jueves, 31 de mayo de 2018

Citas: La paloma - Patrick Süskind

"De estos últimos sucesos concluyó Jonathan que no se podía confiar en los seres humanos y sólo era posible vivir en paz manteniéndose alejado de  ellos".

"Y cuando entró por primera vez en la habitación número 24 supo enseguida: Esto es lo que siempre has querido, aquí te quedarás. (Exactamente lo que se supone que ocurre a los hombres en el llamado amor a primera vista, cuando sienten de pronto que una mujer desconocida hasta ahora es la mujer de su vida y permanecerán a su  lado hasta el fin de sus días)".

"«Dios mío, Dios mío —rezó—. ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué me castigas de este modo? Padre nuestro que estás en los cielos, sálvame de esta paloma. Amén»".

"Hay preguntas que se contestan negativamente a sí mismas por el mero hecho de formularlas. Y hay ruegos cuya completa inutilidad se manifiesta cuando uno los expresa y mira a los ojos a otra persona".





Patrick Süskind

domingo, 27 de mayo de 2018

Citas: El mejor de los pecados - Mario Benedetti


Los novios:

"Por lo general, yo no perdía tiempo en esa inercia contemplativa; después del almuerzo me iba al altillo y, en lugar de estudiar el común denominador, leía como un poseído a Julio Verne".

"La soledad es un precario sucedáneo de la amistad".

"Por eso, o quién sabe por qué, lo cierto era que yo no tenía la costumbre de la franqueza, así que no podía responderde inmediato cuando María Julia me apremiaba con preguntas como esta: «¿Vos quépensás? El suicidio, ¿es una cobardía?». Once años. Tenía once años y preguntaba eso. Claro, me obligaba a interrogarme. A veces, cuando ella se iba y yo me quedabasolo, me ponía a pensar tensamente, trabajosamente, y al cabo de media hora no había conseguido solucionar ningún problema de metafísica infantil, pero en cambio había logrado un dolor de cabeza estrictamente adulto".

"En definitiva, no podía imaginar el suicidio. Tampoco la muerte lisa y llana. Pero por lo menos la muerte era algo que un día llegaba, algo no buscado.
El suicidio, en cambio, era sentir gusto por esa estéril, repugnante nada, y eso era horrible, casi una locura".

"De pronto levanté los ojos y encontré la mirada de María Julia. Vi que se mordía el labio superior. Me sonrió, nerviosa. «No podés leer, ¿verdad?». Yo podía leer, claro. Pero me dio no sé qué contradecirla y meneé la cabeza. «¿Y sabes por qué?». Quedé inmóvil, esperando. «Porque somos novios». Yo cerré el libro y lo dejé al costado. Después, suspiré".

"Papá sonreía. Pero era una sonrisa sin alegría, la mueca amable, desanimada, de un hombre que se retira del trabajo sin odiarlo, simplemente porque le llegó la hora del descanso".

"Me abandonaba sus manos («de pianista» decía la tía), se prestaba mansamente a mis caricias, incluso revelaba cierto placer cuando yo le pasaba una mano por el pelo, ahora bastante más oscuro que la paja de escoba. Pero lo peor de todo era que esa actitud estaba impidiendo algo más importante: que yo mismo me sintiera inscripto en aquel marco de escenas que debían ser de amor".

"Estaba, asimismo, el deseo. Mi deseo. Ella no tenía esas preocupaciones. Para mis manos era mujer, la mujer tal vez. Es bastante probable que la primera mujer que tocamos pueda llegar a convertirse en la unidad de deseo para el resto de nuestros días, y sobre todo, de nuestras noches".

"De modo que decidí decírselo con toda naturalidad, como si hablara del tiempo o del trabajo. «No, mejor no vayas. Así te vas aprontando. Quiero que nos casemos a mediados de julio».
Tragué saliva y, simultáneamente, me sentí feliz, me sentí miserable".

Conversa:

"—Estaba en el otro extremo del café. No sé. Te vi tan sola.
—Me gusta estar sola.
—¿Siempre?
—No, siempre no. Hay días. ¿No te ocurre que de pronto te vienen ganas de hacer balance contigo mismo?
—A veces. Pero por lo general de noche. Mi problema es que padezco insomnio.
—De noche prefiero dormir.
—Yo también. Pero no siempre puedo.
—¿Mala conciencia?
—No. ¿Acaso tengo aspecto de delincuente o de violador?
—De violador, no.
—¿De delincuente?
—Vaya una a saber. No hace diez años que nos conocemos, sino cinco minutos".

"—¿Venís a menudo a este café?
—Dos o tres veces por semana.
—¿Trabajas por aquí cerca?
—Si el interrogatorio va a continuar de esta guisa, reclamo la presencia de mi abogado".

"—Y vos ¿qué hacés?
—Traduzco.
—¿Del inglés?
—También del inglés. Pero sobre todo del francés y del italiano. Y además soy soltero en español".

"—¿Qué hora es?
—Las seis y veinte.
—Caramba. Tenía que estar a las seis en el Centro. Pero no importa.
Total, ya no llego. Ni en taxi. Lo que pasa es que mi reloj está perezoso. ¿Ves que marca las cinco y diez? Además, no he perdido el tiempo. Me gustó conocerte.
—¿Conocerme? Mucho no hemos hablado.
—Lo suficiente. Y una relación no solo se construye con palabras. También hablan los ojos ¿no?".

"—¿No te parece como si nos conociéramos desde hace años?
—¿No te suena esa pregunta como de culebrón venezolano?
—Vos contéstame. ¿Te parece o no te parece?
—¿Años? No. Me parece como si nos conociéramos desde hace veintiocho minutos".

"—¿Y esta cicatriz en la muñeca?
—Ah sí. Con ese detalle ya lo sabes todo de esta joven marquesa.
Hace dos años intenté matarme.
—¿Y qué pasó?
—Me salvaron. Unas vecinas. Lo bien que hicieron. Estoy contenta de seguir vivita y coleando.
—¿Mal de amores?
—No. Falta de amores. Vacío de amores".

"—(...) ¿Vos nunca quisiste suicidarte?
—Soy demasiado pelotudo para tomar una decisión tan laboriosa".

Almuerzo y dudas:

"—Mire, Matilde —dijo—. Vamos a no andar con rodeos. Usted sabe que me gusta mucho.
—¿Qué es esto? ¿Una declaración? ¿Un armisticio?
—Usted siempre lo supo, desde el comienzo".

Amores de anteayer:

"—¿Por cuánto andas?
—Ochenta y uno. ¿Y vos?
—Setenta y nueve.
—No estamos tan mal.
—¿Verdad que no?
—¿Te acordás de los viajes en autobús?
—Nunca los olvidé.
—Pero desapareciste.
—Enseguida nos fuimos a Canadá y no tenía tu dirección ni tu teléfono.
Sobrevino un silencio, pero fue breve. Ella dejó su silla y fue a sentarse junto a Rodrigo. Luego, al igual que en aquel otoño del 44, apoyó su cabeza en el hombro reencontrado.
—Natalia —dijo él.
Ella siguió callada, pero, por cierta vibración de aquel hombro viejito que era su apoyo, supo de antemano cuál iba a ser la continuación.
—Natalia —repitió él, con voz vacilante y esperanzada—. ¿Cuándo nos casamos?".

Aniversario:

"—Mirá cómo llueve.
—Qué diluvio.
—Justo hoy, que hace treinta años que nos casamos. ¿Te acordabas?
—Por supuesto que me acordaba.
—Como no dijiste nada.
—¿Para qué? Es un día como cualquier otro.
—Ni tanto ni tan poco. Un poco de sentimiento no le viene mal al almanaque".

"—¿Estás tan desilusionada?
—No sé si es desilusión. Mira que no te echo ninguna culpa. Simplemente, me siento a apreciable distancia de la que fui, de la que era, casi te diría de la que soy".

"—Cuando veo que estás despierto a medianoche, también me desvelo, y así seguimos, uno junto al otro, sin tocarnos ni preguntarnos ni necesitarnos".

La vieja inocencia:

"Querida Isabel: Me decidí a escribirte porque estamos viejos (al menos yo lo estoy), solos, y con un océano de por medio".

"Pero gracias a ese intercambio de discreciones, convivimos y nos quisimos; moderadamente, es cierto, pero nos quisimos".

"Y no te oculto que su muerte significó para mí, no una catástrofe, pero sí una deshilachada tristeza".

"Tendrías catorce años. Te recuerdo con toda nitidez, en la misa de los domingos, sentada siempre en la misma fila, nunca de rodillas, como ordenaba el cura, junto a tu madre que sí se hincaba. El pelo castaño te caía sobre los hombros.
Yo me situaba (tampoco me arrodillaba) dos hileras atrás. A veces, aprovechando que tu madre rezaba con los ojos cerrados, te volvías y nos mirábamos y nos sonreíamos. Como dos tontos de época".

"Mi primer saludo fue abrazarte y la primera respuesta tuya fue abrazarme".





Mario Benedetti

martes, 22 de mayo de 2018

Citas: El diario de la princesa Leia - Carrie Fisher

"Me gustaba ser la princesa Leia. O que la princesa Leia fuese yo. 
Con el tiempo nos fusionamos en una sola persona; no creo que nadie pueda pensar en Leia sin que yo merodee también por sus pensamientos. Y no estoy hablando de masturbación".

"Inyectarte anfetaminas durante trece años puede estropear cualquier carrera; preguntad por ahí".

"Acabé leyendo para la película con un nuevo actor, a quien no había visto antes, ni él a mí. Apuesto a que más de una vez se habrá arrepentido, si es que es capaz de  arrepentirse de algo. Estoy hablando de Harrison Ford".

"Estaba lloviendo en Los Ángeles, donde nunca llovía.
¡Llovía en Los Ángeles y yo era la princesa Leia! Nunca antes había sido la princesa Leia, y ahora lo sería eternamente. Nunca dejaría de serlo. Entonces no sabía cuán profundamente cierto era eso ni cuánto duraba le eternidad".

"También fue por aquel entonces cuando me enamoré perdidamente de un producto que realzaba el maquillaje y que sigue avergonzándome: el brillo de labios. Me aplicaba tal cantidad que si alguien trataba de besarme corría el riesgo de resbalar y caer al suelo".

"—No me molesta demasiado que me hagan esperar —dijo Mark mientras echaba queso rallado en su plato de pasta—. No me gusta, desde luego, pero hay formas de no aburrirse.
—¿Ah, sí? —dijo Harrison con voz cansina—. ¿Cuáles? ¿Poner la correspondencia al día o aprender a tocar la cítara?
Escuché con atención. Todo dependía de que lograse participar en esa conversación al tiempo que procuraba fingir de la mejor manera posible que no le daba la menor importancia.
—Pagaría muchos dólares duramente ganados por verte tocar la cítara —dije con timidez, deseando causar una buena impresión.
Harrison me lanzó una breve mirada desde el otro lado de la mesa y se acarició el mentón mientras reflexionaba sobre mis palabras. Apretó los labios, entornó los ojos y preguntó:
—¿Cuánto? 
Aguardó mi respuesta con expresión tranquila y cómplice; no sonreía, pero tampoco dejaba de hacerlo. Por debajo de la mesa tiré de un pellejo de mi pulgar y lo arranqué, repentinamente confusa. ¿De qué estábamos hablando? ¿Por qué me miraba así? ¿Tenía comida en la cara? Contemplé a los demás comensales y comprobé que todos me observaban. ¿Por qué? ¡Seguro que tenía comida en la cara! Me restregué las comisuras de la boca con la mano, en la que vi una pequeña mancha de sangre".

"Harrison arrojó su Camel sin apenas haberlo fumado y tosió.
—¡Bien! —dijo, dirigiéndose a todos. Después me miró y añadió—: Puedo dejarte en tu casa: me queda de paso.
Me cogió del brazo y me condujo hacia Piccadilly Circus.
—¡Buenas noches! —logré decir mientras Harrison me arrastraba por la calle y me alejaba de ellos".

"Harrison me cogió del codo y nos metió a todas en el asiento trasero de un taxi.
—¿Dónde vives?
—¿Que dónde vivo? —dije, parpadeando.
—¿Adónde vamos, chicos? —El chófer metió la primera y el taxi arrancó—.
También puedo llevaros a dar un paseo, es vuestro dinero".

"—Muy bien —dije—. A Esmond Court, a la altura de Kensington High Street.
—Perfecto, señorita. Estaremos allí en un periquete —dijo el taxista con su acento cockney del este de Londres, como el de Dick Van Dyke, el mismo que tanto me hubiera gustado tener—. Eso está detrás de Barkers, ¿no?
Estaba a punto de contestar cuando Harrison me arrastró hacia atrás, cada vez más cerca de él, cara a cara, hasta que nos convertimos en dos rostros con cuatro ojos y una sola boca, como si ensayáramos esos besos que nos daríamos un año y medio después en Episodio V: El imperio contraataca… Por lo visto, queríamos adelantarnos a ello".

"—Hasta luego, amigo —dijo el taxista cuando Harrison le pagó.
Luego arrancó y nos dejó allí plantados.
—¿Quieres subir? —pregunté.
Era una pregunta absurda. Tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír.
—Por supuesto —respondió.
Metí la mano en el bolso en busca de las llaves. Leia las encontró y lo condujo hasta su apartamento, y Carrie pasó lo que quedaba de la noche rodando secuelas con su futuro esposo cinematográfico. ¿Cómo acabaría todo? ¿Acabaría? Y ¿cómo quedaría yo cuando acabara?".

"Tras dejar atrás nuestra afable ordalía, Harrison se durmió y yo intenté imitarlo.
Era realmente guapo… Le perdoné que no me amara como yo esperaba… y casi me perdoné a mí misma por esperar que lo hiciese".

"Escribí aquel diario por dos razones, la primera es que escribo desde los doce años. Plasmar algo en una página, donde ya no puede hacerme daño, parece calmarme de un modo que me recuerda aquel refrán según el cual «mejor una casa vacía que un inquilino desdichado». Y no es que escribir en mi cuaderno me ayudara a vaciar mi mente —como algunos podrían argumentar—, pero me sentía agradecida por poder librarme del exceso de peso".

"El silencio habla en voz más alta que las palabras: grita «¡ABURRIDO!». Él es aburrido e intenta que, más que un accidente, parezca una decisión".

"No solo debes leer entre líneas, sino que has de rellenarlo por completo.
Porque él no está allí. Convertirlo en alguien importante en tu vida exige una gran imaginación".

"Para amar a alguien, tiene que quedarse quieto; mis opciones siempre están huyendo".

"Creo que si pudiera darle un nombre a lo que siento, desaparecería. Encontrar la palabra que describe ese sentimiento y repetirla una y otra vez hasta que solo sea un sonido".

"Quisiera que me amaras más, para que yo pudiese amarte menos.
—Yo no".

"Mi corazón de Aquiles. Atrapada sin ancla en medio de un remolino, relajándome y hundiéndome tranquilamente por una de las numerosas últimas veces".

"Necesito escribir, me mantiene concentrada durante el tiempo suficiente para completar un pensamiento. Dejar que cada hilo de mis pensamientos llegue a su propia conclusión y permita que comience uno nuevo. Me ayuda a seguir pensando. Temo que si dejo de escribir, dejaré de pensar y empezaré a sentir".

"Me gustaría ser incapaz de oír mis pensamientos. No dejo de oír el parloteo de mi mente, sola y allí arriba. Ojalá me diera una maldita tregua. Escribe, no pienses, escribe. No estás pensando correctamente, señorita Fisher, sugiero que escribas".

"¿Cuál es el acertijo?
Yo hablando tanto
Y diciendo tan poco".

"Ella: Uno de nosotros es aburrido.
Él: ¿Por qué dices eso?
Ella: Porque… no hacemos más que estar sentados aquí sin hablar.
Él: ¿Y eso qué tiene de malo?
Ella: Pues no lo sé. Quizá nada… solo que no nos necesitamos mutuamente para hacerlo.
Él: ¿Hacer el qué?
Ella: Permanecer callados".

"Ojalá pudiera marcharme a alguna parte; el único problema es que yo también tendría que ir".

"Mis esperanzas no son grandes, y da la casualidad de que yo tampoco".

"Un día vino una niñita a la que le habían dicho que conocería a la princesa Leia; imaginaos su emoción… hasta que me vio.
—¡No! —chilló, apartando la cabeza—. ¡Quiero la otra Leia, no la vieja!
Su padre se sonrojó y luego se inclinó hacia mí, murmurando:
—Bueno, no quiso decir eso. Acabamos de ver las primeras tres películas y nos gustaste tanto en ellas…
—¡Por favor! —lo interrumpí—. No tienes por qué disculparte por que le parezca más vieja a tu hija después de cuarenta años. Yo también me veo más vieja y no me pido disculpas… aunque a lo mejor debería hacerlo".




Carrie Fisher

sábado, 19 de mayo de 2018

Citas: El contrabajo - Patrick Süskind

"Un momento… Ya viene… ¡Ahora! ¿Lo oye? ¡Ya! ¡Ahora! ¿Lo oye? Pronto volverá, el mismo pasaje; espere un momento.
¡Ahora! ¿Lo oye? Me refiero a los bajos. A los contrabajos…
Levanta el brazo del tocadiscos. Fin de la música.
Éste soy yo. O, mejor dicho, nosotros. Mis colegas y yo. La orquesta nacional".

"Las orquestas han tocado sin directores durante siglos; en la historia de la evolución musical, el director es un invento muy reciente. Del siglo XIX. Yo también puedo confirmarle que incluso nosotros, los de la orquesta nacional, solemos tocar sin hacer el menor caso del director. O pasándolo por alto. A veces tocamos pasando por alto al director sin que él se dé cuenta. Le dejamos dar pinceladas en el aire hasta que se cansa, mientras nosotros pateamos el suelo con las botas".

"Soy un hombre modesto, pero conozco, como músico, el suelo que piso; la madre tierra en la que todos tenemos nuestras raíces; la fuente de energía de la cual se alimentan todas las ideas musicales; el auténtico polo procreador de cuyos riñones —en sentido figurado— fluye el semen musical… ¡Esto soy yo! Quiero decir, esto es el bajo. El contrabajo".

"El tiempo lo arrasa todo".

"Después de un concierto estoy completamente empapado de sudor; nunca puedo ponerme dos veces la misma camisa. En el curso de una ópera pierdo por término medio dos litros de líquido; durante un concierto sinfónico, no menos de un litro. Conozco a colegas que corren por el bosque y se entrenan con pesas. Yo no. Pero un día me derrumbaré en medio de la orquesta y ya no me recuperaré jamás. Porque tocar el contrabajo es una cuestión de pura fuerza, la música no tiene nada que ver con ello".

"En realidad, yo diría que el contrabajo es más un estorbo que un instrumento. No se puede acarrear, hay que arrastrarlo y, si se cae al suelo, se rompe. En el coche sólo cabe si se saca el asiento de la derecha, y entonces llena prácticamente el vehículo. En casa se lo encuentra uno por todas partes. Ocupa más sitio que… que un trasto inútil, ¿sabe? No es como un piano. Un piano es un mueble. Un piano se puede cerrar y dejar donde está. El contrabajo no. Está siempre en medio como… Tuve un tío que siempre se encontraba enfermo y siempre se quejaba de que nadie le hacía caso. Así es el contrabajo".

"Cuando vuelva a poseer a una mujer —lo cual no es probable porque ya tengo treinta y cinco años, pero los hay más feos y, además, soy funcionario ¡y aún puedo enamorarme!…".

"Un ejemplo típico del destino de un contrabajo es el mío: padre dominante, funcionario, sin oído musical; madre débil, flauta, amante de la música; de niño idolatraba a mi madre; ésta amaba a mi padre; éste amaba a mi hermana pequeña; a mí no me amaba nadie… (...)".

"Tengo que cambiar once veces de posición. Es un puro deporte de atleta. Hay que pulsar cada cuerda como un loco, observe bien mis dedos. ¡Fíjese! Callos en las yemas, mírelos, y estrías muy duras. En estos dedos ya no tengo tacto. Hace pocos días me quemé uno y no sentí nada, no me enteré hasta que percibí el hedor del callo quemado. Automutilación. Ningún herrero tiene estas yemas".

"Los contrabajos ni siquiera pueden levantarse con comodidad. ¡Los contrabajos —y perdone la expresión— somos en todos los aspectos el último trozo de mierda!
Y por esto digo que la orquesta es la imagen de la sociedad humana, porque aquí, como allí, los que hacen el trabajo sucio son, para colmo, despreciados por los demás".

"La música es… eterna. Goethe dice: «La música está tan alta, que ninguna inteligencia puede superarla y de ella emana un poder que todo lo domina y del que nadie es capaz de dar razón».
Con esto no puedo por menos que estar de acuerdo".

"Se levanta, tropieza con el contrabajo y grita.
¡Esto es una cruz! ¡Siempre en medio del paso, el muy estúpido! ¿Puede usted decirme por qué un hombre de treinta y cinco años, o sea yo, convive con un instrumento que le estorba de modo permanente? ¿Que sólo le estorba desde el punto de vista humano, social, espacial, sexual y musical? ¿Que le imprime el sello de Caín? ¿Me lo puede explicar? Discúlpeme si grito, pero es que aquí puedo gritar todo cuanto quiera. No lo oye nadie, gracias a las placas acústicas. Nadie me oye… Un día lo mataré, un día lo mataré a golpes...".

"¿Sabe una cosa? Cuando se la oye cantar, parece mentira que sea capaz de ello.
Es cierto que hasta ahora sólo ha conseguido pequeñas partes —segunda doncella florida en Parsifal, vestal del templo en Aída, prima en Butterfly y cosas así—, pero cuando canta y cuando yo oigo cómo canta, le digo con sinceridad que se me encoge el corazón, no sé decirlo de otro modo. ¡Y entonces la muchacha se va a un restaurante de pescado con una estrella invitada cualquiera! ¡A cenar mariscos o bullabesa! ¡Mientras el hombre que la ama está en una habitación insonorizada y sólo piensa en ella, con este instrumento informe en las manos al que no puede arrancar ni un solo tono de los que ella canta…!".

"¿Sabe qué necesito? Necesito siempre a una mujer que no pueda conseguir. Pero así como no la conseguiré a ella, no necesitaré tampoco a ninguna otra".

"Es más fácil decirlo que hacerlo".

"Entonces intenté tocar del modo más bello que pude, en la medida en que esto es posible con mi instrumento. Y pensé: será una señal: si llamo su atención tocando mejor que nunca, si mira hacia aquí, si me mira… será la mujer de mi vida, será mi Sarah para toda la eternidad. Por el contrario, si no me mira, se acabó todo. Sí, tan supersticioso se puede llegar a ser en las cosas del amor".




Patrick Süskind

martes, 15 de mayo de 2018

Citas: El caballero de la armadura oxidada - Robert Fisher

"Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana, vivía un caballero que pensaba que era bueno, generoso y amoroso. Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos, que eran malos, mezquinos y odiosos".

"—Otra canción cantarías si fueras tú el que estuviera atrapado aquí —gruño el caballero.
Bolsalegre continuó:
—A todos, alguna armadura nos tiene atrapados. Solo que la vuestra ya la habéis encontrado".

"—¡Pero no puede ser! —Exclamó el caballero —Merlin y el rey Arturo vivieron hace muchos años.
Bolsalegre replicó:
—Es verdad, pero aún vive ahora. En los bosques del sabio mora.
—Pero esos bosques son tan grandes... —dijo el caballero —¿cómo lo encontraré ahí?
Bolsalegre sonrió.
—Aunque muy difícil ahora os parece. Cuando el alumno está preparado, el maestro aparece".



Robert Fisher

viernes, 11 de mayo de 2018

Citas: Cartas - Alejandra Pizarnik/León Ostrov



"Todavía me contemplo, asombrada de estar viva. Hubiera querido esperar varios días y después escribirle una hermosa y —dentro de lo posible— poética carta. Pero ahora no quisiera otra cosa que llorar y que usted me pregunte por qué".

"La verdad es que acá me muero de miedo. No sé si ello responderá a mi inmensa capacidad de temer o si la realidad contiene verdaderamente causas que lo desaten".

"¿Acaso las demás tienen menos miedo que yo? En realidad también están asustadas pero no como yo…".

"¡Oh perdón por esta monotonía, perdón por esta carta espantosa, perdón por haberlo conocido, y por haber nacido! Pero ya se arreglará —siempre que se me pasen los dolores, apenas puedo escribirle— de cualquier modo todo seguirá igual".

"Estoy en otro planeta y nada en él me enamora".

"No hay duda: lo difícil es aceptar la vida".

"La única solución es ser valiente".

"En suma, dejaré de analizarme. No sé si mi decisión es definitiva, ¡cómo puede serlo si todo vuela, si a cada instante mi yo se alimenta de las cenizas de un yo anterior!".

"Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré, siquiera, que hay un «saber volver». Ni lo querré, acaso".

"Hace tanto que no digo «yo» y hablo de mis miserias. Y me hubiera gustado tanto, digo, que mi carta fuera eufórica y maravillada. Pero para eso me tendrían que asesinar antes: «no me podrán quitar el dolorido sentir»…".

"Hasta mi cuerpo presenta signos de la lucha: estoy enferma porque bebo y bebo cuando estoy enferma. Además, descubrí que el chocolate me hace mal por lo cual se me convirtió en una necesidad semejante a una droga. A veces me hundo en un cine para escapar, por unas horas, a mis necesidades, mis compulsiones viciosas".

"Esta carta parece la de un espíritu. No hay sangre en ella. No encarna en actos, en sucesos, en nombres propios. Pero se acerca, en parte, a la verdad".

"Gracias por su carta. Jamás he recibido y bebido palabras con tanta intensidad como las suyas. Justamente la noche anterior me había hecho una orgía de autoconmiseración, de nadie te recuerda y todos te olvidan. Pero desperté y vi su carta. Entonces el enemigo se corrió".

"Pero quiero mi tiempo para mí, para perderlo, para hacer lo de siempre: nada".

"Hago —se hacen— algunos poemas. Cuando los corrija le enviaré algo. Sigo dibujando pequeños monstruos. Y leo al «perro de Lautréamont». Escribo minuciosamente mi diario. Y envejezco. Cumplí años y soñé que me decían: «el tiempo pasa». Pero no lo creo".

"Mi único ruego constante es que no me abandone la fe en algunos valores espirituales (poesía, pintura). Cuando me deja temporariamente viene la locura, el mundo se vacía y rechina como una pareja de robots copulando".

"Y descubrí que se puede hacer poemas sin tener nada pensado, sin pensar, sin sentir, sin imaginar, en cualquier instante y a cualquier hora. En suma, «el poema se hace con palabras…». Y con ganas de hacerlo, agrego".

"«Pero no puedes pasarte la vida encerrada leyendo y haciendo poemas como Calipso, la tortuga electrónica–poeta». ¿No puedo? ¿No se puede? ¿Por qué no se puede? ¿Por qué hay gente que trabaja diez y quince horas por día en lo que le gusta y no siente que «no se puede»? Pero «no se puede»".

"Pero mi sueño, mi aspiración más grande se enlaza a mi signo astrológico: Tauro —el mismo que el de Balzac— signo asociado a la fecundidad, a la capacidad de trabajo, a la voluntad, del que estoy desviada por alguna aberración pero gimiendo siempre por incorporarme a sus fieles: sólo seré feliz cuando escriba innumerables volúmenes, cuando escriba sin detenerme durante días y meses y años. Pero qué quiero escribir o sobre qué, me pregunto, si en mí hay sólo silencio. Pero no me convenzo. Y la vieja aspiración sigue, frustrada y persistente".

"Dos semanas sin ver nada, sin visitar a nadie, sino como empujada por algo o alguien terriblemente fuerte, y yo me decía: trabajá, si trabajás te vas a salvar".

"No estoy muy angustiada ni muy triste pero no puedo pensar en las cosas concretas. No me interesan".

"Me pidió también una chica que hace cine y televisión que colabore con ella en un film corto sobre un desencuentro amoroso. Le di ideas buenas. Pero hacer los diálogos me es imposible. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie".

"Hoy hice los poemas, necesito escribirle y medito en la muerte y en lo de siempre. Estoy absolutamente convencida de que la vida es invisible. Ejemplo: estamos muertos".

"Lo que sucede es que no deja de parecerme irrisorio y sorprendente donar siete horas de mi día, donarlas así, sabiendo que la muerte existe, y muchas cosas hermosas existen, y muchas cosas terribles, y trabajar así, como si no pasara nada, como si uno no viniera a la tierra por un tiempo breve".

"Todo esto me asombra profundamente, pero considerando racionalmente que hace un mes yo me  quería suicidar, considerando que la imagen de mi vida era un golpearse la cabeza en la pared, y que ahora, cuando salgo de aquí, sólo tengo sed de cosas bellas, considerando todo esto, creo, en fin, que todo irá mejor".

"Arregle sus cosas, acepte que en esta breve vida —es inevitable— tenemos que dormir y trabajar a veces en cosas que no nos interesan del todo, es decir, reducir las horas de la contemplación y de la tarea que expresa nuestra vocación mejor. Todo eso que, aparentemente es perder tiempo puede, en definitiva, no serlo".

"Pero algo me dice que sólo se aprende lo que se ama y que la cultura, el conocimiento, es sólo cuestión de amor".

"En fin, le envío unas pocas líneas para que sepa que estoy, que vivo, y que si no escribo es porque no puedo.
Mi vida aquí viene y va, es la corriente de siempre, esperanza y desesperanza.
Ganas de morir y de vivir. A veces el orden, a veces me devora el caos. Creo que actualmente es lo segundo. Tal vez le escribo por eso".

"La fecha de la probable partida, la fecha anual, mi primer año en París, pasó imperceptible. En verdad, París es el pretexto, el lugar de ensayo, sólo por ver si puedo vivir, aprender a vivir".

"Sé que soy poeta y que haré poemas verdaderos, importantes, insustituibles, me preparo, me dirijo, me consumo y me destruyo".

"Mi pasión por esa periodista persiste. La encontré por azar varias veces. Un ser casi despreciable, que no sabe nada ni comprende nada de las cosas serias e importantes. Pero nada más fácil que desechar su realidad molesta, de desnudarla en mi memoria y vestirla del color de mis deseos. Pero ¿quién hablará del amor? No yo. Yo amo. Y cuanto más comprendo su inexistencia y su condición de fantasma, más la amo concretamente".

"Pero en verdad estoy sola pues ninguno me es imprescindible y hablo y saludo y realizo mi comedia social para no perder todo contacto humano.
Pero tal vez es ya tarde para reanudar las relaciones simples y fáciles, el placer de conversar, de estrechar manos. Sólo me reconozco en mi nostalgia".

"Hablar varios idiomas es no hablar ninguno".

"Me gustaría decirle más. He mirado tanto y pensado y observado tanto estos días. Pero tal vez lo escriba, tal vez un cuento, una crónica sobre mi descubrimiento de lo idiota que puede ser la gente, que es. Y no obstante estoy triste por ello, por darme cuenta, yo sí y ellos no".

"A mí de cuidarme y protegerme ahora: lo difícil, cómo quererse, cómo guardarse y no hacerse daño".

"He visto rostros maravillosos, he jugado el terrible juego de las miradas sin desenlace (yo en un café y una mujer misteriosa que se acerca y se sienta en la mesa de al lado y no hace más que mirarme; esto duraba horas; levantarme y sentir que me sigue, pero mirarla de nuevo y ver que no es la de recién sino otra, una nueva, et c’est toujours la seule, —ou c’est le seul moment. No es que yo exija nada, pero me pregunto si hay derecho de jugar de esta manera para nada, si hay derecho a jugar de esta manera con algo tan serio como la mirada)".

"Aquí todos hablan de la bomba atómica y de la venida del final de los finales.
Cómo hacer, después, para despeñarse en la hoja en blanco y pelear con las palabras. Me pregunto quién me da fuerzas, quién me hunde en el silencio fantasma de las palabras".

"A los 25 años puedo decir: «Cansada de la edad…». ¿Es esto la adultez que llega definitivamente? No sé, no comprendo nada. Pero es bueno leer y doblemente bueno escribir".

"Si cierro los ojos no tengo adónde huir. Por eso estoy tan triste: tal vez las fantasías absurdas de mi adolescencia y los amores inventados eran los que me conducían a la «realidad». Ahora hay como ausencias palpables en donde hubo presencias invisibles".




Alejandra Pizarnik

martes, 8 de mayo de 2018

Citas: Toc Toc - Laurent Baffie

"CAMILO.— (recuperando el aliento)… Buenas tardes.
Fred le saluda con un gesto de la cabeza.
CAMILO.— Perdone que llegue sin aliento, pero es que he subido por las escaleras. ¡4 pisos! 88 escalones con exactitud y un desnivel de 22-23 metros, grosso modo, que he conseguido hacerme en 28 segundos y 73 centésimas. A mi edad no está tan mal, ¿no? Todavía no hay quién pueda conmigo y eso que me paso diez horas al día clavado al asiento del taxi. Ya sabe… ¡ejercicio del bueno!
FRED.— (con un gesto obsceno) «¡Hijo puta!».
CAMILO.— ¿Perdone? (Pausa) ¿Podría repetir? (Pausa) ¿Me lo imagino o acaba de insultar a mi santa madre?
FRED.— No, no. Le ruego que me disculpe. No lo hago adrede".

"CAMILO.— (acercándose a Fred, amenazante) ¿Cómo que no, si me acabas de pedir perdón por llamar puta a mi madre? ¿A ti nunca te han cruzado la cara, verdad?
FRED.— Por favor, le pido de nuevo que me disculpe. Soy una simple víctima de lo que los especialistas llaman el «Síndrome de Tourette». Sí, sí. Lanzo insultos y gestos obscenos a la gente sin querer. La culpa no es del todo mía. Se me escapan por la boca sin control".

"BLANCA.— (a Fred) Perdone, ¿sabe usted dónde está el baño?
FRED.— No tengo ni idea, lo siento.
CAMILO.— (señalando hacia el baño) Creo que es, en el pasillo, la primera puerta a la
derecha.
BLANCA.— (tomando un dispensador de jabón de su maletín) Gracias.
Blanca echa a andar hacía el baño.
FRED.— «¡Cagona de mierda!» (A Camilo) No, no, esta vez sin disculpas".

"Blanca se mira las manos, coge el dispensador de jabón y se va al baño.
CAMILO.— (susurrando con fuerza) ¡¿OTRA VEZ?!
FRED.— (mirando en sus documentos) ¡Aquí está! El término exacto es…
CAMILO.— (mirando hacía el baño, pensativo) ¡Toca cojones! Perdone, eh, esta vez mea culpa. (Pausa) Anda, que si se me está pegando lo suyo…".

"FRED.— No, pero yo tampoco tengo prisa. Si le viene bien, le dejo pasar la primera.
MARÍA.— Gracias caballero. Es usted muy amable.
CAMILO.— ¿Lo ve? Si ya le decía yo que era buena gente.
FRED.— «¡Tócamela!»
MARÍA.— ¡Jesús, María y José!
CAMILO.— Lo que no quita para que siga siendo buena gente".

"CAMILO.— (cerrando la ventana) A ver, a partir de ahora… ¡prohibido interrumpirse!
FRED.— «¡Capullo!»
CAMILO.— Menos Fred, claro está, que lo no hace adrede".

"MARÍA.— (...) ¿Usted cree que estoy loca?
FRED.— (A María) Claro, no. Que tengamos un problema no quiere decir que estemos locos, quédese tranquila".

"CAMILO.— Suerte. (A María)¡Espere, leo yo! (Camilo coge una tarjeta y la lee). «Conviértase inmediatamente al Islam».
MARÍA.— Pero, ¿¿¿qué tarjeta es esa??? (María le arranca la tarjeta delas manos a Camilo) «Multa por embriaguez: veinte euros»".

"FRED.— ¿Por tandas?
PEP.— Sí, durante un intervalo de tiempo X todo el grupo se centra en una persona.
BLANCA.— Sin tocarse, espero.
CAMILO.— Señora, que no es una orgía".

"BLANCA.— Estoy completamente de acuerdo. Si no somos capaces de respetarnos entre nosotros, teniendo problemas similares, tampoco se puede esperar que la gente sea luego tolerante con uno mismo".

"BLANCA.— (consolando a Lilí) No pasa nada. Llorar es bueno para descargar".

"BLANCA.— Es cierto que siempre me lavo las manos cuando alguien me toca o cuando yo toco a alguien. Pero en ese momento no se me pasó por la cabeza, no sé por qué.
FRED.— Yo sí lo sé. Es porque al cogerle la mano a Lilí la ha dado usted su amistad. Y la amistad nunca es sucia".




Laurent Baffie

sábado, 5 de mayo de 2018

Citas: Deprimencia - Elmer Ruddenskjrik

"Sí, sabía lo que sentían las arañas… Siempre ardiendo, a veces  rompiendo a sudar de auténtico sofoco, agobiada de calor y peste; a veces sintiendo la piel repentinamente helada mientras su interior bullía de ira".

"Al fondo, asomando desde el umbral de la puerta de la cocina, a mano izquierda, una sombra se iba haciendo más larga según se arrastraba su dueño hacia el 
corredor".

"Deprimencia no estaba de buen humor ese día. Nunca hubiera podido decirse que estuviera alegre alguna vez, siempre se debatía entre la más absoluta indiferencia y una intolerable repulsa, como toda sensación de estados de ánimo (...)".

"Permanecía con la vista clavada en la pared del pasillo más allá de la puerta de entrada a la cocina, pensando en volverse a su cuarto cuanto antes".

"—¡Psé! —hizo él, acompañando ese ruido silbante de una sacudida espasmódica de todo su temblequeante ser de grasa envuelta en piel—. ¡Pareces una tarada, niña!
Y soltó una carcajada falsa, para nada de verdadera diversión, tan sólo hiriente, para dejar claro que pretendía reírse de ella.
Deprimencia no dijo nada, no se movió lo más mínimo, ni siquiera se dignó a mirarle. No parpadeaba. Inmóvil".

"Salió allí donde siempre le habían dicho que sólo había muerte, allí donde era todo olvido; salió donde nada ni nadie podía vivir".




Elmer Ruddenskjrik

martes, 1 de mayo de 2018

Citas: La biblioteca secreta - Haruki Murakami


"—Bienvenido, jovencito —dijo el anciano—. ¿Qué desea?
—Busco un libro —dije con voz insegura—. Pero parece que está usted ocupado, así que ya volveré otro día.
—¡No, no! Sí, sí, es evidente que estoy ocupado —dijo el anciano—. Pero en esto consiste precisamente mi trabajo. Así que ¿cuál es el libro que desea que le busque? Usted dirá.
«¡Qué manera tan rara de hablar!», pensé. La cara del anciano no era menos inquietante que sus palabras. De las orejas le brotaban largos pelos. La piel le colgaba del mentón como si fuera un globo reventado".

"—No se trata de saber o no saber —dijo el anciano—. Yo, a tu edad, solo con poder leer ya era feliz".

"—Bueno, bueno —dijo el anciano —. ¿No entras?
—¿Ahí?
—Exacto.
—Pero si está completamente a oscuras —protesté. Al otro lado de la puerta, las tinieblas eran tan negras como un agujero en el espacio".

"—Y si me aprendo de memoria los libros tal como me ha dicho ¿me dejarán salir dentro de un mes?
—No, lo dudo.
—Pues, entonces, ¿qué diablos pasará conmigo?
—Es un tema un poco delicado —dijo el hombre-oveja ladeando la cabeza.
—¡Por favor! Dime la verdad. Mi madre me está esperando, preocupada, en casa.
—Pues la verdad es que van a cortarte la cabeza con una sierra. Y después te sorberán los sesos".

"A las siete llamaron suavemente a la puerta. Con unos pequeños golpes.
—Sí —dije.
Se oyó girar la llave en la cerradura y entró una chica empujando un carrito.
Una chica tan hermosa que de solo mirarla, dolían los ojos".

"La chica se me acercó y posó una mano sobre la mía. Una mano pequeña, suave. Mi corazón estuvo a punto de desgarrarse, sin un sonido, en dos".

"La luna parecida a una cuchilla de afeitar arrojaba unos rayos de luz enigmáticos como un conjuro sobre la piel suave de la joven.
«Es una luna preciosa», repetía la joven. «La luna nueva cambiará nuestro destino».
—¡Ojalá fuera así! —decía yo".

"—¿Tienes alguna queja?
—Sí —dije—. ¿Y mi madre? ¿Y el estornino? ¿Se encontrarán bien? Estoy muy preocupado por ellos.
—La vida continúa —dijo el anciano con rostro malhumorado—. Todos y cada uno de nosotros pensamos en nosotros mismos. Todos y cada uno de nosotros seguimos viviendo. Incluida tu madre, incluido tu estornino. No hay cambios. El mundo sigue girando como si nada".




Haruki Murakami