viernes, 31 de mayo de 2019

Citas: Los invisibles - Gregorio de Laferrère


"D. Ramón(Poniéndose de pie para seguir los movimientos de la mesa). ¡Dejenla andar!... ¡Dejenla andar!...
Doña Rosa.—(A Amelia). Retírate un poco, Amelia...
Amelia.—¿Saco las manos?
D. Ramón.—(Apresuradamente). ¡No... sin sacar las manos!...
Doña Rosa.—(A Héctor). Córrase uste también... 

(Todos retiran las sillas sin sacar las manos de la mesa).

Doña Cristina.—(Agriamente a Héctor). ¡Me ha pisado usted!... ¡Tenga cuidado!
Héctor.—Disculpe...
D. Ramón.—(Impanciente a Julita) ¡Usted!... ¡Usted!... Más allá... ¡Ligero!
Julita.—(estrechádose contra Totolo). ¡Si no puedo!...

(Aparece López por el foro y se detiene tímidamente sin animarse a avanzar).

D. José.—(Apercibiendo a López). Ahí está López... (Rie).
D. Ramón.—(Imperiosamente a López). Siéntese. (A gritos y mirando fijamente a la mesa). ¡Espíritu!... ¿Quieres hablar?".

"Doña Cristina.—(Azorada). ¿Qué retrataron un espíritu?...
Doña Rosa.—(Con calma). Sí... parece que los espíritus una vez que toman confianza se dejan retratar...
D. José.—(Ahogado de risa). ¿Y salió parecido al retrato?...
Doña Rosa.—(Con naturalidad). Como era el espíritu de un negro... no salió, sino un manchón...".




Gregorio de Laferrère

lunes, 27 de mayo de 2019

Citas: Algo que brilla como el mar - Hiromi Kawakami


"—¿Cómo te ha ido el día? —me pregunta mi madre todos los días.
—Bien, normal —le respondo yo. 
«Bien» y «normal», siempre las dos mismas palabras. Las ocasiones en las que le doy una respuesta diferente se pueden contar con los dedos de una mano. Cuando tengo que responderle otra cosa, como «fatal» o «muy bien», intento no tenerla delante".

"Cada vez que le respondo «Bien, normal», me lanza una mirada escéptica. «Ya —dice—. Bueno, pues me parece estupendo». Pero yo sé que es mentira. A mi madre no le gusta esa respuesta. Le encantaría decirme que la vida es mucho más que «normal»".

"—Aunque el mismísimo Godzilla apareciera en la colina que hay detrás de tu colegio, a ti te parecería lo más normal del mundo —me reprocha ella, con un suspiro.
—Detrás de mi colegio no hay ninguna colina.
—No tienes sentimientos.
—No es una cuestión de sentimientos.
—Los chicos de tu edad no sois capaces de comprender la belleza y la tristeza que encierra la figura de Godzilla.
—No es verdad. A mí Godzilla me gusta bastante.
—Tiene una cola digna de admiración.
—Sí, esa cola de reptil le da un aire especial".

"Las piernas de Mizue resplandecían exuberantes bajo la luz del sol. 
«Quiero hacer el amor con Mizue —pensé intensamente—. Quiero hacerlo, quiero hacerlo, quiero hacerlo con desesperación», pensé. Aquella idea había surgido con la misma fuerza con que el agua brota de una fuente".

"Mi abuela es una persona capaz de decir cosas como:
—A veces desearía chuparte la sangre, Midori.
—¿La sangre?
—Si lo hiciera, creo que me aliviaría un poco el dolor de riñones y el dolor de espalda.
—¿Qué? —me sorprendía yo".

"Cuando era pequeño, llamaba «mamá» a mi abuela. Lo hacía imitando a mi madre, que también la llamaba «mamá». Cuando entré en la escuela primaria, mi abuela me dijo:
—A partir de ahora, quiero que me llames Masako. Ma-sa-ko. Y punto.
«Y punto» era la frase favorita de mi abuela.
—¿No puedo llamarte «mamá»?
—No.
—¿Por qué?
—Porque yo no soy tu madre.
—Entonces, ¿me he quedado sin madre?
—Tu madre es Aiko.
—¿Aiko?
Aquello me dejó perplejo. Yo creía que Aiko era la hija de mamá, es decir, de mi abuela. Además, para mí Aiko siempre había sido simplemente «Aiko».
—Aiko fue quien te parió.
—¡Vaya!
—Te lo he dicho mil veces.
—Pues no lo sabía.
—Porque siempre estás en las nubes".

"Parece mentira la cantidad de energía que podemos liberar las personas cuando nos concentramos en una sola cosa y nos olvidamos de todo lo demás".

"—Masako, tú discutes porque te apetece limpiar, ¿verdad? —le pregunté un día a mi abuela.
—Es posible —admitió ella riendo—. Es posible. Puede que empecemos a discutir para limpiar, ordenar y arreglar todas las pequeñas cosas molestas que tiene la vida.
—No me gusta.
—¿En serio?
Mi abuela me observó fijamente, y yo desvié la mirada.
—Si hay que limpiar, se limpia. Y si hay que recoger material, te sientas y recortas periódicos con calma y tranquilidad. ¿Por qué siempre esperáis a discutir para hacer limpieza y recortar revistas?
—Eso lo piensas porque todavía no estás cansado.
—¿Cansado? —me extrañé.
—Has vivido muy poco. Uno se va desgastando y acaba cansándose".

"Hacemos el amor. Vagamos por la vida sin rumbo fijo. Y luego ¿qué?, suelo pensar. Entonces, doy un chasquido con la lengua que significa: «¡Qué fastidio!».
Quizá sea cierto que soy demasiado infantil. A pesar de todo, no puedo evitar pensarlo. Vagamos por la vida sin rumbo fijo, y luego ¿qué?".

"Era mi abuela la que salía a recibir a Otori. Cruzaba el pasillo a paso ligero, se detenía frente a la entrada y le hacía una reverencia. Otori le devolvía el saludo con aire distraído, inclinando ligeramente la cabeza. Mi madre nunca salía a recibirlo, y yo tampoco le daba la bienvenida.
Hasta que empecé a estudiar cuarto de primaria, cada vez que Otori nos visitaba me levantaba de un salto y corría por el pasillo tarareando: «¡Otori ha venido!». Él me cogía en brazos y me sentaba encima de sus hombros.
Dejé de ir corriendo a recibir a Otori el día en que mi abuela me explicó:
—Otori es el hombre que plantó tu semilla.
—¿Mi semilla? —repetí.
Por un momento creí que Otori se dedicaba al cultivo de dondiegos. Se me ocurrió porque las semillas que había plantado el año anterior como deberes de verano habían dado lugar a una decena de dondiegos de color azul vivo.
—Me refiero al esperma, Midori —me aclaró mi abuela".

"—¿Por qué vivimos en una casa tan vieja? —preguntaba yo cuando era pequeño.
—Porque no tenemos dinero para reformarla —me respondía mi abuela brevemente.
—¿Y por qué no nos mudamos a otra casa?
—Porque tendríamos que pagar un alquiler.
—Pues lo pagamos.
—¿Y quién lo pagaría?
—Aiko.
—Aiko no tiene recursos.
«Tener recursos» es otra de las expresiones favoritas de mi abuela.
—¿Qué significa «tener recursos»? —le pregunté a mi abuela aquel día, cuando era pequeño.
—Es una mezcla de esnobismo y fortaleza mental —me respondió con una sonrisa.
—¿El esnobismo es bueno o malo?
—Las cosas no siempre son blancas o negras, Midori".

"En aquel momento debería haber habido un cambio de escena, pero no fue así. En cuanto salimos, Otori se acercó a Mizue y le susurró algo al oído.
—¿Qué? —dijo ella, y enrojeció levemente.
—¿Qué? —dije yo también.
¿Qué le dijo Otori que la hiciera sonrojarse durante un instante?
—Pero… oye, ¿qué se supone que…? —balbució Mizue.
(...)
—¿Qué te ha dicho? —le pregunté.
—Nada —replicó Mizue, con la misma expresión tierna y ligeramente dulce de cuando tenía un caramelo en la boca.
—¿Cómo que nada?
—Nada importante, da igual.
—No da igual.
—¿Por qué no?
(...)
—¡Eres demasiado escrupuloso, Midori! —Las palabras se me quedaron atascadas en la garganta—. ¿Quieres saber qué me ha dicho antes Otori? —me preguntó Mizue, sacudiendo el brazo.
—No hace falta que me lo digas —repuse, malhumorado.
—Verás…
—¿Qué?
—Otori es un tipo curioso.
—Ya.
—Me ha dicho que tú estabas ardiendo de deseo por mí.
—¿Qué?
—Es lo que me ha dicho. Y la verdad es que me ha gustado —añadió, riendo de nuevo".

"Luego, eché una ojeada al móvil y vi que había recibido un mensaje de Mizue Hirayama.
Hola, Midori. ¿Cómo estás? ¡Yo muy bien! Mi horóscopo para mañana dice que «la Luna está bajo el signo del amor». Tu horóscopo dice: «Recibirás la visita de la inspiración. 
¿Iluminación de genio?». Te quiero mucho.
Mizue
Acerqué la mejilla a la pantalla del móvil. Echaba de menos a Mizue, a pesar de que nos habíamos visto aquella misma tarde. «La Luna está bajo el signo del amor».
Aunque no acababa de entender lo que significaban aquellas palabras, me parecieron bonitas".

"Supongo que la gente a quien no le sobra ni le falta nada es más fácil de olvidar que los demás".

"—Dime, ¿cómo es?
—Es adulto.
Mi abuela profirió una exclamación de admiración.
—¿Adulto?
—Sí, adulto.
—En ese caso, no le durará mucho.
—Tienes razón. Los adultos deben tratar con adultos, y los niños, con niños.
—Los asuntos del corazón no siempre son tan sencillos —rio mi abuela, pero me dio la razón".

"—Quiero presentaros a mi novio —dijo mi madre. Pronunció «novio» con el tono indiferente que solía usar para las palabras modernas como software.
—¿No te da vergüenza pronunciar «novio» con esa entonación? —le pregunté yo.
Ella abrió los ojos como platos.
—¿Por qué debería darme vergüenza?
—¿Quieres hacerte la moderna?
—Ya sabes lo que dicen, renovarse o morir.
—Si quieres hacerte la moderna es porque ya estás anticuada.
—Lo sé".

"—¿El señor Sato toma alcohol? —preguntó mi abuela.
—Casi nunca.
—¿No bebe?
—¿Te parece mal?
—¿Cómo puede estar saliendo contigo un hombre que no toma alcohol? —exclamó mi abuela, sofocando una risita".

"—Qué lugar más tranquilo —comentó.
—Sí —respondí yo.
El señor Sato y yo volvimos a observar las rosas, o a fingir que lo hacíamos.
—¿Cuál es tu equipo de béisbol favorito, Midori?
—¿Cómo? —exclamé.
No es que no hubiera oído la pregunta, pero me había sorprendido que el señor Sato me hubiera llamado por mi nombre. Yo no conseguía recordar su nombre de pila.
—No soy muy aficionado al béisbol.
—¿De veras? Yo soy fan de los Hawks.
—Ajá —asentí, aunque apenas había oído hablar de los Hawks.
—¿Prefieres el fútbol, quizá? —aventuró el señor Sato, con mucho tacto.
—El fútbol tampoco me interesa.
—Ya veo —repuso él, y volvió a desviar la mirada hacia las rosas del jardín.
Mientras tanto, mi abuela y mi madre susurraban en la cocina. Me sentía soñoliento. El señor Sato seguía contemplando el jardín y me mostraba su proporcionado perfil. «Pobre hombre —pensé—. ¿Por qué tiene que ir un domingo a una casa desconocida y aguantar una situación de lo más incómoda con un adolescente también desconocido?»".

"—Yo creo que ese estado de fusión con la sociedad en el que me encuentro no es bueno —prosiguió Hanada mientras cogía su tazón con ambas manos y acababa de sorber el caldo de cerdo.
—Ajá —dije yo.
—Lo que quiero decir es que, si siempre estás rodeado de lugares familiares y llevas ropa que te sienta bien, empiezas a fundirte progresivamente en la sociedad.
—Ajá —repetí.
—Aquí es donde entra la ropa de mujer.
—¿Por?
—Si llevo ropa que no me sienta bien, conseguiré mantener el equilibrio.
—¿Cómo?
—Acabo de explicarte por qué quiero vestirme con ropa de mujer. Fin del asunto.
—De eso, nada".

"—Dentro de dos sábados, los padres irán al colegio —le anuncié a mi abuela.
—En nuestra familia no tenemos padre —me respondió ella rápidamente.
—Ya —repuse. Eso ya lo sabía—. Pero la jornada de puertas abiertas es justo antes del día del padre, por eso necesito un padre.
—Da igual que sea el día del padre o el día del abuelo. No puedes pedirle peras al olmo —insistió mi abuela, aún más tajante que antes.
—¿Y quién me hará de padre? —le pregunté, sin poder aguantar más. De pequeño era un niño muy responsable.
—Nadie —atajó mi abuela.
—¿No podemos alquilar un padre?
—¿Alquilarlo? —rio Masako".

"—Las personas podemos alquilar cosas, pero no podemos alquilar a otras personas —me explicó mi abuela, mirándome a los ojos.
—¿No podemos?
—No podemos. Ni podemos alquilar a una persona, ni debemos apropiarnos de su forma de pensar ni de su alma, ni siquiera de un pedacito de ella. La gente no se alquila. Y si se pudiera alquilar a alguien, saldría muy, pero que muy caro".

"—La cerveza de esta casa sabe a gloria —observó Otori, con un deje de admiración en la voz.
—La cerveza sabe igual en cualquier lugar —replicó mi abuela".

"—Buenas —saludó Otori, cabizbajo como de costumbre.
—Buenas noches —le respondí en voz baja.
—¡Hola! —dijo otra voz que venía de detrás de Otori.
—¿Eh? —me sorprendí.
Miré hacia donde procedía la voz, pero Otori estaba justo delante y me tapaba la visión. Eché un vistazo por encima del hombro izquierdo de Otori, pero él torció la columna, adoptando una postura muy poco natural, y no me dejó ver a su acompañante. Lo intenté de nuevo alargando el cuello por encima de su hombro derecho, pero Otori se inclinó hacia el lado opuesto.
—¿Eres Hirayama? —pregunté.
El acompañante de Otori no dijo nada. Cuando intenté ver quién era por enésima vez, Otori empezó a balancear su cuerpo sin ton ni son, como si se divirtiera, impidiéndome ver a la persona que tenía detrás.
—Hoy hace mucho bochorno —observó Otori.
—Hace calor —añadió su acompañante.
—Entra —lo invité bruscamente.
Otori se sacó las chanclas de goma y empezó a caminar por el pasillo. 
Sus pies descalzos hacían tap, tap a cada paso. Por fin pude ver a la persona que se escondía tras él.
Tal y como sospechaba, era Mizue Hirayama. Se quedó de pie en el recibidor, con la cabeza gacha. Tenía gotitas de sudor en la frente, donde le nacía el pelo corto.
—¿Qué ha pasado? —le pregunté con el mismo tono brusco con que había
invitado a Otori a entrar.
—He venido —dijo ella. Llevaba una gran bolsa de tela en la mano.
—¿Por qué? —le pregunté, haciendo un esfuerzo por recuperar mi tono de voz habitual.
—¿No te gusta? —me preguntó ella, con una voz muy grave.
—Creo que ha venido a verte, Midori —me dijo Otori desde el pasillo.
—¿Qué?
—No, no es eso —desmintió rápidamente Mizue, sacudiendo la cabeza.
—¿Estás segura? —repitió Otori, riendo.
—No, no es eso, pero tampoco es que no lo sea, aunque no es exactamente eso —balbució Mizue, mientras nos miraba alternativamente a mí y a Otori.
—Eso ha sido feo —dijo Otori, riendo.
—¡No es lo que quería decir!".

"—¿Por qué te has sentado tan lejos de mí? —preguntó ella, sin responderme.
—No estoy tan lejos —le aseguré.
—Ven a mi lado.
—Es que toda mi familia está abajo".

"—No se necesita ningún motivo para llorar —prosiguió ella, mientras saltaba de nuevo.
—¿Tú crees? —le pregunté, escéptico.
—Llorar me tranquiliza —dijo, encogiéndose de hombros".

"—¿De verdad te gusto, Midori? —me preguntó, lanzándome una penetrante mirada. De mi garganta salió un gruñido que se podía interpretar como un «sí» y al mismo tiempo como un «no»—. Tú a mí me gustas mucho.
—Ya…, ya.
—Me gustas aunque yo a ti no te guste tanto.
—Ya…, ya.
—¿Te gusta otra chica, Midori?
«¿Por qué me pregunta tantas cosas a la vez?», pensé, exasperado".

"—Hay una forma de poder confiar en lo que te dicen las mujeres, naturalmente — añadió Otori con una sonrisa—. Pero es un camino muy duro —me advirtió, dándome una palmadita en el hombro—. Puede que no haya ni un solo hombre en todo el mundo que haya llegado al final de ese camino.
—¡Qué exagerado!".

"—¿Cómo te sentiste la primera vez que te hicieron una tarjeta de visita personalizada? —preguntó Mizue.
El señor Sato reflexionó un instante y luego le respondió educadamente.
—Me sorprendí.
—¿Te sorprendiste? —le preguntó mi madre.
—Sí. Me sorprendí. Me di cuenta de que aquello no era un sueño fugaz de los que se esfuman al amanecer, sino que había pasado a formar parte de la sociedad — explicó el señor Sato, mirando alternativamente a Mizue y a mi madre".

"—¿Por qué os separasteis?
Mi madre no respondió. Guardó el recibo en el monedero junto con las monedas del cambio. Durante unos treinta segundos, se limitó a abrir y cerrar la boca. A diferencia del señor Sato, aquel gesto le daba un aire de persona mayor. Con la boca entreabierta, mi madre parecía una mujer de sesenta años.
—Yo no quería, pero Yasuro decidió romper —me explicó con un hilo de voz.
—¿Cómo pudo tomar una decisión así cuando ni siquiera sabía utilizar un preservativo? —le pregunté con una voz que contenía un ligero tono de enfado. Ella abrió los ojos como platos".

"—Debe de ser duro salir con una chica joven —observó el señor Sato tras una breve pausa.
—¿Duro? —repetí, desconcertado.
—Huyen sin rumbo fijo —musitó él.
—¿Sin rumbo fijo? —repetí.
—«Las doncellas son escurridizas como peces. Cuando están a punto de morder el anzuelo, mueven las aletas y huyen» —dijo el señor Sato lentamente.
—¿Qué es eso?
—Una canción de la época Meiji.
—Ya —asentí, confundido. Cuando el señor Sato y yo estábamos solos, nos comunicábamos mediante golpes de cabeza.
—Significa que, cuando intentas conquistar a una mujer, siempre se acaba escabullendo como un pez".

"—¿Desde cuándo eres una chica, Hanada? —le preguntó sin tapujos el profesor de matemáticas a primera hora.
—No soy ninguna chica —respondió él con seriedad.
—Entonces, ¿por qué llevas esa ropa?
—Porque creo que este mundo no es blanco o negro —repuso Hanada, con una expresión aún más seria".

"—¿En la clase de hoy tocaba estudiar haikus? —me preguntó en voz baja Tanaka, que se sentaba a mi lado.
—No, creo que hoy tocaban los artículos de periódico —le confirmé.
—Es cierto —corroboró Tanaka, ladeando la cabeza.
En la fotocopia que nos había repartido Kitagawa había impresos unos diez haikus.
Kitagawa, que había guardado silencio hasta entonces, empezó a recitar con voz potente:
—«Una nube en el cielo. | Cielo de invierno, nube de invierno. | De súbito, media nube». Hay un haiku que dice así —dijo Kitagawa súbitamente, tras haber leído el primer poema de la fotocopia.
Contrariamente a lo que habían hecho los profesores de la segunda y tercera hora, Kitagawa observaba fijamente a Hanada. Los demás se habían comportado como si no lo vieran. Él, en cambio, lo miraba como si Hanada fuera el único alumno en toda el aula.
—He escogido este haiku pensando en Hanada —continuó el profesor, agachando un poco la cabeza".

"—Las cosas que se repiten constantemente te transportan a lugares desconocidos —aclaró Mizue, sin afectación".

"—Creo que deberíamos dejarlo durante un tiempo —me espetó.
—¿Cómo? —exclamé—. ¿Qué? Pero… ¿A qué te refieres? —le pregunté.
—Ya lo sabes.
—¿Cómo que ya lo sé? Si no me lo explicas, no puedo saberlo.
—Vale —dijo Mizue, y se levantó. La bolsa de comida vacía que tenía en el regazo resbaló y cayó al suelo—. Ya sé que te lo he preguntado muchas veces, pero… ¿te gusto, Midori? —me preguntó mientras se agachaba para recoger la bolsa del suelo.
—Me gustas —farfullé.
—Eso ya lo sé, pero ¿te gusto de verdad?
Estaba perplejo. No tenía la menor idea de qué debía decir. Me había preguntado lo mismo en muchas ocasiones y, cuantas más veces me lo preguntaba, menos respuestas se me ocurrían.
—Yo siempre te digo que me gustas —continuó ella, enfatizando la palabra «siempre».
—S… sí.
—Pero yo a ti no te gusto demasiado, ¿verdad?
«No te gusto demasiado». Aquellas palabras resonaron en mi cabeza. «No te gusto demasiado».
—¿Por qué dices eso? —reaccioné al fin, tratando de ganar tiempo para recuperar la compostura.
—Porque es la verdad —dijo ella lentamente.
—¡Venga ya!
—Insisto.
«Esto debe de ser una broma pesada o una especie de trampa», pensé.
—Veamos… ¿he olvidado algo importante? —le pregunté al recordar que una vez había olvidado su cumpleaños.
Mizue es de las personas que se mantienen frías como un témpano cuando se enfadan. En aquel momento, su temperatura debía de ser de doscientos grados bajo cero. El frío que desprendía habría congelado hasta el mercurio.
—No —respondió ella, secamente.
—¿Tienes la regla?
—Tampoco.
—¿Tienes el síndrome premenstrual? —inquirí, intentando romper el hielo.
—Midori, si crees que estoy de mal humor y que por eso la pago contigo, te equivocas —me advirtió ella, con una mirada cargada de tristeza a pesar de que era yo quien debería estar triste, y no ella".

"—Siempre fue así. Tú me gustabas mucho más de lo que yo te gustaba a ti.
¿Mucho más? ¿Acaso el amor se puede medir en cantidades? Además, ¿por qué hablaba en pasado?".

"—Pero no podía hacer nada. Uno no puede elegir ser la persona más importante para el otro".

"—Por muy simpáticas, imaginativas y psicológicamente independientes que parezcan las mujeres, nunca descubres cómo son hasta el final —me dijo Otori por la noche, para consolarme".

"La casa estaría llena de rosas
y avispas.
Oiríamos, al atardecer,
sonar las vísperas;
y las uvas de color piedra
transparente
dormirían al sol
bajo la sombra lenta.
¡Cómo te amaría si allí estuvieras!".

"«Kitagawa —susurré—. Estoy a punto de llorar, Kitagawa». 
Pero no lloré. Tenía muchos problemas a los que enfrentarme, y muchos asuntos que debía solucionar. No eran problemas graves, más bien un sinfín de pequeñas tonterías parecidas a desgracias que me habían pasado a lo largo de mi día de mala suerte".

"—Lo siento, no creo que Otori le devuelva el dinero que le prestó —me disculpé.
Kitagawa sonrió.
—Te preocupas demasiado por todo, Edo —me tranquilizó él, con una sonrisa aún más amplia.
—No es cierto —protesté en voz baja.
—Las personas que se preocupan por todo acumulan cada vez más sufrimiento.
No deberías acostumbrarte a sufrir demasiado —musitó el profesor, sacudiendo la cabeza.
—Vale —respondí vagamente, dándome por vencido".

"—¡Una serpiente! —gritó Hanada.
Contuve el aliento. Una serpiente reptaba susurrando bajo nuestros pies. Hanada hizo un gesto para indicarme que no dijera nada. La serpiente me rozó el tobillo durante un instante y desapareció rápidamente entre la maleza.
—¡Bájate el calcetín, Edo! —exclamó Hanada.
—¿Qué? —dije yo.
Los intensos rayos del sol me habían aturdido. En vez de repetirme la orden,
Hanada me quitó rápidamente el zapato y el calcetín de la pierna derecha, la que me había rozado la serpiente, como si estuviera pelando una pieza de fruta, y me examinó el tobillo.
—¿Te duele? —me preguntó, sujetándome la pierna.
—No —le respondí.
—Lo tienes rojo e hinchado.
En el lugar que me indicaba Hanada había dos bultitos rojos.
—¿Crees que me ha mordido? —le pregunté.
—Eso deberías decírmelo tú —me reprochó Hanada, en un tono grave.
—Me estás asustando.
—Yo en tu lugar no estaría tan tranquilo —insistió él, esta vez con voz chillona.
—Es que no me ha dolido.
—Voy a chupar —dijo Hanada, y levantó mi tobillo hasta la altura de su cara.
Acto seguido, se llevó mi pierna a la boca y empezó a sorber enérgicamente.
—No sale sangre —gruñó.
—A lo mejor no me ha mordido.
—Es posible —concedió él, pero chupó mi tobillo de nuevo. Noté un pinchazo en la piel.
—¡Ay! —grité, y Hanada apartó la cara. Tenía los contornos de los labios manchados de sangre—. Si me muerdes, me haces daño —me quejé.
—Pues te aguantas —me espetó mirándome fijamente, y escupió la sangre en el suelo".

"—¿Soy lo más importante del mundo? —insistí.
—Sí, claro —admitió ella.
—¿De qué mundo?
—Sólo hay un mundo.
—¿Cuántos mundos tienes tú?
—Tres y medio —me respondió, tras una breve vacilación.
—¿Y en cuántos de esos mundos soy lo más importante para ti?
—Supongo que en casi tres de tres y medio.
—Vale —repuse".

"—¿Tanto me quieres?
—¿Cómo?
—¿Tú me quieres, Otori?
Continué incomodándolo con preguntas de ese tipo, al más puro estilo de Mizue Hirayama.
Otori salió al pasillo a fumar.
—Tú y yo no podemos comunicarnos por telepatía —me dijo, cuando volvió entrar al cabo de unos cinco minutos.
—Claro que no —le respondí.
—Lo digo porque todo me lo preguntas verbalmente —explicó Otori, rascándose la cabeza.
—No puedo hacerte preguntas sin palabras.
—No me refería a ese tipo de palabras.
—No te entiendo —reí.
Pero, en el fondo, lo entendía un poco. A ambos nos resultaba muy difícil hablar en serio. Ni Otori ni yo estábamos acostumbrados a comunicarnos con palabras trascendentales.
—¿Sabes, Midori?
—¿Qué?
—Verás, resulta que…
—¿Sí?
—Tú y yo…
—Dime.
—Creo que…
—¿Sí?
—Somos buenos amigos —dijo al fin, y guardó silencio".

"—Así que has venido —le dije.
Aún me sentía incapaz de mirarla a los ojos.
—He venido —respondió ella, brevemente.
—Me alegro de que estés aquí.
—A pesar del calor.
—Sí.
—Y del dinero.
—S… sí.
—Pero, sobre todo, a pesar de que no sé lo que sientes por mí.
—Te quiero —le dije sin pensar.
Ella abrió los ojos como platos.
—No me fío mucho de esa respuesta tan precipitada.
—Tienes razón —admití".



Hiromi Kawakami

jueves, 23 de mayo de 2019

Citas: Cartas de amor - Mark Twain


"Lo digo deliberadamente. Porque no me arrepiento de haberte querido, de seguir queriéndote y de quererte siempre".

"Los años me han hecho conocer el dolor, el desastre y la decepción, y he soportado estas dificultades hasta convertirme en un hombre. Así pues, también soportaré esta última, la más amarga, aunque me rompa el corazón. No deshonraría este amor tan digno que ha nacido en mi interior con ningún pensamiento pueril, ni ninguna palabra, ni ningún hecho. Prefiero haberte querido y haberte perdido a que mi vida hubiese seguido siendo ese vacío que era antes".

"Mi honorable hermana, ¡eres tan buena y tan hermosa… y estoy tan orgulloso de ti! Aunque sea pequeño, hazme ese hueco que me has prometido en el gran corazón que tienes, y si algún día dejo de merecerlo, ¡seguiré siendo el vagabundo sin hogar que soy!".

"Dormí bien, y al despertar tú fuiste, por supuesto, mi primer pensamiento, y lamenté mucho no verte en el desayuno. Espero y confío en que tú también hayas dormido bien, porque la última vez que te vi, cariño, estabas tranquila y en paz".

"Porque sé que, llegado el momento, tus dudas y tus preocupaciones desaparecerán, y entonces me entregarás todo tu corazón y ya no desearé ninguna otra cosa en la tierra. Valoro ese día más que cualquier regalo terrenal, más aún que tu preciado amor, lo disfrutaré, satisfecho y feliz. No me siento agobiado; estoy agradecido, agradecido, indescriptiblemente agradecido por el amor que ya me has dado. Me has coronado, me has elevado al trono, me has dado un cetro. Me siento con los Reyes".

"Y escribe sólo hasta que empieces a sentirte cansada, pero ni un momento después, mi incomparable Livy, pues te quiero demasiado como para desear que [te canses] te aburras escribiéndome, aunque sea para complacerme".

"Adiós, Livy. Todo este tiempo me he sentido como si estuvieras aquí conmigo, casi; y por momentos, como si pudiera verte de pie a mi lado. ¡Pero has desaparecido!
Echo de menos una amable presencia; una gloria se ha ido de mi lado. ¡Escucho una voz amada, busco un querido rostro, acaricio el aire vacío! Que Dios te bendiga, mi vida. Adiós; te envío miles de besos; envíame tú alguno, por favor.
Con muchísimo amor, Tuyo
Para siempre
SAMUEL".

"P. P. P. D. ¡Livy, cuánto, cuánto, cuánto te quiero, cariño! 
Escríbeme inmediatamente; ¡hazlo!
Si cualquier familiar pregunta por mí, dale recuerdos afectuosos de mi parte; y por favor, transmíteles al Sr. y a la Sra. Langdon mi cariño y mi respeto. Ellos saben que soy sincero, independientemente de lo que ocurra con nosotros dos. 
¡Te quiero,
Livy!
Livy, ¿vas a venir a Nueva York este invierno?
¡Te quiero, te quiero, te quiero, Livy!

PPPPP. D. Livy, ¡cuánto te quiero!".

"Quiero… Adoro a Olivia L. Langdon, de Elmira; y ella también me quiere. Cuando esté asentado para siempre, cuando sea un cristiano, y cuando haya demostrado tener un buen carácter, ser estable y responsable, sus padres retirarán sus objeciones y podrá casarse conmigo; digo podrá, pero quiero decir debería. Si un día dejo de intentarlo, la tierra dejará de girar y el sol de recorrer su acostumbrada trayectoria".

"Mi diosa acababa de rechazarme unos días antes, luego volvió a hacerlo, más tarde me advirtió que debía abandonar, y al final he ganado la batalla y soy el hombre más feliz del mundo".

"Necesitará todo su optimismo y toda su alegría cuando la Sra. Crane se vaya; cuando todos los corazones de su hogar dejen escapar un rayo de luz para llenar ese vacío con una sombra. Incluso los brutos más estúpidos sabrán que un amigo se ha marchado de su lado. Las flores también lo sabrán, estoy seguro; y si ese día exhalan un aroma más dulce, sabrá que se trata de una oración que están enviando a la dueña que han perdido".

"Avanzamos según nuestras opiniones".

"Nuestra correspondencia es extraña y muy satisfactoria al mismo tiempo. Mis cartas son un océano  de amor en medio de una tormenta; las suyas son un océano de amor en el majestuoso reposo de una gran tranquilidad. Pero las aguas son las mismas; exactamente las mismas, amigo mío".

"Y esta mañana he recibido unas encantadoras cartas de Navidad de parte de sus padres, llenas de cariño y de confianza. ¡Ah! El mundo es maravilloso… maravilloso… y Dios existe. Es como si me estuviese quitando de encima siglos de somnolencia y como si, medio desconcertado, mirara la luz que acaba de estallar en el horizonte de un mundo desconocido".

"(Oh, Livy… estás tan presente ahora mismo para mí, que me resulta absurdo estar escribiéndote cuando casi alcanzo a besarte la frente con mis labios)".

"El primer día que te vi en St. Nicholas, tuve que hacer un increíble esfuerzo para abstenerme de quererte con todo mi corazón. Pero para mi desconcertada mente, fuiste como una aparición bajada del cielo, como algo a lo que adorar, reverentemente y en la lejanía; no como una criatura  humana que pudiera ser profanada por el amor de una persona como yo".

"Livy, no me regañes, deja que rinda el debido homenaje que merece tu valía; déjame honrarte más que a todas las mujeres; déjame amarte con un amor que no entiende de dudas ni preguntas; pues tú eres mi mundo, mi vida, mi orgullo, todo lo que para mí vale la pena tener en la tierra. Revélame tus defectos, si los tienes, no me espantarán; nada te arrancará de mi corazón. Livy, ¡si tan sólo supieras lo mucho que te quiero!".

"¡Me estremezco al pensar qué hora será! ¡Todos los sonidos están como muertos!
Pero aunque estuvieras aquí para regañarme, cariño, ¡no soltaría esta pluma hasta que hubiese escrito te quiero, Livy!".

"GALESBURG [ILL.], 10 DE ENERO [DE 1869] 
Señorita Harriet Lewis: [No, esto es demasiado frío para un corazón a punto de romperse…]

Querida Hattie: Me resulta doloroso, diría incluso desgarrador, decirte lo que estoy a punto de decir. Pero tengo que pronunciar estas palabras. Creo que sería un crimen permanecer más tiempo en silencio. Y a pesar de ello, voy a llevar a cabo esta tarea con profunda humillación. Si pudiera lo evitaría. O si fueras una mujer desamparada. Pero hay que hacerlo. Me entristece decir que ha habido un error. No he entendido a mi propio corazón".

"Después de seguirte durante semanas como si fuera tu sombra, después de suspirar por ti, de pasear en coche contigo, de contemplar cosas inefables de ti; después de soñar contigo noche tras noche y de jugar al solitario contigo día tras día; después de alegrarme con tu llegada y de  apenarme con tu partida, pues toda la luz del sol parecía irse contigo; después de arder en deseos por ti hasta tal punto que durante dos días únicamente me alimenté de ti; después de anhelarte y desearte y deleitarme con tu única presencia; y después de escribirte veinte cartas a doble franqueo, ¡he aquí que al final despierto y descubro que, después de todo, no eras tú!".

"Acabo de realizar una de las cosas más difíciles de hacer… pedir disculpas".

"La gente siempre habla bien cuando habla de lo que siente".

"De modo que tendré que estar tres días sin carta. Eso no me gusta demasiado. Me resulta tan normal recibir una carta tuya cada dos días que me sentiré raro sin recibir ninguna esta tarde. Estoy tan ligado a ti, estás tan presente en mis pensamientos durante el día y en mis sueños por la noche y te has convertido tan   drásticamente en una parte de mi vida, de mi carne, de mi sangre, de mis huesos, por así decirlo, que hoy me sentiré perdido mientras dure esta interrupción de comunicación; me sentiré como si las corrientes de la vida hubiesen dejado de fluir en alguna parte de mi cuerpo, habiéndose frenado de alguna misteriosa manera".

"Me alegra saberlo; no veo por qué debería alegrarme, pero me alegra; la verdad es que yo estaría  horrorizado si tuviese un bebé. Pero sé que tú estás feliz y sólo por esto yo también. A mí me basta con que tú estés contento, créeme".

"Mi profecía estaba en lo cierto. Ella me dijo que nunca podría quererme, que nunca lo haría, pero se fijó la tarea de hacer de mí un cristiano. Yo le dije que lo conseguiría, pero que entretanto cavaría inconscientemente un hoyo marital y que acabaría por caer en él… y ¡he aquí que la profecía se ha cumplido!".

"Tuyo, hasta que la muerte nos separe.
SAML".

"Livy, te quiero. No me he sentado para decirte esto en particular, si así fuera, ahora que he empezado, podría seguir escribiendo y jamás volver a parar".

"Todavía sigo buscando un rostro como el tuyo entre mi público, un rostro que dé muestras de una naturaleza como la tuya; pero sigue siendo en vano. Y, día tras día, con cada nueva prueba que me confirma que eres única, me enorgullezco más de ti".

"Y muchas veces me paro y pienso en el milagro, el curioso misterio, la rareza que rodea el hecho de que sólo hubiera una mujer, entre los cientos de miles de mujeres cuyos rasgos he examinado críticamente y cuyas personalidades he leído en sus rostros, una sola mujer entre todas ellas a la que yo podía amar con todo mi corazón, y que mi asombrosa buena fortuna me garantizaría el amor de esa mujer. Y más aún, que descubriría en un solo instante, la primera vez que te vi, que tú eras esa mujer".

"He conocido a muchas muchas mujeres bellas y admirables, pero todas escondían uno o más defectos, y durante todo este tiempo, durante doce largos años, me fui volviendo naturalmente cada vez más crítico y más difícil de complacer, como les pasa a los solterones… Pero, he aquí que al final te encontré, y en ti no veo ninguna imperfección. Es extraño, es muy extraño. La mano de la Providencia ha tenido algo que ver. Cuando deje de estarte agradecido, profundamente agradecido  por tu amor, estaré… muerto. Nunca antes, Livy… nunca antes".

"Ya es hora de que estés en la cama, Livy… Así que si rodeas mi cuello con tus brazos y me besas mientras miro por un momento esos ojos que amo más que la luz que mana de los cielos, puedes irte. Y toma estos dos besos y pósalos como yo haría si estuviese allí".

"9 DE LA TARDE HARTFORD, 6 DE MARZO [DE I 869]

Querida Livy, ya te he enviado la carta de hoy, pero estoy tan orgulloso de tener el privilegio de poder escribir a la mejor persona del mundo siempre que quiera, que debía añadir un par de líneas, aunque sólo sea para decir te quiero, Livy. Porque te amo, Livy, como el rocío ama a las flores; como los pájaros aman la luz del sol; como las pequeñas olas aman la brisa; como las madres aman a sus  primogénitos; como la memoria ama los viejos rostros; como las mareas aman la luna; como los ángeles aman los corazones puros. Te quiero tanto que si te fueras de mi lado, sería como si todo mi amor se fuera tras de ti y dejara mi corazón como unas ruinas apagadas y vacías por siempre jamás. Y queriéndote así también te honro como nunca antes ha honrado un vasallo, fiel y leal, a su rey, desde que el mundo es mundo. Y ya que esto es sincero, Livy, creo que deberías ponerte de puntillas para alcanzar a darme un beso. (O yo me inclinaré hasta llegar a tu pequeña y delicada altura, con mucho gusto, para obtener esta recompensa)".

"[¿Cómo es eso?… ] No debes meter las cartas de otras personas en el mismo sobre que las tuyas, ponlas en otro. Hoy mismo pensé que tenía una carta tuya bien larga y resulta que la mitad era de mi hermana. ¿Por qué quieres desilusionarme así?".

"Te gustará, Livy; su ortografía deja mucho que desear. Para que te hagas una idea, escribe vaca con una B. Y escribió «tropecé» con Z, aunque en cambio escribió bien «ufana» sin hache T y «dicción» con sus dos C. 
Puedo tolerar esos errores garrafales bastante bien, pero odio ver a quien sea escribir John con G.
Lo considero algo totalmente horrible. He observado que escribes John con G…
(Livy, perdóname mi amor, sabes que no me burlaría de ti ni aunque de ello dependiese la vida de un hombre si pensara que pudiera herirte. Para mí no tiene ninguna importancia cómo escribas. Rara vez he observado que cometas un error, y válgame Dios, me siento tan orgulloso de ti como si pudieras ganar al diccionario de ortografía en su versión más completa. De hecho, sería una lástima que yo me atreviera a criticar tu ortografía, yo que estoy tan lleno de defectos como tú de méritos, brillantes virtudes y hermosos rasgos de personalidad; y aun así has encontrado un hueco en tu corazón para aceptarme tal y como soy, elevarme y bendecirme con tu valioso amor… Nunca podría criticarte, mi amada y honorable Livy)".

"P. D. He vuelto a leer esta carta y es poco seria, absurda e inmadura. Ojalá me hubiera ido a la cama cuando he llegado y no la hubiera escrito. Me dijiste que nunca debía romper una carta después de habértela escrito, por eso te la envío. Quémala, Livy. No pensé que estaba escribiendo de una manera tan ridícula y tan  miserable. Mi buen humor no me permitía escribir una carta sensata".

"¿Alguna vez ha habido alguien tan encantador como Livy? Sé que no. 
Ella cumple mi ideal de lo que debería ser una mujer para hacerse querer. 
Así que, ¿qué misterio tiene que la ame tanto? ¿Y qué misterio tiene que me sienta profundamente agradecido por la oportunidad que se me ha dado para amarla?".

"Estoy en la misma casa (pero no en la misma habitación… ¡menos mal!) donde pasé tres semanas horribles el otoño pasado, adorándote y escribiéndote cartas; algunas las envié a la papelera y otras nunca pasaron de mi mente al papel. Pero no me gusta pensar en esos días, ni hablar de ellos".

"Sin embargo, la chica más querida del mundo entero me ha ordenado estrictamente que me acueste pronto y que me cuide, y voy a obedecer esas órdenes, aunque preferiría escribirle a irme a la cama… Pues cuando le escribo, es como si le hablara, y hablar con ella así es como sostener su  pequeña mano, mirarle a los ojos amados, escuchar su voz que para mí es tan suave como la respuesta a una oración, sujetar su pie minúsculo, estrechar su delicada figura entre mis brazos, besar sus labios, sus mejillas, su cabello y sus ojos con amor, y su sagrada frente con honor, con respeto reverente, con gratitud y bendiciéndola. 
De las profundidades de mi alegre corazón brota una gran corriente de amor y de oraciones dirigidas a ese valioso tesoro que me ha sido confiado para cuidarlo durante toda mi vida. No puedes ver sus olas intangibles correr hacia ti, mi amor, pero en estas líneas oirás, por así decirlo, el lejano sonido del oleaje".

"Pero amor mío, mi esperanza actual es que cuando llegue el momento de escribir tus «memorias», yo ya me haya convertido en polvo y cenizas para así librarme de esta responsabilidad que he asumido de forma tan bromista".

"«Con amor, tu Livy»… No hay palabras más preciadas para mí que iluminen el papel haciendo que parezca una esplendorosa visión. ¡Las palabras parecen acercarse a mí!… ¡y rodearme con sus brazos, y posar una adorada cabeza sobre mi hombro y llenar mi corazón con los cantos de los ángeles! Eres mi Livy, y no puedo expresar lo agradecido que estoy porque así sea; le rezo a Dios para que puedas seguir siendo mi Livy siempre".

"HARTFORD, 21 DE JUNIO [DE 1869]

Según el calendario, mi amor, hoy es el día más largo del año; y como te has ido de mi lado, sabría que es el día más largo sin tener que mirar el calendario. Porque te echo mucho de menos".

"Somos muy poco comunes. Somos una especie de planta centenaria humana, y no crecemos en el jardín delantero de todo el mundo".

"¡Dios de mi vida, ojalá pudiera verte! A ti más que a ninguna otra persona en el mundo… lo haría, Livy, mi vida. De verdad que lo haría. Porque te quiero. Te quiero con todo mi corazón, Livy, mi amor".

"Mi niña, hoy me he quedado de piedra al no recibir ninguna carta tuya en Boston.
Me siento como si llevara sin verte y sin saber de ti muchísimos días… pero ahora que echo la cuenta, me sorprende descubrir que te vi, te acaricié, te abracé, te besé, hace tan sólo cuatro días".

"Normalmente una temporada de tres meses parece un año; y cuando se le añade la ausencia de una novia, en cierto modo se convierte en una vida".

"Abrí tu carta y ¡vaya!, ni siquiera el amor de mi vida podía estar a salvo".

"Y rezo por ti, de la misma forma en que he rezado por ti cada noche, desde que incitaste a mi espíritu a rezar hace diecisiete meses".

"¡Querida Livy! ¡Menudo ataque de amor provoca un poquito de separación! Te añoro tanto estos días… y la lección que me da es que nos tenemos que separar de vez en cuando. Cuando estoy lejos de ti durante dos días, me vuelvo loco por verte.
Así que tengo la intención de irme de vez en cuando para renovar esa sensación; pero nunca más de 48 horas. Espero que, mientras vivamos, jamás se interpongan más de 48 horas entre nosotros. Me siento como si fuera a pasar un siglo entero antes de volver a verte".

"CHICAGO, 2 DE FEBRERO DE 1885

Hoy es un gran día, mi amor; el día que te trajo a mí hace quince años. Entonces eras muy preciada para mí, ahora eres todavía más valiosa para mí. 
Teniéndonos el uno al otro, entonces, éramos ricos; aunque éramos pobres en comparación con lo ricos que somos ahora con las niñas.
Te mando un beso, mi amada mujer… y a esas queridas pillinas, también.
SAML".

"[43º cumpleaños de Livy]
HARTFORD, 27 DE NOVIEMBRE DE 1888

Querida Livy, ¡estoy agradecido… más agradecido que nunca, de que hayas nacido, de que tu amor sea mío y de que nuestras dos vidas se hayan tejido y soldado juntas!
S. L. C".

"Te quiero, te quiero, te quiero, mi vida, y me siento muy solo aquí".

"30 DE SEPTIEMBRE

Olvidé enviar mis cartas de ayer y anteayer. Según Jackson, estos días me olvido de casi todo, excepto de mi visión del asilo para pobres. Pero hago lo que puedo, mi amor… y tú eres mi apoyo y mi ánimo. Sin ti, no sería nada".

"No soy extravertido, siempre estoy escondiendo mis sentimientos; pero ayer se me encogía el corazón. No podría decirte cuán profundamente te quiero, ni lo apenado que he estado por ti, ni cuánto me he compadecido de ti por ese horrible problema en el que te han metido mis errores. Sé que me perdonas, pero yo nunca me perdonaré mientras siga habiendo vida en mí".

"Me he pasado todo el día solo… pensando; a veces pensamientos amargos, a veces sólo tristes".

"A todo el mundo excepto a ti. A ti, siempre te he escrito; porque siempre estás en mi corazón, siempre estás en mi mente".

"Lleva todo el día lloviendo… no, lloviznando, y está triste y oscuro. 
No podría ser de otra forma. Hoy no sabría cómo dar la bienvenida al sol".

"Al fin sé lo que es el sufrimiento, mi amor. Ya sé cuánto sufriré cuando mueras.
Ahora me doy cuenta de que nunca antes he sabido lo que era el dolor, sino sólo un endeble atisbo de él".

"DESPUÉS DE LA CENA: 8H 45.

El Sr. Smythe ha subido a tumbarse para intentar atajar su dolor de cabeza, y yo estoy solo con mis recuerdos de La luz que se apaga. Te adjunto el párrafo que el Sr. Smythe dijo que te enviaría. Me dolió leerlo, porque me recordó que, durante todos estos años, nunca había dejado de tener la esperanza de que Susy se volviese a ocupar de mi biografía. Es decir, conservaba la remota esperanza de que de vez en cuando podría tomar algunos apuntes y de que mi muerte le devolvería el interés por el tema, y que entonces escribiría el libro. Así que otra de mis ambiciones ha sido enterrada en el olvido. Ha seguido el camino de todas las demás".

"Pobre Susy; ya hace once días. «Tras la fiebre convulsa de la vida, duerme con placidez»[60]. Y no volverá a despertar para mí.

«O for the touch of a vanished hand,
And the sound of a voice that is still!»".

"Es un mundo odioso, un mundo terrible… es el Infierno; pero el de verdad, no la falsa invención de los supersticiosos; y hemos llegado a él desde algún otro lugar para expiar nuestros pecados.
Y ahora, ¿qué podemos hacer? ¿A dónde podemos ir a escondernos hasta que alcancemos la liberación? Porque ¿qué otra cosa nos queda por hacer en este mundo?".

"LONDRES, 27 DE NOVIEMBRE DE 1896

La hemos perdido, y nuestra vida es amargura. Puede que la volvamos a encontrar… no perdamos la esperanza. Dios sabe que somos mucho más pobres con esta pérdida de lo que éramos antes; pero seguimos teniendo a las otras, y eso es mucho; y también nos tenemos el uno al otro, mi amor, y eso es riqueza.
Éste es el cumpleaños más negro que jamás he vivido: que nunca tengas tú otro igual, mi vida.
Con montones de amor,
SAML".

"No me das la oportunidad de olvidarte; encuentro tus atentas y adoradas manos por todas partes y a cada instante entre mis cosas y mis pertenencias".

"[NOTA DE TWAIN A HOWELLS, DE 12 DE JUNIO]

Estas últimas semanas, fue lamentable ver el inquietante temor en sus ojos, que miraban fijamente a los míos con nostalgia, y oírla pedir, como suplicando, una alentadora respuesta negativa: «No crees que me vaya a morir, ¿verdad? 
Oh, no quiero morir». Pues ella amaba la vida, y quería vivirla".




Mark Twain