sábado, 28 de julio de 2018

Citas: Si no despierto - Lauren Oliver


"Las cosas que querría recordar; las cosas por las que querría que me recordaran".

"Cosas como esa ocurren a diario en miles de colegios de todos los rincones de Estados Unidos, y supongo que del mundo: siempre hay niños que se ríen de otros niños. De hecho, lo de hacerse mayor consiste, básicamente, en aprender a reírte tú para que no se rían de ti".

"Una vez leí que la sensación de déjà vu ocurre cuando las dos mitades del cerebro trabajan a velocidades distintas: la mitad derecha va con unos segundos de retraso respecto a la izquierda, o viceversa. Las ciencias no son mi fuerte, así que no entendí muy bien el artículo; pero aun así, comprendí más o menos por qué ocurre la extraña duplicación de sensaciones que te provoca el déjà vu, como si el mundo se partiera en dos… o como si tú te partieras en dos".

"A partir de cierto punto, el cerebro deja de aplicar la lógica. A partir de cierto punto se rinde, se apaga, desconecta. Aun así, mientras Lindsay mete las ruedas del coche en uno de los parterres del jardín para dar la vuelta, me doy cuenta de que estoy asustada".

"A lo mejor, cuando uno se muere se queda suspendido en el tiempo, encerrado en una pequeña burbuja para siempre".

"Creo que nunca en mi vida me había sentido tan sola.
Lloro hasta que me asombra que un ser humano pueda expulsar tantas lágrimas.
Es como si mi cuerpo hubiera estado lleno de agua de la cabeza a los pies".

"Otra cosa que merece la pena recordar: la esperanza nos mantiene vivos. Incluso cuando estamos muertos, nos mantiene vivos".

"Tengo la mente llena de ideas y palabras desordenadas. No sé si gritar que se calle y me deje en paz, o que sí, que quiero disfrutar de la vida; pero solo soy capaz de cerrar los ojos e imaginar que los segundos son gotas de agua que caen en un pozo sin fondo".

"—Juliet Sykes ha muerto. Se ha pegado un tiro.
Silencio. Silencio absoluto. Ally se deja las uñas en paz y Lindsay se queda absolutamente inmóvil. Yo estoy tan impresionada que durante varios segundos mi corazón deja de latir. Noto una sensación de extrañeza, como si me hubieran sacado de mi propio cuerpo y ahora estuviera viéndolo desde lejos; como si, por unos momentos, no fuéramos más que las fotografías de nosotras mismas".

"—Quizá deberíamos habernos portado mejor con ella —susurra Elody, mirándose los pies como si le diera vergüenza decirlo.
—Venga ya —bufa Lindsay—. Qué pasa, ¿te tiras toda la vida tratándola como a un trapo y luego te sientes mal cuando se muere?
Elody levanta la cabeza y se queda mirando a Lindsay.
—Pues sí, me siento mal —replica alzando la voz.
—Pues entonces eres una hipócrita —le espeta Lindsay—. No hay nada peor".

"Esta es una de las cosas que aprendí aquella mañana: si cruzas una raya y no pasa nada, la raya deja de tener significado. Si cae un árbol en medio del bosque y no hay nadie que lo oiga, tal vez el árbol no haga ruido al caer.
Puedes trazar la raya más y más lejos, y seguir cruzándola una y otra vez.
Supongo que es así como algunas personas acaban por salirse del mundo. Es sorprendente lo fácil que resulta escapar de la órbita normal, volar hacia un sitio en el que nadie puede alcanzarte. Perderse, perderlo todo.
Aunque tal vez esto no te sorprenda. Tal vez ya lo sepas. Si es así, solo puedo decirte una cosa: lo siento".

"—¡No deberías criticar a la gente solo porque no es tan perfecta como tú! Eso duele, ¿sabes? —exclamo.
Se queda con la boca abierta.
—Yo no he dicho que…
—Si no puedo ser como tú, no es culpa mía, ¿te enteras? Yo no me levanto por la mañana pensando que el mundo es un lugar alegre y feliz. ¡No soy así, no puedo! Y no tengo arreglo.
En realidad quería decir «no tiene arreglo», pero he dicho lo que he dicho y ahora estoy a punto de llorar. Respiro hondo para contener las lágrimas, apartando la cara para que Kent no vea mi expresión.
Se hace un silencio que dura siglos. Luego Kent me posa la mano en el codo durante un instante, tan levemente como si su mano fuera una mariposa que me rozara con las alas. Un escalofrío me recorre de la cabeza a los pies.
—Solo iba a decirte que estás muy guapa con el pelo suelto. Nada más —asegura con voz grave y firme.
Me esquiva para acercarse al primer escalón, pero antes de emprender la bajada se vuelve y me observa. Aunque su mirada es triste, en sus labios parece dibujarse una minúscula sonrisa.
—No hay nada en ti que tengas que arreglar, Sam".

"Así son las verdaderas amigas; así actúan. Evitan que te des de bruces contra una realidad bastante más amarga que las fantasías".

"Se ha sentado a mi lado con las piernas cruzadas, no lo bastante cerca para tocarme, pero sí lo suficiente para que note la proximidad de su cuerpo".

"—Lo del cartel iba más bien por el resto de la gente —añade—. Me daba miedo que la gente entrara y rompiera las cosas de mis padres… No sé, la verdad es que esta es la primera fiesta que monto en casa.
—¿Y por qué lo has hecho? —pregunto, simplemente para continuar la conversación.
Kent suelta una carcajada breve.
—Porque pensé que, de ese modo, lograría que vinieras".

"—Tengo que marcharme —digo incorporándome, y al hacerlo descubro que aún tengo dificultades para mantener el equilibrio.
—Ay, ay, ay… —canturrea Kent mientras se pone de pie y me ofrece una mano en la que apoyarme—. ¿De verdad estás bien?
—Pues…
(...)
—… en realidad, no quiero ir a casa —concluyo.
Kent no me pregunta por qué, cosa que le agradezco en silencio. Se limita a meterse las manos en los bolsillos; la luz le perfila la cara y forma a su alrededor una especie de aura.
—Si quieres… —Traga saliva—. Si quieres, puedes quedarte aquí".

"Estudio su expresión. Afortunadamente, no se distingue casi nada: no me quiero ni imaginar la cara que tengo en estos momentos.
—Bueno, no me refiero a que te… te quedes a dormir conmigo, ni a… —balbucea, hecho un lío—. Por supuesto que no. Me refería a que… bueno, que tenemos un par de habitaciones para invitados, con las camas hechas y tal. Las sábanas están limpias, porque cuando alguien se queda a dormir…
—Vale.
—… las cambiamos, claro, porque las sábanas usadas son una asquerosidad. Además viene una señora a limpiar dos veces por semana y…
—Kent. Te he dicho que vale. Me gustaría quedarme a dormir. Si no te importa, claro.
Se queda unos segundos boquiabierto, como si no se creyera lo que acaba de oír.
Luego se saca las manos de los bolsillos, las abre y las cierra, las levanta y finalmente las deja caer.
—Ah, vale, vale, yo… estupendo".

"En fin, lo que quiero decir es esto: tal vez tú puedas permitirte el lujo de esperar.
Tal vez para ti haya un mañana. Tal vez para ti haya mil mañanas, o tres mil, o diez mil, y te quede tanto tiempo que puedas bañarte en él, entretenerte, dejar que se te escurra entre los dedos. Tanto tiempo que puedas desperdiciarlo.
Pero para otras personas, solo queda un hoy. ¿Y sabes qué? Es imposible saber a cuál de los dos grupos perteneces".

"Mi madre baja la voz.
—Te das cuenta de que se pasará el día dándote la lata, ¿verdad? ¿No prefieres quedarte sola?
Sé que espera oírme decir que sí. Durante años, esa ha sido la frase más repetida en mi casa: «Sam prefiere quedarse sola». Y otras como: «¿Quieres cenar? Sí, pero me subo la cena a mi habitación». «¿Voy contigo? No, quiero estar sola». «¿Puedo pasar? No, déjame tranquila». «No entres en mi habitación». «No me hables cuando estoy al teléfono». «No me digas nada mientras estoy escuchando música». Sola,sola, sola.
Sin embargo, las cosas cambian cuando te mueres. Supongo que será porque morirse es lo más solitario que se puede hacer".

"Es raro lo mucho que cambia la gente. Cuando era pequeña, lo que más me gustaba del mundo era montar a caballo, zamparme un «Especial Glotones» o ir al Alto del Ganso; pero luego, con el paso del tiempo, esas cosas fueron cayendo una tras otra y en su lugar aparecieron las amigas, el Messenger, los móviles, los chicos, la ropa… Si lo piensas bien, resulta un poco deprimente. Es como si la gente no tuviera consistencia; como si al cumplir doce o trece años, cuando los mayores empiezan a considerar que ya no eres una niña, algo se rompiera en tu interior y te transformaras en una persona completamente diferente. Una persona tal vez menos feliz; una persona tal vez peor".

"Estábamos discutiendo sobre lo que significaba el título de una novela de Thomas Wolfe llamada Nunca puedes volver a casa; según la profesora, si no es posible regresar a los sitios de  los que has partido, no es porque los sitios cambien, sino porque cambias tú. Como ya no eres la misma persona, no puedes ver las cosas igual que antes".

"—Izzy…
—¿Qué?
—Oye… ¿Se burlan de ti los demás niños por tu manera de hablar?
A pesar de todas las capas de ropa que lleva, noto que el cuerpo se le tensa.
—Sí, a veces.
—¿Y por qué no haces un esfuerzo para cambiar? Podrías aprender a pronunciar bien, ¿no crees?
—Pero es que yo hablo así —replica, con voz tranquila pero convencida—. Si hablara de otra manera, ¿cómo sabrías que yo soy yo?".

"Hay tantas cosas que querría decirle, tantas cosas que desconoce… (...) que la primera vez que le das un beso a un chico, te pones muy nerviosa y no sientes lo que esperabas sentir, pero que no pasa nada; que solo deberías enamorarte de chicos que se enamoren de ti".

"—Te habría gustado conocerla.
Izzy frunce los labios y deja escapar el aire suavemente.
—Me gustaría que la gente no se muriera —dice.
Noto una punzada en la garganta, pero logro sonreír. Me asaltan dos deseos simultáneos e incompatibles, afilados como cuchillas: «Quiero ver cómo creces» y «No cambies nunca»".

"—Cuando era pequeña me pasaba horas y horas tumbada justo aquí, ¿sabes? Me ponía boca arriba y me dedicaba a mirar el cielo. Izzy se da la vuelta hasta quedar de espaldas.
—¿A que el cielo sigue siendo igual?
La simplicidad de sus palabras hace que casi me ría. Desde luego, tiene toda la razón.
Sí. Exactamente igual.
Tal vez sea así de sencillo: si quieres que todo vuelva a ser como antes, lo único que tienes que hacer es mirar hacia arriba".

"Me sorprende la facilidad con la que cambian las cosas; empiezas a caminar por la calle de todos los días y en cuanto te descuidas acabas en un sitio nuevo. Solo hace falta un paso en falso, una pausa o un rodeo para terminar con nuevos amigos, con mala fama, con un nuevo novio o sin el novio de siempre. Nunca lo había pensado de esa manera; nunca me había dado cuenta. Ahora, sin embargo, tengo la extraña sensación de que todas esas posibilidades coexisten, como si cada instante que vivimos tuviese adosado un millar de posibilidades distintas, un millar de instantes que apuntan en direcciones diferentes".

"Me pregunto si será posible conocer de verdad a los demás, o si tendremos que resignarnos a caminar a ciegas con la cabeza gacha, esperando no chocar contra nadie".

"Pienso en la vez que encontré a Lindsay en el baño del Rosalita y me pregunto cuánta gente guardará secretos en el fondo del vientre, secretos duros y prietos como puños o piedras. Puede que todo el mundo los tenga".

"Me lo estoy pasando estupendamente; aunque hoy no ha ocurrido nada especial, es un día casi perfecto. Imagino que habré tenido días parecidos a este en muchas ocasiones, pero son justamente estos días los que, al final, acabas olvidando. Y ahora me doy cuenta de que eso está mal. Me recuerdo tumbada en la cama, en casa de Ally, preguntándome si había habido en mi vida algún día que mereciera la pena volver a vivir. Y me respondo que sí, que no me importaría vivir  este día una y otra y otra vez, hasta que se gaste la pila del tiempo y se detenga el universo".

"—Esa tía lleva más de veinte minutos ahí dentro —comenta alguien a mi lado.
Al oír esas palabras me pongo tan nerviosa que me dan náuseas. En los baños hay medicamentos. En los baños hay cuchillas. La gente se encierra en los baños para hacer cosas que no pueden hacer en público, como enrollarse o vomitar. O suicidarse".

"—Tenemos una habitación de invitados —dice tímidamente Kent.
Observo su pelo: se ha secado en pequeños mechones y rizos rebeldes.
—No, no me apetece dormir en una habitación de invitados —respondo, resuelta
—. Quiero una habitación de verdad. Una habitación con vida. 
Kent se me queda mirando durante unos momentos.
—Ven conmigo —dice al fin".

"Abro los ojos, me incorporo y me quedo apoyada en un codo.
—Kent.
—¿Sí?
—¿Te importa quedarte un rato conmigo?
Él asiente sin decir nada y empuja la silla del escritorio hasta la cama. Luego dobla las piernas para posar los pies en el asiento, apoya la barbilla en las rodillas y se me queda mirando. A la luz de la luna, su pelo tiene un suave color plateado.
—Kent.
—¿Qué?
—¿Te parece raro que esté aquí contigo?
Cierro los ojos al decirlo: no quiero ver qué cara pone al oír mi pregunta.
—Sam, soy el director de una revista llamada La Tribulación, que leen unas tres personas contándome a mí. Hace tiempo me empeñé en pasar un año entero llevando zuecos de plástico. A estas alturas de mi vida, nada me parece raro".

"En cuanto me duerma, lo perderé.
Perderé este momento para siempre.
—Kent —digo al fin, con la sensación de que la palabra ha tardado una eternidad en viajar desde mi cerebro hasta mi boca.
—¿Sí?
—¿Me prometes que te quedarás aquí conmigo?
—Te lo prometo".

"Muchas cosas se vuelven hermosas cuando las miras despacio".

"Se muerde ligeramente el labio, y en ese momento está tan tierno que casi no puedo soportarlo. Parece nervioso. No es capaz de sostenerme la mirada más de dos segundos; pero cada vez que sus ojos se posan en mi cara, siento que el mundo desaparece y nos quedamos los dos solos en medio de una pradera verde y soleada".

"Siento una punzada de tristeza abrumadora por lo que hemos perdido: en alguna parte de la eternidad, hay una fracción de segundo en la que nuestros labios se encontraron".

"Kent inclina la cabeza a modo de despedida y se va así, sin más ni más, sin decir adiós ni darme un beso, como si necesitara alejarse rápidamente de nosotras.
Me asomo por detrás de Lindsay y le grito:
—¡Hasta luego, Kent! ¡Nos vemos!
Él se da la vuelta, sorprendido, y me dedica una enorme sonrisa.
—Hasta luego, Sam —contesta llevándose la mano a la cabeza para despedirse como los actores de las películas antiguas, y luego sigue caminando a grandes zancadas hacia el edificio principal".

"Me estremezco al darme cuenta de lo fácil que es equivocarse con las personas, de lo sencillo que es quedarse con una parte insignificante de ellas y confundir esa parte con el todo, de lo poco que cuesta mezclar las causas con las consecuencias y al revés".

"—No me conoces —dice con un hilo de voz—. No puedes hacer nada por mí. Nadie puede.
Sus palabras me hacen pensar en lo que le dije a Kent hace solo dos días («No tengo arreglo»), pero ahora sé que estaba equivocada. Todos tenemos arreglo: no puede ser de otro modo, porque solo así las cosas tienen sentido".

"Juliet observa la puerta con una sonrisa en los labios, la sonrisa más triste que he visto nunca. Me gustaría ser capaz de entrar en sus recuerdos y ver lo que ella ve, arreglar lo que se le ha roto".

"Llevo toda la noche —todo el día— pensando en él. Y ahora que está a mi lado, no tengo tiempo".

"El calor me relaja y me adormece, aunque por dentro me revolotean cien mariposas conscientes de que su cuerpo está al lado del mío".

"—Todo lo que ha ocurrido esta noche ha sido espantoso menos esto —digo al fin.
—¿El qué?
Lo señalo a él con un dedo y después a mí. Tú y yo. Todo ha sido espantoso, menos esto".

"—Ah, pues es bueno saberlo —dice él sin dejar de mirarme, y tengo la impresión de que es la primera y la última vez que alguien me mira de verdad—. Porque… 
Se interrumpe mientras sus ojos bajan lentamente hacia mis labios, y me recorre un calor tan intenso que creo que voy a desmayarme de un momento a otro.
—¿Porque? —susurro, sorprendida por ser capaz aún de hablar.
—Porque, sintiéndolo mucho, no puedo evitar besarte ahora mismo".

"—(...) ¿Nunca te da miedo quedarte dormido? ¿No te da miedo lo que viene después?
Me sonríe con tristeza, y por un momento estoy segura de que lo sabe.
—A veces, lo que me da miedo es lo que dejo atrás —dice".

"Y de pronto estamos besándonos de nuevo, con los cuerpos y las bocas fundidos en un único movimiento tan fluido que es casi como si no estuviéramos besándonos sino pensando que nos besamos, pensando que respiramos, y todo es inconsciente, natural, relajado, una sensación que no es de esfuerzo sino de abandono, y es entonces cuando ocurre lo imposible, lo impensable: el tiempo, al fin, se detiene. El tiempo y el espacio menguan repentinamente y luego explotan como un universo en eterna expansión mientras nosotros dos nos quedamos en el borde, palpitando y tocándonos en la oscuridad".

"Pero yo creo que es mejor así, porque si no sería casi imposible despedirse. Saber que vas a hacer algo por última vez es como pensar que tienes que lanzarte por un precipicio: lo único que quieres hacer es tirarte al suelo y olerlo, besarlo, aferrarte a él con todas tus fuerzas.
Supongo que todas las despedidas son como lanzarse al vacío. Lo peor es decidirse. Luego, cuando ya estás en el aire, no te queda más opción que dejarte ir".

"Esta es la primera vez que añoro besar a alguien, la primera vez que me levanto con la sensación de que he perdido algo importante".

"A veces piensas que estás tomando la decisión correcta y terminas por provocar una catástrofe, y otras veces ocurre justo lo contrario".

"La mayor parte del tiempo —el noventa y nueve por ciento de las veces— no tienes ni idea de cómo ni por qué se unen los hilos, pero no pasa nada. Haces algo bueno y algo malo ocurre en consecuencia. 
Haces algo malo y ocurre algo bueno. Te quedas de brazos cruzados y todo estalla.
Y en ocasiones, muy de vez en cuando, por algún milagro del azar y la coincidencia —un millón de mariposas que aletean en el momento justo, haciendo que todos los hilos coincidan durante un instante—, tienes la oportunidad de hacer justamente lo que hay que hacer".

"—¿Ya? —pregunto.
—¿Ha vuelto? —replica ella.
—¿Quién?
—Samantha Emily Kingston. Mi mejor amiga. La única persona heterosexual con la que pienso compartir mi vida —recita señalándome con un dedo acusador—".

"—Ya es demasiado tarde —musita.
—Nunca es demasiado tarde —le respondo".

"Fue entonces cuando comprendí que hay momentos que duran para siempre. Aunque ya hayan pasado, siguen ahí; aunque mueras, esos momentos continúan suspendidos, girando, extendiéndose eternamente. En ellos cabe todo.
En ellos reside el sentido".

"Supongo que es cierto eso que dicen de que son las pequeñas cosas las que importan".




Lauren Oliver 

jueves, 26 de julio de 2018

Citas: Cosmética del enemigo - Amelie Nothomb


"—Caballero, por si todavía no se ha dado cuenta, no deseo hablar con usted.
—¿Por qué? —preguntó el desconocido con descaro.
—Estoy leyendo.
—No, señor.
—¿Cómo dice?
—No está leyendo. Quizás crea que está leyendo. Pero leer es otra cosa.
—Bueno, de acuerdo, no tengo ningún interés en escuchar sus  profundas consideraciones sobre la lectura. Me está poniendo nervioso. Incluso suponiendo que no estuviera leyendo, no deseo hablar con usted.
—Enseguida se nota cuando alguien está leyendo. El que lee, el que lee de verdad, está en otra parte. Y usted, caballero, estaba aquí".

"—¡Si supiera hasta qué punto lo lamento! Sobre todo desde que ha llegado usted.
—Sí, la vida está llena de estos pequeños sinsabores que la perturban de un modo negativo. Mucho más que los problemas metafísicos, son las ínfimas contrariedades las que nos muestran el lado absurdo de la existencia".

"—¿Por qué hace esto?
—Porque me apetece. Siempre hago lo que me apetece.
—A mí me apetecería romperle la cara.
—Mala suerte: eso no es legal. A mí, lo que me gusta en la vida son las molestias autorizadas. Como las víctimas no tienen derecho a defenderse, resultan todavía más divertidas".

"—Me llamo Texel. Textor Texel.
—¿Es un estribillo o qué?
—Soy holandés.
—¿Acaso creía que se me había olvidado?
—Si no deja de interrumpirme, no llegaremos muy lejos.
—No estoy muy seguro de desear llegar muy lejos con usted.
—¡Si supiera! Mejoro cuando me conocen. Basta que le relate algunos episodios de mi vida para convencerle. Por ejemplo, de pequeño, maté a una persona.
—¿Perdón?".

"Creo en el enemigo porque todos los días y todas las noches se cruza en mi camino. El enemigo es aquel que, desde el interior, destruye lo que merece la pena. Es el que te muestra la decrepitud contenida en cada realidad".

"—Ella no me ama.
—¿Pierde el tiempo importunando a desconocidos cuando podría estar
seduciéndola?
—Ya lo intenté.
—¡Pues insista!
—Es inútil.
—¡Cobarde!
—Sé perfectamente que no serviría de nada.
—¿Y se atreve a decir que la ama?
—Está muerta.
—¡Ah!".

"—(...) Mientras tanto, yo había visto su rostro. Nunca me recuperé de semejante emoción. Nada hay en el mundo más incomprensible que los rostros o, mejor dicho, algunos rostros: un conjunto de rasgos y de miradas que, de pronto, se convierte en la única realidad, el enigma más importante del universo, que uno contempla con sed y con hambre, como si un mensaje superior estuviera escrito en él".

"—¿Por qué me cuenta todo esto?
—Al alba, volví a esconderla en una de las catedrales en miniatura. 
Esperé a que los vigilantes abrieran de nuevo el cementerio, a que hubiera gente paseando por allí.
Entonces le dije a la chica que íbamos a salir juntos y que si emitía la más mínima llamada de socorro a quien fuera, le rompería la cara.
—Muy delicado por su parte.
—Cogidos de la mano, abandonamos el cementerio. Ella caminaba como una muerta.
—Maldito necrófilo.
—No. La dejé con vida.
—Qué gran corazón el suyo".

"—Una vez fuera del cementerio, en la calle Rachel, le pregunté cómo se llamaba.
Me escupió a la cara. Le dije que la amaba demasiado para llamarla escupitajo.
—Es usted un romántico".

"—No le he pedido su opinión.
—¿Y qué me pide, exactamente?
—Que me escuche.
—Para eso existen psicólogos.
—¿Para qué iba a visitar a un psicólogo si existen aeropuertos llenos de gente sin nada más que hacer dispuestos a escucharme?
—Lo que hay que oír".

"—Qué divertido es el lenguaje. Un segundo antes de cometer mi acto, era un ser humano; un segundo más tarde, era un violador".

"La miraba con tanto amor que debía de parecer muy amable. Ella me sonrió. ¡Aquella sonrisa! Sentí que el pecho se me abría en dos".

"—Si tanto necesitaba morir para poder expiar sus pecados, ¿por qué no se suicidó?
—¿De qué tonterías románticas me está usted hablando? En primer lugar, no tenía ninguna necesidad de morir, tenía necesidad de que me mataran.
—Es lo mismo.
—La próxima vez que tenga ganas de hacer el amor, deberían decirle: «Mastúrbate. Es lo mismo»".

"—Me está usted mareando con tanto «yo dije…, ella dijo…, yo dije…, ella dijo…».
—En el Génesis, cuando Dios acude a interrogar a Adán después del asunto de la fruta prohibida, así es como el muy cobarde describe el comportamiento de su mujer: «Yo dije…, ella dijo…» Pobre Eva.
—Por una vez estamos de acuerdo.
—Lo estamos mucho más de lo que cree. Yo dije: «Así pues, ¿qué me propone?». Ella dijo: «Desaparezca para siempre». Yo dije: «Ni hablar. La amo demasiado para eso. Necesito que ocurra algo»".

"—¡Qué manía ésa de calificar de locos a aquellos a los que no comprendemos! ¡Qué pereza mental!".



Amelie Nothomb

domingo, 22 de julio de 2018

Citas: Estupor y temblores - Amélie Nothomb


"—¿Perdone?
—Usted ya no sabe japonés. ¿Ha quedado claro?
—¡Pero si Yumimoto me contrató precisamente por mi dominio del japonés!
—Me da igual. Le ordeno que no entienda japonés.
—Eso es imposible. Nadie puede acatar una orden semejante.
—Siempre existe un modo de obedecer. Eso es lo que los cerebros occidentales deberían comprender.
«Ya empezamos», pensé antes de proseguir".

"Sonrió.

Le pregunté cuál era el ideograma de su nombre. Me enseñó su tarjeta de visita.
Observé los kanjisy exclamé:
—¡Tempestad de nieve! Fubuki significa «tempestad de nieve». Es demasiado hermoso llamarse así".

"—¿Está usted segura?

—Totalmente. ¿Cómo quiere que las cosas se arreglen sin hablar?
—Hace un rato, ha hablado usted con el señor Omochi, que nos ha sometido a una avalancha de insultos. ¿Le parece que eso ha resuelto algo?
—Lo que es seguro es que si no se habla no existe ninguna posibilidad de resolver el problema".

"Elegí la defensa más estúpida:

—¡Qué ocurrencia por parte de los alemanes, elegir tantas siglas para algo tan simple como una S.A.!
—¡Eso es! ¿Que usted sea estúpida también es culpa de los alemanes?".

"Me dedicó una mirada de una amabilidad tan auténtica que perdí la 
poca compostura que me quedaba".

"Era para volverse loco. Una empresa dirigida por un hombre de una 
nobleza tan llamativa debería haber sido un paraíso refinado, un espacio de alegría y de dulzura.
¿Cual era el misterio? ¿Acaso era posible que Dios reinara en el infierno?
Yo continuaba petrificada por el estupor cuando me llegó la respuesta a aquella pregunta. La puerta del despacho del enorme Omochi se abrió y oí la voz del infame gritándome:
—¿Qué demonios está haciendo aquí? ¡No le pagamos para vagabundear por los pasillos!
Todo tenía una explicación: en la compañía Yumimoto, Dios era el presidente y el diablo era el vicepresidente".

"Todas las bellezas emocionan, pero la belleza japonesa resulta 
todavía más desgarradora. En primer lugar porque esa tez de lis, esos ojos suaves, esa nariz de aletas inimitables, esos labios de contornos tan dibujados, esa complicada dulzura de los rasgos ya bastan para eclipsar los rostros más logrados.
En segundo lugar, porque sus modales las estilizan y las convierten en una obra de arte que va más allá de lo racional.
Y, por último —y sobre todo—, porque una belleza que ha sobrevivido a tantos corsés físicos y mentales, a tantas coacciones, abusos, absurdas prohibiciones, dogmas, asfixia, desolación, sadismo, conspiración de silencio y humillaciones, una belleza así constituye un milagro de heroísmo".

"—¿Se puede saber qué está haciendo? —me preguntó con voz amarga.

—Sueño. ¿Nunca lo hace?
—Nunca".

"—Se trata de chocolate blanco con sabor a melón verde, una 
especialidad de Hokkaido. Han reproducido a la perfección el sabor del melón japonés. Tenga, pruebe.
—No, gracias.
Me gustaba el melón japonés, pero la idea de aquel sabor mezclado con el del chocolate blanco me producía verdadera repugnancia.
Por oscuras razones, mi negativa irritó al vicepresidente. Reiteró su orden de un modo educado:
—Meshiagatte kudasai.
O sea: «Por favor, hágame el favor de comer.» Me negué.
Empezó a bajar los niveles de lenguaje:
—Tabete.
O sea: «Coma.»
Me negué.
Gritó:
—¡Taberu!
O sea: «¡Trágatelo!»".



Amélie Nothomb 

miércoles, 18 de julio de 2018

Citas: Mi hermano persigue dinosaurios - Giacomo Mazzariol


"En fin, esta es la historia de Giovanni.
Giovanni, que va a comprar un helado.
—¿Cono o vasito?
—¡Cono!
—Pero si el cono no te gusta.
—¡Qué más da! Tampoco me gusta el vasito".

"Giovanni, que sabe ser agotador, extenuante, que cada día sale al jardín y les lleva una flor a sus hermanas. Y si es invierno y no encuentra la flor, solo les lleva hojas secas".

"Entonces, mi madre se tocó la barriga, mi padre se inclinó hacia ella y puso la mano sobre la suya, y en ese instante Chiara se tapó la boca con las manos y estalló en un grito:
—¡No me lo creo!
—¿Qué? —dije yo, cada vez más nervioso porque no entendía—. ¿Qué es lo que no te crees?
—¿Estamos embarazados? —chilló ella, levantando los brazos y pegando puñetazos contra el techo.
—Bueno, técnicamente —dijo mi padre—, la única que está embarazada es mamá".

"La vida estaba llena de misterios".

"Somos diferentes y la diferencia a veces puede ser una gran ventaja".

"—Giacomo… —dijo, con esa voz dulce y a la vez profunda que pone cuando hay una verdad verdadera en lo que se dispone a decir—, en la vida hay cosas que se pueden encauzar, y otras que hay que aceptar como llegan. La vida es muchísimo más grande que nosotros. Es compleja, y también misteriosa… —Mientras decía eso, los ojos le brillaban: siempre tiene los ojos llenos de estrellas cuando habla de la vida, como hoy—. Lo único que siempre puede elegirse es amar —dijo—. Amar sin condiciones".

"Creo que el amor por los libros se transmite de padres a hijos en el aire y en la comida, además de con el ejemplo".

"Era consciente de que no sabía todo lo que sabría después en el futuro, pero también de que eso no era importante. Estábamos juntos. Y, por el momento, eso era todo lo que necesitaba".

"Mi padre se estaba llevando la cuchara a la boca y se quedó con la mano en el aire.
—No es mala idea…
—¿Regalarle muñecos hasta que empiece a afeitarse?
—No. Conseguirle otros".

"—¿Por qué se hace la guerra?
—Porque se deja de querer.
—¿Y por qué se deja de querer?
—Porque se pelea.
—¿Y por qué se pelea?
—Porque se tienen ideas distintas.
—¿Y por qué se tienen ideas distintas?
—Porque todos somos distintos.
—¿Y por qué?
—Porque, si no, ya no sería divertido".

"Antes de aquel día creía que el silencio era ausencia de ruido. En cambio, el silencio es un sonido, y hay silencio y silencio".

"De los primeros cursos de la ESO recuerdo la vez en que a la profesora Defelice le clavamos un dardo de cerbatana; aquella en que Andrea Marongiu se ató al radiador con celo y así se quedó hasta que convenció a la profesora Stasi de que lo dejara examinarse de nuevo; y la vez que yo me encerré en el armario y a los cinco minutos salí ante la profesora Pidello, de Arte, gritando: «¡Profe, Narnia es preciosa!»".

"¿Cómo podría convivir con las fragilidades de mi hermano? ¿Cómo podría ser feliz sabiendo que él nunca tendría una chica y tal vez ni siquiera amigos, amigos como los míos, con quienes sincerarse, con quienes pelearse; cómo iba a poder? ¿Sería capaz de llevar mi vida ocupándome también de sus problemas, ayudándolo a salir del agujero cuando descubriera quién era realmente? ¿Y cómo iba a conseguir convivir con el miedo de verlo sufrir, de verlo morir? Las palabras de Pirigón, como una chispa, habían atizado el fuego a una serie de ideas tristísimas, y ahora el humo del incendio me estaba nublando la vista. Aquel día me di cuenta de que hacía mucho tiempo que me había dejado de hacer preguntas. Y que había dejado de hacerme preguntas por miedo a las respuestas".

"Al verlo rodar por el suelo y reír como si hubiese pasado lo más gracioso del universo, pensé que Gio, entre sus muchos problemas, tenía un talento especial: sabía crear una historia con cada uno. Se podría escribir un libro acerca de la relación entre Gio y cada persona que gravitaba a su alrededor, y sería una saga más larga que la de
El Señor de los Anillos. Gio creaba mundos".

"—Oye —dije—, ¿te apetece dar una vuelta en bici?
—¿Por dónde?
—Por donde sea. Necesito no pensar.
—¿Tú piensas? —dijo, con voz ansiosa".

"Era bonito pasear así, sin meta. Si paseas así, sin saber adónde vas, nunca corres el riesgo de perderte".

"La música era lo que me servía para pescar los sentimientos en el lago de emociones en el que navegaba".

"Si había palabras capaces de explicar, yo sencillamente no las conocía. Si había pensamientos capaces de arrojar luz sobre mí, yo no estaba en condiciones de concebirlos. Si había útiles capaces de poner en orden las emociones en mi interior, no había rastro de ellos en mi caja de herramientas".

"En efecto, tenía la extraña manía de elegir mis amistades en función de los gustos musicales. Si no eran los míos, enseguida encontraba un pretexto para alejarme.
«¿Qué música escuchas?».
«Rihanna».
«Perdona, tengo que recuperar las horas de sueño de la excursión de segundo de la ESO».
«Taio Cruz».
«Lo siento, me voy, dentro de diez minutos me caduca el yogur»".

"Mi madre decía que querer a un hermano no significa elegir a alguien a quien querer; sino encontrarte a tu lado a alguien a quien no has  elegido, y quererlo".

"—Oh, mira —dijo él—, desde que nos robaron el Yaris negro, veo Yaris negros en todas partes. Es tremendo, te lo juro. Nunca me había dado cuenta de que hubiera tantos. Verás, es probable que oigas siempre la palabra «Down» porque eres tú quien la tiene metida en la cabeza…
—¿Tú crees? No puede ser solo una coincidencia.
—¿Y por qué no? La vida está llena de coincidencias. ¿Conoces la de Hitler y Napoleón?
—¿Cuál?
—Nos la ha contado la de historia, dijo que Hitler y Napoleón nacieron con ciento veintinueve años de diferencia, llegaron al poder y terminaron de gobernar con ciento veintinueve años de diferencia y le declararon la guerra a Rusia con ciento veintinueve años de diferencia…
—¿Y eso qué tiene que ver con que yo oiga la palabra «Down»?
—¿Y yo qué sé? Pero es una bonita coincidencia, ¿no te parece?".

"—Pregúntame algo.
Resoplé.
—¿Qué?
—Lo que sea.
—…
—Venga, venga, venga, hazme una pregunta.
—¿Qué es lo que provoca el calentamiento global?
—Los pedos de mi hijo —respondió mi padre, como si fuese obvio.
—¡Davide! —protestó mi madre.
Yo rompí a reír".

"La música hacía lo que sabe hacer mejor: eliminar las diferencias. 
Pensé que ante dos altavoces todos somos iguales. La música entra en los cuerpos y los cuerpos reaccionan".

"—¿Qué?
—Que gracias a ellos iba a empezar a gustarme. Empecé a darle gracias a Dios de que no me hubiese hecho así, como los que me ofendían. A ellos les ha ido peor: nacieron sin corazón. Llegué incluso a agradecerle ese cromosoma de más. Espera, ¿dónde está ese cromosoma de más? —Se miraba el cuerpo.
—Dentro del núcleo de…
—Ah, aquí está, ya lo tengo. —Y se señaló un punto entre el corazón y el hígado—. Estoy satisfecho del que soy —dijo, apretándose con el dedo la camiseta—. Estoy satisfecho de mi carácter, de mis amigos, de mi familia, de la vida. Somos parte de la vida. —E hizo un gesto amplio con las manos—. La vida es lo único que se crea de la nada. Adopta formas distintas: una flor, un cervato, una piedra… no, las piedras no, aunque cuando lanzas una piedra, se mueve, y entonces".

"Mientras observaba moverse sus labios, pensé en el tiempo que tendría que esperar para volverlos a ver. Quise estrecharla, besarla, para conservar sus labios grabados siempre en los míos".

"Gio era todo eso, pero más que nada era libertad. Él era libre de todas las maneras en las que yo habría querido ser libre.
Gio había vuelto a ser mi superhéroe. Y ya no dejaría de asombrarme jamás".

"Bajé a buscar la carpeta de Gio y encontré el cuaderno de arte. 
Última página.
Ahí estaba el juicio. Leí:

Requeridos para que ilustraran la guerra, todos los alumnos de la clase han dibujado fusiles, cañones, bombas, muertos. Todos, menos uno. Mazzariol ha elegido representar la guerra a su manera: la chica es la novia de un soldado que ha ido a la guerra. Ahora tiene que ir a tomar un helado, que para Mazzariol es lo más bonito del mundo, sola.
La guerra también es esto: ir a tomar un helado solo. (La explicación me la ha dado él mismo y la hemos reconstruido juntos).
¡Felicidades, Mazzariol!".

"En casa no dejé de seguirlo, tratando de romper la cerradura de sus hábitos: los pequeños gestos, las pequeñas manías, las atenciones que tenía con cada uno de nosotros. Había magia en todo cuanto hacía, y comprendí que me pasaría el resto de mi vida intentando captarla".

"«Muchas veces son los errores y la casualidad lo que hacen especiales las películas»".




Giacomo Mazzariol

sábado, 14 de julio de 2018

Citas: Viaje de invierno - Amelie Nothomb


"No tengo alma de colaborador. Carezco de espíritu de equipo. No tengo nada en contra de la especie humana, siento inclinaciones por la amistad y el amor, pero sólo concibo la acción en solitario ¿Cómo vas a lograr grandes cosas con alguien entrometiéndose constantemente? Hay ocasiones en las que sólo debes contar contigo mismo".

"Yo, que hasta los cuarenta había logrado no caer en la deshonra de la escritura, ahora descubro que la actividad criminal lleva implícita la necesidad de escribir. No es grave porque, en el momento en que se produzca la explosión aérea, mis garabatos estallarán conmigo".

"«Sé consciente de la inmensidad de lo que estás viviendo»".

"A los quince años, existe un ardor de la inteligencia que es importante retener: como algunos cometas, no vuelve a pasar nunca más".

"A los cuarenta años, son tan pocos los supervivientes que te sientes atormentado por un sentimiento  trágico. A los cuarenta, uno está forzosamente de luto".

"—¿Por qué lo juzgas?
—No lo juzgo. Sólo lamento que haya abandonado la música. Tenía tanto talento.
—Las facturas no se pagan creyéndote un genio".

"Ignoro en qué consiste que una historia de amor salga bien, pero hay algo que sí sé: no existe fracaso amoroso. Es una contradicción en los términos. 
Experimentar el amor ya supone un triunfo, tanto que podríamos llegar a preguntarnos por qué queremos más".

"La escritora fue al lavabo, volvió, fue otra vez, volvió, etc. Era un caso interesante de movimiento perpetuo. 
Cada vez que desaparecía, yo aprovechaba para abonar el terreno:
—Me gustaría mucho volver a verla.
O:
—No dejó de pensar en usted.
O:
—Incluso con tres parcas superpuestas, es usted hermosa y agradable.
O directamente cogerle la mano".

"Enamorarse en invierno no es una buena idea. Los síntomas son más sublimes y más dolorosos. La perfecta luz del frío estimula el deleite sombrío de la espera. Los escalofríos realzan el desasosiego".

"Cualquiera que esté esperando una carta de la persona amada conoce el poder de vida o de muerte de las palabras".

"A finales de enero se produjo el milagro: un sobre manuscrito se escurrió bajo mi puerta. Mis manos temblaron con tanta fuerza que me corté con el abrecartas.
Durante la primera lectura, me resultó imposible respirar y, al finalizar semejante descubrimiento, sentí la tentación de prolongar la apnea. No es que el contenido me disgustara: la mitad de las frases me daban motivos para morir de alegría, mientras que la otra mitad me decapitaba".

"Por el camino, me preguntaba cómo podía no sospechar que aquella chica, de la que no sabía casi nada, era la mujer de mi vida. Nunca había considerado a nadie como tal.
La quería más allá de lo que era capaz de expresarle".

"—¿Por qué dejamos de ver al crecer?
—Precisamente porque crecemos. Aprendemos las duras leyes de la supervivencia, que nos obligan a concentrarnos en lo útil. Nuestros ojos desaprenden la belleza".

"Al mismo tiempo, haber vuelto a copiar esa nota tiene sus consecuencias. Volver a copiar es activar el poder de las palabras. Una partitura conmueve más cuando se interpreta que cuando se lee".

"Me gusta mi ciudad natal: la querré más que nunca. Es un fenómeno al que he asistido a menudo: para amar un lugar, hay que haberlo contemplado desde arriba.
Quizá por eso a Dios lo imaginamos por encima de la Tierra; de otro modo, ¿cómo se las apañaría para amarnos?".

"Nunca había tenido una percepción tan intensa de mi esqueleto. Quizá el amor sea eso".




Amelie Nothomb

martes, 10 de julio de 2018

Citas: Diario de Golondrina - Amelie Nothomb


"Nos despertamos en medio de la oscuridad, sin saber nada de lo que sabíamos.
¿Dónde estamos, qué ocurre? Por un momento, no recordamos nada. 
Ignoramos si somos niños o adultos, hombres o mujeres, culpables o inocentes. 
¿Estas tinieblas son las de la noche o las de un calabozo?".

"Con más agudeza aún, ya que se trata del único equipaje que tenemos, sabemos lo siguiente: estamos vivos. Nunca lo estuvimos tanto: sólo estamos vivos. ¿En qué consiste la vida en esta fracción de segundo durante la cual tenemos el raro privilegio de carecer de identidad? En esto: tener miedo".

"Somos el bebé que conoce el lenguaje. Con una palabra podemos expresar este innombrable descubrimiento del propio nacimiento: nos sentimos propulsados hacia el terror de lo vivo.
Durante este lapso de pura angustia, ni siquiera recordamos que al salir de un sueño pueden producirse fenómenos semejantes. Nos levantamos, buscamos la puerta, nos sentimos perdidos, como en un hotel.
Luego, en un destello, los recuerdos se reintegran al cuerpo y nos devuelven lo que nos hace las veces de alma. Nos sentimos tranquilizados y decepcionados: así que somos eso, sólo eso".

"Por lo demás, las cosas no marchaban bien. La vida se había convertido en la muerte".

"Uno nunca es tan feliz como cuando encuentra el medio de perderse".

"El oído es un punto débil. A la ausencia de párpado hay que sumarle una deficiencia: uno siempre escucha lo que no desearía oír, pero no oye lo que necesita escuchar. Todo el mundo es duro de oído, incluso los que lo tienen finísimo. La música también tiene como función creer que domina el más desastroso de los sentidos".

"Lo que tenía que ocurrir ocurrió: atropellé a un anciano. Nada serio".

"Me encontré sin sexo y sin empleo: demasiadas amputaciones para un solo hombre".

"De noche, lo pillé delante del inmueble en el que iba a reunirse con su amante. Le agujereé la cabeza con dos balas en menos que canta un gallo. Fue entonces cuando se produjo el milagro".

"—A veces tengo la impresión de que no tienes a nadie con quien hablar —se lamentaba.
—Los clientes no son muy habladores, ¿sabes?".

"Las únicas chicas que inspiran un amor incurable son aquellas que han conservado la increíble complejidad de lo real. Existen en una proporción de una entre un millón".

"Algunos son bastante desafortunados a la hora de encontrar el amor de su vida, el escritor de su vida, el filósofo de su vida, etc. Sabemos en qué clase de viejos chochos no tardan en convertirse.
Me había ocurrido algo peor: había encontrado la música de mi vida".

"¿En la actualidad, qué es una relación humana? Mortifica por su pobreza. Cuando ves lo que hoy denominamos con el bonito nombre de «encuentro», se te cae el alma a los pies. Conocer a alguien debería constituir un acontecimiento. 
Debería conmover tanto como cuando, después de cuarenta años de soledad, un ermitaño ve a un anacoreta en el horizonte de su desierto".




Amelie Nothomb