miércoles, 4 de diciembre de 2019

Citas: Divas rebeldes - Cristina Morató


Morir por amor, Maria Callas:

"«Me pregunto si llegaré a ser algún día feliz o si me pasaré el resto de mi vida luchando por sobrevivir(...)".

"«No quiero cantar, quiero vivir», repetiría una y otra vez".

"«Hay gente que ha nacido para ser feliz y gente que ha nacido para ser infeliz. Simplemente no he tenido suerte en el amor. Muchas veces me pregunto: ¿por qué?», confesaba poco antes de morir en su apartamento parisino con la única compañía de sus sirvientes".

"—Luchino, ¿si tuviera el cuerpo de Audrey Hepburn sería bella? —le preguntó.
—Estarías demasiado delgada.
—Pero… ¿sería atractiva?
—Serías una Traviata más verídica, no olvides que murió consumida —le respondió el director".

"Artemis, hermana de Aristo y a quien la Callas nunca le simpatizó, diría más tarde:

«Ella nunca le hará feliz. Se parecen demasiado. Los dos son personas importantes.
¿Cómo podrían vivir juntos sin matarse?»".

"«No la amo, pero la necesito»".

"Ante el rumbo que tomaban los acontecimientos y aunque Onassis le suplicó que no lo hiciera, la Callas aceptó viajar con Di Stefano en una gira agotadora que los llevaría a ocho países en siete meses. Aristo, que la necesitaba más que nunca a su lado, le aseguró que estaba muy arrepentido y que se divorciaría de Jackie para casarse con ella. Esta vez seguramente hablaba en serio, pero la propuesta llegaba demasiado tarde para Maria que sólo deseaba olvidarle. «Me habla de divorcio, como antes me hablaba de matrimonio —le diría la cantante a una amiga—. No cometeré la estupidez de creerle mientras no tenga el papel firmado en mi mano»".

"Cuando Maria se enteró de que su estado había empeorado tras la intervención, la cantante se las ingenió para poder verle. «Vi a Ari en el hospital, en su lecho de muerte, y parecía sereno y en paz consigo mismo. Se encontraba muy enfermo y sabía que el final estaba cerca, aunque trataba de ignorarlo. No hablamos de los viejos tiempos, ni apenas de otras cosas, sino que nos comunicamos en silencio.
Cuando me iba, hizo un esfuerzo y me dijo: “Te amé, no siempre bien, pero lo mejor que supe. Lo intenté”».
Nadie sabe si esta conmovedora despedida fue real o producto de la imaginación de una mujer que veía cómo la vida del hombre que aún amaba se apagaba lentamente".

"A principios de marzo, la Callas alquiló una casa en Palm Beach (Florida) para huir del infierno que estaba viviendo en París. Unos días más tarde, el 15 de marzo de 1975, se enteraría de la muerte de Aristo y profundamente afectada le diría a una amiga: «De repente, me he quedado viuda». Maria no podría asistir al entierro de su amante en la isla de Skorpios, donde su cuerpo descansa junto al de su querido hijo Alexander. «Oficialmente, Jackie era la viuda, pero los que llevábamos largo tiempo con Onassis, era por Maria por quien lo sentíamos. Fue ella quien más le amó y con quien él parecía disfrutar más de la vida», declaró el capitán del yate Christina".

"Ahora había perdido su don divino y al único hombre que amó hasta la desesperación. Y así, en la mañana del 16 de septiembre de 1977, la diva decidió que había llegado al final de la representación. Tal como contó su doncella Bruna, la cantante, tras desayunar en la cama, se desplomó en el suelo como sus trágicas heroínas operísticas. Tenía cincuenta y tres años, y había perdido las ganas de vivir.
Caía el telón de una vida marcada por una pasión tan intensa como letal que la encumbró al Olimpo de la lírica, pero que destrozó su corazón".


El triunfó de la voluntad, Coco Chanel: 


"«He sido muy desgraciada en una vida que, vista desde fuera, parece brillante», le confesó a su amigo el escritor Paul Morand".

"La pequeña Coco pasó los mejores años de su triste infancia en Courpière. En aquel tiempo, su madre no podía ocuparse mucho de ella y se sentía muy sola. Con apenas cinco años solía visitar el viejo cementerio de la iglesia donde jugaba con sus muñecas de trapo entre las tumbas abandonadas cubiertas de hierbas. Así recordaba a Paul Morand este episodio de su vida: «Yo era la reina de aquel jardín secreto. Me encantaban sus habitantes subterráneos. “Los muertos no están muertos mientras pensemos en ellos”, me decía".

"Gabrielle nunca superaría la prematura muerte de su madre y el abandono de su padre: «Quería suicidarme. Durante mi infancia sólo ansié ser amada. Todos los días pensaba en cómo quitarme la vida, aunque, en el fondo, ya estaba muerta. Sólo el orgullo me salvó»".

"A pesar de su juventud tenía las ideas muy claras: «Ser una mujer mantenida no tiene porvenir alguno»".

"A lo largo de su azarosa vida, en lo único que Coco Chanel no solía mentir a los periodistas era sobre lo importante que fue Boy Capel para ella: «Yo sabía que podía contar con él en cualquier circunstancia; era un verdadero compañero, mi hermano, mi padre, toda mi familia. El único hombre al que realmente he amado en toda mi vida»".

"Su muerte la sumió en una profunda tristeza y estuvo a punto de derrumbarse por completo: «Lo perdí todo cuando perdí a Boy Capel. Dejó un vacío dentro de mí que los años no consiguieron llenar. Tenía la impresión de que él seguía protegiéndome desde más allá de su tumba»".

"La diseñadora nunca confesaría las verdaderas razones de la ruptura, porque quizá le resultaban muy dolorosas: «Pasé diez años de mi vida con Westminster […] Hay que ser hábil para retenerme diez años. Durante aquel tiempo mantuvimos una relación muy tierna y cariñosa. Seguimos siendo buenos amigos. Le he querido, o pensaba que le quería, lo cual viene a ser lo mismo»".

"«Seguramente no obedece al azar que esté sola.
Nací bajo el signo de Leo, los astrólogos saben qué significa. Tiene que ser muy duro para un hombre vivir conmigo, a menos que sea muy fuerte. Y si fuera más fuerte que yo, entonces sería yo la que no podría vivir con él…»".

"Coco le diría a Paul Morand durante su exilio en Suiza en el invierno de 1946:
«Mis relaciones con Iribe fueron pasionales. Cómo detesto la pasión. Qué espantosa enfermedad. El apasionado es un atleta, no conoce el hambre ni el frío, vive de milagro»".

"Cuando un periodista le preguntó por qué había vuelto, ella respondió: «Pues porque me aburría, y prefiero el desastre, al vacío o la nada»".

"A sus ochenta y siete años, y sin haber perdido un ápice de lucidez, Chanel confesaba: «Sólo tengo ya una curiosidad: la muerte»".

"«Si muero —les dijo un día— llevadme a Suiza. Colocadme entre ambos, en el fondo del coche. Si os preguntan en la frontera, responded: es mademoiselle Chanel, está muy chocha, no hagan caso de
ella»".

La reina sin corona, Wallis Simpson:

"Durante sus treinta y cinco años de matrimonio, el duque de Windsor nunca se arrepintió de haberlo perdido todo por amor. Poco antes de morir le confesó a un amigo: «La duquesa me dio todo lo que no pude obtener de mi familia. Me dio consuelo, amor y bondad»".

"Si tenía dudas sobre el amor que Eduardo sentía hacia ella, al día siguiente se disiparon. El rey la invitó a presenciar el anuncio oficial de su nombramiento desde uno de los balcones del palacio de St. James. Para su desconcierto —y escándalo de los allí presentes—, tras la proclamación el flamante Eduardo VIII se acercó a su lado y le dijo: «Nunca nada podrá cambiar lo que siento por ti»".

Entre el poder y la gloria, Eva Perón:


"«Hubo, al lado de Perón, una mujer que se dedicó a llevarle al presidente las esperanzas del pueblo, que luego Perón convertiría en realidades. […] De aquella mujer sólo sabemos que el pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita». Cuando Eva Perón escribió estas grandilocuentes palabras en su autobiografía  titulada La razón de mi vida— le quedaban pocos meses de vida".

"A los que le insinuaban que no estaba bien visto que se paseara públicamente con una «estrella de segunda categoría y mala reputación», Perón les contestaba con su habitual sentido del humor: «¿Me reprochan que ande con una actriz? Y qué quieren, ¿que ande con un actor?»".

"«Me seguía como una sombra, me escuchaba con atención, asimilaba mis ideas y las ejercitaba en su mente extraordinariamente ágil y seguía mis directrices con gran precisión», diría Perón en sus memorias".

"Desde su celda en el fuerte de Martín García, una isla húmeda y azotada por el viento en medio del río de la Plata, Perón le escribió la siguiente carta a Evita: «Mi adorable tesoro: Sólo cuando estamos apartados de quienes amamos sabemos cuánto los queremos. Desde el día que te dejé ahí, con el dolor más grande que se pueda imaginar, no he podido sosegar mi desdichado corazón. Ahora sé cuánto te amo y que no puedo vivir sin ti. Esta inmensa soledad está llena de tu presencia.
Escribí hoy a Farrell [el presidente] pidiéndole acelerara mi excedencia y, tan pronto salga de aquí, nos casaremos y nos iremos a vivir en paz a cualquier sitio…»".

"Algunos años más tarde, Evita, recordando aquellos funestos días en los que Perón fue privado de libertad, escribiría: «Aquellos ocho días me duelen todavía; y más, mucho más, que si los hubiera podido pasar en su compañía, compartiendo su angustia… Me largué a la calle buscando a los amigos que podían hacer todavía alguna cosa por él… Nunca me sentí, lo digo de verdad, tan pequeña, tan poca cosa…»".

"Cuatro días después de su comparecencia en el balcón de la Casa Rosada, Perón se casaba con su amante Evita en Junín. «Pensábamos con el mismo cerebro, sentíamos con el mismo corazón. Era natural por tanto que en tanta comunión de ideas y de sentimientos naciese aquel afecto que nos llevó al matrimonio. Nos casamos en el otoño de 1945 en la iglesia de San Francisco en La Plata», recordaría el coronel".

"Cuando se la criticaba porque vestía de manera demasiado ostentosa cuando visitaba a los obreros o a los más pobres, ella contestaba: «Mira, a mí me quieren ver hermosa. Los pobres no quieren que los proteja una persona vieja y desaliñada. Todos sueñan conmigo y no quiero defraudarlos»".


La heredera de la triste mirada, Barbara Hutton: 

"Los recién casados pasaron su luna de miel en París y a su regreso se instalaron en una de las elegantes mansiones que su padre había construido para ella, en la calle Ochenta. Barbara, la única hija del matrimonio, nacería el 14 de noviembre de 1912. La pequeña heredaría la tez pálida, los ojos azules y el cabello rubio de su madre, la más atractiva y elegante de las tres hermanas Woolworth. La prensa no se hizo eco de su nacimiento y Barbara comentaría al respecto: «Fue la única vez en mi vida en que la prensa eligió ignorarme»".

"Por aquel tiempo, Barbara acudía al colegio de señoritas de miss Shinn, donde la mayoría de las alumnas se mostraban hostiles hacia ella: «Las niñas me decían que no me querían nunca porque tenía demasiado dinero. Pero yo ni siquiera sabía lo que quería decir la palabra dinero. Un día, cuando la tía Jessie vino a verme le pregunté por qué no dábamos todo nuestro dinero. Ella intentó explicarme que eso no era posible. Pero yo no lo entendí y cogí unas tijeras y me puse a cortar todos mis vestidos»".

"En 1968, la directora del internado le contaría a Dean Jennings, biógrafo de Barbara Hutton: «Era una niña adorable pero parecía que no iba a tener ni la más mínima oportunidad de ser feliz algún día. Tenía mucho dinero pero a nadie que la guiara ni la escuchara.
Estaba sola y era muy tímida, pasaba la mayor parte del tiempo escribiendo poemas que no enseñaba a nadie. Nadie la venía a ver, ni siquiera en Navidad»".

Fiel a sí misma, Audrey  Hepburn: 


"«Si tuviera que escribir mi propia biografía —diría en una ocasión la actriz— empezaría así: “Nací en Bruselas, Bélgica, el 4 de mayo de 1929… y morí seis semanas más tarde”»".

"«De pequeña —recordaba Audrey— me enseñaron que era de mala educación llamar la atención y que jamás de los jamases debía ponerme en evidencia. Todavía me parece oír la voz de mi madre diciéndome: “Sé puntual”, “Acuérdate de pensar primero en los demás”, “No hables demasiado de ti misma. Tú no eres interesante; son los demás los que cuentan»". 

"«Si hubiéramos sabido que la ocupación duraría cinco años, tal vez todos nos habríamos suicidado. Pensábamos que aquello terminaría en una semana, seis meses o un año… Así fue como conseguimos sobrevivir»".

"«Ana Frank y yo nacimos el mismo año, vivimos en el mismo país, sufrimos la misma guerra, excepto que ella estaba encerrada y yo estaba fuera. Leer su diario fue como leer mis propias experiencias desde su punto de vista. Me dejó tan destrozada que jamás he vuelto a ser la misma»".

"«En mi adolescencia —diría la actriz— presencié el indefenso terror humano, lo vi, lo oí y lo sentí. Es algo que no desaparece. No fue una pesadilla, yo estuve allí y todo eso ocurrió»".

"En el verano de 1948, el Ballet Rambert iniciaba una gira de varios meses por Australia y Nueva Zelanda. Cuando la profesora anunció los nombres de los bailarines que había elegido, Audrey sufrió una gran decepción al ver que ella no figuraba en la lista. La profesora le explicó lo que ella ya sabía: era demasiado alta —medía casi un metro setenta y era difícil encontrar para ella una pareja de baile— y había comenzado las clases cuando ya era mayor. Fue uno de los momentos más duros para Audrey. «Mi madre —escribe su hijo Sean en su biografía —, sencillamente, no podía competir con las bailarinas que habían recibido una preparación y alimentación adecuadas durante los años de la guerra. La guerra le había robado su sueño. Recordaba haber regresado a su habitación ese día y “deseado simplemente morir”. El sueño que había mantenido con vida su esperanza todos aquellos años, se acababa de desvanecer»".

"«Lo conocí, me gustó, lo amé y me casé con él», diría Audrey recordando a Mel Ferrer".

"«Nací con una enorme necesidad de afecto y con una tremenda urgencia de brindarlo. Cuando era pequeña solía avergonzar a mi madre intentando sacar a los recién nacidos de los cochecitos cuando iba por la calle. Soñaba con tener mis propios hijos. Todo en mi vida se reduce a una única cosa: no sólo recibir amor, sino la desesperada necesidad de darlo»".

"«Sufrir un aborto es desgarrador, pero también lo es divorciarse. Probablemente es una de las peores experiencias por las que puede pasar un ser humano —declaró Audrey—. En mis dos matrimonios, aguanté con energía todo lo que pude por el bien de los niños, y por respeto al matrimonio. Uno siempre espera que si ama a alguien lo suficiente, todo irá bien; pero no siempre es cierto»".

"«La vida —confesaría Audrey en una ocasión— me ha dado mucho más de lo que nunca he soñado. No hubo grandes decepciones o esperanzas que no saliesen bien; no esperaba mucho, y por eso soy la mujer menos amargada que conozco»".

                                                                                           Una mujer herida, Jackie Kennedy: 


"«Tengo la impresión de que me he convertido en un pedazo de propiedad pública. Es terrible tener que perder el anonimato a los treinta y un años»".


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