martes, 31 de mayo de 2022

Citas: Aquellas mujercitas - Louisa M. Alcott

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 "Las niñas ponían sus corazones en manos de su madre, y su alma, en las de su padre. Y ambos progenitores vivían y trabajaban por ellas. Su amor crecía día a día, y el dulce vínculo que les mantenía unidos era de esos que convierten la vida en una bendición y persisten más allá de la muerte".


"—Y te ruego que no me mires durante la ceremonia, porque si lo haces me echaré a reír.
—Ni me verás. Seguro que te pasas el rato llorando, de modo que lo verás todo como envuelto en una espesa niebla.
—Yo no lloro a menos que tenga una pena muy grande.
—Como cuando un viejo amigo va a la universidad, ¿eh? —dijo Laurie sonriendo.
—No seas tonto. Eché unas lagrimitas para no desentonar con el resto".

"—Laurie, muchacho, si alguna vez quieres hacer algo así, convence a una de esas muchachas y yo estaré encantado —dijo el señor Laurence mientras se acomodaba en su sofá para descansar después de la agitación de la mañana.
—Haré lo que pueda por satisfacerle, señor —repuso Laurie con una educación fuera de lo normal, mientras se quitaba con cuidado la flor que Jo le había prendido en el ojal".

"Ahora viene lo más serio… Es muy reciente, y Fred se acaba de marchar. Es un joven tan alegre y dulce que todos le tenernos mucho cariño. Yo siempre le vi como un compañero de viaje y nada más, hasta la serenata de la otra noche.
Entonces, comencé a intuir que los paseos a la luz de la luna, las conversaciones en el balcón y las aventuras diarias eran algo más que un simple entretenimiento para él. Mamá, te prometo que no he coqueteado con él… Recuerdo lo que me advertiste y he procurado seguir tus consejos. Yo no tengo la culpa de gustarle a alguien. No hago nada para que eso se produzca y me duele no sentir nada, aunque Jo opine que no tengo corazón".

"Una vez recostado, Laurie exclamó satisfecho:
—¡Esto es vida!
—Por favor, compórtate con propiedad —dijo Jo colocando a toda
prisa el cojín, aunque ya era demasiado tarde y no quedaba sitio. El cojín se deslizó hacia el suelo y desapareció misteriosamente.
—Venga, Jo, no seas arisca. Después de matarse a estudiar toda la semana, un hombre necesita y merece que le mimen.
—Que te mime Beth, yo estoy ocupada.
—No, no quiero molestarla. Pero a ti te gustan estas cosas, salvo que hayas cambiado de opinión, claro está. ¿Es así? ¿Acaso ahora odias a tu chico y prefieres darle con un cojín?".

"—Teddy, si has de dar salida a tus sentimientos, escoge a una joven «hermosa y modesta» a la que puedas respetar y no pierdas el tiempo con niñas tontas.
—¿Hablas en serio? —preguntó
Laurie mirándola con una mezcla de ansiedad y alegría".

"—No lo dudo, pero ¿es ésta la única razón para este repentino capricho?
—No, madre.
—¿Me puedes explicar tus otras razones?
Jo levantó la vista, luego la bajó y, sonrojándose, susurró:
—Tal vez esté equivocada y sea una simple cuestión de vanidad, pero temo que Laurie esté tomándome demasiado cariño.
—Entonces, ¿tú no le quieres del mismo modo en el que es evidente que él empieza a interesarse por ti? —La señora March parecía nerviosa mientras formulaba la pregunta.
—¡No, por Dios! Le quiero como le he querido siempre y me siento muy orgullosa de él, pero pensar en nada más está fuera de lugar.
—Me alegra oírte decir eso, Jo.
—¿Por qué?
—Porque no creo que estéis hechos el uno para el otro, querida. Como amigos, os lleváis muy bien y, aunque discutís con frecuencia, hacéis las paces enseguida, pero creo que si trataseis de ser una pareja no funcionaría. Os parecéis mucho y ambos valoráis demasiado la libertad (por no hablar de vuestra personalidad fuerte y apasionada) para que podáis ser felices juntos. Para que una relación prospere hacen falta una paciencia y templanza infinitas, además de amor".

"—Necesito pedirte un gran favor. Quiero que cuides algo por mí —comentó la noche antes de irse.
—¿Te refieres a tus manuscritos? —preguntó Beth.
—No, me refiero a mi chico. Sé buena con él, ¿de acuerdo?
—Por supuesto, así lo haré. Pero sabes que yo no podré sustituirte. Te echará mucho de menos.
—Estará bien. Recuerda que confío en ti para que le incordies, le mimes y le llames al orden en mi nombre.
—Lo haré lo mejor que pueda — prometió Beth, que se preguntaba por qué la miraba su hermana de un modo tan extraño.
Cuando Laurie fue a despedirse, se acercó al oído de Jo y le susurró:
—No servirá de nada, Jo. Estaré pendiente de ti. Mira bien lo que haces o iré a buscarte y te traeré de nuevo a casa".

"Cuando subía por las escaleras, después de la cena, oí a dos jóvenes conversar mientras se atusaban la barba ante el gran espejo del vestíbulo.
—¿Quién es la nueva? —preguntó uno.
—Una institutriz o algo así.
—¿Y por qué se sienta a la mesa con nosotros?
—Creo que es amiga de la señora.
—No está mal, pero no tiene estilo.
—Ni gota. ¡Venga, vamos!
Al principio, me enfadé, pero enseguida se me pasó, porque una institutriz es tan digna como el que más y, aunque carezca de estilo, por lo menos tengo inteligencia, que es más de lo que se puede decir de unos cursis elegantes que solo sirven para mirarse al espejo y echar humo como chimeneas".

"—¡Supongo que ahora tendrás unas buenas vacaciones!
—Ésa es mi intención.
Algo en el tono firme del muchacho hizo que Jo levantase la mirada enseguida y le descubriese observándola de un modo que no dejaba lugar a dudas: el momento que tanto temía había llegado. Alzó la mano para frenarle e imploró:
—¡Por favor, Teddy, no lo hagas!
—Sí lo haré y tendrás que escucharme. No sirve de nada callar, Jo.
Tenemos que aclarar este asunto y cuanto antes lo hagamos mejor para ambos —apuntó, a un tiempo animado y rojo de vergüenza.
—Está bien; entonces, habla. Te escucho —repuso Jo con una paciencia algo teñida de desesperación.
Laurie era un joven enamorado. Su amor era sincero y quería explicarse, aunque muriese en el intento. Abordó el asunto con la impetuosidad que le caracterizaba, pero con una voz que, de vez en cuando, temblaba, por mucho que se esforzase por comportarse como un hombre y mantener a raya la emoción.
—Te quiero desde que te conozco, Jo. No lo puedo evitar, siempre has sido muy buena conmigo. He intentado mostrarte mis sentimientos, pero no me has dejado. Ahora quiero explicártelo todo y necesito que me des una respuesta, porque no puedo seguir así por más tiempo.
—Quería evitarte esto, pensé que comprenderías… —comenzó Jo, consciente de que iba a resultar más duro de lo que esperaba.
—Sé que es así, pero las muchachas sois tan extrañas que uno nunca sabe a qué atenerse. Decís «no» queriendo decir «sí» y volvéis locos a los hombres por pura diversión —afirmó Laurie, atrincherado en aquel hecho irrefutable.
—No es mi caso. Nunca he pretendido que te intereses por mí en este sentido, y me alejé para evitarlo en la medida de lo posible.
—Lo suponía; es muy propio de ti, pero no ha servido de nada. Solo has conseguido que te quiera más y que me esfuerce más por agradarte. He dejado de ir a los billares y de hacer la clase de cosas que te desagradan, he esperado sin protestar con la esperanza de que correspondías a mi amor, aunque yo valga mucho menos que tú… —Llegado a este punto, la voz se le quebró y Laurie decapitó varios ranúnculos al tiempo que se aclaraba la «maldita garganta».
—¡Eso no es cierto! Tú vales mucho más que yo, y te estoy muy agradecida por todo… Me siento orgullosa de ti y te aprecio mucho. No sé por qué no soy capaz de amarte como esperas. Lo he
intentado, pero no puedo mandar en mis sentimientos y si afirmase sentir algo más estaría mintiendo.
—¿Estás segura, Jo?
Al formular la pregunta Laurie se detuvo en seco, le tomó las manos y la miró de un modo que ella no olvidaría jamás.
—Sí, estoy segura.
Ya estaban en el bosquecillo, a unos pasos de la cerca. Cuando Jo pronunció aquellas últimas palabras a regañadientes, Laurie dejó caer las manos y dio media vuelta, dispuesto a seguir adelante. Pero, por primera vez en su vida, era como si aquella cerca fuese insalvable, y se quedó allí, con la cabeza apoyada en los postes tapizados de musgo, tan callado que Jo sintió miedo".

"—¡Oh, Teddy, lo lamento, lo siento muchísimo! ¡Si sirviese de algo, daría la vida por ti! Quisiera que no fuese tan difícil. No puedo hacer nada. Nadie puede enamorarse a voluntad de otra persona —exclamó Jo, con poco tacto y llena de remordimientos, mientras daba unas tiernas palmadas en el hombro a su amigo y recordaba las muchas veces en las que él la había consolado en el pasado.
—A veces ocurre —musitó él sin apartar la cara de la estaca.
—No creo que eso sea amor de verdad, y prefiero no conocerlo — aseguró Jo con firmeza".

"Guardaron silencio un rato mientras un mirlo cantaba alegre en los sauces de la orilla del río y la hierba se mecía al viento. Al cabo, Jo añadió, muy seria, mientras se sentaba en un peldaño de la cerca:
—Laurie, hay algo que quiero compartir contigo.
Él abrió los ojos de par en par, como si acabase de recibir un tiro en la cabeza, y exclamó con fiera desesperación:
—¡Por favor, Jo, no me lo digas! ¡No podría soportarlo en estos momentos!
—¿A qué te refieres? —preguntó ella, sorprendida por la virulencia de su reacción.
—A que estás enamorada de ese viejo.
¿Qué viejo? —inquirió Jo pensando que debía de referirse a su abuelo.
—El maldito profesor sobre el que tanto escribías. Si me dices que le amas, cometeré una locura. —Y, por su aspecto, aquélla no era una amenaza vana; tenía los puños cerrados y un destello de cólera en los ojos.
Jo a punto estuvo de soltar una carcajada, pero se contuvo y, visiblemente emocionada, repuso:
—¡Teddy, no digas palabrotas! Ni es un viejo ni es un maldito; es una buena persona, un hombre muy amable, y es mi mejor amigo… después de ti, claro. Por favor, no te dejes llevar por tus sentimientos, quiero ser considerada contigo pero, si insultas al profesor, me lo pondrás muy difícil. Y estoy muy lejos de estar enamorada de él o de cualquier otro.
—Pero acabarás por enamorarte, y entonces ¿qué será de mí?
—Eres un muchacho sensato, de modo que te enamorarás de otra persona y olvidarás todo este asunto.
—No puedo amar a nadie más y nunca podré olvidarte, Jo. ¡Nunca! ¡Nunca! —dijo dando un taconazo para dotar de más fuerza a sus apasionadas palabras".

"—¿Algo más? —preguntó Laurie, al que le costaba escuchar pacientemente aquella retahíla de
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profecías.
—Nada más, salvo decir que no creo que me case jamás. Estoy muy bien así, valoro mi libertad y no tengo prisa por perderla a cambio de ningún hombre".

"—Algún día te arrepentirás de esto,Jo.
—¿Adónde vas? —exclamó ella asustada por la expresión del muchacho.
—¡Al infierno! —fue su reconfortable respuesta.
A Jo se le encogió el corazón al verle caminar en dirección al río, pero para que un joven termine con su vida de forma violenta hace falta que esté muy loco, sea un gran pecador o se sienta muy desgraciado, y Laurie no era un hombre débil que se dejase abatir por un primer fracaso. No tenía prevista una zambullida trágica en el agua, sino que fue, hecho una furia y guiado por un impulso, hacia su bote, arrojó el sombrero y el abrigo dentro y se puso a remar como un loco, batiendo su propio récord de velocidad, río arriba. Jo dejó escapar un largo suspiro y relajó las manos cuando comprendió que el pobre muchacho había decidido remar para desahogar la pena que sentía en el corazón".

"Jo le siguió para despedirle, sin saber si él miraría hacia atrás. Lo hizo y, al verla, volvió sobre sus pasos, la abrazó, la miró y preguntó con un tono elocuente y dramático:
—¡Jo, querida! ¿No es posible?
—Teddy, querido, ¡ojalá lo fuera!
Eso fue todo. Tras un corto silencio, Laurie se rehízo y añadió:
—Está bien, no te preocupes. —Y se marchó sin decir nada más. Pero no estaba «bien» y Jo sí se preocupó.
Porque desde aquel día en que el joven descansó su cabeza en su hombro minutos después de haber hecho la temible pregunta, ella se sentía como si hubiese apuñalado a un amigo y, cuando él se marchó, sin volver la vista atrás, supo que el Laurie que ella conocía no volvería jamás".

"—Y yo creí que tú estabas enamorada de él, Beth, y me alejé porque no podía… —exclamó Jo, contenta de poder decir la verdad.
Beth la miró tan perpleja que, a pesar del dolor, Jo no pudo evitar sonreír y añadir con dulzura:
—Entonces, ¿no estabas enamorada de él, querida? Yo imaginaba que sí y te suponía sufriendo por amor todo este tiempo.
—¡Oh, Jo! ¿Cómo iba a quererle si él estaba tan loco por ti? —preguntó Beth, con la inocencia de una niña".

"La gente sencilla y sincera rara vez habla de su devoción. En lugar de expresarla con palabras, la muestra con sus actos, que influyen en los demás más que una homilía o un sermón".

"—¿Hablarás con todos cuando volvamos a casa?
—Creo que se darán cuenta sin necesidad de que diga nada —respondió Jo con un suspiro, porque Beth parecía empeorar de día en día.
—Tal vez no, he oído que los seres que más nos aman suelen ser ciegos ante esta clase de cosas".

"—Mamá dice que Beth no se encuentra nada bien. A menudo pienso que debería volver, pero todos me alientan a quedarme; les hago caso porque soy consciente de que nunca volveré a tener una oportunidad como ésta —comentó Amy mirando muy seria una de las hojas de la carta.
—Creo que estás en lo cierto. En casa no podrías hacer nada y todos se sienten mejor sabiendo que estás bien, eres feliz y te diviertes, querida.
Al decir esto, se acercó un poco y volvió a parecer el Laurie de siempre.
Amy sintió que el miedo que a veces pesaba sobre su corazón disminuía porque la mirada del joven, sus gestos y aquel «querida» la hicieron sentir que, de ocurrir algo malo, no estaría sola en un país extraño".

"—Laurie, ¿cuándo vas a ir a ver a tu abuelo? —preguntó Amy poco después, cuando se sentó en un banco rústico.
—Muy pronto.
—Te he oído decir eso docenas de veces en las últimas tres semanas.
—No me sorprende. Las respuestas cortas evitan muchos problemas".

"—¿Qué diría Jo si te viese ahora? —preguntó Amy con impaciencia, esperando que la mención de su enérgica hermana lo hiciese reaccionar.
—Diría lo de siempre: «Déjame, Teddy, estoy ocupada». —Laurie se echó a reír, pero su risa no sonó natural y una sombra nubló su rostro por unos instantes, porque pronunciar aquel nombre tan querido había reabierto una herida que aún estaba por curar".

"Dame algo de tu naturaleza desinteresada, que, unida a tu divina caridad, te lleva a perdonar las afrentas en nombre del amor. Corazón bondadoso, ¡apiádate de mí!".

"—Entonces, no he desperdiciado mi vida. No soy tan buena como tú me pintas, pero he intentado hacer el bien y ahora, cuando ya es tarde para todo, me alegra saber que alguien me quiere tanto y siente que le he sido de ayuda en algo.
—Somos muchos los que lo sentimos, Beth".

"—¡Amy tiene razón! Tener talento no es lo mismo que ser un genio, y la genialidad no se puede alcanzar".

"Laurie temía que la tarea de olvidar a Jo consumiera sus fuerzas durante años pero, para gran sorpresa suya, descubrió que cada día le resultaba más sencillo.
Al principio, no daba crédito y hasta se enfadó consigo mismo porque no podía entender que así fuera, pero el corazón humano es curioso y contradictorio, y el tiempo y la naturaleza influyen en él aun en contra de nuestra voluntad".

"—¿Por qué no vuelves a escribir?
Eso te hacía feliz —le comentó su madre al verla un tanto abatida.
—No tengo ánimo para escribir y, aunque lo tuviera, mis obras no interesan a nadie.
—A nosotros sí. Escribe algo para nosotros y olvídate del resto del mundo".

"—Ya no soy la cabeza loca de antes, mamá, puedes confiar en mí. ¡Soy formal y sensata, la confidente ideal para cualquiera!
—Es verdad, querida, y tendría que habértelo contado todo, pero temí que te apenase saber que Teddy se había enamorado de otra mujer.
—Por favor, mamá… ¿De verdad creíste que podía ser tan tonta y egoísta después de haberle rechazado en el mejor momento?
—Sé que cuando le rechazaste fuiste sincera, Jo, pero en los últimos tiempos había llegado a sospechar que, si volvía y pedía nuevamente tu mano, tu respuesta sería distinta. Perdóname, querida, no puedo evitar ver que te sientes sola y el anhelo de afecto que percibo en tus ojos me duele. Por eso imaginé que nuestro muchacho podría llenar ese vacío si lo intentaba de nuevo.
—No, madre, es mejor así. Me alegro mucho de que Amy se haya enamorado de él, pero tienes razón en una cosa: me siento sola y tal vez si Teddy hubiese insistido le habría aceptado, no porque le ame, sino porque ahora valoro más el ser amada que cuando él se marchó".

"Jo se debió de quedar dormida (como imagino que le habrá ocurrido al lector tras este pequeño sermón), ya que de pronto se encontró de frente con el fantasma de Laurie. Era un fantasma de carne y hueso, y estaba inclinado sobre ella, mirándola con aquella cara que solía poner cuando sentía algo y no quería que se le notase. Ella se quedó mirándole fijamente, perpleja y sin decir una sola palabra, hasta que él se encorvó y le dio un beso. Entonces, supo que era él, se levantó de golpe y exclamó con gran alegría: 
—¡Teddy! ¡Mi Teddy!".

"—Jo, querida, quiero decirte algo y, después, olvidaremos el asunto para siempre. Como te comenté en la carta en la que refería lo amable que era Amy conmigo, nunca dejaré de amarte, pero mi amor ha cambiado y he comprendido que es mejor así. Amy y tú habéis intercambiado los puestos que ocupabais en mi corazón, eso es todo. 
Creo que era mi destino y hubiese llegado a él de cualquier modo, aunque fuese dejando pasar el tiempo como tú pretendías. Pero, como la paciencia no es mi fuerte, se me rompió el corazón".

"La sala estaba en silencio, y a Amy se le quebró la voz al pronunciar la última frase de la canción favorita de Beth, que decía: «No existe dolor terreno que el cielo no pueda curar»".

"—Tienes razón, pero hay otra clase de personas que no piden ayuda y sufren en silencio. Sé de qué hablo porque lo he vivido, antes de que me convirtieses en una princesa".

"—¿Qué es la mente?
—Es lo que hace que tu cuerpo se mueva, del mismo modo que la cuerda del reloj lo mantiene en marcha, tal y como te mostré.
—Ábreme, quiero ver cómo funciono.
—Yo no puedo hacer eso, del mismo modo que tú no podías abrir solo mi reloj. Dios se encarga de darte cuerda y seguirás funcionando hasta que Él te pare".

"—¿Qué has hecho hoy, bübchen? —preguntó el señor Bhaer, ayudando al gimnasta a ponerse en pie.
—Hemos ido a visitar a la pequeña Mary.
Y una vez allí, ¿qué hiciste?
—La besé —reconoció Demi con su natural franqueza.
—¡Caramba! Eso sí que es empezar pronto".

"—Querida, ¿por qué llora?
De no haber sido Jo nueva en estas lides, habría respondido que no estaba llorando, que le había entrado algo en el ojo o cualquier otra de las excusas típicamente femeninas para estos casos.
Pero la pobre, dando pocas muestras de dignidad, dejó escapar un sonoro sollozo y contestó:
—Porque se va lejos".

"—Ya veremos. Jo, ¿tendrás paciencia para esperar un tiempo? Debo marcharme y cumplir con este trabajo.
Primero he de ayudar a mis sobrinos, porque no puedo faltar a la palabra que le di a Minna, ni siquiera por ti. ¿Podrás perdonarme y esperar?
—Sí, porque el amor que nos tenemos hará más fácil la espera".

"—¡Ah, querida, me das tanta esperanza y valor y, a cambio, yo no te puedo entregar más que mi corazón y estas manos vacías! —exclamó el profesor, abrumado".






Louisa M. Alcott

Citas: Mujercitas - Louisa M. Alcott

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 "—Sin regalos, la Navidad no será lo mismo —refunfuñó Jo, tendida sobre la alfombra.
—¡Ser pobre es horrible! —suspiró Meg contemplando su viejo vestido.
—No me parece justo que unas niñas tengan muchas cosas bonitas mientras que otras no tenemos nada —añadió la pequeña Amy con aire ofendido.
—Tenemos a papá y a mamá, y además nos tenemos las unas a las otras —apuntó Beth tratando de animarlas desde su rincón.
Al oír aquellas palabras de aliento, los rostros de las cuatro jóvenes, reunidas en torno a la chimenea, se iluminaron un instante, pero se ensombrecieron de inmediato cuando Jo dijo apesadumbrada:
—Papá no está con nosotras y eso no va a cambiar por una buena temporada. —No se atrevió a decir que tal vez no volviesen a verle nunca más, pero todas lo pensaron, al recordar a su padre, que estaba tan lejos, en el campo de batalla.

"—La verdad, chicas, es que hay motivos para censuraros a las dos —apuntó Meg dando inicio a un sermón de hermana mayor—. Josephine, ya va siendo hora de que dejes de imitar a los chicos y te comportes mejor. Cuando eras pequeña no tenía importancia, pero ahora has crecido, llevas el cabello recogido y debes actuar como una dama.
—No lo soy, y si recogerme el cabello me obliga a ser una dama usaré trenzas hasta los veinte años —protestó Jo mientras soltaba su abundante melena castaña—. Detesto tener que crecer, convertirme en la señorita March, vestir de largo y ser una remilgada. Ya me parece bastante malo ser una chica cuando lo que me gusta son los juegos, los trabajos y la forma de comportarse de los muchachos. Me parece una pena no haber nacido hombre, sobre todo en momentos como este, en el que preferiría acompañar a papá y luchar a su lado en lugar de quedarme en casa tejiendo como una vieja. —Jo agitó en el aire el calcetín azul marino que estaba tricotando, hasta que las agujas chocaron entre sí como castañuelas y la madeja de lana fue a parar al otro extremo de la sala".

"Esas muchachas ansiaban ser buenas y se hacían magníficos propósitos que, por una razón u otra, nunca mantenían, y no dejaban de decir: «Si tuviéramos tal cosa», o «Si pudiéramos hacer esto o aquello», olvidando lo mucho que en realidad tenían y las numerosas cosas agradables que estaban a su alcance. Así pues, preguntaron a una anciana a qué hechizo podían recurrir para ser felices y ella les contestó: «Cuando os sintáis descontentas, pensad en las bendiciones que habéis recibido y dad gracias por ellas»".

"—¡Qué riqueza! —Jo se dejó caer con un suspiro en una gran butaca tapizada de terciopelo y miró maravillada alrededor —.Theodore Laurence, debería sentirse el joven más afortunado del mundo —añadió muy impresionada.
—Un hombre no vive solo de libros —repuso Laurie, meneando la cabeza, mientras se sentaba en una mesa frente a ella".

"—Le vi en la fiesta y lo que has contado demuestra que sabe cómo comportarse.
Es muy bonito lo que dijo sobre la medicina que mamá le mandó.
—Supongo que se refería al pudin.
—Qué tonta eres, niña. Se refería a ti, claro está.
—¿En serio? —Jo abrió los ojos como platos, pues tal idea no le había pasado por la cabeza.
—¡Nunca he conocido a una chica como tú! Te hacen un cumplido y ni siquiera te das cuenta —dijo Meg, con aire de una dama experta en la materia".

"El amor expulsa al miedo y la gratitud doblega al orgullo".

"—Este muchacho es un auténtico cíclope, ¿no? —dijo Amy, un día, al ver a Laurie a lomos de un caballo. El joven agitó el látigo a modo de saludo al pasar.
—¿Cómo te atreves a decir eso cuando tiene dos ojos? Y bien bonitos, por cierto —protestó Jo, que saltaba en cuanto se hacía un comentario negativo de su amigo".

"La tarde acabó con un improvisado circo, una partida del zorro y las gallinas y un partido amistoso de cróquet. Al ponerse el sol, ya habían recogido la tienda, guardado los cestos, retirado los palos del campo de juego y cargado los botes, y el grupo se aventuró río abajo, cantando a voz en cuello. Ned, en un arranque sentimental, cantó una balada con el melancólico estribillo:

¡Solo estoy, sí, solo estoy!
Y la letra:
Si ambos somos jóvenes y tenemos corazón,
¿por qué nos mantenemos tan fríamente a distancia?".

"—Pues vaya grupo de ambiciosos, ¿no os parece? Salvo Beth, tocios soñamos con ser ricos, famosos y estupendos en todos los sentidos. Me pregunto si alguno de nosotros lo logrará algún día —musitó Laurie mascando una brizna de hierba, cual ternero pensativo.
—Yo tengo la llave de mí castillo en el aire; queda por ver si podré abrir la puerta —comentó Jo, enigmática.
—Yo también tengo la llave del mío, pero no me permiten probar suerte. ¡Maldita universidad! —protestó Laurie con un suspiro de impaciencia.
—Pues esta es la mía —dijo Amy blandiendo su lápiz.
—Yo no tengo ninguna —intervino Meg con tristeza.
—Claro que la tienes —repuso Laurie sin pensarlo dos veces.
—¿Cuál?
—Tu rostro.
—Tonterías, eso no sirve de nada.
—Espera y verás cómo te ayuda a conseguir algo que merezca la pena —afirmó el muchacho, y se echó a reír al recordar un pequeño secreto que había descubierto".

"Laurie caminó en silencio durante unos minutos, y Jo le observaba pensando que debería haberse mordido la lengua, pues, aunque el muchacho sonreía, sus ojos delataban que estaba algo enfadado por sus comentarios.
—¿Piensas seguir sermoneándome todo el trayecto? —preguntó él al fin.
—Por supuesto que no. ¿Por qué?
—Porque si sigues, tomaré el ómnibus pero, si lo dejas estar, me encantaría volver a casa dando un paseo y explicarte algo muy interesante.
—Basta de sermones. Me muero de ganas de saber qué tienes que contar.
—Muy bien, veamos. Es un secreto, y te lo contaré si prometes desvelarme alguno de los tuyos.
—Yo no tengo secretos… —Jo se interrumpió de golpe al recordar que no era cierto.
—Sabes que sí los tienes; a mí no me puedes ocultar nada, así que confiesa o no te contaré nada.
—¿Tu secreto merece la pena?
—¡Vaya si la merece! Es referente a personas que conoces bien y te hará mucha gracia… No te lo puedes perder, llevo tiempo queriendo decírtelo. Venga, ¡empieza tú!".

"—Tal vez me meta en un lío por contártelo, pero no prometí guardar silencio, de modo que te lo diré porque no estoy tranquilo hasta que he compartido contigo las últimas novedades. Sé dónde está el guante que le falta a Meg.
—¿Eso es todo? —preguntó Jo, decepcionada. Laurie asintió con la cabeza y le guiñó un ojo con aire pícaro y misterioso.
—Es más que suficiente. Lo entenderás cuando te explique dónde está.
—Entonces, dímelo.
Laurie se inclinó hacia su oído y susurró unas palabras que provocaron un cómico cambio en la expresión de la joven. Jo se detuvo en seco, le miró fijamente, entre sorprendida y contrariada, luego echó a andar y preguntó con tono desabrido:
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Porque lo he visto.
—¿Dónde?
—En su bolsillo.
—¿Tanto tiempo?
—Sí. ¿No te parece romántico?
—No, lo encuentro horrible".

"—Pensaba que te agradaría.
—¿Agradarme que alguien quiera llevarse a Meg lejos de nosotras? ¡No, gracias!
—Te parecerá mejor cuando alguien pretenda llevarte a ti.
—¡A ver quién se atreve! —exclamó Jo en tono amenazador.
—¡Eso digo yo! —repuso Laurie con una risita".

"—Esta es mi contribución para que papá esté bien atendido y puedas traerle a casa.
—Querida, ¿de dónde lo has sacado? ¡Son veinticinco dólares! Espero que no hayas hecho nada malo.
—No, lo he ganado honradamente. No he mendigado, no lo he pedido prestado ni lo he robado. Lo he ganado. Y no creo que debas reñirme por ello, solo he vendido lo que era mío.
Mientras decía esto, se quitó el gorro y todas dejaron escapar un grito de horror al ver que se había cortado la larga melena.
—¡Tu cabello! ¡Con lo bonito que lo tenías!".

"—Jo, querida, ¿qué te ocurre? ¿Lloras por papá?
—No, ahora no.
—Entonces, ¿qué te ocurre?
—Es por mi cabello —balbuceó la pobre Jo, que trataba en vano de contener la emoción hundiendo el rostro en la almohada.
La escena conmovió a Meg, que besó y acarició a la consternada heroína con gran ternura.
—No es que me arrepienta —argumentó Jo hipando—. Lo haría de nuevo mañana si pudiera. Pero mi parte vanidosa y egoísta me obliga a llorar como una niña estúpida".

"—No puedo dormir, estoy demasiado angustiada —contestó Meg.
—Piensa en algo agradable y conciliarás el sueño enseguida.
—Lo he intentado, pero solo he conseguido despejarme aún más.
—¿En qué pensabas?
—En rostros hermosos; concretamente, en ojos —dijo Meg sonriendo para sí en la oscuridad.
—¿Qué color de ojos prefieres?
—El marrón. Bueno, a veces. Los ojos azules son preciosos".

"—No creo que muera, es demasiado buena y todos la queremos mucho. Dios no se la llevará todavía.
—La gente buena y querida siempre muere —gimió Jo, pero dejó de llorar porque, a pesar de su miedo y sus dudas, las palabras de su amigo la habían tranquilizado".

"—Laurie, ¡eres un ángel! ¿Cómo podré agradecértelo?
—Abrázame de nuevo; la verdad es que me ha gustado —contestó Laurie con una expresión picara que llevaba dos semanas sin emplear".






Louisa M. Alcott 

viernes, 27 de mayo de 2022

Citas: El apartamento - Danielle Steel

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 "Cuando se trasladaron a aquel apartamento, cada una llevó consigo sus sueños, sus esperanzas, su carrera y su propia historia, y poco a poco fueron descubriendo los temores y secretos de las demás".


"Claire había visto cómo su madre abandonaba sus sueños por él, aparcaba su carrera profesional, dejaba pasar oportunidades de oro y ocultaba sus habilidades para apoyarlo y protegerlo.
Por eso, Claire había decidido con férrea determinación no poner jamás en peligro su carrera por un hombre, y durante años afirmó que no se casaría nunca".

"Para Claire, el matrimonio era sinónimo de sacrificio, de renuncia a uno mismo y de penurias, y se prometió que jamás permitiría que le ocurriera una cosa así.
Ningún hombre interferiría con su carrera ni le arrebataría sus sueños".

"Tenían una mentalidad abierta respecto a su situación familiar y su historia, y eran muy conscientes de que, con o sin dinero, la vida de uno nunca es tan fácil como parece desde fuera".

"La vida pasa muy deprisa, y un día levantas la cabeza y te das cuenta de que eres demasiado mayor".

"—Por el amor de Dios, pesas ciento quince kilos y eres portero de hockey. ¿No podemos tener un perro de tamaño normal, como un labrador o un golden retriever? ¡Estos son muy de gay! —se quejaba Oliver, y Greg se echaba a reír.
—Es lo que somos —le recordaba a Oliver con una sonrisita".

"—He tenido un día de mierda —se quejó Claire—. Es posible que acabe matando a la chica francesa, si antes no mato a Walter. Empiezo a tener fantasías sobre el tema. Estoy hasta el gorro de diseñar zapatos para mujeres sin gusto ni imaginación.
—Pues lárgate —soltó Sasha sin más—. Mándalos al cuerno. ¿Qué sentido tiene pasarlo mal en el trabajo?
—Ya, pero… ¿Y yo qué? Necesito el dinero. No soy una rica heredera. ¿Qué hago si luego me paso seis meses sin trabajo? Podría ocurrir —dijo preocupada.
—Siempre puedes prostituirte —respondió Sasha en un tono frívolo para sorpresa de Claire, que reparó en que no era propio de ella decir algo así".

"—Sonríeme —dijo con voz enigmática a la imponente mujer del sofá. Sasha poseía una belleza natural imposible de disimular, incluso despeinada o vestida con el uniforme del hospital.
—¿Por qué? —respondió.
—Da igual por qué, sonríeme.
Sasha obedeció y en su cara se dibujó una amplia sonrisa que dejó a la vista unos dientes perfectos, impecables. Ni siquiera había llevado aparatos.
Era perfecta de nacimiento. Claire se echó a reír nada más ver su sonrisa.
—Por Dios. Vosotras dos tendríais que llevar un cartelito o tatuaros el nombre en la frente.
Solo cuando sonreían era posible detectar el ínfimo detalle que distinguía a las gemelas. Aunque tenían el mismo aspecto, pues eran dos gotas de agua, había una diferencia casi microscópica entre sus sonrisas".

"—¿Podemos quedar para cenar? —Al fin había tenido el valor de preguntárselo. Era tan guapa que se sentía intimidado.
Sasha no se dedicaba a flirtear con él ni coqueteaba. Lo trataba como a un igual más que como a un posible ligue, y él no sabía qué pensar. Tal vez no despertaba su interés, o no lo encontraba atractivo. Aún no lo tenía claro, y cuando le pidió que salieran a cenar, Sasha se quedó mirándolo unos instantes con cara de sorpresa, como si no se le hubiera pasado por la cabeza. Alex no sabía si le apetecía o no. Durante la comida no había mencionado ningún novio ni le había hablado de su vida personal; solo de su familia y de su trabajo.
—¿Me estás pidiendo una cita? —Casi se atragantó con las palabras.
—Sí, más o menos —respondió Alex, cauteloso—. ¿Te apetece?
Sasha vaciló antes de contestar.
—No tengo mucho tiempo libre —dijo con sinceridad, pero él tampoco lo tenía y eso no le había impedido pedirle una cita. Quería salir con ella, aunque fuera de vez en cuando y sin orden ni concierto. Estaba acostumbrado a que su vida personal fuera irregular y caótica, tanto durante su época de estudiante de medicina como durante las prácticas. Era lo normal, dada la profesión de ambos.
—Bien tendrás que comer —observó Alex—. Y por lo que veo, sales más bien barata. No comes gran cosa.
Sasha no se había terminado la ración de fruta ni la ensalada; estaba demasiado entretenida charlando con él. Claro que la galleta de chocolate había desaparecido. Se echó a reír y volvió a sentirse relajada.
—Claro. A lo mejor, supongo. ¿Por qué no?
—No puede decirse que te hayas puesto a dar saltos de alegría, pero lo tomaré como un sí. —Le sonrió".

"—Qué rollo —dijo Morgan con una sonrisa—. A veces hay que arriesgarse. Solo tú sabes si has llegado o no al límite. A lo mejor deberías empezar a echar un vistazo y a indagar discretamente sobre otros trabajos".

"—¿Dónde has estado esta tarde? —Y entonces le tendió la trampa—: ¿Has visto al padre de Daphne? ¿Habéis hablado del dinero?
—Sí, eso es. —Ivan mantenía una expresión seria y digna. La miró a los ojos—. Quiere pensarlo un poco más.
—Debe de haber sido una reunión muy difícil —dijo compadeciéndolo—. Le temblaban las manos, pero él no podía verlo.
—¿Por qué lo dices? Es un hombre muy agradable, y agradece lo que estamos haciendo por su hija.
Abby asintió, y tras dejar hablar a Ivan, volvió a la carga.
—¿Has estado en una sesión de espiritismo?
—Claro que no. ¿Por qué me preguntas eso?
—Porque ese hombre murió hace dos años. Tendrías que haberle preguntado a Daphne por su padre antes de inventarte esa mentira. Me pareces un poco tonto, la verdad. Bueno, más que tonto, me pareces un cabrón, porque eso es lo que eres. Te acuestas con ella, lo sé".

"Cuando se disponía a cruzar el escenario para abandonar el teatro, vio a Daphne de pie entre los bastidores.
—Adiós, Daphne —dijo al pasar por su lado con decisión.
—¿Te vas? —Daphne parecía sorprendida.
—Sí, me voy.
—¿Y quién limpiará el teatro esta noche antes de la función? —preguntó preocupada. Abby le sonrió.
—Mira, aquí no se viene tan solo a divertirse y chupar pollas, ¿sabes? También hay que trabajar. Que lo pases bien".













Danielle Steel

lunes, 23 de mayo de 2022

Citas: Serei sempre o teu abrigo - Valter Hugo Mãe

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 "Quando a avó trocou o coração por um electrodoméstico, continuou amando. Estava tão acostumada, fazia já do amor uma coisa plenamenteracional. Amava por lucidez. Ela dizia: amar é saber. E dizia: amar é melhorar.
Tantas vezes me repreendeu quando rabujei ou abreviei um abraço.
Ordenava apenas: melhora, rapaz. Melhora".

"O meu avô, ao contrário, era um homem de oficina. Para ele, a vida era uma tarefa. Havia que cumprir, plantar, colher, assear, ter modos, manter o silêncio, poupar palavras".


"Alguém disse que, em segredo, exactamente deitada para dormir, a avó chorou uma lágrima apenas, e de imediato ela floriu em seu olhar. Uma flor azul que se levantou do rosto, como a própria lua em redor da cabeça.
Tanta coisa era mágica na sua vida. Até a tristeza.
(...)
No dia seguinte, sem explicação, um bando azul passou como se fosse chuva chilreando. Descendo às copas das árvores, que se regavam ou choravam também".

"Para brincar, a avó disse que iria com ele debaixo das árvores, como ficava tanto, à espera de ideias ou alegrias. Deitaram-se. Ela segurou as mãos por sobre a cabeça do marido e declarou: serei sempre o teu abrigo.
As pessoas abrigam-se umas nas outras. Mesmo ausentes, nossos abrigos existem. Estamos debaixo da memória".

"Um dia, entendi que os velhos são heróis. Passaram por muito, ganharam e perderam tanta coisa. Perderam pessoas. Persistem sobretudo para cuidar de nós, os mais novos, e nos assistirem. Observam-nos. São heróis. Ainda sabem amar depois de tantas dificuldades".

"A avó era puro amor, e o avô, que dizíamos ter um ratinho a correr numa roda ao invés de coração, amava por igual. Tinha os sentimentos pouco adornados, mas tinha-os com a mesma intensidade. Meu querido avô, quando o vigiávamos de perto, via-se muito bem que sem a avó não podia ser feliz".

"O meu avô habitava uma espécie de escuridão. Todas as pessoas, os cães e as coisas andavam como em pouca cor, sob fundos, por vezes, muito negros. O avô não tinha dias por completo. Tinha uma coisa pouca dos dias.
Sentia-lhes mais o fresco ou o quente. Era pela pele".

"Meus queridos avós, de corações esquisitos, os dois, eram, afinal, heróis perfeitos. O coração electrodoméstico e o ratinho a correr numa roda entendiam-se como uma verdade absoluta. Aprender isso foi do mais importante da vida. Eu disse: serão sempre o meu abrigo".








Valter Hugo Mãe

jueves, 19 de mayo de 2022

Citas: Corona de amor y muerte - Alejandro Casona

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"Maestre.—¿Algún hombre se ha atrevido a faltarle el respeto?
Infanta.—Uno.
Maestre.—¿Su nombre?
Infanta.—¿Para qué? Está demasiado alto.
Maestre.—Por alto que esté. Se me ha confiado tu viaje y no puedo dejar sin castigo una falta contra ti, aunque fuera sólo una palabra.
Infanta.—No me habló.
Maestre.—Una mirada.
Infanta.—No me miró.
Maestre.—¿Cuál es, entonces, su falta?
Infanta.—:Esas dos. No hablarme ni mirarme siendo el primero que debía hacerlo".


"Infanta.—Tengo entendido que eres su mejor amigo. Si quieres serlo mío también contesta. ¿Dónde está?
Maestre.—Te juro que no lo sé.
Infanta.—Pero lo sospechas, ¿verdad?
Maestre.—No me preguntes, por favor.
Infanta.—Gracias. Hasta ahora me habían enseñado a agradecer las palabras como una novia. Por lo visto, ha llegado el momento de empezar a agradecer los silencios… como una esposa. Y ya es el segundo que te debo".

"Inés.—Nada; que todo siga igual. ¿Qué estabas haciendo ayer?
Amaranta.—Bordaba las iniciales del señor en el pecho de tu jubón nuevo.
Inés.—Entonces deshazlas, y vuelve a empezar.
Amaranta.—¿Por qué? ¿No están bien?
Inés.—Al contrario. Precisamente lo que está bien es lo único que se debe repetir".

"Pedro.—Siempre he preferido atacar mejor que defenderme. Pero antes lo que tenía enfrente eran hombres o lobos. Ahora es una mujer.
Inés.—Ojalá no fuera más que eso. Con una mujer la lucha podría quedar entre nosotras dos. Pero la infanta es España.
Pedro.—Para mí no hay más España que tú.
Inés.—Ella tiene a su lado la voluntad del rey y detrás dos ejércitos.
Pedro.—Tú me tienes a mí".

"Inés.—Tienes un trono esperándote.
Pedro.—Sin ti, no.
Inés.—Tienes un alto destino que cumplir.
Pedro.—No es culpa mía si me han hecho un destino más alto que yo.
Inés.—Son demasiados enemigos. ¿Con qué fuerzas vamos a luchar?
Pedro.—Con la única verdadera que tenemos. La pasión".

"Inés.—No pienso en tu padre y en la infanta solamente. Pienso si no habrá algo más contra nosotros… Algo así como un castigo de Dios.
Pedro.—¿Un castigo? ¿Por qué?
Inés.—Por exceso de felicidad.
Pedro.—No comprendo.
Inés.—Escucha, Pedro, voy a confesarte algo que ninguna mujer confiesa. Si la primera vez que llegaste a mi puerta, en lugar de prometerme amor eterno, me hubieras dicho que era sólo por aquella noche, me habría entregado lo mismo para tener siempre algo hermoso que recordar. Cuando volviste al día siguiente pensé que eras galante. Cuando volviste otra vez creí que eras generoso. Y de repente, cuando ya no necesitaste volver porque ya no te fuiste, toda yo me puse a temblar, con ese miedo feliz de quien está viviendo un milagro. Te hubiera dado las gracias toda mi vida por una sola noche, y no ha sido una, ni cien, ni mil. ¡Son ya diez años llenos de ti día por día! ¿Será posible todavía más… o habrá un castigo allá arriba para los que hemos sido demasiado felices?
Pedro.—¿Lo eres en este momento?
Inés.—¿Por qué lo preguntas si estoy contigo?
Pedro.—Porque es una felicidad bien extraña la tuya, con los ojos húmedos. Una felicidad con todos los gestos de la tristeza, como si en vez de vivirla la estuvieras recordando".

"Pedro.—No te extiendas… Inés te está preguntando simplemente si es hermosa.
Maestre.—Yo soy viejo soldado. Mal juez para hermosura.
Inés.—Pero en tu escolta iban veinte capitanes jóvenes. ¿Qué decían ellos?
Maestre.—A los jóvenes todo lo que es nuevo les parece hermoso. Y más si viene de lejos.
Inés.—:Sin medias palabras. ¡Contesta claro!
Pedro.—¿Por qué te importa tanto?
Inés.—Porque sería demasiado injusto. Ella es infanta de Castilla, marquesa de Villena, duquesa de Peñafiel y señora de cien señoríos. Tiene para luchar contra mí todo lo que vale ella, todo lo que han valido los suyos, y todas las fuerzas juntas de dos pueblos. ¿No le basta todavía? ¿Será posible que, además, sea hermosa…? ¡Contesta!
Maestre.— (la mira un instante en silencio con una emoción tranquila) Sí, Inés. Además es hermosa. Tan hermosa que hace falta estar enamorado de ti para no enamorarse de ella.
Inés.— (Sin voz) Gracias, maestre. Es todo lo que quería saber".

"Rey.—Sí, sí. Ya conozco esa canción: el amor. Linda palabra para damas y trovadores. Pero demasiado pequeña en esta ocasión.
Pedro.—Si el amor no te parece bastante, ¿no has pensado cuántos otros lazos pueden unir a un hombre y una mujer?
Rey.—Ninguno que no pueda cortarse".

"Pedro.—Por lo que más quieras; terminemos…
Rey.—Así, no. La infanta va a llegar y necesito una contestación redonda ahora mismo.
Pedro.—No tengo más que una respuesta para todas tus preguntas: Inés.
Rey.—¿Es tu última palabra?
Pedro.—Y la primera y la única. Arráncamelas todas y si alguna me queda aferrada a la garganta seguirá siendo ésa: Inés, Inés, Inés…".

"Infanta.—¿Es decir que no estás dispuesto a negar nada? Escándalo, rebeldía, mujeres…
Pedro.—Mujeres, no. Una sola.
Infanta.—No pensaba preguntarte por ella. Me bastará tu palabra de que eso terminó Definitivamente.
Pedro.—Perdón, pero creo que no nos hemos entendido bien. Quizá en vez de decir una mujer he debido decir un amor.
Infanta.—¿No es lo mismo?
Pedro.—:Casi nunca. A una mujer la tenemos; un amor nos tiene".

"Infanta.—Tienes los ojos grandes como dos asombros, pero un reino es mayor. Eres hermosa, pero menos que el poder, la ambición y la soberbia. ¿Cuál es, entonces, tu secreto?
Inés.—Ninguno. En amor no importa nada cómo eres; importa cómo te ven".

"Infanta.—Puedes estar orgullosa. Vine contra ti con todas mis armas y tú no has necesitado ninguna.
Inés.—Tenía la única que vale en esta lucha. Amor.
Infanta.—¡Amor, amor, siempre amor!… Desde que entré en Portugal no hago más que tropezar con esa palabra sin acabar de comprenderla".

"Inés.—No importa; cierra los ojos.
Infanta.—¿Entonces el famoso amor no es más que eso?, ¿una ceguera?
Inés.—Más es otra manera de ver. Suéñate fundida con él hasta dejar de ser tú. Que su frío sea tu único frío, y que su fiebre te queme. Que su separación te duela como una desgarradura, y que si cortan su mano sientas sangrar la tuya.
Infanta.—¿Pero entonces es uña locura?
Inés.—Mucho más: es otra manera de tener razón.
Infanta.—No te entiendo. Comprendo esas palabras aplicadas al alma; pero el otro amor…
Inés.—¿Qué otro?
Infanta.—Los libros hablan del alma y de la carne como de dos enemigos.
Inés.—Tira esos libros. En el verdadero amor, el cuerpo y el alma son una sola cosa inseparable, hecha de barro y de Dios. (Con los brazos cruzados y los ojos lejos.) Cuando Pedro me estrecha, toda mi alma va tomando poco a poco la forma de su cuerpo. Y a la mañana, cuando se va, quedo vacía como la ropa que deja el nadador a la orilla del río: con el calor reciente de su ausencia, y con el molde desu regreso.
Infanta.—¿Pero te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿Es que no tienes pudor?
Inés.—Eso se tiene antes. Y después.
Infanta.— (se levanta pensativa) Es inútil… Trato de seguirte, pero es otro lenguaje, otro mundo…".








Alejandro Casona