viernes, 10 de mayo de 2019

Citas: Carta a un niño que nunca nació - Oriana Fallaci


"Anoche supe que existías: una gota de vida que se escapó de la nada".

"Yo estaba con los ojos abiertos de par en par en la oscuridad y, de pronto, en esa oscuridad, se encendió un relámpago de certeza: sí, ahí estabas. Existías".

"Fue como sentir en el pecho un disparo de fusil. Se me detuvo el corazón. Y cuando reanudó su latido con sordos retumbos, cañonazos de asombro, me di cuenta de que estaba cayendo en un pozo donde todo era inseguro y terrorífico".

"Ahora me hallo aquí, encerrada bajo llave en un miedo que me empapa el rostro, los cabellos y los pensamientos. Y en este miedo me pierdo".

"Trata de comprender: no es miedo a los demás, que no me preocupan. No es miedo a Dios, en quien no creo, ni al dolor, que no temo".

"¡La vida es tan ardua, niño! Es una guerra que se repite cada día, y sus momentos de alegría son breves paréntesis que se pagan a elevado precio".

"Tu gota de vida es tan sólo un nudo de células apenas comenzadas. Tal vez ni siquiera es vida, sino posibilidad de vida".

"Mi madre no me quería, ¿sabes? Yo empecé por error, por un instante de distracción ajena. Y, a fin de que no naciera, todas las noches mi madre diluía en el agua una medicina. Luego la bebía, llorando. La bebió hasta la noche en que me moví, dentro de su vientre, y le solté un puntapié para decirle que no me arrojase. Se estaba llevando la copa a los labios. En seguida la apartó y derramó su contenido en el suelo. Algunos meses después, yo me revolcaba al sol, victoriosa. Ignoro si eso ha sido un bien o un mal. Cuando me siento feliz pienso que ha sido un bien; cuando me siento infeliz creo que ha sido un mal. No obstante, incluso cuando soy desdichada, pienso que me disgustaría no haber nacido, porque nada es peor que la nada".

"Yo, te lo repito, no tengo miedo al dolor. El dolor nace y crece con nosotros, y uno se acostumbra a él como al hecho de tener dos brazos y dos piernas. En el fondo, tampoco tengo miedo de morir, porque si uno muere significa que ha nacido, que ha salido de la nada".

"Yo temo la nada, el no estar aquí, el tener que admitir no haber existido, aunque sólo sea por casualidad, por error, por una distracción ajena".

"Si a aquél o aquélla se le hubiese permitido elegir, probablemente habría respondido, asustado: no, no quiero nacer. Pero nadie le preguntó su opinión, y así nació, vivió y murió tras haber parido otro ser humano al que no pidió tampoco su parecer, y el ciclo prosiguió durante millones de años, hasta nosotros".

"La maternidad no es un oficio y tampoco un deber, sino un simple derecho entre tantos otros".

"Pero si naces varón, me sentiré igualmente contenta. Y tal vez más, porque te verás libre de muchas humillaciones, de muchas servidumbres, de muchos abusos. Si naces hombre, por ejemplo, no deberás temer que te violenten en la oscuridad de una calle. No deberás valerte de un bonito rostro para que te acepten al primer vistazo, ni de un bello cuerpo para esconder tu inteligencia. No serás objeto de juicios malévolos cuando duermas con quien te guste, ni oirás decir que el pecado nació el día en que cogiste una manzana".

"Niño, estoy tratando de explicarte que ser un hombre no significa tener una cola delante; significa ser una persona".

"Te pediré tan sólo que explotes bien el milagro de haber nacido, y que no cedas nunca a la cobardía, que es una bestia que está siempre al acecho. Nos muerde a todos, cada día, y son pocos los que no se dejan despedazar por ella en nombre de la prudencia, de la conveniencia y a veces en nombre de la sensatez. Cobardes hasta que los amenaza un peligro, los humanos se vuelven arrogantes apenas el riesgo ha pasado".

"Jamás debes evitar el riesgo, aunque el miedo te frene".

"Venir al mundo implica ya un riesgo: el de arrepentirse de haber venido".

"Yo te hablo, niño, y tú no lo sabes. En la tiniebla que te envuelve ignoras hasta que existes. Yo podría deshacerme de ti, y tú nunca lo sabrías. No tendrías la posibilidad de llegar a la conclusión de si te he hecho un daño o un regalo".

"Anoche hablé con tu padre. Le dije que aquí estabas. Se lo anuncié por teléfono porque está lejos; y, a juzgar por lo que he oído, no le di una buena noticia.
Me llegó, ante todo, un profundo silencio, como si se hubiera cortado la comunicación. Y después oí una voz que balbuceaba, ronca: «¿Cuánto hará falta?».
Le contesté, sin comprender: «Nueve meses, supongo. Mejor dicho, menos de ocho, a estas alturas». Y entonces la voz dejó de ser ronca para volverse estridente: «Hablo de dinero». «¿Qué dinero?», pregunté. «El dinero para deshacerse de él, ¿no?» Sí, lo dijo exactamente así, «deshacerse». ¡Ni que fueras un paquete! Y cuando, lo más serenamente posible, le expliqué que yo tenía muy distintas intenciones, se perdió en un largo razonamiento en el cual se alternaban ruegos y consejos, consejos y amenazas, amenazas y lisonjas. «Piensa en tu carrera, considera las responsabilidades; algún día podrías arrepentirte. ¡Qué dirán los demás!» Debe de haber gastado un dineral en esa llamada telefónica. De vez en cuando, la operadora intervenía con voz sorprendida y preguntaba: «¿Continúa?». Yo sonreía, casi divertida. Pero me divertí mucho menos cuando, envalentonado por el hecho de que yo escuchaba en silencio, concluyó que el gasto lo podíamos compartir ambos a partes iguales: al fin y al cabo, éramos «culpables ambos». Sentí náuseas. Me avergoncé por él. Y colgué el auricular pensando que en otro tiempo lo amé".

"¿Lo amé? Un día, tú y yo tendremos que discutir un poco acerca de este asunto llamado amor. Porque, honradamente, todavía no he comprendido de qué se trata".

"Pienso en ti en términos de vida. Y en cuanto a tu padre, mira, cuanto más lo pienso más creo que no lo he amado jamás. Lo he admirado, lo he deseado, pero no lo he amado. Y lo mismo ocurrió con los que le precedieron, fantasmas decepcionantes de una búsqueda siempre frustrada. ¿Frustrada? Para algo sirvió, después de todo: para comprender que nada amenaza tanto tu libertad como el misterioso impulso que una criatura siente hacia otra. Por ejemplo, un hombre hacia una mujer o una mujer hacia un hombre. No hay ligaduras, cadenas ni barreras que te obliguen a una esclavitud más ciega, a una impotencia más desesperada".

"Hay un indicio. Los enamorados que están lejos uno de otro, se consuelan con las fotografías. Y yo ando siempre con tus fotografías entre las manos. Ya se me ha convertido en una obsesión".

"Tuve miedo de que te quisiera aplastar porque yo no estaba casada.
Por fin sacó el dedo y sentenció: «Todo bien, todo normal». Me dio algunos consejos: me dijo que el embarazo no es una enfermedad sino un estado natural, y que, por tanto, es oportuno que yo siga haciendo las mismas cosas que antes. Lo importante es que no fume demasiado, que no lleve a cabo esfuerzos excesivos, que no me lave con agua demasiado caliente y que no albergue propósitos criminales. «¿Criminales?», pregunté, estupefacta. Y él: «La ley lo prohíbe. ¡Recuérdelo!»".

"Y hay momentos en que me siento inquieta, en que me pregunto quién ganará: ¿nosotros o ellos? Tal vez sea por culpa de esa llamada telefónica, que ha renovado amarguras que yo creía olvidadas y ofensas que consideraba superadas. Unas y otras me fueron infligidas por fantasmas gracias a los cuales comprendí que el amor es un enredo, una estafa. Las heridas se han cerrado y las cicatrices son apenas visibles, pero basta una llamada telefónica así para que vuelvan a doler, como las viejas fracturas de huesos cuando cambia el tiempo".

"¿Quién ha dicho que duermes tranquilo, acunado por tus aguas? Tú no duermes nunca, no reposas nunca. ¿Quién ha dicho que permaneces en santa paz, en una armonía de sonidos que llegan dulcemente embotados hasta tu membrana? Estoy segura que hay un constante chapoteo junto a ti, un constante bombear, soplar y crujir; un estallido de rumores brutales. ¿Quién ha dicho que eres materia inerte, casi un vegetal que se puede extirpar con una cuchara? Sostienen que, si quiero librarme de ti, este es el momento. Mejor aún: el momento empieza ahora. En otras palabras: yo hubiera debido aguardar hasta que te volvieras un ser humano con ojos, dedos y boca, para matarte. Antes, no. Antes eras demasiado pequeñito para ser localizado y arrancado. Están locos".

"Te preguntas, acaso, por qué, desde hace algunos días, no hago más que hablarte de esto. No lo sé. Tal vez porque los demás me hablan del tema de una manera obsesionante, y esperan que yo tome la iniciativa. Tal vez porque, en determinado momento, yo también lo he pensado sin decírmelo. Tal vez porque no quiero confiarle a nadie otra duda que me envenena el alma. La sola idea de matarte, hoy, me mata; y, sin embargo, llego a tomarla en consideración".

"Ciertamente, tú y yo formamos una extraña pareja. Todo en ti depende de mí, y todo en mí depende de ti: si enfermas, yo enfermo y si muero, tú mueres. Pero no puedo comunicarme contigo, ni tú conmigo".

"Debo ser fuerte, niño. Debo tener fe en mí misma y en ti. He de llevarte hasta el final para que, cuando seas mayor, no te parezcas al cura que gritaba en mi sueño, ni a mi amiga, ni a su doctor Munson, ni a los policías que ataban los brazos de la abuela. El primero considera que eres propiedad de Dios, la segunda que perteneces a la madre, y los últimos que tu dueño es el Estado. Pero tú no perteneces a Dios, ni al Estado, ni me perteneces a mí. Te perteneces a ti mismo, y basta".

"Llorar es fácil; reír, difícil. Aprenderás rápidamente esta verdad".

"Oirás hablar mucho de libertad. En nuestro mundo es una palabra casi tan explotada como el término amor, que, ya te lo dije, es el más explotado de todos".

"Yo nunca he pretendido que las mujeres fuesen mejores que los hombres, y que por su bondad merezcan no morir. Ser buenos o malos no viene a cuento; aquí la vida no depende de eso sino de una relación de fuerzas basada en la violencia".

"La supervivencia es violencia".

"Calzarás zapatos de cuero porque alguien ha matado una vaca y la ha desollado para utilizar su piel. Te protegerás con un abrigo de pieles porque alguien ha matado a una bestia, a cien bestias, para utilizar sus pieles. Comerás higadillos de pollo porque alguien ha matado pollos que no hacían el menor daño a nadie. Y esto tampoco es cierto, porque también los pollos hacen daño a alguien: devoran los gusanitos que mordisqueaban en paz su ensalada. Hay siempre alguien que se come a otro para sobrevivir, desde los hombres hasta los peces".

"Y así las aves, los insectos y todos los demás. Que yo sepa, sólo plantas y árboles no devoran a nadie; se alimentan de agua, de sol y de nada más. Pero, a veces, se roban entre ellos el sol y el agua, ahogándose y exterminándose unos a otros. ¿Es oportuno que tú te enteres de semejantes horrores, tú que vives, te alimentas y te calientas sin matar a nadie?".

"La igualdad, hijo, existe sólo donde tú estás ahora, lo mismo que la libertad. En el huevo somos todos iguales".

"Aún no conoces la peor de las realidades: que el mundo cambia y sigue siendo como antes".

"Se sentó incluso en la cama para llorar mejor, y a cada uno de sus sollozos la cama se movía. Pensé que eso te podía molestar. Le dije: «Estás agitando la cama.
Las vibraciones lo molestan». Él apartó las manos de la cara, se secó con un pañuelo y fue a sentarse en una silla. Ésa que está debajo de tu fotografía. Era extraño veros juntos. Tú con tus pupilas quietas, misteriosas; él con sus pupilas trémulas, sin secretos. Luego dijo: «También es mío».
La ira me arrebató. Me senté de golpe en la cama y le grité que no eras mío ni suyo: eras tuyo".

"El hecho de que yo lo olvidara era el precio que pagábamos por la única ley que nadie admite: un hombre y una mujer se encuentran, se gustan, se desean, tal vez se aman, y tras algún tiempo ya no se aman, no se desean, no se gustan; incluso es posible que quisieran no haberse encontrado nunca".

"Debía evitar a toda costa cualquier emoción y todo pensamiento preocupante. Serenidad y placidez eran las consignas. «Doctor —contesté—, eso es lo mismo que pedirme que cambie el color de mis ojos. ¿Cómo quiere que me mantenga serena si mi naturaleza no lo es?» Me observo nuevamente con frialdad:
«Eso es asunto suyo. Ingéniese. Engorde»".

"Estoy asustada, y también enfadada contigo. ¿Qué te crees que soy: un recipiente, un frasco donde se pone un objeto para custodiarlo? ¡Soy una mujer, diantre, una persona! No puedo destornillarme el cerebro y prohibirle que piense. No puedo anular mis sentimientos o impedirles que se manifiesten. No puedo ignorar un enojo, una alegría, un dolor. Tengo mis reacciones y experimento mis estupores y mis desalientos".

"Si queremos seguir juntos, niño, hemos de pactar. Y este es el pacto: te hago una concesión. Engordaré; te regalo mi cuerpo. Pero no mi mente. Ni tampoco mis reacciones. Me las quedo. Y junto con ellas pretendo una propina: mis placeres menudos. Ya ves, ahora bebo un abundantísimo whisky, y me fumo un paquete de cigarrillos, uno tras otro, y reanudo mi trabajo, y vuelvo a existir como persona y no como frasco, y lloro, lloro, lloro sin preguntarte si te hace daño. ¡Porque estoy harta de ti!".

"Soy una egoísta. ¿Cómo estás, niño? Espero que mejor que yo. Me siento agotada. Tan cansada, que quisiera resistir seis meses más, el tiempo de darte a luz, y luego morirme".

"Basta de esta comedia, de este delirio. Uno no es un ser humano por derecho natural, antes de nacer. Humano se vuelve uno después, cuando ha nacido, porque está con los demás, porque los demás lo ayudan, porque una madre, una mujer, un hombre o no importa quién, le enseña a uno a comer, a caminar, a hablar, a pensar, a comportarse como ser humano".

"La vida es una comunidad para que nos demos las manos, nos consolemos y nos ayudemos".

"No me arrepentiré. Sólo cuando uno se respeta a sí mismo puede exigir el respeto de los demás, y sólo cuando uno cree en sí mismo los demás pueden creerle".

"Un escritor a quien conocí sostenía que cada uno tiene la vida que se merece. Lo cual es tanto como sostener que un pobre merece su pobreza y un ciego su ceguera. Se trataba de un hombre estúpido, aunque era un escritor inteligente.
También el hilo que divide la inteligencia de la estupidez es muy fino, ya te darás cuenta".

"En el hotel, abrí el grifo y puse la mano bajo el chorro de agua. Corrió un líquido negro que pronto desapareció en un remolino negro, ¿y sabes qué te digo, niño? Tú eres como mi Luna, como mi polvo de Luna. Los espasmos han redoblado; ya no logro conducir. Si encontrase un motel, si pudiera parar y descansar… Con el cerebro más lúcido, quizá descubriría una solución para salvar lo salvable, para no arrojar mi Luna. No quiero perder la Luna otra vez, verla desaparecer en el fondo de un lavabo. Pero es inútil. Con certeza, con la misma certeza que me paralizó la noche en que supe que existías, ahora sé que estás dejando de existir".

"Nunca me contaste que una magnolia puede cogerse sin morir, que un bombón puede comerse sin necesidad de humillarse uno, que el mañana puede ser mejor que el ayer. Y cuando te diste cuenta, era demasiado tarde: yo ya me estaba suicidando".

"No llores, mamá; me doy cuenta de que obrabas así también por amor, a fin de prepararme a no ceder el día que me abrumara el horror de existir".

"No es cierto que tú no creas en el amor, mamá. Tú estás hecha de amor. Pero ¿es suficiente creer en el amor si uno no cree en la vida?".

"En efecto, mañana volvemos a casa. Y si bien la palabra mañana me parece ofensiva para ti y amenazadora para mí, no puedo dejar de mirar a mí alrededor y darme cuenta de que mañana es un día lleno de oportunidades".

"Por último, todavía he de aclarar el misterio que llaman amor. No el que se devora en una cama, tocándonos, sino el que me preparaba a conocer contigo".

"Tú estás muerto pero yo estoy viva".

"Pero no viene nadie excepto esos dos de bata blanca: uno de ellos ¿es el mismo que me condenó? Hace un rato se enfadó. Dijo: «¡Doblen la dosis!». La dosis ¿de qué? ¿De pena? Ya la desconté. ¿Debo empezar de nuevo?
Luego dijo: «¡Aprisa! ¿No veis que se está yendo?». ¿Quién se está yendo? ¿Una aguja, una persona, la vida?".

"La vida no puede irse si uno se niega a ello: aquí no se muere nadie. Ni siquiera tú, porque ya estás muerto, muerto sin saber qué significa estar vivo, sin saber qué son los colores, los sabores, los olores, los sonidos, los sentimientos, el pensamiento. Lo lamento por ti y por mí".

"La vida no te necesita a ti ni a mí. Tu estás muerto. Tal vez muera yo también. Pero no importa. Porque la vida no muere".





Oriana Fallaci

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