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viernes, 24 de julio de 2020

Citas: Golpeate el corazón - Amélie Nothomb

"Olivier se equivocó respecto a la naturaleza de aquellos escalofríos y creyó ser amado. Conmovido, se arriesgó a darle un beso. Marie no lo rechazó, se limitó a entreabrir los ojos para comprobar la execración de la que estaba siendo objeto. Para ella el beso coincidió con el soberano mordisco de su demonio y gimió".
"—¡Eres la niña más hermosa que he visto en mi vida!
A Marie se le heló el corazón. Olivier le mostró la carita de la niña.
—Querida, mira tu obra maestra.
Marie hizo acopio de fuerzas para contemplar a su criatura. El bebé era moreno, y tenía el pelo negro de un centímetro. No presentaba ninguno de los sarpullidos tan frecuentes entre los recién nacidos.
—Pareces tú en niña —dijo ella—. Deberíamos llamarla Olivia".

"La criatura sintió que su corazón se comprimía de dolor. Pero en su fuero interno algo potente y claro susurraba: «Yo me acuerdo, sé que no era un sueño, sé que la diosa es mi madre y sé que me quiere igual que yo la quiero y que ese amor existe»".

"Cuando Diane interrogaba a Nicolas, él se limitaba a encogerse de hombros:
—Mamá está loca por Célia, eso es todo. Por lo demás, bien.
—¿Qué dice de mí cuando no estoy?
—Nunca habla de ti".

"Sus abuelos estaban un poco preocupados:
—Eres tan seria… Deberías salir a divertirte con tus amigas.
—No me gusta divertirme. Me parece aburrido.
—Con tantos libros te acabarás marchitando.
—No me parece que me esté marchitando".

"—Sabes, la nube de Chernóbil no se detuvo en la frontera.
—¿Por qué me hablas de eso?
—Seguro que nuestra esperanza de vida se ha visto reducida por culpa de la radiación. Seamos amigas.
—No veo la relación entre ambas cosas".

"—Es porque es usted guapa —dijo Olivia riendo.
—Usted tampoco está mal.
—¡Por fin alguien me lo dice!
—No debo de ser la única".



Amélie Nothomb

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Citas: Atentado - Amélie Nothomb


"La primera vez que me vi en un espejo, me reí: no creía que fuese yo.
Ahora, cuando contemplo mi imagen, me río: sé que soy yo. Tanta fealdad tiene cierta gracia".

"Debía de tener seis años el día en que un chaval, en el patio, me gritó: «¡Quasimodo!». Locos de alegría, los niños corearon: «¡Quasimodo! ¡Quasimodo!».

Sin embargo, ninguno de ellos había oído nunca hablar de Victor Hugo.
Pero el nombre de Quasimodo resultaba tan adecuado para mí que bastaba oírlo para comprender.
Ya no me llamaron de otro modo".

"Respecto a la belleza, hay una cuestión poco clara: todo el mundo está de acuerdo en decir que el aspecto exterior tiene poca importancia, que lo que cuenta es el alma, etc. En cambio, se sigue encumbrando a las stars de la apariencia y relegando al pozo del olvido a caras como la mía.
O sea: la gente miente. Me pregunto si miente a conciencia. Eso es lo que me crispa: la idea de que la gente mienta sin saberlo".

"Por consiguiente, me visto demasiado holgadamente: así, parezco esquelético, lo que no me repugna. Algunas personas bien intencionadas se empeñan en aconsejarme:
—Debería usted alimentarse más.
—¿Por qué? ¿Quiere que mi fealdad ocupe más espacio?
No me gusta que se preocupen por mí".

"—¡Este niño tiene la lepra!
—No, señora, es acné".

"—¿Estás enamorada actualmente?
—No.
—¿Por qué?
—Nadie me incita a estarlo.
—¿Lo echas de menos?
—No. El amor crea problemas".

"—¡Qué hermosa eres! —No podía evitar exclamar de vez en cuando.
Ella sonreía, como si le gustara oírlo.
Esa reacción de Ethel me trastornó tanto que me creí autorizado a decirles lo mismo a otras mujeres bonitas. Lo que me valió miradas ultrajantes, muecas de enojo o frases tan gratas como «¡Vaya tipo más estúpido!».
A una beldad, que acababa de reprenderme con aspereza, le pregunté:
—¡Un momento! Me he dirigido a usted con galantería, sin un ápice de obscenidad, y sin segundas intenciones. ¿Por qué me agrede?
—¡Lo sabe de sobra!
—¿Porque soy feo? ¿Hay alguna ley por la que la fealdad me impida tener buen gusto?
—No, no hay ninguna ley que se lo impida. La fealdad no tiene nada que ver.
—Pues, ¿por qué se ha molestado?
—Decirle a una mujer que es hermosa equivale a llamarla tonta.
Me quedé anonadado; reaccioné y repuse:
—En tal caso, es cierto: es usted tonta, y lo confirma.
Recibí una bofetada.
Lo comenté con Ethel.
—Si te digo que eres hermosa, ¿crees que estoy diciendo que eres tonta?
—No. ¿Por qué?".

"—A mí me gusta la belleza.
—Tú eres especial.
—A todo el mundo le gusta lo bello.
—Te aseguro que no es cierto.
Empezaba a ponerme nervioso:
—¡Reconoce, al menos, que no hubieras preferido ser fea!".

"Epiphane Otos
nacido en 1967
experiencia: lecturas, salas oscuras".

"—No es una broma.
—¿Se ha mirado alguna vez en un espejo?
—¿Creen ustedes que me hubiera presentado aquí sin tener pleno conocimiento de la configuración de mis rasgos?".

"—¿Y a qué esperas? ¿Prefieres a los hombres?
Solté una carcajada.
—¿Crees que tengo un físico gay?
—Tu físico, querido Quasimodo, no es apto ni para gays ni para heteros".

"—No comprendo tu manera de razonar.
—Con alguien tienes que acostarte, ¿no?
—No. ¿Por qué?
—Todo el mundo folla.
—Yo no.
—¿Lo has hecho alguna vez, al menos?
—No.
Ante mi respuesta, escupió su jengibre confitado.
—¿Qué? ¿Eres virgen?
—Sí.
—¿A los veintinueve años? ¿Desde cuándo amas a esa chica?
—Hace seis meses.
—Y, antes de ella, ¿amabas a alguien?
—No.
—¿Qué te impedía follar?
—No lo tengo muy claro.
—¿Por qué las chicas no querían saber nada de ti?
—No tengo la menor idea, no les proponía nada.
—¿Y nunca has ido con una puta?
—No.
—¿Te lo impide tu religión?
—No tengo religión.
—¡Hay que hacer algo, Quasimodo! No puedes seguir siendo virgen".

"—¿No deberías ver a un médico?
—No. Es mi alma la que está enferma.
—Eso no te impide ir al médico".

"—La noche de ayer, la temperatura era idéntica a la de hoy, y le pareció bien, señor.
—Estaba agotado. El cansancio da frío.
—Quizá el señor debería tomar un somnífero".





Amélie Nothomb

martes, 25 de junio de 2019

Citas: Higiene del asesino - Amélie Nothomb


"Por si eso fuera poco, no dejaba de fumarse sus veinte puros diarios. 
Pero bebía con gran moderación y practicaba la castidad desde tiempos inmemoriales: los médicos no encontraban otra explicación para justificar el buen funcionamiento de su corazón ahogado por la grasa. Su supervivencia resultaba tan misteriosa como  el origen del síndrome que iba a ponerle fin".

"—Señor Tach, el mundo entero ha admirado la determinación con la que, a pesar de los consejos de los médicos, se ha negado a ingresar en un hospital. Así pues, la primera pregunta que se me ocurre es la siguiente: ¿cómo se siente?
—Me siento igual que me vengo sintiendo desde hace veinte años.
—¿Es decir?
—Me siento poco.
—¿Poco qué?
—Poco.
—Ya, comprendo".

"—¿Cree que hay vida después de la muerte?
—No.
—¿Entonces cree que la muerte es un aniquilamiento?
—¿Cómo se puede aniquilar lo que ya está aniquilado?
—Qué respuesta más terrible".

"—¿Establece una relación entre su físico y su vocación?
—No es una vocación. Apareció cuando me di cuenta de lo feo que era.
—¿Cuando se dio cuenta?
—Enseguida. Siempre he sido feo.
—Pero no es usted tan feo".

"—Nunca me hubiera imaginado que pudiera sufrir por su aspecto.
—No sufro. El sufrimiento es para los que me ven. Yo no me veo. Jamás me miro al espejo. Sufriría si hubiera elegido otro tipo de vida; para la vida que llevo, este cuerpo ya me conviene".

"—No más absurdo que lo que hace usted, si le interesa conocer mi opinión, pero ¿le interesa?
—Claro, soy periodista.
—Por eso lo digo.
—¿Por qué esa agresividad hacia los periodistas?
—Hacia los periodistas, no; hacia usted".

"—¿Así que le gustan los jóvenes? ¿Por qué?
—Me gustan los jóvenes porque son todo lo que yo no soy. En este sentido, merecen ternura y admiración".

"—Es una respuesta conmovedora, señor Tach.
—¿Quiere un pañuelo?
—¿Por qué se burla de los nobles impulsos de su corazón?
—¿Los nobles impulsos de mi corazón? ¿De dónde saca semejantes chorradas?".

"—Habla mucho de Céline.
—Me gusta la literatura, caballero. ¿Le sorprende?
—Supongo que a él no lo expurgará.
—No. Es él quien no deja de expurgarme a mí.
—¿Lo conoció?
—No, hice algo mejor: lo leí".

"—¿Cómo, no será usted feminista?
—¿Feminista, yo? Odio a las mujeres todavía más que a los hombres.
—¿Por qué?
—Por miles de razones. En primer lugar porque son feas: ¿ha visto usted algo más feo que una mujer? ¿A quién se le ocurre tener pechos, caderas, por no hablar del resto? Y, además, odio a las mujeres como odio a todas las víctimas. Menuda gentuza, las víctimas. Si extermináramos a fondo esta raza, puede que finalmente alcanzáramos la paz, y puede que las víctimas lograran al fin lo que desean, o sea: el martirio. Las mujeres son unas víctimas especialmente peligrosas porque son, antes que nada, víctimas de sí mismas".

"—Las mujeres son un montón de carne asquerosa. A veces, se dice de una mujer especialmente fea que es un callo: la verdad es que todas las mujeres son callos.
—Entonces, permítame preguntarle ¿qué se considera usted?
—Un montón de manteca de cerdo. ¿No se nota?".

"—¿Nunca ha sido feliz?
Silencio.
—¿Debo entender que ha sido feliz?… ¿Debo entender que nunca ha sido feliz?
—Cállese, estoy pensando. No, nunca he sido feliz.
—Eso es terrible.
—¿Quiere un pañuelo?".

"—Pero habrá tenido padres, supongo.
—Acumula usted intuiciones geniales, jovencito".

"—Además de usted, ¿existen otros descendientes?
—¿Quién le envía, Hacienda?
—No, sólo quería saber si…
—Ocúpese de sus asuntos".

"—En ese caso, ¿por qué escribir? ¿Por qué buscar la comunicación?
—Cuidado, no se confunda: escribir no es comunicarse".

"—Mire, jovencito, creo que no tenemos la misma concepción de la palabra «sentimiento». Para mí, desear romperle la cara a alguien es un sentimiento. Para usted, llorar con la sección «Consultorio sentimental» de una revista femenina es un sentimiento".

"—Sin llegar a esos extremos, podría reflexionar un poco sobre ello.
—¡Pero reflexionar sobre qué, maldita sea!
—Sobre las relaciones que ha mantenido con las mujeres.
—¿Qué relaciones? ¿Qué mujeres?
—No me irá a usted a decir que… ¡No!
—¿Cómo que no?
—¿Es usted…?
—¿Qué, dígalo?
—¿…virgen?
—Pues claro.
—Imposible.
—Es absolutamente posible".

"—No se vaya. Le ordeno que se quede.
—¿Tiene algo que decirme?
—Siéntese.
—Es demasiado tarde para excusarse, señor Tach, el plazo ha terminado.
—¡Quédese, maldita sea!
—Adiós.
Abrió la puerta.
—Me excuso, ¿me oye? Me excuso.
—Le he dicho que es demasiado tarde.
—¡Mierda, es la primera vez en mi vida que pido perdón!".

"—Desconozco lo que es la vergüenza.
—Otra virtud que sus profesores olvidaron inculcarle.
—Señor Tach, usted tampoco sabe lo que es la vergüenza.
—Normal. No tengo ningún motivo para sentir vergüenza".

"—En este caso, no es la humanidad lo que me interesa.
—Tiene razón, la humanidad no resulta interesante.
—Los individuos son interesantes, ¿no es cierto?
—En efecto, son tan raros…".

"—Total: sangre.
—Qué cruda es usted.
—Simplemente, su prima tenía su primera regla.
—Es usted asquerosa.
—No tiene nada de asqueroso, es normal".

"—Lástima. Me apetecería mucho llamarla Nina. ¿De qué tiene miedo, Nina?
—No tengo miedo de nada. Me da usted asco, eso es todo. Y no me llame Nina.
—Lástima. Necesito llamarla de algún modo.
—¿Para qué?
—Pobre pequeña, usted, tan aguerrida, tan madura, es aún, en algunos aspectos, como el corderito recién nacido. ¿Acaso ignora lo que significa la necesidad de nombrar a algunas personas? ¿Cree usted que el común de los mortales me inspira esta misma necesidad? Ni hablar, hija mía. Si, en lo más profundo de su ser, uno siente la necesidad de invocar el nombre de un individuo, es porque lo ama…
—¿…?
—Sí, Nina. La amo, Nina.
—¿Ya ha terminado de decir estupideces?
—Es la verdad, Nina. Hace un rato, lo intuí, y luego creí equivocarme, pero no me había equivocado. Era sobre todo eso lo que necesitaba decirle cuando me estaba muriendo. Creo que ya no podré vivir sin usted, Nina. La amo.
—Despierte, imbécil.
—Despierte, imbécil.
—Nunca me había sentido más lúcido.
—La lucidez no le sienta demasiado bien.
—No importa. Yo ya no cuento, soy todo suyo".

"—Deje de delirar, señor Tach. Sé perfectamente que no me ama. No hay nada en mí que pueda gustarle.
—Yo también pensaba eso, Nina, pero este amor se sitúa muy por encima de todas estas cosas".

"—¿No comprende que se puede amar a un ser más allá de toda referencia conocida?
—No.
—Lástima, Nina, y sin embargo la amo, con todo el misterio que este verbo sugiere".

"—¡Qué error más grande, Nina! El amor no tiene ningún sentido, y por eso mismo es sagrado.
—No intente camelarme con su retórica. Usted no ama a nadie aparte del cadáver de Léopoldine. Además debería darle vergüenza profanar el único amor de su vida diciendo palabras tan poco creíbles".

"—Nina, esto no me divierte. El amor no sirve para divertirse. El amor sólo sirve para amar".

"—El amor hace que la gente se vuelva estúpida, lo sabe todo el mundo, Nina.
—Por favor, no me hable más de su amor, siento crecer dentro de mí deseos homicidas.
—¿Será posible? Pero, Nina, así es como empieza.
—¿El qué?
—El amor".




Amélie Nothomb

sábado, 30 de marzo de 2019

Citas: El sabotaje amoroso - Amélie Nothomb



"Algunos países actúan como una droga".

"La pretensión induce a escribir".

"Mi madre siempre ha tenido el carácter más alegre del universo. La noche de nuestra llegada a Pekín, la fealdad la impactó de tal modo que se echó a llorar. Y se trata de una mujer que nunca llora".

"Sólo venden té. «China es un país en el que se bebe té», pienso.
Bien. Me acerco al viejecito que sirve este brebaje. Me ofrece un cuenco de té hirviendo.
Me siento en el suelo con el enorme cuenco. El té es fuerte, fabuloso.
Nunca había bebido uno así. En pocos segundos, me emborracha el cerebro.
Experimento el primer delirio de mi vida. Me encanta. Voy a hacer grandes cosas en este país. Doy brincos por el aeropuerto y voy dando vueltas como una peonza.
Y, bruscamente, me doy de narices contra el comunismo".

"Sin enemigo, el ser humano no es nada. Su vida es un sufrimiento, un agobio de vacío y de aburrimiento".

"Si te reconcilias con tu enemigo, deja de ser enemigo.
Y si ya no hay enemigo, hay que encontrar uno nuevo: todo vuelve a comenzar.
O sea que no resuelves nada en absoluto.
Así pues, hay que amar al enemigo pero no decírselo. En ningún caso hay que pensar en una reconciliación".

"Pero la auténtica belleza debe dejar lugar a dudas: debe dejar al alma una parte de su deseo".

"Actualmente ya no vivo en Pekín ni tengo caballo. He sustituido Pekín por el papel y el caballo por la tinta. Mi heroísmo se ha vuelto subterráneo".

"Un coche desconocido se detuvo delante del edificio contiguo.
Unos vecinos nuevos: otros extranjeros a los que encerrar en el gueto para que no contaminaran a los chinos.
El coche contenía enormes maletas y cuatro personas, entre las cuales figuraba el centro del mundo.
El centro del mundo vivía a cuarenta metros de mi casa.
El centro del mundo tenía nacionalidad italiana y se llamaba Elena. Elena se convirtió en el centro del mundo en el momento en que sus pies se posaron sobre el hormigonado suelo de San Li Tun".

"Con una sola mirada, uno percibía que amar a Elena sería al sufrimiento lo que Grévisse es a la gramática francesa: un clásico abucheado e indispensable".

"Aquel día llevaba un vestido de película en bordado inglés blanco. Yo me habría muerto de vergüenza si hubiera tenido que ponerme semejante atuendo. Pero Elena no pertenecía a nuestro sistema de valores y su vestido la convertía en un ángel en pleno proceso de floración".

"Salió del coche y no me vio.
Poco más o menos, aquélla fue la política que seguiría durante todo el año que íbamos a pasar juntas".

"Necesité tiempo para darme cuenta de que a Elena sólo le importaba una cosa: ser mirada. Así, sin saberlo, la hice feliz: la devoraba con la mirada. Me resultaba imposible dejar de mirarla. Nunca había visto nada tan hermoso. Era la primera vez en mi vida que la belleza de alguien me impactaba".

"Pero el misterio no acaba aquí.
Comprendí que no podía limitarme a amarla: era necesario que ella también me amara. ¿Por qué? Porque sí".

"Se lo comuniqué con toda sencillez.
Me resultaba natural tener que informarla:
—Tienes que amarme.
Se dignó mirarme, pero se trataba de una mirada que habría podido ahorrarme. Emitió una pequeña risa despectiva. Estaba claro que acababa de decir una tontería".

"—Tienes que amarme porque yo te amo. ¿Lo entiendes?".

"—¿Fabrice está enamorado de ti?
—Sí —respondió con indiferencia, como si resultase obvio.
—¿Y tú le amas?
—Soy su novia.
—¡Su novia! Entonces debes de verle muy a menudo.
—Todos los días, en la escuela.
—Ah, no, todos los días, no. Ni el sábado ni el domingo.
Silencio distante.
—Y por la noche tampoco lo ves.
Sin embargo, es sobre todo por la noche cuando los enamorados deben verse".

"—¿Así que harías cualquier cosa por mí? —retomó en tono divertido.
—¡Sí! —dije, esperando que me ordenase lo peor.
—Pues quiero que des veinte vueltas al patio corriendo, sin detenerte.
(...)
—Ya está —dije.
—¿Qué? —se dignó preguntarme—. Ah. Se me había olvidado. Vuelve a empezar, no te he visto.
(...)
—Aquí estoy otra vez.
—Bien —dijo ella, sin dar la impresión de haberme visto—. Veinte vueltas más.
Ni ella ni el ridículo parecían verme.
(...)
—Vuelve a empezar.
—¿Recuerdas lo que te conté? —pregunté tímidamente.
—¿Qué?
 —El asma.
—¿Acaso crees que te pediría que corrieras si no me acordara? —respondió con absoluta indiferencia".

"—Elena, te he mentido. Hace meses que te miento.
Dos ojos se levantaron. Me sorprendió su ausencia de sorpresa: estaban solamente al acecho.
Ya era demasiado tarde.
—Te quiero. Nunca he dejado de quererte.No te miraba por culpa de la consigna. Pero te miraba de todos modos, a escondidas, porque no puedo dejar de mirarte, porque eres la más hermosa y porque te quiero".



Amélie Nothomb

viernes, 16 de noviembre de 2018

Citas: Matar al padre - Amélie Nothomb


"Aquella noche habían acudido magos de todo el mundo. Aunque París ya no era la capital de la magia, el poder de la nostalgia seguía actuando. 
Los habituales intercambiaban recuerdos".

"—Muy conseguido, su disfraz de Amélie Nothomb —me comentó alguien. 
Saludé con una sonrisa para que no reconocieran mi voz. Llevar un enorme sombrero en un club de magia no significaba preservar el anonimato".

"Una noche, Cassandra trae a un nuevo tipo a casa. «Uno más», piensa Joe. Como siempre, ella hace las presentaciones.
—Joe, te presento a Joe, mi hijo. Joe, éste es Joe.
—La cosa se complica —observa el mayor".

"Cassandra ha vuelto a mentir: mil dólares no son gran cosa cuando tienes que cuidar de ti. Sólo es el precio de su conciencia de madre. Una conciencia que no cuesta demasiado".

"—Toda la sabiduría que atesora, ¿quiere guardarla para usted?".

"—¿Cuál es el objetivo de la magia? —retomó el adulto.
Después de un silencio, él mismo respondió a su pregunta:
—El objetivo de la magia es lograr que otro llegue a dudar de la realidad".

"Los sabios afirman que nada tiene sentido. Los enamorados poseen una sabiduría más profunda que la de los sabios. El que ama no duda ni por un instante del sentido de las cosas".

"—¡Te adora!
—Sí. Me adora igual que un chaval de quince años adora a su padre. O sea, siente deseos de matarme".

"—Aprende primero el Waving the Kings y luego ya veremos, ¿de acuerdo?
Superado, el adolescente cogió las cartas y, sin demora, ejecutó el truco a la perfección.
Norman movió la cabeza y le miró:
—¿Quién eres? ¿Qué tienes en la cabeza?
—¡Vale ya! —gruñó Joe".

"—Te lo juro por lo más sagrado.
—¿Qué es lo más sagrado para ti?
—¡Tú!".

"Y así fue como, entre los dieciséis y los dieciocho años, Joe ensayó sus ejercicios de magia hasta tenerlos tatuados en el sistema nervioso, se ejercitó en un número considerable de nuevos trucos, estudió con Norman las prácticas del escenario, se sacó el permiso de conducir, leyó multitud de libros, se tocó poco y mal; en resumen, se sacrificó en nombre de un amor que nada le había pedido".






Amélie Nothomb