viernes, 31 de marzo de 2017

Citas: Un niño afortunado - Thomas Buergenthal

"Al fin y al cabo, no es una historia que se preste a una narración casual. Pero es una historia que debe ser contada y transmitida, sobre todo por tratarse de una familia que fue prácticamente aniquilada en el Holocausto".

"Referirse al Holocausto por medio de cifras (seis millones), como se hace con frecuencia, implica deshumanizar de modo involuntario a las víctimas y trivializar lo profundamente humano de dicha tragedia. Los números transforman a las víctimas en una masa fungible de cuerpos anónimos y despojados de alma, en lugar de verlas como los seres humanos individuales que alguna vez fueron".

"Crecí en los campos, no conocía otra vida. Mi único objetivo era mantenerme vivo, de hora en hora, día tras día".

"Al parecer, estábamos condenados a ser lo que éramos, cosa que no ofrecía muy buenas perspectivas. Lo único que nos restaba era esperar que la situación mejorase. Nunca abandonamos esa esperanza, que nos sostuvo durante los años siguientes, a pesar de que no teníamos ningún motivo para confiar en que las cosas cambiarían para bien. ¿Qué otra cosa nos quedaba salvo la esperanza?
Al fin y al cabo, así es la naturaleza humana".

"Mis abuelos me habían visto en algunas ocasiones cuando yo todavía era bebé, pero para mí era como verlos por primera vez. Visitarlos era como entrar en otro mundo, un mundo muy alejado del gueto, colmado de amor y paz. Allí me sentía a salvo y protegido. Las historias que me contaban sobre el pasado y el futuro me transportaban a un mundo en el que toda la gente vivía tranquila y en el que ser judío no era un crimen".

"«Nunca les des a entender que les temes», recuerdo que me repetía mi padre".

"Había perdido el deseo de vivir y el temor a morir. Era una sensación maravillosa, un vacío absoluto".


"Caímos el uno en brazos del otro y así estábamos todavía una vez que el tren ya se hubo marchado, abrazándonos e intentando contarnos en pocos minutos todo lo que nos había ocurrido desde aquel día de agosto de 1944 en que nos habían separado en Auschwitz. «Und Papa?», pregunté por fin. Ella no respondió de inmediato, sino que siguió negando con la cabeza mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. En aquel preciso instante supe que mi padre no había sobrevivido a la guerra. Una guerra que, en aquella estación de ferrocarril, concluía definitivamente para mi madre y para mí".

"Casi inmediatamente después de haberla abrazado en aquella estación ferroviaria de Göttigen, sentí que me liberaba de un inmenso peso y se lo devolvía a ella: ahora mi madre volvía a ser responsable de mí. Al reflexionar sobre esta reacción mía, comprendo que quizá fuese consecuencia de los sentimientos egoístas propios de un niño: hasta entonces yo había sido el responsable de mi propia vida, de mi propia supervivencia; no podía permitirme depender de nadie más que de mí mismo; había tenido que pensar y comportarme como un adulto y estar todo el tiempo alerta ante cualquier posible peligro. Pero una vez que volvía a estar en sus brazos, podía volver a ser un niño otra vez, dejándole a ella todas esas inquietudes y preocupaciones".

"Tardé aún más tiempo en admitir que uno no puede pretender proteger a la humanidad de crímenes como aquéllos a menos que se luche por romper el círculo de odio y violencia, círculo que invariablemente conduce al sufrimiento de seres humanos inocentes".

"Intentamos consolarnos mutuamente sin demasiado éxito, pero los dos sabíamos que la vida debía continuar y que era nuestra obligación sacar de ella el mejor partido posible". 





Thomas Buergenthal

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