domingo, 30 de octubre de 2022

Citas: El aro - Koji Suzuki

"Notó que le faltaba el aire, no exactamente como si se ahogara, pero sí como si tuviera un peso sobre el pecho. Tomoko llevaba algún tiempo quejándose para sus adentros de lo injusta que era la vida, pero ahora, al adentrarse en el silencio, parecía que fuera otra persona. Al bajar las escaleras el corazón le empezó a latir con fuerza y sin motivo.
Las luces de un coche que pasaba arañaron la pared al pie de las escaleras y se escabulleron. Cuando el motor del coche se alejó hasta dejar de oírse, la oscuridad de la casa pareció hacerse más intensa. Tomoko bajó las escaleras intentando hacer mucho ruido y encendió la luz del vestíbulo de la planta baja.
Se quedó sentada en el retrete, enfrascada en sus pensamientos, bastante rato después de terminar de orinar. El violento palpitar de su corazón aún no había parado. Nunca le había pasado nada parecido.¿Qué le estaba sucediendo? Respiró hondo varias veces para calmarse, se puso de pie y se subió los shorts y las bragas al mismo tiempo".

"Seguía detrás de ella, quieta, observando y esperando. Esperando a que llegara el momento. A los diecisiete años Tomoko no sabía lo que era el auténtico terror. Pero sí sabía que hay miedos que crecen solos en la imaginación".

"—¿Ves lo que te digo? Pero lo que hay antes de nacer y lo que hay después de la muerte… De eso no sabemos nada.
—¿Después de la muerte? Cuando mueres, se acabó, simplemente desapareces. No hay nada más, ¿no?
—Eh, ¿has estado muerto alguna vez?
—No —Asakawa negó con la cabeza con expresión seria.
—Bueno, entonces no lo sabes, ¿verdad? No sabes adonde vas después de la muerte".

"Mientras bajaban por la pasarela, Ryuji preguntó:
—Eh, Asakawa, ¿realmente son tan importantes una esposa y una criatura?
Era una pregunta muy poco propia de Ryuji. Asakawa no pudo aguantar la risa al responder:
—Algún día lo descubrirás.
Pero realmente Asakawa no pensaba que Ryuji fuera capaz de tener hijos como cualquier otra persona".

"—¿Qué edad debe de tener ahora Sadako? —preguntó Asakawa.
Ryuji llevaba un buen rato encogido en el asiento de atrás, sin decir una palabra.
—Mmm… Yo nunca la he conocido en persona. Pero si sigue viva, debe de andar por los cuarenta y dos o cuarenta y tres años.
¿Si sigue viva? Asakawa se preguntó por qué Hayatsu había usado aquella expresión. ¿Acaso estaba desaparecida? De pronto se sentía lleno de dudas. ¿Y si habían hecho todo el viaje a Oshima solo para descubrir que nadie sabía si estaba viva o muerta? ¿Y si aquel lugar era un callejón sin salida?".

"—Ya no esperaba volver a oír nunca el nombre de Sadako
Yamamura. Hace una eternidad…
Arima estaba rememorando su juventud. Echaba de menos la energía juvenil que había tenido cuando se marchó de la compañía de teatro comercial en la que había estado y fundó una compañía nueva con sus amigos.
—Señor Arima, cuando hace unos minutos usted ha recordado el nombre por el que le preguntaba, ha dicho «aquella Sadako Yamamura». ¿Qué ha querido decir con eso?
—Aquella chica, déjeme ver, ¿cuándo fue que se unió a nosotros?
Creo que llevábamos pocos años funcionando. La compañía estaba apenas despegando, y cada año teníamos más chavales que querían venir con nosotros. En todo caso, aquella Sadako era extraña.
—¿En qué sentido era extraña?
—Mmm… —Arima se llevó la mano a la mandíbula y pensó un momento. «Ahora que lo pienso, ¿por qué me da la impresión de que era extraña?»
—¿Tenía algo especial, algo que destacara?
—No, si uno la miraba, era una chica normal. Bastante alta, callada. Siempre estaba sola.
—¿Sola?
—Bueno, normalmente los becarios intiman mucho entre ellos. Pero ella nunca intentó relacionarse con los demás.
—En todas las compañías siempre había alguien así. A Yoshino le costaba imaginar que aquello era lo único que la hiciera destacar.
—¿Cómo la describiría usted con una sola palabra?
—¿Con una palabra? Mmm… diría que era inquietante.
La había definido como «inquietante» sin dudarlo. Y Uchimura la había llamado «aquella chica tan siniestra». Yoshino no pudo evitar sentir lástima por una joven soltera de dieciocho años a la que todo el mundo calificaba de inquietante. Empezaba a imaginarse una mujer de aspecto grotesco.
—¿Qué era lo que la hacía inquietante?
Ahora que se paraba a considerarlo, a Arima le pareció raro que sus recuerdos de una becaria que solamente estuvo allí durante un año hacía un cuarto de siglo pudieran parecerle tan recientes. En el fondo de su mente había algo que retenía su fuerza. Algo había pasado, algo que había servido para fijar aquel nombre en su memoria.
—Ah, sí, ya me acuerdo. Fue en esta misma sala.
Arima examinó el despacho del presidente. Ahora que rememoraba el incidente, podía recordar con nitidez incluso la disposición de los muebles en aquella época, cuando aquella sala todavía se usaba como despacho central.
—Mire usted, hemos ensayado en este espacio desde que empezamos, pero antes era mucho más pequeño. Esta sala en la que estamos ahora era nuestro despacho central. Ahí había taquillas, y teníamos una mampara de cristal esmerilado por aquí… Exacto, y ahí había un televisor… Bueno, ahora tenemos otro distinto —Arima iba señalado mientras hablaba.
—¿Un televisor? —Yoshino frunció el entrecejo y cogió el bolígrafo con más fuerza.
—Sí. Uno de aquellos antiguos en blanco y negro.
—Vale. ¿Y qué pasó? —Yoshino lo apremió a que continuara.
—Se había acabado el ensayo y casi todo el mundo se había ido a casa. Yo no estaba contento con una de mis líneas, así que vine a repasar mi papel otra vez. Estaba justo ahí… —Arima señaló la puerta—.
Estaba ahí de pie, mirando la sala, y a través del cristal esmerilado vi que la tele parpadeaba. Y pensé, bueno, hay alguien viendo la tele. Y no me equivocaba, no. Estaba al otro lado de la mampara, así que yo no podía ver qué había en la pantalla, pero sí que veía la luz temblorosa en blanco y negro. No había sonido. La sala estaba oscura y al pasar al otro lado de la pantalla me pregunté quién estaría delante de la tele y miré la cara de aquella persona. Era Sadako Yamamura. Pero cuando llegué al otro lado de la mampara y me puse a su lado, en la pantalla no había nada. Por supuesto, yo simplemente di por sentado que la acababa de apagar. En aquel momento todavía no tenía dudas. Pero…
Arima parecía reticente a continuar.
—Por favor, continúe.
—Hablé con ella. Le dije: «Será mejor que te vayas a casa deprisa, antes de que dejen de funcionar los trenes». Y encendí la lámpara de la mesa. Pero no se encendía. Miré y vi que no estaba enchufada. Me agaché para enchufarla y fue entonces cuando me di cuenta: el televisor tampoco estaba enchufado.
Arima recordaba con nitidez el escalofrío que le había recorrido la espalda cuando vio el enchufe tirado en el suelo.
Yoshino quería confirmar lo que acababa de oír.
—¿Y está seguro de que el televisor estaba encendido a pesar de estar desenchufado?
—Así es. Aquello me hizo temblar, se lo aseguro. Levanté la cabeza s:n pensarlo y miré a Sadako. ¿Qué estaba haciendo allí sentada, delante de un televisor desenchufado? No me miró directamente, sino
que siguió con la vista clavada en la pantalla y una débil sonrisa en los labios.
Arima parecía recordar hasta el detalle más pequeño. Estaba claro que el episodio le había dejado una huella profunda.
—¿Y se lo contó a alguien?
—Naturalmente. Se lo conté a Uchy… Es decir, a Uchimura, el director, al que acaba de conocer… Y también a Shigemori.
—¿El señor Shigemori?
—Él fue el verdadero fundador de la compañía. En realidad, Uchimura es nuestro número dos.
—Aja. ¿Y cómo reaccionó el señor Shigemori al oír su historia?
—En aquel momento estaba jugando al mahjongg, pero se quedó fascinado. Siempre sintió debilidad por las mujeres, y parecía que a ella llevaba un tiempo observándola, planeando hacerla suya. Y aquella noche, después de beber varias copas, empezó a decir locuras, a decir:
«Esta noche voy a entrar en el apartamento de Sadako». No supimos qué hacer. No eran más que tonterías de borracho. No nos las podíamos tomar demasiado en serio, pero tampoco le podíamos seguir la corriente. Al cabo de un rato todo el mundo se fue a casa y Shigemori se quedó solo. Y al final nunca supimos si había ido al apartamento de Sadako aquella noche o no. Porque al día siguiente, cuando Shigemori apareció en el local de ensayos, parecía una persona completamente distinta. Estaba pálido y silencioso, y se limitó a quedarse sentado sin decir nada en absoluto. Luego se murió, allí mismo, como si se hubiera quedado dormido. Yoshino levantó la vida, asombrado.
—¿Cuál fue la causa de la muerte?
—Parálisis cardíaca. Hoy lo llaman «fallo cardíaco súbito», creo. Se estaba forzando al máximo para estar listo para el estreno y creo que fue más allá de sus fuerzas".

"De pronto habló como si acabara de tener una idea.
—Tal vez debamos aclarar esto. ¿Qué estamos haciendo aquí exactamente?
—Vamos a buscar a Sadako, claro.
—¿Y qué hacemos cuando la encontremos?
—La devolvemos a Sashikiji y la enterramos.
—Así que ese es el sortilegio. Estás diciendo que eso es lo que ella quiere".

"—¿Estás cavando una fosa o algo?
Ryuji suspiró. Asakawa frunció el ceño e hizo el gesto de mirarse el reloj.
—¡Y deja de mirarte el puto reloj! —Ryuji le apartó la mano de una palmada. Miró un momento a Asakawa y volvió a suspirar. Se agachó y susurró con tranquilidad—. Tal vez deberías hacer un descanso.
—No hay tiempo.
—Te lo digo, tienes que mantener la calma. El pánico no te va a llevar a ninguna parte".

"Sin embargo, al cabo de un rato la cara de una mujer apareció en la entrada de la cueva. El sol poniente quedaba a su espalda, así que su cara permanecía en la sombra y no pudieron distinguir su expresión, pero se dieron cuenta de que era un ama de casa cincuentona del vecindario.
—¿Qué hacéis cavando un agujero aquí, chicos? Sería un horror que os quedarais enterrados vivos ahí dentro —dijo la mujer, mirando el interior de la cueva.
Asakawa y los otros dos chicos se miraron. Por jóvenes que fueran, habían percibido algo extraño en su advertencia. No era «Dejadlo estar porque es peligroso», sino «Dejadlo estar porque si es quedáis enterrados vivos ahí va a ser horrible para la gente del vecindario como yo». Los estaba advirtiendo por el bien de ella".

"—Eh, Asakawa —Ryuji hizo una pausa y levantó la vista. Asakawa no contestó—. ¡Asakawa! ¿Algún problema por ahí arriba?
Asakawa quería decir: «Ningún problema. Estoy bien».
—Llevas todo este rato sin decir palabra. Por lo menos, ya sabes, podrías dar gritos de ánimo o algo. Me estoy poniendo un poco melancólico aquí abajo.
Asakawa no dijo nada.
—Bueno, pues, ¿por qué no una canción? Algo de Hibari Misora, quizá.
Asakawa siguió sin decir nada.
—¡Eh, Asakawa! ¿Sigues ahí? Yo sé que no te me has desmayado.
—Estoy… estoy bien —consiguió decir.
—Un coñazo es lo que eres".

"—Si me entiendes, bajarás al pozo.
«Pero no lo entiendo. ¿Cómo voy a entender algo así?»
—No tienes tiempo para vacilar. Casi se te ha acabado el tiempo —La voz de Ryuji se fue volviendo amable—. No creas que puedes vencer a la muerte sin plantar batalla.
«¡Gilipollas! ¡No quiero oír tu filosofía vital!»
Pero al final empezó a subirse al borde del pozo.
—Así me gusta. ¿Crees que puedes hacerlo?
Asakawa se agarró a la soga y bajó por la pared interior del pozo.
Tenía la cara de Ryuji delante.
—No te preocupes. Ahí abajo no hay nada. Tu peor enemigo es tu imaginación".

"Y luego habían hecho su aparición en el mundo. Sadako estaba respirando. El sonido de la respiración surgió de la nada y lo rodeó. «Sadako Yamamura, Sadako Yamamura». Las sílabas se repetían en su cerebro, y la cara terroríficamente hermosa que conocía por las fotos se le apareció, sacudiendo la cabeza con gesto coqueto. Sadako Yamamura estaba allí. Asakawa empezó a cavar compulsivamente en la tierra bajo sus pies, buscándola. Pensó en su cara bonita y en su cuerpo y trató de retener aquella imagen. «Los huesos de aquella chica preciosa cubiertos de mis orines». Asakawa removió el barro con la pala. El tiempo ya no importaba. Antes de bajar se había quitado el reloj. La fatiga extrema y el nerviosismo habían atenuado su irritación, y se olvidó del límite temporal bajo el que estaba trabajando. Era como estar borracho.
Perdió la noción del tiempo. Solamente podía medirlo mediante el número de veces que el cubo bajó al pozo donde él estaba y por los latidos de su corazón.
Al final, Asakawa agarró una piedra grande y redonda con las dos manos. Era lisa y agradable al tacto y tenía dos agujeros en la superficie. La sacó del agua. Le lavó la tierra de las cavidades. La cogió por lo que alguna vez debieron de ser los orificios auditivos y se sorprendió a sí mismo cara a cara con el cráneo. Su imaginación lo cubrió de carne. Unos ojos grandes y claros regresaron a las cuencas vacías y profundas, y alrededor de los dos orificios centrales creció la carne y formó una elegante nariz. Tenía el pelo largo mojado y le caía agua del cuello y de detrás de las orejas. Sadako Yamamura parpadeó dos o tres veces con sus ojos melancólicos para sacudirse el agua de las pestañas. Cogida entre las manos de Asakawa, su cara tenía un aspecto dolorosamente distorsionado. Con todo, su belleza seguía incólume.
Sonrió a Asakawa y luego frunció los ojos como si estuviera enfocando.
«Tenía ganas de conocerte». Mientras pensaba aquello, Asakawa se desplomó allí mismo. Oyó la voz de Ryuji procedente de lo alto.
—¡Asakawa! ¿No se te acababa el tiempo a las diez y cuatro?
¡Alégrate! ¡Son las diez y diez!
—Asakawa, ¿me oyes? Sigues vivo, ¿verdad? La maldición se ha roto. Estamos salvados. ¡Eh, Asakawa! Si te mueres ahí abajo, acabarás igual que ella. Si te mueres, no me maldigas, ¿vale? ¡Eh, Asakawa! ¡Contéstame si estás vivo, mandita sea! Asakawa oyó a Ryují pero no se sintió salvado. Estaba encogido como en un sueño, como si estuviera en otro mundo, con el cráneo de Sadako Yamamura abrazado contra el pecho".

"—¡Eh, Ryuji, levanta!
De pronto tuvo un mal presagio. Vislumbró algo al fondo de su mente. Acercó la oreja al pecho de Ryuji. Quería oír los latidos del corazón de Ryuji a través de su gruesa sudadera, saber que seguía
vivo. Pero cuando su oreja estaba a punto de tocar el pecho de Ryuji, Asakawa se encontró de pronto en una presa de cuello, atenazado por dos manos poderosas. A Asakawa le entró el pánico y empezó a forcejear.
—¡Te pillé! ¿Pensabas que estaba muerto, verdad?".

"—¿Ryuji? —preguntó Asakawa con un tono de voz extrañamente alterado.
—¿Qué?
—Gracias por todo lo que has hecho. Estoy realmente en deuda contigo.
—No te me pongas sentimentaloide.
—Si no fuera por ti, yo estaría… Bueno, ya sabes. Gracias, en todo caso.
—Déjate de chorradas. Me vas a hacer vomitar. La gratitud no vale un miserable yen".

"En el mismo momento en que Asakawa se estaba metiendo en su cama del hotel Hot Springs de Oshima, Ryuji dormitaba sentado al escritorio de su apartamento. Sus labios descansaban sobre un ensayo a medio escribir y su saliva emborronaba la tinta de color azul oscuro.
Estaba tan cansado que su mano seguía cogiendo su amada pluma Montblanc. No se había pasado a los procesadores de texto.
De pronto sus hombros experimentaron una sacudida y su cara se crispó de forma antinatural. Se levantó de un salto. La espalda se le puso recta como una tabla y los ojos se le abrieron mucho más que de costumbre cuando se despertaba. Normalmente tenía los ojos un poco oblicuos, y cuando los abría tanto le cambiaba la cara, se volvía un poco más guapo. Tenía los ojos inyectados en sangre. Había estado soñando. Ryuji, que normalmente no tenía miedo de nada, estaba temblando de
pies a cabeza. No se acordaba del sueño. Pero la tensión de su cuerpo y sus temblores atestiguaban el terror del sueño. No podía respirar. Miró el reloj. Las 9.40 h. No pudo reconocer de inmediato la importancia de aquella hora. Las luces estaban encendidas —el fluorescente del techo y la lamparilla que tenía delante en el escritorio— y había mucha luz, pero todo seguía estando demasiado oscuro. Sintió un miedo instintivo a la oscuridad. Su sueño había estado regido por una oscuridad como ninguna otra.
Ryuji giró en su silla y miró el reproductor de vídeo. La cinta fatídica seguía dentro. Por alguna razón ahora no podía apartar la vista.
Se lo quedó mirando. Su respiración se volvió entrecortada. Le pasaron imágenes a toda velocidad por la mente que no dejaban sitio para el pensamiento lógico.
—Así que has venido…".

"—¡Oooooooooh! —gimió Asakawa. Por fin había entendido la naturaleza del sortilegio.
«Es obvio lo que he hecho esta semana y Ryuji no. Me llevé la cinta a casa, hice una copia y se la enseñé a Ryuji. El sortilegio es sencillo. Cualquiera puede hacerlo. Haz una copia y muéstrasela a alguien. Ayúdala a reproducirse enseñándosela a alguien que no la haya visto".







Koji Suzuki

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