martes, 5 de marzo de 2024

Citas: Soldado de juguete, corazón de chocolate - Mariano Cointte

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 Soldado de juguete, corazón de chocolate


"Combatimos toda la tarde. Él, mis camaradas y yo. Éramos un ejército invencible contra las fuerzas invasoras que atravesaron el portal dimensional. Bestias prehistóricas, llenas de cuernos y dientes, con una inteligencia superlativa que les permitía atravesar todas nuestras defensas.
Nuestros tanques de poco servían contra tal embestida, ni siquiera el helicóptero de última generación que habían enviado desde el cuartel general. Pero yo confiaba en mi compañero, y aunque la situación era cada vez más desesperada, sabía que Conan sacaría una carta magistral de su enorme arsenal de tácticas, y nos salvaría. A veces hasta yo, con mis humildes habilidades, compartía la gloria que en realidad, era toda de él.
Por eso éramos tan amigos".

"Conan me miró de una forma que solo pude interpretar como despedida.
Le grité que no. Que me dejara a mí. Yo haría el último sacrificio.
—¡No, amigo! ¡No! —Pero mis gritos parecían perderse en la lejanía.
Mi amigo, el único que tuve. Me sacó la bomba de las manos. Me sonrió con agradecimiento y avanzó solo contra el Enemigo. Era el fin".

Muérdago y plomo

"—Mami. Ten fe —dijo Briela, aun en su inocencia casi arrebatada por la barbarie, sonreía mostrando algunos huecos naturales en su boca.
—¡Escúchame, Bri! —reclamó desesperada la madre.
—Hoy es Navidad —continuó la niña.
—¡Escúchame! —insistió la mujer, con la mirada desencajada—. Si vienen a buscarte... —Le tembló el labio inferior por el horror que le producía la idea, pero también por lo que estaba por pedirle a su pequeña—, si vienen a buscarte, te muerdes así —Le hizo la mímica de la boca contra la muñeca—. Fuerte, muy fuerte, hasta que sientas que te duermes".

"La niña se escarbó el pelo sucio y encrespado, extrajo algo y se lo mostró a su madre con la mano abierta. Una ramilla de muérdago.
—Recordaba siempre las historias de la abuela. Y para estas épocas siempre guardo un poco, por si aparece mi príncipe y quiere un beso —dijo sonriendo, con esa inocencia de sus pocos años, la esperanza infatigable de los niños".

El mosquetero

"Eran los Tres Mosqueteros, o así se consideraban en su pequeña pero ilustre cofradía infantil. Los demás niños solían decirles los boludos que juegan a cosas que no existen".

"—¿Qué les estará diciendo esa bruja sobre mí? —se preguntó Cacho, un poco preocupado.
—Y..., que sos un burro —dijo divertido Beto, a lo que el otro le contestó con una farsa de golpearlo en la cabeza suavemente. Ambos se reían.
—No creo —dijo Miguel, siempre el más centrado—, parece mala pero creo que no es tanto.
—Uh vos..., siempre mirando las cosas tan bonitas —dijo con fastidio Cacho".

"—No te preocupés. Todo va a estar bien —le dijo. Los otros asintieron solidariamente. Pablo sonrió emocionado.
—Gracias muchachos. Saben..., creo que son los mejores amigos que pude tener —dijo casi al borde las lágrimas. Los tres mosqueteros se sonrojaron un poco, no era habitual ese tipo de emociones entre varones para la época".

Batallón Borysko

"Fue como mil truenos resonando al mismo tiempo. Pero no solo eso aturdió al pequeño Danylko, le faltaba el aire, y cuando quiso respirar, lo único que pasaba por su garganta era un polvo áspero y con gusto a muerte".

"—Tratemos de dormir. Esperemos la mañana, y si hasta ese momento no ha venido nadie a rescatarnos, emprenderemos la búsqueda de papá —sugirió Borysko.
—De acuerdo —musitó Danylko, apretándose contra su hermano para conseguir calor—. ¿Y si papá también ha muerto? —preguntó, aunque con la apatía de aquellos que están bajo un tremendo shock emocional.
—Entonces iremos con los abuelos —respondió pragmático Borysko, aunque el corazón se le desbocaba de solo pensar en perder a su padre también; pero debía mantener la calma por Danylko—. Ahora duérmete —le dijo al más pequeño y le dio un beso en la frente como su madre solía hacer.
—¡Puaj! ¿Por qué hiciste eso? —se quejó Danylko con cara de repugnancia, su hermano mayor nunca había sido así de afectuoso con él.
—Porque sí. Ahora duérmete —contestó Borysko y agradeció la poca luz que ocultaba sus lágrimas. Sin embargo, Danylko podía ver perfectamente con sus ojos jóvenes y ya adaptados a la baja luminosidad.
—Gracias —dijo el más pequeño—, yo también te quiero".

El ladrón de estrellas

"—¿Qué pasa, Aquiles? —preguntó Abuelito.
—Las estrellas..., muchas se van a dormir —contestó el niño. Abuelito lanzó una pequeña risa divertida. Ambos sintieron unos pasos lentos y seguros acercarse a sus espaldas. Aquiles conocía esa cadencia desde que tenía memoria.
—En realidad ya están dormidas —dijo la voz grave de Papá. Ante esas palabras, Aquiles levantó una ceja con curiosidad.
—Si están dormidas, ¿cómo podemos ver su luz? —preguntó el niño con cierto humor, Papá no sabía lo que decía.
—Lo que vemos son los sueños de las estrellas, que nos llenan de ideas hermosas cuando dormimos. ¿Acaso no sueñas? —respondió Papá y a Aquiles le pareció completamente cierto, de qué otra parte podían venir los sueños.
—¿Y cuándo soñamos cosas feas?, ¿pesadillas?
—Es porque el Ladrón de Estrellas se llevó esa luz antes de tiempo y sin ella, los sueños se vuelven feos y oscuros".

"—Papá... ¿por qué todos los años colocas estas cosas enormes en el patio? —preguntó él niño con una mezcla de curiosidad y fastidio.
—¿Acaso no te gustan? —repreguntó Aquiles, muy divertido.
—Los otros papis hacen espectáculos con sus gafas y todos los pueden ver y escuchar —había una nota de tristeza y reclamo en el niño—. Pero nosotros solo miramos las estrellas, es aburrido.
—¿Sabías que tu abuelo decía que la luz de las estrellas era la materia de la que se hacían nuestros sueños más hermosos? —comentó Aquiles con la intención de sorprender al pequeño.
—El abuelo no sabía nada entonces..., las estrellas que vemos en el cielo ya murieron hace millones de años —respondió el niño de seis años con toda autoridad, y mirando a su padre como si fuera un estúpido agregó—. La gente de antes era bastante ignorante por lo que me dices.
—Sí, tienes razón. —Aquiles sonrió con amargura. Su hijo aun siendo tan pequeño ya veía el mundo al desnudo, sin fantasía y tal vez con un pragmatismo poco sano—".

Encuentro

"—Bueno, por qué no dejamos toda esta cosa misteriosa y me explicas quién eres y por qué hablas como si me conocieras —el joven estaba fastidiado.
—Todo a su tiempo, ¿me invitas a un café en tu casa? —inquirió ella mientras pestañeaba seductoramente, como una niña traviesa. A él, se le estrujó la garganta, tragó saliva ante la insinuación y de nuevo sintió un poco de asco. Pensó de nuevo, que en alguna parte había visto esos ojos.
—Ahem, ¿no es un poco apresurado? Ahem, ¿no se supone que yo tengo que invitarte? —tartamudeó él—. Además, eres un poco joven para mi gusto.
Ella rió estentóreamente, divertida en extremo. Y a él le pareció música para los oídos".







Mariano Cointte

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