viernes, 31 de agosto de 2018

Citas: Vida de una Geisha - Mineko Iwasaki


"Creo que la elección de mi profesión es por demás paradójica. Una geiko de categoría se halla siempre expuesta al resplandor de los focos, mientras que yo pasé gran parte de mi infancia escondida en un armario oscuro".

"Una geiko de categoría es maestra en el arte de crear un ambiente  de distensión y esparcimiento, sin embargo, yo no disfruto en particular con la compañía de otros. 
Una geiko de renombre nunca está sola, pero yo siempre he amado la soledad.
¿No es extraño? Parece que hubiese escogido de forma deliberada el camino que entrañaba para mí mayores dificultades, una senda que me obligase a afrontar y superar mis limitaciones personales".

"Fue tenaz en su cortejo, pero debido a la notable diferencia de clase existente entre ambos mi madre pensó que la relación sería imposible. Al final, mi padre la dejó embarazada de mi hermana mayor, lo que la  obligó a casarse".

"—Mirad bien y aprended. Esta ave estúpida le ha dado un picotazo a nuestra querida Masako, y ha muerto por ello. Recordadlo: no está bien hacer daño a otros ni causarles dolor".

"En cuanto llegamos a casa y vi a mí madre, me eché a llorar con gran aflicción y me arrojé a sus brazos. Al cabo de un rato me bajé de su regazo y me metí en el armario.
Mis padres me dejaron tranquila y pasé la noche allí, envuelta en la oscuridad.
No abandoné el armario hasta la mañana siguiente, aunque todavía estaba muy alterada por el viaje a la okiya Iwasaki, pues lo que había visto en el karyukai era muy distinto de todo cuanto conocía, mi pequeño mundo comenzaba a desmoronarse. Estaba confundida y asustada, y me pasaba la mayor parte del tiempo abrazándome a mí misma, con la mirada perdida".

"Una noche invitaron a Koyuki a un banquete en el Ichirikitei en honor al general MacArthur. Y éste se quedó tan prendado del quimono que ella llevaba que quiso saber si se lo darían para los
Estados Unidos. Cuando la propietaria del Ichirikitei dio la solicitud a tía Oima, ésta respondió:
—Los quimonos son nuestra vida. Lléveselo si lo desea, pero tendrá que llevarme también a mí. ¡Puede ocupar mi país, pero jamás ocupará mi alma! —El general no volvió a pedir el quimono".

"Cuanto más amables eran conmigo, peor me sentía. Estaba indignada, llena de odio hacia mí misma".

"Salí del juzgado flanqueada por mis padres, cogida con fuerza de sus manos. Lloraba y me sentía tan culpable por haberlos traicionado que no me atreví a mirarlos a la cara, aunque, de soslayo, descubrí en las mejillas de ambos el rastro de sus lágrimas.
Vieja Arpía detuvo un taxi y los cuatro volvimos juntos a la okiya.
Mi padre trató de consolarme:
—Tal vez sea mejor así, Ma-chan. Estoy seguro de que en la okiya Iwasaki te divertirás más que en casa. ¡Aquí hay tantas cosas interesantes que hacer! Pero si alguna vez quieres volver a casa, avísame y vendré a buscarte. En cualquier momento. De día o de noche. Sólo tienes que llamarme.
Lo miré y aseveré:
—He muerto.
Mis padres dieron media vuelta y se alejaron. Cuando los obis de sus quimonos comenzaron a desvanecerse a lo lejos, grité en lo más profundo de mi corazón: 

"¡Mamá! ¡Papá!". Pero esas palabras no llegaron a mis labios.
Cuando mi padre se volvió para mirarme, contuve el impulso de correr tras él y, ahogando las lágrimas, agité triste la mano. Mi decisión era irrevocable".

"—¿Qué pasa, Mine-chan?
—Ay, algo horrible. Estoy sangrando.
—No es nada, Mineko. Estás bien. Eso es bueno.
—¿Las hemorroides son buenas?
—No son hemorroides. Tienes la menstruación.
—¿La qué?
—La menstruación. La regla. Es completamente normal".

"Sentada ante ella, me sentí majestuosa y adulta con mi primer peinado formal. Me miró con una conmovedora expresión de orgullo y fue en ese preciso instante cuando por fin tomé conciencia de que tía Oima había muerto y prorrumpí en sollozos. El proceso de cicatrización de las heridas había comenzado. Lloré durante dos horas, manteniendo en vilo a todo el mundo, antes de que madre Sakaguchi pudiera empezar a maquillarme".

"Esa noche asistí a mi primer ozashiki; el invitado de honor era un caballero occidental. El traductor le explicó que yo era una aprendiz de maiko, y que aquélla era mi primera aparición en público. Entonces, él se volvió para hacerme una pregunta y le respondí lo mejor que pude en mi inglés de colegiala.
—¿Alguna vez ves películas americanas?
—Sí.
—¿Conoces el nombre de los actores?
—Conozco a James Dean.
—¿Y el de los directores?
—Sólo el de uno. Se llama Elia Kazan.
—Vaya, gracias. Yo soy Elia Kazan.
—¡No! ¡Bromea! ¿De veras? ¡No lo sabía! —exclamé en japonés".

"Mamá Masako era incapaz de ocultar sus sentimientos, pues cuando estaba enamorada, resplandecía, y si la relación iba mal, ni siquiera se molestaba en peinarse y lloraba mucho. Yo le daba palmaditas en la espalda:
—Estoy segura de que pronto encontrarás a don Perfecto.
Nunca perdió las esperanzas. Y nunca lo encontró".

"Trató de animarme dando un giro a la conversación.
—¿Cuál es tu pasatiempo favorito, Mine-chan?
—Me encanta bailar.
—¡Qué bien! ¿Y de dónde has salido?
—De ahí.
—¿De dónde?
—De la habitación de al lado.
Mi respuesta dibujó una sonrisa en sus labios.
—No, te preguntaba dónde has nacido".

"—¿Cómo debo mirar una obra de arte? —quise saber, en cierta ocasión.
—Limítate a ver lo que ves y a sentir lo que sientes —fue su respuesta, franca y sucinta".

"—¿De verdad le quedan dudas todavía? —le pregunté—. ¿A pesar de tener noventa años?
—Hay ciertas cosas de las que nunca podemos estar seguros —aseveró—, aunque vivamos cien años. Eso demuestra que somos humanos".

"El médico que vino a reconocerme quiso saber si había tenido gases.
—¿Gases? —pregunté.
—Si, gases. ¿Han salido ya?
—¿Salir? ¿De dónde?
—Lo que quiero decir es si te has tirado algún pedo.
—¡Por favor! —exclamé, indignada—. Yo no hago esas cosas".

"—Apuñala el cuerpo y sanará. Pero lastima el corazón y la herida permanecerá abierta durante toda la vida".

"—Escucha a este viejo curandero, Mine-chan. Tienes que cuidarte. 
Ahora debes volver a casa y meterte en la cama. Prométeme que mañana irás al hospital.
—Pero si estoy bien.
—No me escuchas, Mine-chan.
—Porque estoy bien.
—No estás bien. Si sigues así, podrías morir.
—Ah, las mujeres hermosas siempre mueren jóvenes.
—Esto no es ninguna broma. —Ahora parecía enfadado".

"—Señorita Iwasaki, tiene que ocuparse de esto de inmediato. De lo contrario podría tener un problema serio.
—¿Qué clase de problema?
—Podríamos vernos obligados a extirparle un riñón.
Todavía no me había dado cuenta de la gravedad de la situación.
—Yo ni siquiera sabía que tenía dos riñones. ¿No basta con uno? ¿Necesito los dos?".

"Lo primero que vi cuando entré en el quirófano fue a un hombre de bata blanca que enfocaba mi cara con una cámara de fotos. Sin pensar, le dediqué una gran sonrisa.
El médico me habló con brusquedad:
—Por favor, no preste atención a la cámara y no sonría. Necesito fotografías de esta operación para una conferencia sobre cirugía. Ahora abra la boca...".

"Mi verdadero problema no está en mi garganta ni en mis riñones. El médico debería haberme operado del corazón".

"—Ven un momento, Mineko —me indicó, y acto seguido me condujo a la habitación de las criadas.
Antes de que pudiera darme cuenta de lo que pasaba, me rodeó con sus brazos y me besó en la boca.—Eh, basta. —Forcejeé para soltarme—. Sólo Gran John, mi perro, tiene permiso para hacer eso.
Fue mi primer beso. Y no me gustó nada. Pensé que estaba sufriendo un ataque de alergia. Se me pusieron la carne de gallina y los pelos de punta, y un sudor frío cubrió mi cuerpo. Tras pasar por la sorpresa y el miedo, llegué al instante a un estado de incontenible furia.
—¡Cómo se atreve! —exclamé—. ¡No vuelva a tocarme nunca! ¡Jamás!
—Vamos, Mine-chan, ¿no te gustó ni siquiera un poquito?
—¿Gustarme? ¿Qué quiere decir? Esto no tiene nada que ver con que me guste o no me guste.
Me avergüenza confesarlo, pero a los dieciocho años todavía creía que los besos en la boca podían dejar embarazada a una mujer. Estaba aterrorizada".

"Una noche me rogó con picardía:
—Ya sé que no se me permite tocarte, pero ¿no podrías poner un dedo, sólo uno, en mi rodilla? Sería una forma de recompensar mis esfuerzos con el shamisen.
Como si tocase algo contaminado, apoyé cuidadosamente la yema del dedo índice en su rodilla.
Me pareció un juego.
Después de tres meses de rozarlo con el índice, preguntó:
—¿Qué tal tres dedos?
Y más adelante:
—¿Por qué no cinco dedos?
Y luego:
—¿Y la palma entera?
Por fin, una noche se puso serio.
—Creo que me estoy enamorando de ti, Mineko".

"Estábamos en ese punto cuando Toshio le pidió a mi amiga que me llevase un ramo de asteres.
Era una dulce forma de cumplir su promesa de visitarme a diario. Al descubrir que las flores eran un regalo de Toshio, me embargó la emoción. No sabía si aquello era amor, pero estaba claro que algo sí sentía: una opresión en el pecho cada vez que pensaba en él. Y pensaba en él a todas horas. No me encontraba cómoda y hacia que aflorase mi timidez. Quería hablar con él de lo que me pasaba, pero no sabía qué decir. Creo que la pequeña puerta de mi corazón empezaba a abrirse. Aunque yo no dejaba de luchar".

"—¿Mamá?
—¿Sí?
—Eh… No, nada; no tiene importancia.
—¿Qué es lo que no tiene importancia? ¿Qué ibas a decir?
—Olvídalo. Sólo estaba pensando.
—¿En qué? No me tengas sobre ascuas, es exasperante.
No pretendía irritarla, pero las palabras se negaban a salir de mi boca.
—No estoy segura de que seas la persona apropiada para aconsejarme.
—Soy tu madre.
—Lo sé, y respeto mucho tu opinión sobre cuestiones de trabajo, pero se trata de algo diferente. No sé si debo hablar de este asunto contigo.
—Soy Fumichiyo Iwasaki, Mineko. Puedes preguntarme lo que quieras.
—Pero todos los hombres con los que has salido parecen calamares desecados. Después rompen contigo y tú te quedas llorando abrazada a la farola del colmado. Es humillante. Todos los vecinos te ven y exclaman: "Pobre Fumichiyo, ya la han abandonado otra vez".
Era la pura verdad. A sus cuarenta y siete años, mamá Masako aún no había conseguido formar una pareja estable. Nada había cambiado. Seguía enamorándose cada dos por tres y ahuyentando a sus amantes con su mordacidad. Y era cierto que lloraba abrazada a la farola. Tengo muchos testigos de ello.
—No es una descripción muy halagadora. Creo que no soy la única por aquí que tiene una vena maliciosa. Pero no hablemos más de mí. ¿Qué te pasa a ti?
—Me preguntaba qué se siente al enamorarse".

"Mamá Masako y tía Taji tenían la vista fija en el plato. Aún no habían dicho una palabra. Las presioné.
—"Deléitate y da gracias por cualquier alimento que te ofrezcan". ¿No es eso lo que nos enseñó Buda?
—Sí —respondió mamá—, pero todo tiene un límite.
—¿Qué quieres decir?
—Mineko, ¿te has molestado en probar la comida antes de servirla?
—No ha sido necesario. Sé que está buena por el aroma que desprende.
Esto demuestra lo poco que sabía de cocina".

"—Yo creo que las personas que se aman deben estar juntas —dictaminó ella, tan romántica como siempre".

"Por fin me acerqué a él, por primera vez, y lo abracé. Sentí que se fundía entre mis brazos:
"Esta intensa unión es amor —pensé— ya lo he encontrado".

"La jefa de enfermeras estaba indignada:
—Esto no es un hospital psiquiátrico, así que dejen de comportarse como si estuvieran locas. Y, por favor, no colapsen la línea telefónica.
Al cabo de unos diez días el médico nos quitó los puntos y nos dio el alta. Creo que las enfermeras se alegraron de que nos fuésemos".

"Así que, una vez más, decidí empezar de cero. Y la siguiente ocasión que me lo propuso, y era la cuarta, acepté con una condición: le hice prometer que me concedería el divorcio si al cabo de tres meses no me sentía feliz.
Nos casamos el 2 de diciembre, veintitrés días después de conocernos".





Mineko Iwasaki

lunes, 27 de agosto de 2018

Citas: Algunas poesías - Johann Wolfgang von Goethe


"¡Deja que adiós te diga con los ojos,
ya que a decirlo niéganse mis labios
¡La despedida es una cosa seria
aun para un hombre, como yo, templado!".

(La despedida)

"Triste en el trance se nos hace, incluso
del amor la más dulce y tierna prueba;
frío se me antoja el beso de tu boca
floja tu mano, que la mía estrecha".

(La despedida)

"¡Sus, y a la obra de nuevo! No pienses ni caviles;
que quien amar no sabe a las floridas rosas
solo encuentra después espinas que le pinchen".

(La fuerza de la costumbre)

"—¡Ay! Si yo fuera—la violeta dice—
la flor más bella de las flores todas...,
pero tan solo una violeta soy,
¡condenada a morir sobre el corpiño
de una muchacha loca!".

(La violeta)

"A vosotros debemos el saber
que hemos sido felices una vez".


(Elegías Romanas)



Johann Wolfgang von Goethe

jueves, 23 de agosto de 2018

Citas: Memorias de una Geisha - Arthur Golden


"Cuando tenía seis o siete años, me enteré de algo referente a mi  padre que hasta entonces había ignorado. Un día le pregunté: «Papá, ¿por qué eres tan viejo?». El arqueó las cejas, de modo que tomaron la forma de unos pequeños paraguas caídos sobre sus ojos. Y luego suspiró largamente, movió la cabeza y dijo: «No lo sé»".

"No mucho después volví a visitar las sepulturas y descubrí que la tristeza es un peso difícil de llevar. Mi cuerpo pesaba el doble que un momento antes, como si aquellas sepulturas tiraran de mí".

"Me pareció que el mundo entero se sentía como me sentía yo. ¿Es que la vida era sólo una tempestad que arrasaba con todo, dejando tras ella sólo algo yermo e irreconocible?".

"Tienes la cara como una berenjena, pequeña Sakamoto.
Se acercó a un cajón y sacó un espejito para que me viera. Tenía el labio hinchado y amoratado, como había dicho él.
Pero lo que realmente quiero saber -continuó- es por qué tienes unos ojos tan extraordinarios y por qué no te pareces en nada a tu padre.
Son los ojos de mi madre -respondí yo-. Pero mi padre tiene tantas arrugas que nunca he podido saber cómo es realmente.
Tú también tendrás arrugas algún día".

"A la mañana siguiente, para no pensar en mis preocupaciones, me fui a bañar a un estanque que había un poco más allá de nuestra casa, entre un bosquecillo de pinos. Los niños del pueblo iban a bañarse allí casi todas las mañanas cuando hacía buen tiempo. Satsu también venía a veces, con un traje de baño que se había hecho con unas ropas de pescar de mi padre, que ya estaban prácticamente inservibles. No era exactamente un buen traje de baño, porque cuando se inclinaba se le aflojaba en el pecho, y los muchachos gritaban: 

«¡Mirad, se le ven los Montes Fujis!». Pero a ella le daba igual".

"Una de las lubinas cayó al camino y revivió con el golpe. Verla aletear, boqueando, era más de lo que yo podía soportar. Me volví con lágrimas en los ojos, y aunque intenté ocultárselas al Señor Tanaka, él se dio cuenta. Después de recoger el pescado y cuando ya estábamos de nuevo en camino, me preguntó qué me pasaba.
¡Pobrecito pescado! dije yo.
Te pareces a mi mujer. Cuando ve los pescados ya están muertos, pero si tiene que cocinar un cangrejo todavía vivo, se le llenan los ojos de lágrimas y les canta una canción".

"¡Pero bueno! Creí que mi vista me engañaba dijo. Deberías haberme dicho antes que venías con una niña tan bonita. ¡Qué ojazos! Son del color de los espejos.
¿De los espejos? dijo Hatsumono. Los espejos no tienen color Awaji-san.
Claro que lo tienen. Son grises. Cuando tú te miras al espejo, sólo te ves a ti; pero yo sé reconocer un lindo color cuando lo veo".

"Casi todas las noches al acostarme enfermaba de angustia y ansiedad, y sentía un vacío tan grande dentro de mí que me parecía que el mundo no era más que una enorme estancia desierta".

"En estas fantasías nunca conseguía llegar a la casa; tal vez tenía miedo de lo que podría encontrar allí, y, en cualquier caso, era el paseo por el acantilado lo que parecía consolarme. Entonces, en algún momento, oía toser a una de las criadas, o a la Abuela ventoseando con un gruñido, y en ese instante se disolvía el aroma marino del aire, bajo mis pies volvía a sentir el tacto de las sábanas en lugar de la tierra del camino, y me encontraba de nuevo donde había empezado: con nada, salvo mi soledad".

"Por eso los sueños son tan peligrosos: abrasan como el fuego y a veces nos consumen completamente".

"Una fría tarde de invierno, sentada en el cuarto de las criadas mientras la nieve caía muda en el pequeño patio de la okiya, pensé en mi padre tosiendo solo frente a la mesita de su desolada casa; y en mi madre, tan débil que su cuerpo apenas se hundía en el futón. Salí dando tumbos al patio, intentando huir de mi pena, pero, claro está, es imposible huir de la pena que se lleva dentro".

"Ya había crecido prácticamente todo lo que iba a crecer. Mi cuerpo seguiría siendo fino y nudoso como una ramita, pero mi cara había perdido su blandura infantil y se había afilado en la barbilla y las mejillas, dando a mis ojos una verdadera forma almendrada. Antes los hombres no se fijaban en mí por la calle más de lo que lo harían en una paloma; ahora me  miraban cuando pasaba a su lado. Me extrañó ser objeto de su atención después de haber sido ignorada durante tanto tiempo".

"Mi existencia era como un río, que cambiaba cada día".

"En la vida nos topamos de vez en cuando con cosas que no entendemos porque nunca hemos visto nada semejante".

"Mírala... una chica tan guapa sin nada de lo que avergonzarse dijo. Y, sin embargo, te da miedo mirarme. Alguien ha debido de ser muy cruel contigo... o tal vez, la vida te ha sido cruel.
No sé, Señor respondí yo, aunque, claro está, lo sabía perfectamente.
Ninguno de nosotros encuentra en este mundo todo el cariño que deberíamos afirmó, y entrecerró los ojos un momento, como diciéndome que debería pensar seriamente en la afirmación que acababa de hacer".

"Finalmente levanté la vista, aunque me ruboricé y miré hacia otro lado tan rápidamente que lo más seguro es que él nunca se diera cuenta de que nuestras miradas se habían cruzado. Pero ¿cómo describir lo que vi en ese instante? Aquel hombre me estaba mirando como un músico podría mirar a su instrumento justo antes de ponerse a tocar, con conocimiento y maestría. Sentí que podía ver dentro de mí, como si yo fuera una parte de él. ¡Cómo me habría gustado ser su instrumento!".

"Tomé el atadijo y, haciéndole una profunda reverencia, intenté explicarle lo agradecida que me sentía, aunque estoy segura de que mis palabras no le transmitieron plenamente mis sentimientos. No le estaba dando las gracias por la moneda, ni tampoco por la molestia que se había tomado al detenerse a ayudarme. Le estaba dando las gracias por... bueno, por algo que no estoy segura de poder explicar ni tan siquiera ahora. Por mostrarme que en el mundo se puede encontrar algo más que crueldad, supongo".

"Lo vi alejarse con el corazón encogido, aunque era un tipo de encogimiento agradable, si es que puede haber algo así. Lo que quiero decir es que si una noche lo has pasado mejor que nunca en tu vida, te apena que se acabe; pero eso no quita para que te sientas contento y agradecido de que haya sucedido".

"En este momento comprendí algo que había pasado por alto: el objetivo no era llegar a ser geisha, sino ser geisha".

"En realidad, señora, ver correr el agua fue lo que me dio la idea de escaparme por el tejado.
Estoy segura de que eres una chica lista, Chiyo, pero no creo que ése fuera tu momento más inteligente. Quienes tenemos mucha agua en nuestras personalidades no escogemos hacia donde corremos. Lo único que podemos hacer es fluir hacia donde nos lleva el paisaje de nuestras vidas.
Supongo que soy como un río que se topa con una presa, y esa presa es Hatsumono.
Sí, probablemente eso es cierto dijo ella mirándome tranquilamente. Pero a veces los ríos se llevan las presas".

"Mira, Chiyo, andar dando tumbos por la vida no es un buen procedimiento. Has de aprender cómo encontrar el tiempo y el lugar para cada cosa. Cuando un ratón quiere volver loco a un gato no se precipita fuera de la madriguera cada vez que se le ocurre".

"Nosotros, los seres humanos, somos sólo una parte de algo mucho más grande. Puede que al caminar aplastemos un escarabajo o sencillamente produzcamos una pequeña corriente en el aire que haga que una mosca termine posándose donde no se hubiera posado nunca. Y si pensamos en el mismo ejemplo, pero haciendo nosotros el papel de los insectos, y el universo en toda su extensión el que acabamos de hacer nosotros, veremos claramente que cada día nos afectan unas fuerzas sobre las cuales no tenemos más control que el que tiene el pobre escarabajo sobre nuestro pie gigantesco cerniéndose sobre él.
¿Y qué podemos hacer? Hemos de emplear todos los métodos que podamos para comprender el movimiento del universo a nuestro alrededor y planificar nuestros actos para no luchar contra las corrientes, sino ir a favor de ellas".

"Vas a ser un buena geisha me dijo, pero aún podrás serlo mejor si tienes en uenta lo que dicen tus ojos.
Nunca he pensado que dijeran nada respondí yo.
Los ojos son la parte más expresiva del cuerpo de una mujer".

"Dicen que la semana en la que una joven prepara su debut como aprendiza de geisha es semejante a cuando un gusano se convierte en mariposa. Es una idea encantadora, pero no logro imaginar quién ni por qué ha podido pensar algo así".

"Mameha ya había llegado y estaba arrodillándose para saludar con una profunda reverencia.
Entonces el hombre volvió la cabeza, y vi por primera vez su ancha cara y sus afiladas mejillas... y sobre todo... esos párpados tan tensos en las comisuras y tan lisos y suaves. Súbitamente, todo lo que me rodeaba pareció calmarse, como si él fuera el viento que soplaba y yo sólo una nube por él arrastrada".

"Todo hombre tiene su destino. Pero ¿quién necesita ir a un vidente para saberlo? ¿Es que acaso yo voy a un cocinero para descubrir que tengo hambre? dijo Nobu. En cualquier caso, Sayuri es un nombre muy bonito, aunque los nombres bonitos y las chicas bonitas no siempre van juntos.
Empecé a preguntarme sí su siguiente comentario sería del tipo de: ¡Pero Mameha! ¡Qué hermana pequeña más fea has tomado! O algo por el estilo. Pero para mi alivio dijo:
Aquí tenemos un caso en el que el nombre y la chica van juntos. ¡Incluso creo que puede llegar a ser incluso más bonita que tú, Mameha!
¡Nobu-san! A ninguna mujer le gusta oír que no es la criatura más hermosa del mundo.
Especialmente a ti, ¿eh? ¡Pues más vale que te vayas acostumbrando!".

"Después de haberlo vuelto a encontrar en la exhibición de sumo, había empezado a pensar en todas las posibilidades que la vida me ofrecía. Pero ahora, tras escuchar las palabras de Mameha, me sentí atravesando un océano de dolor".

"Todavía no sabía cuál era el plan de Mameha ni cómo iba a llevarme triunfar como geisha ni si mi éxito me iba a acercar alguna vez al Presidente. Pero todas las noches, acostada en el futón, me ponía su pañuelo en la mejilla, reviviendo una y otra vez mi encuentro con él. Era como las campanas de los templos, que resuenan largo rato después de haber sido tocadas".

"El doctor se aclaró la garganta, lo que a mí me pareció un buen signo.
Primero lo intento manteniéndome en una pierna y luego en la otra. Pero el problema es...
El barón había estado charlando con otros invitados en el extremo opuesto de la plataforma; pero en ese momento precisamente ponía fin a lo que estaba contando. Las siguientes palabras que dije sonaron con la misma claridad que si me hubiera subido a un podio y las hubiera pronunciado en voz alta para todos los presentes.
... cuando no llevo nada puesto...
Me llevé la mano a la boca, pero antes de decidir yo qué hacer, alzó la voz el barón.
¡Qué barbaridad! No sé de qué estáis hablando ahí, pero desde luego suena más interesante que lo que contamos por aquí".

"Sabía que tenía que apartar la vista de él, pero era como intentar arrancar clavos de una pared".

"¡Hombre, Nobu-san! exclamó Mameha, ya empezaba a preocuparme de que no te interesara la compañía de Sayuri. Hace casi un mes que no sabíamos nada de ti, y esperábamos...
Pero ¿quién eres tú para quejarte de que te hagan esperar? Llevo aquí fuera casi una hora".

"Eres muy buena bailarina, Sayuri. Yo no hago regalos porque sí dijo, aunque creo que no era para nada verdad. Probablemente por eso no les gusto tanto como otros hombres a Mameha o a otras geishas de Gion.
¡Nobu-san! ¡Nadie ha sugerido jamás tal cosa!
¡Sé perfectamente lo que os gusta a las geishas! Mientras os hagan regalos, aguantáis lo que sea".

"Mientras que siempre que volvía la vista hacia donde estaba Nobu, lo sorprendía mirándome fijamente como si yo fuera la única persona en la habitación. 
Ciertamente, si había alguien que supiera de esos anhelos del alma, era yo".

"Tienes dieciocho años, Sayuri continuó. Ni tú ni yo podemos prever tu destino. ¡Puede que nunca llegues a conocerlo! El destino no siempre es algo semejante a una fiesta al anochecer. A veces no es más que la lucha por sobrevivir día tras día.
¡Qué crueldad, Mameha-san!
Sí, sin duda, es cruel. Pero nadie puede escapar a su destino".

"¡Por favor, si no se trata de escapar a mi destino ni nada por el estilo! Nobusan es un buen hombre, como acaba de decir. Sé que sólo puedo estarle agradecida por su interés, pero... había soñado con tantas cosas.
Y tienes miedo de que una vez que te haya tocado Nobu ya no puedan hacerse realidad. ¿Pero cómo te creías que era la vida de las geishas? No nos hacemos geishas para tener una vida gratificante. Nos hacemos geishas porque no tenemos elección".

"De joven se sueña todo tipo de tonterías, Sayuri. Las esperanzas son como los adornos del pelo. De joven se pueden llevar demasiados. Pero cuando envejeces, tan sólo uno ya te hace parecer tonta".

"Puede que una mujer que viva en una gran casa se vanaglorie de todas las hermosas cosas que la rodean, pero en cuanto oiga crujir el fuego, decidirá en un abrir y cerrar de ojos cuáles son las que realmente más valora".

"Con estos oscuros pensamientos rondándome la cabeza, me quedé ensimismada, hasta que el sonido de una copa de sake chocando contra la mesa me sacó de ese estado. Cuando levanté la vista, Nobu me estaba mirando. A su alrededor, los invitados se reían y se divertían, pero él estaba sentado solo, con los ojos fijos en mí y perdido en sus pensamientos, como había estado yo en los míos. Parecíamos dos puntos húmedos en el centro de un carbón en llamas".

"Hice la ronda de hombre en hombre y cuando llegué junto a él me presenté, y él me dijo:
Espero que me perdone.
¿Perdonarle qué? le pregunté.
He sido un grosero me contestó. No he podido quitarle ojo en toda la noche".

"Un momento después, cuando yacíamos exhaustos en el tatami, le levanté la camisa y le puse la mano en el estómago para sentir su respiración. Nunca en mi vida había estado tan próxima a otro ser humano, aunque no habíamos dicho ni una palabra".

"La amistad es algo precioso, Sayuri dijo. Uno no debe echarla por la borda".

"Una mujer que actúa estúpidamente es estúpida, ¿no crees?".

"¡Oh, Nobu-san! dije yo, a veces me resulta tan difícil de entender.
Yo soy un hombre muy fácil de entender, Sayuri dijoSencillamente no me gusta tener delante de mí lo que no puedo alcanzar".

"Creía que el mundo ya no era el mismo dije. Pero no es así, pues Nobu-san no ha cambiado un ápice.
Yo no cambio nunca respondió. Pero no he venido aquí a parlotear. Quiero saber qué te pasa.
No me pasa nada. ¿Acaso Nobu-san no ha recibido mis cartas?
Todas tus cartas parecen poemas. Nunca hablas de nada, salvo de «los hermosos arroyos que corren...» y otras tonterías por el estilo.
¡Pero, Nobu-san! ¡No volveré a perder el tiempo en escribirle una carta!".

"Nadie es capaz de hablar honestamente de sus sufrimientos hasta que ha dejado de sentirlos".

"A veces suspiró, pienso que las cosas que recuerdo son más reales que las que veo".

"De joven creía que mi vida nunca habría sido una lucha si el Señor Tanaka no me hubiera arrancado de mi casita sobre el acantilado. Pero ahora sé que nuestro mundo no es nunca más permanente que una ola que se eleva sobre el océano. Cualesquiera que sean nuestras luchas y nuestras victorias, comoquiera que las padezcamos, en seguida desaparecen en la corriente, como la tinta acuosa sobre el papel".







Arthur Golden

domingo, 19 de agosto de 2018

Citas: Un grito de amor desde el centro del mundo - Kyōichi Katayama


"Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas, mis emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte".

"Al volverme, vi cómo al otro lado del guardarraíl se extendía un océano invernal. Sereno y tranquilo, un mar de un color azul brillante. Todo cuanto veía me llenaba de nostalgia. Cerré con firmeza la tapa de mi corazón y le di la espalda al mar".

"La nieve del bosque se hizo más profunda. Las ramas quebradas y los duros tocones hacían que andar me resultara más difícil de lo que había supuesto. De repente, un pájaro levantó el vuelo de entre los árboles con un chillido agudo. Me detuve y agucé el oído. No oí nada más. Era como si no quedara nadie en este mundo".

"«¡Ojalá el sueño fuera realidad y la realidad fuese un sueño!», pienso. Pero es imposible. Por eso, al despertarme, siempre estoy llorando.
No es porque esté triste. Es que, cuando regreso a la realidad desde un sueño feliz, me topo con una fisura que me es imposible franquear sin verter lágrimas. Y eso, por más veces que me ocurra, siempre es así".

"Sólo cuatro meses. Sucedió en el tiempo en que una estación da paso a la otra.
Una chica se fue sin más de este mundo. Un hecho insignificante, sin duda, si a ella la consideras uno entre seis mil millones de seres humanos. Pero yo no estoy con esos seis mil millones. A mí, una sola muerte me ha despojado de todas mis emociones".

"—Oye, Matsumoto, tú, de nombre, te llamas Sakutarô, ¿verdad? —me preguntó de repente Ôki, que había estado todo el rato hablando con Aki.
—Pues sí —dije yo, volviéndome desde donde estaba, junto a la ventana.
—No pasa mucho, ¿eh? —dijo.
—¿No pasa mucho el qué?
—Quiero decir que a ti lo de Sakutarô te viene por Sakutarô Hagiwara[2], ¿no es verdad?
No respondí.
—¿Sabes cómo me llamo yo, de nombre?
—Sí. Ryûnosuke.
—Pues eso. Por Ryûnosuke Akutagawa[3].
Por fin comprendí de qué me estaba hablando.
—Quiero decir que tanto tus padres como los míos están chalados por la literatura —afirmó con aire satisfecho".

"Por primera vez en mi vida escribí una postal pidiendo una canción, y fue para Aki. No sé qué me
impulsó a hacerlo. Quizá lo hice porque salía con aquel chico de bachillerato.
Posiblemente tuviera algo que ver con los problemas que ella me había ocasionado.
Pero, más que nada, creo que aquélla era la primera manifestación de un amor del que yo todavía no tenía conciencia".

"—Saku-chan.
La primera vez que Aki me llamó así, me tragué de golpe el helado que tenía medio derretido en la boca.
—¿A qué viene que me llames así, por las buenas?
—Tu madre siempre lo hace, ¿no, Matsumoto? —me dijo Aki sonriendo.
—Pero tú no eres mi madre.
—Pues yo ya lo he decidido. A partir de ahora voy a llamarte Saku-chan.
—¿Podrías hacerme el favor de no hacer y no decidir estas cosas por tu cuenta?
—Pues, mira. Yo ya he tomado una decisión.
Y así fue como Aki empezó a decidirlo completamente todo, hasta que dejé de saber quién era yo".

"Tras graduarnos en secundaria, ya en el instituto, volvimos a ir a la misma clase.
En aquella época, mi amor por Aki era ya imposible de ocultar. Era tan obvio que estaba enamorado de ella como que yo era yo. Si alguien me hubiese preguntado: «A ti te gusta Hirose, ¿verdad?», seguro que le habría respondido: «¡No me digas! ¡Pues claro!». Así lo sentía yo".

"«Posiblemente, en la vida nos ocurra lo mismo», pensé unos años más tarde.
«Una vida solitaria se hace larga y tediosa. Sin embargo, cuando la compartes con la persona amada, en un santiamén llegas a la bifurcación donde tienes que decirte adiós»".

"—¿Y qué pasó? —le pregunté bebiendo una lata de café.
—A mí me llamaron a filas y pasé muchos años en el ejército —prosiguió mi abuelo—. No imaginaba que volviéramos a vernos jamás. Creía que ella moriría mientras yo estaba en el frente, y tampoco yo esperaba sobrevivir, la verdad. Así que, cuando nos separamos, nos juramos unirnos en el otro mundo —dijo espaciando las palabras y con la mirada perdida en la distancia—. Sin embargo, la fortuna es irónica y, al acabar la guerra, los dos seguíamos con vida. Cuando piensas que el futuro no es posible, es sorprendente lo puro que te vuelves, pero, al encontrarte vivo, renacen los deseos".

"—¿Y qué pasó entonces?
—Pues que se casó. Y yo me casé con tu abuela y nació tu padre. Que, por cierto, es un cabeza cuadrada que…
—Volviendo a lo nuestro, ¿entonces tú te resignaste? ¿Olvidaste a la chica?
—Ésa era mi intención. Y creo que ella, por su parte, pensaba lo mismo que yo.
El destino no había querido que nos uniésemos en este mundo.
—Pero no pudiste sacártela de la cabeza, ¿verdad?
—Mi abuelo achicó los ojos y me clavó la mirada en el rostro, como si estuviera tasándomelo. Al fin, abrió la boca y dijo:
—Ya te hablaré de ello en otra ocasión. Cuando seas un poco mayor, Saku".

"—O sea que tu abuelo siguió pensando en ella durante toda su vida —repuso Aki.
Me pareció que tenía los ojos humedecidos.
—Eso parece —asentí yo con sentimientos encontrados—. Por lo visto, no pudo sacársela nunca de la cabeza.
—Y ella tampoco pudo olvidar a tu abuelo.
—Un poco raro, ¿no?
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? Pues porque transcurrió medio siglo. Y lo normal es que, con el tiempo, se produzcan algunos cambios, ¿no?
—¿Y tú no encuentras maravilloso que dos personas sigan enamoradas durante cincuenta años? —dijo Aki con aire soñador".

"—Pero eso es adulterio, ¿no? —dije planteando la cuestión crucial.
—Para nada. Eso es amor puro —me contradijo Aki de inmediato.
—Pero tanto mi abuelo como aquella mujer estaban casados.
Ella reflexionó unos instantes.
—Desde el punto de vista de sus respectivas parejas tal vez fuera adulterio, pero,
desde su propio punto de vista, aquello, sin duda, era amor puro".

"—¿Qué hacemos?
—Ante todo, rezar.
Mientras yo me decía que era muy extraño ponerse a rezar cuando vas a profanar una tumba".

"Estuvo hurgando un rato en su interior hasta que me devolvió la linterna y extrajo cuidadosamente con ambas manos una urna parecida a un tarro de ciruelas encurtidas. Yo observaba sus acciones en silencio. Mi abuelo comprobó el nombre escrito en el culo de la urna bajo el haz de luz de la linterna. Luego, sacó el cordón que colgaba de la urna y la abrió despacio. Dentro debían de estar los pequeños fragmentos de hueso. Transcurrió mucho tiempo.
«¡Abuelo!» Cuando al fin me decidí a llamarlo, me di cuenta de que sus hombros temblaban ligeramente bajo la luz de la luna.
Mi abuelo cogió sólo un pellizco de cenizas y lo metió dentro de una cajita de paulonia que tenía preparada. La cantidad era tan modesta que me entraron ganas de decirle: «¡Con el trabajo que nos ha costado, bien podías coger un puñado, hombre!»".

"Mi abuelo reflexionó unos instantes.
—Lo dejo en tus manos —dijo—. Confío en tu buen sentido.
—¡No, por favor! Dame al menos una idea ¿Mar, montaña o cielo?
—Pues, quizá el mar. Sí, mejor el mar.
—¿El mar?
—Sí, pero no quiero que el agua esté sucia.
—Vale. Esparciré las cenizas en algún lugar donde el agua esté limpia.
—No, espera un momento. En el mar, la corriente las dispersará enseguida.
—Sí, puede pasar.
—Pues, entonces, quizá la montaña. Sí, mejor la montaña.
—¿La montaña?
—Pero, te lo ruego, que sea un sitio que todavía no esté explotado por el hombre.
—De acuerdo. Las esparciré donde apenas llegue nadie.
—Y estaría muy bien que hubiese flores silvestres por allí cerca.
—¿Flores silvestres?
—Es que a ella le gustaban mucho las violetas.
Me crucé de brazos y clavé la mirada en el rostro de mi abuelo.
—Estás haciendo un encargo en toda regla, ¿eh?".

"—¡Qué historia tan bonita!
—Pues a mí me parece que, si tanto quiere unirse a ella, podría comérselos.
—¿Los huesos?
—Seguro que tienen un montón de calcio".

"En el preciso instante en que desaparecían las últimas luces del cielo, nos dimos un beso. Nuestros ojos se encontraron, se produjo un acuerdo invisible y, antes de que nos diéramos cuenta, habíamos unido nuestros labios".

"Permanecí largo tiempo contemplando el desierto. Alrededor del hotel se alzaban unos altos eucaliptos que parecían sauces y crecía, aunque rala, la hierba. Pero, más allá, no había nada. Y la mirada, al no topar con ningún obstáculo, se prolongaba hasta el infinito, perdiéndose en el camino de vuelta".

"Con la muerte de Aki, el mundo entero se había convertido en un desierto. Ella había huido. Al punto más recóndito del fin del mundo. Y las huellas de mis pies, que corrían en pos de ella, habían sido barridas por el viento y la arena".

"Pero Aki no estaba en esta conversación. Así que tampoco yo estaba. Igual que ahora, que tampoco estoy aquí. Es como si me hubiera metido por azar en un lugar que no es pasado ni presente, ni vida ni muerte. No sé cómo he venido a parar aquí.
Pero aquí estoy. Yo, que no sé quién soy, en un lugar que no sé dónde está".

"La muerte era algo que sólo les ocurría a los ancianos. Había estado enfermo algunas veces, por supuesto. Me había resfriado, me había hecho daño. Pero la muerte era otra cosa. La muerte era algo que te llegaba al final, tras haber vivido unas decenas de años y haber ido envejeciendo poco a poco. Un largo camino blanco que se extendía en línea recta hasta desaparecer en la distancia en medio de una luz cegadora. Hay quien llama a esto «la nada», pero nadie la ha visto. La muerte era eso".

"De vez en cuando, en algún paraje desierto, nos besábamos rozándonos sólo los labios. Nos gustaba darnos un beso rápido, a escondidas. Yo me sentía como si me hubiera tocado, a mí solamente, la parte más deliciosa del fruto que me ofrecía el mundo".

"Ella entrecerró los ojos, mirándome con extrañeza.
—¿En qué estás pensando?
—En nada en especial. Sólo me estaba preguntando qué piensan tus padres de mí.
—¿Que qué piensan mis padres de ti?
—Sí. Si me ven como el futuro marido de su hija.
—¡Pues claro que no! —dijo ella riendo.
—¿Por qué?
—¿Que por qué? Tú y yo sólo tenemos dieciséis años, ¿sabes?
—Redondeando, hacen veinte.
—¿Y qué manera de contar es ésa?".

"—Por más que diga, la mayoría de la gente no piensa más que en sí misma — proseguí—. Con que yo coma bien, vale. Con que yo pueda comprarme lo que quiera, vale. Pero enamorarse de alguien significa pensar primero en el otro. Si yo sólo tuviera un poco de comida, querría dártela a ti. Si tuviera muy poco dinero, antes que comprarme algo que me gustara a mí, te lo compraría a ti. Y, sólo con que tú me dijeras que estaba bueno, ya se me quitaría el hambre y, si tú estuvieras contenta, también lo estaría yo. El amor es esto. ¿Crees que hay algo más importante que eso?".

"—Pues sí —dije—. Tú, en aquella época, tenías un novio que iba al instituto,
¿no?
—¿Un novio? —dijo ella con un timbre de voz nervioso, volviéndose hacia mí.
—Sí. Un chico muy guapo que jugaba al voleibol.
—¡Ah! —Aki, finalmente, parecía haber caído en la cuenta—. ¿Y cómo has sabido tú eso?
—Oí cómo lo decían las chicas de la clase.
—¡Qué cotorras! Yo estaba colada por él, eso es todo. Él ni se enteró.
—Conque estabas colada, ¿eh?
—Sí. Entonces yo era una criatura que no sabía lo que es el amor".

"Ella me miró con ojos inquisitivos.
—¿No estarás celoso, verdad, Saku-chan?
—Y si lo estoy, ¿qué pasa?
—¡Vamos! Que estaba en segundo de secundaria.
—Oye, que yo estoy celoso hasta de tu sujetador.
—¡Burro!".

"—Es que no me imagino lo que debe ser no estar en este mundo —añadió Aki poco después, como si hablara consigo misma—. Te da una sensación muy rara eso de pensar que tu vida tiene un límite. Ya sé que es algo natural, pero nosotros vivimos sin pensar que son naturales las cosas que lo son".

"—Mi amor por ti existe aquí y ahora y, por lo tanto, seguro que existirá después de la muerte —proseguí su razonamiento".

"—Acabo de darme cuenta de algo muy importante.
—¿Qué pasa ahora? —dijo ella, que había estado mirando por la ventanilla, volviéndose hacia mí con expresión de cansancio.
—Tu cumpleaños es el diecisiete de diciembre.
—Y el tuyo es el veinticuatro de diciembre.
—Es decir que, desde que nací, no ha habido un solo segundo en que tú no hayas estado en este mundo.
—Sí, eso parece.
—Nací en un mundo en el que tú ya estabas".

"—No te preocupes. Aunque yo desaparezca, el mundo seguirá existiendo".

"—¿Y de qué estabas hablando ahora?
—De amor. Amor. ¿Sabes lo que es?
—Sí, lo sé. Pero, cuando tú hablas de amor, parece otra cosa.
—Eso es porque el amor del que yo hablo y lo que se suele entender por amor son dos cosas que se parecen, pero que, en realidad, son de distinta naturaleza".

"Mi abuelo permaneció unos instantes en silencio.
—Es una historia bonita —dijo luego.
—Sí, pero ahora es ella quien se ha convertido en ceniza".




Kyōichi Katayama

miércoles, 15 de agosto de 2018

Citas: Ardiente secreto - Stefan Zweig


"Sabía que necesitaba el roce con las personas para que todo su  talento, el calor y la alegría desbordante de su corazón cobraran vida, y que a solas se sentía frío e inútil, como una cerilla metida en la caja".

"Cuando uno con cierto desdén califica a estos hombres de «cazadores de mujeres», lo hace sin saber cuánta verdad, cuánta  capacidad de observación ha quedado plasmada en el término, pues, en efecto, todos los instintos apasionados de la caza, el rastreo, la excitación y la crueldad moral vibran en la vigilancia infatigable de semejantes individuos. Están permanentemente a la espera, siempre preparados y decididos a seguir una aventura hasta el borde del abismo.
Siempre cargados de pasión, aunque no se trata de la del enamorado, sino de la del jugador, frío, calculador y peligroso. Entre ellos los hay perseverantes, a los que más allá de la juventud, y gracias a esa expectación, la vida entera se les convierte en una incesante aventura, a los que un único día se les descompone en cientos de pequeñas experiencias sensuales: una mirada al pasar, una sonrisa fugaz, el roce de una rodilla cuando se sientan frente a alguien. Para ellos, la experiencia sensual es una fuente que fluye eternamente, alimentando y estimulando su vida".

"Estaba entusiasmado, enardecido, por encontrarse tan rápidamente sobre la pista, seguro de tener ya la pieza a tiro. Sus ojos brillaron, la sangre corrió ágil por sus venas, las palabras salieron de sus  labios a borbotones, sin que él supiera muy bien cómo".

"Ahora le gustaba contemplarle de cerca y dejó de temer su mirada. Si bien, poco a poco, en sus palabras se infiltró un atrevimiento que la turbó ligeramente. Era como si le tocara el cuerpo, un tentar para de nuevo dejarlo, algo desconcertantemente ávido que hacía que la sangre le acudiera a las mejillas".

"—Buenas noches, buenas noches. Hasta mañana —dijo con prisa, y quiso huir.
Huir no tanto de él, como del riesgo que suponía un momento como aquél y de una nueva y extraña indecisión que percibió en sí misma.
Pero el barón sostuvo con fuerza la mano que ella le tendió como despedida, la besó, y no sólo por educación, una única vez, sino cuatro o cinco, rozando con sus labios trémulos desde la punta de sus finos dedos hasta la muñeca, con lo que ella sintió el cosquilleo de su bigote áspero en el dorso de la mano y un ligero estremecimiento. Una cálida y embarazosa sensación atravesó todo su cuerpo. El miedo se disparó, hirviendo, martilleando amenazador en sus sienes. 
Su cabeza ardía.
El miedo, un miedo insensato, recorrió ahora todo su cuerpo, y ella al instante retiró la mano.
—Quédese —susurró el barón.
Pero ella ya se alejaba corriendo, con una torpeza que delataba su miedo y su turbación".

"Pero el barón era demasiado orgulloso para correr en pos de un instante propicio. Estaba demasiado seguro de su victoria para, como un ladrón, tomar a aquella mujer en un momento de debilidad, de embriaguez. Al contrario, al jugador que se atiene a las reglas sólo le atrae la lucha y la entrega plenamente conscientes. 
Ella no se le podía escapar. Por sus venas, lo sabía, corría ya el veneno de la pasión".

"—¡Traidor! —murmuró.
—¿Qué has dicho? —preguntó la madre.
—Nada —respondió él entre dientes.
Ahora también él tenía un secreto. El odio, un odio sin límites hacia aquellos dos".

"Edgar tenía ahora una mirada del todo serena, como la de un médico. En otro tiempo tal vez se hubiera enfadado, pero con el odio se aprende mucho y rápido. Ahora se calló. Callaría y callaría, hasta que ella empezara a gritar bajo la presión de aquel silencio".

"Ya no entendía nada de la vida, desde que viera que las palabras, tras las que había supuesto que se encontraba la realidad, no eran más que burbujas de colores que se hinchaban y reventaban sin dejar rastro".

"Quería estar solo. Pero tampoco al fondo, en la oscuridad repleta de sombras de los caminos sin iluminar, encontró paz".




Stefan Zweig

sábado, 11 de agosto de 2018

Citas: Conversaciones con Kafka - Gustav Janouch


"Recuerdo que un día me dijo: «A veces tienen que transcurrir muchos años para que el oído esté preparado para recibir una determinada historia. Las personas, por su parte, como nuestros padres y todos aquellos a quienes queremos y respetamos, tienen que morir para que aprendamos a comprenderlas bien»".

"—¿Por qué te quedas ahí de pie? —preguntó al cabo de un rato—. Siéntate. —La tensión de mi rostro hizo que entrecerrara pícaramente los ojos. —No tengas miedo, no pienso reñirte —empezó a decir amistosamente—. Quiero hablar contigo de tú a tú. Olvídate de que soy tu padre y escúchame: tú escribes poesías.
Dicho esto me miró como si fuera a presentarme una factura.
—¿Cómo lo sabes? —dije entre balbuceos—. ¿Cómo te has enterado?
—Muy sencillo —dijo mi padre—. Cada mes nos llega una factura de electricidad desorbitada. Investigué la causa de este consumo extraordinario y descubrí que dejas encendida la luz de tu habitación hasta altas horas de la noche. Como quería saber qué demonios hacías, no te perdí de vista. Comprobé que escribías sin parar y que rompías lo escrito una y otra vez o lo escondías vergonzosamente en el piano. Así que una mañana, mientras tú estabas en la escuela, rebusqué entre tus cosas.
—¿Y? —pregunté tragando saliva.
—Y nada —repuso mi padre—. Descubrí un cuaderno negro titulado El libro de las experiencias. Eso me pareció interesante, pero tan pronto como me di cuenta de que era tu diario, lo dejé. No quiero saquearte el alma".

"—(...) Nada en mí es definitivo. —Kafka rió de nuevo.
Yo reí con él aunque no lo comprendiera.
—Lo único definitivo es el dolor —dijo muy serio—".

"—(...) ¿Cuándo escribe usted?
Su pregunta me sorprendió, así que contesté muy aprisa:
—Al final de la tarde o por la noche. Durante el día, muy pocas veces. Soy incapaz de escribir durante el día.
—El día tiene mucha magia.
—Me molestan la luz, la fábrica, las casas, las ventanas de enfrente. Pero sobre todo la luz. La luz desvía la atención.
—Quizá la desvíe de la oscuridad de nuestro interior. Es bueno que la luz subyugue al hombre. Si no fuera por mis horribles noches de insomnio, yo no escribiría en absoluto. Pero así se me hace patente una y otra vez mi oscuro estado de incomunicación.
Se me pasó por la cabeza si no sería él mismo la desgraciada chinche de La metamorfosis".

"Kafka tiene grandes ojos grises bajo unas densas cejas oscuras. Su cara morena es muy vivaz. Kafka habla a través de su rostro.
Siempre que puede sustituye las palabras por un movimiento de la musculatura facial. Una sonrisa, una contracción de las cejas, el fruncimiento de su estrecha frente, un asomar o aguzar los labios… Todo ello son movimientos capaces de sustituir frases articuladas".

"—El doctor Kafka te aprecia mucho —le dije a mi padre—. ¿Cómo os conocisteis?
—Nos conocemos de la oficina —respondió—. Pero intimamos más cuando me ocupé del diseño de los archivadores. Al doctor Kafka le gustó mucho el modelo que presenté. Así empezamos a hablar y me confesó que, por las tardes, después de la oficina, iba a que le diera clases el carpintero Kornháuser de la calle Podébrady, en el Karlín. Desde entonces empezamos a hablar más a menudo de temas personales. Después le di tus poesías y así nos hicimos… buenos conocidos.
—¿Y por qué no amigos?
Mi padre negó con la cabeza.
—Demasiado tímido e introvertido para una amistad".

"—(...) El trabajo intelectual nos arranca de la sociedad humana. En cambio, la realización de un oficio nos acerca a las personas".

"—Pero no querrá abandonar su puesto aquí, ¿verdad?
—¿Por qué no? Sueño con ir a Palestina como artesano o agricultor.
—¿Y lo dejaría todo atrás?
—Cualquier cosa con tal de encontrar una vida que tenga sentido y esté rodeada de seguridad y belleza".

"—(...) En la realidad el poeta siempre es mucho más pequeño y débil que el promedio social. Por eso siente el peso de la existencia terrenal con mucha mayor intensidad y fuerza que los demás. Para él, sus cantos no son más que gritos.
Para el artista, el arte consiste en un sufrimiento que lo deja libre para otro sufrimiento nuevo. No es un gigante, sino sólo un pájaro de colores más o menos brillantes encerrado en la jaula de su propia existencia".

"Su postura era muy extraña, como si quisiera pedir disculpas por su estatura. Todo su cuerpo parecía querer decir: «Por favor, pero si soy completamente irrelevante… Me dará usted una gran alegría si no se fija en mí»".

"Su modo de hablar se parecía a sus manos.
Tenía manos grandes y fuertes, de palmas anchas, dedos finos y delicados con uñas planas en forma de pala y articulaciones y nudillos prominentes, pero muy frágiles.
Cuando recuerdo la voz, la sonrisa y las manos de Kafka siempre pienso en una observación de mi padre.
Decía: «Fuerza combinada con una temerosa delicadeza; una fuerza para la que precisamente lo pequeño es lo más difícil»".

"—Para usted, Treml es alguien completamente extraño. Le mira como si fuera un bicho raro metido en una jaula. 
Pero entonces el doctor Kafka me miró a los ojos casi con enfado y dijo en voz baja y áspera por la energía reprimida:
—Se equivoca. Soy yo, y no Treml, quien está metido en una jaula.
—Es natural. La oficina…
El doctor Kafka me interrumpió:
—No sólo aquí, en la oficina, sino en general. —Dicho esto apoyó el puño derecho sobre el corazón. —Yo siempre llevo las rejas dentro de mí".

"—Cada cual vive detrás de una reja que siempre lleva consigo. Por eso ahora se escribe tanto sobre animales. Es la expresión de la nostalgia por una vida libre y natural. Sin embargo, para un hombre la vida natural es vivir en cuanto ser humano.
Pero nadie se da cuenta de ello. Nadie quiere verlo así. La existencia humana es demasiado penosa, por eso se la quiere eludir, por lo menos en el terreno de la imaginación".

"—Es un movimiento parecido al que hubo antes de la Revolución Francesa. Por aquel entonces se postulaba un regreso a la naturaleza.
—¡Sí! —asintió Kafka—. Pero hoy en día aún se va más lejos. Ya no sólo se dice, sino que se hace. Se está regresando al estado animal, que resulta mucho más fácil que la existencia humana. Bien arropado por el rebaño, el hombre actual desfila por las calles de la ciudad en dirección al trabajo, al pesebre y a la diversión. Es una vida perfectamente acompasada, como en el Instituto. No hay maravillas, sino sólo instrucciones de uso, formularios y normativas. A la libertad y la responsabilidad se les tiene miedo. Por eso el hombre prefiere ahogarse detrás de las rejas que él mismo se ha fabricado".

"Estuve en el lugar convenido a la hora anunciada, pero Franz Kafka apareció casi una hora más tarde.
Se disculpó diciendo:
—Nunca consigo cumplir con un compromiso. Siempre llego tarde. Quiero dominar el tiempo, tengo la sincera y buena voluntad de cumplir con lo convenido, pero el entorno o mi cuerpo siempre quiebran esta voluntad para demostrarme mi flaqueza. Probablemente ésta sea también la raíz de mi enfermedad".

"Seguimos el paseo. Franz Kafka me mostró la tienda y la casa de sus padres.
—Así que es usted rico —dije yo.
Franz Kafka torció el gesto.
—¿Qué es la riqueza? Habrá alguien para quien una camisa vieja ya sea una riqueza. Otro será pobre aunque posea diez millones. La riqueza es algo muy relativo e insatisfactorio. En el fondo no es más que una situación especial. La riqueza significa una dependencia de las cosas que se poseen, a las que hay que proteger de la desaparición mediante nuevas posesiones y nuevas dependencias. No es más que una inseguridad materializada. En cualquier caso, todo esto pertenece a mis padres, no a mí".

"El primer paseo con Franz Kafka terminó de la siguiente forma:
Nuestro recorrido nos había llevado de regreso al palacio GolzKinsky cuando de la tienda que ostentaba el letrero Hermann Kafka salió un hombre alto y corpulento con un sobretodo oscuro y un sombrero reluciente. Se detuvo a unos cinco pasos de nosotros y nos esperó. Cuando nos hubimos aproximado unos tres pasos más, dijo en voz muy alta:
—Franz, a casa. El aire es húmedo.
Entonces Kafka me dijo bajando extrañamente la voz:
—Mi padre. Está preocupado por mí. En muchas ocasiones, el amor tiene el rostro de la violencia".

"Yo inclinaba la cabeza a uno y otro lado, alternando entre el hombro derecho y el izquierdo, para poder leer los títulos de los lomos de los libros. El doctor Kafka sonrió divertido.
—Parece que usted también es uno de esos locos bibliómanos a los que la lectura hace perder la cabeza.
—Sí, así es. Creo que no podría vivir sin libros. Para mí son el mundo entero.
El doctor Kafka frunció el entrecejo.
—Eso es un error. Un libro no puede sustituir al mundo. Es imposible. En la vida todo tiene un sentido y una finalidad que ninguna otra cosa puede cubrir plenamente. Por ejemplo, no se pueden vivir experiencias a través de un doble. Lo mismo sucede con el mundo y los libros. Los libros intentan encerrar la vida como se encierra a los pájaros canoros en una jaula. Pero eso no sale bien. ¡Al contrario! Partiendo de las abstracciones contenidas en los libros, el hombre no hace sino construirse a sí mismo la jaula de un sistema. Los filósofos no son más que Papagenos vestidos de colores y con varias jaulas distintas bajo el brazo".

"—Como ve, he dicho la verdad. Acaba de oírlo y de verlo. Lo que otras personas subrayan con un estornudo, yo he de hacerlo por medio de mis pulmones.
Esta observación suscitó en mí una sensación desagradable. Traté de reprimirla preguntando:
—¿No se habrá resfriado? ¿No tendrá algo de temperatura?
El doctor Kafka sonrió cansado:
—No… Nunca recibí suficiente calor. Por eso me consumo… de frío".

"El doctor Kafka estaba sentado frente a su mesa: cansado, la cara gris, los brazos colgándole inertes y la cabeza ligeramente inclinada a un lado. Era evidente que no se encontraba bien. Por eso quise marcharme en seguida con cualquier excusa, pero él me retuvo.
—Quédese. Me alegro de que haya venido. Cuénteme algo.
Comprendí que de este modo intentaba huir de su depresión, así que me puse a hablar en seguida y le conté toda una serie de pequeñas historias que había oído contar o que yo mismo había vivido".

"—Irá usted a ver a su padre, ¿no? Creo que todavía voy a trabajar un poco, después de todo.
Dicho esto, me tendió la mano con una sonrisa. —El trabajo es la liberación de la nostalgia de los sueños, que muchas veces no hacen más que deslumbrar al hombre y lisonjearlo mortalmente".

"A Franz Kafka le fascinaba la juventud. Su relato El fogonero está lleno de ternura y de sentimiento. Se lo dije cuando revisamos juntos la traducción al checo de Milena Jesenská, que había aparecido en la revista literaria Kmen (El Tronco).
—En su relato hay tanto sol y buen ambiente… Hay tanto amor… aunque no se hable de él en absoluto.
—El amor no está en el relato, sino en el objeto del relato, en la juventud —dijo Kafka seriamente—. Es ella la que está llena de sol y de amor. La juventud es feliz porque posee la capacidad de ver la belleza. Es al perder esta capacidad cuando comienza el penoso envejecimiento, la decadencia, la infelicidad.
—¿Entonces la vejez excluye toda posibilidad de felicidad?
—No. La felicidad excluye a la vejez. —Kafka inclinó sonriente la cabeza hacia delante, como si quisiera esconderla entre los hombros encogidos. —Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece".

"—En ese caso, en El fogonero es usted muy joven y muy feliz.
Todavía no había terminado la frase cuando la expresión de su cara se ensombreció.
—El fogonero es muy bueno —me apresuré a observar, pero los grandes ojos gris acerados de Franz Kafka se habían llenado ya de tristeza.
—Lo mejor es hablar de cosas lejanas. Son las que uno puede ver mejor. El fogonero es el recuerdo de un sueño, de algo que quizá nunca fue realidad. Karl Rossmann no es judío. Nosotros, los judíos, ya nacemos viejos".

"Le pregunté si había trazado la figura del muchacho de dieciséis años Karl Rossmann de acuerdo con algún modelo.
Franz Kafka dijo:
—Tuve muchos modelos y ninguno. Pero todo eso ya pertenece al pasado.
—Pero la figura del joven Rossmann, como la del fogonero, parecen tan vivas…
—dije.
La expresión de Kafka se ensombreció.
—Eso es sólo un efecto secundario. Yo no tracé a personas, sino que conté una historia. Son imágenes, sólo imágenes.
—Pero entonces tiene que haber un modelo. La condición previa para una imagen es la visión.
Kafka sonrió.
—Las cosas se fotografían para apartarlas de la mente. Mis historias son una forma de cerrar los ojos".

"—He leído La condena.
—¿Le ha gustado?
—¿Gustar? ¡Es un libro terrible!
—Es verdad.
—Me gustaría saber qué le hizo escribir eso. Seguro que la dedicatoria «para F.» no es sólo una formalidad. Apuesto a que con este libro quería decirle algo a alguien.
Me gustaría saber de qué se trata.
Kafka sonrió, incómodo.
—Soy un impertinente. Perdóneme.
—No tiene que pedir disculpas. El hombre lee para preguntar. La condena es el fantasma de una noche.
—¿Por qué?
—Es un fantasma —repitió con la severa mirada perdida en el infinito.
—Pero si usted lo ha escrito…
—Eso es sólo la constatación que ha hecho posible el exorcismo de tal fantasma".

"—El sueño descubre la realidad, que siempre supera a la ficción. Eso es lo terrible de la vida, lo descorazonador del arte".

"No nos vimos hasta dos semanas después. Le cité los libros que había «engullido» durante ese tiempo. Kafka sonrió:
—De la vida resulta relativamente fácil sacar tantos libros, pero de los libros se puede sacar poca, muy poca vida".

"Me sentí decepcionado.
—¡Pero si esto no es nada! Realmente no tenía por qué ocultármelos. No son más que dibujos inofensivos.
Kafka negó lentamente con la cabeza.
—¡Oh, no! No son tan inofensivos como parecen. Estos dibujos son las huellas de una vieja pasión profundamente arraigada. Por eso siempre trataba de esconderlos.
Volví a mirar la hoja con los hombrecillos.
—No lo entiendo, señor doctor. ¿Dónde hay aquí una pasión?
Kafka sonrió con indulgencia.
—No en el papel, naturalmente. En él sólo se ven sus huellas. La pasión está dentro de mí. Siempre quise saber dibujar. Siempre he querido ver y retener lo que veía. Esa es mi pasión.
—¿Aprendió usted a dibujar?
—No. Intentaba delimitar lo que veía de un modo muy particular. Mis dibujos no son imágenes, sino un lenguaje privado de signos".

"—¡Tendría que haber increpado y reñido a esa mujer! En cambio, no dije ni una palabra. ¡Soy una deplorable gallina!
Pero el doctor Kafka negó con la cabeza.
—¡No diga eso! No sabe usted cuánta fuerza hay oculta en el silencio. La agresión sólo es un artificio, una maniobra con la que normalmente no queremos más que disimular nuestra debilidad ante nosotros mismos y ante el mundo. La fuerza duradera de verdad sólo está en quien resiste. Sólo el débil se vuelve intransigente y grosero, y normalmente expulsa con su actitud toda su dignidad humana".

"—Los insultos son algo terrible. Esta carta me produce el mismo efecto que un sofocante incendio cuyo humo irrita el aliento y la vista. Cada insulto contribuye a demoler la mayor invención del hombre, el lenguaje. Quien insulta injuria al alma. Es un atentado contra la piedad que también cometen quienes no miden correctamente sus palabras. Y es que hablar quiere decir medir y precisar. La palabra es una decisión entre la vida y la muerte".

"—¿Usted qué opina? —le pregunté—. ¿Cree que debería enviarle a este individuo la carta de un abogado?
Kafka negó enérgicamente con la cabeza.
—¡No! ¿Para qué? Tampoco se tomaría en serio una advertencia así. Y aunque lo hiciera… déjelo estar. Tarde o temprano, el burro al que cita en su carta le dará una coz. Uno no puede huir de los fantasmas que ha ido dejando sueltos por el mundo. El mal siempre vuelve a su punto de partida".

"Una vez sorprendí a Franz Kafka en su despacho examinando el catálogo de la editorial Reclam.
—Me estoy emborrachando con títulos de libros —dijo Kafka—. Los libros son como un narcótico.
Entonces abrí mi cartera y le enseñé su contenido.
—En ese caso yo soy un consumidor de hachís, señor doctor.
Kafka quedó asombrado.
—¡Un montón de libros nuevos!".

"Cuando ahora lo pienso tengo que admitir que fui bastante desconsiderado con Kafka: muchas veces me presentaba en su despacho sin previo aviso y cuando a mí me iba bien. Pero aun así siempre me recibía con una sonrisa amable y la mano tendida. Es cierto que siempre le preguntaba:
—¿Le molesto?
Y Kafka solía responder negando con la cabeza o con un gesto desestimador de la mano.
Sólo una vez me explicó:
—Considerar molesta una visita inesperada es una señal inequívoca de debilidad, una huida de lo imprevisto. Nos ocultamos en lo que llamamos «vida privada» porque nos faltan las fuerzas para entendérnoslas con el mundo. Frente a lo maravilloso huimos hacia la autolimitación. Nos batimos en retirada. Sin embargo, la vida es ante todo un estar-con-las-cosas, un diálogo. No debemos eludirla. Por lo tanto, puede venir a verme siempre que quiera".

"Kafka se dio cuenta de que había dormido poco. Le dije la verdad: me había entusiasmado tanto escribiendo la noche anterior que el amanecer aún me sorprendió trabajando.
Kafka apoyó sobre el escritorio sus grandes manos, que parecían talladas en madera, y observó despacio:
—Es una gran suerte tener la capacidad de expulsar tan limpiamente hacia fuera la emoción interior.
—Fue como una borrachera. Ni siquiera he leído todavía lo que escribí.
—Claro. Al fin y al cabo, lo escrito no es más que la escoria de la experiencia".

"Mi amigo Ernst Lederer escribía sus poesías con tinta azul muy clara sobre decorativas hojas de papel hecho a mano.
Se lo conté a Kafka, quien hizo el siguiente comentario:
—Está bien. Todos los magos siguen su propio ceremonial. Haydn, por ejemplo, sólo componía con una peluca esmeradamente empolvada. Y es que escribir es una manera de invocar a los espíritus".

"—¡No es verdad! Me he comportado de forma inadecuada.
Kafka levantó dos palmos el brazo izquierdo, lo dejó caer inerte de nuevo y repuso con una cautivadora sonrisa:
—Pero eso es muy normal. Usted es inadecuado. Aún no se ha adecuado al mundo de la rigidez de costumbres. Por eso su lenguaje, volviendo a la isla de Stevenson, todavía es un machete afilado y sin gastar. Debe tener cuidado en no golpear donde no debe y mutilarse a sí mismo. Después del homicidio, la automutilación es el más terrible atentado contra la vida".

"—Sólo es tan amable y dócil para evitarnos. Se esconde de nosotros.
—¿Por qué iba a hacer eso? —pregunté yo.
Mi amigo se encogió de hombros.
—No lo sé, pero lo noto".

"—Sus relatos son conmovedoramente juveniles. Dice usted mucho más de las impresiones que las cosas despiertan en usted que de los acontecimientos y de las cosas mismas. Eso es lírica. Acaricia usted el mundo en lugar de agarrarlo.
—Entonces, ¿lo que he escrito no vale nada?
Kafka me tomó la mano.
—Yo no he dicho eso. Seguro que estos pequeños relatos tienen valor para usted.
Cualquier palabra escrita es un documento personal. Pero arte…
—Arte no es —completé yo amargamente.
—Todavía no lo es —dijo Kafka con determinación—. Esta exteriorización de las impresiones y los sentimientos, en realidad es una forma temerosa de palpar el mundo. Todavía tiene los ojos cubiertos por la sombra del sueño. Pero eso pasará con el tiempo, y quizá la mano extendida que ahora está tratando de palpar retroceda bruscamente como si hubiera tocado fuego. Puede que entonces grite, balbucee sin sentido, o apriete los dientes y abra mucho los ojos. Aunque…, todo eso no son más que palabras. El arte siempre requiere de toda la personalidad del artista. Por eso en el fondo es trágico".

"—¿Pudo entender mi letra?
—Sí, muy bien. Su letra sigue una línea ondulada de curso muy claro.
Kafka entrecruzó las manos sobre el escritorio y dijo con expresión agridulce:
—Es la línea ondulada que forma una soga cayendo al suelo. Mis letras son nudos corredizos.
Quise atenuar el humor depresivo que Kafka había manifestado con sus palabras y dije sonriendo:
—Así que son lazos…
Kafka asintió en silencio. Yo seguí instándole:
—¿Y qué clase de presa pretende cazar con esos lazos?
El doctor Kafka se encogió levemente de hombros y repuso:
—No sé. Quizá quiera alcanzar una orilla invisible que ya hace tiempo que la tempestuosa corriente de mi debilidad me ha forzado a dejar atrás".

"Kafka me señaló con el índice la pregunta «¿Qué nos podría avanzar acerca de sus futuros proyectos literarios?» y dijo sonriente:
—Es una tontería. Resulta imposible responder a eso.
Le miré sin comprender.
—¿Podemos predecir cómo nos va a latir el corazón en los próximos días? No, no podemos. Sin embargo, la pluma no es más que el lapicero sismográfico del corazón.
Con él se pueden registrar los terremotos, pero no predecirlos".

"—Eso es la literatura —comentó Franz Kafka sonriendo—. Una huida de la realidad".

"—Entonces, ¿la poesía es mentira?
—No. La poesía es una condensación, una esencia. La literatura, en cambio, es una disolución, una sustancia que facilita la vida inconsciente, un narcótico.
—¿Y la poesía?
—La poesía es justo lo contrario. La poesía despierta".

"Le mostré a Franz Kafka el borrador que había escrito para un futuro drama de tema bíblico.
—¿Qué va a hacer con esto? —preguntó.
—No lo sé. El tema me gusta, pero la elaboración… Desarrollar ahora este borrador me parecería una especie de trabajo de corte y confección.
Kafka me devolvió el manuscrito.
—Tiene usted razón. Sólo vive lo que ha nacido. Todo lo demás es vanidad: literatura sin razón de ser".

"Después de que Kafka regresara de una corta visita que le había hecho a su cuñado en el campo, lo saludé con estas palabras:
—Ya estamos de nuevo en casa…
Kafka sonrió melancólicamente.
—¿En casa? Vivo en casa de mis padres. Eso es todo. Es verdad que tengo una pequeña habitación propia, pero no es mi hogar, sino sólo un refugio en el que puedo esconder mi inquietud interior para abandonarme aún más a ella".

"—¡No querrá usted destruir la fuente de sus ingresos! ¿O sí?
—No —repuso S. con aire de disculpa—. No quise decir eso. Usted ya me conoce, doctor. Soy un hombre completamente inofensivo, pero esa reorganización, la constante inseguridad de esta casa… me tienen harto. Tenía que desahogarme de algún modo. Lo que le he dicho no son más que palabras…
—Pero eso —le interrumpió Kafka— es precisamente lo peligroso. ¡Las palabras son las precursoras de acciones futuras, las chispas de futuros incendios!".

"—Ese pobre hombre es terriblemente cómico. No ha comprendido nada de lo que le ha dicho.
—Un hombre que no comprende a otro no es terriblemente cómico, sino pobre, solo y desvalido".

"—La vejez es el futuro que la juventud tendrá que alcanzar tarde o temprano. Así que, ¿para qué luchar? ¿Para llegar antes a viejo? ¿Para lograr una muerte más rápida?".

"—¿Tan solo se siente?
Kafka asintió.
—¿Igual que Gaspar Hauser?
Kafka rió y dijo:
—Mucho peor que Gaspar Hauser. Yo estoy solo… como Franz Kafka".

"—Todo es una lucha. Sólo merece el amor y la vida aquel que tiene que conquistarlos a diario.
Kafka hizo una pequeña pausa. Luego añadió en voz baja y con una sonrisa irónica:
—… dijo Goethe.
—¿Johann Wolfgang von Goethe?
Breve asentimiento.
—Goethe ha dicho casi todo lo que nos concierne a los hombres".

"Estaba en el despacho de Kafka. Llevaba conmigo las Canciones de la horca, de Christian Morgenstern.
—¿Conoce usted sus poesías serias? —preguntó Kafka—. ¿Tiempo y eternidad?¿Etapas?
—No; ni siquiera sabía que escribiera poesías serias.
—Morgenstern es un poeta terriblemente serio. Sus poesías son tan serias que tiene que refugiarse en cosas como las Canciones de la horca para huir de su inhumana seriedad".

"A este respecto comenté que en una de sus poesías Johannes R. Becher había descrito el sueño como una visita amistosa de la muerte.
Kafka asintió.
—Es verdad. Quizás mi insomnio sea una especie de miedo a este visitante al que le debo mi vida".

"—Entonces, ¿Döblin le ha decepcionado?
—En realidad sólo me he decepcionado a mí mismo. A lo mejor esperaba algo distinto a lo que él quería dar, pero la tenacidad de mis expectativas me cegó hasta tal punto que empecé a saltarme páginas y líneas, y por último el libro entero. Así que no puedo decir nada sobre él. Soy un lector muy malo".

"—No obstante, una alegría forzada es mucho más triste que una tristeza abiertamente reconocida.
—Es verdad. Sin embargo, la tristeza es desesperada, mientras que las perspectivas, la esperanza, el seguir adelante son lo único que importa. El peligro reside sólo en un instante breve y limitado. Tras él viene el abismo. Si se consigue superar ese momento, las cosas habrán cambiado. Lo único que importa es el instante. Él es quien determina la vida".

"Hablamos de Baudelaire.
—La poesía es enfermedad —dijo Franz Kafka—. Pero no se sana de ella sólo con la represión de la fiebre. ¡Al contrario! El ardor depura e ilumina".

"—¿Gorki ha publicado unas memorias sobre Lenin?
—No, aún no. Pero supongo que las publicará algún día. Lenin es amigo de Gorki. Máximo Gorki lo ve y lo vive todo sólo a través de su pluma. Se ve muy claro en estos apuntes sobre Tolstoi. En ellos la pluma no es un instrumento, sino un órgano físico del escritor".

"—La mayoría de los hombres no son malos —dijo Franz Kafka en el transcurso de una conversación sobre el libro de Leonhard Frank El hombre es bueno—. Los hombres se vuelven malos y culpables porque hablan y actúan sin imaginarse el efecto de sus propias palabras y actos. Son sonámbulos, no malvados".

"—¿No se encuentra bien, doctor? —pregunté durante el entreacto, en un momento en que Rudolf Fuchs había salido.
Kafka enarcó las cejas.
—¿Por qué? ¿Tengo un aspecto raro? ¿Hay algo en mí que llame la atención?
—No, eso no. Es sólo que le noto algo extraño.
Kafka sonrió con los labios apretados.
—Sería muy fácil excusarme alegando un malestar corporal. Por desgracia no es el caso. En mí ya sólo quedan un cansancio y un vacío mortales que me sobrevienen siempre que algo me fascina. Probablemente no tenga fantasía. En mí las cosas acaban esfumándose y sólo dejan atrás una celda gris y desconsoladora".

"Unos días después de mi restablecimiento fui al Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo. El doctor Kafka estaba de muy buen humor. Cuando le dije que después de mi enfermedad me sentía mucho más fuerte que antes me dedicó una sonrisa encantadora.
—Es comprensible —dijo—. Ha superado usted un encuentro con la muerte. Eso fortalece.
—Toda la vida no es más que un camino hacia la muerte —comenté.
Franz Kafka me miró seriamente un momento; después bajó la mirada al escritorio.
—En realidad, para un hombre sano la vida sólo significa una huida inconsciente e inconfesa de la conciencia de que algún día tendrá que morir. La enfermedad es siempre al mismo tiempo un aviso y una puesta a prueba de las propias fuerzas. Por eso la enfermedad, el dolor y la desgracia son las fuentes fundamentales de la religiosidad.
—¿Cómo quiere decir? —pregunté.
—¿«Cómo»? —repitió Kafka, sonriendo—. Pues como judío: estoy ligado a mi familia, a mi estirpe. Ellos sobreviven al individuo. Pero eso tampoco es más que un intento de huida ante la conciencia de la muerte. Es sólo un deseo. Pero con un deseo no se alcanza el conocimiento. Al contrario, por culpa de este deseo el yo pequeño y temerosamente egoísta se antepone al alma que busca la verdad".

"—El verdadero arte siempre es un documento, un testimonio —contestó Franz Kafka con serieda —".

"El doctor Kafka estaba ocupado ordenando su escritorio cuando entré en su despacho. En el extremo derecho de la mesa, en la que siempre había preparada una silla para posibles visitas, se amontonaba una gran pila de libros, revistas y papeles de oficina. El doctor Kafka me saludó con la mano por encima del montón.
—¡Le saludo desde mi mazmorra de papel!
—¿Molesto?
—En absoluto. Siéntese.
Me senté en la silla de las visitas y dije:
—Esto es un verdadero bosque de expedientes. Tras él usted desaparece por completo.
Pude oír la breve risa de Franz Kafka, quien inmediatamente después dijo:
—En ese caso todo está en orden. Lo escrito ilumina el mundo y hace desaparecer al escritor en la oscuridad".

"—Mi queja del desorden que reina en la oficina y en general en todo lo que me rodea es sólo un truco con el que trato de ocultar la inestabilidad de mi existencia ante las miradas curiosas y culpabilizadoras de mi alrededor. En realidad ya sólo vivo del desorden, a través del cual trato de conservar astutamente la última porción de mi libertad personal".

"—Es imposible vivir sin libertad —declaré yo.
Franz Kafka me miró como si quisiera decir «despacio, despacio», sonrió tristemente y dijo:
—Eso parece tan convincente que casi nos lo creemos. Pero en realidad es un tema mucho más complejo. La libertad es vida. La falta de libertad siempre es mortal.
Por otra parte, la muerte es tan real como la vida. La dificultad estriba en que estamos expuestos a ambas: a la vida y a la muerte".

"—El sueño de la destrucción del mal es un sentimiento de desesperación convertido en imagen y que procede de la pérdida de la fe".

"—Quizás el hombre no pueda actuar de otra manera —comenté.
Kafka lo negó con un gesto vehemente.
—No. El hombre sí que puede actuar de otra manera. El pecado original es la prueba de su libertad".

"Un día fui a la escuela de natación empapado en sudor, lo que me trajo como consecuencia una leve pulmonía.
Cuando pude salir de nuevo a la calle fui a visitar al doctor Kafka en el Instituto de Seguros.
—No sabe usted dominarse —me dijo en tono de reproche después de saludarme —. Esta enfermedad ha sido un aviso. Tiene que cuidarse más. La salud no es una posesión personal de la que uno pueda disponer arbitrariamente. Sólo es un bien prestado, una gracia. La mayoría de los hombres no lo saben. Por eso no economizan su salud.
—Y saltan al agua estando acalorados —dije yo sonriendo.
Kafka asintió.
—Sí, agotan sus fuerzas y eso hace saltar la señal de aviso de la enfermedad.
Normalmente solemos tener la culpa nosotros mismos, pero nadie se da cuenta. Al contrario: siempre le achacamos la culpa a la vida, así que vamos corriendo a ver a ese abogado al que llamamos médico para que entable un proceso contra la supuesta maldad de la vida, cuando en realidad la enfermedad no es ninguna maldad, sino una señal de advertencia, una ayuda que la vida nos presta.
Miré confundido al suelo.
Al verme así, Kafka me preguntó:
—Y bien, ¿qué es lo que no le gusta? ¡Suéltelo!
—Resulta extraño, señor doctor —respondí incómodo—, que precisamente usted que tiene que batallar tanto con la enfermedad hable, por así decirlo, tan amablemente de ella.
—¡Eso no es nada extraño! —exclamó el doctor Kafka haciendo un brusco ademán con la mano—. Es perfectamente lógico. Soy un hombre soberbio y engreído; me resisto a darme cuenta de la gravedad de la existencia en toda su dimensión. Soy hijo único de unos padres bastante acomodados y creo que la vida es algo perfectamente natural. Por eso la enfermedad me demuestra una y otra vez mi fragilidad y, con ello, el milagro de la existencia en toda su amplitud.
—Según eso, la enfermedad sería una especie de gracia.
—Sí. Nos da la posibilidad de ponernos a prueba".

"—Inventar es más fácil que encontrar. Representar la realidad en su propia y más ampliá diversidad, seguramente es lo más difícil que hay. Los rostros cotidianos desfilan ante nosotros como un misterioso ejército de insectos".

"Según mi padre, Kafka le había dicho algunas veces:
—Sin la verdad que cualquiera comprende y a la que por eso mismo cualquiera se somete libremente, todo orden no sería más que una cruda violencia, una jaula que tarde o temprano caería bajo la presión del anhelo de verdad".

"Durante la época de mis primeras visitas al doctor Kafka, era frecuente que yo reaccionara a muchas de sus declaraciones con la pregunta, mezcla de admiración y sorpresa: «¿De verdad?». Al principio, el doctor Kafka sólo respondía a ella con un breve asentimiento. Pero cuando ya hacía más tiempo que nos conocíamos y vio que yo continuaba empleando esta pregunta estereotipada para expresar mi asombro, me dijo en una ocasión:
—Haga el favor de evitar esa pregunta. Sólo con esa frase me pone en evidencia una y otra vez. Me hace darme cuenta de mi incapacidad. Y es que la mentira es un arte que, como cualquier otro, requiere de todas las fuerzas del hombre. Hay que entregarse a ella por completo; es preciso creerse primero la propia mentira, ya que sólo así se podrá convencer de ella a los demás. La mentira necesita el fuego de la pasión. Sin embargo, con eso descubre más de lo que oculta y ése es un lujo que no me puedo permitir. Por eso para mí sólo cabe un escondite: la verdad".

"Sin embargo, admito que había un único detalle que no dejaba de molestarme. Era su frase: «Gracias, estoy bien». ¿Se sentiría tan solo y desgraciado que tenía que huir de la curiosidad ajena tras esta expresión estereotipada? ¿Sería una defensa contra los visitantes molestos, una forma de rechazo? ¿Estaría dirigida también contra mí?
Siempre que pensaba en ello me sentía inquieto y desgraciado. Por eso con el tiempo dejé de preguntarle a Kafka por su bienestar y me sentía intranquilo siempre que alguien le preguntaba en mi presencia cómo estaba y me veía obligado a oírle mentir con despreocupación mal simulada".

"—¿Quién cree usted que se alegra más? —me preguntó Kafka—. ¿Los niños o los patos?
—Creo que… los patos —respondí—. Al fin y al cabo reciben alimento, el material que necesitan para seguir viviendo.
—¿Y los niños no reciben nada? —El doctor Kafka me miró con expresión de reproche. —La alegría es un alimento del alma. Sin ella la vida entera no es más que un morir".

"—Quizá no sea para tanto —dije yo torpemente—. Simplemente no ha de pensar en su enfermedad.
—Eso mismo me digo yo, pero sólo con eso ya pienso en ella. No puedo olvidarla. No tengo nada con lo que pudiera expulsarla de mi conciencia. Me hace falta un trabajo decente.
—¿Por qué? —repliqué yo, ligeramente indignado—. Si ya tiene usted su puesto en el Instituto de Seguros, donde se le valora…
Pero el doctor Kafka me interrumpió:
—Eso no es trabajar, sino pudrirse. Cualquier vida realmente activa y enfocada hacia un fin, una vida que absorba a un hombre por completo, posee el ímpetu y el resplandor de una llama. ¿Y qué hago yo? Paso el tiempo sentado en el despacho, que no es más que una maloliente fábrica de humos en la que la sensación de felicidad no existe. Por eso no me supone ningún problema mentirle a la gente que me pregunta por mi bienestar, en lugar de apartarme en silencio como un condenado, que es lo que realmente soy".

"—No le dé más vueltas a lo que le he dicho.
Me quedé sorprendido. Para mí, Kafka era mi profesor y confesor a la vez. Por eso le pregunté, abatido:
—¿Por qué? Si lo ha dicho todo en serio…
Kafka sonrió.
—Precisamente por eso. Mi seriedad podría actuar en usted como un veneno.
Usted es joven.
Eso me indignó.
—La juventud no es ningún defecto. Aun con ella soy capaz de pensar.
—Veo que hoy realmente no nos entendemos. Pero eso está bien. Los malentendidos le están protegiendo de mi malvado pesimismo, que es… un pecado".

"En 1921 mi padre me regaló por Navidad La liberación de la humanidad. Ideas sobre la libertad del pasado y del presente.
Cuando le enseñé a Kafka este libro tan voluminoso (creo que fue en la primavera de 1923), permaneció un buen rato contemplando las reproducciones de los cuadros La guerra, de Arnold Bócklin, y La pirámide de cráneos, de W. Veretschagin.
—En realidad, a la guerra nunca la ha representado nadie como es debido —dijo Kafka—. Normalmente sólo se muestran manifestaciones parciales o resultados, como esta pirámide de cráneos, cuando lo verdaderamente terrible de la guerra es la disolución de todas las seguridades y convenciones. Lo físico-animal sofoca y cubre por entero todo lo espiritual. Es como un cáncer. El hombre ya no vive años, meses, días y horas, sino sólo instantes. Y ni siquiera éstos los vive ya. Sólo es consciente de ellos. Simplemente, existe.
—Eso lo provoca la proximidad de la muerte —observé yo.
—Eso lo provoca el conocimiento y el miedo de la muerte —corrigió Kafka.
—¿No es lo mismo?
—No, no es lo mismo. Quien comprende plenamente la vida no le tiene miedo a la muerte. El miedo a la muerte sólo es el resultado de una vida carente de plenitud. Es una expresión de infidelidad".

"—La verdad es una de las pocas cosas realmente grandes y valiosas de la vida que no se pueden comprar. El hombre la recibe de regalo, como el amor o la belleza. En cambio, un periódico es una mercancía con la que se comercia.
—Entonces, la prensa contribuye al embrutecimiento de la humanidad —observé atemorizado.
Franz Kafka se rió y adelantó la barbilla con aire triunfal.
—¡No, no! Todo, incluso la mentira, trabaja en favor de la verdad. Las sombras no consiguen apagar el sol".

"En una ocasión, no recuerdo por qué motivo, el doctor Kafka dijo que la lectura de periódicos era un vicio surgido de la civilización.
—Es como fumar: encima tenemos que pagarles a nuestros opresores nuestro propio veneno".

"—En el fondo todo eso es muy sencillo. Lo realmente difícil e irresoluble son los problemas que no se pueden formular porque tienen por contenido la problemática de la vida entera".

"Le enseñé a Kafka un folleto conmemorativo especial de un semanario vienés que publicaba fotos de los acontecimientos más importantes de los últimos cincuenta años.—Esto es historia —dije yo.
Kafka torció la boca.
—¡Qué va! La historia aún es mucho más ridícula que estas viejas fotografías, ya que normalmente la constituyen actos oficiales".

"—Pero le veo triste —dije yo.
Kafka sonrió como si quisiera pedir perdón.
—Los recuerdos bonitos mezclados con tristeza saben mucho mejor. Así que en realidad no estoy triste, sino que soy un sibarita".

"Kafka volvió a ponerse serio en seguida.
—En realidad no tiene nada que ver con lo que le estoy diciendo —dijo—. Es que cuando pienso que no entiendo ni una palabra de lo que constituye la pasión de mis mejores amigos, la música, siempre me invade una especie de pena leve y agridulce.
Es como un soplo de viento, como el aliento de la muerte. Sólo dura un instante. Pero durante este instante me doy cuenta de lo infinitamente lejos que se encuentran de mí las personas que me son más allegadas, y eso hace que mi cara adquiera una expresión de enfado que tiene usted que perdonarme".

"—Para mí la música es algo parecido al mar —me dijo una vez—. Me sobrecoge, me maravilla, me entusiasma y, sin embargo, me llena de temor, de un temor terrible ante su infinidad. El caso es que soy un mal marinero. Max Brod es totalmente distinto. Él se lanza de cabeza a la rugiente marea. Es un nadador de primera".

"Kafka cerró el departamento lateral de su escritorio.
—¡De la calle Kaprova del barrio judío, donde yo vine al mundo, hasta la patria hay un camino terriblemente largo!
—Yo nací en Eslovenia —me apresuré a decir, conmovido por la expresión de sus ojos. Pero Kafka negó lentamente con la cabeza.
—Del barrio judío a la iglesia de Nuestra Señora de Tyn la distancia es mucho, mucho mayor. Yo soy de otro mundo".

"—La música genera estímulos nuevos, más finos, más complicados y, por ello, más peligrosos —dijo Franz Kafka una vez—. En cambio, la poesía pretende aclarar la confusión de sensaciones, elevarlas a la conciencia, purificarlas y, de este modo, humanizarlas. La música es una multiplicación de la vida sensual. En cambio, la poesía es su dominación y elevación".

"Respecto a una antología de poesía expresionista, Kafka me comentó:
—Este libro me pone triste. Los poetas tienden las manos a los hombres, pero los hombres no ven en ellas unas manos amistosas, sino sólo puños convulsivamente cerrados que se dirigen a sus ojos y a sus corazones".

"Max Brod y su mujer. Intercambiaron algunas palabras entre los cuatro y acordaron visitar a Oskar Baum por la noche.
El grupo ya se había marchado cuando Kafka cayó de pronto en la cuenta de que era la primera vez que yo veía a la mujer de Brod.
—Y ni siquiera les he presentado —me dijo—. De veras que lo siento.
—No importa —dije—. Por lo menos he podido verla bien.
—¿Le ha gustado? —preguntó Kafka.
—Tiene unos ojos azules dignos de un cuento de hadas —comenté.
Kafka quedó asombrado.
—¿Se ha dado usted cuenta tan pronto?
—Siempre me fijo mucho en los ojos. Me dicen más que las palabras —dije petulante.
Pero Franz Kafka no me estaba escuchando. Miraba a lo lejos por encima de mi hombro.
—Todos mis amigos tienen unos ojos maravillosos —dijo—. Los rayos de sus ojos son la única fuente de luz en la oscura mazmorra en la que vivo. Pero también ésta es sólo una luz artificial.
Dicho esto se rió, me dio la mano y entró en la casa".

"En una ocasión Kafka me dijo sobre su insomnio:
—Quizás tras mi insomnio sólo se esconda un gran miedo a la muerte. A lo mejor tengo miedo de que mi alma, que siempre me abandona en sueños, algún día no pueda regresar a mi cuerpo. Quizás el insomnio sólo sea la conciencia muy despierta de los propios pecados y esté temiendo la posibilidad de un juicio rápido. Quizás el mismo insomnio ya sea pecado. Tal vez sea una rebelión contra lo natural. 
Yo le dije que el insomnio era una enfermedad.
Kafka repuso:
—El pecado es la raíz de toda enfermedad. Es la causa de la mortalidad".

"Asistí con Kafka a una muestra de pintores franceses en la sala de exposiciones del Graben. En ella había cuadros de Picasso: bodegones cubistas y mujeres de color rosa con unos pies enormes.
—Es un deliberado deformador —opiné yo.
—No lo creo —dijo Kafka—. Picasso únicamente registra las deformaciones que todavía no han penetrado en nuestra conciencia. El arte es un espejo que «adelanta» como un reloj… a veces".

"—¡Mire lo que me han dejado encima del escritorio!
Miré el libro que tenía sobre la mesa y dije:
—Un libro.
Pero mi respuesta le impacientó.
—¡Sí, un libro! En realidad no es más que un simulacro hueco y vacío. Está encuadernado con piel artificial. Aunque, mejor dicho, en él no hay rastro ni de artificio, ni de piel. Todo es papel. ¿Y dentro? ¡Mire!
Kafka abrió el volumen.
Vi simples hojas en blanco de papel de despacho amarillento.
—¡Dentro no hay nada, absolutamente nada! —dijo irritado el doctor Kafka—. ¿Se me está queriendo insinuar algo con esto? ¿Qué significa este libro que no es un libro? Sólo he estado fuera unos minutos, en el despacho de al lado, y al volver, esta cosa ya estaba encima de mi mesa".

"Le interrumpí:
—No debe usted decir eso. Es injusto. Para mí, por ejemplo, usted es fuego, calor y luz.
¡No, no! —replicó negando con la cabeza. —Se equivoca. Mis garabatos no merecen ser encuadernados en piel. No son más que mi fantasma personal. Ni siquiera deberían estar impresos. Habría que quemarlos y apagarlos. No tienen importancia.
Yo me enfurecí.
—¿Quién se lo ha dicho? 
—Tenía que contradecirle. 
—¿Cómo puede decir eso? ¿Acaso sabe adivinar el futuro? Lo que me está contando sólo son sus sentimientos subjetivos. Quizá sus garabatos, como usted dice, mañana ya sean una de las grandes voces del mundo. ¿Quién puede saberlo hoy?".

"—¿Recuerda usted lo que me dijo en la exposición de Picasso?
Kafka me miró sin comprender.
—Dijo usted —proseguí— que el arte era un espejo que adelanta como un reloj mal ajustado. Quizá lo que ahora está escribiendo en este cine de ciegos de nuestro tiempo también sea sólo un espejo del mañana".

"Le enseñé el retrato que me había hecho mi amigo Vladimír Sychra.
Kafka quedó entusiasmado con el dibujo.
—Es un dibujo precioso. Está lleno de verdad —dijo varias veces.
—¿Quiere usted decir que es fiel como una fotografía?
—Pero ¿qué dice? Nada puede engañar tanto como una fotografía. La verdad es un asunto del corazón. A ella sólo podemos acercarnos a través del arte. La auténtica realidad siempre es poco realista —dijo Franz Kafka—. Fíjese en la claridad, la pureza y la sinceridad de un grabado chino. Saber hablar así… ¡eso sí que estaría bien!".

"—«La materia ha de ser trabajada por el espíritu». ¿Y eso qué es? Es vivir, nada más que vivir y superar lo vivido. De eso se trata".

"El rostro de Kafka siempre delataba cierta sorpresa cuando le decía que había ido al cine. En una ocasión reaccioné a ese cambio de expresión de su cara con la pregunta:
—¿No le gusta el cine?
Kafka respondió tras reflexionar un momento:
—En realidad nunca me lo había planteado. Es cierto que es un juguete extraordinario, pero yo no lo resisto, tal vez porque tengo una predisposición demasiado «óptica». Soy un hombre visual. En cambio, el cine impide la mirada. La fugacidad de los movimientos y el rápido cambio de imágenes nos fuerzan constantemente a echar un simple vistazo. No es la mirada la que se apodera de las imágenes, sino que son éstas las que se apoderan de la mirada. Inundan la conciencia.
El cine supone ponerle un uniforme a un ojo que hasta entonces había ido desnudo.
—Esa es una afirmación terrible —comenté—. El ojo es la ventana del alma, según dice un proverbio checo.
Kafka asintió.
—Y las películas son contraventanas de hierro".

"—La juventud es débil, y la presión exterior es tan fuerte… Defenderse y ceder al mismo tiempo puede originar una contracción que desfigura la cara. El lenguaje de los jóvenes artistas oculta más de lo que revela".

"—Es verdad. Muchas personas empiezan a vivir ahora su juventud. Es ahora cuando juegan a policías y ladrones y a hacer el indio. Claro que no lo hacen corriendo por los senderos del parque municipal con un arco y una flecha en la mano… ¡No! Se quedan sentados en el cine y ven películas de aventuras. Eso es todo.
La oscuridad del cine es la linterna mágica de su juventud perdida".

"Franz Kafka dijo:
—Dios sólo puede concebirse a título personal. Cada hombre tiene su vida y su Dios, su defensor y su juez. Los sacerdotes y los ritos sólo son las muletas de la vivencia desfalleciente del alma".

"En una ocasión en que Kafka vio una novela policíaca entre los libros que llevaba en mi cartera, me dijo:
—No debe usted avergonzarse de leer algo así. Al fin y al cabo, Crimen y castigo de Dostoievski tampoco es más que una novela policíaca. ¿Y el Hamlet de Shakespeare? Es un drama de detectives. En el centro de la trama hay un misterio que se va revelando poco a poco. Pero ¿hay un misterio más grande que la verdad? La poesía siempre es una expedición en busca de la verdad.
—Pero ¿qué es la verdad?
Kafka permaneció en silencio unos instantes y después sonrió pícaramente.
—Parece como si acabara de pillarme diciendo una vacuidad, pero en realidad no es así. La verdad es lo que todo hombre necesita para vivir y que, sin embargo, no puede obtener ni adquirir de nadie. Cada persona tiene que producirla una y otra vez a partir de su propio interior, o de lo contrario dejará de existir. La vida sin verdad no es posible. Quizá la verdad sea la vida misma".

"Le mostré a Franz Kafka la traducción alemana de la colección de ensayos Intenciones, de Oscar Wilde, que me había regalado Leo Lederer.
Kafka hojeó el libro, y dijo:
—Reluce y atrae como sólo puede relucir y atraer un veneno.
—¿No le gusta el libro?
—Yo no he dicho eso. Al contrario: puede gustar demasiado fácilmente, lo cual también es uno de los grandes peligros que encierra este libro. Y es que es peligroso porque juega con la verdad. Jugar con la verdad siempre supone jugar con la vida.
—Entonces, ¿usted cree que sin verdad no puede haber auténtica vida?
Kafka asintió en silencio.
Tras una breve pausa dijo:
—Muchas veces la mentira sólo es la expresión del miedo a poder ser aplastado por la verdad. Es la proyección de la propia pequeñez, del pecado, lo que se teme".

"—Pero quien no reconozca esa ley —dije yo—, ¿cómo llegará a alcanzar la libertad?
—A ése se le dará a conocer la ley a golpes. Quien no la reconozca será arrastrado a la fuerza y molido a palos hasta lograr su conocimiento.
—Entonces quiere usted decir que todo hombre tiene que alcanzar tarde o temprano el verdadero conocimiento.
—Yo no lo he expresado así. No le he hablado del conocimiento, sino de la libertad como meta. El conocimiento es sólo un camino…
—¿Un camino hacia la plenitud? Entonces, ¿la vida es sólo una misión, un encargo?
Kafka hizo un gesto de resignación.
—Exacto. El hombre no puede abarcarse a sí mismo con la vista. Vive en la oscuridad".

"«La camisa nos es más próxima que la chaqueta. Por eso moriremos inmersos en nuestra propia suciedad»".

"—¿No le estaré robando su tiempo? Con lo ignorante que soy… Usted me da tanto, y yo no le doy nada.
Mis palabras incomodaron a Kafka.
—Bueno, bueno… —dijo apaciguador—. Usted es un niño. No es un ladrón. Mi tiempo se lo estoy regalando; además, es un tiempo que no me pertenece a mí sino al Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo. Es a él a quien le estamos robando mi tiempo juntos. ¡Si eso es estupendo! Además, usted tampoco es tonto. Así que déjese de expresiones de este tipo con las que sólo podría forzarme a admitir que me encanta la entrega y la comprensión de su juventud".

"—¿A qué llama usted pecado?
—Pecado es retroceder ante la propia misión. La incomprensión, la impaciencia, la apatía… eso es pecado. La misión del poeta es convertir la aislada mortalidad en vida eterna, conducir lo casual a lo forzoso. El poeta tiene una misión profètica.
—Entonces, escribir significa guiar —precisé.
—Sólo guía la palabra correcta; la incorrecta, desvía —dijo Franz Kafka—. No es casualidad que a la Biblia se la llame «Escritura»".

"—Eso es desconsolador.
—Sí, el ser humano es desconsolador porque en medio de estas masas que crecen constantemente él se vuelve más solo de minuto en minuto".

"Hablamos del fumar.
—Casi todos los muchachos que conozco —dije— empezaron a fumar para
creerse adultos. Yo nunca participé en tal tontería.
—Eso se lo debe a su padre —dijo el doctor Kafka.
—Sí —convine yo—. Se puede ser una persona adulta como mi padre sin necesidad de imitar las estúpidas costumbres de los adultos.
—¡Al contrario! —corroboró el doctor Kafka agitando la mano en el aire—. Quien se deja conducir y mandar por las malas opiniones y costumbres de su entorno no se tiene respeto a sí mismo. Y sin respeto a uno mismo no hay moral, ni orden, ni constancia, ni el calor que favorece a la vida. Una persona así se desmorona como una amorfa boñiga de vaca, que sólo puede significar algo para los escarabajos coprófagos y otros insectos".

"En el despacho del doctor Kafka.
Está sentado frente al escritorio, visiblemente cansado. Los brazos le cuelgan.
Tiene los labios fuertemente apretados.
Me dio la mano con una sonrisa.
—He pasado una noche asombrosamente mala.
—¿Ha ido a ver al médico?
Kafka frunció los labios.
—El médico…
Alzó la mano derecha con la palma hacia arriba y la dejó caer de nuevo.
—Uno no puede huir de sí mismo. Es el destino. La única posibilidad que nos queda es olvidar que los actores somos nosotros mientras contemplamos el espectáculo".

"Hablábamos de N. Dije que N. era tonto, a lo que Kafka repuso:
—La tontería es humana. Mucha gente inteligente no es sabia, y por eso, a fin de cuentas, tampoco es inteligente. Solamente son inhumanos por el miedo que sienten ante su propia e insignificante vulgaridad".

"El clima húmedo del otoño y el invierno inusualmente adelantado y duro empeoraron la salud de Kafka.
El escritorio de su despacho yacía vacío y abandonado.
—Tiene fiebre —me dijo el doctor Tremí desde el otro escritorio—. Quizá ya no le volvamos a ver.
Me fui triste a casa.
Su escritorio permaneció vacío… durante semanas.
Pero un día Franz Kafka volvió a estar en su despacho. Pálido, inclinado, sonriente.
Con voz cansada y queda me dijo que sólo había ido para pasarle unos expedientes a otro y para recoger varios escritos privados que tenía en su escritorio.
No se encontraba nada bien. Y que en los próximos días iba a ir al Monte Tatra. A un sanatorio.
—Eso está bien —dije yo—. Vaya cuanto antes… siempre que le sea posible.
Franz Kafka sonrió tristemente.
—Eso es lo agotador y lo difícil. Tantas posibilidades como hay en la vida, y en todas se refleja únicamente la imposibilidad insoslayable de la propia existencia.
Su voz se quebró en un acceso de tos seca y convulsiva que superó rápidamente.
Nos sonreímos el uno al otro.
—¿Lo ve? —dije—. Todo saldrá bien.
—Ya ha salido bien —respondió Franz Kafka lentamente—. He dicho que sí a todo. De este modo, el dolor se convierte en un encantamiento, y la muerte… es sólo un componente más de la dulce vida".

"Cuando nos despedimos antes de que emprendiera viaje al sanatorio del Tatra, le dije:
—Usted se recuperará y volverá sano. El futuro lo arreglará todo. Todo cambiará.
Kafka apoyó el índice de la mano derecha sobre el pecho con una sonrisa.
—El futuro ya está aquí, dentro de mí. El cambio sólo consistiría en hacer visibles las heridas ocultas.
Empecé a impacientarme.
—Si no cree que se va a recuperar, ¿por qué va al sanatorio?
Kafka se inclinó sobre la mesa.
—Todo acusado se esfuerza por obtener un aplazamiento de la sentencia".

"Vine a Praga con mi novia, Helene Slavicek, de Chlumetz. Fuimos a ver a mi padre a su despacho para avisarle de que habíamos llegado. En la escalera nos encontramos a Franz Kafka y le presenté a Helene.
Dos días más tarde me dijo:
—Las mujeres son trampas que acechan al hombre por todos los lados para arrastrarle hacia lo que únicamente es finito. Pierden su peligrosidad cuando uno salta en la trampa por propia voluntad. Pero si la costumbre hace que uno las supere, todos los cepos femeninos se abren de nuevo".

"Cuando el día después de mi visita con Helene Slavicek regresé solo al Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo, le pregunté al doctor Kafka:
—¿Qué le ha parecido Helene, doctor?
Kafka ladeó la cabeza hacia la izquierda y dijo:
—Mi opinión no tiene ninguna importancia. Al fin y al cabo es su novia. Debe de estar usted embrujado. En el amor, como en cualquier conjuro, todo depende de una única palabra. La denominación amplia e indeterminada de «una» mujer tiene que dejarle paso a la denominación precisamente limitada de «la» mujer. Un término genérico tiene que convertirse en una fuerza del destino. Si es así, todo va bien".

"—Lo que para los hombres es una felicidad, para las mujeres es una desgracia que arrasa con su vida. Es un grave delito y un crimen, como toda felicidad momentánea que se obtiene de exprimir la debilidad y la miseria. Un hombre que presuma del brillo de una felicidad tan falsa acabará en algún rincón perdido ahogándose en su propio miedo y egoísmo".

"—¿Que qué es el amor? ¡Si es muy sencillo! Amor es todo aquello que eleva, amplía y enriquece nuestra vida, hacia cualquier altura o cualquier abismo. El amor es tan poco problemático como un automóvil. Lo único que da problemas son el conductor, los pasajeros y la carretera".

"Le hablé a Kafka de mi compañero de clase W., que a los diez años había sido seducido por su profesora de francés y desde entonces les tenía miedo a todas las chicas jóvenes, incluso a su propia hermana, de modo que ahora se había visto obligado a recurrir a la asistencia del psicoanalista doctor Pötzl.
—Las heridas que deja el amor en realidad nunca terminan de sanar, ya que el amor siempre viene acompañado de sordidez —dijo Kafka—. El divorcio entre amor y sordidez sólo puede producirse por voluntad del amado. Pero un hombre tan desamparado como su joven amigo todavía no tiene voluntad propia en el amor, así que la sordidez le ha infectado. Es una víctima de la confusión propia de la inmadurez, que puede originar grandes daños. Muchas veces los rasgos de amargura de la cara de un hombre no son sino su confusión de muchacho que se le ha petrificado en el rostro".

"En una ocasión, durante un paseo en que le hablé a Kafka de mi novia Helene, me dijo:— En el instante del amor, el hombre no sólo es responsable de sí mismo, sino también de la otra persona. En ese momento está invadido por una especie de estado de embriaguez que reduce su capacidad de juicio. Sin embargo, el contenido del yo humano es superior al limitadísimo campo de visión de la conciencia del instante. La conciencia sólo es una parte del yo. Aun así, cada decisión es determinante para la orientación del yo en su totalidad. Así es como se producen los malentendidos más frecuentes y difíciles".

"Un día en que esperé a Kafka delante de la entrada del Instituto de Seguros me dijo nada más llegar:
—Desde la ventana he visto lo concentrado que estaba observando el ir y venir de las chicas, así que me he dado prisa en bajar.
Noté que me había sonrojado, así que dije:
—A mí no me interesan estas mujeres. En realidad sólo… sólo siento curiosidad por sus clientes.
Kafka me miró de reojo y, tras mirar de nuevo al frente, me dijo al cabo de un
rato:— La lengua checa es tan profunda y sincera… La palabra bludcika [«fuego fatuo»] que designa a este tipo de mujeres es sorprendentemente exacta. Qué pobres, abandonados y muertos de frío deben de estar los hombres que pretenden calentarse con estos gases llameantes de lodazal. Seguro que se sienten tan desgraciados y están tan perdidos que se les podría herir con cualquier mirada curiosa. Por eso no habría que mirarles. Por otra parte, si apartamos la cabeza lo podrían interpretar como una expresión de desprecio. Es difícil… El camino al amor siempre discurre por la sordidez y la miseria, si bien despreciar el camino podría llevarnos fácilmente a perder la meta. Por eso debemos aceptar humildemente todas las visiones que nos salgan al encuentro. Sólo así llegaremos a nuestro destino… Quizá".

"—Si en mi casa las cosas fueran de otra manera quizá ni siquiera escribiría —le dije—. Quiero huir de este desasosiego, dejar de oír las voces que hay en mí y alrededor de mí, y por eso escribo. Igual que quien fabrica cachivaches con la sierra de marquetería para ahogar el aburrimiento de sus noches en casa, así yo encolo palabras, frases y párrafos entre sí para tener un motivo que me haga estar solo, para aislarme del entorno que me oprime.
—Eso está bien —repuso Kafka—. Muchos hacen lo mismo. Flaubert dice en una de sus cartas que su novela es una roca a la que se agarra para no ahogarse en las olas de su entorno.
—Aunque yo también me llame Gustav, no soy un Flaubert —añadí sonriendo.
—La técnica de la higiene del alma no les está reservada sólo a unos pocos. Para que no le moleste más el nombre de Flaubert, le confesaré que durante algún tiempo yo estuve haciendo lo mismo que usted hace ahora. Sólo que en mi caso el tema es algo más complicado. Con mis garabatos salgo huyendo de mí mismo, pero me atrapo de nuevo al poner el punto final. No logro escapar de mí".

"En otra ocasión en la que me quejé de las desavenencias que había en mi casa, Kafka dijo:
—No se suba por las paredes. Conserve la calma. La calma es la expresión de la fuerza, aunque también podamos obtener fuerza a través de la calma. Es la ley de la polaridad. Así que consérvela. Quedarnos inmóviles y calmados nos hace ser libres… incluso momentos antes de la ejecución".

"—Los diarios de Flaubert son extraordinariamente importantes e interesantes. Yo ya hace mucho que los tengo. Ahora se los voy a comprar a Oskar Baum.
Quise llevar yo los dos paquetes de libros, pero el doctor Kafka me lo prohibió:
—Ne, ne! To nejde. Usted no puede llevar mis narcóticos. En la ebriedad y en la muerte nadie puede sustituirnos.
Yo protesté:
—Si usted le ha comprado los libros a Baum, en realidad los narcóticos no son suyos, así que puedo llevárselos.
Pero Kafka negó fuertemente con la cabeza.
—¡No, no! Eso no puede ser. Mi ebriedad consiste precisamente en hacer regalos. Es la ebriedad más refinada que hay. Y no voy a permitir que su servicio de transportista me la menoscabe. Así que fuimos juntos, cada uno con su paquetito de libros bajo el brazo".

"Dicho esto, me acarició levemente la mejilla izquierda.
—Adiós, Gustl.
Entonces el doctor Kafka se dio la vuelta y desapareció tras la oscura puerta de vidrio de su casa.
Yo me quedé inmóvil, como paralizado.
Me había llamado «Gustl», como mis padres, y su mano…
Todavía podía sentir el levísimo contacto de las yemas de sus dedos… Pero en ese mismo instante un escalofrío me recorrió la espalda. De pronto tuve que sonarme la nariz como si estuviera resfriado y me temblaba la barbilla cuando poco a poco emprendí mi camino de la plaza de la Ciudad Vieja hacia la oscura Zelizná".

"Le conté a Kafka que mi padre no me iba a permitir que estudiara música.
—¿Y va a aceptar esa prohibición? —preguntó Kafka.
—¡Qué va! —respondí—. Tengo mi propia cabeza.
Kafka me miró muy seriamente.
—Es con nuestra propia cabeza como antes la perdemos —dijo—. Naturalmente, con eso no pretendo decir nada en contra de sus estudios de música. ¡Al contrario! Sólo una pasión capaz de resistirse a la prueba de la razón tiene la fuerza y profundidad suficientes.
—Pero la música no es una pasión, sino un arte —opiné yo.
Franz Kafka sonrió.
—Hay pasión detrás de todo arte. Por eso usted sufre y lucha por su música. Por eso no acepta la prohibición de su padre, porque usted ama la música y todo lo que tiene que ver con ella más que a sus propios padres. Pero con el arte siempre pasa lo mismo. Hay que deshacerse de la vida para ganarla".

"—La paciencia es la clave de cualquier situación. Hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo, pero al mismo tiempo conservar la calma y tener paciencia —me dijo un día el doctor Kafka mientras paseábamos por el parque cubierto de hojas caídas en una tarde diáfana de otoño—. No hay modo de doblar ni de quebrar nada. Sólo hay una forma de superación que empieza con superarse a sí mismo, eso es insoslayable. Salirse de esta vía siempre implica un desmoronamiento. Tenemos que absorberlo todo pacientemente en nuestro interior y crecer. Sólo el amor puede hacer saltar por los aires las fronteras del temeroso yo. Más allá de las hojas secas que nos rodean con sus susurros hay que saber intuir los brotes jóvenes y frescos de la primavera. La paciencia es el único fundamento verdadero para la realización de todos los sueños".

"Siempre que mi mirada tropieza con la taza azul que me regaló la señora Svátek tengo que pensar en las palabras que Kafka me dijo un día al anochecer, mientras recorríamos las arcadas de la Escuela de Tyn bajo la lluvia: «La vida es tan inconmensurablemente grande y profunda como el abismo de estrellas que hay encima de nosotros.
Sólo podemos mirarla a través de la pequeña mirilla de nuestra propia existencia, aunque con ella sentimos más de lo que vemos. Por eso es esencial mantenerla siempre bien limpia».
¿Lo habré hecho así?
No sé… Creo que eso sólo lo puede hacer un santo obsesionado por la verdad como lo fue el doctor Kafka".

"En el verano de 1924 yo estaba en el valle del Ohre, cerca de Most. El viernes, 20 de junio —sí, fue el 20 de junio de 1924—, recibí una carta procedente de Praga de mi amigo el pintor Erich Hirt.
Decía:

«Ahora mismo acabo de enterarme por la redacción del Tagblatt de que el poeta Franz Kafka murió el 3 de junio en un pequeño sanatorio privado de Kierling, cerca de Viena. Sin embargo, fue enterrado aquí, en Praga, el miércoles 11 de junio de 1924, en el cementerio judío de Strasnice».

Miré la pequeña foto de mi padre que colgaba en la pared encima de mi cama.
El 14 de mayo de 1924 había puesto fin voluntariamente a su vida.
Veintiún días más tarde, el 3 de junio, se fue Kafka.
Veintiún días más tarde…
Veintiún días…
Veintiún…
Veintiuno eran también los años que yo tenía cuando se derrumbó el horizonte sentimental y espiritual de mi juventud".



Gustav Janouch