sábado, 26 de febrero de 2022

Citas: Dickens enamorado - Amelia Pérez de Villar

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"Pero este amor de Dickens no sería el último, ni el único que ocultara su familia. Cuando a los cuarenta y cinco años de edad decidió aprovechar la recién aprobada ley de divorcio para romper su matrimonio con Catherine Hogarth, se inició otro capítulo apenas conocido de su vida: su historia de amor con la actriz Nelly Ternan, que en el momento de su encuentro sólo contaba dieciocho años de edad".

"Atravesó el condado de Kent un día lluvioso que se quedó grabado para siempre en su memoria y, durante el trayecto, pudieron fraguar en su recuerdo las primeras impresiones de su vida: el campo y la ciudad, los constantes traslados, los viajes, los lugares donde vivió y las gentes que pululaban por ellos servirían de caldo de cultivo para crear, en su madurez, el tejido que conformó no sólo sus novelas, sino también su carácter como ser humano".

"Sutil, lentamente, el joven Dickens alcanzaba la mayoría de edad.
Conseguiría su carnet de lector en la Biblioteca Nacional —que tenía entonces sede en el Museo Británico— un día después de cumplir los dieciocho y conocería a Maria Beadnell, su primer amor".

"No contamos con ninguna autobiografía del genial escritor. El propio Dickens confesó lo siguiente a Maria en una de las cartas que forman parte de esta correspondencia privada: «Hace algunos años (justo antes de David Copperfield) comencé a escribir mi biografía, con la pretensión de que alguien encontrara el manuscrito entre mis papeles cuando el tema de su objeto llegase a término. Pero a medida que me acercaba a esa parte de mi vida [la historia de amor de ambos] me faltó valor y prendí fuego a lo que quedaba»".

"Gracias a las cartas que Charles Dickens intercambió con Mana hemos podido constatar que los amores de Copperfield y Dora son, en realidad, los de Dickens y la menor de las Beadnell: ahí fue donde el escritor plasmó sus sentimientos y donde cuenta los detalles de su enamoramiento, y ahí también donde recreó al objeto de su admiración en la joven Dora, con todas las características que, a sus ojos, adornaban a Maria".

"He aquí un joven romántico que, en el umbral de la mayoría de edad, accede casi de súbito al mundo al que siempre sintió que pertenecía, y en el que se afanó por entrar contra viento y marea: sin abolengo, sin una formación académica rigurosa y con una experiencia vital ingente y variopinta, inusitada para un chico de su edad, que gozaba además de una sensibilidad extraordinaria y una gran capacidad de observación y plasmación de lo observado. La suerte estaba echada, sí, pero el camino había sido, como en la canción de los Beatles, largo y tortuoso".

"De sí mismo, dice Charles Dickens lo siguiente:
Charles Dickens, que tiene en esta fiesta su papel:
Es un merluzo, y sin corazón él.
No es que no tenga: alguien se lo robó en mayo hizo un año, según corre el rumor".

"Cito al editor: «Si, como parece, la carta anterior que entregó Kolle era una proposición de matrimonio, es evidente que Maria no dio a Dickens una respuesta definitiva. Pudo haber respondido con un “sí” o con un “no”: dejó a su enamorado con la intriga. Coqueta y joven como era, disfrutaba recibiendo cartas de amor, sobre todo si estaban bien escritas y por un joven atractivo y ardiente. Le dio largas, y sin duda jugó al ratón y al gato». Puede que Maria nunca tuviera verdadera intención de casarse con él, pero le consideraba su prometido y sabía que él sí esperaba casarse con ella, porque ella le dio esas esperanzas".

"¿Debo decir que nada hay más lejos de mi intención que herir sus sentimientos con las breves líneas que acompañan a este pequeño envoltorio? Soy probablemente la última persona del mundo que albergaría un propósito así. Pero me parece que ni es asunto ni momento para el juego frívolo, deliberado y calculador. Mis sentimientos sobre cualquier asunto, pero muy especialmente sobre éste, no deben ser para usted cosa de cuidado; a pesar de todo, los tengo: tengo unos sentimientos, comunes con otras gentes —que tal vez en lo que a usted se refieren han sido tan fuertes y verdaderos como alguna vez pudo albergar un corazón humano—".

"Mi deseo de que sea usted feliz, aun viniendo de mí, no puede ser peor por sincero y honesto. Acéptelo con el valor que tiene, y crea que nada me causaría mayor contento, ni más verdadero, que saber que usted, el objeto de mi primer y último amor, es dichosa. Si es usted tan feliz como yo creo que puede serlo, entonces estará en posesión de todas las bendiciones que este mundo puede darle.
C. D. ~".

"Nunca he amado y nunca podré amar a ninguna criatura que vive y respira como la amo a usted".

"La ausencia, sin embargo, no ha alterado mis sentimientos ni en lo más mínimo, y el amor que ahora le ofrezco es tan puro y duradero como lo fue en cualquier etapa de nuestra anterior correspondencia".

"El tiempo lo cura todo, y más a cierta edad. Se abre otra etapa en la vida de Dickens y esta sí es otra historia.
O parte de la misma: su búsqueda continua e incesante de la plenitud y la satisfacción; su afán, legítimo, de encontrar su lugar en el mundo".

"Mientras, organizó los trámites de alquiler y buscó ayuda doméstica para ellos, y escribió una carta a Catherine en la que dice: «Sería ridículo decir cuánto te echo de menos. También extraño a los niños, por las mañanas, sus vocecitas que nos ofrecen a ti y a mí sonidos que nunca olvidaremos»".

"Llegaron el 29 de junio.
Poco después de ellos lo haría la siguiente depositaría de sus peculiares afectos, Georgina Hogarth: quince años, bonita, inteligente y de ojos azules. Georgina llegó en aquel momento con el simple cometido de ayudar a su hermana a instalarse tras la prolongada ausencia y echar una mano con los niños, con los que actuó como institutriz. Era algo más joven que su hermana Mary cuando fue a vivir a Doughty Street, y sobre ella escribió su célebre cuñado lo siguiente: «Hasta tal punto atisbo en ella destellos de su hermana que, a veces, me parece revivir aquellos viejos tiempos con tanta intensidad que no alcanzo a distinguirlos del presente». Se confesó encantado de tener por casa «dos pares de enaguas». Se veía venir una nueva obsesión".

"Así fue: a finales de 1845 Dickens estaba de nuevo inmerso en su trabajo y dejó de lado estas ocupaciones menores, hasta tal punto que no visitó a los De la Rue en enero de 1846, aunque ellos le esperaban. Sí lo hizo sin embargo al año siguiente, cuando pasó otra temporada en Lausana con su familia, y continuaron escribiéndose hasta 1866. Pero Dickens no olvidó el episodio, habla de él a Sheridan La Fanu en una carta escrita seis meses antes de morir. Sí, era un hombre de obsesiones. De obsesiones de largo recorrido".

"—«¿Podré dejarte el manuscrito de mi vida cuando yo muera?»—, y dispuso las bases para comenzar la que sería según muchos la mejor de sus novelas y, en todo caso, la más autobiográfica: David Copperfield. Seguramente es a este hecho al que se refiere en una de las cartas a Maria: «Hace algunos años (justo antes de David Copperfield) comencé a escribir mi biografía, con la pretensión de que alguien encontrara el manuscrito entre mis papeles cuando el tema de su objeto llegase a término. Pero a medida que me acercaba a esa parte de mi vida [la historia de amor de ambos] me faltó valor y prendí fuego a lo que quedaba»".

"En septiembre de 1853, cuando terminó Tiempos difíciles, le escribió diciéndole que estaba pensando en marcharse una temporada fuera, él solo. Se encontraba en Boulogne con su familia, pasando el verano, y hablaba de irse seis meses a los Pirineos. Parece que no fuera Dickens quien está escribiendo esto, aunque el párrafo siguiente corrobora que sí: «La inquietud, me dirás. Lo que sea… Ha sido lo que siempre me ha impulsado a seguir adelante, no puedo evitarlo. He parado nueve o diez semanas y a veces me siento como si llevara un año sin hacer nada, y eso que antes de descansar me estaban atacando todo tipo de miserias, debido a los nervios. Creo que si no tuviera la posibilidad de caminar, muy lejos y muy rápido, explotaría»".

"Pero la vida, ya lo hemos visto, no siempre avanza en línea recta, ni siquiera una vida llena de éxitos como la de Dickens. Y, también lo hemos visto, a veces los fantasmas del pasado deciden hacernos una visita: Maria Beadnell volvía a entrar en escena".

"TAVISTOCK HOUSE
Sábado diez de febrero de 1855

Estimada Sra. Winter:

Recibo constantemente cientos de cartas con todo tipo de caligrafía, todas ellas desconocidas para mí y, como podrá usted suponer, no tengo especial interés en los rostros que hay detrás de tales epístolas. Pero la otra noche, cuando leía junto al fuego, vi un puñado de ellas apiladas en mi mesa: las miré por encima y, al no reconocer la caligrafía de ningún amigo cercano, las dejé estar y volví a mi libro. Advertí sin embargo que mi pensamiento divagaba de extraña manera, alterado, y volvía a mis años mozos. Esto me dejó perplejo, porque no había nada en lo que estaba leyendo, ni en lo que había estado pensando en momentos recientes, que hubiera podido desencadenar esos recuerdos, por lo que se me ocurrió que debió dispararse con algo que vi en aquellas cartas. Así que volví a ellas, y de pronto el recuerdo de su caligrafía me invadió con una fuerza que no sabría expresar. Veintitrés o veinticuatro años se habían desvanecido como un sueño, y abrí la carta como lo hubiera hecho mi amigo David Copperfield cuando estaba enamorado".

"Había algo tan urgente y a la vez tan placentero en su carta, tan de verdad, tan alegre, tan franco y afectuoso, que la leí con total delectación hasta que llegué al momento en que menciona a sus dos hijitas. En el estado, alterado como estaba, de mis pensamientos, la existencia de estas dos criaturas hizo su aparición como si de un prodigio se tratara, tanto que pensé de pronto que estuviera yo trastornado, hasta que se me ocurrió pensar que yo mismo tenía nueve criaturas en casa. Entonces los últimos veintitrés o veinticuatro años empezaron a acomodarse en un desfile sin fin entre lo que yo soy ahora y ese Pasado que no puede cambiarse, y no he podido evitar pensar de qué extraña estofa están hechas nuestras pequeñas historias".

"Si usted desea examinarme en el nombre de aquella atractiva sirvienta de Cornualles que tenían entonces (imagino que ahora tendrá veintinueve bisnietos y andará con bastón), se dará cuenta de que lo que digo es correcto, aunque el nombre también era monstruoso. No he olvidado nada de aquellos tiempos. Siguen siendo tan claros, perfectos y estáticos como si nada se hubiera movido nunca a su alrededor, como si no hubiera nunca visto u oído mi nombre fuera de mi propia casa. ¡Qué valor tendría yo, qué valor tendrían el trabajo y el éxito, de no haber sido por aquellos momentos!".

"Mi querida señora Winter, su carta me ha conmovido enormemente. Y el placer que me ha causado tiene un sutil tinte de dolor. En el tira y afloja de este mundo donde casi todos nosotros perdemos a alguien de manera incomprensible, no consigo expresar lo que me supone apartar la vista de los viejos tiempos sin sentir una dulce emoción".

"Usted pertenece a aquellos días en los que forjé mi carácter con cualidades que crecieron en mi interior, haciéndome mejor de lo que era. Por ello no puedo despedirme de usted sin más. La asociación que mi pensamiento establece con su persona convierte su carta en algo más, y más inmediato, que cualquier otra que yo pudiera recibir. El señor Winter no tendrá inconveniente: a fin de cuentas, todos nosotros navegamos rumbo al mar, y sólo encontramos placeres al pensar en el río que nos lleva, y en lo estrecho y pequeño que era antaño. Cordialmente, su amigo,
CHARLES DICKENS".

"Aunque esta no es más que una carta escrita en tono cordial por un hombre cuyo pasado surge de improviso, sin duda se sintió complacido y halagado al recibirla. En la siguiente carta, escrita desde París —durante el viaje que hizo con Collins—, el tono sube ligeramente, se hace más íntimo, más cercano. Pensemos que un hombre que se encuentra en una situación delicada, desde el punto de vista psicológico, que lleva meses dedicándose miradas introspectivas y acusando una insatisfacción —una angustia vital, en definitiva— sin precedentes recibe una carta de la mujer a la que amó veinte años atrás. Más que a broma del destino suena a segunda oportunidad, y debió de pasar por su cabeza la posibilidad de comenzar de nuevo: no necesariamente comenzar una historia con Maria, o reanudar el romance, pero tal vez, frente al espejo, Dickens sintió ese impulso que mucha gente siente cuando tiene su edad y se encuentra en su situación emocional".

"Siento de nuevo un peso en el corazón cuando leo su encargo escrito con aquella caligrafía que no ha cambiado en absoluto y, sin embargo, me causa gran placer que me lo haya confiado y poder recordar con usted aquellos tiempos que yo solo no logro rememorar sin conmoverme".

"Siento mucho, muchísimo, que no se decidiera a escribirme antes del nacimiento de su hijita. Espero no obstante que un día usted le enseñe cómo debe ella contarles a sus hijos, en tiempos venideros, que Charles Dickens amó a su madre con el más extraordinario fervor cuando sólo era un muchacho".

"Desde entonces, siempre he creído que nunca hubo un infeliz tan fiel y devoto como yo lo fui. Todo lo que en mí hay de extravagancia, romance, energía, pasión, aspiración y determinación para mí siempre ha ido unido a aquella mujeruca tan dura de corazón —usted— por la que, no es preciso que lo diga, yo hubiera muerto con total disposición".

"El sonido de su nombre siempre me ha colmado de una especie de compasión y de respeto por la verdad, hasta el punto de que en mis estúpidos años mozos tuve que hacer depositaria de mi amor a una criatura que para mí representaba el mundo entero. Nunca he sido bueno desde entonces, nunca tan bueno como cuando usted me hizo tan terriblemente feliz. Y ya nunca volveré a ser ni la mitad de bueno que entonces".

"Asimismo, espero que no le desagrade leerlo. Imagino, aunque tal vez no haya usted pensado mucho, en los últimos tiempos, que yo la amaba entonces como ama un hombre, que habrá visto reflejada en mis libros la pasión que por usted sentía, y habrá pensado usted que no es cosa de broma haber amado así".

"Hay cosas que he conservado guardadas bajo llave en mi corazón, y que nunca pensé que volvería a sacar. Pero ahora, ahora que me encuentro escribiéndole de nuevo, como antaño «sólo para usted»… ¡cómo no voy a dar a esas cosas toda la luz que es necesaria para que usted compruebe que están allí todavía! Si de los días más inocentes, más ardientes y más desinteresados de mi vida usted fue el Sol, ya lo creo que lo fue… Si yo sé bien que el sueño que viví me hizo tanto bien, refinó mi corazón, me volvió paciente y perseverante… Si ese sueño fue sólo usted, que Dios sabe que lo fue… ¿cómo puedo ser depositario de su confianza, y devolverle ésta, para sacar todo lo que llevo dentro?".

"Estaré aquí hasta el martes o el miércoles. Si la nieve permite que esta carta le llegue en este intervalo de tiempo, tal vez usted quisiera hacerme llegar otra «sólo para mí»".

"Cuando empecé, un gran número de recuerdos vinieron a mi pensamiento y mi intención fue recorrerlos todos, como si fueran una hilera, uno tras otro, y preguntarle a usted si también los conservaba. Pero todos están en éste al que me he entregado con placer y dolor a partes iguales: todos están ahí dentro, así que dejémoslo estar".

"¡Ah! Aunque sea ya tan tarde para leer con esa caligrafía lo que nunca leí antes, lo he leído con gran emoción y con la ternura de entonces, suavizada por un recuerdo algo más doloroso de lo que podría explicarle sin gran dificultad. ¡Cómo pudo suceder todo aquello de la forma en que sucedió! Nunca podremos saberlo, ahora que estamos ya a este lado del Tiempo. Pero me conozco lo bastante como para estar del todo seguro de que, si usted me hubiera dicho entonces todo lo que me dice ahora, tan sólo con la pura verdad y con la energía que mi amor contenía, me hubiera enfrentado a cualquier cosa".

"Pero me conozco lo bastante como para estar del todo seguro de que, si usted me hubiera dicho entonces todo lo que me dice ahora, tan sólo con la pura verdad y con la energía que mi amor contenía, me hubiera enfrentado a cualquier cosa.
Recuerdo perfectamente que, mucho tiempo después de alcanzar la mayoría de edad —mucho tiempo o, al menos, mucho me parecía entonces— le escribí a usted por última vez, la última de todas, abrumado por una idea cargada de sensatez: nos estábamos convirtiendo en un hombre y una mujer…".

"Sigue usted siendo la misma en mis recuerdos. Cuando me dice que está «desdentada, gorda, vieja y fea» (lo cual no creo en absoluto) mi memoria vuela hasta la casa de Lombard Street, ahora demolida, como si fuera necesario que aquellos ladrillos y aquel cemento empezaran a apilarse en mi mente para formar ese castillo en el aire donde vuelvo a verla con un vestido de color frambuesa con un ribete negro en la parte superior, de terciopelo negro, me parece que era… con volantes de encaje, un número infinito de volantes de encaje… y con mi corazón juvenil prendido de cada uno de ellos como si fuera una mariposa prendida de un alfiler".

"Me pide usted que guarde en mi corazón lo que me cuenta. No sabe usted lo que he guardado en él en todo este tiempo, y con todo lo que ha sucedido".

"Recuerdo que la pobre Anne me escribió una vez, en respuesta a algún estallido de locura en mis horas bajas, diciéndome: «Querido Charles, la verdad es que no logro entender a Maria, ni aventurarme a asumir la responsabilidad de decir cuál es el estado de sus afectos». Y añadió, lo recuerdo bien, que Dios la bendiga, una larga cita sobre la paciencia y el tiempo. Bien, bien… Pues la paciencia y el tiempo son los que nos han unido de nuevo.
Recuerde que aceptaré todo con toda mi alma.
Con afecto, su amigo, 
CHARLES DICKENS".

"Tampoco sabemos cómo se produjo el encuentro, tal vez fue primero conjunto, social, y decidieron dejar para después su reunión privada. Probablemente, a juzgar por la actitud de Dickens en la próxima carta, ese encuentro a solas no se llegó a producir. Pero sí conocemos el balance: desilusión. El recuerdo de un amor interrumpido en su cenit, la anticipación del reencuentro, la vanidad removida
y la curiosidad zarandeada, incluso la remota posibilidad —si la hubo— de encontrar un alma que le fuera más afín ahora que su matrimonio se tambaleaba… todo ello acabó, de pronto, en el más profundo abismo de la decepción. La siguiente carta no la ha escrito el mismo hombre que las anteriores: tal vez sí la misma pluma, pero no el mismo corazón. No el mismo ánimo".

"En medio de la fantasmal desazón que supone el comienzo de un nuevo libro[37], mi tiempo es como los espíritus de Macbeth y «no hay quien lo gobierne», ni siquiera yo".

"Así que he pasado una semana regular, y el viernes por la noche estaba tan mal que llegué a casa a las nueve y me metí en la cama. Ahora me invade la necesidad —como me sucede la mayoría de las veces— de ponerme en pie y empezar a dar vueltas como acostumbro, para pensar. El sábado, o ayer mismo por ejemplo, ya no podía aguantar más, de la misma manera que un ser humano no puede prescindir del alimento, ni un caballo puede renunciar a que lo guíen. Suelo dominar mi capacidad inventiva con gran dureza, la misma que rige toda mi existencia, pero a veces toma total posesión de mí y me impone sus propias demandas, o se pasa meses enteros manteniéndome alejado de todo lo demás".

"En agosto de 1859

Nelly hizo su última función, y no se sabe si fue por decisión propia, si es que nadie volvió a darle trabajo (a pesar, por cierto, de la insistencia de Dickens) o si él mismo le impidió que volviera a actuar. Como apunta Claire Tomalin, había quedado atrapada entre lo que podía decirse públicamente y lo que había pasado. Viviría entre lo que habría podido ser y lo que ya nunca sería.
Invisible. Inexistente".

"Entró en la vida adulta rechazado por un amor imposible; la abandonó ocultándose de otro, pero, en los dos casos, persiguiendo: siempre persiguió algo. Un sueño, una ilusión, lo que él consideraba su destino".

"De Chesterton, que también mencionó sus contradicciones, queremos quedarnos con otra frase sobre su bondad:
«Generoso lo fue siempre; pero el aprendizaje de la vida había sido para él tan difícil que no siempre resultó hombre de trato fácil. Y si nada jamás desmintió su buen corazón, a veces falló su buen carácter»".







Amelia Pérez de Villar

viernes, 25 de febrero de 2022

Promoción (Cerradas)

 Querido escritor/a:


Mi forma de promocionar su obra es una reseña en Goodreads, Instagram y, a su vez, una entrada dentro de blog si dicho manuscrito posee citas literarias en el (opcional).


Información:

- Para escritores autopublicados (Amazon, Wattpad, otras plataformas) y pequeñas editoriales.
- Libros autoconclusivo o precuelas de sagas/trilogías, sea del formato que sea, es decir, poesía, teatro, ensayo, novelas, etc.
- Mis reseñas son totalmente objetivas, por lo que no habrá favoritismo.
- Acepto solo formatos pdf/epub, no tengo ebook por lo que el formato Kindle queda descartado. Sin embargo para los autores que residan en la provincia de Tucumán, Argentina pueden optar tanto está opción o pasarme el ejemplar, coordinación únicamente por mi cuenta de instagram.
- Estoy abierta a cualquier género menos erótico/sexuales/político/autoayuda, sin excepciones.
- Sobre todo es gratis, no hay aportación económica por ningún lado.
- No reseño aquellos libros que no fueron pactados previamente, a su vez, los mismos tienen que estar concluidos.
- Tiempo estimado de entrega: una o dos semanas, dependerá mucho del libro o del cupo.

Cantidad de páginas aceptadas hasta: 400
Idiomas: Castellano, Portugues.

A tener en cuenta que todo el trabajo en que se conlleva al realizar la colaboración, tanto de reseña como de entrada en el blog, lo mínimo que espero es un “gracias”, de lo contrario daré de baja ambos trabajos, a su vez soy dueña de las palabras que publico, eso quiere decir que tambien espero que se me etiquete si van a compartir las reseñas en sus redes sociales.


Cupos


IMPORTANTE

La disponibilidad de cupos no se puede maximizar ya que estudio y trabajo.






Para enviar su manuscrito (mi correo)
Consultas (mi cuenta de Instagram o Goodreads)


Más información sobre el proyecto Promoción:

No trabajo en ninguna editorial y solo soy yo sola con este proyecto que sigo manteniendo desde el 2016, soy consciente de la popularidad de la blog y a base de ello quiero ayudar a los autores autopublicados o de pequeñas editoriales a fomentar su trabajo. Hace poco agregué la posibilidad de promocionar en instagram y en futuro quiero seguir con otras plataformas.
Actualmente estudio la carrera de letras para que un futuro pueda seguir creciendo en lo que me gusta que son los libros y sobre todo seguir ayudando a los autores que confían en mí y que aún faltan por llegar. 
Mi gratitud para ellos. 



Autores promocionados:



2024:


Angélica L. Cota

Fran Portillo

Gemma Trilla

Mariano Cointte

Daniel Casillas

Ailer Gentile

Leandro R. Puntin

Javier Balsera

Carl Cupper

Cristian Camilo Bolívar Arévalo

Víctor Eduardo Deutsch

2023:


Sergio Pérez Algaba

Felipe Quiroga

Jonatan Monreal

Sergio García

Ángel Ramón

Alba García

J. G. Melián

Stephanie Martínez

D. F. Gallardo

Carmelo Monsalve 

2022:


G. Bruno

Macarena Gallego
Philip Am

Alejandra Abraham

Mu Giodarotti

Cristian Camilo Bolívar Arévalo


Martín Iguarán


Ruhiz Pedregosa

Lautaro Vincon

Ángel Di Cosimo

P.A.A. Noguera

Desirré Romay

David Coloma García

Silvia Iglesias

Pepe Cantalejo



Citas: María de los Buenos Ayres - María Sol Obes

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 "Cualquiera fuera la idea sobre Will, todos veían como su apariencia se transformaba al surgir esa cualidad en él: miraba fijo a la nada; sus cabellos se erizaban; sus pupilas se dilataban; sus manos se movían como si cosiera un manto invisible; o de repente, caminaba en círculos sin causa aparente. No siempre se daban todas juntas, pero aparecían una o dos durante esos momentos. También estos últimos, producían en sus compañeros un gran miedo o admiración hacia Will, mediante el cual nadie era capaz de interrumpirlo cuando el espíritu se manifestaba".


"Pensaban que estaba cerca del fin y comenzaron los preparativos para la extrema unción; pero inesperadamente se presentó un médico. Nadie lo conocía porque había desembarcado esa misma noche, ni tampoco hubo tiempo para ello (cuando se enteró de la enferma, fue inmediatamente para allá). Al presentarse, lo alimentaron con mucha abundancia y todos vieron en él una última esperanza divina para la mujer moribunda. Luego se dirigió hasta la habitación donde estaba la paciente, llegó al marco de la puerta y le indicó tranquilamente a los sirvientes que sacaran todos los elementos religiosos de allí. El hijo de la mujer le preguntó la razón. Entonces el médico le contestó: —Así en la derrota conseguiré mis espinas y en la victoria recogeré mis laureles".

"En el regimiento de Arce, rápidamente fueron rodeados por los enemigos en todos los frentes. A medida que se acercaban y confeccionaban un círculo más pequeño a su alrededor; muchos soldados españoles intentaron escapar: pasando por debajo de los caballos; hiriendo a los jinetes británicos para robarles los animales, sacándolos de las monturas; prendiendo fuego sus fusiles con el fin de espantar a los invasores; entre otras ocurrencias. La mayoría pudo salir, menos Arce. Mientras los demás escapaban, él intentaba luchar y convencer a los fugitivos para que regresaran; se dio cuenta que no iban a volver cuando una bala se incrusto en su corazón. Luego cayó al suelo y solamente su cuerpo constituyó uno de los pocos obstáculos coloniales para los británicos".

"Desde ese instante sus vidas se conformaron en un gran espiral".








María Sol Obes

Citas: Equipaje Ancestral - Favio Anselmo Lucero


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 "Pequeño gran mundo:

"Entró bruscamente, se miró al espejo. Al cruel espejo que, últimamente, le mostraba no su cara, sino el rostro de la tristeza".

"Latiendo fuerte sus emociones, con nostalgia rememoró su pasado aristocrático, al cual había renunciado para perseguir sus sueños e ideales que lo llevaron a rodar por el mundo. Optó por dejar su vida acomodada y segura para ser explorador de ilusiones.
Un soñador. Buscaba otros placeres, otro confort.
Quería obtener la admiración de las personas solo por necesidad de amor".

El enigma de la cueva:

"Además, ella no hablaba como cada mañana, con verborragia.
Pensó que tenía una mala noticia que darle. Por momentos, no emitía una palabra. El mismo sigilo de la cueva estaba adueñándose de la casa. Un tibio sol juguetón, casi recién amanecido, iluminaba justo donde ella se sentaba. Por momentos, su cuerpo se desdibujaba. Solo veía el reflejo de la medalla".

Espesa niebla:

"Su físico… sintió la arena. Sus ojos se llenaron de luz, quedaron fijos, encandilados. El sudor se evaporó y un rápido movimiento recorrió su espalda. La neblina, ave de rapiña, envolvió ansiosamente su cuerpo.
Los asesinos represivos nunca fueron identificados por los ciegos y mudos testigos, amedrentados con tiros al aire de armas de fuego.
Todo lo que es o existe, horizontal de cuatro letras. Quién, dónde, cómo.
Estaba bañado en sangre".

Angelito niño:

"Manos suplicantes,
fervorosos ruegos
pidiendo piedad.
Manchadas de sangre
que te ahogarán".

"Destino marcado
sin la libertad.
Siempre prisionero,
duermes y no sueñas
con poder jugar.

Nacimiento mudo
que nunca dio a luz.
Hijo de la tierra que,
en lugar de cuna,
te dio un ataúd".

Amanece el oscuro:

"El café me volvió a la realidad.
Es increíble esa sustancia negra, amarga y fuerte, igual que mi vida; me hizo reaccionar".

"Un sacerdote besa mi frente fría, hace la señal de la cruz con el pulgar y todos mis compañeros se encuentran paralizados por el suceso.
Concluyó el rito, la oficina siguió su ritmo y, al cerrar mi correo, me fui silenciosamente pensando en la última frase: SIN AMOR DUELE MUCHO VIVIR".

La casa usurpada:

"Ahora es muy distinto. Todo cambió. Los señores ya no están: Nora continúa con el manejo de su propia familia. Los tiempos son otros. Las costumbres, también".

Solitos en la Docta:

"Fue sintiendo como un agujero en las entrañas, que aumentaba con el paso de las horas heladas, y que lo carcomió completamente, provocándole un vacío inmenso que agotó sus fuerzas. No podía ni levantar los brazos, desamparado en ese desierto blanco, en esa ahuecada existencia invisible, avergonzándose de estar vivo. La temperatura bajo cero congeló sus extremidades con violentos temblores, abandonado al dolor. Sin resistir, confundiendo su consciencia, su cuerpo dejó de contenerlo".

Un poeta en el ropero:

“Hecho para amar, dignidad humana.
Con derecho a amar, despojado”.

"Otras veces, canto canciones inventadas, para preguntarme
por qué. Me pregunto: ¿por qué estoy acá?, ¿a quién obedecer?
Quisiera engendrarme yo mismo de nuevo".

“Sin acercarse, sin mirar,
ni amigo, ni cómplice.
Hay que renunciar”.

"Estar y sentirme como me siento: más vivo que nunca. Ya no imagino utopías azules ni universales. Vivo la realidad de los momentos y las horas. Mis noches tienen la esperanza y el olor de las mañanas frescas de verano. Y mis días reverdecen alegres y luminosos, como en primavera.
La búsqueda y la lucha terminaron cuando decidí dejar esa vida adentro del ropero.
Al salir, el sol me iluminó la cara y los ojos para ver lo esencial.
Me dejé empapar por la lluvia. Entonces, me encontré con el amor, que le dio sentido a todo.
Hoy, soy lo que soy".

La declaración del heredero:

"No pudieron impedir que las heridas causadas se volvieran
luminosas, reflejando, en su espíritu, los colores del arcoíris".












Favio Anselmo Lucero

martes, 22 de febrero de 2022

Citas: Diario de un vampiro en pijama - Mathias Malzieu

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"6 de noviembre de 2013

«Haces demasiadas cosas al mismo tiempo, ya no tienes veinte años», me decían.
Ya descansaré cuando esté muerto".

"Siempre he soñado con ser un superhéroe, principalmente para salvarme a mí mismo.
Pero acabar con mis demonios sería demasiado sencillo, en realidad los necesito. Si los mato, me mato".

"Perder a mi madre marcó un antes y un después en mi bulimia creativa. Desde entonces no ha dejado de crecer. A cada cual sus muletas, las mías son peonzas eléctricas: solo puedo apoyarme en ellas cuando están en movimiento. Las reglas son simples: no detenerse, tampoco frenar y sobre todo no permanecer encerrado en ninguna parte, ni en sentido literal ni en el figurado. Hacer el tonto poéticamente es un oficio estupendo".

"Imposible retroceder ni reducir la marcha. Tengo que hacerlo todo a fondo. Inventar historias verdaderas me hace profundamente feliz. Vivirlas y compartirlas, todavía más. Trato de concentrarme en esa realidad".

"—¿Tendré que dormir aquí?
—El médico se lo confirmará, pero me parece que sí, señor Malzieu —me responde una enfermera enmascarada.
Los cubiertos vienen en una bolsita de plástico que la auxiliar de enfermería rompe para que yo los coja sin que ella tenga que tocarlos. Nunca habría imaginado que el infierno fuera un lugar tan limpio".

"Algo sucede en la cámara de la esclusa. Reconozco la silueta de Rosy. ¡Por fin entra!
Un soplo de vida. Está inquieta, pero me tranquiliza. Sus abrazos son para mí como un refugio. En mi libro anterior, inventé la historia verdadera de nuestro encuentro. El beso más pequeño recogía los pedazos del corazón hecho trizas por el duelo amoroso de un inventor depresivo e infradotado. Volvía a pegarlos, pedazo a pedazo, con paciencia apasionada. Y eso es exactamente lo que sucedió. Hasta el seísmo incomprensible que hoy me sacude.
Rosy se apoya en la cama al borde del vacío. Con su indumentaria de otro mundo, al que hace solo unas horas también yo pertenecía. Los colores, el viento, los coches y los árboles han quedado encerrados al otro lado de la ventana. Ya no puedo tocar nada, ver, oír. Me acurruco en el nido de mis propios brazos, rodeado por los de mi amada".

"—A ver, ahora voy a pinchar…
¡Y vaya si pincha! ¡Aunque «atravesar» hubiese sido más exacto! Clava el instrumento en el esternón con ambas manos y ayudándose con todo su peso para traspasar la piel hasta lo más profundo del hueso. Es como si me apuñalasen con una banderilla. Me esfuerzo por mantener una respiración regular y por no mirar demasiado lo que está sucediendo.
—A ver, ahora voy a aspirar…
Mis costillas parecen despegarse, es como si me arrancase la caja torácica. ¡Duele como un navajazo! Se me corta la respiración, el corazón me estalla. Por fin retiran el arpón.
—¡Ya está, puede usted respirar!
No lo consigo porque, por un momento, soy una puta trucha y ya no sé cómo se respira".

"—¿Cómo se siente, señor Malzieu? —Controla su tono con cautela. No permite sobrentendidos…—. Ya tenemos un primer resultado… No hay blastos, así que no padece usted una leucemia aguda.
—¿Una leucemia… aguda?
—Sí. He preferido no decirle nada hasta ahora, pero eso es lo que nos hacían temer los análisis.
¡Leucemia aguda! Solo mencionar esas dos palabras me viene a la mente una lluvia de ataúdes".

"12 de noviembre de 2013

Poco a poco, los análisis emiten su veredicto: «Aplasia medular», también conocida como interrupción del funcionamiento de la médula ósea. Una enfermedad de la sangre tan grave como rara. Es «idiopático», como ellos dicen, no se conoce la causa. Imagino que mis excesos de nuggets-crepes y otras Cocas con un poco de whisky tendrán que ver con ello, aunque por lo visto no. ¿El rock? ¿La melancolía? ¿El sufrimiento amoroso? ¿La alegría rabiosa? ¿La falta de sueño? ¿El duelo padecido? ¿La Nutella?
Tampoco. Es una lotería, un accidente biológico. Puede pasarle a cualquiera aunque no le pasa a casi nadie. No hay más de un centenar de casos en Francia. En su mayoría, niños o gente mayor. Soy un objeto de coleccionista".

"—No es un cáncer, aunque los síntomas son idénticos a los de la leucemia… El tratamiento será muy parecido, y vamos a tener que considerar el trasplante de médula ósea —me dice delicadamente la hematóloga.
Me quedo de piedra, Rosy todavía mueve las pestañas.
—Me explicaré mejor: no tiene usted células malignas, sino que son sus propios anticuerpos los que se vuelven contra usted y atacan a sus células… Se comportan con su médula ósea como contra un virus, no sabemos bien por qué.
De repente me he convertido en mi propio enemigo. El vampiro que me chupa la sangre no es otro que yo mismo".

"—Los anticuerpos funcionan a la manera de un ejército programado para defenderle, pero algo le ha hecho creer a ese ejército que está luchando contra un cuerpo extraño, y la ha tomado con sus glóbulos. Es lo que llamamos una enfermedad autoinmune.
Un bug… Me he convertido en hacker del sistema inmunitario, sin escrúpulos, de pronto me autodestruyo. Soy mi propio cáncer".

"Me han sacado tubos y tubos de sangre, me han clavado en la espalda unos arpones para hacerme lo que ellos llaman «biopsia de médula» y al final he podido irme a casa. A condición de volver por lo menos una vez a la semana para una transfusión. En adelante, necesitaré la sangre de otros para vivir. Es oficial, me he convertido en un vampiro".

"Para regresar al mundo de los vivos, necesitaré un trasplante de médula. Un tratamiento duro, tal vez imposible de soportar. En internet dicen que puedo morir".

"Lo que van a trasplantarme no es un reloj de cuco en lugar de un corazón helado, pero, como en La mecánica del corazón, será cuestión de vida o muerte. Esta vez la realidad supera la (ciencia) ficción".

"Hoy tengo una cita en una sala de cine para ver un pase de la película. Llevo seis años esperando este momento. Hemos luchado como locos y estamos orgullosos de presentar La mecánica del corazón. Y sin embargo, me siento como un extraño espectador que ve una película rodada dentro de su corazón".

"Me presento en la recepción de la policlínica, donde unas guirnaldas tratan de decorar la sala de visitas. Una dama con la mollera vacía y un esfínter en lugar de corazón lanza sus maldiciones de Scary Christmas. Aunque le enseñe la cita en el móvil, que me llegó por correo electrónico estas navidades, ella necesita «el papel». En el correo figura mi nombre y el nombre del médico que trabaja en el piso de abajo, pero ella quiere «el papel». ¿Ni siquiera para archivarlo o algo así? No, es solo porque ella tiene que ver «el papel»".

"Amo demasiado la vida para aceptar la idea de la muerte".

"Cada uno sufre con aquello que no decimos, pero el épico aliento de nuestra complicidad padre-hijo sigue resistiendo".

"En la habitación de al lado, oigo:
—¿Sabe usted que hoy le toca un mielograma?
—Lo sé, lo sé… ¡Acabarán por aspirarme el alma!
La voz de ese hombre parece salir del libro de Whitman. Describir con semejante precisión la sensación que produce esa «prueba un poco desagradable llamado mielograma»… Aquí todos estamos en las mismas. Hasta los fantasmas de los poetas sufren el castigo del arpón en el esternón.
Estoy tenso como un arco. Después, voy yo. «¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!» ¡Logre tu potencia poética atenuar el dolor!".

"Todavía sigo creyendo en Papá Noël y confiando en que llegue Mamá Médula, aunque tengo mis dudas. ¿Pueden encontrar a un donante o ya han rastreado todo el fichero mundial? Las respuestas de mi hematóloga de voz dulce son vagas. Hace malabarismos con la esperanza como si fueran bolas de porcelana. Consigue que no se le caigan".

"El sueño no llega. Voy desnudo a buscar una Coca-Cola de la nevera. Bebérmela helada hasta llorar burbujas. Tomarme algo a las cuatro de la mañana mirando cómo centellean las estrellas a lo lejos, en la bruma, igual que fuegos artificiales fallidos.
Mirar cómo duerme Rosy, sus pechos abultando el edredón como islas flotantes. Ver cómo el amanecer borra la luna con su goma en forma de nube. Tomarme una dosis doble de somníferos y por fin desplomarme".

"6 de febrero de 2014

He hecho media hora de bicicleta estática mirando por la ventana y escuchando en el iPhone a Ennio Morricone. Frente a un decorado inmóvil, si quieres avanzar tienes que buscar las ganas en lo más profundo de ti".

"Tengo la impresión de estar en la serie House. Nunca he visto un episodio entero, seguramente debería haberlo hecho. Mi cuerpo ya no me pertenece. Estoy a punto de transformarme en una salchicha envasada al vacío".

"Observo mi reflejo en el espejo que uso para afeitarme. Mis mejillas se han convertido en mofletes. Oh, por cortesía de la cortisona estoy convirtiéndome en un hámster. Podría haberme transformado en un murciélago como cualquier vampiro, pero no, si eres pelirrojo te conviertes en hámster".

"—¿De qué grupo es usted? —me pregunta.
—Dionysos —respondo.
–Me refería al grupo sanguíneo.
—Ah, sí… O positivo".

"Me cambia la tirita del catéter, pues al sudar en la bici la he estropeado. Me he ganado una «depilación gratuita». Esta frase es un clásico entre las enfermeras, la repiten antes de arrancarme una tirita y, con ella, unos cuantos pelos. Esta enfermera tiene una técnica infalible para que la operación resulte lo menos dolorosa posible.
—¿No le hago daño?
—¡Lo sé! —le he dicho.
—Era una pregunta –me ha contestado sonriendo.
—Y lo mío una respuesta".

"Estar enfermo es sentirse niño y viejo al mismo tiempo".

"—¿Necesita usted algo, señor Malzieu?
—¡Sí, unos besitos! ¡Estoy hasta las narices de no recibir besitos!
Ella se rió detrás de su mascarilla y la noche siguiente me trajo una hoja de papel plastificado donde había escrito «Buenas noches» y dos besos en rojo. Las imagino a ella y a su auxiliar de enfermería besando la hoja en blanco y metiéndola en el plástico para luego desinfectarlo. Después se ponen la mascarilla, el gorro y la bata para traérmelo. El placer de un gesto hermoso. Dos bocas en forma de corazón que contribuirán a que mi espíritu pueda cantar. Templar los nervios a través de la risa".

"Voy a tener que dosificar hasta el galope-ciclista. Con los glóbulos rojos tan bajos, me falta oxígeno en la sangre. Estoy lleno de calambres. No me quedan ganas de telefonear y anunciar las malas noticias. Mi padre, mi hermana y Rosy tenían tantas esperanzas de que saliese… Es un gran domingo de derrota en el campeonato de futburbuja.
Nunca he sabido jugar para empatar. Sólo sé ganar o ultra-perder, y hoy me he perdido un poco".

"Coqueteo con un viejo y oxidado sueño: cortar el cordón de la perfusión y ponerme mi disfraz de hombre normal que aguarda en el armario de formica. Bajar la escalera sigilosamente, en calcetines. Atravesar la sala de urgencias en sentido inverso y llegar a la calle. Sentarme en una acera y calzarme los zapatos respirando el aire fresco nocturno. No volver a caminar sobre tubos de plástico. Correr solo, llamar a un taxi que no se detendrá. Entrar en un bar, pedir varias raciones de patatas fritas, todas las Coca-
Colas imaginables y una botella de whisky.
Puede que morder, en todo caso besar. Contarle mi historia a un viejo al que no le importa. Llamar a los amigos y quedar con ellos. Por la noche, mentirles explicándoles que ya he salido. Quitarme la chaqueta mientras suelto dos grandes carcajadas.
Entonces el tubo plástico recién cortado sonaría con un ding al golpear el borde del plato de porcelana. «La menor», diría yo. «¿Se ha escapado usted del hospital?», preguntaría una hermosa camarera con cierta inquietud.
Salir corriendo al ralentí, sofocado como una vieja cabra. Aprovechar un semáforo en rojo para pillar un taxi. Amenazar al taxista con una pistola de orina. «O me llevas a casa o te disparo mi pis a los ojos.» El conductor que da un frenazo ante una comisaría.
Saltar del coche y rodar por el asfalto. Sangrar como un géiser por el codo. Cruzar mi mirada con la de una chica un poco borracha en el paso de cebra: «Oye, ¿tú no serás el cantante de Mickey 3d?». Apuntarle con mi pistola de orina. No tener ya fuerzas para hacerme con un taxi ni para pedir otro. Sentir cómo me asalta una oleada de lágrimas.
Desear regresar al hospital, no encontrarme tan mal en esta cama. Adormecerme unos segundos y deslizarme en el sueño de un western bajo la lluvia".

"Última charla nocturna con las ninfermeras. Albergo la nueva esperanza de no volver a verlas, a pesar de que las amo. Soy un vampiro del amor. Ellas son cigüeñas.
Contrabandistas de frágiles globos. Acompañan a los pacientes de principio a fin.
Dicen que es normal, que es su trabajo. Arañas tejedoras de algodón que suavizáis los afilados ángulos de esta burbuja, nunca os estaré lo bastante agradecido".

"Hoy es mi cumpleaños. Cumplo cuarenta. Todavía no sé de qué voy a disfrazarme. Ya he hecho de Jedi, Spiderman, hombre-reloj y pequeño gigante. Ser solo uno mismo es complicado, pero ahora me apetece disfrazarme de mí".

"Un poco antes, me había regalado un sillón en forma de huevo gigante. Hacía años que soñaba con tener una de esas cosas. Se ha convertido enseguida en mi cabaña de escritura, el mirador de mis mundos imaginarios. Interior rojo como las butacas de un cine, exterior blanco como una mesa lacada de los años setenta. Te pasarías la noche ahí sentado, durmiendo, tan a gusto se está, bien acurrucado. En él escribo, duermo, leo, canto, escucho música, doy besitos y me zampo mis pastelitos. Me percato de que dentro el sonido es extraordinariamente suave. Entonces me digo que tengo que grabar en ese huevo. Tanto para captar ese sonido tan particular, como para divertirme. Cocino mi imaginario en este huevo, lo agito y lo mezclo con la realidad. En él salvaguardo mi capacidad de admiración, la protejo de los tsunamis de dudas que fluyen por mis venas. Protejo los sueños que me quedan".

"Este sueño de instantaneidad responde al hecho de estar confinado en mi domicilio. Se trata de fabricarse las herramientas para salir a la aventura por la casa, a la caza de la improvisación y la posibilidad de compartir, que es cuanto me está prohibido en el hospital. Viajar desde mi casa, viajar hasta mi casa.
Cuestión de sobre-vivir".

"Todo cobra cuerpo. Por supuesto, siempre habrá quien encuentre la forma de ponerle peros a tus sueños. «¿Vinilos? Pero si ya nadie escucha vinilos» o «¿No crees que todo eso te agotará?». En el fondo tienen razón. Precisamente porque les asiste la razón, no tienen en cuenta la pasión".

"Comienza una nueva cuenta atrás. Voy a tratar de salvar la vida gracias al cordón umbilical de una nueva madre biológica.
Y voy a nacer por segunda vez. Lo cual implica que también tendré que morir un poco".

"La enfermedad no entiende de fines de semana ni de vacaciones, está de guardia veinticuatro horas al día siete días a la semana, pero creo que puedo decir con toda la calma y el empeño posibles que me siento afortunado. Siento una fuerza nueva que se apodera de mí bajo las toneladas de plomo que ralentizan mis pasos".

"¡Soy el vampiro del amor, mi corazón sigue latiendo, estoy vivo!".

"Walt Whitman me hace compañía en la sala de espera del escáner. Llevo su libro en la mochila, con las armónicas y L’Équipe. ¿A santo de qué aparece Walt Whitman en la sala de espera de un escáner, si está muerto y bien muerto desde el 26 de marzo de 1892? ¿Acaso los fantasmas de los poetas siguen comprobando el correcto funcionamiento de su cuerpo? Comportarse de ese modo, ¿sería una prueba de esperanza melancólica? Walt Whitman o su doble se levanta cuando lo llaman. Desaparece en el pasillo. Me pregunto si los médicos saben con quién están tratando".

"Entrego mi carnet de identidad y me siento en la sala de espera. Somos cuatro, yo soy el más joven. Esta situación es tan insoportablemente triste y alegre que me entran ganas de bromear. Y es que aquí estamos todos, para tratar de salvar al hijo que todavía no tenemos".

"Al salir del hospital camino un poco. Me compro unos pastelitos y finjo que vuelvo a ser normal. Yo, como todo el mundo, retiro líquido. Lo único es que la gente, en su cuenta bancaria, deposita dinero, y yo espermatozoides. Pero ante el mostrador con mi cruasán matutino, soy como cualquiera de ellos".

"Tenía miedo, pero estaba preparado. Paciencia… Aprender ahora y siempre a dominar el (contra)tiempo…".

"Cuando entras en una habitación aséptica te roban muchas cosas. La libertad, la intimidad, a veces el cabello. Pero no tener que llevar durante toda la jornada el pijama de presidiario exhausto ayuda a resistirse a la desapropiación de uno mismo".

"Hoy me convertiré en el hijo de una segunda madre biológica. La sangre extraída de su cordón umbilical y congelada a menos de -190 ºC desde el 12 de julio de 1999 correrá por mis venas. En aquella época tenía el pelo largo, estaba enamorado de una chica mayor que yo y acababa de pasar un mes en San Francisco para grabar un disco con el grupo. Me gustaría saber en qué pensaba el día que aceptó regalar su cordón.
¿Quién será? ¿Mi vecina? ¿Una india? ¿Björk? Quizá esa mujer vaya a salvarme la vida. Un día, a mí también me gustaría salvársela a alguien".

"Me encanta creer y me he convertido en un soñador profesional, pero prefiero ser yo quien decide en qué creer".

"Soy un hombre muy viejo en camiseta de Spiderman. Ya no duermo, ya no me despierto. El invierno atraviesa mi ventana. Nieva en mi habitación y, dentro de mi cabeza ardiente, los copos no se funden. Mi embarcación se va río abajo, hacia oscuras comarcas que hasta la fecha me eran del todo desconocidas. Hay que ser un experto en esperanza para acariciarla apenas de muy lejos".

"Me quedo despierto toda la noche. La vieja llama en mi interior no quiere extinguirse. 
Apenas queda nada más que los nervios para resistir. Esta vez tengo la impresión de que, si me duermo, ya no despertaré".

"Al regresar al hospital me ha tocado un taxista de antología. Subo en el taxi. Me echa una mirada por el retrovisor. Ni un saludo.
—Buenos días, querría ir al hospital Saint-Louis, avenida Claude-Vellefaux número uno, por favor.
—Huele usted mal. ¿Qué es ese medicamento?
—Es líquido desinfectante para las manos, es difícil estar más limpio".

"Miro una última vez mi habitación antes de cerrar la puerta con cierto temor. Es casi tan
 urbador como cuando abandoné el apartestudio para iniciar el proceso del trasplante.
Tengo ganas de tomar fotos. Las enfermeras me han explicado que algunos pacientes necesitan olvidar la hospitalización, yo necesito recordarla. Ese deber de memoria ha quedado impreso en lo más hondo de mi ser".







Mathias Malzieu