miércoles, 24 de enero de 2024

Citas: Los Guardianes de la Hermandad: Cenizas - Javier Balsera

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 "—¿Es que ni siquiera recuerdas dónde lo guardaste? —preguntó Iris, ofendida.
—No lo sé, cariño —respondió, sin tan siquiera hacer el esfuerzo de pensarlo—. Estaba muy estropeado. Tal vez lo tirase a la basura.
Iris sintió un escalofrío al recrear la imagen del osito abandonado junto al contenedor, roto y soportando la lluvia y el frío, hasta que un camión maloliente por fin viniera en su busca para llevarlo al vertedero. No. Se negó a aceptarlo. Fluffy no podía haber sido víctima de un destino tan cruel".

"—¡Iris! —se sobresaltó la madre, que debió creerse sola en casa—. No te había oído entrar —jadeó del susto.
—Ya sabes que soy tan sigilosa como una pantera.
—¿Y no se supone que la pantera debería estar en clase?
—Ha faltado el profe de biología. —Iris se llevó la mano al pecho y dijo—: Me has dado un susto de muerte, creí que nos habían entrado a robar.
La madre se hecho a reír, casi a carcajadas.
—Cualquiera que entrase a robar aquí se llevaría un buen disgusto. —Estiró el brazo al interior del cuarto para apagar la luz y cerró la puerta—. Tal vez le diera tanta lástima que nos dejaría una limosna en el cenicero.
—Hay otros que están mucho peor. —Iris cogió a su madre de la mano y le dijo—: Nosotras tenemos para vivir y eso es todo lo que necesitamos".

"—¡Uy! —se sorprendió Delia—. Tú estás muy rara, ¿eh?
—No sé por qué lo dices —repuso Iris, mientras se untaba con brío la mantequilla—. Solo estoy feliz.
—Me alegro de ver que ya te encuentras mejor.
—Estoy genial —confesó—. No sé qué fue lo que me pasó ayer, creí que podía estar incubando algún virus. —La chica se encogió de hombros y dijo—: Pero la verdad es que hoy me siento mejor que nunca.
La mujer pareció respirar aliviada y, luego, le dio un sorbo a su taza de café.
—Debo reconocer que ayer me dejaste muy preocupada cuando te fuiste a dormir. —Iris asintió con la cabeza, un tanto pesarosa—. Con lo que tú eres, me impactó verte tan cansada.
—Puede que sea la tensión del último curso.
—Tal vez —dijo Delia, reflexiva—. De un modo u otro, la vida de toda persona cambia al terminar el instituto. Tendrá que discurrir por caminos inciertos y nunca sabe a dónde le llevará el futuro. Es normal sentirse abrumado.
Iris enarcó las cejas y exclamó:
—¡Y luego soy yo la que está rara!".

"—¿Es que te ha pasado algo con tu madre?
—No —se apresuró a responder Iris, aunque luego matizó—: No, por ahora. —La chica meneó la cabeza y dijo—: Como se entere le va a dar algo.
—Pero ¡¿se puede saber qué ha pasado?! —quiso saber la otra, que empezaba a contagiarse de su ansiedad.
—¡Que le he prendido fuego a la cama! —le espetó".

"Cuando abrió los ojos, descubrió que la secuoya estaba envuelta en llamas, mientras Luna la jalaba de la ropa para alejarla de una lengua de fuego que crecía por segundos.
—¡Dios mío! —exclamó, en un grito ahogado.
—¡Vámonos, Iris! —la instó Luna entre dientes, con la voz entrecortada por el esfuerzo de hacerla girar—. ¡Corre, corre!
Iris no se lo pensó dos veces y huyeron de allí a toda velocidad, para acabar saliendo del parque y ocultándose en un callejón cercano.
—Hay que llamar a los bomberos —anunció Iris con la voz temblorosa, que ya estaba echando mano al móvil.
—¡Si, claro! —exclamó Luna, al tiempo que se lo arrebataba de entre los dedos—. ¡Para que sepan que hemos sido nosotras!
—¡Es que hemos sido nosotras! —farfulló.
—¿Y qué importa eso? —trató Luna de convencerla—. Ya no se puede arreglar, y lo único que vas a conseguir es que te pongan una multa. O peor aún, ¡que te metan en la cárcel!
—¿Y qué hacemos entonces?
—Nada, ya hay medio barrio ahí, seguro que alguien ha dado el aviso. —Luna dejó escapar una risilla y dijo—: Tú solo disfruta del espectáculo.
—Pero ¿qué espectáculo? ¡Me he cargado la secuoya centenaria!".

"—Está bien. Te acompañaré.
Con gesto cansado, se levantó del sillón, mientras oía el resoplar de Luna.
—Me complace mucho oír eso —le confesó, sonriente—. Ahora, será mejor que nos vayamos cuanto antes. No tardarán en encontrarnos si permanecemos demasiado tiempo aquí.
—Voy con vosotros —se apresuró a decir Luna.
—Solo los magos pueden ser miembros de La Hermandad —la contrarió Dreiss—. Una mujer como tú no tiene cabida en la orden.
—Tú lo has dicho antes —intervino Iris, y Dreiss la miró intrigado por lo que iba a decir—, La Hermandad ya no existe.
—Aun así —repuso el hechicero, tras sopesar las palabras de la joven—, me temo que sería poco prudente.
—Pues ahora soy yo la que necesita que entiendas algo —insistió—. He accedido a acompañarte a un sitio que des-conozco, rodeada de gente que desconozco, en un mundo que también desconozco. Creo que todo sería un poco más fácil para mí si pudiera ver a una cara conocida a mi lado. —Dreiss, que parecía no estar dispuesto a dar su brazo a torcer, mantuvo una expresión dura—. Es eso o nada —presionó ella, con voz firme.
—Tienes coraje —declaró el mago, que luego sonrió—, eso me gusta".

"—No tienes buen aspecto, querida. —Astra se giró para contemplar la figura de un hombre. Sus imágenes contrastaban como la luz y la oscuridad. Él, con un aspecto impoluto y un rostro radiante, sonría con descaro—. Cualquiera diría que estabas predestinada a ser la hechicera más poderosa del mundo.
—Ya empezaba a echar de menos tu simpatía.
—No hay que ser un lince para notar el sarcasmo en tus palabras, Astra.
—¡Oh, vaya! — ironizó la hechicera—. ¡No me digas!
—Al menos, aún conservas una pizca de humor. —El hombre se acercó a ella con paso lento y distinguido—. Tampoco me has apartado de tus pensamientos. Puedo ver el brillo en tus ojos cada vez que me miran.
Astra lo observó con una expresión bobalicona. En el fondo, sabía que aquellas palabras eran ciertas. Sin embargo, dejó escapar una risotada y se dio media vuelta para marcharse.
—Todas las direcciones llevan a ninguna parte en este lugar —le recordó el hombre.
—Al menos, llevan lejos de ti.
—Oh, Astra —replicó él, que se echó a andar tranquila-mente tras ella—. 
Sabes muy bien que no puedes escapar de mí. Es un tanto paradójico, ¿verdad? —Astra no se detuvo, pero ladeó la cabeza para escucharlo mejor—. Que, después de todo, yo sea la razón por la que aún mantienes la cordura.
La hechicera dejó de moverse y se colocó frente a él, donde sus miradas se encontraron irradiando un brillo intenso, y sus rostros se acercaron como imanes que se atraían entre sí".

"—Pero el odio que siento hacia aquel que me encerró en este lugar es mucho más fuerte que el amor".

"—Por cierto, ¿te has fijado en cómo olía el otro?
—Era vainilla, ¿verdad? —cuchicheó Iris.
—¡Sí, tía! —rio Luna—. ¿Ves cómo esta gente es rarísima?
—¿En serio te parece raro por eso?
—¿De verdad, Iris? ¡Vainilla! ¿Qué clase de tío se echa perfume de vainilla?
—Pues sí… —suspiró la otra".

"—Sé que tienes miedo de perder el control. —La expresión de la chica fue suficiente para confirmarlo—. Es como una válvula de gas. Si la abres demasiado, todo volará por los aires. Si no la abres lo suficiente, la llama jamás se encenderá. Debes encontrar el punto justo".

"—Lo haré —aseguró Iris, feliz de asumir por fin su primer desafío.
—Sabía que lo harías —confesó Dreiss, satisfecho, que luego la tomó por los hombros—. Pero te voy a dar una orden y quiero que la cumplas, pase lo que pase, ¿de acuerdo? —Iris asintió con la cabeza—. En el momento en el que corras el más mínimo peligro, por insignificante que parezca, quiero que regreses aquí de inmediato.
—Por supuesto.
—Y, para asegurarme de que cumplirás con lo que te digo, quiero que Luna te acompañe.
—¿Qué? ¡No! —Iris dio un paso atrás para alejarse de Dreiss—. Ella no tiene poderes. Podría pasarle algo.
—Precisamente por eso —insistió el mago—. Sé que ja-más la pondrías en peligro, ni ella dejaría que tú corrieses ningún riesgo innecesario.
—Dreiss tiene razón —terció Luna, dando un paso al frente—. Será mejor que te acompañe. Las dos sabemos lo temeraria que puedes llegar a ser a veces".

"—No importa caer, sino volver a levantarse —se dijo a sí misma en voz alta".

"—Supongo que soy demasiado predecible después de todo —se lamentó Iris.
—Nada de eso —la contradijo el joven.
—Venga ya, Álex —replicó la chica, con el ánimo decaído—. He sido una idiota. En lugar de seguir caminos poco transitados, donde a nadie se le hubiera ocurrido buscarme, me fui por aquellos en los que cualquiera miraría primero. Soy una inútil total.
—Vamos, Iris, no seas tan dura contigo misma. —Álex se acercó a ella, haciendo ademán de darle un abrazo, pero se detuvo al recordar lo dolorida que se encontraba—. Fuiste muy valiente al tomar la decisión de marcharte y afrontar las consecuencias sin mirar atrás.
—Sí, valiente y descerebrada. Luna tenía razón al decir que no pensaba bien las cosas.
—Luna te conocía bastante. Y, aun así, era evidente cuánto te admiraba.
—Supongo que el amor es ciego".

"Iris, que se había quedado pasmada por un momento, echó por fin a correr hasta la puerta y estrechó a Luna entre sus brazos. La apretujó con tanta fuerza que casi no la dejaba respirar. Álex tampoco tardó en acercarse, atónito ante lo que veían sus ojos.
—Ya está bien —le dijo con la voz entrecortada—, no he sobrevivido para que asfixies tú ahora".

"Iris, entusiasmada por lo increíble de sus progresos, se levantó de la silla con las piernas temblorosas. Deambuló de un lado para otro, intentando calmar la emoción que sentía, antes de poder volver a  concentrarse. Pero, en ese rato, alguien llamó a la puerta. Iris no tardó en abrir, movida por la ligereza que le confería la agitación.
—Siento interrumpirte, pero es un asunto de vida o muerte —le informó Álex.
—¿Qué pasa? —quiso saber ella, preocupada de repente.
—Sé que estás ocupada, pero no podía seguir viviendo sin ver tu sonrisa.
Iris soltó una carcajada y le dio una bofetada en el hombro.
—¡Serás idiota! —La chica tuvo de pronto una idea—".

"Astra aguardó hasta que la figura de la joven quedó desvanecida en el aire. Entonces, se echó a reír a pleno pulmón. Sus carcajadas parecieron extenderse hasta los confines de la infinita prisión que la retenía.
—Así que llevo todo este tiempo hablando con un muerto.
Uno nunca muere si sigue vivo en el recuerdo del otro, mi querida Astra —respondió Cassius".

"En algún punto del trayecto, descubrió que el vehículo en el que iba no era en realidad un taxi, sino algo más moderno a lo que el conductor había llamado Uber; y este, un chico joven, lleno de tatuajes y con ropas coloridas y llamativas, casi parecía que la hablaba en otro idioma.
—Uf, este trackazo es pura flama —le había dicho en un momento dado, cuando empezó a sonar una determinada canción—. Tiene un flow que lo flipas, y le tira beef a los posers de TikTok. —El joven la miró por el espejo y le preguntó—: ¿A ti te mola esta vaina?
—Claro —contestó Astra, sin tener ni la más mínima idea de lo que le estaba diciendo".

"—El enemigo de mi enemigo es mi amigo —citó Gael, con el tono más profundo que le permitió su parálisis.
Astra dudó por unos segundos. De algún modo inespe-rado, Iris notó que el comentario sobre Delia la había tocado el corazón.
—Está bien —aceptó Astra, liberando a los jóvenes de su hechizo, y estos procedieron a ponerse en pie mientras se liberaban de la parálisis—. Acabemos con esto de una vez por todas. Y más os vale que no me estéis engañando.
—¿El enemigo de mi enemigo es mi amigo? —susurró Iris mientras se ponían en pie, con cierto tono de burla en su voz—. ¿Se puede saber de dónde has sacado eso?
—De Alien versus Predator. —Gael enarcó las cejas—. ¿Qué pasa? ¿Es que no la has visto?".

"En ese momento, se abrió la puerta de la habitación y se asomó un enfermero.
—Disculpe —le dijo—, pero llevamos un rato escuchando demasiado jaleo en la habitación. —Dreiss lo miró con el ceño fruncido—. ¿Sería tan amable de bajar un poco la voz? Hay gente enferma que intenta descansar.
El hechicero estiró el brazo hacia él y le lanzó un pulso de energía. El hombre salió disparado, cruzó volando el pasillo y atravesó la puerta de la habitación de enfrente.
—No soporto que me interrumpan —dijo Dreiss, reacomodándose el traje—".

"—Todos cambiamos, Dreiss —replicó la hechicera—. Incluso las mejores personas pueden acabar convertidas en monstruos".

"—¿Qué va a pasar con ella ahora? —preguntó Iris, mientras caminaban hacia la sala de espera, que estaba tan vacía como de costumbre.
—¿Se te ocurre alguna idea? —dijo Astra, en una pregunta retórica.
—Todo el mundo merece una segunda oportunidad —repuso Iris—. Puede que ella aún no esté perdida".






Javier Balsera

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