miércoles, 31 de julio de 2019

Citas: Nubes de Kétchup - Annabel Pitcher


"Calle Ficticia, 1
Bath
1 de agosto

Querido señor S. Harris:

No tenga en cuenta la mancha roja de la esquina. Es mermelada, no sangre, aunque igual tampoco hace falta que le explique la diferencia. No era precisamente mermelada de su esposa lo que la policía le encontró a usted en el zapato".

"La mermelada de la esquina es de mi sándwich. De frambuesa, casera. 
La hizo la abuela. Hace siete años que murió, y esa mermelada fue la última cosa que hizo".

"Escribiendo no existe lo del nudo en la lengua, pero si existiera, si mi mano fuese como una lengua enorme, de verdad le digo que la tendría atada con uno de esos nudos complicados que solo los boy scouts saben deshacer".

"¿Tienen tele en el Corredor de la Muerte?, y si es que sí, ¿ven programas británicos o solo estadounidenses?
Me hago cargo de que tampoco tiene sentido hacer preguntas. Aunque usted quisiera responderme a esta carta, la dirección del encabezamiento es falsa. No existe en 
Inglaterra ninguna calle Ficticia, de modo que, señor Harris, no se vaya usted a pensar que puede escaparse de la cárcel y plantarse de repente en la puerta de mi casa solo porque haya conseguido que le traigan desde Texas y esté buscando a una chica que se llama…, bueno, vamos a hacer como que me llamo Zoe".

"Usted tuvo las agallas de reconocer su error, y yo en cambio soy demasiado cobarde hasta para revelar mi verdadera identidad en una carta.
Así que sí, puede llamarme usted Zoe. Vamos a hacer como que vivo en el oeste de Inglaterra, no sé, en algún lugar cerca de Bath, que es una ciudad antigua con edificios antiguos y los fines de semana con montones de turistas que sacan fotos del puente. Todo lo demás que le escriba será verdad".

"Antes no me habría acercado a usted ni de lejos, pero ahora estamos en el mismo barco.
Exactamente el mismo. Usted mató a una persona de la que se suponía que estaba enamorado y yo maté a una persona de la que se suponía que estaba enamorada, y los dos entendemos el dolor y el miedo y la tristeza y el remordimiento y esos otros cien sentimientos que ni siquiera tienen nombre en toda la lengua inglesa".

"Había hecho un montón de cosas. Peticiones y protestas y artículos en los periódicos y cartas para los criminales, que le habían respondido contándole todo tipo de cosas.
—¿Como sus crímenes y tal? —preguntó alguien.
La monja asintió.
—Algunas veces. Todo el mundo necesita que le escuchen".

"—El abuelo se pondrá bien, cariño —dijo mi padre por signos. Movía las manos despacio y con torpeza—. Está en el hospital, pero se mantiene estable.
Mi madre le puso a Dot un brazo alrededor de los hombros y le acarició la coronilla con la nariz.
—No te preocupes.
—Yo también estoy preocupada —anunció de pronto Soph—. O sea, y si se muere o lo que sea…
Mi padre suspiró.
—Tampoco te pongas tan dramática".

"Una cabeza pelirroja se metió en medio, pero el chico seguía mirándome y remirándome como si yo fuera digna de una segunda y una tercera y una centésima mirada. Bajo sus ojos mi cuerpo parecía otra cosa. No solo piernas y brazos y órganos. Piel y labios y curvas".

"Me dijo que se había encontrado con Sandra en el pasillo de las verduras del supermercado y que a ella se le habían llenado los ojos de lágrimas en las que no tenían nada que ver las cebollas.
—Tiene muchas ganas de verte —dijo mi padre mientras yo contemplaba mi libro de Biología deseando que se callara—. Dice que te ha llamado un par de veces pero que no lo coges.
—Pues que no me llame cuando estoy en el instituto —farfullé, y luego me sentí mal. Sandra no tiene la culpa de nada de esto. Hinqué la punta del bolígrafo en un diagrama de una flor, muerta de ganas de que mi padre se marchara.
—Parece que está muy triste —continuó mi padre sentándose en el borde de mi cama—. Fatal de verdad. —Hice una mueca, porque el sentimiento de culpa estaba llegando a dolerme—. Ha adelgazado una tonelada. Se ha quedado en los huesos…
—¡Vale! ¡Ya lo he pillado! —le espeté tirando el bolígrafo al suelo".

"—¿Qué pasa? —pregunté despacio.
—Esto no te va a gustar. —Se sacó su teléfono del bolsillo y contempló la pantalla, pellizcándose el labio con un dedo—. Max le mandó la foto a Jack —me susurró—. Y Jack se la ha mandado a todo el mundo. A todo el mundo.
Lauren volvió hacia mí la pantalla y yo me desmoroné en una silla, con el estómago cayéndoseme a los pies.
Una foto.
Una foto de mí con los ojos cerrados, el pelo extendido por el edredón y mis pechos desnudos apuntando directamente a la cámara. Lauren me frotó el hombro con aire solidario y dijo para animarme:
—Por lo menos tienes buenas tetas".

"—Es que tenía frío.
—Pues me lo podías haber dicho. Yo estoy congelada. Y a punto de morirme de sed, así que he tenido que dejar el banco. Había puesto el bolso, pero ha venido un viejo cojo y se ha puesto: «No se puede guardar el sitio», y ha empezado a enrollarse con que si su mujer necesitaba descansar.
—Eso es muy bonito.
—Eso es muy delirante. Iba solo, así que creo que era uno de esos tipos que ven cosas que no existen. Ya sabes, como necrofilia o como se llame.
Me aguanté una sonrisa.
—Quieres decir esquizofrenia.
—¿Cómo?
—Esquizofrenia. La necrofilia es…, bueno, más te vale no saberlo".

"Haría lo que fuera por olvidar. Lo que fuera".

"—Lo siento, ¿vale?
Aaron mantuvo un tono frío al responder.
—Ya te he dicho que no hace falta que te disculpes. Tú eres libre de ver a quien tú quieras. ¿Por qué no ibas a serlo?
—Porque somos…
—Amigos —terminó Aaron—. Como mucho. Conocidos, diría más bien".

"Me había quedado después de clase para hablar con mi antiguo profesor de Enseñanza Religiosa, y te vas a alegrar cuando te diga el motivo, porque le estaba preguntando por la monja.
—¿Por qué quieres escribirle? —dijo el señor Andrews garabateando algo con rotulador rojo en la pizarra sobre Jesucristo para su clase de la mañana siguiente.
—Porque… —empecé intentando armarme de valor para contarle la mentira que llevaba preparada.
—Porque… —se burló el señor Andrews, mientras pintaba un monigote en un crucifijo.
—… He encontrado a Dios.
—¿Dónde? —Dibujó un globo de diálogo desde la boca de Jesús y garrapateó AAARRRG en mayúsculas. AAARRRG, de veras. No me esperaba esa pregunta".

"—¡Contigo pensando que he escogido a Max!
—¡Lo has escogido!
—¡Porque no sabía que tú eras una opción!
Y sin pensármelo dos veces, sin preocuparme por las consecuencias, le agarré la cara y tiré de ella hacia la mía, y nuestras bocas se encontraron con tanto ímpetu que me dolió de la forma más dulce posible.
Nos separamos con cara de susto. Durante unos segundos no pasó nada. 
No pasó nada y pasó todo porque en aquel momento no solo no dijimos una sola palabra de arrepentimiento sino que sonreímos los dos con una dicha que era más grande que cualquier culpa".

"Los colores me parecieron más vivos. Los olores, más intensos. Los sonidos, más fuertes. Oí el gorgoteo de cada gota que salía por los desagües, vi todos los matices del verde de los árboles que íbamos dejando atrás, olí cada gota de lluvia y de barro, y de humo  cuando nos refugiamos en una torre por la que se llegaba a la muralla de la ciudad. Aaron me besó en aquella oscuridad húmeda, con labios suaves y manos impacientes. Le estaba oliendo, Stu, pasta de dientes y jabón y desodorante, nada especial, pero cerré los ojos, con sus manos en mi nuca, en mi espalda, en mi pelo y puede que hasta en mi corazón mientras nuestras bocas se movían, nuestros cuerpos se apretaban y nuestros pies se empapaban en un charco que apenas notábamos".

"A la mañana siguiente, mi madre vino a mi cuarto y me dijo que yo tenía fiebre. Me dijo que tenía los ganglios hinchados y que abriera la boca, y me alumbró la garganta con una linterna mientras yo decía:
«Aaaaaaaaah». Apagó la linterna y me dijo que podía parar, pero yo seguí diciendo cada vez más fuerte aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
—¿Zoe se ha vuelto loca? —preguntó por señas Dot.
La boca se me cerró de golpe.
—No —dijo mi madre—. Solo es que está triste.
Dot me miró desafiante.
—Pues yo cuando estoy triste no hago eso.
—Es una tristeza muy grande —le explicó mi madre—. Más grande que las que has pasado tú".

"Las velas titilarían en el cielo y yo terminaría mi relato de una vez por todas. Tú estarías satisfecho y yo, contenta, así que los dos apagaríamos las llamas de un soplo. Tú, yo, el cobertizo, la celda, nuestras historias, nuestros secretos…, todo eso desaparecería, diluyéndose en la oscuridad como el humo antes de desvanecerse del todo".

"—He sentido a Max —dijo alguien apretándose el pecho—, aquí dentro.
—¿Has visto cómo parpadeaban las luces cuando ha terminado de leer el poema? Era él.
—Yo he oído que el radiador gemía durante el primer verso. Creo que también era él".

"No me fui directamente a casa. Fui al río por primera vez desde que murió Max. La luna brillaba en el agua. Acaricié con los dedos las iniciales grabadas en la madera.

MM + AJ
14 feb

Cogí una piedra y me arrodillé junto al banco mientras, en algún lugar al otro extremo del mundo, tú entregabas tu vida. Un reloj daba la medianoche cuando empecé a raspar mis iniciales del banco. No lo hice con violencia ni con furia ni entre lágrimas. Lo hice con calma. 
Con delicadeza casi. Pero, Stu, fue bueno verlas desaparecer.
Siempre tuya,
ALICE JONES".

"Tuve la impresión de que mi casa estaba a un millón de millas de allí. Mi madre. Max. Tú. Fue como si os desdibujarais todos, que era lo que yo necesitaba, porque los recuerdos duelen demasiado".

"El triste peso que llevabas en el corazón. La culpa que te corroía. 
El desesperado deseo de esconderte de ojos curiosos y estar a solas".

"No te voy a decir lo enamorado que estoy de ti, ni el miedo que me da estar sin ti, ni cómo necesito esconderme de todo el mundo porque nunca va a haber nadie que se te pueda comparar… Me limitaré a dejarte marchar. Al fin y al cabo, el verdadero amor es sacrificio y si pretendo que te olvides de Max, entonces tienes que olvidarte de mí".



Annabel Pitcher

sábado, 27 de julio de 2019

Citas: Carol - Patricia Highsmith


"Era algo que no podía explicarle a Richard. En los almacenes se intensificaban las cosas que, según ella recordaba, siempre le habían molestado. Los actos vacíos, los trábalos sin sentido que parecían alejarla de lo que ella quería hacer o de lo que podría haber hecho…".

"La sensación de que todo el mundo estaba incomunicado con los demás y de estar viviendo en un nivel totalmente equivocado, de manera que el sentido, el mensaje, el amor o lo que contuviera cada vida, nunca encontraba su expresión verdadera".

"Y la soledad aumentaba con el hecho de que, día tras día, en los almacenes siempre se veían las mismas caras. Unas pocas caras con las que se podía haber hablado, pero con las que nunca se llegaba a hablar o no se podía. No era igual que aquellas caras del autobús, que parecían hablar fugazmente a su paso, que veía una sola vez y luego se desvanecían para siempre".

"Tenía las cejas rubias, y subrayaban la curva de su frente. Therese pensó que su boca era tan sagaz como sus ojos, que su voz era como su abrigo, rica y suave, y que, de algún modo, parecía llena de secretos".

"—Señora H. F. Aird —dijo la suave y nítida voz, y Therese empezó a anotarlo en el impreso verde de pago contra reembolso.
Como un secreto que nunca olvidaría, fueron apareciendo bajo la punta del bolígrafo el nombre, la dirección y la ciudad, algo que quedaría grabado en su memoria para siempre".

"—¿Hay algo más aburrido que la historia del pasado? —dijo Therese sonriendo.
—Quizá un futuro sin historia".

"—¿Qué haces los domingos? —preguntó Carol.
—No lo sé. Nada en especial. ¿Y usted?
—Últimamente, nada. Si alguna vez te apetece venir a verme, serás bienvenida.
Donde yo vivo, al menos hay un poco de campo. ¿Te gustaría venir este domingo? —Esta vez los ojos grises la miraban fijamente y, por primera vez, Therese se atrevió a mirarlos. Vio que había en ellos cierto matiz de humor. ¿Y qué más? También curiosidad y desafío.
—Sí —contestó.
—Eres una chica extraña.
—¿Por qué?
—Pareces caída del cielo —dijo Carol".

"Ella sabía lo que él quería decirle, que ella no le daba casi nada en lo referente al afecto. Pero no lo diría, porque sabía que ella no estaba enamorada de él y, por tanto, ¿cómo iba a esperar afecto? El mero hecho de no estar enamorada de él la hacía sentirse culpable, culpable por no aceptar nada de él, un regalo de cumpleaños, una invitación a comer con su familia, ni siquiera que él le dedicara su tiempo. Therese apretó las puntas de los dedos con fuerza contra la baranda de piedra.
—De acuerdo, ya lo sé. No estoy enamorada de ti —dijo.
—No me refiero a eso, Terry.
—Si quieres que lo dejemos del todo, ya sabes, que dejemos de vernos, pues muy bien —le dijo. Tampoco era la primera vez que se lo decía.
—Terry, ya sabes que preferiría estar contigo antes que con nadie en el mundo.
Eso es lo malo.
—Bueno, si es tan malo…
—¿Pero tú me quieres, Terry? ¿Cómo me quieres?
«Si tú supieras», pensó ella.
—No te quiero, pero me gustas —le dijo—. Esta noche, hace unos minutos añadió bruscamente, tal como sonaba, porque era verdad—, me he sentido más cerca de ti que nunca".

"Entraron en el túnel Lincoln. Una salvaje e inexplicable excitación invadió a Therese mientras miraba por la ventanilla. Deseó que el túnel se derrumbara y las matara, que sus cuerpos se arrastraran juntos. De vez en cuando, sentía la mirada de Carol posarse sobre ella".

"—Supongo que es algo educacional. Aprendí a ser ladrona, mentirosa y poeta al mismo tiempo. —Therese recostó la cabeza en el respaldo de la silla para que le llegara la luz del sol. Le hubiera gustado decir que también había aprendido a amar".

"—A veces se tarda tiempo —dijo Carol—. ¿No crees que hay que darle a la gente otra oportunidad?
—¿Pero por qué? No es agradable, y tampoco estoy enamorada de él.
—¿Pero crees que podrías estarlo si eso funcionara?
—¿Es ésa la manera de enamorarse?".

"—¿Y tú quieres enamorarte? Pues te enamorarás pronto y, si es así, disfrútalo, porque luego es muy duro.
—¿Querer a alguien?
—Enamorarse. O incluso desear hacer el amor. Creo que el sexo fluye de manera
mucho más ociosa en todos nosotros de lo que queremos creer, especialmente de lo que los hombres quieren creer. Las primeras aventuras no suelen ser más que una manera de satisfacer la curiosidad, y después de eso una intenta repetir las mismas cosas, tratando de encontrar ¿qué?
—¿Qué? —preguntó Therese.
—No sé si hay una palabra que lo defina. Un amigo, un compañero o quizá alguien con quien compartir algo. ¿De qué sirven las palabras? Quiero decir que la gente a veces intenta encontrar a través del sexo cosas que son más fáciles de encontrar de otras maneras.
Ella sabía que Carol tenía razón en lo que había dicho sobre la curiosidad.
—¿Qué otras maneras? —le preguntó.
Carol la miró.
—Creo que cada persona tiene que encontrar su propia manera".

"—¿Cuántas veces te has enamorado? —le preguntó.
—Nunca, hasta que te conocí a ti —dijo Richard con una carcajada corta y ronca.
—No es verdad. Tú me hablaste de dos veces.
—Si cuento ésas, tendría que contar otras doce —dijo Richard rápidamente, con aire preocupado.
La cometa empezaba a bajar describiendo arcos.
—¿Alguna vez te has enamorado de otro chico? —preguntó Therese, sin cambiar el tono de su voz.
—¿Un chico? —repitió Richard sorprendido.
—Sí.
Quizá pasaron cinco segundos antes de que contestara, en tono categórico:
—No.
Al menos le había costado contestar, pensó Therese. Tuvo el impulso de preguntarle «¿Qué harías si te pasara?», pero tampoco iba a servirle de mucho.
Mantuvo los ojos puestos en la cometa. Los dos miraban la misma cometa, pero qué diferentes eran sus pensamientos.
—¿Alguna vez has oído hablar de eso? —le preguntó.
—¿Hablar de eso? ¿Te refieres a gente de ésa? Sí, claro. —Richard estaba erguido en ese momento, y enrollaba el cordel haciendo describir ochos al palo.
Therese habló con cuidado, porque él la escuchaba:
—No me refiero a gente de ésa. Quiero decir gente que de pronto se enamoran unos de otros, de la noche a la mañana. Por ejemplo, dos hombres, o dos chicas.
—¿Si conozco alguno? —La cara de Richard tenía la misma expresión que si estuvieran hablando de política—. No.
Therese esperó hasta que él volvió a concentrarse en la cometa, intentando hacer que se elevara. Entonces comentó:
—Pero supongo que puede pasarle a cualquiera, ¿no?
—Pero esas cosas no pasan así. Siempre hay alguna razón para eso en el pasado —continuó él, ondeando la cometa".

"—Tú eres tan frágil como esta cerilla. —Carol la sostuvo ardiendo un momento después de encender el cigarrillo—. Pero en las condiciones adecuadas podrías incendiar una casa, ¿verdad?
—O una ciudad.
—Pero te da miedo incluso hacer un pequeño viaje conmigo. Tienes miedo porque piensas que no dispones del dinero suficiente".

"—¿Qué haces ahí de pie? —le preguntó Carol—. Vete a la cama, estás dormida.
—Carol, te quiero.
Carol se irguió. Therese la miró con sus ojos intensos y adormilados. Carol acabó de sacar su pijama de la maleta y bajó la tapa. Se acercó a Therese y le puso las manos en los hombros. Se los apretó con fuerza, como si le exigiera una promesa, o quizá intentando averiguar si lo había dicho de verdad. Luego la besó en los labios como si ya se hubieran besado millones de veces.
—¿Tú no sabes que te quiero? —dijo Carol".

"Therese apagó la luz.
Entonces Carol le deslizó el brazo alrededor del cuello y sus cuerpos se encontraron como si todo estuviera preparado. La felicidad era como una hiedra verde que se extendía por su piel, alargando delicados zarcillos, llevando flores a través de su cuerpo. Therese tuvo una visión de una flor blanca, brillando como si la contemplara en la oscuridad o a través del agua. Se preguntó por qué la gente hablaría del cielo".

"—¿Y después? —le preguntó.
—Después supe que estaba enamorada de Abby. No sé por qué no iba a llamarlo amor, tenía todas sus características. Aunque duró sólo dos meses, como una enfermedad que viene y luego se va".

"—Me alegro —dijo Therese cuando se fue—. Prefería estar sola contigo.
—¿De verdad, señorita Belivet? ¿Qué quiere usted decir? —le preguntó Carol abriendo la puerta del bar—. Será mejor que se siente y me hable de ello".

"—¡Mi hija es mía!
Al hombre se le retorció una de las arrugas de la mejilla.
—Los seres humanos no somos propiedad de nadie, señora Aird".

"Mientras Therese comía huevos revueltos con salchichas, Carol se tomó su tercera copa. Al final, Carol le dijo en un tono de desesperanza:
—Querida, ¿puedo pedirte que me perdones?
El tono hirió a Therese más aún que la pregunta.
—Te quiero, Carol.
—¿Pero te das cuenta de lo que significa?
—Sí —contestó. Y pensó en aquel momento de derrota en el coche, que había sido sólo un momento, como ahora era sólo una situación pasajera—. No veo por qué siempre tendría que significar esto. No veo que esto pueda destruir nada —dijo con sinceridad".

"El más leve recuerdo o contacto contigo me deprime y no quiero rozarte ni rozar nada tuyo o relacionado contigo. Pero estoy hablando con sentido común y probablemente tú no puedes entender una sola palabra. Excepto quizá una cosa: no quiero saber nada de ti".

"—Pues busca a alguien a quien nunca quieras tirar.
—¿Existe alguien así? —preguntó Therese".

"—Te quiero —dijo Carol.
Therese abrió los ojos pero no levantó la vista.
—Sé que tú no sientes lo mismo por mí, Therese. ¿Verdad?
Therese sintió el impulso de negarlo, pero ¿podía? No sentía lo mismo.
—No lo sé, Carol.
—Es lo mismo. —Su tono era suave, expectante, esperando una afirmación o una negación".

"—No te quedes. Sal conmigo.
Carol la miró con sorpresa.
—De acuerdo —dijo—. Hay un par de cosas tuyas en casa. ¿Quieres que…?
—Es igual —la interrumpió Therese.
—Y tus flores, y tus plantas —dijo, pagando la cuenta al camarero—. ¿Qué pasó con las plantas que te regalé?
—Las plantas que me regalaste… se murieron.
Los ojos de Carol se encontraron con los suyos un insume, y Therese apartó la vista".




Patricia Highsmith

martes, 23 de julio de 2019

Citas: A dos metros de ti - Rachael Lippincott


"Algunas de las flores no han florecido todavía, y puedo sentir la promesa de la vida esperando a que se desplieguen desde los pequeños brotes bajo el peso de mi dedo. Esos son mis favoritos".

"Con toda honestidad, me gusta aquí. Ha sido mi hogar lejos de casa desde que tenía seis años, por lo que generalmente no me importa venir. Recibo mis tratamientos, tomo mi medicina, bebo mi peso corporal en batidos, puedo ver a Barb y Julie, me voy hasta mi próximo ataque. Tan simple como eso. Pero esta vez me siento ansiosa, incluso inquieta. Porque en lugar de querer estar saludable, necesito estar saludable. Por el bien de mis padres.
Porque se han ido y han arruinado todo al divorciarse. Y después de perderse el uno al otro, no podrán manejar perderme a mí también".

"Me aclaro la garganta, llamando su atención.
—Y yo aquí pensando que iba a ser otro tonto hospital lleno de tontos enfermos. Y apareces tú. Suerte la mía".

"—Con la intención de presentarme, pero con esa actitud...
—Déjame adivinar —dice, cortándome—. Te consideras un rebelde. Ignoras las reglas porque de alguna manera te hace sentir que tienes el control. ¿Estoy en lo cierto?
—No te equivocas —le replico antes de inclinarme contra la pared de manera casual".

"—Ah. Así que de eso se trata —digo, cruzando los brazos sobre mi pecho—. Tienes algo contra el sexo.
—¡Por supuesto que no! He tenido relaciones sexuales —dice ella, sus ojos se ensanchan mientras las palabras salen de su boca—. Está bien…
Esa es la mentira más grande que he escuchado durante todo el año, y estoy prácticamente rodeado de personas que endulzan el hecho de que estoy muriendo".

"—Vuelve a tu habitación. ¿Dónde está tu mascarilla? —Me acerco para tocar mi cara sin máscar —. Stella, gracias por mantener tu máscara.
—Ella no la tenía hace cinco segundos —murmuro. Stella me mira por encima de la cabeza de Barb, y le devuelvo una gran sonrisa.
Stella.
Su nombre es Stella.
Puedo ver que Barb está a punto de enojarse, así que decido salir. He tenido más que suficientes discursos por el momento.
—Relájate, Stella —digo, caminando hacia la puerta—. Es solo la vida. Se acabará antes de que nos demos cuenta".

"Si voy a morir, me gustaría vivir primero.
Y luego moriré".

"—¿Has visto París desde un tejado, Stella? ¿O Roma? ¿O aquí, incluso? Es lo único que hace que todo este tratamiento de mierda parezca pequeño.
—¿Tratamiento de mierda? —pregunto, dando dos pasos hacia él. Dos metros y medio de distancia. El límite—. Ese tratamiento de mierda es lo que nos mantiene vivos.
Resopla, poniendo los ojos en blanco.
—Ese tratamiento de mierda es lo que nos impide estar ahí abajo y vivir realmente".

"—Quiero dibujarte —digo antes de que pueda detenerme.
—¿Qué? —dice, sacudiendo la cabeza con firmeza—. No.
—¿Por qué no? —pregunto—. Eres hermosa.
Mierda. Eso se me escapó. Ella me mira sorprendida y, a menos que me lo imagine, solo un poco complacida".

"—Nada va a salvar mi vida, Stella. O la tuya. —Sigo andando por el pasillo, gritando por encima de mi hombro—: Todos en este mundo respiran aire prestado".

"—En segundo lugar, ha sido mi mejor amiga prácticamente toda mi vida —dice, devolviéndome al presente. Juro que se está poniendo un poco lloroso.
—Creo que la amas —le digo, burlándome de él.
—Demonios sí. La adoro, joder —dice Poe como si fuera una obviedad—. Me acostaría sobre carbón caliente por ella. Le daría mis pulmones si valieran una mierda.
Maldita sea. Intento ignorar los celos que penetran en mi pecho.
—Entonces no lo entiendo. Por qué…
—Ella no es un él —dice Poe, cortándome".

"Soy demasiado delgada, también tengo cicatrices... Me encuentro con mis ojos color avellana en el espejo.
¿Por qué Will querría dibujarme?
Su voz hace eco en mi cabeza, llamándome hermosa. Hermosa. Hace que mi corazón se mueva de una manera que no debería".

"—¡No estoy evadiendo nada! —digo—. Ese es tu movimiento.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunta, estrechando sus ojos hacia mí porque sabe muy bien.
—Pregúntale a Michael —le contesto.
Me ignora y cambia el tema de vuelta.
—Por favor, no me digas que la única vez que finalmente te interesas por un chico, tiene FQ.
—¡Solo lo ayudé con su carrito de medicinas, Poe! Querer que alguien viva no es lo mismo que quererlo —le digo, exasperada".

"—¡Lo sabía! —dice mientras sus grandes ojos se ponen a la vista—. ¿Dónde está tu AffloVest? Se suponía que no debías quitártelo durante otros quince minutos. ¿Y tomaste tu Creon? Apuesto a que es un no.
Falsifico una voz automatizada.
—Lo sentimos, ha llamado a un número que ya no se encuentra en servicio. Si siente que ha llegado a esta grabación por error...
—No se puede confiar en ti —dice ella, cortando mi impresión de asesino—. Así que, así es cómo va a funcionar esto. Haremos nuestros tratamientos juntos, así sabré que realmente los estás haciendo.
Meto el lápiz que estaba usando detrás de mi oreja, dándomelas de genial.
—Siempre buscando maneras de pasar más tiempo conmigo.
Ella cuelga, pero por un segundo juro que la vi sonreír. Interesante".

"—Buenas noches, Will.
—Buenas noches, Stella —le digo, vacilando antes de presionar el botón de fin de llamada y cerrar mi computadora portátil.
Me recuesto, poniendo mis manos detrás de mi cabeza, la habitación parece incómodamente tranquila, aunque todavía estoy solo aquí. Pero cuando me doy vuelta y apago la luz, me doy cuenta por primera vez en mucho tiempo de que no me siento solo".

"—Gracias —le digo.
—¿Por qué? —pregunta, mirando hacia arriba para encontrar mis ojos.
—Por decir algo real".

"—Tus ojos son color avellana —dice, señalando la luz del sol que entra por el cristal a mi alrededor—. No lo sabía hasta que los vi a la luz del sol. Pensé que eran marrones.
Mi corazón late con fuerza en mi pecho ante sus palabras, y la forma cálida en que me mira.
—Son unos ojos muy bonitos —dice un segundo después, un débil rojo se arrastra hacia sus mejillas. Baja de nuevo la mirada, garabateando y aclarando su garganta—. Quiero decir, como para dibujarlos".

"Miro como Julie cuelga la bolsa, toma la línea IV y se gira hacia mí. Sus ojos viajan al dibujo que hice de Stella en la sala de yoga, colgando al lado del dibujo del pulmón que Stella había colocado sobre mi escritorio, la esquina de su labio hacia arriba cuando lo mira.
—Me gusta verte así —dice, sus ojos se encuentran con los míos.
—¿Así cómo? —pregunto, bajando el cuello de mi camisa.
Ella inserta la línea IV en un puerto en mi pecho.
—Esperanzado".

"—Barb no te vio, ¿verdad?
—Abby está muerta, ¿no es así? —Dejo salir, yendo directo al grano. Ella me mira fijamente, sin decir nada.
Finalmente traga, sacudiendo la cabeza.
—Muy bien, Will. Tan delicado como un martillo neumático.
—¿Quién tiene tiempo para delicadezas, Stella? Claramente no...
—¡Detente! —dice, cortándome—. Deja de recordarme que me estoy muriendo. Lo sé. Sé que me estoy muriendo.
Sacude la cabeza, con el rostro serio.
—Pero no puedo, Will. Ahora no. Tengo que lograrlo".

"Y me doy cuenta de que estoy haciendo lo único que dije durante todo este tiempo que no haría. Estoy queriendo algo que nunca podré tener".

"Estoy cansada de vivir sin vivir realmente. Estoy cansada de querer cosas. No podemos tener muchas cosas. Pero podríamos tener esto.
Lo sé".

"Sé en ese momento que esta "pequeña cosa" entre nosotros no ha terminado. Solo acaba de empezar".

"—La fibrosis quística no me robará más. De ahora en adelante, yo soy la ladrona.
Juro que escucho un grito en algún lugar en la distancia, estando de acuerdo con ella. Ella se detiene, mirando directamente a la cámara. Mirándome directamente a mí. Me quedo allí, aturdido, saltando cuando hay tres fuertes golpes en mi puerta.
Abro la puerta y ahí está ella. Viva.
Stella.
Sostiene el taco de billar, la punta de él tocando mi pecho, sus cejas llenas en desafío.
—Dos Metros de distancia. ¿De acuerdo?".

"—Entonces, ¿qué crees que sucede cuando morimos?
Sacude la cabeza, sonriendo.
—Esa no es una conversación muy sexy para una primera cita.
Me río, encogiéndome de hombros.
—Vamos, Stella. Somos terminales. Tienes que haberlo pensado".

"—Hay una teoría que me gusta que dice que, para entender la muerte, tenemos que ver el nacimiento.
Agita la cinta en su cabello mientras habla.
—Entonces, mientras estamos en el útero, estamos viviendo esa existencia, ¿verdad? No tenemos idea de que nuestra próxima existencia está a solo unos centímetros de distancia. —Se encoge de hombros y me mira—. Tal vez la muerte es lo mismo. Tal vez sea sólo la próxima vida. A unos centímetros de distancia".

"—Stella, si hubieras estado allí, todavía no lo sabrías.
—Pero ella murió sola, Will —dice, que es algo que no puedo negar.
—Pero todos morimos solos, ¿no? Las personas que amamos no pueden ir con nosotros. —Pienso en Hope y Jason. Luego en mi mamá. Me pregunto si ella estará más dolida si me pierde o si pierde la enfermedad".

"—Dios, eres hermosa. Y valiente —le digo—. Es un crimen que no pueda tocarte".

"Nos sonreímos, y aunque hay un millón de razones por las que no debería mirarla ahora, no puedo evitar sentir que me estoy enamorando de ella".

"—Me asustas, Stella.
Lo miro, frunciendo el ceño.
—¿Qué? ¿Por qué?
Me mira a los ojos, su voz seria.
—Me haces querer una vida que no puedo tener. —Sé exactamente lo que quiere decir".

"Le sonrío y tomo solo un paso más robado, hasta que estemos a dos metros de distancia".



Rachael Lippincott

viernes, 19 de julio de 2019

Citas: El funeral de Lolita - Luna Miguel


"La gente solía describirlo como un nudo en el estómago. Para Helena era una mala metáfora".

"Tuvo que releerlo un par de veces para que cobrara sentido. Un líquido abrasador comenzó a ascender hasta la comisura de los ojos. Se los  tapó con fuerza para detener la hemorragia. Siguió caminando avenida arriba, rumbo a casa, con un sentimiento parecido a la angustia pero también al alivio. A la altura de un restaurante asiático se dejó caer de golpe sobre una de las sillas metálicas de la terraza y dejó el móvil sobre la mesa. La pantalla aún emitía un leve brillo gracias al cual podía distinguirse un fragmento de las palabras de Rocío: «no sé si querrás saber de mí tampoco sé si este es tu perfil no sé ni siquiera si estás viva pero tenía que decírtelo roberto ha fallecido esta mañana»".

"Fue entonces cuando Helena lo notó: el vuelo de una polilla en el estómago. Sus alas de metal lijando las paredes gástricas; el peso del cuerpo sin vida de Roberto iluminándose en una habitación hasta entonces inhabitada de su mente".

"Y los gestos con los que más tarde le explicaría que «un funeral no es sitio para una niña» o que «está prohibido ir a la tumba de mamá»".

"El cuerpo de él descansaba en el borde opuesto del colchón, a una distancia calculada con frialdad, que a ella le parecía demasiado amplia, casi kilométrica.
Llevaban semanas, incluso meses, sin abrazarse, pero había algo en aquel rechazo que le causaba placer".

"Cuanto menos la deseaba él, más le deseaba ella.
Cuanto más enfadado parecía él, más extasiada ella".

"Se acordó de que le encantaba presumir de tener un nombre tan común.
Para él eso era sinónimo de ser irrastreable e impredecible. Algo parecido al anonimato, un resquicio de libertad. Continuó buscándolo, pero solo encontró artículos académicos sobre estudios cervantinos que ya había leído antes, posts sobre educación secundaria en un blog de las Mareas Verdes y páginas del BOE en las que su nombre era una simple cifra. Incluso muerto, Roberto seguía siendo un secreto".

"Nada más subir al AVE, se acomodó en un taburete del vagón-cafetería pidió una botellita de vino blanco y dos dónuts de azúcar. Para ella, un viaje en tren no era lo mismo si no podía disfrutar de la bollería industrial que se vende a bordo. Lo que pasa en la cafetería del tren se queda en la cafetería del tren, le dijo al camarero, mientras las preguntas se iban acumulando en su cabeza".

"—Ay, niña, ¿está muy cansada? ¿Quiere que quite la música? —dijo la
conductora.
—No se preocupe, así está bien.
—De acuerdo. Lo siento mucho, ¿eh?
—¿Por qué?
—Pues por su pérdida.
—No… —susurró Helena—. Yo no he perdido nada".

"Por primera vez en su vida, conocería la muerte. Por primera vez en su vida, sería libre de decidir si quería rezar o no. Si quería ser buena o no. Si quería llorar".

"—¿Nadie cuidaba de él?
—Su mujer. Y nadie más.
—Joder, su mujer…
—¿Qué pasa con ella?
—¿Crees que estará aquí?
—Es el velatorio de su marido, lo raro sería que no estuviera".

"En el tanatorio Cisneros no había mar. Ni un séquito de niños huérfanos.
Ni juguetes.
Había una pared forrada de corcho.
Un muro de cristal.
Un jarrón con flores falsas.
Y un muerto.
Eso era todo".

"Qué idiota sería obligar al mundo a recordarnos si ni siquiera nosotros volveríamos a mirarnos a los ojos".

"La última vez que sentí que estaba enamorada de él. ¿Cuándo fue la última vez que sentí que estaba enamorada?
Quizá nunca lo estuve.
¿Y si solo estaba enamorada de la idea de estar enamorada? ¿Y si solo quería ser la chica bonita de los libros que había que leer a escondidas?
Pero haz memoria.
Intenta recordarlo: ¿cómo era verdaderamente su voz?
¿Alguna vez llegué a escucharla de verdad?
¿Por qué la deseaba?
Y lo más importante.
¿Qué pasa con ese cadáver que tienes enfrente?
¿Te quería?
Venga.
Dilo.
Grítalo delante de toda esta gente.
Di lo que solo tú sabes.
Dilo.
—Rocío, necesito un café. He visto que hay una cafetería en la primera planta".

"—¿Y ahora?
—Y ahora nada. Se ha muerto y yo estoy aquí, a punto de entrar en Alcalá de Henares… Al menos si conseguimos salir de este atasco.
—Pero si tú odias Alcalá.
—Con toda mi alma.
—¿Cuántos años llevabas sin ir?
—Muchísimos.
—¿Cuántos llevabas sin ver a ese hombre?
—La hostia de años.
—¿Cuánto daño te hizo?
—Supongo que también la hostia.
—Pues entonces lo que no entiendo es para qué vas al funeral de un pedófilo".

"El orgasmo, como la muerte, deja el corazón vacío. Tumbada bajo el edredón, dejó que el sueño se apoderara poco a poco de ella".

"—¿Tienes miedo? —preguntó Helena señalándole la barriga con el dedo.
—¿De qué, de ser madre?
—De ser madre de una niña. Una niña que en quince años será como éramos nosotras y sufrirá como sufrimos nosotras".

"¿Cómo se empieza una historia de amor imposible?
¿Y cómo se empieza un cuaderno?
Querido diario: ya no tengo ocho años. Pero me gustaría tener alguien a quien dirigirme. Alguien que me escuchara.
Entonces ¿esto es un cuaderno o una confesión? No sé. Iré diciendo cosas.
Algunas tendrán sentido y otras no porque hoy nada tiene sentido en mi vida".

"¿Amo porque leo o amo porque simplemente amo?".

"Miércoles: leer no sirve para nada si no puedo hablar contigo de lo que leo".

"Los papeles cambian.
La victoria duele.
Esto no es un poema".

"Cuando amamos no escribimos".

"Si lo hago bien: nos moriremos.
Si no lo hago bien: nos moriremos.
Entonces ¿qué va a pasar ahora? ¿Y por qué en los libros que se acumulan en mi mesilla hay respuestas para todo menos para esto?".

"Cuanto más escribas, más sabrán. Cuanto más sepan, más te odiarán. 
Cuanto más te odien, más querrás huir. Cuanto más huyas…".

"Querido Roberto: esta es la última vez que escribo tu nombre porque mi voz se acaba. Nos vemos en tu funeral. O quizá en el mío".

"—Es sangre.
—¿El qué?
—Lo que tienes entre las uñas. Es sangre.
Roberto levantó la mano y la puso a la luz del fluorescente del despacho.
Tenía las yemas de los dedos marrones.
—¿Le haces esto a tu mujer? ¿Le haces tanto daño como a mí?
—No te hago daño.
—Cada cual mata lo que ama.
—¿Qué?
—Que cada cual mata lo que ama. Lo leí en un libro.
—¿Me estás pidiendo que te lo vuelva a hacer?
—Preferiría un cuchillo".

"—No: el final. Todos los libros que leo acaban mal. Según ellos, no tenemos futuro.
—Pero tú no eres la protagonista de un libro, Helena.
—Mi miedo no cabe en los libros.
—Yo puedo escribir uno para ti si quieres.
—Uno con final feliz".




Luna Miguel

lunes, 15 de julio de 2019

Citas: Tokio blues - Haruki Murakami


"Alcé la cabeza, contemplé las nubes oscuras que cubrían el Mar del Norte, pensé en la infinidad de cosas que había perdido en el curso de mi vida. Pensé en el tiempo perdido, en las personas que habían muerto, en las que me habían abandonado, en los sentimientos que jamás volverían".

"Olí la hierba, sentí el viento en la piel, oí el canto de los pájaros.
Corría el otoño de 1969, y yo estaba a punto de cumplir veinte años".

"La memoria es algo extraño. Mientras estuve allí, apenas presté atención al paisaje. No me pareció que tuviera nada de particular y jamás hubiera sospechado que, dieciocho años después, me acordaría de él hasta en sus pequeños detalles. A decir verdad, en aquella época a mí me importaba muy poco el paisaje. 
Pensaba en mí, pensaba en la hermosa mujer que caminaba a mi lado, pensaba en ella y en mí, y luego volvía a pensar en mí.
Estaba en una edad en que, mirara lo que mirase, sintiera lo que sintiese, pensara lo que pensase, al final, como un bumerán, todo volvía al mismo punto de partida: yo.
Además, estaba enamorado, y aquel amor me había conducido a una situación extremadamente complicada. No, no estaba en disposición de admirar el paisaje que me rodeaba".

"Me lleva tiempo evocar su rostro. Y conforme vayan pasando los años, más tiempo me llevará. Es triste, pero cierto. Al principio era capaz de recordarla en cinco segundos, luego éstos se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el  crepúsculo".

"Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito".

"Ella posó sus manos sobre mis hombros y se quedó mirándome fijamente. En el fondo de sus pupilas, un líquido negrísimo y espeso dibujaba una extraña espiral. Las pupilas permanecieron largo tiempo clavadas en mí.
Después se puso de puntillas y acercó su mejilla a la mía. Fue un gesto tan cálido y dulce que mi corazón dejó de latir por un instante".

"—Quizás aún no te comprenda —afirmé—. No soy muy inteligente y me cuesta entender las cosas. Pero, con un poco de tiempo, llegaré a entenderte. 
Y no habrá nadie en el mundo que te comprenda mejor que yo".

"—¿Puedo pedirte dos favores?
—Incluso tres.
Naoko sacudió la cabeza sonriendo.
—Con dos es suficiente. El primero es que te agradezco que vengas a verme.
Estoy muy contenta y me… me ayuda mucho. Quizá no lo parezca, pero es así.
—Volveré a venir —dije—. ¿Y el otro?
—Que te acuerdes de mí. ¿Te acordarás siempre de que existo y de que he estado a tu lado?
—Me acordaré siempre".

"Naoko se detuvo, me sonrió y me tomó del brazo. Recorrimos el resto del camino el uno junto al otro.
—¿No me olvidarás jamás? —me preguntó en un susurro.
—Jamás te olvidaré. No podría hacerlo".

"Tiempo atrás, cuando todavía era joven y mis recuerdos eran mucho más nítidos que ahora, intenté escribir varias veces sobre Naoko. Pero entonces fui incapaz de escribir una sola línea. Era consciente de que una vez brotara la primera frase, las restantes fluirían espontáneamente, pero ésta jamás brotó".

"«La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella»".

"«Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella»".

"La vida está en esta orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí".

"Durante unos instantes pareció darle vueltas a algo. Me clavó los ojos con cara de estar observando un objeto extraño. Su mirada era tan profunda y cristalina que me dio un vuelco el corazón. No me había dado cuenta de que tuviera una mirada tan clara. De hecho, jamás había tenido la oportunidad de mirarla a los ojos. Era la primera vez que paseábamos los dos solos, y la primera vez que hablábamos tanto rato".

"—Estás en forma —bromeé cuando terminé mis fideos.
—¿Sorprendido?
—Sí.
—En el instituto era corredora de fondo. Corría unos diez o quince kilómetros.
Además, como a mi padre le gustaba el montañismo, desde pequeña, todos los domingos me llevaba con él de excursión. Ya has visto que detrás de casa está la montaña. Así que las piernas se me han ido fortaleciendo poco a poco.
—Pues no lo parece —dije.
—No, ¿verdad? Todo el mundo piensa que soy una chica muy delicada. 
Pero uno jamás debe fiarse de las apariencias. —Subrayó sus palabras con una media sonrisa".

"—¡Como te has acostado conmigo, ya no te importo nada! —berreó la chica.
—No es verdad —le dije.
Lo único que quería era irme de la ciudad. Pero ella no lo entendió. Y nos separamos. En el tren, camino de Tokio, me acordé de sus cualidades, de sus virtudes, y me arrepentí pensando que había sido muy injusto. Pese a todo, no podía volver atrás. Decidí olvidarla".

"Al principio, pensé que iba a lograrlo. Sin embargo, por más que intentase olvidarlo, en mi interior permanecía una especie de masa de aire de contornos imprecisos. Con el paso del tiempo, esta masa empezó a definirse. Ahora puedo traducirla en las siguientes palabras: «La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella»".

"Hasta entonces había concebido la muerte como una existencia independiente, separada por completo de la vida. «Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella.» Yo pensaba así. Me parecía un razonamiento lógico. La vida está en esta orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí".

"A partir de la noche en que murió Kizuki, fui incapaz de concebir la muerte (y la vida) de una manera tan simple. La muerte no se contrapone a la vida. 
La muerte había estado implícita en mi ser desde un principio. Y éste era un hecho que, por más que lo intenté, no pude olvidar. Aquella noche de mayo, cuando la muerte se llevó a Kizuki a sus diecisiete años, se llevó una parte de mí".

"Viví la primavera de mis dieciocho años sintiendo esta masa de aire en mi interior. Al mismo tiempo, intentaba no mostrarme serio, pues intuía que la seriedad no me acercaba a la verdad. Pero la muerte es un asunto grave. Quedé atrapado en este círculo vicioso, en esta asfixiante contradicción. Cuando miro hacia atrás, hoy pienso que fueron unos días extraños. Estaba en la plenitud de la vida  y todo giraba en torno a la muerte".

"—Tal vez mi corazón esté recubierto por una coraza y sea imposible atravesarla —le dije—. Por eso no puedo querer a nadie. 
—¿No has estado nunca enamorado?
—No —le respondí.
No quiso saber nada más".

"Al final del otoño, cuando el gélido viento barría la ciudad, ella a veces se arrimaba a mi brazo. Notaba su respiración a través de la gruesa tela del abrigo. Me tomaba del brazo, metía la mano en el bolsillo de mi abrigo o, si hacía mucho frío, se me agarraba al brazo temblando. Pero no era más que eso. No había que darle importancia. Yo continuaba andando con las manos metidas en los bolsillos, como siempre. Como los dos calzábamos zapatos de suela de goma, nuestros pasos apenas se oían. Sólo cuando pisábamos las grandes hojas caídas de los plátanos. Cada vez que oía este crujido seco, sentía compasión por Naoko. No era mi brazo lo que ella buscaba, sino el brazo de alguien. No era mi calor lo que ella necesitaba, sino el calor de alguien. Entonces sentía algo rayano en la culpabilidad por ser yo ese alguien".

"En esas ocasiones, Naoko jugueteaba con el pasador del pelo, se secaba las comisuras de los labios y me clavaba su mirada ausente. De haber podido, hubiese deseado abrazarla, pero siempre me quedé con la duda y desistí. Temía herirla. Seguimos paseando por las calles de Tokio, y ella seguía buscando las palabras en el vacío".

"Cuanto más conocía a Nagasawa, más extraño me parecía. A lo largo de mi vida, me había cruzado, había encontrado o conocido a muchas personas extrañas, pero jamás a nadie que lo fuera tanto. Leía muchísimo más que yo, pero tenía por principio no adentrarse en una obra hasta que hubieran transcurrido treinta años de la muerte del autor. «Sólo me fío de estos libros», decía.
—No es que no crea en la literatura contemporánea, pero no quiero perder un tiempo precioso leyendo libros que no hayan sido bautizados por el paso del tiempo.
¿Sabes?, la vida es corta".

"Interrogué a Nagasawa tras acostarme con tres o cuatro chicas. ¿No se sentía vacío tras haber hecho aquello setenta veces?
—Que te sientas vacío demuestra que eres un tío decente. Esto es algo positivo — dijo—. No ganas nada acostándote con desconocidas. Sólo consigues cansarte y odiarte a ti mismo. A mí también me pasa.
—¿Y por qué no dejas de hacerlo?
—Me cuesta explicarlo. Se parece a lo que Dostoievski escribió sobre el juego. Es decir, cuando a tu alrededor todo son oportunidades, es muy difícil pasar de largo sin aprovecharlas, ¿entiendes?
—Más o menos —afirmé.
—Se pone el sol. Las chicas salen, dan una vuelta, beben. Quieren algo, y yo puedo dárselo. Es algo tan sencillo como abrir el grifo y beber agua. 
Esto es lo que ellas esperan. Pues bien, las posibilidades están al alcance de mi mano. ¿Debo dejarlas escapar? Tengo el talento y las circunstancias idóneas para valerme de él. ¿Tengo que cerrar la boca y pasar de largo?
—No lo sé. Nunca me he encontrado en esta situación. Ni siquiera puedo imaginármelo —le dije riendo.
—Según como lo mires, es una suerte —repuso Nagasawa".

"—A nadie le gusta la soledad. Pero no me interesa hacer amigos a cualquier precio. No estoy dispuesto a desilusionarme —aclaré.
Con una patilla de las gafas metida en la boca, la chica murmuró:
—A nadie le gusta la soledad. Pero detesto que me decepcionen. Si te decides a escribir tu autobiografía, puedes incluir estas líneas.
—Gracias".

"—¿Cuándo murió tu madre?
—Hace dos años —matizó concisa—. De cáncer. Un tumor cerebral. Estuvo ingresada un año y medio y sufrió tanto que enloqueció y tenía que estar todo el día drogada. A pesar de ello, no se moría".

"—¿Por qué?
Midori juntó las palmas de sus manos sobre la mesa y reflexionó un momento.
—¿Y por qué no? ¿Tú no fumas?
—Lo dejé en junio.
—¿Y por qué lo dejaste?
—Porque era muy pesado. Quedarme sin tabaco a medianoche era un tormento.
Por eso lo dejé. No me gusta depender tanto de las cosas".

"—Por cierto, ¿dónde está tu familia? —pregunté.
—Mi madre, en la tumba. Murió hace dos años.
—Eso ya me lo has dicho antes".

"—No tenemos nada valioso —claudicó Midori.
—Algo habrá. Libretas de ahorro, sellos registrados, certificados, esas cosas. Para empezar, necesitarás dinero.
—No lo necesito porque no pienso huir.
—¿Aunque se queme la casa?
—Sí. No me importa morir.
La miré a los ojos. Ella me devolvió la mirada. No tenía la menor idea de hasta qué punto bromeaba. Mantuve la mirada fija en ella unos instantes, pero luego pensé: «Qué importa…».
—Como quieras. Me quedo contigo —dije.
—¿Morirás a mi lado? —A Midori le brillaban los ojos.
—¡Ni hablar! Si las cosas se ponen feas huiré. Si quieres morirte, hazlo tú solita.
—¡Qué despiadado eres!
—No voy a morir contigo sólo porque me has invitado a comer. Si se tratara de una cena, todavía".

"—¿Sigues queriendo morir en el incendio?
—¡Ostras! ¡No! Eso es otro asunto. Sentía curiosidad.
—¿Por morir en un incendio?
—No. Me interesaba ver cómo reaccionabas. Pero morir no me da miedo. 
Te ves envuelto en humo, pierdes el conocimiento y te mueres sin más. Es un momento".

"Midori se acercó un cigarrillo Marlboro a los labios y lo encendió.
—Tengo miedo de morir de ese modo. La sombra de la muerte va invadiendo despacio, muy despacio, el territorio de la vida y, antes de que te des cuenta, todo está oscuro y no se ve nada, y la gente que te rodea piensa que estás más muerta que viva… Es eso. Yo eso no lo quiero. No podría soportarlo".

"A las cinco le dije a Midori que me iba a trabajar y abandoné su casa. Le había propuesto salir a tomar algo, pero ella había rechazado mi invitación alegando que estaba esperando una llamada.
—Quedarme todo el día en casa esperando una llamada es algo que odio con todo el alma. Si estoy sola, me da la sensación de que voy pudriéndome y deshaciéndome, hasta convertirme en un líquido verdoso que es absorbido por la tierra. De mí sólo sobrevive la ropa. Ésta es la sensación que tengo cuando me quedo todo el día en casa esperando una llamada".

"«Hace casi cuatro meses que estoy aquí. En estos cuatro meses he pensado mucho en ti".

"—Lo intentaré —afirmé—. ¿Por qué llevas siete años aquí? Hasta ahora no me ha parecido que estés mal.
—Durante el día no. —Se le ensombreció el rostro—. Pero al llegar la noche la cosa cambia. Me revuelco por el suelo babeando.
—¿De verdad?
—¡Desde luego que no! —dijo inclinando la cabeza con incredulidad—".

"—Tengo que estar de vuelta antes de pasado mañana por la tarde. Debo ir a trabajar y, además, el jueves tengo examen de alemán.
—Bien. Puedes quedarte con nosotras. Así no te costará dinero y podréis hablar sin preocuparos de la hora.
—¿Con vosotras?
—Con Naoko y conmigo —dijo Reiko—. En la habitación hay dos camas y tenemos un sofá cama. Dormirás bien. No te preocupes.
—¿No está prohibido? ¿Un hombre viene de visita y se aloja en una habitación con mujeres?
—Supongo que no irrumpirás a la una de la madrugada para violarnos, ¿no?
—¡No!
—Entonces no hay ningún problema".

"—Eres un buen chico. Mirándote, me he dado cuenta. En los siete años que llevo aquí he visto ir y venir a mucha gente. Así que lo sé. Hay dos tipos de personas: los que son capaces de abrir su corazón a los demás y los que no. Tú te cuentas entre los primeros. Puedes abrir tu corazón siempre y cuando quieras hacerlo.
—¿Y qué sucede cuando lo abres?
Reiko, con el cigarrillo entre los labios, juntó las palmas de las manos con aire divertido.
—Que te curas —afirmó".

"—Pues parece historia antigua. Perdona por lo de ayer. Me puse nerviosa, no sé por qué. Y tú que habías venido a verme… Me sabe mal.
—No importa. Tal vez deberíamos exteriorizar más nuestras emociones. 
Si quieres, puedes mostrármelas. Así nos conoceremos mejor.
—Si llegas a entenderme, ¿qué sucederá entonces?
—Eso no lo tienes muy claro, ¿verdad? No se trata de lo que pueda suceder. En este mundo hay a quien le gusta saber los horarios de los medios de transporte y se pasa el día comprobándolos. También hay quien hace barcos de un metro de largo encolando palillos. Por lo tanto, no es tan raro que haya por lo menos una persona que quiera entenderte, ¿no te parece?
—¿Como una especie de pasatiempo? —dijo Naoko divertida.
—Si quieres, puedes llamarlo así. En general, las personas lo llaman simpatía o amor, pero si tú quieres llamarlo pasatiempo puedes hacerlo".

"—Oye, Watanabe… —me susurró al oído.
—Dime.
—¿Tienes ganas de acostarte conmigo?
—Claro —dije.
—¿Podrás esperar?
—Podré esperar.
—Antes de hacerlo quiero estar mejor. Encontrarme bien y convertirme en tu pasatiempo. ¿Podrás esperar hasta entonces?
—Claro".

"—Ya te decía en la carta que soy un ser mucho más imperfecto de lo que puedas imaginarte. Estoy mucho más enferma de lo que crees, las raíces son mucho más profundas. Por eso quiero que, si puedes, sigas con tu vida. 
No me esperes. Si te apetece acostarte con otras chicas, hazlo. No te reprimas por mi causa.
Haz todo lo que quieras. Si no, podría acabar convirtiéndote en mi compañero de viaje, y eso es algo que no quiero que suceda jamás. Me niego a interferir en tu vida, ni en la vida de nadie. Tal como te he dicho antes, ven a visitarme de vez en cuando y acuérdate siempre de mí. Eso es lo único que deseo.
—Pero eso no es lo que deseo yo —intervine.
—A mi lado, estás desperdiciando tu vida.
—No estoy desperdiciando nada".

"—¿Habéis podido hablar? —le soltó Reiko a Naoko.
—Sí, mucho —respondió ella.
—Después ya me contarás los detalles. Cómo ha estado él y todo eso.
—Si no hemos hecho nada. —Naoko se sonrojó.
—¿De verdad? —me preguntó Reiko.
—No, no hemos hecho nada.
—¡Qué aburrimiento! —Reiko puso cara de hastío.
—Pues sí. —Y tomé un sorbo de café".

"—Lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales — reflexionó Reiko".

"—¿Querías algo en especial?
—No, nada. Hablar contigo.
—¡Ah! —musité.
—¿Qué coño significa ese «¡Ah!»?
—Nada. Es una expresión —respondí—".

"—Watanabe, ¿sabes lo que me gustaría hacer ahora?
—Ni me lo imagino.
—Quiero tenderme en una cama grande, muy mullida. Eso en primer lugar — explicó Midori—. Me encuentro a gusto, estoy borracha, a mi alrededor no hay ningún cagajón de mula, tú estás tendido a mi lado. Y entonces empiezas a desnudarme con dulzura. Como una madre desnudaría a su hijo. 
Suavemente.
—Y… —susurré.
—Yo al principio estoy adormilada, sintiéndome en la gloria, pero, de pronto, recobro el sentido y grito: «¡No, Watanabe! Me gustas, pero salgo con un chico y no puedo hacerlo. Yo soy muy estricta en estas cosas. ¡Basta! ¡Por favor!». Pero tú no te detienes.
—Yo me detendría.
—Lo sé. Pero esto es una fantasía —dijo Midori—. Y me enseñas tu cosita. Allí, enhiesta. Yo bajo enseguida la mirada, claro. Pero la veo de refilón y digo: «¡No, por favor! ¡No puedes meterme una cosa tan grande y tan dura!».
—No la tengo grande. La tengo normal.
—Eso no importa. Es una fantasía".

"—¿He llegado demasiado pronto? —preguntó ella—. ¿Te acabas de levantar?
—Voy a lavarme la cara y a afeitarme. ¿Me esperas unos quince minutos? —le rogué.
—No me importa esperarte, pero, desde hace un rato, no paran de mirarme las piernas.
—Normal, ¿no te parece? Presentándote en una residencia de chicos con una falda tan corta… Vamos, te mirarán todos.
—No hay problema. Hoy llevo unas bragas muy bonitas. De color rosa, con un encaje precioso.
—Peor aún. —Suspiré".

"—Entonces yo no creo en la revolución. Yo sólo creo en el amor".

"—Te sorprenderá saber que mientras viajaba sola estuve pensando todo el tiempo en ti. —Tomó un sorbo de su Tom Collins y comió un pistacho—. Deseaba que estuvieras a mi lado.
—¿Y eso?
—¿«Y eso»? —Midori me observó como si observara el vacío—. ¿Qué quieres decir?
—¿Por qué pensaste en mí?
—Tal vez porque me gustas. Está muy claro. La única razón que puede haber es ésta. ¿Crees que hay alguien en este mundo al que le apetezca estar con una persona que no le guste?
—Pero tú tienes novio y no deberías pensar en mí. —Bebí un sorbo de mi whisky con soda.
—O sea que, como tengo novio, ¿no puedo pensar en ti?".

"—¡Qué divertido! —exclamó Midori—. Volveremos otro día.
—Estas películas son todas iguales —comenté.
—¡Y qué esperabas! Todos hacemos siempre lo mismo.
Tuve que darle la razón".

"—Por aquí no hay árboles. Además, estás demasiado borracha para subirte a uno —le advertí.
—Eres siempre tan sensato que acabas deprimiendo al personal. Estoy borracha porque me da la gana. ¿Pasa algo? Y, aunque lo esté, puedo subirme a los árboles. ¡Eso es! Me subiré a uno muy, muy alto y me haré pipí encima de la gente, como si fuera una cigarra.
—¿No será que tienes ganas de ir al baño?
—Sí".

"—Perdona. Me he quedado dormida allí sentada —se excusó.
—¿Cómo te encuentras? —le pregunté poniéndole el abrigo.
—No muy bien.
—Te acompaño a tu casa —dije—. Una vez allí, te das un baño caliente, despacito, y te acuestas. Estás cansada.
—No quiero volver a casa. Allí no hay nadie, no quiero dormir sola.
—¿Y entonces qué vas a hacer?
—Entrar en un love hotel de por aquí y dormir abrazada a ti. Mañana, después de desayunar, nos iremos juntos a clase.
—Cuando me llamaste ya tenías esta idea.
—Claro.
—Tenías que haber llamado a tu novio en vez de a mí. Hubiera sido lo más lógico. Los novios están para eso.
—Yo quiero estar contigo.
—No puede ser —añadí resuelto—. En primer lugar, tengo que volver a la residencia antes de las doce. Si no, incumpliré las normas de pernoctación. Ya lo hice una vez y tuve complicaciones. En segundo lugar, si me meto en la cama con una chica, me entran ganas de hacer el amor con ella y odio tener que aguantarme. A lo mejor, acabaría violándote y todo".

"—El otro día me desnudé delante de la fotografía de mi padre. Le mostré mi cuerpo en una postura de yoga. «Mira, papá, esto son las tetas, esto el coño…»
—¿Y por qué lo hiciste? —le pregunté anonadado.
—Me apetecía mostrarle mi cuerpo. Total, la mitad de mi existencia es fruto de un espermatozoide suyo, ¿no? ¿Qué hay de malo en enseñárselo? «Ésta es tu hija.» Puestos a confesarlo todo, estaba borracha, lo cual me animó a hacerlo".

"Un día, mientras estaba pintando, me acordé de Midori. Hacía casi tres semanas que no me había puesto en contacto con ella; no le había informado  siquiera de mi cambio de domicilio. Le había dicho, eso sí, que pensaba mudarme pronto, a lo que ella repuso: «¿De veras?». Eso había sido todo.
Entré en una cabina telefónica y marqué su número. Contestó una chica que debía de ser su hermana y, al decirle mi nombre, me dijo:
—Espera un momento.
Por más que aguardé, Midori no se puso al aparato.
—Midori dice que está muy enfadada y no quiere hablar contigo —me informó su hermana—. Te mudaste sin avisarle. Desapareciste sin decirle siquiera adónde ibas.
Ahora ella está furiosa. Y cuando se enfada, no se le pasa así como así. Es igual que un animalito.
—Puedo explicárselo. Por favor, dile que se ponga un momento.
—No quiere escuchar tus explicaciones.
—Entonces, ¿te importa si te lo explico y luego tú se lo cuentas a ella? Me sabe mal pedírtelo, pero…
—¡Ni hablar! —me espetó su hermana—. Esto se lo cuentas tú directamente. Eres un hombre. Asume tus responsabilidades".

"—Watanabe, ¿qué te ha sucedido? —me preguntó Midori—. Estás en los huesos…
—¿Tú crees? —dije.
—¿No será que follas demasiado con tu amante casada?
Sonreí y negué con un gesto de la cabeza.
—Desde principios de octubre pasado no me he acostado con nadie —afirmé.
Midori soltó un silbido.
—¿Llevas más de medio año sin hacerlo?
—Sí.
—¿Por qué has adelgazado tanto?
—Me he convertido en un adulto —afirmé".

"No creas que estoy enfadada contigo. Sólo estoy triste. Porque tú has sido muy amable conmigo y, a cambio, no he sabido ayudarte. Tú siempre estás encerrado en tu propio mundo y, cuando llamo a la puerta, “toc, toc”, te limitas a levantar la cabeza antes de volver a encerrarte".

"He deseado que tropezaras, pero no te has caído. Ahora acabas de sentarte a mi lado, te estás bebiendo la Coca-Cola a sorbos. Deseaba que al volver hubieras caído en la cuenta y al fin me dijeras: “¡Anda, pero si te has cambiado de peinado!”. Pero no ha habido suerte. Si te hubieras fijado, hubiera roto esta carta y hubiera dicho:
“Vámonos a tu casa. Te haré una buena cena. Y luego nos iremos a la cama los dos muy juntitos”. Pero eres tan insensible como una plancha de hierro.
»Adiós.
»P.D. A partir de ahora, aunque me veas en clase, haz el favor de no dirigirme la palabra".

"«Además, tal vez sea un problema mío y a ti te dé lo mismo, pero ya no me acuesto con nadie. Porque no quiero olvidar el tacto de tu piel. Para mí, aquellos instantes son mucho más preciosos de lo que puedas imaginarte. Siempre pienso en ellos.»"

"—Háblame —me rogó Midori—. Querías decirme algo, ¿verdad?
—No pretendo justificarme, pero aquel día estaba exhausto, aturdido —dije—. No percibía bien las cosas. Sin embargo, al dejar de verte, lo he comprendido. Hasta ahora, he tirado hacia delante porque tú estabas a mi lado. Sin ti me siento desesperado, solo.
—No lo sabes… No sabes lo desesperada y sola que me he sentido sin ti durante estos dos meses.
—No, no lo sabía. —Me sorprendió—. Creía que estabas enfadada y que no querías volver a verme.
—¿Serás estúpido…? ¿Cómo podía no querer volver a verte? Te dije que me gustabas, ¿no es cierto? Cuando me gusta alguien, no deja de gustarme así como así".

"—Si me enfadé fue por lo siguiente. Y mira que estaba tan furiosa que te hubiera dado cien patadas. Hacía tanto que no nos veíamos, y tú, con la cabeza en las nubes, pensabas en la otra chica, sin mirarme ni un instante. Tenía todo el derecho de enfadarme. Aparte de esto, me dio la impresión de que me iría bien estar un tiempo separada de ti. Para aclarar las cosas.
—¿Qué cosas?
—Nuestra relación. En fin, yo cada vez lo paso mejor contigo. Mejor que cuando estoy con mi novio. Y eso, la verdad, no es muy normal, no es un buen síntoma, ¿no crees? Él me gusta, por supuesto. Es un poco egoísta, estrecho de miras, algo facha, pero tiene muchas cosas buenas, y es el primer chico que me ha gustado. Pero tú…, tú eres alguien muy especial. Cuando estoy contigo, siento que nos   entendemos.
Confío en ti, me gustas, no quiero dejarte escapar. Ese día me marché furiosa, así que le pregunté a él con toda franqueza qué creía que debía hacer. Y me dijo que no te viera más. Y que si volvía a verte, rompiera con él.
—¿Y qué hiciste?
—Rompí con él. Así de simple. —Se llevó un cigarrillo a los labios, lo encendió cubriendo la cerilla con una mano e inhaló una bocanada de humo.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —gritó Midori—. ¿Estás mal de la cabeza? Sabes el modo condicional de los verbos ingleses, entiendes las progresiones, puedes leer a Marx…
¿Por qué esto no lo entiendes? ¿Por qué me lo preguntas? ¿Por qué le haces decir esto a una chica? Rompí con mi novio porque me gustas más que él. Yo hubiera querido enamorarme de un chico más guapo. Pero qué vamos a hacerle… Me he enamorado de ti".

"—No me hagas daño. Bastante me han herido ya a lo largo de mi vida. No quiero que me hieran nunca más. Quiero ser feliz".

"Si no quieres acabar en un manicomio, abre tu corazón y abandónate al curso natural de la vida. Incluso una mujer débil e imperfecta como yo piensa lo maravilloso que es vivir. Intenta ser feliz. ¡Adelante!".

"En las noches de insomnio me asaltaban diferentes imágenes de Naoko. 
No podía evitar que acudieran a mi memoria. En mi corazón, se habían acumulado demasiados recuerdos de ella. En cuanto encontraban una grieta, por pequeña que fuera, iban saliendo, uno tras otro, imparables. Fui incapaz de detener esa fuga".

"Al despedirnos, se sacó del bolsillo un billete de cinco mil yenes y lo metió en el bolsillo de mi camisa diciendo que, con aquel dinero, debía comprarme algo nutritivo, porque tenía muy mala cara. Lo rechacé aduciendo que ya había hecho demasiado por mí, que sólo faltaba que me diera dinero,  pero él no quiso tomarlo.
—No es dinero, son mis sentimientos. Acéptalo sin darle más vueltas. No pude hacer otra cosa que darle las gracias y aceptarlo".

"—Comprendo muy bien lo que tratas de advertirme —dije—. Pero todavía no estoy preparado. Tuvo un funeral tan triste… Nadie debería morir de este modo…
Reiko alargó la mano y me acarició la cabeza.
—Todos moriremos de este modo un día u otro".

"—He llevado una vida curiosa, pero no se me había pasado por la cabeza la posibilidad de que algún día un chico de veinte años me quitara las bragas.
—¿Prefieres quitártelas tú?
—No, no. Quítamelas tú. Pero estoy arrugada como una pasa, no vayas a llevarte una desilusión.
—A mí me gustan tus arrugas.
—Voy a echarme a llorar —susurró Reiko".

"—¿Dónde estás? —susurró.
¿Dónde estaba? Todavía con el auricular en la mano, levanté la cabeza y miré alrededor de la cabina. ¿Dónde estaba? No logré averiguarlo. No tenía la más remota idea de dónde me hallaba. ¿Qué sitio era aquél? Mis pupilas reflejaban las siluetas de la multitud dirigiéndose a ninguna parte. Y yo me encontraba en medio de ninguna parte llamando a Midori".





Haruki Murakami