domingo, 27 de mayo de 2018

Citas: El mejor de los pecados - Mario Benedetti


Los novios:

"Por lo general, yo no perdía tiempo en esa inercia contemplativa; después del almuerzo me iba al altillo y, en lugar de estudiar el común denominador, leía como un poseído a Julio Verne".

"La soledad es un precario sucedáneo de la amistad".

"Por eso, o quién sabe por qué, lo cierto era que yo no tenía la costumbre de la franqueza, así que no podía responderde inmediato cuando María Julia me apremiaba con preguntas como esta: «¿Vos quépensás? El suicidio, ¿es una cobardía?». Once años. Tenía once años y preguntaba eso. Claro, me obligaba a interrogarme. A veces, cuando ella se iba y yo me quedabasolo, me ponía a pensar tensamente, trabajosamente, y al cabo de media hora no había conseguido solucionar ningún problema de metafísica infantil, pero en cambio había logrado un dolor de cabeza estrictamente adulto".

"En definitiva, no podía imaginar el suicidio. Tampoco la muerte lisa y llana. Pero por lo menos la muerte era algo que un día llegaba, algo no buscado.
El suicidio, en cambio, era sentir gusto por esa estéril, repugnante nada, y eso era horrible, casi una locura".

"De pronto levanté los ojos y encontré la mirada de María Julia. Vi que se mordía el labio superior. Me sonrió, nerviosa. «No podés leer, ¿verdad?». Yo podía leer, claro. Pero me dio no sé qué contradecirla y meneé la cabeza. «¿Y sabes por qué?». Quedé inmóvil, esperando. «Porque somos novios». Yo cerré el libro y lo dejé al costado. Después, suspiré".

"Papá sonreía. Pero era una sonrisa sin alegría, la mueca amable, desanimada, de un hombre que se retira del trabajo sin odiarlo, simplemente porque le llegó la hora del descanso".

"Me abandonaba sus manos («de pianista» decía la tía), se prestaba mansamente a mis caricias, incluso revelaba cierto placer cuando yo le pasaba una mano por el pelo, ahora bastante más oscuro que la paja de escoba. Pero lo peor de todo era que esa actitud estaba impidiendo algo más importante: que yo mismo me sintiera inscripto en aquel marco de escenas que debían ser de amor".

"Estaba, asimismo, el deseo. Mi deseo. Ella no tenía esas preocupaciones. Para mis manos era mujer, la mujer tal vez. Es bastante probable que la primera mujer que tocamos pueda llegar a convertirse en la unidad de deseo para el resto de nuestros días, y sobre todo, de nuestras noches".

"De modo que decidí decírselo con toda naturalidad, como si hablara del tiempo o del trabajo. «No, mejor no vayas. Así te vas aprontando. Quiero que nos casemos a mediados de julio».
Tragué saliva y, simultáneamente, me sentí feliz, me sentí miserable".

Conversa:

"—Estaba en el otro extremo del café. No sé. Te vi tan sola.
—Me gusta estar sola.
—¿Siempre?
—No, siempre no. Hay días. ¿No te ocurre que de pronto te vienen ganas de hacer balance contigo mismo?
—A veces. Pero por lo general de noche. Mi problema es que padezco insomnio.
—De noche prefiero dormir.
—Yo también. Pero no siempre puedo.
—¿Mala conciencia?
—No. ¿Acaso tengo aspecto de delincuente o de violador?
—De violador, no.
—¿De delincuente?
—Vaya una a saber. No hace diez años que nos conocemos, sino cinco minutos".

"—¿Venís a menudo a este café?
—Dos o tres veces por semana.
—¿Trabajas por aquí cerca?
—Si el interrogatorio va a continuar de esta guisa, reclamo la presencia de mi abogado".

"—Y vos ¿qué hacés?
—Traduzco.
—¿Del inglés?
—También del inglés. Pero sobre todo del francés y del italiano. Y además soy soltero en español".

"—¿Qué hora es?
—Las seis y veinte.
—Caramba. Tenía que estar a las seis en el Centro. Pero no importa.
Total, ya no llego. Ni en taxi. Lo que pasa es que mi reloj está perezoso. ¿Ves que marca las cinco y diez? Además, no he perdido el tiempo. Me gustó conocerte.
—¿Conocerme? Mucho no hemos hablado.
—Lo suficiente. Y una relación no solo se construye con palabras. También hablan los ojos ¿no?".

"—¿No te parece como si nos conociéramos desde hace años?
—¿No te suena esa pregunta como de culebrón venezolano?
—Vos contéstame. ¿Te parece o no te parece?
—¿Años? No. Me parece como si nos conociéramos desde hace veintiocho minutos".

"—¿Y esta cicatriz en la muñeca?
—Ah sí. Con ese detalle ya lo sabes todo de esta joven marquesa.
Hace dos años intenté matarme.
—¿Y qué pasó?
—Me salvaron. Unas vecinas. Lo bien que hicieron. Estoy contenta de seguir vivita y coleando.
—¿Mal de amores?
—No. Falta de amores. Vacío de amores".

"—(...) ¿Vos nunca quisiste suicidarte?
—Soy demasiado pelotudo para tomar una decisión tan laboriosa".

Almuerzo y dudas:

"—Mire, Matilde —dijo—. Vamos a no andar con rodeos. Usted sabe que me gusta mucho.
—¿Qué es esto? ¿Una declaración? ¿Un armisticio?
—Usted siempre lo supo, desde el comienzo".

Amores de anteayer:

"—¿Por cuánto andas?
—Ochenta y uno. ¿Y vos?
—Setenta y nueve.
—No estamos tan mal.
—¿Verdad que no?
—¿Te acordás de los viajes en autobús?
—Nunca los olvidé.
—Pero desapareciste.
—Enseguida nos fuimos a Canadá y no tenía tu dirección ni tu teléfono.
Sobrevino un silencio, pero fue breve. Ella dejó su silla y fue a sentarse junto a Rodrigo. Luego, al igual que en aquel otoño del 44, apoyó su cabeza en el hombro reencontrado.
—Natalia —dijo él.
Ella siguió callada, pero, por cierta vibración de aquel hombro viejito que era su apoyo, supo de antemano cuál iba a ser la continuación.
—Natalia —repitió él, con voz vacilante y esperanzada—. ¿Cuándo nos casamos?".

Aniversario:

"—Mirá cómo llueve.
—Qué diluvio.
—Justo hoy, que hace treinta años que nos casamos. ¿Te acordabas?
—Por supuesto que me acordaba.
—Como no dijiste nada.
—¿Para qué? Es un día como cualquier otro.
—Ni tanto ni tan poco. Un poco de sentimiento no le viene mal al almanaque".

"—¿Estás tan desilusionada?
—No sé si es desilusión. Mira que no te echo ninguna culpa. Simplemente, me siento a apreciable distancia de la que fui, de la que era, casi te diría de la que soy".

"—Cuando veo que estás despierto a medianoche, también me desvelo, y así seguimos, uno junto al otro, sin tocarnos ni preguntarnos ni necesitarnos".

La vieja inocencia:

"Querida Isabel: Me decidí a escribirte porque estamos viejos (al menos yo lo estoy), solos, y con un océano de por medio".

"Pero gracias a ese intercambio de discreciones, convivimos y nos quisimos; moderadamente, es cierto, pero nos quisimos".

"Y no te oculto que su muerte significó para mí, no una catástrofe, pero sí una deshilachada tristeza".

"Tendrías catorce años. Te recuerdo con toda nitidez, en la misa de los domingos, sentada siempre en la misma fila, nunca de rodillas, como ordenaba el cura, junto a tu madre que sí se hincaba. El pelo castaño te caía sobre los hombros.
Yo me situaba (tampoco me arrodillaba) dos hileras atrás. A veces, aprovechando que tu madre rezaba con los ojos cerrados, te volvías y nos mirábamos y nos sonreíamos. Como dos tontos de época".

"Mi primer saludo fue abrazarte y la primera respuesta tuya fue abrazarme".





Mario Benedetti

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