lunes, 15 de julio de 2019

Citas: Tokio blues - Haruki Murakami


"Alcé la cabeza, contemplé las nubes oscuras que cubrían el Mar del Norte, pensé en la infinidad de cosas que había perdido en el curso de mi vida. Pensé en el tiempo perdido, en las personas que habían muerto, en las que me habían abandonado, en los sentimientos que jamás volverían".

"Olí la hierba, sentí el viento en la piel, oí el canto de los pájaros.
Corría el otoño de 1969, y yo estaba a punto de cumplir veinte años".

"La memoria es algo extraño. Mientras estuve allí, apenas presté atención al paisaje. No me pareció que tuviera nada de particular y jamás hubiera sospechado que, dieciocho años después, me acordaría de él hasta en sus pequeños detalles. A decir verdad, en aquella época a mí me importaba muy poco el paisaje. 
Pensaba en mí, pensaba en la hermosa mujer que caminaba a mi lado, pensaba en ella y en mí, y luego volvía a pensar en mí.
Estaba en una edad en que, mirara lo que mirase, sintiera lo que sintiese, pensara lo que pensase, al final, como un bumerán, todo volvía al mismo punto de partida: yo.
Además, estaba enamorado, y aquel amor me había conducido a una situación extremadamente complicada. No, no estaba en disposición de admirar el paisaje que me rodeaba".

"Me lleva tiempo evocar su rostro. Y conforme vayan pasando los años, más tiempo me llevará. Es triste, pero cierto. Al principio era capaz de recordarla en cinco segundos, luego éstos se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el  crepúsculo".

"Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito".

"Ella posó sus manos sobre mis hombros y se quedó mirándome fijamente. En el fondo de sus pupilas, un líquido negrísimo y espeso dibujaba una extraña espiral. Las pupilas permanecieron largo tiempo clavadas en mí.
Después se puso de puntillas y acercó su mejilla a la mía. Fue un gesto tan cálido y dulce que mi corazón dejó de latir por un instante".

"—Quizás aún no te comprenda —afirmé—. No soy muy inteligente y me cuesta entender las cosas. Pero, con un poco de tiempo, llegaré a entenderte. 
Y no habrá nadie en el mundo que te comprenda mejor que yo".

"—¿Puedo pedirte dos favores?
—Incluso tres.
Naoko sacudió la cabeza sonriendo.
—Con dos es suficiente. El primero es que te agradezco que vengas a verme.
Estoy muy contenta y me… me ayuda mucho. Quizá no lo parezca, pero es así.
—Volveré a venir —dije—. ¿Y el otro?
—Que te acuerdes de mí. ¿Te acordarás siempre de que existo y de que he estado a tu lado?
—Me acordaré siempre".

"Naoko se detuvo, me sonrió y me tomó del brazo. Recorrimos el resto del camino el uno junto al otro.
—¿No me olvidarás jamás? —me preguntó en un susurro.
—Jamás te olvidaré. No podría hacerlo".

"Tiempo atrás, cuando todavía era joven y mis recuerdos eran mucho más nítidos que ahora, intenté escribir varias veces sobre Naoko. Pero entonces fui incapaz de escribir una sola línea. Era consciente de que una vez brotara la primera frase, las restantes fluirían espontáneamente, pero ésta jamás brotó".

"«La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella»".

"«Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella»".

"La vida está en esta orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí".

"Durante unos instantes pareció darle vueltas a algo. Me clavó los ojos con cara de estar observando un objeto extraño. Su mirada era tan profunda y cristalina que me dio un vuelco el corazón. No me había dado cuenta de que tuviera una mirada tan clara. De hecho, jamás había tenido la oportunidad de mirarla a los ojos. Era la primera vez que paseábamos los dos solos, y la primera vez que hablábamos tanto rato".

"—Estás en forma —bromeé cuando terminé mis fideos.
—¿Sorprendido?
—Sí.
—En el instituto era corredora de fondo. Corría unos diez o quince kilómetros.
Además, como a mi padre le gustaba el montañismo, desde pequeña, todos los domingos me llevaba con él de excursión. Ya has visto que detrás de casa está la montaña. Así que las piernas se me han ido fortaleciendo poco a poco.
—Pues no lo parece —dije.
—No, ¿verdad? Todo el mundo piensa que soy una chica muy delicada. 
Pero uno jamás debe fiarse de las apariencias. —Subrayó sus palabras con una media sonrisa".

"—¡Como te has acostado conmigo, ya no te importo nada! —berreó la chica.
—No es verdad —le dije.
Lo único que quería era irme de la ciudad. Pero ella no lo entendió. Y nos separamos. En el tren, camino de Tokio, me acordé de sus cualidades, de sus virtudes, y me arrepentí pensando que había sido muy injusto. Pese a todo, no podía volver atrás. Decidí olvidarla".

"Al principio, pensé que iba a lograrlo. Sin embargo, por más que intentase olvidarlo, en mi interior permanecía una especie de masa de aire de contornos imprecisos. Con el paso del tiempo, esta masa empezó a definirse. Ahora puedo traducirla en las siguientes palabras: «La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella»".

"Hasta entonces había concebido la muerte como una existencia independiente, separada por completo de la vida. «Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella.» Yo pensaba así. Me parecía un razonamiento lógico. La vida está en esta orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí".

"A partir de la noche en que murió Kizuki, fui incapaz de concebir la muerte (y la vida) de una manera tan simple. La muerte no se contrapone a la vida. 
La muerte había estado implícita en mi ser desde un principio. Y éste era un hecho que, por más que lo intenté, no pude olvidar. Aquella noche de mayo, cuando la muerte se llevó a Kizuki a sus diecisiete años, se llevó una parte de mí".

"Viví la primavera de mis dieciocho años sintiendo esta masa de aire en mi interior. Al mismo tiempo, intentaba no mostrarme serio, pues intuía que la seriedad no me acercaba a la verdad. Pero la muerte es un asunto grave. Quedé atrapado en este círculo vicioso, en esta asfixiante contradicción. Cuando miro hacia atrás, hoy pienso que fueron unos días extraños. Estaba en la plenitud de la vida  y todo giraba en torno a la muerte".

"—Tal vez mi corazón esté recubierto por una coraza y sea imposible atravesarla —le dije—. Por eso no puedo querer a nadie. 
—¿No has estado nunca enamorado?
—No —le respondí.
No quiso saber nada más".

"Al final del otoño, cuando el gélido viento barría la ciudad, ella a veces se arrimaba a mi brazo. Notaba su respiración a través de la gruesa tela del abrigo. Me tomaba del brazo, metía la mano en el bolsillo de mi abrigo o, si hacía mucho frío, se me agarraba al brazo temblando. Pero no era más que eso. No había que darle importancia. Yo continuaba andando con las manos metidas en los bolsillos, como siempre. Como los dos calzábamos zapatos de suela de goma, nuestros pasos apenas se oían. Sólo cuando pisábamos las grandes hojas caídas de los plátanos. Cada vez que oía este crujido seco, sentía compasión por Naoko. No era mi brazo lo que ella buscaba, sino el brazo de alguien. No era mi calor lo que ella necesitaba, sino el calor de alguien. Entonces sentía algo rayano en la culpabilidad por ser yo ese alguien".

"En esas ocasiones, Naoko jugueteaba con el pasador del pelo, se secaba las comisuras de los labios y me clavaba su mirada ausente. De haber podido, hubiese deseado abrazarla, pero siempre me quedé con la duda y desistí. Temía herirla. Seguimos paseando por las calles de Tokio, y ella seguía buscando las palabras en el vacío".

"Cuanto más conocía a Nagasawa, más extraño me parecía. A lo largo de mi vida, me había cruzado, había encontrado o conocido a muchas personas extrañas, pero jamás a nadie que lo fuera tanto. Leía muchísimo más que yo, pero tenía por principio no adentrarse en una obra hasta que hubieran transcurrido treinta años de la muerte del autor. «Sólo me fío de estos libros», decía.
—No es que no crea en la literatura contemporánea, pero no quiero perder un tiempo precioso leyendo libros que no hayan sido bautizados por el paso del tiempo.
¿Sabes?, la vida es corta".

"Interrogué a Nagasawa tras acostarme con tres o cuatro chicas. ¿No se sentía vacío tras haber hecho aquello setenta veces?
—Que te sientas vacío demuestra que eres un tío decente. Esto es algo positivo — dijo—. No ganas nada acostándote con desconocidas. Sólo consigues cansarte y odiarte a ti mismo. A mí también me pasa.
—¿Y por qué no dejas de hacerlo?
—Me cuesta explicarlo. Se parece a lo que Dostoievski escribió sobre el juego. Es decir, cuando a tu alrededor todo son oportunidades, es muy difícil pasar de largo sin aprovecharlas, ¿entiendes?
—Más o menos —afirmé.
—Se pone el sol. Las chicas salen, dan una vuelta, beben. Quieren algo, y yo puedo dárselo. Es algo tan sencillo como abrir el grifo y beber agua. 
Esto es lo que ellas esperan. Pues bien, las posibilidades están al alcance de mi mano. ¿Debo dejarlas escapar? Tengo el talento y las circunstancias idóneas para valerme de él. ¿Tengo que cerrar la boca y pasar de largo?
—No lo sé. Nunca me he encontrado en esta situación. Ni siquiera puedo imaginármelo —le dije riendo.
—Según como lo mires, es una suerte —repuso Nagasawa".

"—A nadie le gusta la soledad. Pero no me interesa hacer amigos a cualquier precio. No estoy dispuesto a desilusionarme —aclaré.
Con una patilla de las gafas metida en la boca, la chica murmuró:
—A nadie le gusta la soledad. Pero detesto que me decepcionen. Si te decides a escribir tu autobiografía, puedes incluir estas líneas.
—Gracias".

"—¿Cuándo murió tu madre?
—Hace dos años —matizó concisa—. De cáncer. Un tumor cerebral. Estuvo ingresada un año y medio y sufrió tanto que enloqueció y tenía que estar todo el día drogada. A pesar de ello, no se moría".

"—¿Por qué?
Midori juntó las palmas de sus manos sobre la mesa y reflexionó un momento.
—¿Y por qué no? ¿Tú no fumas?
—Lo dejé en junio.
—¿Y por qué lo dejaste?
—Porque era muy pesado. Quedarme sin tabaco a medianoche era un tormento.
Por eso lo dejé. No me gusta depender tanto de las cosas".

"—Por cierto, ¿dónde está tu familia? —pregunté.
—Mi madre, en la tumba. Murió hace dos años.
—Eso ya me lo has dicho antes".

"—No tenemos nada valioso —claudicó Midori.
—Algo habrá. Libretas de ahorro, sellos registrados, certificados, esas cosas. Para empezar, necesitarás dinero.
—No lo necesito porque no pienso huir.
—¿Aunque se queme la casa?
—Sí. No me importa morir.
La miré a los ojos. Ella me devolvió la mirada. No tenía la menor idea de hasta qué punto bromeaba. Mantuve la mirada fija en ella unos instantes, pero luego pensé: «Qué importa…».
—Como quieras. Me quedo contigo —dije.
—¿Morirás a mi lado? —A Midori le brillaban los ojos.
—¡Ni hablar! Si las cosas se ponen feas huiré. Si quieres morirte, hazlo tú solita.
—¡Qué despiadado eres!
—No voy a morir contigo sólo porque me has invitado a comer. Si se tratara de una cena, todavía".

"—¿Sigues queriendo morir en el incendio?
—¡Ostras! ¡No! Eso es otro asunto. Sentía curiosidad.
—¿Por morir en un incendio?
—No. Me interesaba ver cómo reaccionabas. Pero morir no me da miedo. 
Te ves envuelto en humo, pierdes el conocimiento y te mueres sin más. Es un momento".

"Midori se acercó un cigarrillo Marlboro a los labios y lo encendió.
—Tengo miedo de morir de ese modo. La sombra de la muerte va invadiendo despacio, muy despacio, el territorio de la vida y, antes de que te des cuenta, todo está oscuro y no se ve nada, y la gente que te rodea piensa que estás más muerta que viva… Es eso. Yo eso no lo quiero. No podría soportarlo".

"A las cinco le dije a Midori que me iba a trabajar y abandoné su casa. Le había propuesto salir a tomar algo, pero ella había rechazado mi invitación alegando que estaba esperando una llamada.
—Quedarme todo el día en casa esperando una llamada es algo que odio con todo el alma. Si estoy sola, me da la sensación de que voy pudriéndome y deshaciéndome, hasta convertirme en un líquido verdoso que es absorbido por la tierra. De mí sólo sobrevive la ropa. Ésta es la sensación que tengo cuando me quedo todo el día en casa esperando una llamada".

"«Hace casi cuatro meses que estoy aquí. En estos cuatro meses he pensado mucho en ti".

"—Lo intentaré —afirmé—. ¿Por qué llevas siete años aquí? Hasta ahora no me ha parecido que estés mal.
—Durante el día no. —Se le ensombreció el rostro—. Pero al llegar la noche la cosa cambia. Me revuelco por el suelo babeando.
—¿De verdad?
—¡Desde luego que no! —dijo inclinando la cabeza con incredulidad—".

"—Tengo que estar de vuelta antes de pasado mañana por la tarde. Debo ir a trabajar y, además, el jueves tengo examen de alemán.
—Bien. Puedes quedarte con nosotras. Así no te costará dinero y podréis hablar sin preocuparos de la hora.
—¿Con vosotras?
—Con Naoko y conmigo —dijo Reiko—. En la habitación hay dos camas y tenemos un sofá cama. Dormirás bien. No te preocupes.
—¿No está prohibido? ¿Un hombre viene de visita y se aloja en una habitación con mujeres?
—Supongo que no irrumpirás a la una de la madrugada para violarnos, ¿no?
—¡No!
—Entonces no hay ningún problema".

"—Eres un buen chico. Mirándote, me he dado cuenta. En los siete años que llevo aquí he visto ir y venir a mucha gente. Así que lo sé. Hay dos tipos de personas: los que son capaces de abrir su corazón a los demás y los que no. Tú te cuentas entre los primeros. Puedes abrir tu corazón siempre y cuando quieras hacerlo.
—¿Y qué sucede cuando lo abres?
Reiko, con el cigarrillo entre los labios, juntó las palmas de las manos con aire divertido.
—Que te curas —afirmó".

"—Pues parece historia antigua. Perdona por lo de ayer. Me puse nerviosa, no sé por qué. Y tú que habías venido a verme… Me sabe mal.
—No importa. Tal vez deberíamos exteriorizar más nuestras emociones. 
Si quieres, puedes mostrármelas. Así nos conoceremos mejor.
—Si llegas a entenderme, ¿qué sucederá entonces?
—Eso no lo tienes muy claro, ¿verdad? No se trata de lo que pueda suceder. En este mundo hay a quien le gusta saber los horarios de los medios de transporte y se pasa el día comprobándolos. También hay quien hace barcos de un metro de largo encolando palillos. Por lo tanto, no es tan raro que haya por lo menos una persona que quiera entenderte, ¿no te parece?
—¿Como una especie de pasatiempo? —dijo Naoko divertida.
—Si quieres, puedes llamarlo así. En general, las personas lo llaman simpatía o amor, pero si tú quieres llamarlo pasatiempo puedes hacerlo".

"—Oye, Watanabe… —me susurró al oído.
—Dime.
—¿Tienes ganas de acostarte conmigo?
—Claro —dije.
—¿Podrás esperar?
—Podré esperar.
—Antes de hacerlo quiero estar mejor. Encontrarme bien y convertirme en tu pasatiempo. ¿Podrás esperar hasta entonces?
—Claro".

"—Ya te decía en la carta que soy un ser mucho más imperfecto de lo que puedas imaginarte. Estoy mucho más enferma de lo que crees, las raíces son mucho más profundas. Por eso quiero que, si puedes, sigas con tu vida. 
No me esperes. Si te apetece acostarte con otras chicas, hazlo. No te reprimas por mi causa.
Haz todo lo que quieras. Si no, podría acabar convirtiéndote en mi compañero de viaje, y eso es algo que no quiero que suceda jamás. Me niego a interferir en tu vida, ni en la vida de nadie. Tal como te he dicho antes, ven a visitarme de vez en cuando y acuérdate siempre de mí. Eso es lo único que deseo.
—Pero eso no es lo que deseo yo —intervine.
—A mi lado, estás desperdiciando tu vida.
—No estoy desperdiciando nada".

"—¿Habéis podido hablar? —le soltó Reiko a Naoko.
—Sí, mucho —respondió ella.
—Después ya me contarás los detalles. Cómo ha estado él y todo eso.
—Si no hemos hecho nada. —Naoko se sonrojó.
—¿De verdad? —me preguntó Reiko.
—No, no hemos hecho nada.
—¡Qué aburrimiento! —Reiko puso cara de hastío.
—Pues sí. —Y tomé un sorbo de café".

"—Lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales — reflexionó Reiko".

"—¿Querías algo en especial?
—No, nada. Hablar contigo.
—¡Ah! —musité.
—¿Qué coño significa ese «¡Ah!»?
—Nada. Es una expresión —respondí—".

"—Watanabe, ¿sabes lo que me gustaría hacer ahora?
—Ni me lo imagino.
—Quiero tenderme en una cama grande, muy mullida. Eso en primer lugar — explicó Midori—. Me encuentro a gusto, estoy borracha, a mi alrededor no hay ningún cagajón de mula, tú estás tendido a mi lado. Y entonces empiezas a desnudarme con dulzura. Como una madre desnudaría a su hijo. 
Suavemente.
—Y… —susurré.
—Yo al principio estoy adormilada, sintiéndome en la gloria, pero, de pronto, recobro el sentido y grito: «¡No, Watanabe! Me gustas, pero salgo con un chico y no puedo hacerlo. Yo soy muy estricta en estas cosas. ¡Basta! ¡Por favor!». Pero tú no te detienes.
—Yo me detendría.
—Lo sé. Pero esto es una fantasía —dijo Midori—. Y me enseñas tu cosita. Allí, enhiesta. Yo bajo enseguida la mirada, claro. Pero la veo de refilón y digo: «¡No, por favor! ¡No puedes meterme una cosa tan grande y tan dura!».
—No la tengo grande. La tengo normal.
—Eso no importa. Es una fantasía".

"—¿He llegado demasiado pronto? —preguntó ella—. ¿Te acabas de levantar?
—Voy a lavarme la cara y a afeitarme. ¿Me esperas unos quince minutos? —le rogué.
—No me importa esperarte, pero, desde hace un rato, no paran de mirarme las piernas.
—Normal, ¿no te parece? Presentándote en una residencia de chicos con una falda tan corta… Vamos, te mirarán todos.
—No hay problema. Hoy llevo unas bragas muy bonitas. De color rosa, con un encaje precioso.
—Peor aún. —Suspiré".

"—Entonces yo no creo en la revolución. Yo sólo creo en el amor".

"—Te sorprenderá saber que mientras viajaba sola estuve pensando todo el tiempo en ti. —Tomó un sorbo de su Tom Collins y comió un pistacho—. Deseaba que estuvieras a mi lado.
—¿Y eso?
—¿«Y eso»? —Midori me observó como si observara el vacío—. ¿Qué quieres decir?
—¿Por qué pensaste en mí?
—Tal vez porque me gustas. Está muy claro. La única razón que puede haber es ésta. ¿Crees que hay alguien en este mundo al que le apetezca estar con una persona que no le guste?
—Pero tú tienes novio y no deberías pensar en mí. —Bebí un sorbo de mi whisky con soda.
—O sea que, como tengo novio, ¿no puedo pensar en ti?".

"—¡Qué divertido! —exclamó Midori—. Volveremos otro día.
—Estas películas son todas iguales —comenté.
—¡Y qué esperabas! Todos hacemos siempre lo mismo.
Tuve que darle la razón".

"—Por aquí no hay árboles. Además, estás demasiado borracha para subirte a uno —le advertí.
—Eres siempre tan sensato que acabas deprimiendo al personal. Estoy borracha porque me da la gana. ¿Pasa algo? Y, aunque lo esté, puedo subirme a los árboles. ¡Eso es! Me subiré a uno muy, muy alto y me haré pipí encima de la gente, como si fuera una cigarra.
—¿No será que tienes ganas de ir al baño?
—Sí".

"—Perdona. Me he quedado dormida allí sentada —se excusó.
—¿Cómo te encuentras? —le pregunté poniéndole el abrigo.
—No muy bien.
—Te acompaño a tu casa —dije—. Una vez allí, te das un baño caliente, despacito, y te acuestas. Estás cansada.
—No quiero volver a casa. Allí no hay nadie, no quiero dormir sola.
—¿Y entonces qué vas a hacer?
—Entrar en un love hotel de por aquí y dormir abrazada a ti. Mañana, después de desayunar, nos iremos juntos a clase.
—Cuando me llamaste ya tenías esta idea.
—Claro.
—Tenías que haber llamado a tu novio en vez de a mí. Hubiera sido lo más lógico. Los novios están para eso.
—Yo quiero estar contigo.
—No puede ser —añadí resuelto—. En primer lugar, tengo que volver a la residencia antes de las doce. Si no, incumpliré las normas de pernoctación. Ya lo hice una vez y tuve complicaciones. En segundo lugar, si me meto en la cama con una chica, me entran ganas de hacer el amor con ella y odio tener que aguantarme. A lo mejor, acabaría violándote y todo".

"—El otro día me desnudé delante de la fotografía de mi padre. Le mostré mi cuerpo en una postura de yoga. «Mira, papá, esto son las tetas, esto el coño…»
—¿Y por qué lo hiciste? —le pregunté anonadado.
—Me apetecía mostrarle mi cuerpo. Total, la mitad de mi existencia es fruto de un espermatozoide suyo, ¿no? ¿Qué hay de malo en enseñárselo? «Ésta es tu hija.» Puestos a confesarlo todo, estaba borracha, lo cual me animó a hacerlo".

"Un día, mientras estaba pintando, me acordé de Midori. Hacía casi tres semanas que no me había puesto en contacto con ella; no le había informado  siquiera de mi cambio de domicilio. Le había dicho, eso sí, que pensaba mudarme pronto, a lo que ella repuso: «¿De veras?». Eso había sido todo.
Entré en una cabina telefónica y marqué su número. Contestó una chica que debía de ser su hermana y, al decirle mi nombre, me dijo:
—Espera un momento.
Por más que aguardé, Midori no se puso al aparato.
—Midori dice que está muy enfadada y no quiere hablar contigo —me informó su hermana—. Te mudaste sin avisarle. Desapareciste sin decirle siquiera adónde ibas.
Ahora ella está furiosa. Y cuando se enfada, no se le pasa así como así. Es igual que un animalito.
—Puedo explicárselo. Por favor, dile que se ponga un momento.
—No quiere escuchar tus explicaciones.
—Entonces, ¿te importa si te lo explico y luego tú se lo cuentas a ella? Me sabe mal pedírtelo, pero…
—¡Ni hablar! —me espetó su hermana—. Esto se lo cuentas tú directamente. Eres un hombre. Asume tus responsabilidades".

"—Watanabe, ¿qué te ha sucedido? —me preguntó Midori—. Estás en los huesos…
—¿Tú crees? —dije.
—¿No será que follas demasiado con tu amante casada?
Sonreí y negué con un gesto de la cabeza.
—Desde principios de octubre pasado no me he acostado con nadie —afirmé.
Midori soltó un silbido.
—¿Llevas más de medio año sin hacerlo?
—Sí.
—¿Por qué has adelgazado tanto?
—Me he convertido en un adulto —afirmé".

"No creas que estoy enfadada contigo. Sólo estoy triste. Porque tú has sido muy amable conmigo y, a cambio, no he sabido ayudarte. Tú siempre estás encerrado en tu propio mundo y, cuando llamo a la puerta, “toc, toc”, te limitas a levantar la cabeza antes de volver a encerrarte".

"He deseado que tropezaras, pero no te has caído. Ahora acabas de sentarte a mi lado, te estás bebiendo la Coca-Cola a sorbos. Deseaba que al volver hubieras caído en la cuenta y al fin me dijeras: “¡Anda, pero si te has cambiado de peinado!”. Pero no ha habido suerte. Si te hubieras fijado, hubiera roto esta carta y hubiera dicho:
“Vámonos a tu casa. Te haré una buena cena. Y luego nos iremos a la cama los dos muy juntitos”. Pero eres tan insensible como una plancha de hierro.
»Adiós.
»P.D. A partir de ahora, aunque me veas en clase, haz el favor de no dirigirme la palabra".

"«Además, tal vez sea un problema mío y a ti te dé lo mismo, pero ya no me acuesto con nadie. Porque no quiero olvidar el tacto de tu piel. Para mí, aquellos instantes son mucho más preciosos de lo que puedas imaginarte. Siempre pienso en ellos.»"

"—Háblame —me rogó Midori—. Querías decirme algo, ¿verdad?
—No pretendo justificarme, pero aquel día estaba exhausto, aturdido —dije—. No percibía bien las cosas. Sin embargo, al dejar de verte, lo he comprendido. Hasta ahora, he tirado hacia delante porque tú estabas a mi lado. Sin ti me siento desesperado, solo.
—No lo sabes… No sabes lo desesperada y sola que me he sentido sin ti durante estos dos meses.
—No, no lo sabía. —Me sorprendió—. Creía que estabas enfadada y que no querías volver a verme.
—¿Serás estúpido…? ¿Cómo podía no querer volver a verte? Te dije que me gustabas, ¿no es cierto? Cuando me gusta alguien, no deja de gustarme así como así".

"—Si me enfadé fue por lo siguiente. Y mira que estaba tan furiosa que te hubiera dado cien patadas. Hacía tanto que no nos veíamos, y tú, con la cabeza en las nubes, pensabas en la otra chica, sin mirarme ni un instante. Tenía todo el derecho de enfadarme. Aparte de esto, me dio la impresión de que me iría bien estar un tiempo separada de ti. Para aclarar las cosas.
—¿Qué cosas?
—Nuestra relación. En fin, yo cada vez lo paso mejor contigo. Mejor que cuando estoy con mi novio. Y eso, la verdad, no es muy normal, no es un buen síntoma, ¿no crees? Él me gusta, por supuesto. Es un poco egoísta, estrecho de miras, algo facha, pero tiene muchas cosas buenas, y es el primer chico que me ha gustado. Pero tú…, tú eres alguien muy especial. Cuando estoy contigo, siento que nos   entendemos.
Confío en ti, me gustas, no quiero dejarte escapar. Ese día me marché furiosa, así que le pregunté a él con toda franqueza qué creía que debía hacer. Y me dijo que no te viera más. Y que si volvía a verte, rompiera con él.
—¿Y qué hiciste?
—Rompí con él. Así de simple. —Se llevó un cigarrillo a los labios, lo encendió cubriendo la cerilla con una mano e inhaló una bocanada de humo.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —gritó Midori—. ¿Estás mal de la cabeza? Sabes el modo condicional de los verbos ingleses, entiendes las progresiones, puedes leer a Marx…
¿Por qué esto no lo entiendes? ¿Por qué me lo preguntas? ¿Por qué le haces decir esto a una chica? Rompí con mi novio porque me gustas más que él. Yo hubiera querido enamorarme de un chico más guapo. Pero qué vamos a hacerle… Me he enamorado de ti".

"—No me hagas daño. Bastante me han herido ya a lo largo de mi vida. No quiero que me hieran nunca más. Quiero ser feliz".

"Si no quieres acabar en un manicomio, abre tu corazón y abandónate al curso natural de la vida. Incluso una mujer débil e imperfecta como yo piensa lo maravilloso que es vivir. Intenta ser feliz. ¡Adelante!".

"En las noches de insomnio me asaltaban diferentes imágenes de Naoko. 
No podía evitar que acudieran a mi memoria. En mi corazón, se habían acumulado demasiados recuerdos de ella. En cuanto encontraban una grieta, por pequeña que fuera, iban saliendo, uno tras otro, imparables. Fui incapaz de detener esa fuga".

"Al despedirnos, se sacó del bolsillo un billete de cinco mil yenes y lo metió en el bolsillo de mi camisa diciendo que, con aquel dinero, debía comprarme algo nutritivo, porque tenía muy mala cara. Lo rechacé aduciendo que ya había hecho demasiado por mí, que sólo faltaba que me diera dinero,  pero él no quiso tomarlo.
—No es dinero, son mis sentimientos. Acéptalo sin darle más vueltas. No pude hacer otra cosa que darle las gracias y aceptarlo".

"—Comprendo muy bien lo que tratas de advertirme —dije—. Pero todavía no estoy preparado. Tuvo un funeral tan triste… Nadie debería morir de este modo…
Reiko alargó la mano y me acarició la cabeza.
—Todos moriremos de este modo un día u otro".

"—He llevado una vida curiosa, pero no se me había pasado por la cabeza la posibilidad de que algún día un chico de veinte años me quitara las bragas.
—¿Prefieres quitártelas tú?
—No, no. Quítamelas tú. Pero estoy arrugada como una pasa, no vayas a llevarte una desilusión.
—A mí me gustan tus arrugas.
—Voy a echarme a llorar —susurró Reiko".

"—¿Dónde estás? —susurró.
¿Dónde estaba? Todavía con el auricular en la mano, levanté la cabeza y miré alrededor de la cabina. ¿Dónde estaba? No logré averiguarlo. No tenía la más remota idea de dónde me hallaba. ¿Qué sitio era aquél? Mis pupilas reflejaban las siluetas de la multitud dirigiéndose a ninguna parte. Y yo me encontraba en medio de ninguna parte llamando a Midori".





Haruki Murakami

No hay comentarios.:

Publicar un comentario