sábado, 11 de mayo de 2019

Citas: Amores imperfectos - Hiromi Kawakami




El Verano del transistor

"—¡Qué asco! Estos ciervos apestan a ciervo  refunfuñó, con el sombrero encasquetado hasta los ojos.
—Son ciervos, es normal que apesten a ciervo".

"Nos dimos la mano y seguimos contemplando el Gran
Buda
.—Apesta a ciervo —admití.
—Y que lo digas —respondió él".

Nécora

"—Te lo tomas todo tan en serio que el amor también te agota físicamente —reflexionó Yuki, pensativa—. Estuviste nueve años acumulando cansancio. Ahora estás con un hombre que tiene mujer e hijos y apenas tenéis tiempo para quedar, por eso no te cansas.
Asentí al oír sus palabras, en parte de consuelo y en parte de ánimo.
—¿Por qué habrá que gastar tanta energía para que el amor funcione? —suspiré".

"—¿Tú no vas a casarte? —le pregunto.
Ella se queda pensativa durante un rato. Hace tintinear el hielo moviendo el vaso.
—Casarme me parece triste —dice por fin en voz baja—. Ah, por cierto, se me ha ocurrido un nombre de criatura marina que empieza por n —añade después de vaciar de un trago el whisky que le quedaba en el vaso.
—¿Cuál? —pregunto impaciente.
—Nécora —anuncia Yuki orgullosa de sí misma.
—¡Es verdad, nécora! No había caído —lamento, inclinando la cabeza hacia atrás. Yuki se echa a reír. Su carcajada suena un poco maliciosa.
«Nécora. Con la a, “abadejo”. Con la o, “orcas”. Con la s, “señor Kuroda”. Un momento, esto no es ninguna criatura marina»".

Cristales de menta

"La puerta automática se abre con un susurro y salgo a la calle, bajo el cielo encapotado. El ambiente huele a otoño. ¿A qué huele el otoño? Es un olor seco, ligeramente aromático y un poco melancólico.
—Es otoño —digo en voz baja".

"Cuando llego a casa, ya es casi de noche. «Me gustaría tener novio —pienso—. ¿Qué estará haciendo Harada? A lo mejor también está pensando en mí. Pero lo más probable es que no vuelva a saber nada de él»".

Un paseo por el parque

"Siempre quedábamos de noche hasta que una vez me propuso una cita diurna.
—A plena luz del día podremos pasear cogidos de la mano —me dijo por teléfono.
Creo que estaba un poco borracho. Si bebía más de la cuenta estando conmigo siempre guardaba las distancias, pero cuando se emborrachaba solo en cualquier otro lugar parecía que no hubiera barreras entre nosotros".

"Al cabo de un rato empezó a hacer frío de verdad y reanudamos la marcha. Kiku seguía sin tocarme, así que tomé la iniciativa. Le cogí la mano derecha con mi izquierda. Al principio su mano estaba fláccida, pero al cabo de un rato me la estrechó un poco. Pensé que poco a poco iría envolviéndome la mano con más firmeza, pero no fue así. Aunque tampoco se puede decir que no hiciera ningún tipo de fuerza. Más bien se limitaba a acompañarme la mano".

"Kiku y yo seguimos quedando, pero sólo un par de veces al año. No hemos vuelto a cogernos de la mano desde entonces. Aquel día, él tenía granitos de arroz pegados a la mano derecha. Estuve a punto de decírselo, pero me callé por vergüenza. Creo que todavía me gusta un poco".

La cafetera

"Jueves.
No sé por qué estoy tan enamorada. Osami suele decir que el amor es un misterio".

"Osami siempre me da consejos sobre el amor. Aquella vez en la que me equivoqué y me encontré atrapada entre dos hombres, u otra vez en la que no podía olvidar a un amor no correspondido, Osami me dio consejos muy
simples. Cuando estaba atrapada entre dos hombres, me dijo: «Sea quien sea el que elijas, te arrepentirás. Más vale que no te quedes con ninguno». Y en el caso del amor no correspondido, opinó: «Pierdes el tiempo». Si cualquier otra persona me hablara así probablemente me lo tomaría a mal, pero viniendo de Osami lo acepto".

"—Lo de volverte loca te durará como mucho una hora, así que tranquila —me responde él, tajante como siempre".

Amores imperfectos

"—La Navidad no me dice nada. El Año Nuevo, en cambio, sí que me gusta. Acaba de empezar un nuevo año".

"Pasadas las diez, ya nos habíamos cansado del Año Nuevo. Ban-chan veía la televisión mientras comía helado de mochi que había sacado de la nevera, Tsunemi estaba medio adormilada junto al brasero y yo estaba pegada a la espalda de Ban-chan, intentando seducirle.
—¿Intentas seducirme? —me preguntó riendo.
—Antes te he oído utilizar una palabra culta y no he podido resistirme — respondí.
Él se volvió súbitamente hacia mí y me dio un beso denso y muy pegajoso.
—Ya me has seducido —dijo Ban-chan. A continuación se comió el resto del helado de mochi y al mismo tiempo me metió en la boca el dedo índice.
—¡Oye! —protesté.
—Qué voz más erótica, Akina —nos interrumpió Tsunemi".

Mundo lunar

"No la odiaba, ni la aborrecía, ni quería que desapareciera. Ojalá sólo hubiera sido eso. A una niña pequeña no puedes ponerle la mano encima, ni siquiera puedes odiarla en secreto. Si lo haces, te sientes inhumana".

"Kido insistió durante tres meses y, al final, se rindió. Los últimos días me traía regalos. Yo no le abría cuando llamaba al timbre, así que no podía dármelos en persona. Esperaba un rato delante de la puerta, colgaba el regalo en el picaporte y se iba.
Los regalos solían ser cosas de comer. «Hay que regalar cosas que desaparezcan —solía decir—. No objetos que permanezcan, como platos, muñecas o accesorios, sino cosas que no ocupen lugar»".

"—Me encanta abrazar y que me abracen —susurró, y yo me eché a reír—. Tengo un hambre de lobos —dijo a continuación.
—¿Quieres que prepare algo? —me ofrecí, pero ella sacudió la cabeza.
—No hace falta; debes de estar cansada.
—No, todavía no —repliqué, pero ella volvió a negar con la cabeza y dijo:
—El cansancio se contagia, es cuestión de tiempo.
—¿Cuestión de tiempo?
—Todo es cuestión de tiempo. Las cosas malas, como los resfriados, los desengaños amorosos o los celos siempre acaban atacándote. Sólo es cuestión de tiempo —aclaró ella, con una expresión tan seria que me hizo reír de nuevo".

"—Kido —dije en voz alta, y no sentí casi nada—. Kido —repetí, y me sentí muy sola.Mientras abría las cajas que aún estaban cerradas, cogí la última galleta y la deshice lentamente con la lengua. El sabor ligeramente dulce se me expandió por la boca y tardó mucho en desaparecer".

Vuela a Hawái con Torys

"—El cielo está despejado, la brisa es suave, las barcas del puerto suenan a música —cantaba mi padre en voz baja.
Al oírlo, me volví hacia él. Ya llevábamos tres días en Hawái. Mi padre seguía taciturno como de costumbre, era imposible saber si se divertía o todo lo contrario.
«Si canta, a lo mejor significa que lo está pasando bien», pensé atenta a su tono de voz, que no transmitía ningún tipo de emoción".

Una cabra en el prado

"Nakabayashi me ha dejado.
Las expresiones hemos roto, nos hemos distanciado o no ha funcionado suenan demasiado suaves. La cruda realidad es que me ha dejado".

"—No quiero volver a verte —me anunció un día.
Yo me quedé perpleja.
—¿Por qué? —pregunté a continuación—. ¿Por qué?
—Porque ya no me gustas —contestó sin rodeos.
—¿Qué es lo que ya no te gusta de mí? —insistí.
—El amor se enfría, Anko —respondió Nakabayashi, sin dudar ni un segundo".

"Pronuncio su nombre en voz alta y no siento nada. «Ya no estoy enamorada de él», pienso, y siento una extraña sensación en el estómago. No es soledad ni tristeza, sino algo distinto. Ya lo sé. Lo que siento es lástima por Nakabayashi. Con lo mucho que le quería, y ahora ya no me queda ni un ápice de amor por él. Tampoco siento odio. Su recuerdo no me provoca ningún tipo de emoción".

"Lleno la cuchara de sopa y me la llevo a la boca. La sopa está caliente, y lloro un poco. Sigo llorando sin tratar de contenerme. Son las primeras lágrimas que derramo desde que él me dejó. Por fin he sido capaz de llorar".

La cajita de música

"Mientras observaba a los jóvenes, me vino a la memoria la expresión de ternura del escritor mientras me hablaba de su gato. Había sentido envidia. No sé si era envidia del gato, por tener a alguien que lo quería tanto, o del escritor, por tener algo en lo que depositar su afecto.
«Yo también quiero amar a alguien», pensé de repente.
Llevo mucho tiempo sin enamorarme. Hará unos tres años".

"Me sentí rara y bebí el resto de cerveza de un trago. Se oían las aves acuáticas batiendo las alas. «No puedo llorar ahora», pensé, mordiéndome los labios con fuerza. Pero las lágrimas empezaron a resbalarme por las mejillas.
—Es por culpa de esa cajita de música tan extravagante. Y, sobre todo, por culpa de esta ciudad donde no hay nada —dije en voz alta expresamente, pero la oscuridad se tragó mis palabras".

Peregrinos

"—Pronto se me acabará el dinero. Tengo para un par de noches más, luego cogeré el tren de vuelta —dijo.
Mientras hablaba, sonó el gong que anunciaba la salida del barco.
—Ya —respondí. Nos habíamos juntado sin saber muy bien por qué y, durante la semana que llevábamos viajando juntos, no nos habíamos dado la mano ni una sola vez. No debería ser tan difícil separarnos de nuevo, pero aun así me sentí traicionada —. Ya veo —añadí con frialdad.
Él inclinó la cabeza y me miró. Yo desvié la mirada".

"—Adiós —se despidió Hideji agitando la mano, pero yo salí corriendo tras él sin pensarlo.
—No te vayas —le pedí, tirándole de la mano.
—¿Qué dices, señora? —dijo él, echándose a reír.
Aunque yo lloraba, al principio él pensaba que se trataba de una broma. Entonces se percató de que mis lágrimas eran de verdad y empalideció.
—¿Qué te pasa? ¿He hecho algo mal?
Ni yo misma sabía por qué lloraba. Yo, orgullosa como soy, llorando en un lugar perdido por un chico del que apenas sabía nada".

"Aquella noche, Hideji y yo dormimos juntos por primera vez. Estuvimos haciendo el amor hasta altas horas de la noche. Yo se lo había propuesto justo después de cenar, pero él dudaba.
—No importa que no me ames —había intentado persuadirlo, hasta que acabó apeteciéndole".

"—¿Puedo ir siempre contigo? —me pregunta Hideji, inseguro.
Nos quedamos callados.
Saco cincuenta mil yenes de la cartera y se los doy.
—Te sacarán del apuro. Será mejor que me vaya —le digo.
Hideji me mira con tristeza. Me vuelvo para alejarme y él me tira del brazo por detrás. Tal y como hice yo cinco días antes en aquella ciudad cercana cuyo nombre no importa.
—¿Te vas de verdad? —me pregunta, con lágrimas en los ojos.
—¿Tanto te gusta mi cuerpo? —replico en tono de broma, para romper el hielo.
Él asiente con un golpe de cabeza.
—Tu cuerpo me gusta, pero también lo que hay dentro.
—¿De verdad? —digo, clavándole la mirada".

"La nieve sigue cayendo a nuestro alrededor, acorralándonos.
«Esto no es real, está nevando en mis sueños», pienso sin dejar de mirar fijamente a Hideji.
Me veo reflejada en sus pupilas. Seguro que él se ve reflejado en las mías. Nos miramos sin tener adonde ir, reflejados en las pupilas del otro como si fueran espejos opuestos.
La nieve cae y se acumula en silencio".

Estampa primaveral

"El viento le alborotaba el pelo, que le tapaba la cara de vez en cuando. Cada vez que eso ocurría, ella lo apartaba con un gesto de contrariedad.
—Tienes el pelo muy largo —observé.
—Pensaba cortármelo.
—No te lo cortes —dije, y ella puso cara de sorpresa.
—¿Por qué no?
—Porque no —respondí, consciente de que me había sonrojado".

"Tenía una sensación muy rara. La mujer no sólo me gustaba, sino que también me provocaba una especie de cosquilleo en la barriga. Me parecía encantadora. Aunque fuese mayor que yo. Aunque no fuese muy alta. Aunque estuviera fuera de mi alcance y aunque pronto se convertiría en toda una señora".

La tristeza

"Quedamos a solas unas cuantas veces y nos fuimos encariñando. Empezó a parecerme muy sexy que se aflojara un poco el nudo de la corbata al entrar en el bar donde habíamos quedado después del trabajo.
Aunque ya llevábamos dos meses saliendo «oficialmente», yo aún no tenía claro si éramos novios o qué éramos".

"A veces pienso que no me he enamorado ni una sola vez. No sé si he estado con algún chico hasta el punto de echarlo de menos, de querer oír su voz, de necesitar que me abrazara o de no poder vivir sin él. No lo recuerdo. Tengo la sensación de que en algún momento he tenido alguna relación así, pero no consigo recordarlo. Suelo olvidar las cosas que ya han pasado".

"«Me alegro de que sea mi novio», pensé. Luego me di cuenta de que acababa de referirme a él como «mi novio», aunque sólo fuera en pensamientos".

"Me dejó un martes por la noche. A pesar de que el martes es mi día favorito de la semana. El lunes es un melón verde que aún no ha madurado. Los miércoles y los jueves son un plátano que empieza a estar demasiado maduro. Los viernes y los sábados son una papaya a punto de caer del árbol. El martes, en cambio, es un tomate ligeramente dulce pero que apenas huele. Por eso es mi favorito. Es un día limpio, neutro y firme".

"Yo he roto con algunos hombres y otras veces me han dejado. Ambas situaciones son igual de desagradables. Cuando te dejan, lo más importante es no odiarte a ti misma".

¡Vamos!

"—¿Desde cuándo tienes ese costurero? —le pregunté.
—Desde que iba a primaria —respondió ella.
—Yo tengo uno igual —me apresuré a decirle.
Me había hecho ilusión saber que Akane también guardaba un costurero.
—¿De veras? —dijo ella admirada.
—¿Qué hay dentro? —le pregunté.
El mío sigue conteniendo los utensilios de costura, pero sospechaba que en el suyo había otras cosas.
—Botones —dijo ella.
—¡Claro! Como no los guardes bien, se acaban perdiendo —observé, pero ella negó con la cabeza.
—No son botones normales. Son de mis exnovios.
—¿Cómo?
Akane abrió el costurero. Me sorprendió ver que tenía el fondo forrado de algodón. Y allí, medio enterrados entre el algodón, había siete botones.
—¿Qué es eso? —exclamé.
Todos los botones eran de tamaños y colores diferentes. Había algunos de cuatro agujeros, algunos nacarados que reflejaban los colores del arco iris y otros abultados de fieltro.
—Cuando sé que me van a dejar, les pido que me den un botón —me explicó, sin perder la calma e ignorando mi perplejidad—. ¿Lo ves? Éste es el segundo botón del uniforme de un chico que me gustaba cuando me gradué. Y con el resto, igual.
—Con el resto, igual —repetí con la boca entreabierta.
—¿Te parece morboso? —preguntó Akane. Asentí levemente, y ella se echó a reír—. Hasta ahora me han dejado siete chicos —añadió a continuación—. Ojalá esta vez no me dejen —concluyó, y volvió a reír".

Las hojas de Bambú susurran

"Pronto iban a cumplirse dos meses desde que Taneda me había «atrapado». Cada vez me gustaba más. Me daba rabia no poder evitarlo. Aún no habíamos hecho el amor, pero me aterrorizaba dar ese paso. ¿Qué pasaría si lo hacíamos y ya no podía desengancharme de él? Le confesé mis temores a Sacchan, que se desternillaba de risa.
—No es ninguna droga".

"—La cuestión no es si los hombres son de fiar, la cuestión es si las mujeres decidimos confiar en ellos o no —dice la tía Kanako".

El sándwich de melocotón

"Me sorprendió saber que estudiaba en la universidad.
—Como estás en el turno de día, pensaba que sólo te dedicabas a trabajar por horas, igual que yo —dije, y ella sonrió como siempre.
—Estudio por las tardes en la facultad de Derecho.
—¡Qué inteligente! —exclamé, y en aquella ocasión respondió con una carcajada en lugar de una sonrisa.
—Que estudie en la universidad no significa que sea inteligente. Qué rara eres, Hoshie".

"Chika empezó a gustarme.
No sólo como amiga. Era un sentimiento más profundo. Un día, me di cuenta de que era amor. Jamás había imaginado que me enamoraría de otra mujer. Hasta entonces sólo había salido con hombres.
—¿Será amor de verdad? —me preguntaba a veces en voz alta cuando estaba en su piso, tumbada en su cama, con la cabeza apoyada en la almohada impregnada de su olor.
Quizá no fuera amor, sino sólo una profunda amistad que se manifestaba de forma completamente insólita. Pero a menudo ardía en deseos de besarla, acariciarle los pechos o escuchar sus gemidos".

"—Parece ser que tengo novio —me dijo una mañana.
—¿Parece ser? —pregunté. Aquella forma de hablar era propia de ella. No sabría decir si correspondía a una persona reservada o un poco cortita—. Entonces supongo que tendré que irme de tu piso —añadí en el tono más despreocupado que fui capaz de encontrar.
—No, no tienes por qué irte —negó ella, y me sonrió. Sin embargo, percibí una ligera vacilación en su sonrisa.
Lo noté precisamente porque estaba enamorada de ella".

En una carta verde en un sobre verde

"—Últimamente no vienes a verme casi nunca, Mana —me dijo Isuzu.
Era cierto. Llevaba un tiempo sin ir a su casa. Estaba enamorada. En realidad, aún no forma parte del pasado. Estoy enamorada. O eso creo".

Flores de papel

"Sólo he estado en su casa una vez. Me emborraché en una fiesta y él me invitó a un té.
Cuando se te pase la borrachera, te llevaré a tu casa —me dijo, impasible como siempre.
En aquel momento me di cuenta de que me gustaba, y me sentí triste. Intenté arrimarme a él haciéndome la borracha, pero él se limitó a dejar que le apoyara la cabeza en el hombro. No me besó ni me acarició el pelo".

"—Seguro que pronto la perderé en algún sitio —dijo Tachibara en la cafetería donde habíamos quedado con los demás, mientras se metía distraídamente en el bolsillo del abrigo las monedas del cambio.
—¡Pobre cartera! —dije—. Ya que la tienes, al menos úsala.
—Tienes razón —convino Tachibara, al mismo tiempo que sacaba las monedas del bolsillo y las guardaba en la cartera.
Yo, que no sabía qué cara poner, me limité a sonreír vagamente. Él también lo hizo, como si le hubiera contagiado la sonrisa.
Me dolió el pecho. Me dolió como si me lo hubieran exprimido como una naranja".

"—¿Recuerdas cómo os enamorasteis tu marido y tú? —le pregunté a mi hermana.
Ella me miró con la boca entreabierta, como si quisiera decir: «¿Cómo?»—. ¿Os gustabais mucho?
—¿Quieres que me ponga sentimental recordando el pasado para que hagamos las paces? —murmuró ella.
—No, sólo es una pregunta.
El pequeño Nao estaba sentado en el regazo de mi hermana. Ella me miró un rato sin decir nada. El niño empezó a dibujar con lápiz amarillo en una hoja sobre la mesa del comedor.
—Había mucha pasión —respondió mi hermana con desgana.
Nao levantó la cabeza para mirarla.
—¿Cómo puedes hacer que alguien que te gusta se enamore de ti? —susurré con la mirada perdida, como si me lo preguntara a mí misma.
Nao cogió el lápiz rojo. Tras una larga reflexión, mi hermana dijo:
—Es cuestión de suerte.
—Así que suerte…
Estuvimos un rato calladas. Nao cogió el lápiz naranja y siguió garabateando en la hoja.
—Verás. Que alguien se enamore de ti es cuestión de suerte, pero que siga enamorado también está en manos del azar, por lo visto —dijo mi hermana de repente.
—Ya lo entiendo —respondí.
Ella me dirigió una mirada vacía. Yo se la devolví con la misma expresión ausente".

La graduación

"—¿Tanto te gustan mis pechos? —preguntó.
Además de ser guapa, Misaki tenía unos pechos muy bonitos. No eran especialmente grandes, pero tenían la curvatura perfecta.
—Ni siquiera los chicos me los miran con tanta atención como tú —rio.
—Precisamente por eso puedo mirarte así, porque no soy un chico —repliqué, y ella me lanzó una mirada de admiración con los ojos muy abiertos.
—Es verdad. Qué respuesta más inteligente, Tsutsumi.".

"A Misaki le gustaba un chico. Fue ella misma quien me lo dijo.
Estudiaba Medicina en la universidad y era el profesor particular de su hermano pequeño.
—Él será médico y yo farmacéutica. Seríamos la pareja ideal —dijo Misaki con mirada soñadora.
—Las facultades de Medicina y Farmacia están separadas —le advertí, y ella se enfurruñó".

"—Así que tú eres amiga de Lisa, ¿no? Al veros a las dos juntas me doy cuenta de lo bien que os sienta el uniforme escolar a las chicas. Yo estudié en un colegio de chicos —dijo sonriendo el profesor particular.
—¿No crees que ese comentario del uniforme ha sido propio de un viejo? —le pregunté luego a Misaki, y ella asintió.
—Lo habrá aprendido de ti. Dicen que todo lo malo se pega.
—También dicen que el amor es ciego.
Misaki se echó a reír al oír mis palabras, pero de forma más comedida que de costumbre.
—Ay, el amor… —añadí.
—Ay, el amor… —repitió ella".

"—Los hombres son hombres, al fin y al cabo —dijo ella de repente.
—¿Por qué lo dices? ¿Qué ha pasado? —murmuré.
—No, nada. Pero el profesor particular no podía apartar la mirada de mis pechos.
—¿Y qué tiene de malo? Yo también te los miro.
—No me gustaba que me los mirase con disimulo.
—Es peor que te los miren descaradamente, ¿no?
—No lo sé —respondió ella, haciendo morritos.
«Qué guapa es», pensé.
—Creo que, a fin de cuentas —continuó con expresión de hastío—, sólo soy una chica pasada de moda, como un retrato en sepia anticuado que no encaja con la realidad de este siglo".

"Misaki se echó a reír. Yo hacía tiempo que no oía sus carcajadas. Entonces me cogió de la mano.
Estuvimos un rato contemplando el cerezo con las manos entrelazadas, y luego empezamos a andar. Misaki tenía la mano fría. La mía estaba helada.
—¿Cuándo podremos caminar así, de la mano de un chico, con naturalidad? —se preguntó.
—Pronto. Seguro que muy pronto.
—Pero no quiero olvidar esta sensación —susurró.
Le estreché la mano suavemente.
—Es la primera vez que vamos de la mano —dije, y ella asintió—. Hay muchas cosas que yo tampoco quiero olvidar —dije mirándola a los ojos. Tenía las pupilas de color avellana".




Hiromi Kawakami

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