domingo, 31 de octubre de 2021

Citas: It - Stephen King

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"Un chiquillo de impermeable amarillo y botas rojas seguía alegremente al barco de papel. La lluvia no había cesado, pero al fin estaba amainando. Caía sobre la capucha amarilla del impermeable y a oídos del niño sonaba como lluvia sobre el tejado de un cobertizo... un sonido reconfortante, casi acogedor. El niño se llamaba George Denbrough. Tenía seis años. William, su hermano, a quien los niños de la escuela primaria de Derry conocían como Bill el Tartaja, estaba en su casa recuperándose de una aguda gripe. En ese otoño de 1957, ocho meses antes de que comenzasen realmente los horrores y veintiocho años antes del desenlace final, Bill el Tartaja tenía diez años".


"El agua formaba láminas de lodo bajo sus botas. Sus hebillas sonaban con un jubiloso tintineo mientras George Denbrough corría hacia su extraña muerte".

"Y el sentimiento que le colmaba en ese momento era, simplemente, amor hacia su hermano... amor y también cierta tristeza porque Bill no podía estar allí para ver aquello. Claro que él trataría de contárselo cuando volviese a casa, pero sabía que jamás conseguiría que Bill lo viese tal como éste sí lo hubiese conseguido. Bill destacaba en lectura y redacción, pero aun a su edad George tenía capacidad suficiente para comprender que no sólo por eso obtenía Bill las mejores notas; tampoco era el único motivo de que a los maestros les gustaran tanto sus composiciones. La forma de contar era sólo una parte del asunto. Bill sabía ver".

"El sonido del piano llegaba desde lo que su padre llamaba sala de estar y su madre sala de visitas. Sonaba a música de otro mundo, lejana, como deben de sonar las conversaciones y risas de una playa abarrotada al nadador exhausto que lucha contra la corriente".

"El miedo había desaparecido, se había desprendido de él tan fácilmente como una pesadilla se desprende del hombre que despierta con la piel fría y el aliento agitado palpándose el cuerpo y mirando alrededor para asegurarse de que nada ha ocurrido en realidad: olvida la mitad cuando sus pies tocan el suelo; las tres cuartas partes, cuando sale de la ducha y comienza a secarse con la toalla; y la totalidad cuando termina el desayuno. Desaparecida por completo... hasta la próxima vez, cuando en el puño de la pesadilla todos los miedos volverán a recordarse".

"—Gracias, Bill. Es un barco muy bonito.
Y entonces hizo algo que no había hecho hacía tiempo, algo que Bill jamás olvidaría: besó a su hermano en la mejilla".

"—Ahora sí la vas a pescar, culo sucio -dijo Bill, más animado. Sonrió—. Y guarda estas cosas. Si no, a mamá le dará un ataque.
—Está bien. —George lo recogió todo y cruzó la habitación con el bote precariamente encaramado a la caja de parafina, que iba dentro del bol.
—G-g-georgie...
George se volvió para mirar a su hermano.
—Ten cuidado.
—Descuida. -Frunció el entrecejo. Eso era algo que decían las madres, no los hermanos mayores. Resultaba tan extraño como haberle dado un beso a Bill.
Y salió. Bill jamás volvió a verlo".

"—¡Mierda! —chilló horrorizado.
Forzó el paso y, por un momento, pareció que iba a alcanzarlo. Pero George resbaló y cayó despatarrado con un grito de dolor. Desde su nueva perspectiva, a la altura del pavimento, vio que el barco giraba en redondo dos veces, atrapado en otro remolino, antes de desaparecer.
—¡Mierda y mierda! —volvió a chillar, golpeando el pavimento con el puño.
Eso también le dolió, y se echó a sollozar. ¡Qué manera tan estúpida de perder el barco!
Se dirigió hacia la boca de tormenta y allí se dejó caer de rodillas, para mirar el interior. El agua hacía un ruido hueco al caer en la oscuridad. Ese sonido le dio escalofríos. Hacía pensar en...
—¡Eh! —exclamó de pronto, y retrocedió.
Allí adentro había unos ojos amarillos. Ese tipo de ojos que él siempre imaginaba, sin verlos nunca, en la oscuridad del sótano. "Es un animal -pensó-; eso es todo: un animal; a lo mejor un gato que quedó atrapado..."
De todos modos, estaba por echar a correr a causa del espanto que le produjeron aquellos ojos amarillos y brillantes. Sintió la áspera superficie del pavimento bajo los dedos y el agua fría que corría alrededor. Se vio a sí mismo levantándose y retrocediendo. Y fue entonces cuando una voz, una voz razonable y bastante simpática, le habló desde dentro de la boca de tormenta:
—Hola, George".

"El payaso sostenía en una mano un manojo de globos de colores, como tentadora fruta madura. En la otra, el barquito de papel de George.
—¿Quieres tu barquito, Georgie? —El payaso sonreía.
George también sonrió, sin poder evitarlo.
—Si, lo quiero.
El payaso se echó a reír.
—¡Así me gusta! ¿Y un globo? ¿Quieres un globo?
—Bueno... sí, por supuesto. —Alargó la mano pero de inmediato la retiró—. No debo coger nada que me ofrezca un desconocido. Lo dice mi papá.
—Y tu papá tiene mucha razón —replicó el payaso sonriendo. George se preguntó cómo podía haber creído que sus ojos eran amarillos, si eran de un azul brillante como los de su mamá y de Bill—. Muchísima razón, ya lo creo. Por lo tanto, voy a presentarme. George, soy el señor Bob Gray, también conocido como Pennywise el Payaso. Pennywise, te presento a George Denbrough. George, te presento a Pennywise. Ahora ya nos conocemos. Yo no soy un desconocido y tú tampoco. ¿Correcto?
George soltó una risita.
—Correcto. —Volvió a estirar la mano... y a retirarla—".

"—¿Quieres tu barquito, George? Te lo pregunto otra vez porque no pareces desearlo mucho.
Y se lo enseñó, sonriendo. Llevaba un traje de seda abolsado con grandes botones color naranja. Una corbata brillante, de color azul eléctrico, le caía por la pechera. En las manos llevaba grandes guantes blancos, como Mickey y Donald.
—Sí, claro —dijo George, mirando el interior de la boca de tormenta.
—¿Y un globo? Los tengo rojos, verdes, amarillos, azules...
—¿Flotan?
—¿Que si flotan? —La sonrisa del payaso se acentuó—. Oh, sí, claro que sí. ¡Flotan!".

"—Flotan —croó la cosa de la alcantarilla con una voz que reía como entre coágulos.
Sujetaba el brazo de George con su puño grueso y agusanado. Tiró de él hacia aquella horrible oscuridad por donde el agua corría y rugía y aullaba llevando hacia el mar los desechos de la tormenta. George intentó apartarse de esa negrura definitiva y empezó a gritar como un loco hacia el gris cielo otoñal de aquel día de otoño de 1957. Sus gritos eran agudos y penetrantes y a lo largo de
toda la calle, la gente se asomó a las ventanas y salió a los porches. 
Flotan -gruñó la cosa—, flotan, Georgie. Y cuando estés aquí abajo, conmigo, tú también flotarás...
(...)
—Aquí abajo todo flota —susurró aquella voz nauseabunda, riendo, y de pronto sonó un desgarro y hubo un destello de agonía y George Denbrough dejó de existir".

"El barquito se tambaleaba y se sumergía y a veces se llenaba de agua, pero no se hundió; los dos hermanos lo habían impermeabilizado bien. No sé dónde acabó por naufragar, si alguna vez lo hizo. Tal vez llegó al mar y allí navega eternamente como los barcos mágicos de los cuentos. Sólo sé que aún estaba a flote en el seno de la inundación cuando franqueó los límites de Derry, Maine. Y allí abandonó esta historia para siempre".

"Había muchos hombres, eso sí, pero lo mismo pasaba en miles de bares de obreros de todo el país. La clientela podía ser gay, pero gay no quiere decir estúpido".

"Una vez había preguntado a Stan por qué a las familias del programa les resultaba tan difícil adivinar las respuestas cuando a ella le resultaba tan fácil.
"Ha de ser más difícil cuando estás allí, bajo los reflectores —sugirió Stanley, y ella tuvo la sensación de que le cruzaba una sombra por la cara—. Todo es mucho más difícil cuando es real. Es entonces cuando te ahogas. Cuando es real".

"—No soy cenizo y no soy tonto —dijo él con voz áspera y ahogada de emoción—, y tú lo sabes. Es por mi culpa. Pero no sé por qué.
—No se puede saber una cosa así. —La voz de Patty sonaba regañina, como la de su madre cuando  estaba asustada. Y aunque estaba riñéndole, sintió un estremecimiento que le recorrió todo el cuerpo.
Stanley, la estrechó entre sus brazos.
—A veces creo saber la causa —dijo—. A veces sueño algo desagradable.
Entonces despierto y pienso: "Ya sé. Ya sé qué va mal." No sólo el hecho de que tú no quedes embarazada, sino todo. Todo lo que va mal en mi vida.
—¡Stanley! ¡En tu vida no hay nada que vaya mal!
—Por adentro no —dijo él—. Por adentro todo está bien. Hablo de fuera. Algo que debería haber terminado y que no terminó. Cuando despierto de esos sueños, pienso: "Toda mi vida no ha sido sino el ojo de una tormenta que no comprendo."
Tengo miedo, pero entonces... se desvanece. Como los sueños".

"—Tengo que irme, Steve.
—Entonces, ¿está enferma tu madre? ¿O ha muerto?
—Murió hace diez años.
—¿Tienes un tumor cerebral?
—Ni siquiera un pólipo rectal.
—No le veo la gracia, Rich.
—Ya".

"Pero eso fue demasiado. Corrió al baño, tropezando en el trayecto. Llegó... pero apenas. Patinó por los lustrosos mosaicos hasta el inodoro, de rodillas, como un loco bailarín de breakdance; agarrándose a los bordes, vomitó cuanto tenía en las entrañas. Pero ni siquiera así se le pasó. De pronto vio a Georgie Denbrough como si hubiera estado con él el día anterior. George, que había sido el comienzo de todo; Georgie, asesinado en el otoño de 1957. Georgie había muerto justo después de la inundación, con uno de los brazos arrancado de su articulación, y Rich había bloqueado todo en su memoria. Pero a veces esas cosas vuelven, claro que sí. Vuelven, a veces vuelven".

"Todo está allí, como una gran burbuja que crece en mi mente. Y voy igual, porque todo lo que he conseguido, lo que ahora tengo, se debe, de algún modo, a lo que hicimos entonces, y en este mundo hay que pagar lo que se recibe. Tal vez por eso Dios nos hizo niños para empezar cerca del suelo. Él sabe que uno debe caerse muchas veces y sangrar mucho antes de aprender esa simple lección. Se paga por lo que se recibe, se posee lo que se paga... y, tarde o temprano, lo que se posee vuelve a uno".

"—No puedes irte —dijo—. Prometiste que me conseguirías el autógrafo de Al Pacino. 
Era algo absurdo y Dios lo sabía, pero en ese momento un absurdo era mejor que nada".

"A veces, el hogar está donde está el corazón —pensó Eddie—. Eso creo. Bobby Frist decía que el hogar es ese sitio donde, cuando tenemos que volver, están obligados a recibirnos. Por desgracia, es también el sitio donde, cuando estamos allí, no quieren dejarnos salir".

"Eddie se puso el inhalador en la boca y, como un suicida, apretó el gatillo. Una nube de horrible gusto a regaliz se abrió camino, hirviendo, por su garganta. Eddie respiró profundamente. Sintió que se volvían a abrir canales ya casi cerrados. Se alivió la presión en su pecho. Y súbitamente volvió a oír en su mente, voces espectrales".

"Había hecho esa comparación, era de suponer, en un esfuerzo desesperado por no cometer un incesto psicológico. Miró la foto de su madre, la de Myra, nuevamente la de su madre.
Podrían haber pasado por hermanas. A tal punto llegaba el parecido.
Eddie contempló las dos fotografías, casi idénticas, y se prometió que no cometería esa locura. Sabía que los muchachos, en el trabajo, ya estaban haciendo bromas sobre Mr. Alfeñique y su esposa, pero ellos ignoraban lo peor.
Tratándose de bromas y burlas, podía aceptarlas, pero ¿quería convertirse en el payaso de semejante circo freudiano? Ciertamente no. Rompería con Myra. Lo haría con suavidad, porque ella era muy dulce, y tenía aún menos experiencia con los hombres que él con las mujeres. Y después, cuando ella hubiera desaparecido, por fin, tras el horizonte de su vida, quizá podría tomar esas lecciones de tenis en las que pensaba desde hacía tanto tiempo. (... cuando Eddie viene a las clases de educación física, con frecuencia se le ve muy feliz y contento...) o hacerse socio para nadar en la piscina del Plaza (... le encantan los deportes...), para no mencionar el gimnasio que acaban de inaugurar en la Tercera Avenida, al otro lado del garaje... (Eddie corre rápido corre bastante rápido cuando usted no está, corre bastante rápido cuando no hay nadie que le recuerde lo delicado que es y veo en su cara, señora Kaspbrak, que él sabe, aún con sólo nueve años, que el favor más grande que podría hacerse seria correr rápido para alejarse de usted, déjelo ir, señora Kaspbrak, déjelo Correr...) Pero al final se había casado con Myra. Al final, las viejas costumbres habían prevalecido. El hogar es el sitio donde, cuando tienes que volver, están obligados a encadenarte".

"—¡Por favor, Eddie!
Estaba llorando otra vez. Las lágrimas eran su última defensa, tal como habían sido siempre las de su madre; el arma suave que paraliza, que convierte la bondad y la ternura en grietas fatídicas en la armadura de uno.
De cualquier modo, él nunca había llevado mucho blindaje, las armaduras no parecían sentarle bien".

"—¿Me llamarás? —preguntó ella, trémula.
—Si puedo, sí.
—Eddie, ¿no puedes decirme de qué se trata, por favor?
Suponiendo que él se lo dijera, ¿serviría para tranquilizarla?
"Esta noche recibí una llamada de Mike Hanlon, Marty, y hablamos un rato, pero todo cuanto dijimos puede resumirse en dos cosas: "Empezó otra vez", dijo Mike, y "¿Vendrás?". Y ahora tengo fiebre, Marty, sólo que esta fiebre no la puedes bajar con aspirina, y tengo una dificultad para respirar que ese maldito chisme no me soluciona, porque el problema no está en la garganta ni en los pulmones, sino en el corazón. Volveré si puedo, Marty, pero me siento como si estuviera de pie ante la boca de una vieja mina, llena de derrumbes al acecho, de pie allí, despidiéndome de la luz del sol".

"Apagó el cigarrillo, al que sólo había dado dos caladas.
—Sé que, desde entonces, nunca me has fallado. Ni yo a ti. Nos entendemos en la cama. Antes, eso me importaba muchísimo. Pero también nos entendemos fuera de ella y ahora eso me parece más importante. Siento que podría envejecer contigo sin dejar de ser valiente. Sé que bebes demasiada cerveza y que no haces suficiente ejercicio. Sé que algunas noches tienes pesadillas...
Él se sobresaltó. Fue un desagradable sobresalto. Casi un susto.
—Nunca sueño.
Ella sonrió.
—Eso dices a los periodistas cuando te preguntan de dónde sacas las ideas.
Pero no es cierto. A menos que, cuando gruñes toda la noche, sea por indigestión.
Y no creo que sea eso, Billy".

"Él rió. Esta vez ella respondió a la sonrisa.
—Sabes también lo más importante: las cosas que deseo.
—Sí, creo que sí. Pero esto... —Hizo una pausa, sacudió la cabeza y caviló por un instante—. ¿Cómo se relaciona esta llamada con tu hermano, Bill?
—Deja que te lo diga a mi modo. Si me apresuras me verás en un enredo. Es tan grande... y tan... tan extrañamente horrible... que trato de llegar a eso sigilosamente. Ya ves... nunca se me ocurrió contarte lo de Georgie.
Ella lo miró con el entrecejo fruncido y sacudió la cabeza.
—Lo que trato de decirte, Audra, es que no he pensado en George desde hace veinte años o más.
Pero me dijiste que tenías un hermano llamado...
Repetía un dato, eso es todo. Su nombre era una palabra. No arrojaba sombra alguna en mi mente:
Pero tal vez arrojaba una sombra en tus sueños dijo Audra quedamente".

"No, Bill dijo ella en voz baja. Esa vez tuvo que afirmar el encendedor sujetándose la mano derecha con la otra, como el policía que apunta su revólverLas heridas no vuelven. Están allí o no están".

"Cuéntame el resto dijo. ¿Quién mató a tu hermano George? ¿Qué hicieron tú y esos otros niños? ¿Qué prometieron?
Bill se acercó para arrodillarse delante de ella, como un pretendiente formal a punto de declararse, y le cogió las manos.
Creo que podría decírtelo empezó suavemente. Creo que, si en verdad quisiera, podría. La mayor parte no la recuerdo siquiera ahora, pero una vez que comenzara a hablar, surgiría. Puedo sentir que esos recuerdos... esperan el momento de nacer. Son como nubes llenas de lluvia. Sólo que esta lluvia sería muy sucia. Las plantas que brotaran después de una lluvia así serían monstruosas. Tal vez pueda afrontarlo ahora con los otros...".

"Pero no es por George. No puedo explicar de qué se trata. Es... Contempló la niebla matinal por la ventana-. Me siento como el pájaro ha de sentirse cuando llega el otoño y él sabe... sabe, de algún modo, que debe volar a su terruño. Es instinto, nena... Y creo que el instinto es el esqueleto que sostiene todas nuestras ideas sobre el libre albedrío. A menos que estés dispuesto a darte a las drogas, a tragarte el revólver o a caminar largamente por un muelle corto, no puedes decir que no a algunas cosas. No puedes impedir que pasen, así como no puedes estar en el campo de béisbol con un bate en la mano y dejar que la pelota te golpee. Tengo que ir. Esa promesa... la tengo en la mente como un anz-z-z-zuelo".

"Sobre la vida de todos ellos pende una hoja de guillotina, afilada como una navaja, pero cuanto más lo pienso, más creo que ignoran la presencia de esa hoja. Soy yo quien tiene la mano sobre la palanca. Puedo hacerla funcionar con sólo abrir mi agenda telefónica y llamarlos, uno tras otro".

"Aun así, todo esto podría ser sólo humo y espejismos. Podría ser. O pura coincidencia. O tal vez algo intermedio entre las dos cosas, una especie de eco maléfico. ¿Podría ser? Tal vez. Aquí, en Derry, cualquier cosa puede ser.
Según pienso, lo que estaba aquí, antes, sigue estando aquí: lo que estuvo aquí en 1957 y 1958; lo que estuvo aquí en 1929 y 1930, cuando la Liga de la Decencia Blanca incendió el Black spot; lo que estuvo aquí en 1904 y 1905 y a principios de 1906, al menos hasta que estalló la Fundición Kitchener; lo que estuvo aquí en 1876 y 1877; lo que ha aparecido cada veintisiete años, aproximadamente. A veces viene algo antes; a veces algo después... pero siempre viene. A medida que uno retrocede en el tiempo, las notas falsas son más difíciles de hallar, porque los registros se tornan más escasos y más grandes los agujeros de polilla en medio de la historia de la zona. Pero sabiendo dónde buscar (y cuándo buscar), se avanza mucho hacia la solución del problema. Pero eso siempre vuelve.
Eso".

"Se supone que estas notas son un esfuerzo por ir más allá de la obsesión, ampliando el foco de mi atención. Después de todo, el asunto no se reduce sólo a seis chicos y una chica, ninguno de ellos feliz, ninguno de ellos aceptado por sus padres, que cayeron en una pesadilla durante cierto verano caluroso, cuando Eisenhower ocupaba aún la presidencia. Es un intento de retirar un poco la cámara hacia atrás, por así decirlo, para ver toda la ciudad, un sitio en donde casi treinta y cinco mil personas trabajan, comen, duermen, copulan, hacen compras, conducen vehículos, caminan, van a la escuela, van a la cárcel y, a veces, desaparecen en la oscuridad".

"¿Tanto te gusta este lugar que piensas pasar aquí todo el dio? dijo una voz, a su lado.
Cuando Ben se volvió, su rostro ardió aún más. Era Beverly Marsh; su pelo oscuro formaba una nube deslumbrante alrededor de la cabeza y sobre sus hombros, sus ojos tenían un adorable color gris verdoso. Llevaba un jersey con las mangas recogidas hasta el codo, gastado alrededor del cuello y casi tan abolsado como la sudadera de Ben. Demasiado abolsado, por cierto, para dejar ver si le estaba creciendo algo allí abajo. Pero a Ben no le importó; cuando el amor llega antes de la pubertad, llega en olas tan límpidas y poderosas que nadie puede resistirse a su imperativo, y Ben no hizo esfuerzo alguno por resistir. Simplemente cedió. Se sentía tonto y exaltado a un tiempo, más miserable y azorado que nunca... pero también bendecido".

"Si alguien le hubiera preguntado "¿Te sientes solo, Ben?", él habría mirado a ese alguien con verdadera sorpresa. Nunca se le había ocurrido esa pregunta. No tenía amigos, pero sí libros y sueños".

"Tu pelo es fuego de invierno,
Rescoldo de enero.
Allí arde también mi corazón".

"Aquí viene la primera pregunta de tu examen, Tetas. Cuando alguien te diga "Déjame copiar" en los exámenes finales, ¿qué contestarás?
¡Que sí! exclamó Ben-. ¡Voy a contestar que sí! ¡Claro! ¡Copia todo lo que quieras!
La punta de la navaja se apretó contra su estómago. Estaba fría como una cubeta recién salida del congelador. Ben hundió la panza. Por un momento el mundo se puso gris. Henry movía la boca, pero Ben no llegaba a entender lo que estaba diciendo. Era como un televisor con el sonido al mínimo. Y el mundo flotaba, flotaba...".

"De pronto, Ben se enfadó. Más que enfadarse, se sintió furioso. No había hecho nada, sólo caminar con los libros de la biblioteca bajo el brazo, imaginando inocentemente que besaba a Beverly Marsh, sin molestar a nadie. ¿Y de pronto todo aquello? Ropa hecha jirones. Tobillo izquierdo lesionado. Piernas llenas de cortes, la lengua mordida y el maldito monograma de Henry Bowers en el estómago. Pero fue el pensar en los libros de la biblioteca, de los que se le haría responsable, lo que le impulsó a arrojarse contra Henry Bowers. Los libros perdidos y una imagen de los ojos de la señora Starrett, cargados de reproche cuando él se lo explicara. Fuese cual fuere el motivo (los cortes, la torcedura, los libros, hasta las calificaciones que llevaba en el bolsillo trasero, a esa altura empapado, tal vez ilegible) bastó para que avanzara. Se inclinó hacia adelante, con un chapoteo de zapatillas en el agua y asestó a Henry una patada en los testículos.
Henry lanzó un alarido, que espantó a los pájaros de los árboles. Por un momento quedó despatarrado, aferrándose la entrepierna, con ojos fijos en Ben.
Aggg... gimió.
Cierto dijo Ben.
Aggg...
Cierto.
Henry se hundió lentamente de rodillas, no caía: se doblaba. Aún seguía mirando a Ben con sus ojos negros, incrédulos.
Aggg...
Muy cierto aseguró Ben".

"De pronto se le ocurría una espantosa posibilidad: quizá, a veces, las cosas no salían mal una sola vez; quizá, a veces, seguían cada vez peor y peor, hasta que todo estaba completamente arruinado".

"No... eres... de verdad jadeó.
Pero comprendió, vagamente, que aquel monstruo era real. Después de todo, lo estaba matando".

"El que pierde llora, el que encuentra atesora".

"Está enfermo, si, de eso no cabe duda, pero no se trata de un virus ni de una fiebre intermitente. Ha sido envenenado por sus propios recuerdos".

"Tengo miedo piensa Eddie. Era eso lo que estaba siempre en el fondo. El miedo. Eso era todo. Pero al final, creo que, de algún modo, lo invertimos. Lo usamos. ¿Cómo?".

"Confiesa, Eds: ¿quién construyó el dique?
B-B-Ben nos enseñó c-c-cómo se hacía dijo Bill.
Muy bien. Richie giró en redondo y descubrió a Stanley Uris de pie tras él, con las manos en los bolsillos, observando la actuación de su compañero. Te presento a Stan el Galán. Uris, Ben. Stan es judío. Él mató a Jesucristo. Al menos eso es lo que Victor Criss me dijo un día".

"Eso. La cuestión es que te contagias la sífilis por follar con alguien que ya la tiene.
¿Y qué te pasa? preguntó Eddie.
Te pudres dijo Richie.
Eddie lo miró fijamente, espantado.
Suena desagradable, lo sé, pero es cierto confirmó Richie. Lo primero que te desaparece es la nariz. A algunos tipos que tienen sífilis se les cae la nariz.
Después el pito.
P-p-por f-favor rogó Bill. Aacabo de c-c-comer.
Vamos, hombre, estamos hablando de temas científicos protestó Richie".

"Por un momento sintió una descabellada esperanza: tal vez eso era, en verdad, una pesadilla. Tal vez despertaría en su propia cama, bañado en sudor, tal vez hasta llorando... pero vivo. A salvo. Luego apartó la idea. Su encanto era mortífero; su consuelo, fatal".

"Al parecer, no puede dejar de recordar. Piensa que sus recuerdos acabarán por volverlo loco, por eso se muerde los labios y junta las manos apretando palma contra palma como para no volar en pedazos. Siente que pronto volará en pedazos, pronto. Es como si hubiera en él una parte loca que en verdad ansía lo que puede estarle esperando. Pero la mayor parte de él sólo se pregunta cómo sobrevivirá a los días siguientes. Él...
Y ahora sus pensamientos vuelven a romperse".

"Miró otra vez el libro de George.
Una mancha seca, parda, coloreaba el espesor de las hojas en el medio del libro. Parecía salsa de tomate reseca. Seguramente George había estado comiendo una hamburguesa mientras miraba su álbum; un mordisco y un poco de ketchup salpicó el libro. Los peques siempre hacían torpezas como ésa. Podía ser ketchup. Pero Richie sabía que no lo era.
Tocó el álbum y enseguida apartó la mano. Estaba muy frío. Allí donde estaba, el fuerte sol de verano, apenas filtrado por las ligeras cortinas, debía de haber estado calentándolo todo el día. Pero estaba frío.
"Mejor lo dejo pensó Richie. De cualquier modo, no quiero mirar este álbum estúpido, lleno de gente que no conozco. Mejor le digo a Bill que cambie de opinión. Iremos a su habitación a leer revistas. Después me iré a casa a cenar y me acostaré temprano porque estoy cansado. Y mañana, cuando despierte, estaré seguro de que esto es sólo ketchup. Sí, señor".

"Él hizo una pausa, luego dijo:
Si no tienes nada que hacer, ¿por qué no vienes conmigo?
Ya te he dicho que no tengo dinero.
Pago yo. Tengo un par de dólares.
Ella arrojó los restos de su barquillo en una papelera. Sus ojos, ese claro tono azul y gris, se volvieron hacia él con tranquila diversión. Fingiendo ahuecarse el peinado, preguntó:
Oh, caramba, ¿debo considerarlo como una proposición?
Por un momento, Richie se sintió confundido. Hasta percibió el rubor que le subía a las mejillas. Había hecho la invitación de un modo natural, tal como se la había hecho a Ben... aunque a Ben le había dicho que debía devolverle el dinero.
Sí. Y a Beverly no.
De pronto se sintió un poco raro. Había dejado caer los ojos, retrocediendo ante ese gesto burlón y en ese momento vio que la falda de la chica se había subido un poquito al inclinarse ella hacia la papelera; se le veían las rodillas. Levantó los ojos, pero no sirvió de nada, porque se encontró con sus nacientes pechos.
Como solía hacer en momentos de confusión, se refugió en el absurdo.
¡Sí! ¡Una proposición! vociferó hincándose ante ella con las manos entrelazadas. ¡Dime que si, por favor! Si te niegas me mataré, te lo juro, ¿eh-wot? ¿Wot-wot?
Oh, Richie, qué loco eres protestó ella, riendo otra vez. Pero ¿no estaba también un poco ruborizada? En todo caso, eso la hacía aún más bonitaLevántate si no quieres que te arrastren.
Él se levantó y volvió a caer a su lado. Estaba con- vencido de que unas pocas tonterías siempre servían contra el mareo.
¿Quieres venir?
Claro aceptó ella. Gracias. ¡Imagínate, es la primera vez que recibo una proposición! No veo la hora de anotarlo en mi diario esta noche.
Apretó las manos contra el pecho, parpadeando. Luego se echó a reír.
Por qué no dejas de hablar de proposiciones protestó Richie.
Ella suspiró.
No eres muy romántico, Richie.
No lo soy, joder.
Pero se sentía encantado. El mundo, de pronto, era un lugar claro y amistoso".

"Vaya, no quería entrar sin él, pero la función está por comenzar dijo Richie¿Dónde cuernos se ha metido?
Puedes pagarle la entrada y dejársela en la taquilla dijo Bev, muy prácticaAsí, cuando llegue...
Pero en ese momento Ben apareció por la esquina de las calles Macklin y Center. Venía jadeando; la panza se le bamboleaba bajo la sudadera. Al ver a Richie, levantó una mano para saludarlo, pero entonces vio a Bev y su mano se detuvo en medio del ademán. Sus ojos se ensancharon por un instante. Acabó su saludo y se acercó lentamente.
Hola, Richie dijo. Luego miró a Bev por un segundo, como si temiera que una mirada más detenida provocara una llamarada. Hola, Beverly.
Hola, Ben dijo ella.
Entre los dos se produjo un extraño silencio. No era exactamente bochornoso; era, pensó Richie, casi poderoso. Y sintió una vaga punzada de celos, porque entre ellos había pasado algo y, fuera lo que fuese, ese algo lo dejaba fuera".

"¿L-l-listo? preguntó Bill.
Richie dio un saltito.
¿Sabes una cosa? Los últimos libros que saqué de la biblioteca vencen hoy dijo Richie. Tendría que...
C-c-corta el r-rollo, R-r-richie. ¿Est-estás listo o no?
Creo que sí -dijo Richie, sabiendo que no estaba listo ni lo estaría nunca".

"Ehhh...
Casi demasiado tarde, Bill se dio cuenta de que Richie estaba cayendo. Tenía los ojos vueltos hacia arriba, en blanco, y la patilla remendada de sus gafas colgaba, torcida. De la frente le brotaba un hilo de sangre.
Bill lo sujetó por el brazo y los dos se deslizaron a la derecha. Al perder Silver el equilibrio, se estrellaron contra la calle en una maraña de brazos y piernas. Bill se despellejó la frente y gritó de dolor. Eso hizo que Richie parpadeara.
Voy a mostrarle cómo llegar al tesoro, señor, pero ese tal Dobbs es muy peligroso dijo con ronco acento español.
Era su voz de Pancho Villa, pero su cualidad flotante, desconectada, asustó terriblemente a Bill. Vio que había varios pelos ásperos pegados a la herida de Richie; eran rizados, como el vello púbico de su padre. Eso le dio más miedo aún.
Entonces propinó a Richie una buena bofetada.
¡Au! chilló el chico. Sus ojos parpadearon y se abrieron por completo. ¿Por qué me pegas, Gran Bill? Me vas a romper las gafas. Ya están bastante estropeadas, por si no te has dado cuenta.
M-m-me p-p-pareció que t-t-te estabas mu-mu-muriendo o algo así dijo Bill".

"De pronto recuerda el momento de irse a la cama después de haber visto aquellas dos películas de terror, con Richie y Ben. Después de su primera cita. Se había hecho la chistosa con Richie, al decir eso; en aquellos tiempos ésa era su defensa en la calle; pero una parte de ella se había sentido conmovida, entusiasmada y algo asustada En realidad había sido su primera cita aunque hubiera dos chicos en vez de uno. Richie le había pagado la entrada, como en una verdadera cita. Más tarde, tras la persecución de aquellos matones, pasaron el resto de la tarde en Los Barrens. Y Bill Denbrough apareció con otro niño. No recuerda quién era, pero si recuerda el modo en que los ojos de Bill se posaron en ella por un momento y la sacudida eléctrica que eso le provocó... una sacudida y un rubor que pareció calentarle todo el cuerpo.
Recuerda haber pensado todo eso mientras se ponía el camisón e iba al baño para lavarse la cara y los dientes. Recuerda haber pensado que le llevaría mucho tiempo conciliar el sueño, esa noche, porque había mucha en que pensar... y sería bonito pensar en todo eso, porque ellos parecían chicos buenos, chicos con los que uno podía trabar amistad, tal vez compartir un poco de confianza. Eso seria bonito. Eso seria bueno, como el paraíso.
Y pensando en todo eso, tomó la esponja y se inclinó sobre el lavabo para mojarla. Y entonces una voz".

"Beverly había colaborado con casi todas sus monedas ganadas en el juego para comprar los batidos, pero aún encontró cuatro más en el fondo del bolsillo izquierdo. Las sacó para ofrecérselas a Stan, que puso cara de ofendido.
Jo, invito a una chica a la lavandería y quiere pagar su parte.
Beverly rió.
¿Estás seguro de que no quieres?
Seguro afirmó Stan. La verdad, Beverly, me duele gastar esos cuarenta centavos, pero estoy seguro".

"Nunca mentimos mejor que cuando nos mentimos a nosotros mismos".

"28 de febrero de 1985.
Hace varios días que me senté a escribir la historia del incendio del Black Spot, tal como me la contó mi padre, y todavía no he llegado a ella. Creo que es en El señor de los anillos donde uno de los personajes dice: "Los caminos llevan a otros caminos", que no se puede iniciar camino más fantástico que el que parte del propio umbral y lleva a la acera, pues desde ahí se puede ir... bueno, a cualquier parte. Lo mismo ocurre con los relatos. Uno lleva al siguiente, y a otro, y a otro; tal vez van en la dirección que uno deseaba, pero tal vez no. Quizá, a fin de cuentas, lo que importa es la voz que narra y no la narración en sí".

"Se la di. El bebió y tuvo un acceso de tos. Una enfermera que pasaba asomó la cabeza y dijo:
¿Necesita algo, señor Hanlon?
Un juego de intestinos nuevos dijo mi padre. ¿Tiene alguno a mano, Rhoda?".

"Lleva más tiempo contar que recordar".

"¿Esta historia va a darte pesadillas, Mikey?
Abrí la boca para mentir, pero lo pensé mejor. Y ahora pienso que, si hubiera mentido, él se habría interrumpido allí mismo. Por entonces estaba muy perdido, pero quizá no tanto.
Creo que sí dije.
Eso no es tan malo. En las pesadillas podemos pensar lo peor. Supongo que para eso son".

"La última fue una mujer. Se le había quemado el vestido encima y sólo tenía la braga. Ardía como una vela. En el último segundo pareció mirarme a los ojos; entonces vi que tenía los párpados en llamas.
Cuando ella cayó, terminó todo. El edificio se convirtió en una columna de fuego".

"Me incliné para darle un beso de despedida... pero en cambio me oí susurrar:
¿Qué viste?
Sus ojos, que se estaban cerrando, se levantaron apenas. Tal vez sabía que era yo; tal vez creía estar oyendo la voz de sus propios pensamientos.
¿Humm?
Qué viste susurré. No quería oír, pero tenía que oír. Tenía calor y frío al mismo tiempo, me ardían los ojos, las manos se me congelaban. Pero tenía que oír. Como la mujer de Lot tuvo que volverse a mirar la destrucción de Sodoma.
Era un ave dijo él. Arriba, sobre los últimos hombres que corrían. Un halcón, tal vez. Pero grande. Nunca se lo conté a nadie. Me habrían encerrado. Ese pájaro tenía unos veinte metros de ala a ala. El tamaño de un Zero japonés. Pero vi... vi sus ojos... y creo... que me vio.
Ladeó la cabeza hacia la ventana, de donde venía la oscuridad.
Se lanzó en picado y cogió al último hombre. Lo agarró por la sábana... y oí sus alas cuando se lo llevaba... Era un ruido como de fuego... y se quedó suspendido en el aire, como los helicópteros... Y yo pensé: "Los pájaros no pueden hacer eso." Pero ése podía, porque... porque...
Quedó en silencio.
¿Por qué, papá? susurré. ¿Por qué podía quedarse suspendido en el aire?
No estaba suspendido en el aire musitó él.
Lo miré, pensando que ahora sí, se había dormido. Nunca en mi vida había sentido tanto miedo... porque, cuatro años antes, yo había visto a ese pájaro. De algún modo inimaginable, tenía esa pesadilla casi olvidada. Fue mi padre el que la volvió a mí.
No estaba suspendido en el aire dijo mi padre medio entre sueños. Flotaba... Flotaba. Tenía grandes manojos de globos atados en cada ala y flotaba...".

"1 de marzo de 1985.
Ha vuelto otra vez. Ahora lo sé. Esperaré, pero en el fondo estoy seguro. No sé si podré soportarlo. Siendo niño pude defenderme, pero los niños son diferentes.
Muy diferentes".

"He organizado una pequeña reunión dijo Mike.
¿Sí? Bill sacó las piernas de la cama. ¿Han llegado todos?
Todos, menos Stan Uris dijo Mike. De pronto había en su voz un matiz extraño. La última fue Bev. Llegó anoche, ya tarde.
¿Por qué dices que es la última, Mike? Stan podría llegar hoy.
Stan ha muerto, Bill".

"Buscó sus cigarrillos, encendió uno y apagó la cerilla con la primera bocanada.
¿Ayer no se reunió nadie?
No... no lo creo.
Y tú aún no has visto a ninguno de nosotros.
No, sólo os he hablado por teléfono.
De acuerdo dijo Bill. ¿Dónde se hace la reunión?
¿Recuerdas la vieja fundición?
Por supuesto. En Pastare Road.
Estás atrasado, amigo. Ahora se llama Mail Road. Tenemos la tercera galería comercial de este estado. "Cuarenta y ocho tiendas diferentes bajo un mismo techo, para su comodidad al comprar."
Suena muy n-n-norteamericano, sí.
¿Bill?
¿Qué?
¿Estás bien?
Sí.
Pero su corazón palpitaba locamente y el extremo del cigarrillo le temblaba.
Había tartamudeado. Mike lo sabía".

"¿Cuándo los construyeron?
¿A los bancos?
Sí.
A finales de los años sesenta o principios de los setenta, casi todos dijo el taxista. Era un hombre grande de cuello enrojecido. Llevaba una cazadora a cuadros rojos y negros y una gorra color naranja fosforescente en la cabezaConsiguieron ese dinero para renovación y lo usaron para derribar todo. Vinieron los bancos. Creo que eran los únicos que podían venir. Menuda porquería, ¿no?
Renovación urbana, lo llaman. Renovación, una mierda, digo yo. Y perdone mi lengua, si usted es religioso. Se habló mucho de que iban a revitalizar el centro de la ciudad. ¡Ja, bonita revitalización! Derribamos casi todos los negocios de antes y pusieron un montón de bancos y aparcamientos. Y nadie encuentra un mísero sitio para aparcar. Habría que colgar a todo el Concejo Municipal de los cojones, eso es lo que habría que hacer. Menos a esa mujer, la Polock, que también es concejal. A ella habría que colgarla de las tetas. Aunque, creo que no tiene. Es más lisa que una tabla, hija de puta. Y perdone mi lengua, si usted es religioso.
En realidad, soy religioso dijo Bill, sonriente.
Entonces le conviene bajarse de mi taxi y meterse en la iglesia, joder dijo el taxista.
Y los dos prorrumpieron en una carcajada".

"Jugábamos juntos, de niños agregó. Antes de que yo me fuese.
Vaya, mire por dónde dijo el taxista. Qué pequeño es este mundo de mierda, perdone...
... mi lengua si usted es religioso terminó Bill, al unísono".

"Había caminos que entraban a los aparcamientos y salían de ellos. La galería seguía allí porque no era un espejismo. La fundición Kitchener ya no existía, ni tampoco la hierba que crecía entre sus ruinas. La realidad era la galería, no los recuerdos".

"En realidad no importaba. El séptimo estaba allí y en ese momento todos lo sintieron... y tal vez comprendieron mejor que nunca el horrible poder de aquello que los había atraído hasta allí. "Eso vivepensó Bill, sintiendo un escalofrío. Ojos de tritón, cola de dragón. Mano de gloria... Fuera lo que fuese. Eso está aquí otra vez, en Derry. Eso."
Y de pronto sintió que Eso era el séptimo. Que Eso y el tiempo eran, de algún modo, intercambiables. Que Eso llevaba la cara de todos, además de las otras mil con que había aterrorizado y matado... Y la idea de que Eso pudiera ser ellos era la peor de todas. "¿Cuánto de nosotros quedó atrás, aquí? pensó con súbito terror. ¿Cuánto de nosotros quedó en las cloacas y en las alcantarillas donde Eso vivía... y donde se alimentaba? ¿Es por eso que olvidamos? ¿Porque parte de nosotros nunca tuvo futuro, nunca creció, nunca salió de Derry?".

"No vio respuestas en sus caras. Sólo sus propias preguntas reflejadas.
Los pensamientos toman forma y pasan, en cuestión de segundos o fracciones de segundos, y crean su propio marco cronológico".

"¿Y qué pasó con el entrenador? preguntó Eddie. ¿Entraste en el equipo de atletismo? Tocó su inhalador, como si la idea de correr se lo hubiera recordado.
Oh, sí dijo Ben. Los cien y los doscientos metros. Por entonces había perdido treinta kilos y crecido cinco centímetros, así que la gordura restante estaba mejor distribuida. El primer día de las pruebas para la selección gané los cien metros de largo; y también los doscientos. Entonces me acerqué al entrenador, que de furioso habría podido masticar clavos y escupir grapas, y le dije: "Va siendo hora de que vuelva a cosechar maíz de pueblo en pueblo. ¿Cuándo regresa a Kansas?"
Al principio no dijo nada; se limitó a empujarme y plancharme de espaldas en el suelo. Después me dijo que saliera de allí. Que no quería a ningún bocazas como yo en su equipo de atletismo.
"No correría para usted ni aunque me lo ordenara el presidente Kennedy le dije,
 limpiándome el polvo. No voy a exigirle que cumpla con su palabra, sólo porque me puso en marcha... pero la próxima vez que coma mazorcas, acuérdese de mí."
Me dijo que, si no me iba de inmediato, me mataría. Ben sonreía un poquito... pero no había nada de agradable en esa sonrisa; tampoco nostalgia, por cierto.
Ésas fueron sus palabras textuales. Todo el mundo nos miraba, incluidos los chicos que habían perdido; parecían bastante avergonzados. Entonces dije:
"Voy a decirle una cosa, entrenador: le perdono una, porque es un lamentable fracaso y ya está viejo para mejorar. Pero si llega a ponerme otra vez la mano encima, haré que pierda este empleo. bajé de peso para poder disfrutar de cierta dignidad y vivir un poco más tranquilo. Son cosas por las que vale la pena luchar".

"Pobre Stan repitió Beverly. Parecía aturdida, como si no pudiera aceptar la noticia. Pero aquella vez se portó con tanto valor, con tanta... decisión.
La gente cambia dijo Eddie.
¿Te parece? pregunto Bill. Stan era... Movió las manos sobre el mantel, tratando de hallar las palabras adecuadas. Era una persona ordenada, de las que tienen sus libros separados en obras de ficción: y no ficción... y por orden alfabético en cada caso. Recuerdo algo que dijo una vez. No recuerdo dónde estábamos ni qué hacíamos, pero creo que fue hacia el final de las cosas. Dijo que podía soportar el miedo pero que detestaba estar sucio. Para mí, ésa era la esencia de: Stan. Tal vez la llamada de Mike fue demasiado. Tal vez vio sólo dos opciones: conservar la vida y ensuciarse o morir limpio. Tal vez la gente no cambia tanto como pensamos. Quizá... quizá sólo nos volvemos mas rígidos".

"Aquí está la foto.
La entregó a Rich Tozier, que la pasó a Beverly después de echarle un vistazo.
Ella la miró por un instante, hizo una mueca de espanto y la entregó a Eddie, quien la contempló por largo rato, absorto, antes de cederla a Ben. Ben la pasó a Bill tras una mirada muy rápida.
Unas letras de imprenta trazaban un camino inestable a lo largo del muro de cemento. Decían:
"Volved a casa volved a casa volved a casa"
Bill miró a Mike con gesto sombrío. Hasta ese momento se había sentido desconcertado y con miedo, ahora experimentaba las primeras sacudidas del enfado. Se alegró de eso. No era bonito sentirse enfadado, pero era mejor que el espanto, mejor que el miserable miedo.
¿Esto está escrito con lo que yo pienso?
Sí dijo Mike. Sangre de Jerry Bellwood".

"Las siete en punto. Si llegáis tarde, tocad el timbre. La biblioteca cierra a las siete en días laborables, hasta que empiezan las vacaciones escolares.
A las siete dijo Bill, recorriéndolos sobriamente con la mirada. Id con cuidado.
Recordad que ninguno de nosotros sabe, en realidad, lo que está haciendo.
Consideradlo una misión de reconocimiento. Si veis algo, no peleéis: huid.
Soy amante, no guerrero —dijo Richie, con la soñadora voz de Michael Jackson".


"Ba-ba-basta ordenó él, ceñudo. Vuelve a la mesa.
No puedo, Bill. No puedo acercarme a ese...
x
¡Puedes! ¡Es p-p-preciso!
Se oyeron pasos, rápidos y ligeros, que se acercaban por el breve pasillo, al otro lado de la cortina de cuentas. Bill miró a los otros.
¡Todo el mundo a la mesa! ¡Hablad! ¡Como si no hubiera pasado nada!
Beverly lo miró con ojos suplicantes, pero Bill sacudió la cabeza. Tomó asiento y acercó su silla, tratando de no mirar la galleta que había en el plato. Se había hinchado como una ampolla inimaginable que se estuviera llenando de pus. Y aún palpitaba lentamente. "Estuve a punto de morderla", pensó.
Eddie volvió a usar su inhalador, enviando llovizna a sus pulmones con un ruido fino, largo, agudo.
¿Y quién va a ganar el campeonato? preguntó Bill, sonriendo como un poseso.
En ese momento entró Rose, con un cortés gesto inquisitivo. Con el rabillo del ojo, Bill vio que Bev había vuelto a la mesa. "Buena chica", pensó.
Creo que los Bears de Chicago lo tienen bien dijo Mike".

"De pie en la esquina de Kansas y Daltrey, Ben contempló al taxi que se perdía en el tráfico, con las manos hundidas en los bolsillos, tratando de quitarse de la mente la horrible escena del almuerzo. No pudo; sus pensamientos insistían en volver a esa mosca gris oscuro que había salido de la galleta de Bill, con sus alas venosas pegadas al lomo. Trataba de apartar de su mente esa imagen enfermiza y creía haberlo conseguido, sólo para descubrir, cinco minutos después, que su mente estaba otra vez en lo mismo. 
"Estoy tratando de justificarla de algún modo", pensó, dando a la expresión, no el sentido moral, sino el matemático. Los edificios se construyen observando ciertas leyes naturales; las leyes naturales pueden expresarse en ecuaciones; las ecuaciones deben justificarse. ¿Dónde estaba la justificación de lo ocurrido menos de media hora antes?
"Déjalo, se dijo, no por primera vez. Si no puedes justificarlo, déjalo".

"¿Se sien...?
"Si vuelve a preguntarme si me siento bien, la estrangularé".

"Bien podría ser que papá aún viviera aquí. Oh, sí, él no pensaba cambiar de casa mientras pudiese evitarlo. No tienes más que acercarte, Beverly. Mira los buzones. Tres buzones para tres apartamentos, como en los viejos tiempos. Y si hay uno que diga "Marsh", puedes tocar el timbre y muy pronto oirás un arrastrar de zapatillas por el pasillo, se abrirá la puerta y podrás ver al hombre cuyo esperma te hizo pelirroja, zurda y con habilidad para el dibujo".

"Caminó lentamente por el sendero, de entrada y las hierbas que crecían entre las resquebrajadas baldosas de cemento le rozaron los vaqueros. Miró atentamente las ventanas de la planta baja, pero estaban cubiertas por cortinas.
Observó los buzones. Segundo piso, "Starkweathers". Primer piso, "Burke". Planta baja (perdió el aliento), "Marsh".
"Pero no voy a tocar el timbre. No quiero verlo. No voy a tocar el timbre."
¡Por fin una decisión firme! ¡La decisión que abriría las puertas a una vida plena y útil de decisiones firmes! ¡Volvió por el camino! ¡Volvió al centro! ¡Subió al hotel! ¡Hizo las maletas! ¡Tomó un taxi! ¡Un avión! ¡Dijo a Tom que desapareciera! ¡Vivió triunfalmente! ¡Murió feliz!
Tocó el timbre".

"Muy antiguo siguió la señora Kersh sobre su taza vacía mirando astutamente a Beverly con sus ojos amarillentos. Sus dientes torcidos volvieron a aparecer en una sonrisa repulsivo, casi libidinosa. Me acompañó desde la patria. ¿Las iniciales talladas, R. G.? ¿Las ha visto usted?
Si. Su voz parecía provenir desde lejos. Una parte de su cerebro insistía: "Si ella no se da cuenta de que has notado el cambio, tal vez no corras peligro, si ella no se da cuenta y no ve que..."
Mi padre dijo ella. Beverly vio que también el tono de su vestido había cambiado. Se había convertido en un negro escabroso que se iba deshaciendo. El camafeo era un cráneo, cuya mandíbula colgaba en una mueca morbosa. Se llamaba Robert Gray, más conocido por el apodo de Bob Gray, más conocido como Pennywise el Payaso Bailarín. Aunque ése tampoco era su nombre. Pero a él le gustaban sus chistes".

"Se arrastró hacia atrás, con las palmas y los talones. La grava le entró por el fondillo de los pantalones. Sintió que se desgarraba una manga de su costosa chaqueta deportiva. Rodó sobre sí mismo, se puso de pie, tambaleante, y miró atrás. El payaso lo miraba. Sus ojos rodaban en lascuencas, húmedos.
¿Lo he asustado, amigo? tronó.
Y Richie oyó que su boca decía, sin relación alguna con su cerebro petrificado:
Las emociones baratas, en el asiento trasero de mi coche, Bozo, eso es todo.
El payaso sonrió, asintiendo, como si no esperase otra cosa. Sus labios rojos se abrieron para mostrar unos dientes como colmillos, cada uno de los cuales terminaba en una punta de navaja.
Podría cogerte ahora si quisiera dijo. Pero esto va a ser muy divertido.
Para mí también dijo la boca de Richie. Y lo más divertido será cuando vayamos a arrancarte la cabeza, capullo".

"¿Tiene algún sentido para ti? preguntó Bill.
"Castiga, exhausto, el poste tosco y recto, e insiste, infausto, que ha visto los espectros." Hizo un gesto de asentimiento. Sí, sé qué es.
Bueno, dímelo. ¿O vas a salirme otra vez con esa i-i-idiotez de que debo recordarlo solo?
No dijo Mike, creo que en este caso puedo decírtelo. Esa frase es un antiguo trabalenguas inglés que se convirtió en ejercicio de dicción para ceceosos y tartamudos. Aquel verano, el de 1ieh, tu madre insistía en que lo aprendieras. Tú solías andar por ahí murmurándolo por lo bajo.
¿Sí? se extrañó Bill. Y luego agregó, lentamente, respondiendo a su propia pregunta: Sí.
Seguramente tenías muchos deseos de complacerla.
Bill, que súbitamente se sentía al borde del llanto, se limitó a asentir con la cabeza. No estaba en condiciones de hablar.
Nunca lo conseguiste dijo Mike. Eso lo recuerdo. Te esforzabas, pero siempre se te enredaba la lengua.
Sí que lo dije contestó Bill. Una vez, al menos.
¿Cuándo?
Bill descargó el puño contra la mesa con tanta fuerza que le dolió.
¡No lo recuerdo! gritó.
Y luego, inexpresivo, repitió:
No, no lo recuerdo".

"¿No quieres otro regaliz, hijo?
He comido de sobra. -Me humedecí los labios. Señor Keene, ¿cómo pudo ocultarse algo de tanta magnitud?
No se ocultó replicó él sorprendido. Simplemente, nadie mencionó el asunto.
Y en realidad, ¿a quién le interesaba? Los que cayeron ese día no fueron el presidente Hoover y su señora. Fue lo mismo que matar a unos perros rabiosos capaces de morderte a la primera.
Pero ¿y las mujeres?
Un par de rameras dijo con indiferencia. Además, eso pasó en Derry, no en Nueva York ni en Chicago. El lugar, hijo, interesa tanto como lo que pasa. Por eso los titulares son mas grandes cuando un terremoto mata a doce personas en Los Angeles que cuando mata a tres mil en alguna remota comarca del Medio Este".

"Perdidos debajo de Derry. Perdidos en las cloacas. Perdidos en la oscuridad."
La idea era tan horrible, tan escalofriante, que Bill enmudeció por un momento".

"Bill pensó: "Todavía estamos juntos. Eso no nos detuvo. Todavía podemos matarlo. Podemos matarlo... si somos valientes".

"Elige dijo a Bill, presentándole el puño. El que saque la cerilla quemada se queda arriba para sacar al resto por si los otros se marean.
Bill la miró.
¿A-a-así quieres que lo ha-a-aagamos?
Entonces ella le sonrió y su sonrisa le iluminó la cara.
Sí, grandísimo tonto, así es como lo quiero.
T-t-t-te amo, B-b-bev -dijo.
A las mejillas de la chica subió el color, como una llama apresurada. Bill pareció no darse cuenta. Estudiaba los cabos de cerilla que asomaban del puño apretado y al fin eligió uno. La cabeza estaba azul, sin quemar. Ella se volvió hacia Ben y le ofreció los seis restantes.
Yo también te amo dijo Ben, ronco. Tenía la cara como una ciruela y parecía al borde de un ataque. Pero nadie se rió".

"Trató de levantarse y volvió a caer sentado. El mundo seguía moviéndose. Tosió otra vez y apartó la cara, notando que iba a vomitar sólo un momento antes de que ocurriese. Arrojó una mezcla de espuma verde y saliva espesa que brotó en hilillos. Cerrando los ojos con fuerza, graznó:
¿Alguien quiere merendar?
Menuda mierda gritó Ben, asqueado y riendo al mismo tiempo.
A mí me parece que es vómito corrigió Richie, sin abrir los ojos. La mierda suele salir por el otro extremo, al menos en mi caso. No sé cómo será en el tuyo,
Ben".

"Casi por casualidad, Eddie descubrió una de las grandes verdades de la infancia. "Los verdaderos monstruos son los adultos", pensó. No fue gran cosa, no fue un pensamiento que surgiera como revelación ni que se anunciara con trompetas y campanas. Simplemente vino y se fue, casi sepultado bajo un pensamiento más fuerte: "Necesito mi inhalador y quiero salir de aquí".

"Bill tiró de la cuerda con todas sus fuerzas. El nudo se soltó, pero no antes de haber abierto la puerta de la nevera. Del interior cayó una avalancha de pompones naranja. Stan Uris emitió un gruñido. Los otros se limitaron a mirar, boquiabiertos.
La lluvia se tornó más fuerte. Los relámpagos soltaban latigazos allá arriba, intimidándolos. En el momento en que la puerta se abría por completo, restalló un rayo azul purpúreo.
Richie fue el primero en ver aquello y gritó con voz aguda, herida. Bill soltó una exclamación de furia y miedo. Los otros guardaron silencio.
En el lado interior de la puerta, en letras de sangre, reseca, se leían estas palabras:
Basta ya o los mato.
Es un consejo del amigo
Pennywise".

""Eso" n-n-nos ti-ti-tiene m-m-miedo aseguró. L-I-lo intuyo. P-Puedo jurarlo.
Beverly asintió.
Tienes razón.
Ayu-yu-yudadme pidió Bill. Pp-por favor. A-a-ayudadme.
Lo haremos -dijo Beverly.
Y tomó a Bill entre sus brazos. Nunca había pensado en lo fácil que era rodearlo con los brazos, en lo delgado que era. Sintió el corazón de Bill palpitando contra la camisa; lo sintió junto al suyo. Y pensó que ningún contacto le había parecido nunca tan dulce, tan intenso".

"Bill, sin poder creer en tanta buena suerte, le entregó un billete de un dólar.
Por esto no os voy a dar una bolsa dijo Carl Kitchener, mirándolos con el, desprecio de quien está convencido de haberlo visto todo en este mundo, generalmente por duplicado. No damos bolsas por compras de menos de cinco
dólares.
No i-i-importa, s-s-señor dijo Bill.
Y no os detengáis frente a mi tienda indicó Kitchener. A los dos les hace falta un buen corte de pelo.
Ya fuera, Bill dijo:
¿N-notaste, Ri-Richie, que los m-m-mayores no te venden na-na-nada aparte de g-g-golosinas y rev-vistas si no te p-p-preguntan pa-para qué es?
Cierto dijo Richie.
¿P-p-por qué será?
Porque nos consideran peligrosos.
¿S-s-sí? ¿Te p-p-parece?
Sí -aseguró Richie y se echó a reír. Quedémonos frente a la tienda. Nos levantaremos los cuellos, miraremos a la gente con aire sospechoso y nos dejaremos crecer el pelo.
Vete a la m-m-m... dijo Bill".

"Se reunió con los otros ante la mesa y jugaron al Monopoly durante una hora. Stan fue el ganador.
Es que los judíos somos estupendos cuando se trata de hacer dinero dijo Stan, mientras instalaba un hotel y dos grandes negocios en pleno centro. Todo el mundo lo sabe.
Jesús, hazme judío dijo Ben.
Y todos rieron, porque Ben estaba casi en la quiebra".

"De vez en cuando Beverly miraba a Bill, observando sus manos limpias, sus ojos azules, el fino pelo rojo. Mientras él movía el pequeño zapato plateado que usaba como marcador, pensó: "Si él me tomara la mano, me sentiría tan feliz que podría morir." En el pecho se le encendió, por un instante, una cálida luz. Sonrió en secreto, mirándose las manos".

"Oh, pero eso era fuera", dijo una voz nueva dentro de su mente, una voz jocosa y chillona. Ben tuvo la súbita certeza de estar oyendo a Pennywise en persona; Pennywise le estaba hablando por algún descabellado aparato de radio mental.
"Fuera las cosas siempre parecen más pequeñas de lo que son, ¿verdad, Ben?"
Vete susurró.
Richie se volvió a mirarlo, pálido y tenso.
¿Has dicho algo?
Ben sacudió la cabeza. La voz había desaparecido. Eso era lo importante. Sin embargo ("fuera") había comprendido. Esa casa era un sitio especial, una especie de estación, uno de los muchos lugares de Derry por donde "Eso" encontraba su salida al mundo superior".

"¿Y ahora, Bill?
N-n-no sé.
Esto no ha terminado, ¿verdad?
Bill sacudió la cabeza: ,
Ahora nos perseguirá con saña dijo Ben.
¿Más balines de plata? inquirió ella.
El gordo descubrió que apenas podía sostenerle la mirada. "Te amo, Beverly...
Puedes quedarte con Bill, con el mundo entero, con lo que te haga falta. Pero déjame quererte, deja que te siga amando. Creo que me bastará."
No sé dijo. Podríamos, pero...
Dejó apagar la voz, encogiéndose de hombros. No podía decir lo que sentía; por algún motivo, no lograba sacarlo a relucir: que era como estar en una película de monstruos, pero no del todo".

"Poder, poder", pensó Ben, mirando a Beverly. Ya no era incorrecto: sus ojos se habían encontrado otra vez con los de Bill y ambos se miraban como si estuviesen perdidos. Fue sólo por un instante, pero a Ben se le hizo muy largo.
"Todo se reduce siempre al poder. Yo amo a Beverly Marsh; por eso ella tiene poder sobre mí. Ella ama a Bill Denbrough, y entonces él tiene poder sobre ella. Pero creo... que él está empezando a amarla. Tal vez fue a causa de la cara de Bev cuando dijo que no podía remediar el ser chica. Tal vez fue por verle el pecho.
Tal vez sólo por lo bonita que se ve cuando la luz le da de perfil, o por sus ojos, No importa. Pero si él se enamora, Beverly tendrá poder sobre él. Superman tiene poder, excepto cuando hay criptonita alrededor. Batman tiene poder, aunque no pueda volar ni ver a través de las paredes. Mi madre tiene poder sobre mí, y su jefe sobre ella. Todo el mundo tiene algo de poder... salvo, tal vez, los bebés y los niños".

"Tendría tiempo, para todas esas cosas mientras cicatrizaba la herida de su vientre y empezaba a escocer.
Porque la vida, a los once años, continuaba siempre. Y a los once años, aunque fueses inteligente y capaz, no había mucho sentido de la perspectiva. Ben podría vivir con lo ocurrido en la casa de Neibolt Street. Después de todo, el mundo estaba lleno de maravillas.
Pero había momentos extraños en que sacaba a relucir las preguntas y volvía a examinarlas. "El poder de la plata, el poder de los balines, ¿de dónde viene un poder así? ¿De dónde viene el poder, cualquiera sea? ¿Cómo se consigue? ¿Cómo se utiliza?"
Le parecía que la vida de los siete podía depender de esas cuestiones. Una noche, al quedarse dormido, mientras la lluvia marcaba un compás adormecedor en el techo y contra las ventanas, se le ocurrió que había otra pregunta, quizá la única pregunta. "Eso" tenía una forma real; él había estado a punto de verla. Ver la forma era ver el secreto. ¿Valía eso también para el poder? Quizá sí. Pues
¿acaso no era cierto que el poder, como "Eso", cambiaba de forma? Era un bebé llorando en la noche, era una bomba atómica, era un balín de plata, era el modo en que Beverly miraba a Bill y el modo en que Bill le devolvía la mirada.
¿Qué era el poder, a fin de cuentas?".

"Y ahora que ya no creemos en los Reyes Magos ni en la cigüeña ni en Hansel y Gretel ni en el duende bajo el puente, ahora está listo para recibirnos. "Venid dice. Volved, terminad la labor que debíais hacer en Derry. ¡Traed vuestras bolitas y vuestros yo-yos! ¡Vamos a jugar! ¡Volved y veremos si recordáis la cosa más sencilla de todas: cómo es ser niños, seguros en la fe y, por lo tanto, temerosos de la oscuridad!"
En eso, al menos, alcanzo una puntuación de mil por ciento: estoy asustado.
Horriblemente asustado".

"La mano de Beverly tocó la suya y Bill la tomó, agradecido.
Todo empezó antes de que estuviéramos preparados dijo ella.
¿Crees que alguna vez habríamos estado p-pre-parados?
Tú sí, Gran Bill.
El contacto de su mano le resultó, de pronto, necesario y maravilloso. Se preguntó cómo sería tocarle los pechos por segunda vez en su vida y sospechó que pronto lo sabría, antes de que terminase aquella larga noche. Ahora más plenos, maduros... y su mano encontraría vello al abarcar la curva de su monte de Venus. "Te amaba, Beverly... -pensó-. Te amo. Ben te amaba... te ama. Te amábamos en aquel entonces... te amamos también ahora. Mejor así, porque todo está empezando. Y no hay modo de escapar.
Miró hacia atrás y vio que la biblioteca estaba a media manzana de distancia. Richie y Eddie se encontraban en el escalón de arriba; Ben, al pie de la escalinata, los seguía con la vista. Tenía las manos en los bolsillos y los hombros caídos; visto por la lente móvil de la neblina baja, se le podría tomar otra vez por un niño de once años. De haber podido enviar un pensamiento a Ben, bill le habría
enviado éste: "No importa, Ben. Lo que importa es el amor, el cariño... Siempre el deseo, nunca el tiempo. Tal vez es lo único que podemos llevarnos, cuando salimos del azul del cielo para entrar en la negrura. Es un frío consuelo, tal vez, pero mejor que nada".

"Basta dijo él en voz baja, estrechándole una mano.
Ella se la apretó con fuerza. Tenía los ojos acuosos, pero las lágrimas no cayeron.
T-t-todo el mundo falla. Pero no se t-t-trata de un examen. Cada uno hace lo m-mejor que p-puede".

""Gug" dijo Henry repentinamente y se incorporó.
Sus manos lanzaron zarpazos, como buscando asideros que sólo él podía ver.
El ojo vaciado goteaba; el párpado inferior sobresalía sobre la mejilla. Miró en torno, vio a Eddie acurrucado contra la pared y trató de levantarse.
Abrió la boca y despidió un vómito de sangre. Luego volvió a caer.
Con el corazón a toda marcha, Eddie manoteó el teléfono y no logró sino arrojarlo a la cama. Lo recogió precipitadamente en su sitio y marcó el 0. El teléfono sonó una y otra vez.
"Vamos pensó Eddie, qué están haciendo, ¿rascándose? ¡Vamos, por favor, contestad ese maldito teléfono!"
Sonaba y sonaba. Eddie no apartaba la vista de Henry temiendo que se levantara en cualquier momento. Cuánta sangre, por Dios, cuánta sangre.
Recepción -dijo una voz soñolienta y resentida.
Llame a la habitación del señor Denbrough pidió Eddie. Es urgente.
Con el otro oído estaba atento a las habitaciones contiguas. ¿Habrían hecho mucho ruido? ¿Y si alguien llamaba a la puerta para preguntar si tenía problemas?
¿Está seguro de que quiere llamar a esta hora? preguntó el empleado. Son las tres y diez de la madrugada.
¡Sí, quiero llamar! respondió Eddie, casi a gritos".

"Richie conectó la radio. Se oyó a Gene Vincent cantar "Be-Bop-A-Lula". Movió el dial y sintonizó a Buddy Holly. Un tercer intento sacó a Eddie Cochran en "Summertime Blues".
Me gustaría ayudarte, hijo, pero eres demasiado joven para votar dijo una voz grave.
Apaga, Richie pidió Beverly con suavidad.
Él estiró la mano hacia el botón, pero sus dedos quedaron petrificados.
¡No cambiéis la sintonía, que sigue el "Show de los Muertos" de Richie Tozier! gritó la voz riente del payaso, sobre el chascar de dedos y acordes de la guitarra de Eddie Cochran. No toquéis el dial, mantened sintonizado este magnífico rock. Han desaparecido de las estanterías, pero no de nuestros corazones. Y vosotros seguís viniendo. ¡Venid, venid todos! ¡Aquí emitimos todos los éxitos! ¡Tooodos los éxitos! Y si no me creéis, escuchad al discjockey invitado de esta mañana. ¡Georgie Denbrough! ¡Cuéntales, Georgie!
De pronto, el hermano de Bill gimió por radio:
Tú me enviaste a la calle y "Eso" me mató. Yo creía que estaba en el sótano, Gran Bill, creía que estaba en el sótano, pero estaba en la cloaca. Estaba en la cloaca y me mató. Tú dejaste que me matara, Gran Bill, dejaste que...
Richie apagó la radio tan violentamente que el botón salió disparado.
La verdad es que, en provincias, el rock da asco -dijo con voz poco firmeBeverly tiene razón. Mejor apagamos, ¿no?
Nadie respondió. Bill estaba muy pálido, silencioso y pensativo. Cuando el trueno volvió a resonar hacia el oeste, todos lo oyeron".

"Entonces "Eso" alzó las patas frente a Bill, que estaba desarmado. Lo sepultó en su sombra. Ben aferró a Beverly por el hombro, pero la mano se le deslizó. Ella giró hacia él, con los ojos salvajes.
¡Ayúdalo! gritó.
¿Cómo? gritó Ben, a su vez.
Giró hacia la araña, oyó su maullido ansioso, miró aquellos ojos malignos, rojos, ajenos al tiempo y vio algo detrás de la apariencia, algo mucho peor que una araña. Algo que era todo luz demencial. Le faltó valor... pero era Bev quien se lo pedía. Bev, y él la amaba.
¡Maldita, deja en paz a Bill! chilló.
Un momento después, una mano le golpeaba la espalda con tanta fuerza que estuvo a punto de caer. Era Richie. Aunque le corrían las lágrimas por las mejillas, Richie sonreía como un loco. Las comisuras de la boca parecían llegarle casi a las orejas. Entre los dientes se filtraba un poco de saliva.
¡Déjala, Ben! ordenó. ¡Chüd! ¡Chüd!
"¿Déjala? pensó Ben. ¿Habla como si fuera hembra?"
Y en voz alta:
Pero ¿qué es eso? ¿Qué es Chüd?
¡Qué coño sé yo! -chilló Richie. Corrió hacia Bill y quedó bajo la sombra de "Eso".

"No es malo -empezaría-. Morir no es nada malo." Pero antes necesitaba decir otra cosa.
Richie susurró.
¿Qué? Richie estaba hincado mirándolo con desesperación.
No me llames Eds dijo y sonrió. Levantó lentamente la mano izquierda y le tocó la mejilla. Richie lloraba. Sabes que... que...
Eddie cerró los ojos, pensando cómo terminar; y mientras estaba pensándolo, murió".

"Tú y Ben levantasteis la tapa de una cloaca dijo Richie a Bill, porque erais los más fuertes.
Sí dijo Ben. Así fue. Aún había sol, pero estaba muy bajo.
Sí confirmó Bill. Y allí estábamos todos.
Pero nada es eterno suspiró Richie, mirando hacia atrás, hacia la cuesta que acababan de ascender. Fijaos en esto, por ejemplo.
Y les enseñó las palmas. Las diminutas cicatrices habían desaparecido. Beverly lo imitó. Ben hizo lo mismo. Bill agregó las suyas. Todas estaban sucias, pero sin marcas.
Nada es eterno repitió Richie.
Miró a Bill y éste vio que las lágrimas arrastraban lentamente la mugre de sus mejillas.
Salvo, quizá, el amor apuntó Ben.
Y el deseo agregó Beverly.
¿Y qué me decís de los amigos? sugirió Bill, sonriendo. ¿Qué te parece, Bocazas?
Bueno... Richie, sonriendo, se frotó los ojos-, tendré que meditarlo, chaval. Vaya, vaya, tendré que meditarlo".

"—J-J-juradme q-q-ue vo-volveréis —dice Bill-. Juradme que si "E-EEso" no ha m-mmuerto, vosotros v-vvolveréis.
Lo Juro dice Ben.
Lo juro. Richie.
Sí, juro. Bev.
Lo juro murmura Mike Hanlon.
Sí. Juro musita Eddie con voz débil.
Yo también juro susurra Stan, pero le falla la voz y baja la vista al hablar.
L-l-lo ju-juro".

"No hace falta mirar atrás para ver a esos niños; una parte de tu mente los verá siempre, vivirá con ellos para siempre, amará con ellos para siempre. No son, necesariamente, la mejor parte de ti, pero alguna vez fueron el depósito de todo lo que podías llegara ser.
Os quiero, niños. Cuánto os quiero.
Por eso: aléjate pronto, aléjate pronto, mientras la última luz se escurre, pon distancia entre tú y Derry, entre tú y los recuerdos, pero no entre tú y el deseo.
Eso queda: el reluciente camafeo de todo lo que fuimos y creímos cuando niños, de todo cuanto brillaba en nuestros ojos, aún cuando estábamos perdidos y el viento soplaba en la noche.
Pon distancia y trata de mantener la sonrisa. Sintoniza un rock and roll en la radio y ve hacia toda la vida que existe con todo el valor que puedas reunir y toda la fe que logres invocar. Sé leal, sé valiente, aguanta.
El resto es oscuridad".

"Despierta de ese sueño sin poder recordar exactamente qué era. No recuerda nada, salvo el simple hecho de haber soñado que era niño otra vez. Toca la suave espalda de su mujer, que duerme a su lado y sueña sus propios sueños. Piensa que es bueno ser niño, pero que también es bueno ser adulto y poder analizar el misterio de la infancia... sus convicciones y sus deseos. "Algún día escribiré sobre todo eso", piensa, pero sabe que es sólo un pensamiento de amanecer, un pensamiento posterior al sueño. No obstante, es bonito pensarlo por un rato, en el límpido silencio de la mañana: pensar que la infancia tiene sus propios secretos dulces y que confirma la mortalidad y que la mortalidad define todo el valor y el amor. Pensar que lo que has mirado adelante también tienes que mirarlo atrás y que cada vida hace su propia limitación de la inmortalidad: una rueda.
Al menos, eso es lo que Bill Denbrough piensa a veces, en esas horas tempranas de la mañana, después de soñar, cuando casi recuerda su infancia y a los amigos con quienes la compartió".