jueves, 30 de marzo de 2023

Citas: Lazos y arena, humo - Stephanie Martínez

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 "Para casi todos fue una muerte sorpresiva, nadie puede predecir que un autobús va a decapitar a una chica, mucho menos a ella, que nunca se dignaba en usar el transporte público; podría decirse que fue una muerte poética, pero nadie tendría el valor de decir que tanta sangre seria poético en algún sentido".


"Al tocar su brazo sus ojos se cruzaron y ella palideció como si viese fantasmas, la sangre comenzó a salir como si se abriese la herida una vez más, colocó una servilleta del bar y salió casi a trote, tal y como si escapara de un cuarto en llamas".

"–¿Cómo sabes que veo el futuro? ¿cómo sabes de ella, cómo…? –Las preguntas se agolpaban en su garganta, impaciente por entender lo que sucedía.
El veterinario la miró con un gesto amable, pero algo melancólico, casi podía sentirse la sombra de una pérdida en su rostro. Él la interrumpió antes de que continuara con su interrogatorio.
–Deja de preocuparte del cómo y comienza a pensar en el porqué".

"–Es uno de los pocos usos de mi naturaleza, déjame explicártelo: veo el pasado, de esta manera impresiono señoritas cuando las invito a comer.
–Dime, ¿acaso a ellas también las amenazas con un arma?
–Claro que no, tú eres un caso especial. –Él miró el arma y luego le guiño un ojo a Stephanie en tono de coquetería".

"–Dime, ¿cómo te llamas? –Su voz era apacible mientras siguió hablando–. Es extraño decirte jovencita siempre; yo soy Lenardo Uriel Icaro Gerard, todos me llaman Lui, veterinario pobre y conquistador mediocre. –Apartando el plato Lui la miro con una expresión paternal.
Esbozó una sonrisa amplia de esas que les lanzaba a sus conquistas, pero no le valió de nada, solo obtuvo como respuesta un suspiro.
–Stephanie…– Hizo una pausa y se levantó para ir a la parte trasera del lugar.
–Espera, ¿solo eso, y el apellido?
–Por ahora solo eso tendrás".

"–Eres un chico extraño. –Stephanie lo vio y sonrió enormemente al decirle las palabras con la voz más dulce que tenía.
–Sin duda lo soy. –Enrique guiño un ojo y volvió a mirar al cielo.
Mientras él miraba las estrellas ella se colocó más cerca y acarició su rostro, la piel tersa y el reflejo que provocaba la luna sobre sus pestañas la hacía desearlo, él la miró detenidamente sin decirle nada, poco a poco se acercó, los dedos de Enrique se deslizaron por su cintura para atraerla más hacia él, ella agacho un poco su cabeza para facilitarle un beso, pero él se detuvo unos segundos, ella simplemente no deseaba parar y lo besó. Él comenzó a ser más apasionado, sin duda sabia como hacerlo, todo su cuerpo se sincronizaba, sus dedos acariciaban su espalda bajo la blusa, el tacto de cada dedo la estremecía; sin parar de besarse ella introdujo débilmente su lengua y comenzaron a danzar hábilmente dentro, excitándolo más y más. Al terminar de besarse sus cuerpos se precipitaban más cerca, casi queriendo ser uno, sin decir nada ella miró al cielo y las vio: decenas de estrellas avanzaban dejando ver su destello fulgurante; Enrique las vio, pero se perdió en los ojos de Stephanie, recargó su cabeza en el hombro de ésta y suspiró".

"Stephanie no soportaba fingir estar cómoda un segundo más, sabía que esa situación no era para ella, sin duda pese a que él fuese a morir pronto, no merecía la carga que era ilusionarse con una relación normal; el simple latido de su corazón, sus suspiros e incluso sus besos eran demasiado buenos para ella, lo mejor era alejarlo. Colocó sus manos en los hombros de él y lo alejó, sin embargo y sin pensarlo dos veces él la sujetó y la atrajo hacia sí, dándole un beso aún más dulce que el anterior, no planeaba rendirse, hasta que ella lo abofeteó. Al notar que del labio de Enrique emanaba una delgada línea de sangre constante, ella supo que se había pasado de la raya, él sin embargo la miró preocupado y un tanto amoroso, como si un animal salvaje lo hubiera herido sin intención.
–Discúlpame si me propasé –su voz era tranquila, buscando que ella dejara de mirarlo incómoda.
–No fue por eso, joder –con un tono de reproche e incredulidad Stephanie desvió la mirada.
Stephanie sostenía su cabello agachando la cabeza y entrelazando los dedos por las leves ondas que se formaban a causa de la humedad nocturna.
La situación no podía confundirla más, siempre había sangre en la intimidad, pero casi en su totalidad había sido derramada por ella, nunca se habían comportado tan consternados.
Normalmente un hombre la lastimaría y le haría rogar por más, pero si ella era la que provocara una herida no habría disculpas, solo una reprimenda, un golpe seco que no le provocaba otra cosa más que desprecio hacia sí misma. Eso era lo que ella esperaba, pero este chico no la golpeó, incluso se disculpó, quizás habría preferido una paliza en lugar de esos tiernos ojos mirándola con compasión.
–¿Entonces por qué si no? Mira que si voy rápido…
Stephanie colocó su dedo índice sobre los labios de Enrique para callarlo, sus palabras avanzaban como una fría corriente de agua que la hacían perder el control y desear besarlo otra vez.
–¿Puedes callarte un segundo? –respiro hondo y prosiguió–. No, no vas rápido, en realidad vamos bastante lento para mi ritmo habitual.
–Pero, ¿es que acaso es normal para ti enamorarte de desconocidos?
–No me enamoro –sonrió de una forma casual, como cuando alguien dice algo irracional– eres una maldita ternura, me lio a los chicos, follamos y listo. –Secó la sangre del labio de él y se chupó el pulgar mientras él la miraba boquiabierto.
–¿Podrías intentar enamorarte de mí? –sus dulces palabras se perdían en la soledad de las vías, casi cual náufrago a la deriva, esperando la salvación".

"–Es hora de irme, nadie tiene lo que desea.
–Pero aún está precioso el cielo, quédate aún más. Anda, duerme aquí.
–Número uno, no quieres tener sexo; número dos, no duermo con nadie; y número tres, tú escondes algo y sinceramente no deseo saberlo".

"Mientras Stephanie caminaba por las calles podía escuchar su corazón latir como loco, cada paso era un grito en la oscuridad de la noche, un susurro por piedad, sus demonios habían permanecido dormidos por meses y de pronto los escuchaba; al sentirse vulnerable, abrió su corazón a los verdugos de sus actos. No se habría podido contener y le habría hecho daño, como casi lo hizo esa misma noche mostrándole su muerte… algunas personas llegaban a la locura y otras simplemente preferían terminar con la espera ellos mismos".

"–¿Qué pasa? –Le preguntó él quitando un mechón de pelo de su cara para verle bien los ojos.
–Nada, solo que ahora sé que nombre debe tener.
–¿El perro aún no tiene nombre?, ¿Qué clase de dueña eres?
–Lo encontré apenas ayer, ahora es mío y se llamara Ross.
–Curioso, ¿y se podría saber por qué?
–En realidad es gracias a ti.
–Pero yo no conozco a nadie llamado Ross.
–Cuando te toqué, vi este mismo lugar; el clima era tan hermoso y ustedes disfrutaban del mar, me recordó a una palabra gaélica, precisamente Ross.
–¿Sabes gaélico?
–Un poco, es una larga historia y por hoy estoy harta de recordar. Anda, vamos a jugar con Ross".

"–Dime Stephanie, ¿sales con Enrique? –Sus cejas se arquearon y una leve sonrisa apareció en su rostro tan pronto le preguntó a Stephanie.
–Vas directo al grano, ¿no?, él y yo solo pasamos el rato. –La expresión de Stephanie se volvió seca y algo molesta.
–Me horroriza escuchar eso, ¿acaso te gusta ser una chica fácil? –Los ojos de Dayana se abrieron y su expresión fue casi la de una madre molesta con su hija.
–Sin dudas sabes cómo ofender a alguien normal, pero para tu suerte no soy normal.
–Lo puedo notar, dado que ves cosas sobre mí, así que tengo el derecho a ser entrometida.
–Te concederé la razón y te contare por qué no me enrollo con nadie, ¿vale?
–Dime, te escucho. –Dayana apartó su plato y colocó los codos sobre el mantel para apoyar su rostro entre las manos.
–Cuando creces odiando a la figura masculina, te das cuenta que la felicidad en pareja es ilusión, todos te usan y prefieres la distancia.
–Pero, ¿qué tiene que ver? tuviste padres y de seguro eran una pareja.
–No sabes nada de mi vida, nada es lo que parece en las putas familias. –Sin contenerse aventó el plato hacia el suelo enfurecida.
Dayana dio un pequeño salto al asustarse con el sonido del cristal rompiéndose, pero no le dio mayor importancia.
–Discúlpame, es solo que yo no tuve una familia. –Con una delicada voz Dayana hablo tranquilamente.
–Lo lamento, pero eso debió ser un alivio. Créeme, me habría ido mejor –Stephanie apartó la mirada mientras proseguía–. Ya dejemos esto ¿vale?
–Está bien, es solo que deberías darle la oportunidad, pude ver que él está enamorado de ti.
Dayana se alejó un poco de la mesa y miró a Stephanie impaciente.
–Se cómo termina, no quiero otro herido que lamentar".

"–Ella lo supo, éramos iguales, algo estaba mal en nuestro interior. Mierda, aléjate de mí, no soy algo que te convenga.
–No eres algo eres alguien y no me iré, punto. Te enamorarás de mi como yo estoy enamorado de ti.
–No sucederá. –Las lágrimas caían gota a gota sin que ella se inmutara, ya era tan normal que no les prestaba importancia.
Enrique le besó la mejilla, lo cual hizo que llorara aún más. Ella sonrió un poco, una sonrisa torcida a medio llenar.
–Eso no me ayuda. –Colocó la mano delicadamente tras de su propio cuello y presionó las uñas, Enrique la miró sorprendido y un tanto asustado; las lágrimas cesaron mientras las gotas de sangre dibujaron hermosas líneas en su espalda.
Las cortinas ondeaban debido al viento y la lluvia, pero ni Enrique ni Stephanie deseaban moverse para cerrarlas, el aroma era placentero y fresco. Ella soltó su mano y lo miró atentamente, su rostro demostraba algo de confusión.
–¿Ves? no soportarías conocer todos mis secretos.
–No necesito saberlos todos para comprender que mi corazón te escogió".

"–Me gustas, pero perturbas mi control, no sé cuánto aguantaré…
Las pupilas de Stephanie eran grises preciosamente enmarcadas por sus pestañas, eran los ojos más lindos que él había visto, notaba el peligro latente, pero deseaba más, deseaba que consumaran su ansia y no se daría por vencido, aunque ella terminase matándolo".

"–¿Qué demonios piensas? –Lui la miró y su voz se tornaba poco a poco más grave.
Stephanie le dio un giro a su muñeca y el arma quedó apuntando hacia ella, la colocó sobre la cama y los miró, sus ojos parecían tranquilos, pero no podían evitar sentirse desconcertados, que querría decir ese gesto…
–Mátenme. –Stephanie los miró muy seria, su voz se volvió grave, casi ronca, era evidente que reprimía lo que sentía.
Dayana se incorporó y la abrazó, entre lágrimas y sollozos le dijo lo que sentía, a su vez Enrique las miró de pie, cerca de ambas, era como si supiera que uno de los dos debía morir y se reusaba a dejar que ella se fuera tan rápido de este mundo.
–¿Qué dices?, No, no, no, tú no puedes pedirnos eso, no tiene sentido luchar tanto para que termines dándote por vencida sin intentarlo".

"–Lo que faltaba, mi querido amigo– dio unos pasos y se dirigió hacia la rocola, Dayana lo ignoró y volvió a lo que limpiaba–. Espero que Lui este bien dentro... –Lui caminó lentamente dirigiéndose a Dayana, la cual estaba de espaldas lavando los trapos de limpieza.
–Hablaba del disco de Lui Armstrong. –Lui la observó y alzando las cejas le extendió el ramo de rosas blancas.
–Gracias, pero no las quiero –la voz de Dayana era seca y sin rastros de alegría por el regalo.
–Que cruel, en verdad eres mala, ofenderme así… yo solo quiero darte una ofrenda sincera de paz.
Bajando los ojos, tornando la voz algo ronca, la miró y le lanzó una sincera sonrisa, podía notarse su preocupación.
–Está bien, gracias, como supiste... Olvídalo ya lo sé, seguro lo viste como lo hace ella. –Dayana se giró para llevar el ramo tras el mostrador y ponerlo en una vasija de metal que parecía pertenecerle a la confitería, dado que tenía grabado en color verdoso casi negro la palabra bastones de caramelo.
–Pude verlas mientras te cuidaba, por lo cual sé que las rosas son tus favoritas y que amas el color azul.
–¿Quién te dio el permiso de ver mi vida? –Dayana estaba tan molesta que dejó caer la vasija regando las flores y el agua en sus pies–. Maldita sea... el pasado es pasado, déjalo así... parece que jamás podré olvidarlo, gracias por nada, vete –los gritos de Dayana resonaban hacia la calle, dado que estaba casi junto a una de las ventanas".

"–Es momento de irme, ¿segura que no deseas compañía?, bueno tienes a Ross, pero me refería a…–Sin el valor para encarar las cosas dejó de hablar, mientras el pequeño perrito se removía en el sofá de terciopelo que usaba como cama.
–No es por ti, solo no quiero que peligres, déjame estar con mis demonios".









Stephanie Martínez

viernes, 24 de marzo de 2023

Citas: El comedor de relojes: Uróboros - D. F. Gallardo

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"—¿Qué es lo que pone ahí, mi reina? —cantó él, escudriñando el papel que le enseñaba, sin lograr desentrañar su significado.
—No te han importado ni sentiste curiosidad por aprender y leer las hojas que te escribo —afirmó; su decepción era evidente.
—¡A mí no me gusta leer, me gustas tú! —y amagó con besarla".


"—¿Cómo que se va a largar? ¿Quién, padre? —no daba crédito.
—Lo que yo te diga, criatura —ratificó—; y averigua con qué trajín le calentó las ideas el muchacho del molino en tu ausencia, que al marcharse estuvo tu padre más caviloso que de costumbre.
—¿Pero ese lelo a qué leches vino, a llenaros la cabeza de preocupaciones?! No sea así, padre jamás nos haría esa jugarreta.
—Por ti… —le dispensó una triste sonrisa—. Por ti lo que sea, incluso aventurarse en el érebo y despilfarrar la salud que le reste si con ello consigue facilitarte la vida… ¡ni que sea una miaja!
—Yo no deseo eso… —entre el novio y su padre organizándole un futuro idóneo, sintió que ella no era dueña de su destino".

"—¿Viene o no? —farfulló el cochero, arrasado por el aguacero; se trataba de un viejo de piel recia y kilométrica barba grisácea, caída por debajo de las pantorrillas, enmascarado con un antifaz.
Sin igual a nada en lo que hubiese posado sus ojos en la vida, el vehículo rivalizaba en extravagancia con el conductor, dándole la impresión de no pertenecer a una época o estilo concreto, sino que  aglomeraba partes del todo y a la vez estaba fuera del tiempo; salpicado de lodo, guijarros, y briznas de hierba, las finas gotas de agua que lo bañaban, multiplicaban en su centelleante carrocería la irradiación de las farolas, encendidas en la prieta jornada.
—S-supongo que sí —contestó, visiblemente incómodo con él.
—A mí las indecisas me provocan arcadas —doblaba el cuerpo desde su asiento en el pescante—. ¡O se sube alguien o me largo!
Mostrándose por completo de acuerdo con él, resolló harta de impaciencia la bestia que tiraba del pesado armatoste en solitario: un formidable percherón de capa tono café y crines de ceniza, aún más inmenso a los que se emplearían en la guerra en ciernes.
—¡Ya estoyyy! —voceó la periodista—. ¡Aguante un pocooo! —alzando el vuelo en el zaguán rompió a correr peldaños abajo, al tiempo que la anciana, acompañada por su fiel e inseparable gallo, se personaba por el pasillo sin perder ripio de la escena".

"—Madre, he pecado.
—¿Y te arrepientes de ello, hijo?
—Sí, madre.
—¿Haces propósito de enmienda?
—Sí, madre.
—Explícame tus pecados, criatura.
—Unas personas se burlaron de mí y yo, ejem, en venganza… ensucié (metafóricamente hablando), la memoria de sus difuntos.
—¡Halaaaaaaaaaa! Abreviando: que te cagaste en sus muertos".

"—Si fuerzas a un niño a leer, este terminará por odiar los libros; con el ejemplo de la religión viene a ocurrir un proceso idéntico —armándose de un plumero, se le sumó a la patrulla de limpieza".





D. F. Gallardo

lunes, 6 de marzo de 2023

Citas: Éfetrix 14 - Carmelo Monsalve

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 "Rhelisa tomó su cara y la alzó para que sus miradas se cruzaran.
Contempló el rostro de su madre con una sorpresa que alivió cualquier sentimiento por la reprimenda. En cierta manera, inevitable, después de todo, era la primera vez que veía a otro edlin. Su madre poseía un rostro ligeramente ovalado. Piel lisa y aparentemente igual de fina que la suya.
Cejas cortas. Ojos que contenían tres colores rodeando la pupila, divididos en tres segmentos del mismo tamaño que se entrecerraron junto a la sonrisa de labios carnosos. Las orejas, pequeñas en proporción a su cabeza, y la nariz de tres agujeros, dos para sus órganos humanos y uno para la álix...
Era más preciosa de lo que había imaginado.
—Hola —saludó Rhelisa.
—Hola —dijo Misel".


"—Y la álix necesita nuestro cuerpo porque los elementos que forman el aire de este planeta son
mortales para ella. Ambas especies tuvimos grandes dificultades desde el primer día. Evolucionar conjuntamente fue el único camino posible para sobrevivir".

"—Es raro —le dijo, notando el mismo calor que había sentido en el útex.
—¿El qué?
—Ponerle cuerpo y cara a la edlin que me ha hablado durante estos seis años. Había momentos en los que creía que no eras real. La especie que éramos antes...
—Los humanos —ayudó Rhelisa.
—¿Tenían estos pensamientos?
—Solían reflexionar sobre las cosas que hacían, aunque todo su proceso evolutivo era más espaciado que el nuestro. A tu edad podían brincar por toda la habitación, pero no tenían pensamientos tan complejos. O eso es lo que se cree. Recuperar la verdad de nuestros comienzos es, también, complicado".

"—Siento algo extraño que proviene de lo que está en el suelo. ¿Es necesario?
—¿Qué sientes exactamente?
—Incomodidad.
—¿Algo más? ¿Dolor?
—No, dolor no.
—Eso es... una buena noticia, mi querida mezcla. Hay una cosa que no te he dicho: padeces una enfermedad, pero tranquila, mientras ese aparato esté contigo, estarás bien.
—¿Qué tipo de enfermedad tengo?
—Que tengas un buen descanso —le dijo Rhelisa.
Misel permaneció observando la forma difusa que se dibujaba en la capa más fina alejarse hasta que se quedó sola. La primera vez que lo estaba, y eso sí que producía dolor".

"—A veces contemplo lo que nos rodea y descubro algo que antes no sabía.
Detalles que complementan a otros detalles. Muchas veces es confuso.
—Como con el pórix el primer día que saliste del útex... Una mejora evolutiva —comentó Rhelisa, asintiendo para sí misma.
—¿Es malo?
Rhelisa negó enérgicamente. Se acercó y se inclinó hasta ponerse a su altura.
—Todo lo contrario, mi pequeña mezcla. Los edlins tenemos una expresión para eso: «puede ser el térilo que abra otro camino».
Rhelisa sonreía con una emoción que hacía mucho tiempo que no mostraba. Una sensación agradable, que recorrió con escalofríos el cuerpo de Misel y provocó que se le humedecieran los ojos.
—¿Otro camino para qué?
—Para que siga habiendo paz. Para que podamos seguir juntas".

"—¿Te acuerdas de la historia de Merdal el Incursor? —preguntó Akari. Milt negó con la cabeza.
—Merdal fue uno de los mejores pilotos que hemos tenido los alixenos.
Su historial está lleno de anécdotas sobre sus proezas y sus victorias. Una de ellas sucedió cuando fue emboscado por fuerzas orisenas. Consiguió sobrevivir en una batalla en desventaja y aterrizar la nucinx25 con solo cuatro de los diez propulsores.
»Su escuadrón de tierra se desplegó alrededor de la zona de aterrizaje para evitar que los rodearan. El plan era defender el perímetro hasta que llegaran las fuerzas de rescate. Un plan sencillo y posible gracias a que solo se habían desviado un poco de la zona controlada por los alixenos. Pero esa ligera desviación los había llevado a una zona hasta arriba de Inestabilidad.
Ya sabes lo que dicen de esos lugares...
—«Donde tienes Inestabilidad, no metas la álix» —recitó Milt.
—Más bien: «Inestabilidad hasta las orejas, problemas hasta el culo». Y con razón. Los encontró un silio alterado por la Inestabilidad. Era algo así como un felino con muchas partes de silios salvajes; seguramente ni siquiera tenía culo, normal que estuviera cabreado.
Akari recuperó la taza de café y se la llevó a los labios. Bebió otro sorbo y la dejó en el suelo.
—Fue una batalla injusta —continuó—; una fuerza antinatural contra un pequeño escuadrón de edlins. En pocos minutos solo quedaba Merdal. La criatura se acercaba masticando vísceras del último incursor al que había matado. Merdal no parecía tener muchas probabilidades de sobrevivir, pero lo hizo gracias a la idea más ridícula y desesperada que podía tener un edlin en ese momento. Se lanzó a comerse a uno de sus compañeros. La maldita quimera pensó que era otro silio y lo dejó. Nada une más que compartir la comida con un nuevo amigo.
Akari se partió de risa. Milt sonrió, más comedido.
—¿Cuál es la verdadera razón de que me hayas contado esta historia? — preguntó Milt, borrando todo el buen ambiente que se había creado. Lo conocía demasiado bien.
—Yo soy como Merdal. A veces hay que tomar decisiones drásticas, aunque sean del todo absurdas".

"—¿Qué es lo que solíamos decir de los asesinatos por la noche? — preguntó Akari en voz alta al salir.
—«Los gritos sonarán cuando la ciudad despierte» —recitó Milt, apoyado en un pilar, no muy lejos.
—¿Habrá gritos por ese cerdo que he matado ahí arriba?
—Es posible. ¿Ha valido la pena?
—Completamente".

"Si existía alguna forma de apagar sus sentimientos, quería descubrirlo en ese momento porque las preguntas sobre lo que había escuchado dominaban toda su mente. No obstante, fue atrapada por los brazos de su madre antes de que pudiera decir nada. Un abrazo que le robó todas las preguntas, salvo dos.
—¿Estás decepcionada?
—Nunca estaré decepcionada, Misel. Eres especial, tan especial que merece la pena correr riesgos por ti, aunque nadie más que yo sepa verlo.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué riesgos?
—Los que vamos a tomar a partir de ahora para que estés sana y salva.
Misel se separó lentamente y tomó aire para la segunda pregunta, tal vez, la que más miedo le generaba.
—¿Quién es ese Heken?
Rhelisa abrió la boca, sorprendida.
—Mi pequeña y astuta mezcla, ¿has estado escuchando? —Rhelisa volvió a apretarla con una fuerza que casi dolía—. Heken es tu padre".

"—Es una gran edlin, ¿verdad? Guapa, tierna, paciente, inteligente... Era, y sigue siendo, perfecta para lo que hacemos aquí. —Heken paseó hasta el recipiente—. ¿Sabes lo que hacemos aquí, Misel?
Misel se había hecho esa misma pregunta infinidad de veces, después de todo, su vida era ese lugar y, salvo el día de la prueba, no había salido nunca. Pese a ello, no contestó. No podía. No encontraba la fuerza para hacerlo.
—Te lo diré: criamos silios para experimentar con ellos. Silios como este.
—Heken palmeó el cilindro—. Silios como el que te mostró Doltare en la prueba. Silios como tú.
—¡Mentira! —le gritó Misel. Una respuesta casi involuntaria a lo que le estaba diciendo. Luego dudó—. Es mentira, ¿verdad?
—Nada me gustaría más que decirte que no, pero eso es lo que eres: una creación. Rhelisa se ofreció voluntaria como alixena para crear la mitad de lo que eres y yo puse la otra mitad de los ingredientes. Eres un «producto»; nuestro producto. Algo engendrado con la única finalidad de que fueras compatible con silios artificiales. —Heken volvió a palmear el recipiente de la mesa—. Sois dos criaturas que han nacido para juntarse".

"Akari salió corriendo. Emís lo imitó. No tardó mucho en entender que estaba perdida. Se asfixiaba y sus piernas amenazaban con tirarla al suelo en cada zancada. Correr era una jodida idea de mierda para ella. Miró hacia atrás. La ola tenía zonas que respetaban las mismas reglas que cuando estaba en calma. Una de ellas era transparente; una gran masa de agua, pero solo agua.
Se desplazó paralelamente a la ola. Activó la integración que reforzaba sus pulmones y envío tanta seina como fue capaz en el poco tiempo que le quedaba. Tomó una gran bocanada de aire justo antes de que chocara contra ella. Decir que la ola había perdido fuerza al adentrarse tierra adentro no era mentira, pero tampoco era del todo cierto. La arrastró y ella no pudo más que contentarse con ver el mundo girar, intercambiándose entre una visión difusa llena de colores y el tronco de un árbol que se acercaba a gran velocidad...
Despertó con el vaivén de un movimiento. Abrió los ojos y vio a Akari llevándola en brazos.
—¡Bájame, joder! —pidió, escurriéndose por un lado. Al aterrizar en el suelo, todo su cuerpo se quejó de la maravillosa idea que había tenido.
—¿Sigues viva? —Era una pregunta de respuesta evidente que la sorprendió por la expresión genuina de Akari. Lo preguntaba en serio.
—Viva, sí; entera, no lo tengo tan claro".

"—Te preguntaría si te alegras de verme, pero seguramente me dirás que no —le dijo entre mordiscos.
—Puedes estar seguro".

"—De acuerdo, Sorbitos, siéntate y ponte la membrana. Nos vamos de este jodido bosque.
Akari asomó por su lado dispuesto a sentarse en el asiento del copiloto.
—¿Tengo que volver a repetirte que no puedes sentarte ahí?
—Creía que ya éramos amigos.
Emís bufó.
—Vuelve atrás antes de que te dé una patada en el culo. Solo el salvador de Edlast puede sentarse ahí".

"—Estoy contigo —susurró Rhelisa, empujándola—. Recuerda lo que dije.
—Tengo miedo.
—El miedo es temporal si no piensas en él".

"Y mientras el tiempo transcurría en ese lugar sin saber cuándo volvería a tener el control de su cuerpo, Misel repetía una y otra vez la misma idea, como si fuera lo único de esos acontecimientos que no pudiera creer posible: su madre había roto su promesa".

"—¿Qué ha pasado con tus ansias de venganza?
—Eso me pregunto yo —respondió Akari, riéndose. Luego miró al techo y se puso serio—. Quería que Misel llegara a la Confederación para demostrar que no me equivocaba. Pero mientras más tiempo paso con esa niña, más quiero protegerla para que viva la vida que no le han dejado vivir.
Quiero salvarla, Emís. —Sonrió para sí mismo—. Me gustaría que todo lo que he hecho tenga algún sentido y que la paz siga adelante, pero si no puedo, al menos, me gustaría conseguir eso.
«Y yo que pensaba que era la única a la que estaba cambiando», pensó, sonriendo.
—Tal vez, y solo tal vez, es posible que yo también quiera lo mismo —dijo Emís".

"—¿Sabéis? Tengo otra historia para esto.
Emís se giró hacia el edlin.
—¿Quieres que te escupa en el café?
—Vivo con la esperanza de que algún día te gusten mis historias.
—Morirás con ella".






Carmelo Monsalve