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"Tengo ganas de cambiar, de raíz.
Todo me queda estrecho—hasta el tiempo,
últimamente demasiado veloz e implacable.
O quizás soy yo quien ya no encaja en el traje que me
he cosido a medida".
"Un trueno repentino me recuerda que estoy
despierta.
Que debo, una vez más, inventarme algo que
empezar (y nunca terminar),
para no desperdiciar ni un solo instante.
Siempre comienzo muchas cosas, y termino muy
pocas.
Ahora entiendo por qué: necesito más tiempo.
Las guardo con la excusa de no poder marcharme,
porque tendré mil cosas por acabar".
"No estoy hecha para vivir la vida de todos.
Quiero una vida mía, solo mía.
Para compartir con pocos y transformar con casi
nada: algo que me haga sentir encendida,
lista para iluminar ese rincón oscuro que se forma
con la rutina".
"La primera habitación es amplia, vacía. Las paredes
son de un blanco que parece desvaído por el tiempo.
El suelo de terrazo veneciano brilla en puntos
irregulares, como si quisiera mostrarme fragmentos
de una historia olvidada.
Atravesamos un pasillo estrecho. En la segunda
habitación hay un sofá, viejo y desgastado. Parece
ser el único objeto presente, como si alguien lo
hubiera dejado allí sin intención de volver".
"Mi hijo y sus amigos están sentados. Fuman,
escuchan música. Las ventanas están cerradas. El
humo me molesta. Me entra en los ojos, me raspa los
pensamientos. Me siento intrusa en su calma
ruidosa".
"Hoy tengo que ir a ver a mi madre.
La idea de hablar con ella me pesaba como un
equipaje nunca abierto.
Aún no le he dicho nada sobre la mudanza a
Londres con Luca.
No lo sabe, y quizás no lo entendería.
Lo nuestro es un vínculo hecho más de deberes que
de impulsos, una conciencia amable que se sostiene
en el respeto por la distancia".
"El teléfono vibra.
“Luca.” El nombre en la pantalla me hace dudar.
Una fracción de segundo antes de contestar, el
corazón se encoge.
— “Hola…” digo, intentando sonar normal.
Su voz al otro lado es más lenta de lo habitual, como
si hubiera pensado demasiado antes de llamar.
— “¿Podemos hablar un momento?”
Me siento en el sofá, activo el altavoz.
— “Dime…”
— “He pensado mucho en Londres. En nosotros. Y…
no es que no quiera que vengas. Es que no estoy
seguro de quererlo por las razones correctas.”
Un silencio se cuela entre nosotros.
No está vacío—está lleno de todo lo que nunca nos
dijimos.
— “¿Qué quieres decir?” mi voz es firme, pero por
dentro tiemblo.
— “Tú estás lista. Tú tienes una visión, tienes coraje.
Yo… solo he seguido la corriente. Y me he dado cuenta de que no lo estoy
haciendo por amor, sino
por miedo a perderte".
"No lloro. No aún.
Pero una parte de mí se desprende lentamente, como
la rama que sabe que llegará el invierno".
"Delante de mí, la hierba se ondula con movimientos
lentos, como si siguiera el latido de un corazón
invisible.
La luz es irreal, difusa y lechosa.
Es como si el sol estuviera escondido detrás de una
cortina de vidrio esmerilado.
No logro entender si es mañana, tarde, o un tiempo
fuera del tiempo".
"Me giro, buscando desesperadamente un escondite,
una vía de escape.
Pero allí, frente a mí… me detengo.
Cien personas.
Todas vestidas con traje negro y camisa blanca.
Dispuestas como piezas en un tablero de ajedrez
perfecto.
Inmóviles.
Silenciosas.
Sin rostro.
Y sin embargo, me miran".
"Me senté. El cuerpo buscaba descanso, pero la mente
no
lo concedía. Respiré hondo. Intenté vaciarme.
Cerré los ojos.
Y lo volví a ver.
El hombre. Su rostro formándose lentamente. Los
cien relojes, todos iguales. Todos detenidos. Todos
parlantes.
Y luego esa voz. Aún nítida. Aún
inexplicablemente verdadera:
“Solo queríamos ayudarte.”
La frase vibraba en mí, como si fuera mía desde
siempre.
Un eco amable, pero también inquietante. ¿Qué era
esa ayuda? ¿Y quién la ofrecía realmente?
Pasé horas en el sofá. El mundo afuera podía
desaparecer tranquilamente. Pensaba en Luca. En su
voz, en
su rostro, en sus promesas. Cuántas veces había
dicho que me amaba. Cuántas veces sus palabras
habían
encendido esperanzas que ahora parecían solo
faroles apagados".
"El amor, a veces, es
ciego
porque quiere ser ciego. Elige no ver,
porque ver dolería".
"Me preguntaba quién era. Quién
había
sido realmente. A quién había amado.
Mis sentimientos se habían alejado de él. En
silencio, sin escenas. Como un barco que se separa
del puerto sin hacer ruido".
"Tomo un volumen. Lo abro.
Las páginas están en blanco.
Solo la última
tiene una frase:
“Lo encuentras solo cuando dejas de buscarlo.”
Cierro el libro".
"El cuerpo parecía descansado, pero el alma… en
espera.
Había dormido demasiado. O quizás muy poco para
entender".
"— “La noche te está contando quién eres.” me
responde.
— “¿Quién eres tú?” pregunto intentando contener la
emoción.
— “Yo soy el latido entre dos elecciones (...)".
"Sus manos temblaban ligeramente.
Pero no era duda.
Era emoción buscando el punto exacto donde
encarnarse.
Sus labios se posaron sobre los míos.
✨El beso fue como tocar la primera nota jamás
tocada".
"En la pared frente a mi escritorio, donde ayer solo
había blanco, noto una inscripción:
"Tiempo no lineal."
Es diminuta, casi grabada con lápiz".
"Mi escritorio.
El PC encendido, esperando.
Y justo allí al lado… hay una nota blanca.
Lisa. Inmaculada.
No sé cómo llegó allí.
La tomo entre los dedos.
Por un momento permanece vacía.
Luego, lentamente, las letras emergen — no escritas,
sino reveladas.
Como si vinieran desde dentro de mí.
O de alguien que conoce mi corazón.
"Te amo desde siempre."
La frase es simple. Sin firma.
Pero yo sé.
Sé quién es.
Siento que todo lo que ha ocurrido — sueños,
objetos, silencios — ha sido una preparación.
Porque lo que acaba de emerger no es solo una frase.
Es una verdad.
Antigua.
Mía.
Suya".
"Sentada en la cama, sostengo un diario entre las
manos.
Las lágrimas me recorren el rostro.
Una ruptura, quizás el primer amor terminado… no
lo recuerdo.
En el borde de la foto, algo está grabado: un pequeño
símbolo, un reloj de arena apenas visible.
“No todo lo que termina está perdido.”
Kairos no era una voz. Era un pensamiento que me
rozó aquel día, haciéndome escribir una frase que no
sabía de dónde venía".
"Tercera página
Corro entre los árboles.
Río.
Pero detrás de mí — oculto entre las ramas — hay un
resplandor azulado.
No se nota de inmediato, pero está en cada toma: un
punto constante, como si la cámara registrara no solo
la materia… sino también el tiempo que me amaba".
"Yo (en voz baja):
«¿Por qué no me dijiste antes quién eras?
¿Por qué me dejaste vivir sin saberlo?»
Kairos:
«Porque el amor, para existir, necesita ser elegido.
Y tú… ahora me estás eligiendo.
No con el pensamiento. Sino con el corazón que ha
recordado.»".
"Las horas pasan.
Cada tic del péndulo parece burlón.
Cada rayo de luna que se filtra me dice que no es él.
El cielo empieza a desteñirse.
El día llega despacio, como un intruso.
No lo quiero.
Pero no puedo detenerlo".
"Todo a nuestro alrededor…
se fragmenta en relojes suspendidos.
Algunos explotan en silencio.
Otros se abren como puertas.
Yo elijo uno.
El agrietado, con las agujas invertidas.
No porque lo entienda.
Sino porque se parece a mí".
"En el reverso,
una frase escrita a mano:
“Algunos amores son tan precisos
que no pertenecen al tiempo.”
Deborah Cappagli