martes, 22 de mayo de 2018

Citas: El diario de la princesa Leia - Carrie Fisher

"Me gustaba ser la princesa Leia. O que la princesa Leia fuese yo. 
Con el tiempo nos fusionamos en una sola persona; no creo que nadie pueda pensar en Leia sin que yo merodee también por sus pensamientos. Y no estoy hablando de masturbación".

"Inyectarte anfetaminas durante trece años puede estropear cualquier carrera; preguntad por ahí".

"Acabé leyendo para la película con un nuevo actor, a quien no había visto antes, ni él a mí. Apuesto a que más de una vez se habrá arrepentido, si es que es capaz de  arrepentirse de algo. Estoy hablando de Harrison Ford".

"Estaba lloviendo en Los Ángeles, donde nunca llovía.
¡Llovía en Los Ángeles y yo era la princesa Leia! Nunca antes había sido la princesa Leia, y ahora lo sería eternamente. Nunca dejaría de serlo. Entonces no sabía cuán profundamente cierto era eso ni cuánto duraba le eternidad".

"También fue por aquel entonces cuando me enamoré perdidamente de un producto que realzaba el maquillaje y que sigue avergonzándome: el brillo de labios. Me aplicaba tal cantidad que si alguien trataba de besarme corría el riesgo de resbalar y caer al suelo".

"—No me molesta demasiado que me hagan esperar —dijo Mark mientras echaba queso rallado en su plato de pasta—. No me gusta, desde luego, pero hay formas de no aburrirse.
—¿Ah, sí? —dijo Harrison con voz cansina—. ¿Cuáles? ¿Poner la correspondencia al día o aprender a tocar la cítara?
Escuché con atención. Todo dependía de que lograse participar en esa conversación al tiempo que procuraba fingir de la mejor manera posible que no le daba la menor importancia.
—Pagaría muchos dólares duramente ganados por verte tocar la cítara —dije con timidez, deseando causar una buena impresión.
Harrison me lanzó una breve mirada desde el otro lado de la mesa y se acarició el mentón mientras reflexionaba sobre mis palabras. Apretó los labios, entornó los ojos y preguntó:
—¿Cuánto? 
Aguardó mi respuesta con expresión tranquila y cómplice; no sonreía, pero tampoco dejaba de hacerlo. Por debajo de la mesa tiré de un pellejo de mi pulgar y lo arranqué, repentinamente confusa. ¿De qué estábamos hablando? ¿Por qué me miraba así? ¿Tenía comida en la cara? Contemplé a los demás comensales y comprobé que todos me observaban. ¿Por qué? ¡Seguro que tenía comida en la cara! Me restregué las comisuras de la boca con la mano, en la que vi una pequeña mancha de sangre".

"Harrison arrojó su Camel sin apenas haberlo fumado y tosió.
—¡Bien! —dijo, dirigiéndose a todos. Después me miró y añadió—: Puedo dejarte en tu casa: me queda de paso.
Me cogió del brazo y me condujo hacia Piccadilly Circus.
—¡Buenas noches! —logré decir mientras Harrison me arrastraba por la calle y me alejaba de ellos".

"Harrison me cogió del codo y nos metió a todas en el asiento trasero de un taxi.
—¿Dónde vives?
—¿Que dónde vivo? —dije, parpadeando.
—¿Adónde vamos, chicos? —El chófer metió la primera y el taxi arrancó—.
También puedo llevaros a dar un paseo, es vuestro dinero".

"—Muy bien —dije—. A Esmond Court, a la altura de Kensington High Street.
—Perfecto, señorita. Estaremos allí en un periquete —dijo el taxista con su acento cockney del este de Londres, como el de Dick Van Dyke, el mismo que tanto me hubiera gustado tener—. Eso está detrás de Barkers, ¿no?
Estaba a punto de contestar cuando Harrison me arrastró hacia atrás, cada vez más cerca de él, cara a cara, hasta que nos convertimos en dos rostros con cuatro ojos y una sola boca, como si ensayáramos esos besos que nos daríamos un año y medio después en Episodio V: El imperio contraataca… Por lo visto, queríamos adelantarnos a ello".

"—Hasta luego, amigo —dijo el taxista cuando Harrison le pagó.
Luego arrancó y nos dejó allí plantados.
—¿Quieres subir? —pregunté.
Era una pregunta absurda. Tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a reír.
—Por supuesto —respondió.
Metí la mano en el bolso en busca de las llaves. Leia las encontró y lo condujo hasta su apartamento, y Carrie pasó lo que quedaba de la noche rodando secuelas con su futuro esposo cinematográfico. ¿Cómo acabaría todo? ¿Acabaría? Y ¿cómo quedaría yo cuando acabara?".

"Tras dejar atrás nuestra afable ordalía, Harrison se durmió y yo intenté imitarlo.
Era realmente guapo… Le perdoné que no me amara como yo esperaba… y casi me perdoné a mí misma por esperar que lo hiciese".

"Escribí aquel diario por dos razones, la primera es que escribo desde los doce años. Plasmar algo en una página, donde ya no puede hacerme daño, parece calmarme de un modo que me recuerda aquel refrán según el cual «mejor una casa vacía que un inquilino desdichado». Y no es que escribir en mi cuaderno me ayudara a vaciar mi mente —como algunos podrían argumentar—, pero me sentía agradecida por poder librarme del exceso de peso".

"El silencio habla en voz más alta que las palabras: grita «¡ABURRIDO!». Él es aburrido e intenta que, más que un accidente, parezca una decisión".

"No solo debes leer entre líneas, sino que has de rellenarlo por completo.
Porque él no está allí. Convertirlo en alguien importante en tu vida exige una gran imaginación".

"Para amar a alguien, tiene que quedarse quieto; mis opciones siempre están huyendo".

"Creo que si pudiera darle un nombre a lo que siento, desaparecería. Encontrar la palabra que describe ese sentimiento y repetirla una y otra vez hasta que solo sea un sonido".

"Quisiera que me amaras más, para que yo pudiese amarte menos.
—Yo no".

"Mi corazón de Aquiles. Atrapada sin ancla en medio de un remolino, relajándome y hundiéndome tranquilamente por una de las numerosas últimas veces".

"Necesito escribir, me mantiene concentrada durante el tiempo suficiente para completar un pensamiento. Dejar que cada hilo de mis pensamientos llegue a su propia conclusión y permita que comience uno nuevo. Me ayuda a seguir pensando. Temo que si dejo de escribir, dejaré de pensar y empezaré a sentir".

"Me gustaría ser incapaz de oír mis pensamientos. No dejo de oír el parloteo de mi mente, sola y allí arriba. Ojalá me diera una maldita tregua. Escribe, no pienses, escribe. No estás pensando correctamente, señorita Fisher, sugiero que escribas".

"¿Cuál es el acertijo?
Yo hablando tanto
Y diciendo tan poco".

"Ella: Uno de nosotros es aburrido.
Él: ¿Por qué dices eso?
Ella: Porque… no hacemos más que estar sentados aquí sin hablar.
Él: ¿Y eso qué tiene de malo?
Ella: Pues no lo sé. Quizá nada… solo que no nos necesitamos mutuamente para hacerlo.
Él: ¿Hacer el qué?
Ella: Permanecer callados".

"Ojalá pudiera marcharme a alguna parte; el único problema es que yo también tendría que ir".

"Mis esperanzas no son grandes, y da la casualidad de que yo tampoco".

"Un día vino una niñita a la que le habían dicho que conocería a la princesa Leia; imaginaos su emoción… hasta que me vio.
—¡No! —chilló, apartando la cabeza—. ¡Quiero la otra Leia, no la vieja!
Su padre se sonrojó y luego se inclinó hacia mí, murmurando:
—Bueno, no quiso decir eso. Acabamos de ver las primeras tres películas y nos gustaste tanto en ellas…
—¡Por favor! —lo interrumpí—. No tienes por qué disculparte por que le parezca más vieja a tu hija después de cuarenta años. Yo también me veo más vieja y no me pido disculpas… aunque a lo mejor debería hacerlo".




Carrie Fisher

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