamó.
Exultantes los dos, se pusieron a cantar:

Al avistarlo sueltan amarras.
Todos temen al gran pirata.
Cuando Garfio saca la garra,
no quedan ni las ratas.

Empezaron con esta estrofa pero no llegaron a terminarla, pues oyeron un ruido que los hizo callar. Al principio era un sonido tan débil que si una hoja le hubiese caído encima lo hubiera apagado, pero al irse acercando empezó a oírse con claridad.
Tic-tac, tic-tac.
Garfio se quedó paralizado con un pie en el aire, temblando.
—El cocodrilo —dijo con voz entrecortada.
Echó a correr, seguido de su contramaestre".

"Pero había que solucionar lo de la flecha. Peter se la arrancó del corazón, enfrentándose a su banda.
—¿De quién es? —exigió con voz muy seria.
—Mía, Peter —dijo Tootles, de rodillas.
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—Ay, mano vil —dijo Peter mientras alzaba la flecha para usarla como puñal.
Tootles no se inmutó. Se descubrió el pecho y dijo con firmeza:
—Adelante, Peter. Clávamela.
Peter levantó la flecha dos veces y dos veces dejó caer el brazo.
—No puedo —dijo, atónito—. Es como si alguien me sujetara la mano.
Todos lo miraron perplejos, menos Nibs, que por fortuna vio a Wendy.
—Es ella —exclamó—. La señora Wendy; miradle el brazo.
Aunque parezca increíble, Wendy había levantado un brazo. Nibs se agachó hacia ella y se quedó escuchando con gran respeto.
—Creo que ha dicho «pobre Tootles» —susurró.
—Vive —dijo Peter para abreviar.
Slightly exclamó de inmediato:
—La señora Wendy está viva.
Entonces Peter se arrodilló junto a ella y vio su botón de bellota. Como recordaréis, Wendy lo llevaba colgado de una cadena al cuello.
—Mirad —dijo Peter—. La flecha le ha dado aquí, en el beso que yo le di.
Le ha salvado la vida.
—Me acuerdo de los besos —interrumpió Slightly atropelladamente—. A ver, déjame verlo. Sí, es un beso".

"—Si es una madre, quizá haya venido aquí para ayudar a Peter.
Garfio puso mala cara.
—Sí —dijo—. Me lo estaba temiendo.
Pero olvidó su decepción al oír la voz animosa de Smee.
—Capitán —dijo—, ¿no podemos raptar a la madre de los niños y convertirla en nuestra madre?
—Es una idea magistral —exclamó Garfio, terminando de redondear el plan en su astuta mente—. Atraparemos a los niños y los llevaremos al barco; a ellos los obligaremos a tirarse por la pasarela y Wendy se convertirá en nuestra madre".

"Peter era diferente de los otros niños, pero esta vez tenía miedo. Notó un escalofrío por todo el cuerpo, como una ola en la superficie del mar, pero en el mar una ola sigue a la otra, hasta que se juntan cientos de ellas, mientras que Peter sintió una sola. Al instante se puso de pie en la roca, con su famosa sonrisa y notando los latidos de un tambor por dentro. Los latidos decían:
«¡Morir será una aventura formidable!»".

"—Resulta muy agradable, ¿verdad? —dijo Wendy, enormemente satisfecha—. Peter, creo que Curly ha sacado tu nariz.
—Pues Michael se parece a ti.
Wendy se acercó a él y le puso una mano en el hombro.
—Querido Peter —le dijo—, después de tantos hijos ya no soy la que era, pero no me cambiarías por otra, ¿verdad?
—No, Wendy.
Por supuesto que no quería cambiarla, pero la miró un poco incómodo, parpadeando como si no estuviera seguro de estar dormido o despierto.
—¿Qué ocurre, Peter?
—Nada, estaba pensando —dijo, un poco asustado—. Lo de que soy su padre es de mentira, ¿no?
—Claro —dijo Wendy muy digna.
—Es que —continuó Peter como disculpándose— ser su padre haría que me sintiera muy viejo.
—Pero son nuestros, Peter, tuyos y míos.
—Pero no de verdad, Wendy —dijo con cierta ansiedad.
—No, si tú no quieres —contestó, oyéndolo suspirar con claridad—. Peter, ¿qué es exactamente lo que sientes por mí? —le preguntó, intentando mantener la voz firme.
—El cariño de un hijo, Wendy".

"Levantó el vaso. Sobraban las palabras; había que actuar; y con uno de sus movimientos relámpago, Campanilla se metió entre sus labios y el brebaje, tomándose hasta la última gota.
—Campanilla, ¿cómo te atreves a beberte mi medicina?
Pero ella no le contestó. Había empezado a tambalearse en el aire.
—¿Qué te ocurre? —exclamó Peter, asustándose de repente.
—Estaba envenenada, Peter —le dijo con suavidad—; y me voy a morir.
—Campanilla, ¿te la has bebido para salvarme?
—Sí.
—Pero ¿por qué?
Sus alas no podían con ella, pero respondió a Peter posándose sobre su hombro y dándole un mordisco cariñoso en la barbilla. Le dijo al oído: «So zopenco», y se fue hacia su habitación, tambaleándose, y se tumbó en la cama".

"—Pan, ¿quién sois? ¿Qué sois? —exclamó con voz ronca.
—Soy la juventud, soy la alegría —contestó Peter, sin pensárselo mucho
—. Soy un pajarillo que acaba de romper el cascarón.
Esto era, en efecto, una tontería, pero le sirvió al infeliz de Garfio para comprobar que Peter no tenía ni la más mínima idea de quién o qué era, lo cual es el colmo de la buena educación".

"Peter no conocía la melodía, que era de Hogar, dulce hogar, pero sabía que la letra decía: «Vuelve, Wendy, Wendy, Wendy», y exclamó en tono triunfal:
—Nunca volverá a ver a Wendy, señora, porque he cerrado la ventana.
Volvió a asomarse al cuarto de juegos para ver por qué se había detenido la música. Y vio que la señora Darling tenía la cabeza apoyada sobre el piano y dos lágrimas en los ojos.
«Quiere que abra la ventana» —pensó Peter—, «pero no, ni hablar».
Volvió a asomarse y las dos lágrimas seguían allí, o quizá eran otras dos que habían ocupado su lugar.
«Quiere muchísimo a Wendy», pensó, indignándose con ella al ver que no comprendía por qué no podía volver a tenerla.
El motivo era de lo más simple: «Yo también la quiero. Y no podemos tenerla los dos, señora»".

"—¿Y ahora qué vemos?
—Creo que esta noche no veo nada —dijo Wendy, con la sensación de que si Nana hubiera estado delante habría puesto punto final a aquella conversación.
—Sí que ves algo —dijo Jane—. Te ves cuando eras pequeña.
—Eso fue hace mucho tiempo, cielo —dijo Wendy—. ¡Ay, los años pasan volando!
—¿Vuelan como volabas tú cuando eras pequeña? —preguntó la niña, que era muy lista.
—¡Como volaba yo! Mira, Jane, a veces pienso que no debí de volar de verdad.
—Sí que volaste.
—¡Qué tiempos aquellos cuando sabía volar!
—¿Y por qué ahora no sabes volar, mamá?
—Porque ya soy mayor, hija mía. Los mayores se olvidan de esas cosas.
—¿Y por qué se olvidan?
—Porque ya no son alegres, inocentes e insensatos. Solo quienes son alegres, inocentes e insensatos consiguen volar".

"—Peter —balbuceó—, ¿pretendes que me vaya volando contigo?
—Pues claro, por eso he venido —dijo, y añadiendo en tono de reproche—: ¿Te has olvidado de que es la época de hacer la limpieza general?
Wendy sabía que sería inútil decirle que había dejado pasar ya muchas épocas de limpieza general.
—No puedo ir —dijo en tono de disculpa—. Ya no sé volar.
—Ya verás como te acuerdas.
—Ay, Peter, no desperdicies el polvo de hada en mí.
Wendy se levantó. Y por fin Peter tuvo miedo.
—¿Qué es esto? —exclamó, echándose hacia atrás.
—Voy a encender la luz —dijo ella— para que puedas verlo tú mismo.
Y aquella fue la única vez en su vida que Peter tuvo miedo.
—¡No enciendas la luz! —exclamó.
Wendy acarició el pelo de aquel trágico niño. Ya no era una niña pequeña que sufría por su culpa; era una mujer que sonreía al recordar todo aquello, pero era una sonrisa un poco triste.
Entonces encendió la luz y Peter la vio. Soltó un grito de dolor y, cuando aquella hermosa criatura alargada se agachó para tomarlo en brazos, el niño se apartó con brusquedad.
—¿Qué es esto? —volvió a exclamar.
Tuvo que decírselo.
—Soy mayor, Peter. Tengo mucho más de veinte años. Me hice mayor hace mucho tiempo.
—¡Me prometiste que no te harías mayor!
—No he podido evitarlo. Estoy casada, Peter".

"Mientras miramos a Wendy vemos que el pelo se le va tiñendo de blanco y el cuerpo se le vuelve a empequeñecer, pues todo ocurrió hace mucho tiempo. Ahora Jane es una persona mayor normal y corriente, con una hija que se llama Margaret. Y todas las primaveras, al llegar la época de la limpieza general, Peter viene a buscar a Margaret y se la lleva al País de Nunca Jamás, donde ella le cuenta historias sobre él, que Peter escucha con atención. Cuando Margaret sea mayor tendrá una hija, que será a su vez la madre de Peter. Y así será siempre, mientras los niños sean alegres, inocentes e insensatos".








J. M. Barrie

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