sábado, 28 de julio de 2018

Citas: Si no despierto - Lauren Oliver


"Las cosas que querría recordar; las cosas por las que querría que me recordaran".

"Cosas como esa ocurren a diario en miles de colegios de todos los rincones de Estados Unidos, y supongo que del mundo: siempre hay niños que se ríen de otros niños. De hecho, lo de hacerse mayor consiste, básicamente, en aprender a reírte tú para que no se rían de ti".

"Una vez leí que la sensación de déjà vu ocurre cuando las dos mitades del cerebro trabajan a velocidades distintas: la mitad derecha va con unos segundos de retraso respecto a la izquierda, o viceversa. Las ciencias no son mi fuerte, así que no entendí muy bien el artículo; pero aun así, comprendí más o menos por qué ocurre la extraña duplicación de sensaciones que te provoca el déjà vu, como si el mundo se partiera en dos… o como si tú te partieras en dos".

"A partir de cierto punto, el cerebro deja de aplicar la lógica. A partir de cierto punto se rinde, se apaga, desconecta. Aun así, mientras Lindsay mete las ruedas del coche en uno de los parterres del jardín para dar la vuelta, me doy cuenta de que estoy asustada".

"A lo mejor, cuando uno se muere se queda suspendido en el tiempo, encerrado en una pequeña burbuja para siempre".

"Creo que nunca en mi vida me había sentido tan sola.
Lloro hasta que me asombra que un ser humano pueda expulsar tantas lágrimas.
Es como si mi cuerpo hubiera estado lleno de agua de la cabeza a los pies".

"Otra cosa que merece la pena recordar: la esperanza nos mantiene vivos. Incluso cuando estamos muertos, nos mantiene vivos".

"Tengo la mente llena de ideas y palabras desordenadas. No sé si gritar que se calle y me deje en paz, o que sí, que quiero disfrutar de la vida; pero solo soy capaz de cerrar los ojos e imaginar que los segundos son gotas de agua que caen en un pozo sin fondo".

"—Juliet Sykes ha muerto. Se ha pegado un tiro.
Silencio. Silencio absoluto. Ally se deja las uñas en paz y Lindsay se queda absolutamente inmóvil. Yo estoy tan impresionada que durante varios segundos mi corazón deja de latir. Noto una sensación de extrañeza, como si me hubieran sacado de mi propio cuerpo y ahora estuviera viéndolo desde lejos; como si, por unos momentos, no fuéramos más que las fotografías de nosotras mismas".

"—Quizá deberíamos habernos portado mejor con ella —susurra Elody, mirándose los pies como si le diera vergüenza decirlo.
—Venga ya —bufa Lindsay—. Qué pasa, ¿te tiras toda la vida tratándola como a un trapo y luego te sientes mal cuando se muere?
Elody levanta la cabeza y se queda mirando a Lindsay.
—Pues sí, me siento mal —replica alzando la voz.
—Pues entonces eres una hipócrita —le espeta Lindsay—. No hay nada peor".

"Esta es una de las cosas que aprendí aquella mañana: si cruzas una raya y no pasa nada, la raya deja de tener significado. Si cae un árbol en medio del bosque y no hay nadie que lo oiga, tal vez el árbol no haga ruido al caer.
Puedes trazar la raya más y más lejos, y seguir cruzándola una y otra vez.
Supongo que es así como algunas personas acaban por salirse del mundo. Es sorprendente lo fácil que resulta escapar de la órbita normal, volar hacia un sitio en el que nadie puede alcanzarte. Perderse, perderlo todo.
Aunque tal vez esto no te sorprenda. Tal vez ya lo sepas. Si es así, solo puedo decirte una cosa: lo siento".

"—¡No deberías criticar a la gente solo porque no es tan perfecta como tú! Eso duele, ¿sabes? —exclamo.
Se queda con la boca abierta.
—Yo no he dicho que…
—Si no puedo ser como tú, no es culpa mía, ¿te enteras? Yo no me levanto por la mañana pensando que el mundo es un lugar alegre y feliz. ¡No soy así, no puedo! Y no tengo arreglo.
En realidad quería decir «no tiene arreglo», pero he dicho lo que he dicho y ahora estoy a punto de llorar. Respiro hondo para contener las lágrimas, apartando la cara para que Kent no vea mi expresión.
Se hace un silencio que dura siglos. Luego Kent me posa la mano en el codo durante un instante, tan levemente como si su mano fuera una mariposa que me rozara con las alas. Un escalofrío me recorre de la cabeza a los pies.
—Solo iba a decirte que estás muy guapa con el pelo suelto. Nada más —asegura con voz grave y firme.
Me esquiva para acercarse al primer escalón, pero antes de emprender la bajada se vuelve y me observa. Aunque su mirada es triste, en sus labios parece dibujarse una minúscula sonrisa.
—No hay nada en ti que tengas que arreglar, Sam".

"Así son las verdaderas amigas; así actúan. Evitan que te des de bruces contra una realidad bastante más amarga que las fantasías".

"Se ha sentado a mi lado con las piernas cruzadas, no lo bastante cerca para tocarme, pero sí lo suficiente para que note la proximidad de su cuerpo".

"—Lo del cartel iba más bien por el resto de la gente —añade—. Me daba miedo que la gente entrara y rompiera las cosas de mis padres… No sé, la verdad es que esta es la primera fiesta que monto en casa.
—¿Y por qué lo has hecho? —pregunto, simplemente para continuar la conversación.
Kent suelta una carcajada breve.
—Porque pensé que, de ese modo, lograría que vinieras".

"—Tengo que marcharme —digo incorporándome, y al hacerlo descubro que aún tengo dificultades para mantener el equilibrio.
—Ay, ay, ay… —canturrea Kent mientras se pone de pie y me ofrece una mano en la que apoyarme—. ¿De verdad estás bien?
—Pues…
(...)
—… en realidad, no quiero ir a casa —concluyo.
Kent no me pregunta por qué, cosa que le agradezco en silencio. Se limita a meterse las manos en los bolsillos; la luz le perfila la cara y forma a su alrededor una especie de aura.
—Si quieres… —Traga saliva—. Si quieres, puedes quedarte aquí".

"Estudio su expresión. Afortunadamente, no se distingue casi nada: no me quiero ni imaginar la cara que tengo en estos momentos.
—Bueno, no me refiero a que te… te quedes a dormir conmigo, ni a… —balbucea, hecho un lío—. Por supuesto que no. Me refería a que… bueno, que tenemos un par de habitaciones para invitados, con las camas hechas y tal. Las sábanas están limpias, porque cuando alguien se queda a dormir…
—Vale.
—… las cambiamos, claro, porque las sábanas usadas son una asquerosidad. Además viene una señora a limpiar dos veces por semana y…
—Kent. Te he dicho que vale. Me gustaría quedarme a dormir. Si no te importa, claro.
Se queda unos segundos boquiabierto, como si no se creyera lo que acaba de oír.
Luego se saca las manos de los bolsillos, las abre y las cierra, las levanta y finalmente las deja caer.
—Ah, vale, vale, yo… estupendo".

"En fin, lo que quiero decir es esto: tal vez tú puedas permitirte el lujo de esperar.
Tal vez para ti haya un mañana. Tal vez para ti haya mil mañanas, o tres mil, o diez mil, y te quede tanto tiempo que puedas bañarte en él, entretenerte, dejar que se te escurra entre los dedos. Tanto tiempo que puedas desperdiciarlo.
Pero para otras personas, solo queda un hoy. ¿Y sabes qué? Es imposible saber a cuál de los dos grupos perteneces".

"Mi madre baja la voz.
—Te das cuenta de que se pasará el día dándote la lata, ¿verdad? ¿No prefieres quedarte sola?
Sé que espera oírme decir que sí. Durante años, esa ha sido la frase más repetida en mi casa: «Sam prefiere quedarse sola». Y otras como: «¿Quieres cenar? Sí, pero me subo la cena a mi habitación». «¿Voy contigo? No, quiero estar sola». «¿Puedo pasar? No, déjame tranquila». «No entres en mi habitación». «No me hables cuando estoy al teléfono». «No me digas nada mientras estoy escuchando música». Sola,sola, sola.
Sin embargo, las cosas cambian cuando te mueres. Supongo que será porque morirse es lo más solitario que se puede hacer".

"Es raro lo mucho que cambia la gente. Cuando era pequeña, lo que más me gustaba del mundo era montar a caballo, zamparme un «Especial Glotones» o ir al Alto del Ganso; pero luego, con el paso del tiempo, esas cosas fueron cayendo una tras otra y en su lugar aparecieron las amigas, el Messenger, los móviles, los chicos, la ropa… Si lo piensas bien, resulta un poco deprimente. Es como si la gente no tuviera consistencia; como si al cumplir doce o trece años, cuando los mayores empiezan a considerar que ya no eres una niña, algo se rompiera en tu interior y te transformaras en una persona completamente diferente. Una persona tal vez menos feliz; una persona tal vez peor".

"Estábamos discutiendo sobre lo que significaba el título de una novela de Thomas Wolfe llamada Nunca puedes volver a casa; según la profesora, si no es posible regresar a los sitios de  los que has partido, no es porque los sitios cambien, sino porque cambias tú. Como ya no eres la misma persona, no puedes ver las cosas igual que antes".

"—Izzy…
—¿Qué?
—Oye… ¿Se burlan de ti los demás niños por tu manera de hablar?
A pesar de todas las capas de ropa que lleva, noto que el cuerpo se le tensa.
—Sí, a veces.
—¿Y por qué no haces un esfuerzo para cambiar? Podrías aprender a pronunciar bien, ¿no crees?
—Pero es que yo hablo así —replica, con voz tranquila pero convencida—. Si hablara de otra manera, ¿cómo sabrías que yo soy yo?".

"Hay tantas cosas que querría decirle, tantas cosas que desconoce… (...) que la primera vez que le das un beso a un chico, te pones muy nerviosa y no sientes lo que esperabas sentir, pero que no pasa nada; que solo deberías enamorarte de chicos que se enamoren de ti".

"—Te habría gustado conocerla.
Izzy frunce los labios y deja escapar el aire suavemente.
—Me gustaría que la gente no se muriera —dice.
Noto una punzada en la garganta, pero logro sonreír. Me asaltan dos deseos simultáneos e incompatibles, afilados como cuchillas: «Quiero ver cómo creces» y «No cambies nunca»".

"—Cuando era pequeña me pasaba horas y horas tumbada justo aquí, ¿sabes? Me ponía boca arriba y me dedicaba a mirar el cielo. Izzy se da la vuelta hasta quedar de espaldas.
—¿A que el cielo sigue siendo igual?
La simplicidad de sus palabras hace que casi me ría. Desde luego, tiene toda la razón.
Sí. Exactamente igual.
Tal vez sea así de sencillo: si quieres que todo vuelva a ser como antes, lo único que tienes que hacer es mirar hacia arriba".

"Me sorprende la facilidad con la que cambian las cosas; empiezas a caminar por la calle de todos los días y en cuanto te descuidas acabas en un sitio nuevo. Solo hace falta un paso en falso, una pausa o un rodeo para terminar con nuevos amigos, con mala fama, con un nuevo novio o sin el novio de siempre. Nunca lo había pensado de esa manera; nunca me había dado cuenta. Ahora, sin embargo, tengo la extraña sensación de que todas esas posibilidades coexisten, como si cada instante que vivimos tuviese adosado un millar de posibilidades distintas, un millar de instantes que apuntan en direcciones diferentes".

"Me pregunto si será posible conocer de verdad a los demás, o si tendremos que resignarnos a caminar a ciegas con la cabeza gacha, esperando no chocar contra nadie".

"Pienso en la vez que encontré a Lindsay en el baño del Rosalita y me pregunto cuánta gente guardará secretos en el fondo del vientre, secretos duros y prietos como puños o piedras. Puede que todo el mundo los tenga".

"Me lo estoy pasando estupendamente; aunque hoy no ha ocurrido nada especial, es un día casi perfecto. Imagino que habré tenido días parecidos a este en muchas ocasiones, pero son justamente estos días los que, al final, acabas olvidando. Y ahora me doy cuenta de que eso está mal. Me recuerdo tumbada en la cama, en casa de Ally, preguntándome si había habido en mi vida algún día que mereciera la pena volver a vivir. Y me respondo que sí, que no me importaría vivir  este día una y otra y otra vez, hasta que se gaste la pila del tiempo y se detenga el universo".

"—Esa tía lleva más de veinte minutos ahí dentro —comenta alguien a mi lado.
Al oír esas palabras me pongo tan nerviosa que me dan náuseas. En los baños hay medicamentos. En los baños hay cuchillas. La gente se encierra en los baños para hacer cosas que no pueden hacer en público, como enrollarse o vomitar. O suicidarse".

"—Tenemos una habitación de invitados —dice tímidamente Kent.
Observo su pelo: se ha secado en pequeños mechones y rizos rebeldes.
—No, no me apetece dormir en una habitación de invitados —respondo, resuelta
—. Quiero una habitación de verdad. Una habitación con vida. 
Kent se me queda mirando durante unos momentos.
—Ven conmigo —dice al fin".

"Abro los ojos, me incorporo y me quedo apoyada en un codo.
—Kent.
—¿Sí?
—¿Te importa quedarte un rato conmigo?
Él asiente sin decir nada y empuja la silla del escritorio hasta la cama. Luego dobla las piernas para posar los pies en el asiento, apoya la barbilla en las rodillas y se me queda mirando. A la luz de la luna, su pelo tiene un suave color plateado.
—Kent.
—¿Qué?
—¿Te parece raro que esté aquí contigo?
Cierro los ojos al decirlo: no quiero ver qué cara pone al oír mi pregunta.
—Sam, soy el director de una revista llamada La Tribulación, que leen unas tres personas contándome a mí. Hace tiempo me empeñé en pasar un año entero llevando zuecos de plástico. A estas alturas de mi vida, nada me parece raro".

"En cuanto me duerma, lo perderé.
Perderé este momento para siempre.
—Kent —digo al fin, con la sensación de que la palabra ha tardado una eternidad en viajar desde mi cerebro hasta mi boca.
—¿Sí?
—¿Me prometes que te quedarás aquí conmigo?
—Te lo prometo".

"Muchas cosas se vuelven hermosas cuando las miras despacio".

"Se muerde ligeramente el labio, y en ese momento está tan tierno que casi no puedo soportarlo. Parece nervioso. No es capaz de sostenerme la mirada más de dos segundos; pero cada vez que sus ojos se posan en mi cara, siento que el mundo desaparece y nos quedamos los dos solos en medio de una pradera verde y soleada".

"Siento una punzada de tristeza abrumadora por lo que hemos perdido: en alguna parte de la eternidad, hay una fracción de segundo en la que nuestros labios se encontraron".

"Kent inclina la cabeza a modo de despedida y se va así, sin más ni más, sin decir adiós ni darme un beso, como si necesitara alejarse rápidamente de nosotras.
Me asomo por detrás de Lindsay y le grito:
—¡Hasta luego, Kent! ¡Nos vemos!
Él se da la vuelta, sorprendido, y me dedica una enorme sonrisa.
—Hasta luego, Sam —contesta llevándose la mano a la cabeza para despedirse como los actores de las películas antiguas, y luego sigue caminando a grandes zancadas hacia el edificio principal".

"Me estremezco al darme cuenta de lo fácil que es equivocarse con las personas, de lo sencillo que es quedarse con una parte insignificante de ellas y confundir esa parte con el todo, de lo poco que cuesta mezclar las causas con las consecuencias y al revés".

"—No me conoces —dice con un hilo de voz—. No puedes hacer nada por mí. Nadie puede.
Sus palabras me hacen pensar en lo que le dije a Kent hace solo dos días («No tengo arreglo»), pero ahora sé que estaba equivocada. Todos tenemos arreglo: no puede ser de otro modo, porque solo así las cosas tienen sentido".

"Juliet observa la puerta con una sonrisa en los labios, la sonrisa más triste que he visto nunca. Me gustaría ser capaz de entrar en sus recuerdos y ver lo que ella ve, arreglar lo que se le ha roto".

"Llevo toda la noche —todo el día— pensando en él. Y ahora que está a mi lado, no tengo tiempo".

"El calor me relaja y me adormece, aunque por dentro me revolotean cien mariposas conscientes de que su cuerpo está al lado del mío".

"—Todo lo que ha ocurrido esta noche ha sido espantoso menos esto —digo al fin.
—¿El qué?
Lo señalo a él con un dedo y después a mí. Tú y yo. Todo ha sido espantoso, menos esto".

"—Ah, pues es bueno saberlo —dice él sin dejar de mirarme, y tengo la impresión de que es la primera y la última vez que alguien me mira de verdad—. Porque… 
Se interrumpe mientras sus ojos bajan lentamente hacia mis labios, y me recorre un calor tan intenso que creo que voy a desmayarme de un momento a otro.
—¿Porque? —susurro, sorprendida por ser capaz aún de hablar.
—Porque, sintiéndolo mucho, no puedo evitar besarte ahora mismo".

"—(...) ¿Nunca te da miedo quedarte dormido? ¿No te da miedo lo que viene después?
Me sonríe con tristeza, y por un momento estoy segura de que lo sabe.
—A veces, lo que me da miedo es lo que dejo atrás —dice".

"Y de pronto estamos besándonos de nuevo, con los cuerpos y las bocas fundidos en un único movimiento tan fluido que es casi como si no estuviéramos besándonos sino pensando que nos besamos, pensando que respiramos, y todo es inconsciente, natural, relajado, una sensación que no es de esfuerzo sino de abandono, y es entonces cuando ocurre lo imposible, lo impensable: el tiempo, al fin, se detiene. El tiempo y el espacio menguan repentinamente y luego explotan como un universo en eterna expansión mientras nosotros dos nos quedamos en el borde, palpitando y tocándonos en la oscuridad".

"Pero yo creo que es mejor así, porque si no sería casi imposible despedirse. Saber que vas a hacer algo por última vez es como pensar que tienes que lanzarte por un precipicio: lo único que quieres hacer es tirarte al suelo y olerlo, besarlo, aferrarte a él con todas tus fuerzas.
Supongo que todas las despedidas son como lanzarse al vacío. Lo peor es decidirse. Luego, cuando ya estás en el aire, no te queda más opción que dejarte ir".

"Esta es la primera vez que añoro besar a alguien, la primera vez que me levanto con la sensación de que he perdido algo importante".

"A veces piensas que estás tomando la decisión correcta y terminas por provocar una catástrofe, y otras veces ocurre justo lo contrario".

"La mayor parte del tiempo —el noventa y nueve por ciento de las veces— no tienes ni idea de cómo ni por qué se unen los hilos, pero no pasa nada. Haces algo bueno y algo malo ocurre en consecuencia. 
Haces algo malo y ocurre algo bueno. Te quedas de brazos cruzados y todo estalla.
Y en ocasiones, muy de vez en cuando, por algún milagro del azar y la coincidencia —un millón de mariposas que aletean en el momento justo, haciendo que todos los hilos coincidan durante un instante—, tienes la oportunidad de hacer justamente lo que hay que hacer".

"—¿Ya? —pregunto.
—¿Ha vuelto? —replica ella.
—¿Quién?
—Samantha Emily Kingston. Mi mejor amiga. La única persona heterosexual con la que pienso compartir mi vida —recita señalándome con un dedo acusador—".

"—Ya es demasiado tarde —musita.
—Nunca es demasiado tarde —le respondo".

"Fue entonces cuando comprendí que hay momentos que duran para siempre. Aunque ya hayan pasado, siguen ahí; aunque mueras, esos momentos continúan suspendidos, girando, extendiéndose eternamente. En ellos cabe todo.
En ellos reside el sentido".

"Supongo que es cierto eso que dicen de que son las pequeñas cosas las que importan".




Lauren Oliver 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario