sábado, 9 de mayo de 2020

Citas: Sobrevivir para contarlo - Immaculée Ilibagiza


"—¡Todos los Hutus póngancen de pie ahora! —gritó nuestro maestro, Buhoro. Esta pasando lista con un lápiz grande, y luego se detuvo y me miró directamente a los ojos.
Immaculée Ilibagiza, no te pusiste de pie cuando dije Hutu, no te pusiste de pie cuando dije Twa y no te pusiste de pie cuando dije Tutsi. ¿Porqué? —Buhoro sonreía pero tu voz tenía un tono de dureza y perversidad.
—No sé, Maestro.
—¿A qué tribu permaneces?
—No sé, Maestro.
—Eres Hutu o Tutsi?
—Nooo... no lo sé.
—¡Sal de aquí ! ¡Sal inmediatamente de esta clase y no regreses hasta que sepa que eres!".

"Le pedí a Dios que me excusara por avisarle en tan poco tiempo, pero que necesitábamos su ayuda para llegar a la iglesia a salvo. Caminé hacia la barricada. Entonces, unos par de hombres notaron mi presencia y golpearon ligeramente sus machetes contra sus piernas.
—¡Oh, no,  Immaculée!... ¿estás segura?
—Sí, sí, solamente actúa con naturalidad, y quizás es mejor que saques tu rosario del bolsillo".

"La gente necesita esperanzas para poder sobrevivir".

"Mi hermano, mi alma gemela, puso sus manos sobre las mías y las sentí tan suaves como plumas. Por mucho que las apretaba, todavía seguía sin sentir su peso de sus palmas contra las mías; era como si estuviera sosteniendo las manos de un alma que se desvanecía. Sentía que mi corazón iba explotar".

"—Tengo una idea —le dije con una voz serena pero insistente. ¿Podría usted correr al armario frente a la puerta del baño? Es lo suficientemente alto y ancho como para cubrirla por completo; así los asesinos no podrían ver la puerta y jamás nos encontrarán. ¡Será como si no nos vieran, como si estuvieran ciegos!
—No, eso no cambiaría nada; de hecho, probablemente empeoraría las cosas. Sí miran detrás del armario y encuentran la puerta, se encarnizarán aún más con ustedes.
—¡Oh no! Pastor, por favor, debe hacerlo... —yo estaba segura de que Dios me había enviado una señal. En el fondo de mi alma, sabía si el armario estaba al frente de la puerta, estaríamos a salvo. Pero el Pastor no cedía por nada del mundo; entonces hice algo que jamás había hecho en mi vida : me arrodillé y me incliné ante él. 
—Por favor, se lo suplico —dije—. Estoy totalmente convencida que si usted no pone ese armario sobre la puerta nos encontrarán la próxima vez que vengan a buscarnos. No tema enojarlos, solamente nos pueden asesinar solo una vez. Por favor, hágalo por nosotras. Si lo hace, Dios lo recompensará. 
No sé si fue porque me vio arrodillada ante él o si fue el temor que alcancé en percibir en él lo que lo convenció. El caso es que finalmente cedió.
—Esta bien, esta bien. Mantén tu voz baja, Immaculée. Lo correré ahora mismo. Espero que eso ayude. Pero lo dudo.
Desapareció, y un momento más tarde, escuchamos el sonido del armario mientras se deslizaba por  el suelo  hasta la puerta del frente del baño. Mis compañeras me miraron y susurraron:
—Esa fue una excelente idea, ¿qué te hizo que se te ocurriera algo así?
No recordaba si había visto antes el armario del pastor, pero de lo que sí estaba segura era que la idea de moverlo se me había ocurrido mientras oraba pidiendo ayuda.
—Dios —respondí sencillamente".

"No, ninguna enfermedad puede acabar conmigo. Estaba segura que Dios tenía un propósito más elevado para mí y le pedía todos los días que me fuera revelado. Al principio, esperaba que Él me muestre todo mi futuro de una sola vez, quizá a través de una manifestación exagerada de rayos y truenos  (para estar segura). Luego aprendí que Dios nunca nos muestra algo que no estemos listos para entender. Más bien, Él nos permite ver lo que debemos ver, y cuando estamos listos nos coloca en el sendero que más nos conviene... No obstante, somos nosotros mismos quienes tenemos que caminar".

"—¿Por qué no me escribiste como me prometiste? ¿No te das cuenta por lo que estoy pasando?
—Bueno, una cosa es segura: no hay otros hombres mirandote, y eso es una cosa menos por la que me tengo que preocuparme, ¿no es cierto?
Con estas palabras, John mató todo el amor que quedaba entre los dos. Dios nos había dado el don del amor para que los compartiéramos y los alimentáramos. Es un don precioso, pero John lo había dilapidado".

"—¿Qué tienes que decirle a ella? ¿Qué les vas a decir a Immaculée?
Felicien estaba llorando. Podía percibir su culpa. Miro hacia arriba durante solo un instante, pero nuestros ojos se cruzaron. Me estire hacia él, toqué sus manos ligeramente y le dije en voz baja lo que había venido a decirle: 
—Lo perdono.
Mi corazón sintió un alivio inmediatamente y vi cómo se liberaba la tensión en los hombros de Felicien antes de que Semana lo sacara a empujones por la puerta y hacia el patio. Dos soldados tomaron con fuerza a Felicien por sus axilas y lo arrastraron de regreso a su celda.
Cuando Semana volvió, estaba furioso.
—¿Qué fue eso, Immaculée? Ese era el hombre que asesinó a tu familia. Lo traje para que lo interrogaras... para que le escupieras si así querías. ¡Y tú lo perdonaste! ¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Por qué lo perdonaste?
Le respondí con la verdad:
—El perdón es lo único que tengo para ofrecer".







Immaculée Ilibagiza

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