domingo, 6 de septiembre de 2020

Citas: El diario secreto de la señorita Miranda Cheever - Julia Quinn

"Cuando tenía diez años, la Señorita Miranda Cheever no mostraba
x
 signos de gran belleza. Su pelo era castaño —lamentablemente— al igual que sus ojos; y sus piernas, extraordinariamente largas, se negaban a aprender nada que pudiera ser ni remotamente llamado gracia".

"—¡Cállate, estúpida! —exclamó Olivia, golpeando el pie contra el suelo—. Ésta es mi fiesta de cumpleaños, y si no puedes ser amable, ¡te irás!
Fiona tragó saliva. Sabía bien que no debía ofender a Olivia, cuyos padres tenían la categoría más alta de la zona.
—Lo siento, Olivia —murmuró.
—No te disculpes conmigo. Discúlpate con Miranda.
—Lo siento, Miranda.
Miranda se quedó en silencio hasta que por fin Olivia le dio una patada.
—Acepto tus disculpas —dijo a regañadientes.
Fiona asintió y se fue corriendo".

"—Fiona Bennet dijo que tengo los labios grandes —dijo casi desafiante.
Turner se tragó una sonrisa.
Ella suspiró pesadamente.
—Nunca me había dado cuenta de que tenía los labios grandes.
—No son tan grandes.
Ella le lanzó una recelosa mirada.
—Sólo dices eso para hacerme sentir mejor.
—En realidad sí que quiero que te sientas mejor, pero no lo digo por eso. Y la próxima vez que Fiona Bennet te diga que tienes los labios grandes, dile que se equivoca. Que tienes los labios plenos.
—¿Cuál es la diferencia? —le miró impaciente, sus oscuros ojos serios.
Turner respiró hondo.
—Bueno —se anduvo con rodeos—. Los labios grandes no son atractivos. Los llenos sí.
—Oh. —Aquello pareció satisfacerla—. Fiona tiene los labios delgados.
—Los labios llenos son mucho mejores que los delgados —dijo Turner enfáticamente. Le gustaba mucho aquella divertida pequeña y quería hacerla sentir mejor.
—¿Por qué?
Turner ofreció una silenciosa disculpa a los dioses de la etiqueta y el decoro antes de contestar:
—Los labios llenos son mejores para besar.
—Oh. —Miranda se sonrojó, y luego sonrió—. Bien.
Turner se sintió absurdamente complacido consigo mismo.
—¿Sabes lo que pienso, Señorita Miranda Cheever?
—¿Qué?
—Creo que sólo necesitas creer —se arrepintió en el mismo minuto en que lo dijo. Seguramente le preguntaría qué quería decir, y no tenía ni idea de qué contestarle".

"—¿Sabes lo que creo que deberías hacer, Miranda? —dijo de pronto.
—¿El qué?
—Creo que deberías llevar un diario.
Parpadeó sorprendida.
—¿Por qué? ¿Quién iba a querer leerlo?
—Nadie, tonta. Para ti misma. Y quizás algún día, después de que mueras, tus nietos lo leerán y sabrán cómo eras cuando eras joven.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Qué pasa si no tengo nietos?
Turner alargó la mano impulsivo y la despeinó.
—Haces demasiadas preguntas, gatita.
—¿Pero qué pasa si no tengo nietos?
Dios, era persistente.
—Quizás serás famosa. —Suspiró—. Y los niños que te estudien en la escuela querrán saber cosas sobre ti.
Miranda le lanzó una dubitativa mirada.
—Oh, muy bien, ¿quieres saber la verdadera razón de por qué creo que deberías llevar un diario?
Ella asintió.
—Porque algún día vas a crecer, y serás tan bonita como lista eres ya. Y entonces podrás mirar hacia atrás en tu diario y darte cuenta de lo tontas que son las niñas pequeñas como Fiona Bennet. Y te reirás cuando recuerdes a tu madre diciéndote que las piernas te empiezan en los hombros. Y quizás me guardarás una pequeña sonrisa cuando recuerdes la agradable charla que hemos tenido hoy.
Miranda lo miró, pensando que debía ser uno de aquellos dioses griegos sobre los que su padre siempre leía.
(...)
—¿Papá?
Él suspiró.
—¿Qué pasa, Miranda?
—¿Tienes un cuaderno de sobra? ¿Cómo los que usas cuando estás traduciendo pero antes de que copies el borrador final?
—Supongo que sí. —Abrió el último cajón de su escritorio y hurgó en él—. Aquí. ¿Pero qué deseas hacer con él? Es un cuaderno de calidad, ¿sabes?, y no uno barato.
—Voy a escribir un diario.
—¿Ahora? Bueno, supongo que es un esfuerzo encomiable. —Le tendió el cuaderno.
Miranda sonrió radiante ante el elogio de su padre.
—Gracias. Te dejaré saber cuando se me acabe el espacio y necesite otro.
—De acuerdo, entonces. Buenas noches, querida. —Volvió a sus papeles.
Miranda abrazó el cuaderno contra el pecho y corrió escaleras arriba hacia su habitación. Sacó un bote de tinta y una pluma y abrió el libro por la primera página. Escribió la fecha, y después de mucho pensarlo, escribo una única frase. Parecía ser todo lo necesario.
2 de Marzo de 1810
Hoy me he enamorado".

"La gente lo miraba.
La gente alzaba la vista para observarlo.
Pero nada —ni un segundo de su prominente y privilegiada vida— lo había preparado para aquel momento. Y nunca había sentido tanto el peso de una mirada como ahora, mientras daba un paso adelante y tiraba un trozo de tierra sobre el ataúd de su esposa.
Lo siento tanto, seguía diciendo la gente. Lo siento mucho. Lo sentimos mucho.
Y mientras tanto, Turner no podía evitar pensar si Dios lo castigaría, porque todo en lo que podía pensar era:
Yo no".

"Y luego estaba la pérdida de su alma.
Porque mientras retrocedía, juntando las manos rígidamente tras él mientras escuchaba al sacerdote enviar el cuerpo de Leticia al suelo, no podía escapar del hecho de que había deseado aquello. Había querido librarse de ella.
Y no iba —no lloraría su muerte".

"Ella había sido su sueño.
Y más tarde su pesadilla".

"Cené: asado, patatas, pudín.
Llevé la tragedia a la mesa (el libro, no el evento)
Padre no se dio cuenta.
Me retiré.
Me dormí".

"Olivia la miró dudosa.
—Es un libro.
—Es mi vida.
—¿Por qué será —opinó Olivia— que la gente me llama dramática a mí?
—No digo que sea mi vida —dijo Miranda con un deje de impaciencia—, sólo que la contiene. Todo. Lo he escrito todo. Desde que tenía diez años".

"—Para nada —dijo, aunque él estaba seguro de que la creía—. Pero soy una buena observadora.
Él rió entre dientes.
—Totalmente de acuerdo.
Se puso rígida.
—¿Disculpe?
La había alterado. No sabía por qué lo encontró tan satisfactorio, pero no pudo evitar que le gustase. Había pasado mucho tiempo desde que no hacía nada que le produjera placer. Se inclinó hacia delante, sólo para ver si podía hacerla avergonzar.
—La he estado observando.
Palideció. Él pudo verlo incluso a la luz del hogar.
—¿Sabe lo que he visto? —murmuró él.
Los labios de ella se entreabrieron, y negó con la cabeza.
—Usted ha estado observándome.
Ella se levantó, lo repentino del movimiento casi tiró la silla al suelo.
—Debo irme — dijo—. Esto es totalmente poco ortodoxo, y es tarde, y…
—Oh, venga, Señorita Cheever —dijo él, poniéndose en pie—. No se apure. Usted observa a todo el mundo. ¿Cree que no me he dado cuenta?".

"—Basta —gritó Miranda. Él seguía hablando acerca de cosas que ella no entendía, y le odió por eso—. ¿Por qué me besó? Usted no me ama.
Se clavó las uñas en las palmas de las manos. Estúpida, chica estúpida. ¿Por qué había dicho eso?
Pero él sólo sonrió.
—Me olvido de que sólo tiene diecinueve años y no se da cuenta de que el amor nunca es un requisito previo para un beso".

"Winston se rió, sus ojos examinándola calurosamente.
—Has cambiado, Miranda.
Ella se sonrojó bastante.
—No tanto. Sobre todo he crecido.
—Sí, tienes razón.
Turner pensó que posiblemente iba a atragantarse.
—¿Pensaste que podrías irte a la escuela y encontrarme exactamente igual que cuando me dejaste? Winston sonrió abiertamente.
—Algo así. Pero debo decir que estoy satisfecho con el resultado. — Él tocó su pelo, que había sido enrollado en un pulcro moño—. Supongo que no le volveré a dar ningún tirón".

"—¿Está preparada? —Ladró Turner.
Miranda no movió ni un músculo cuando dijo con un esfuerzo:
—No.
—Bien, apresúrese entonces, no tengo todo el día. 
Winston se volvió hacia él con incredulidad.
—¿Qué pasa contigo?
Fue una buena pregunta. Quince minutos antes, su única meta era escapar de la casa de sus padres a toda prisa, y ahora estaba insistiendo todo el tiempo en escoltar a Miranda a casa.
Muy bien, él había insistido, pero tenía sus razones.
—Estoy bastante bien —dijo Turner dándose la vuelta—. Mejor que cómo lo he estado en años. Desde 1816, para ser preciso.
Winston con incomodidad cambió su peso de un pie al otro, y
Miranda se movió disgustada. 1816 fue, todos lo sabían, el año del matrimonio de Turner.
—Junio —agregó, con un toque perverso.
—¿Perdón? —dijo Winston con rigidez.
—Junio. Junio de 1816. —Y entonces Turner les sonrió a ambos, una sonrisa claramente falsa, la clase de sonrisa de autosatisfacción. Se volvió hacia Miranda—. La esperaré en el vestíbulo delantero. No se retrase".

"—Está bien que estés enfadado con ella.
Él no fingió no saber de qué estaba hablando.
—Está muerta, Miranda.
—Eso no quiere decir que no fuera una persona excepcionalmente horrible cuando estaba viva".

"—¿Madre? —requirió
—¿Dónde está tu brazalete? —susurró urgentemente.
—Mi brazalete —dijo, con algo de ironía.
—Por Leticia —añadió, como si él no lo supiera.
—Creo haberte dicho que he elegido no estar de luto por ella.
—Pero esto es Londres —siseó—. Y es el debut de tu hermana.
Se encogió de hombros.
—Mi abrigo es negro.
—Tus abrigos son siempre negros.
—Quizás estoy de luto perpetuo entonces —dijo suavemente—, por la inocencia perdida".

"—Me preguntaba, señor… —empezó a decir Miranda.
—Ésta es una librería para caballeros —dijo él con voz hostil.
—Ah. —Miranda retrocedió, algo amilanada por su actitud. Pero como deseaba desesperadamente el libro de Malory, se tragó su orgullo, sonrió dulcemente, y continuó—. Me disculpo. No me di cuenta de esto. Pero esperaba que...
—Le he dicho que esta es una tienda de caballeros. —Los pequeños y brillosos ojos se estrecharon—. Le ruego que se marche.
¿Me ruega? Ella lo miró fijamente, los labios abiertos con asombro.
¿Me ruega? ¿Con esa clase de tono?
—Vámonos, Miranda —dijo Olivia, agarrándola de la manga—.
Debemos irnos.
Miranda apretó los dientes y no se movió.
—Querría comprar un libro.
—Estoy seguro que así es —dijo el librero vilmente—. Y la librería para damas está a tan sólo un cuarto de milla.
—La librería para damas no tiene lo que deseo.
Él sonrió burlonamente.
—Entonces estoy seguro que usted no debería leerlo.
—No creo que esté en posición de emitir ese juicio, señor —dijo Miranda fríamente".

"—Pero, por favor, ¿podríamos ir hoy? Por favor. Por favor.
—Se da cuenta de que está suplicando.
—No me importa —dijo ella inmediatamente.
Él caviló sobre eso.
—Ocurre que podría utilizar esta situación a mi favor.
Miranda lo miró entornando los ojos.
—¿Qué es lo que quiere decir?
—Ah, no sé. Uno nunca sabe cuándo quizás necesite un favor.
—Ya que no tengo nada que usted pueda desear, le aconsejo olvidarse de sus inocuos planes y simplemente acompáñeme a la librería.
—Muy bien. Hagámoslo".

"—¡Mi libro!
Eso fue el colmo. Turner se detuvo intempestivamente.
—No quiero oír otra palabra acerca de su condenado libro, ¿me oye usted?
La boca de Miranda se abrió.
—¿Entiende lo que acaba de suceder? Golpeé a un hombre.
—¿Pero acaso no concuerda que él necesitaba que lo golpearan?
—¡No tanto como usted necesita que la estrangulen!".

"—¿Qué opina de Winston? —preguntó.
—Es mi hermano —dijo él.
Ella extendió la mano e hizo un movimiento rápido con la muñeca, como diciendo: ¿Qué más?
—Bueno —dijo, intentando ganar tiempo. Realmente, ¿qué esperaba que dijese?—. Es mi hermano.
Ella elevó los ojos hacia arriba sarcásticamente.
—Bastante revelador de su parte".

"—Sí. —Ella sonrió—. Me alegro. Porque siento un gran respeto hacia usted.
De alguna forma estaba logrando hacerle sentir como si fuese algún tipo de reliquia antigua.
—¿Siente un gran respeto hacia mí? —las palabras se deslizaron desagradablemente de su lengua.
—Bueno, sí. ¿Creía que no?
—Francamente, Miranda, la mayoría del tiempo no tengo ni idea de lo que piensa —le espetó.
—Pienso en usted.
Los ojos de él volaron a los de ella.
—Y en Winston, claro. Y en Olivia. Como si uno pudiese vivir en la misma casa con ella y no pensar en ella. —Cerró el libro de golpe y se puso en pie—".

"—¿Y ha estado aquí sentado solo en la oscuridad?
—Me gusta la oscuridad.
—A nadie le gusta la oscuridad.
Se rió con ganas, haciéndola sentir terriblemente inmadura y joven.
—Ah, Miranda —dijo, aún riéndose—. Gracias por eso".

"—¿Le falta poco?
—Poco. —Colocó el dedo alrededor de otra astilla de vidrio y tiró.
Ella se tensó por el dolor.
—Me quedan sólo una o dos.
—¿Qué pasa si no las saca todas?
—Lo haré.
—¿Y si no?
—Buen Dios, mujer, ¿alguna vez le he dicho que es muy insistente?
Ella casi sonrió.
—Sí.
Y él casi le devolvió la sonrisa".

"—¿Debo suponer que estás planeando abrir un consultorio sobre
partos?
Las cejas de Turner se alzaron.
—Vigila tu boca, esposa".

"—¿Turner?
La miró atentamente, escuchando la excitación en la voz de ella.
—¿Qué mi amor?
—¿Qué pasa?
—-No estoy seguro de entender lo que quieres decir.
Ella abrió la boca y luego la cerró, obviamente tratando de encontrar las palabras correctas.
—¿Por qué… de repente te has dado cuenta…?
—¿De que te quiero?
Ella asintió en silencio.
—No lo sé. Creo que estuvo dentro de mí todo este tiempo. Sólo que estaba demasiado ciego para verlo".

"—Este fue el primero —dijo ella, pasando la portada con dedos reverentes—. De verdad te he amado todo este tiempo. ¿Lo ves?
Él miró la primera entrada.
2 DE MARZO DE 1810.
Hoy me he enamorado.
Una lágrima brotó de los ojos de él.
—Yo también, mi amor, yo también".





Julia Quinn

No hay comentarios.:

Publicar un comentario