domingo, 20 de julio de 2025

Citas: Lo que no tiene nombre - Piedad Bonnett

Autorretrato de Daniel Segura Bonnett


"Pamela nos abre la puerta y nos saluda con abrazos apretados y esa bella sonrisa suya que ni siquiera puede ser opacada por la tristeza. Después de un breve intercambio de palabras, cruzamos la cocina y la salita y entramos lentamente a la habitación. Lo primero que registran mis ojos es la enorme ventana abierta, y detrás la escalera de incendios que da a la calle.
Examino todo, brevemente, de un vistazo: la cama, tendida con pulcritud, el escritorio abarrotado de libros, los cuadernos apoderados de la mesa de noche, la chaqueta de cuadros colgada con cuidado en la silla. Durante algunos segundos no decimos nada, no hacemos nada, a pesar de que un turbión de emociones nos agita por dentro. Entonces Camila abre el clóset y vemos los zapatos alineados, los suéteres y las camisetas puestos en orden. Es la habitación de alguien pulcro, riguroso, aseado. Confusos, intercambiando frases cortas que quieren ser eficientes, nos dividimos los espacios a fin de poder hacer la tarea que nos ha traído hasta aquí. Nadie llora: si uno de nosotros se rindiera al llanto arrastraría con su dolor a los demás".

"Siento, por un instante, que profanamos con nuestra presencia un espacio íntimo, ajeno; pero también, atrozmente, que estamos en un escenario".

"En ese momento aparece en el descanso de la escalera una pareja con un niño; se detienen, con timidez.
¿Somos nosotros parientes del estudiante que se mató ayer? También ellos lo sienten mucho. La mujer, una rubia joven, de semblante amable, nos dice que ella estaba allí a la hora de la tragedia y que lo oyó correr. Mi hija Camila se asombra, se adelanta: ¿lo oíste correr?, ¿dónde estabas? En su piso, el
último. Desde ahí oyó un tropel de pasos en el techo. Entonces todo termina de aclararse: la ventana abierta, la escalera de incendios que trepa hasta el techo del edificio".

"En estos casos, trágicos y sorpresivos, el lenguaje nos remite a una realidad que la mente no puede comprender. Antes de preguntar a mi hija los detalles, de rendirme a la indagación, mis palabras niegan una y otra vez, en una pequeña rabieta sin sentido. Pero la fuerza de los hechos es incontestable: «Daniel se mató» sólo quiere decir eso, sólo señala un suceso irreversible en el tiempo y el espacio, que nadie puede cambiar con una metáfora o con un relato diferente.
Daniel se mató, repito una y otra vez en mi cabeza, y aunque sé que mi lengua jamás podrá dar testimonio de lo que está más allá del lenguaje, hoy vuelvo tercamente a lidiar con las palabras para tratar de bucear en el fondo de su muerte, de sacudir el agua empozada, buscando, no la verdad, que no existe, sino que los rostros que tuvo en vida aparezcan en los reflejos vacilantes de la oscura superficie".

"Alguna vez escribí que en el aire «el tiempo se hincha como un paréntesis», y hoy lo constato en estas seis largas horas de vuelo atravesadas de visiones. La sensación, abrumadora, es de extrañeza, de incredulidad: ¿puedo ser yo esa persona que viaja a enterrar a su hijo?
Sí, Piedad. Es un hecho. Sucedió. Y nunca palabras tan precisas me han sonado tan irreales".

"Trato de pensar en la lucha que debió librar entre el deseo de acabar y su miedo, y me pregunto si fue un suicidio por impulso, un acto irreflexivo, o por el contrario una acción premeditada, lo que los expertos llaman un «suicidio por balance». ¿Había subido antes hasta el techo a preparar el terreno? ¿En qué pensaba cuando saltó? ¿Qué se siente al caer? ¿Se pierde la conciencia? ¿En las últimas horas pasamos los que lo queríamos por su cabeza? Las preguntas se alzan y mueren al instante, vencidas, derrotadas.
«La verdad es maraña», escribe Javier Marías".

"Ahí arriba, en medio de la oscuridad de la noche, me asaltan implacables las imágenes. Imágenes de vida, imágenes de muerte. Y revivo el nacimiento de Daniel entre el agua, la luz tenue de la sala de partos, la música, el pequeño cuerpo todavía atado al cordón umbilical colocado cuidadosamente sobre mi pecho para que pudiera acariciarlo y besar su cabeza aún embadurnada: toda una escenografía con aire de nueva era, un poco sentimental, un poco cursi, planeada para que su ingreso a este mundo fuera un tránsito dulce; y pienso en tanta ternura y tanto cuidado derrotados por las sombras desquiciadas del miedo y de la muerte".

"Alguna vez, a su regreso de uno de esos cursos, nos contó, entre burlón y ufano, que muchos de sus compañeros, todos mayores que él, lo rodeaban a menudo mientras pintaba, admirados de su destreza. Aunque él mismo no acababa de creer en su talento, cuando ingresó a la Facultad de Artes lucía muy entusiasmado. El primer día de clases, sin embargo, llegó con una sonrisa irónica en los labios: uno de sus maestros, tal vez el de Historia del Arte, les había dicho, en forma teatral, la frase devastadora que iba a oír incesantemente durante sus cuatro años de carrera universitaria: «Muchachos, olvídense de la pintura. La pintura ha muerto»".

"«La vida es física». Siempre me gustó ese verso de Watanabe. Y también este de Blanca Varela: «[…] es la gana del alma que es el cuerpo». A pocas horas de su muerte lo que me empieza a hacer falta hasta la desesperación son las manos de Daniel, las mejillas por las que pasaba el dorso de mi mano cuando lo veía triste, la frente que besé tantas veces cuando era niño, la espalda morena de tanto sol. Su singularidad. Su modo de reír, de caminar, de vestirse. Su olor. Una idea absurda me persigue: jamás el universo producirá otro Daniel".

"Siempre vendrá quien me diga que nos queda la memoria, que nuestro hijo vive de una manera distinta dentro de nosotros, que nos consolemos con los recuerdos felices, que dejó una obra… Pero la verdadera vida es física, y lo que la muerte se lleva es un cuerpo y un rostro irrepetibles: el alma que es el cuerpo".

"Somos, mientras caminamos en medio de los árboles que destilan todavía gotas de lluvia, seis seres desolados y temblorosos. A pesar de la intimidad del acto nos hemos vestido de negro".

"Nos recibe un hombre impecable, discreto, que actúa con delicadeza pero sin alambicamientos. El edificio de mediados del siglo XIX tiene un vestíbulo amplio y pequeñas salitas amobladas, en una de las cuales esperamos en silencio. Yo tiemblo, traspasada por la emoción, porque siento ya la cercanía del cadáver de Daniel, su presencia. ¡Como si en el cuerpo que imagino hubiera todavía un latir de vida!".

"Mientras abandonamos la sala, mi marido pregunta, con voz ahogada, dónde está Dani. Mi hija Renata señala el pequeño altar blanco, el mantel que lo cobija. Comprendo que hemos estado sentados frente a sus restos, que reposan en una caja que no es de madera, sino de un material dispuesto para el fuego. (¡Daniel en una caja de cartón!, se dolerá Camila en medio del llanto, meses después, al recordar). En contravía de lo que he sentido hace unos minutos, me digo, estremecida, que eso no es ya mi hijo".

"Hace ya muchos años, cuando Daniel era todavía un niño, escribí un poema titulado «La noticia». En él hablo de cómo por la ventana abierta, en un día o una noche cualquiera, la ola entra alocada, dando tumbos,
[…]
la ola con su paréntesis vacío para siempre
que viene a recordarnos que vivir era esto,
que hacia ese lugar desde siempre veníamos.
A ese lugar acabo de llegar, a mis sesenta años recién cumplidos. Y
Daniel es mi paréntesis vacío".

"Hay bromas, silencios, lágrimas. De alguna prenda me llega de pronto su olor, la mezcla de algún perfume con el de la transpiración animal de un hombre muy joven. Quisiera hundir mi cara en esas ropas, llorar a gritos, pero me quedo quieta, en silencio, sintiendo palpitaciones en la boca del estómago".

"Nunca hace frío en los confortables apartamentos neoyorkinos, pero afuera llueve, llueve, llueve. Y también adentro".

"¿Si reverencio los cementerios, si los encuentro bellos, por qué entonces preferir para Daniel esa nada al viento, las cenizas? ¿Por qué no la memoria aferrada a la piedra en forma de un nombre y unas fechas?
Tal vez porque frente al dolor de la muerte de un hijo todas las mistificaciones literarias carecen de sentido, se desvanecen; y porque la sola idea de la putrefacción del cuerpo me resulta irresistible. Las cenizas, en cambio, me hacen pensar en la purificación por el fuego.
Pero también porque hago mía la reflexión de Julian Barnes: «¿Hay algo más triste que una tumba que no recibe visitas?»".

"Imágenes. Es todo o casi todo lo que nos queda de aquel muerto que tanto quisimos, que aún queremos".

"La fotografía, qué paradoja, recupera y mata. Muy pronto esas veinte o treinta fotografías se tragarán al ser vivo. Y habrá un día en que ya nadie sobre la Tierra recordará a Daniel a través de una imagen móvil, cambiante.
Entonces será apenas alguien señalado por un índice, con una pregunta: ¿y este, quién es? Y la respuesta, necesariamente, será plana, simple, esquemática. Un mero dato o anécdota".

"La noticia de que se trató de un suicidio hace que muchos bajen la voz, como si estuvieran oyendo hablar de un delito o de un pecado. Un pariente me llama para decirme que siente mucho lo del accidente. Yo, un tanto envalentonada por el dolor, no paso por alto el término que soslaya la verdad: no fue un accidente, digo. Entonces la voz del otro lado reacciona, y pregunta si acaso no lo atropelló un carro. Ahora comprendo con exactitud de qué se trata. No, no lo atropelló un carro. Daniel se suicidó, digo. Un silencio.
Alguien, evidentemente, ha mentido a mi pariente, un hombre mayor, religioso, intolerante. Qué cosa más rara, dice con torpeza. Da unas condolencias confusas, cuelga".

"Se veía tan normal.
Dicen que nunca nadie notó nada. Ni sus primos, ni sus compañeros, ni sus colegas.
Yo conozco un caso similar.
Y yo otro.
Pero además la enfermedad mental es una condena que aísla, que convierte al que la padece en alguien ajeno a los demás, al que queremos mantener un poco distante, ¿cierto?
Quizá fuera mejor así.
Genuinamente conmovidos, todos tienen, sin embargo, un pequeño temblor allá adentro: el estremecimiento agradecido de los sobrevivientes".

"El dolor abre otra vez su chorro y las imágenes se multiplican y mi hijo vuelve a estar vivo, y lo veo subir la pequeña cuesta que conduce a la casa, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante, serio, adusto, como enojado consigo mismo y con el mundo, como si le pesaran inmensamente el cuerpo y el futuro".

"No voy a pronunciar el nombre de esa enfermedad, piensa el médico, porque no quiero rotularlo, no quiero condenarlo, ni voy a hacerle perder las esperanzas y sumergirlo en la desesperación. Porque no hay enfermedades sino pacientes.
No voy a pronunciar ese nombre, dice el enfermo, porque van a huir de mí, porque me abandonarán, porque me recluirán, porque no me amarán ni se casarán conmigo. Porque me mirarán con miedo.
No voy a pronunciar ese nombre, dice el padre, dice la madre, porque no puede ser, no puede ser, no puede ser".

"No puede ser que a los veinte años, cuando empieza a dejar atrás el adolescente de rasgos desproporcionados, cuando se afina su quijada y los hombros empiezan a ensancharse, cuando los ojos se le notaban brillantes porque había hecho el tránsito a un mundo que creía más espacioso y libre, ahora que se ha enamorado, que tiene la pasión de la pintura, que sueña con dejarnos, no puede ser, no puede ser, no puede ser".

"Años más tarde, cuando parece definitivamente confirmado que lo suyo es un trastorno esquizo-afectivo, me atrevo a ser clara con Daniel sobre lo que ningún médico quiere llamar por su nombre frente a él. Me pregunta, con los ojos muy abiertos, si eso es para siempre. Y yo, tragándome las lágrimas, le contesto:
—Sí, Dani, para siempre".

"Sólo es bueno lo que nos hace felices, le decía yo en los últimos tiempos. Libérate. Y me duele pensar que en este punto me hizo caso.
Radicalmente".

"El mundo se ha reído siempre de los locos. De Don Quijote, aunque con un fondo de ternura. De Hamlet, no sin cierta admiración. ¿Cómo podría yo, ahora, reírme de la locura?".

"Una hora después trasladamos a Daniel en una ambulancia que ha llegado por nosotros. Yo me siento a su lado, lo tomo de la mano, le hablo al oído. Pero él no responde: está sumergido en un sueño

profundo, el único que 
garantiza que también duermen sus espantosas fantasías".

"—Daniel…
La puerta de su cuarto ha vuelto a cerrarse, como todos los días desde su adolescencia, pero esta vez con llave.
Nadie contesta. Insisto, tocando con suavidad, como siempre que necesito entrar. Me pregunto, ya con el corazón ligeramente acelerado, si estará dormido.
—Dani, Daniel…
Mi marido se ha acercado con sigilo, y me mira con ojos asustados.
Habrá que buscar las llaves. Dios. ¿Dónde pueden estar las llaves?
Toda suerte de fantasías me persiguen, apoyadas en las palabras del psiquiatra. Qué tal. Entonces Daniel abre con brusquedad la puerta, y nos mira, extrañado. Pareciera preguntarse qué hacen este par de locos en piyama espiando fuera de su cuarto. Lleva la chaqueta puesta y las llaves del carro en la mano.
—¿Te vas?
—Sí, ¿por qué?
Un silencio.
—¿Adónde?
—Donde unos amigos.
Lo veo bajar las escaleras, con una rigidez en el cuerpo que me conmueve.
—Dani, ¿no sería mejor…?
Pero él se niega, minimiza nuestra preocupación. De nada valdrá intentar una consulta telefónica con el psiquiatra. Como ortodoxo que es, sólo acepta hablar con el paciente. Así nos lo ha dicho. Sin excepciones.
¿Quién puede detener a un hombre de veintitrés años, así sea dos días después de que ha salido de una clínica de reposo?
¿Quién puede detener a un hombre, de cualquier edad —reflexiono ahora— cuando ha decidido terminar con su vida?".

"¿Qué pasa mientras tanto en su mente?
No sé qué visiones perseguían a Daniel. Sé por alguna novia que a medianoche despertaba muchas veces aterrorizado, daba un salto, y salía de la habitación para regresar al rato. Que más de una vez oyó voces, algunas de hombres que venían a atacarlo. Que en sus crisis, según le confesó a su psiquiatra, una de esas voces le decía al oído: «mátese, mátese». Que por temporadas sentía que era vigilado, censurado, perseguido. Que veía señales en las cosas minúsculas.
¿Y el miedo a la locura? ¿Y el miedo al fracaso en su arte? ¿Y el miedo a la soledad, a la falta de amor, al abandono?
Eres distinto, peligrosamente distinto, debía decirle su adolorida conciencia".

"Distinto era también el insecto en que se convirtió Gregorio Samsa, y por eso, agobiado por la culpa de avergonzar a su familia, se recluyó en su cuarto, lejos de la mirada de su hermana, que era su gran amor, para no asustarla".

"(...) La descripción de su viaje, demasiado locuaz, emotiva e hiperbólica para un muchacho callado como era él, me puso alerta. El 18, día de mi cumpleaños, mientras celebraba con mi marido en un restaurante, una llamada de mi hija confirmó mis sospechas: Daniel estaba fantaseando con que lo iban a echar del colegio donde trabajaba por haber expuesto sin autorización de sus jefes una pintura en una galería de arte. Hasta ahí llegó la cena. Volvimos a casa con la garganta oprimida por la angustia, y encontramos a un Daniel ansioso, que a veces aceptaba su delirio y a veces se empecinaba en él. Cuando le pregunté —pues ya sabía de estudios que muestran que un porcentaje altísimo de enfermos abandona en cierto momento la medicación— si se había dejado de tomar la droga, él, que jamás mentía, aceptó que había prescindido de ella desde hacía tres meses. También me la dejé de tomar mientras estaba en París, me confesó, y jamás fui tan feliz".

"El futuro parecía encerrar entonces una promesa. Cuando nos despedimos de él, con un abrazo y un beso, no sabemos que no volveremos a vernos".

"Todo suicidio encierra un mensaje para los que se dejan atrás. Los que lo quisimos no sabremos jamás hasta dónde cupimos en sus últimos pensamientos, ni qué palabra alcanzó a musitar para nosotros".

"Llámenme para el concierto de la tarde. Esas palabras de Daniel me hacen saber que la vida fue una opción para él hasta el último momento: mayo y sus lluvias y el adiós al invierno y sus jardines florecidos. Y enseguida el verano, con su agitación en la calle, los conciertos, los viajes a la playa. (Sin embargo leo que, según las estadísticas, los suicidios más numerosos ocurren en mayo y junio, esos meses que parecieran ser los más vitales y alegres).
Pero en la pelea que dio la luz con las sombras, estas ganaron. Cuando mis hijas quisieron hacer el cruce que llevaba a su casa, hasta donde corrieron para salvarlo, se encontraron con la calle acordonada. Como siempre, todo en la vida es una cuestión de tiempos".

"Vivir un duelo: una experiencia hasta ahora para mí desconocida. Se ha escrito y se ha estudiado tanto al respecto que pareciera que todo sentimiento o reacción está ya catalogado. Hay etapas, dicen los que saben, ciclos que el cerebro experimenta.
Tomo notas, me observo. Ahora sé que el dolor del alma se siente primero en el cuerpo. Que puede nacer de improviso, en forma de un repentino desaliento, de un aleteo en el estómago, de náusea, de temblor en las rodillas, de una sensación de ahogo en la garganta. O simplemente de lágrimas calientes que acuden sin llamarlas.
(Es sentimiento puro albergado en la amígdala —me dice mi terapeuta— que surge sin necesidad de pensamiento asociado)".

"Pasan los días, las semanas, y nos sigue persiguiendo una sensación de incredulidad, de estupefacción. Renata tiene un pensamiento persistente: Daniel va a llegar hasta su puerta y le va a mostrar su desconcierto, entre enojado y triste, porque lo han despojado de su casa, de su ropa, de sus libros.
¿Quién se ha atrevido a hacer eso durante su ausencia?".

"Mientras hago un inventario de su obra para el libro que regalaremos a nuestros amigos el día de su aniversario, hay momentos en los que no sé si se trata de carboncillo, o grafito, o lápiz. Entonces se me ocurre que tengo que llamar a Daniel porque sólo él puede resolverme esa duda.
En mí persiste la sensación de que esta es una situación provisoria, circunstancial. Siento que algo está por suceder, que algo tiene que pasar. Y de pronto comprendo: lloro y nada pasa. Leo y nada pasa. Escribo y nada pasa.
No, eso que espero no va a pasar".

"Siempre supe que Daniel moriría en forma temprana, aunque nunca supuse que tanto. Pienso, tal vez buscando consuelo, en aquellos que han muerto jóvenes: Keats a los veinticinco, Sylvia Plath a los treinta, Schubert a los treinta y uno, Alejandro Magno a los treinta y dos, Alejandra Pizarnik a los treinta y seis… Pienso también en Márai, que se suicidó a los ochenta y ocho años. Muertes que nos duelen o nos escandalizan. Pero cientos de fallecimientos ocurren cada día. Y, no me miento, la de mi hijo es tan sólo una de esas infinitas muertes".






Piedad Bonnett

domingo, 11 de mayo de 2025

Citas:Tormenta de espadas - George R. R. Martin


"—Chett, ¿qué hacemos con el pájaro? —preguntó Paul el Pequeño mientras avanzaban por un sendero rocoso entre centinelas y pinos soldado.
—¿De qué pájaro de mierda hablas? —Lo que menos necesitaba en aquel momento era un cabeza de chorlito preocupado por un pájaro.
—Del cuervo del Viejo Oso —dijo Paul el Pequeño—. Si lo matamos, ¿quién va a darle de comer a su pájaro?
—¿Y a quién coño le importa? Si quieres, mata también al pájaro".

"Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuooooooooooooooooooooo.
El sonido siguió y siguió, hasta parecer que no iba a terminar nunca. Los cuervos aleteaban, graznaban, revoloteaban dentro de sus jaulas y chocaban contra los barrotes, y por todo el campamento se levantaban los hermanos de la Guardia de la Noche, se ponían las armaduras, se ceñían los cinturones de los que colgaban lasespadas y echaban mano a los arcos y hachas de batalla. Samwell Tarly estaba de pie, temblando, con el rostro del mismo color de la nieve que se arremolinaba en torno a ellos.
—Tres —chilló, dirigiéndose a Chett—, han sido tres, he oído tres. No han tocado tres nunca. Jamás, en miles y miles de años. Tres significa...
—Los Otros.
Chett emitió un sonido a medio camino entre una risa y un sollozo, y de repente la ropa interior se le mojó, sintió cómo la orina le corría piernas abajo y vio el vapor que subía de la parte delantera de sus calzones".

"En aquel momento debió de quedarse dormido. El vino le había dado sueño y era una delicia estirarse, un lujo que las cadenas del calabozo no le habían permitido.
Hacía mucho tiempo que Jaime había aprendido a echar una cabezada sobre la silla de montar durante la marcha; aquello no resultaba más duro.
«Tyrion se va morir de risa cuando le cuente cómo me quedé dormido durante mi propia fuga.» Pero ya estaba despierto y los grilletes le resultaban un poco molestos.
—Mi señora —dijo en voz alta—, si me quitáis estas cadenas, haré vuestro turno con los remos.
Ella frunció de nuevo aquel rostro, todo dientes de caballo y suspicacia.
—Llevaréis las cadenas, Matarreyes.
—¿Creéis que vais a poder remar todo el trayecto hasta Desembarco del Rey, moza?
—Me llamaréis Brienne. No moza.
—Y yo me llamo Ser Jaime. No Matarreyes.
—¿Negáis que habéis matado a un rey?
—No. ¿Negáis vuestro sexo? Si es así, quitaos los calzones y demostrádmelo. —Le dedicó una sonrisa inocente—. Os pediría que os abrierais la blusa, pero a juzgar por vuestro aspecto, eso no demostraría gran cosa.
—Primo, sé más cortés —lo increpó Ser Cleos, mirándolo molesto".

"—Por tu forma de hablar, colijo que eres de noble cuna.
—Mi padre es Selwyn de Tarth, señor del Castillo del Atardecer por la gracia de los dioses.
Hasta aquella respuesta le fue dada de mala gana.
—Tarth —dijo Jaime—. Una enorme roca lúgubre en el mar Angosto, si mal no recuerdo. Y ha jurado fidelidad a Bastión de Tormentas. ¿Por qué sirves a Robb de Invernalia?
—A quien sirvo es a Lady Catelyn. Y ella me dio la orden de llevaros sano y salvo con vuestro hermano Tyrion en Desembarco del Rey, no de gastar palabras con vos. Manteneos en silencio.
—He tenido un hartazgo de silencio, mujer.
—Hablad entonces con Ser Cleos. No desperdicio palabras con monstruos.
—¿Hay monstruos por aquí? —Jaime soltó una carcajada estrepitosa—. ¿Se esconden quizá bajo las aguas? ¿O entre esos sauces? ¡Y yo sin mi espada!
—Un hombre que viola a su hermana, asesina a su rey y empuja a la muerte a un niño inocente no se merece otro nombre".

"«El miedo hiere más que las espadas», susurró para sus adentros, eran las palabras que Syrio Forel le había enseñado, y también susurró las palabras de Jaqen, «Valar morghulis»".

"—Mi sobrino —dijo—. Joffrey. ¿Estuvo en peligro?
—No más que algunos y menos que la mayoría.
—¿Ha sufrido algún daño? ¿Lo han herido? ¿Se despeinó, se torció un dedo del pie, se rompió una uña?
—Por lo que tengo entendido, no".

"—¿Mi lupanar? —Por fin se hizo la luz; Tyrion comprendió en ese momento de dónde había salido toda aquella bilis. Apretó los dientes—. ¿Cersei te ha hablado de Alayaya?
—¿Se llama así? Reconozco que soy incapaz de recordar los nombres de todas tus putas. ¿Quién era aquella con la que te casaste de niño?
—Tysha —escupió la respuesta, desafiante.
—¿Y la que iba detrás del campamento, en el Forca Verde?
—¿Y qué te importa? —preguntó, negándose a pronunciar el nombre de Shae en presencia de su padre.
—Nada. Lo mismo que me importa que vivan o mueran".

"—¿Este crío? —Las noticias habían irritado al hombre sin orejas—. Mediamano era mío. ¿Tienes nombre, cuervo?
—Jon Nieve, Alteza. —Se preguntó si también debería hacer una genuflexión.
—¿Alteza? —El hombre sin orejas miró al obeso de la barba blanca—. Fíjate. Me toma por un rey.
El de la barba blanca soltó tal risotada que salpicó sus alrededores con trozos de gallina. Se limpió la grasa de la boca con el dorso de la manaza.
—Debe de estar ciego. ¿Cuándo se ha visto un rey sin orejas? ¡La corona le iría a parar al cuello! ¡Ja! —Hizo una mueca en dirección a Jon mientras se limpiaba los dedos en los calzones—".

"—Su Alteza era... agradable en general.
—¿En general? —Dany sonrió—. Pero ¿no siempre?
—Podía ser muy duro con los que consideraba sus enemigos.
—Un hombre sabio nunca se enemista con un rey —dijo Dany—".

"—¿Y qué pasa si el capitán Groleo se niega a cambiar el rumbo? ¿Y qué harán Arstan y Belwas?
—Quizá sea el momento de que lo averigüéis. —Ser Jorah se puso de pie.
—Sí —decidió ella—. ¡Lo haré! —Dany se quitó la manta y saltó de la litera—. Veré enseguida al capitán, le ordenaré que tome rumbo a Astapor. —Se inclinó sobre su baúl, levantó la tapa y agarró la primera prenda que encontró, unos anchos pantalones de seda basta—. Dadme el cinturón con el medallón —ordenó a Jorah mientras se subía la seda por las caderas—. Y mi chaleco... —comenzó a decir mientras se volvía.
Ser Jorah la envolvió entre sus brazos.
—Oh —fue lo único que logró decir Dany cuando la atrajo hacia sí y pegó sus labios a los de ella. Olía a sudor, a sal y a cuero, y los remaches de hierro de su jubón se le clavaban en los pechos desnudos mientras él la estrechaba contra su cuerpo. Una mano la sostenía por el hombro y la otra había descendido por su espalda casi hasta el final, y la boca de Dany se abrió para recibir la lengua de Ser Jorah, aunque ella no se lo había ordenado.
«Me pincha con la barba —pensó—, pero su boca es dulce. —Los dothrakis no llevaban barba, sólo largos mostachos, y el único que la había besado antes era Khal Drogo—. No debería hacer eso. Soy su reina, no su hembra.»
Fue un beso largo, aunque Dany no habría podido decir cuánto. Al terminar, Ser Jorah la soltó y ella dio un rápido paso atrás.
—Vos... No habéis debido...
—No he debido esperar tanto tiempo —terminó la frase por ella—. Debí haberos besado en Qarth, en Vaes Tolorro. Debí haberos besado en el desierto rojo, cada día y cada noche. Habéis nacido para que os besen, cada instante.
Tenía los ojos clavados en los pechos de Dany, que se los cubrió con las manos antes de que los pezones pudieran traicionarla.
—Esto... no ha sido adecuado. Soy vuestra reina.
—Mi reina y la mujer más valiente, más dulce y más bella que he visto en mi vida. Daenerys...
—¡Alteza!
—Alteza —aceptó él—. «El dragón tiene tres cabezas», ¿os acordáis? Desde que lo oísteis de labios de los hechiceros en el Palacio de Polvo, os habéis preguntado qué significa. Pues aquí tenéis lo que quiere decir: Balerion, Meraxes y Vhagar, montados por Aegon, Rhaenys y Visenya. El dragón de tres cabezas de la Casa Targaryen: tres dragones y tres jinetes.
—Sí —dijo Dany—, pero mis hermanos están muertos.
—Rhaenys y Visenya fueron esposas de Aegon, además de sus hermanas. Vos no tenéis hermanos, pero podéis tomar maridos. Y en verdad os digo, Daenerys, no hay un hombre en el mundo entero que os pueda ser ni la mitad de fiel que yo".

"—Hooodor —dijo Hodor, balanceándose—. Hooooooooodor, Hoooooodor, Hodooor, Hodooor, Hodooor. —A veces le gustaba hacer eso, repetir su nombre de diferentes maneras, una y otra vez. En otras ocasiones se quedaba tan tranquilo que uno olvidaba su presencia. Con él no había manera de saber nada por anticipado—. ¡Hodor, Hodor, Hodor! —gritó.
«No va a parar», se dio cuenta Bran.
—Hodor, ¿por qué no vas fuera y te entrenas con tu espada? —le propuso. El mozo de cuadra había olvidado su espada, pero en aquel momento la recordó.
—¡Hodor! —gruñó".

"—¿Y mi padre? ¿A quién ha mandado para espiarme?
Esa vez el eunuco se rió en voz alta.
—Pues a mí, mi señor.
Tyrion lo acompañó en las carcajadas".

"—La Casa Tyrell perdurará a través de mis hermanos —dijo Ser Loras—. Para el tercer hermano, ni casarse ni procrear es necesario.
—No es necesario, pero hay quien lo considera un placer. Y el amor, ¿qué?
—Cuando el sol se pone, no hay vela que pueda remplazarlo.
—¿Es una canción? —Tyrion ladeó la cabeza, sonriendo—. Sí, tenéis diecisiete años, ahora me doy cuenta.
—¿Os burláis de mí? —Ser Loras se puso tenso.
«Vaya, qué susceptible.»
—No. Si os he ofendido, perdonadme. Yo también tuve un gran amor, y también teníamos una canción".

"Se abrió paso a empujones entre el Gran Jon y Maege Mormont, y salió de la estancia. Robb no hizo ningún gesto para detenerlo.
—Tienes que perdonarlo, madre.
—Sólo si tú me perdonas a mí.
—Ya te he perdonado. Sé lo que es amar tanto que no puedes pensar en otra cosa".

"—Jeyne no es sólo hermosa, también es inteligente. Y bondadosa. Tiene un corazón gentil.
«Lo que necesitas son espadas, no corazones gentiles. ¿Cómo has podido hacer esto, Robb? ¿Cómo has podido ser tan inconsciente, tan tonto? ¿Cómo has podido ser tan... tan... joven?» Pero los reproches no servirían de nada.
—Cuéntame cómo has llegado a esto —se limitó a decir.
—Yo tomé su castillo y ella tomó mi corazón. —Robb esbozó una sonrisa—".

"—Robb, ¿dónde está Viento Gris?
—En el patio, con una pata de carnero. Le he dicho al encargado de las perreras que le diera de comer.
—Antes siempre lo tenías a tu lado.
—Los lobos no deben estar entre cuatro paredes. Viento Gris está inquieto, ya lo has visto. Gruñe y lanza dentelladas. No debería haberlo llevado conmigo a las batallas. Ha matado a demasiados hombres como para tener miedo de ninguno. Jeyne se pone muy nerviosa cuando lo tiene cerca, y a su madre le da mucho miedo.
«Así que ése es el motivo», pensó Catelyn.
—Es parte de ti, Robb. Tener miedo de Viento Gris es tener miedo de ti".

"—La próxima batalla —dijo Robb—. No falta mucho, desde luego. En cuanto Joffrey contraiga matrimonio, los Lannister volverán a atacarme, y no cabe duda de que los Tyrell les darán todo su apoyo. Y si Walder el Negro se sale con la suya, puede que también tenga que luchar contra los Frey...
—Mientras Theon Greyjoy se siente en el trono de tu padre —dijo Catelyn a su hijo— con las manos manchadas con la sangre de tus hermanos, el resto de los enemigos tendrán que esperar. Tu primera obligación es defender a tu pueblo, recuperar Invernalia, colgar a Theon en una jaula para cuervos y dejarlo morir muy lentamente. O eso, o quitarte para siempre esa corona, Robb, porque los hombres sabrán que no eres un verdadero rey.
Por la mirada que le dirigió Robb, era evidente que hacía mucho que nadie se atrevía a hablarle de manera tan brusca.
—Cuando me dijeron que Invernalia había caído, quise volver al norte de inmediato —dijo con cierto tono defensivo en la voz—. Quise liberar a Bran y a Rickon, pero creía... Nunca imaginé que Theon les pudiera hacer daño, de verdad. Si hubiera...
—Es demasiado tarde para cambiar el pasado —dijo Catelyn—, demasiado tarde para rescatar a nadie. Ya sólo nos queda la venganza".

"—¿No te gusta esa chica? —le preguntó Tormund mientras pasaban junto a otra veintena de mamuts, éstos montados por salvajes en altas torres de madera, en vez de
por gigantes.
—Sí, pero... —«¿Qué puedo decirle que sea creíble?»—. Todavía soy demasiado joven para casarme.
—¿Casarte? —Tormund se echó a reír—. ¿Y para qué te vas a casar? ¿Qué pasa, en el sur los hombres tienen que casarse con todas las chicas que se llevan a la cama?
Jon notó que volvía a ponerse rojo.
—Intercedió en mi favor cuando Casaca de Matraca quería matarme. No la puedo deshonrar.
—Ahora eres un hombre libre e Ygritte es una mujer libre. ¿Qué tiene de deshonroso que os acostéis juntos?
—Podría dejarla embarazada.
—Sí, ojalá. Un hijo fuerte o una hija vivaracha y risueña besada por el fuego, ¿hay algo de malo en eso?
Por un momento no supo qué decir.
—El chico... el bebé sería un bastardo.
—¿Y qué pasa, los bastardos son más débiles que los otros niños? ¿Más enfermizos, más inútiles?
—No, pero...
—Tú mismo eres bastardo. Y si Ygritte no quiere tener un hijo, acudirá a alguna bruja de los bosques y beberá una taza de té de la luna. Una vez plantada la semilla, tú ya no pintas nada.
—No engendraré a un bastardo.
—Los que os arrodilláis sois muy idiotas. —Tormund sacudió la melena enmarañada—. Si no querías a la chica, ¿por qué la secuestraste?
—¡Yo no la secuestré!
—Claro que sí —replicó Tormund—. Mataste a los dos que la acompañaban y te la llevaste: eso es secuestrar, ¿qué si no?
—Lo que hice fue tomarla prisionera.
—La obligaste a rendirse a ti.
—Sí, pero... te juro que no le puse un dedo encima, Tormund.
—¿Seguro que no te cortaron el miembro? —Tormund se encogió de hombros, como dando a entender que aquellas locuras no había quien las comprendiera—".

"—Levántate —le dijo una voz—. No puedes dormirte aquí, Sam. Levántate, tienes que caminar.
«No estaba dormido, estaba recordando.»
—Vete —dijo, y sus palabras se congelaron en el aire gélido—. Estoy bien.
Quiero descansar.
—Levántate —insistió la voz de Grenn, áspera, ronca. Se inclinó sobre Sam, llevaba las ropas negras llenas de nieve—. El Viejo Oso ha dicho que nada de descansar. Vas a morir".

"—Estoy desconcertado —tuvo que reconocer Tyrion—. Creía que Robb Stark tenía más sentido común.
—Es un muchacho de dieciséis años —dijo Lord Tywin—. A esa edad el sentido común importa poco, comparado con la lujuria, el amor y el honor.
—Renegó de su promesa, humilló a un aliado y violó su palabra. ¿Dónde está el honor?
—Eligió el honor de la chica por encima del suyo propio —le respondió Ser Kevan—. Una vez la hubo desvirgado, no le quedó otra opción.
—Habría sido mejor para ella que la dejara con un bastardo en la barriga —replicó Tyrion con brusquedad.
Los Westerling iban a perderlo todo: sus tierras, su castillo, sus mismas vidas.
«Un Lannister siempre paga sus deudas»".

"«A quien quiero tener es a Drogo, mi sol y estrellas —se recordó Dany—. No a Irri, ni a Ser Jorah, sólo a Drogo. —Pero Drogo estaba muerto. Creía que aquellos sentimientos habían muerto con él en el desierto rojo, pero un beso traicionero, sin saber por qué, los había resucitado—. No debería haberme besado. Fue presuntuoso por su parte, y yo se lo permití. Esto no puede repetirse.» Apretó los labios y sacudió la cabeza, y la campanilla de su trenza tintineó con suavidad".

"—Hodor —dijo Hodor.
—Hodor —asintió Bran.
—Me parece que a Hodor le gusta cuando dices su nombre. —Jojen dio una patada a una piña.
—En realidad no se llama Hodor —explicó Bran—. No es más que una palabra que dice siempre. Su verdadero nombre es Walder, me lo contó la Vieja Tata. Era su tatarabuela o algo así. —Al pensar en la Vieja Tata se puso triste—. ¿Crees que los hombres del hierro la mataron? —No habían visto su cadáver en Invernalia. Bien pensado, no recordaba haber visto a ninguna mujer muerta—. Ella nunca le hizo daño a nadie, ni siquiera a Theon. No hacía más que contar cuentos. Theon no le haría
daño a alguien así, ¿verdad?
—Hay gente que hace daño a los demás sólo porque puede —dijo Jojen".

"—¡Es hora de encamarlos! ¡Vamos a quitarle la ropa, a ver qué le puede ofrecer la loba a mi tío!
Otros hombres se unieron al grito. Su señor esposo alzó la vista de la copa de vino con un movimiento lento, deliberado.
—No va a haber encamamiento.
—Si yo lo ordeno, lo habrá. —Joffrey agarró a Sansa por el brazo.
—Entonces complacerás a tu prometida con una polla de madera. —El Gnomo clavó la daga en la mesa—. Porque te juro que te capo.
Se hizo un silencio tenso. Sansa se apartó de Joffrey, pero la tenía sujeta con fuerza y se le desgarró la manga del vestido. Nadie pareció darse cuenta. La reina Cersei se volvió hacia su padre.
—¿Has oído lo que ha dicho?
—Podemos prescindir del encamamiento —dijo Lord Tywin poniéndose en pie—. Estoy seguro de que no pretendías proferir amenazas contra la regia persona del rey, Tyrion.
Sansa vio una nube de cólera pasar por el rostro de su esposo.
—Me he expresado mal —dijo—. Sólo ha sido una broma pesada.
—¡Me has amenazado con caparme! —chilló Joffrey".

"—¿Cuántos años tienes, Sansa? —preguntó Tyrion tras un momento.
—Trece —respondió—. Los cumpliré la próxima luna.
—Dioses misericordiosos. —El enano bebió otro trago de vino—. En fin, aunque hablemos toda la noche no vas a ser mayor. Sigamos, mi señora, si te parece bien.
—Me parecerá bien lo que diga mi señor.
Aquello lo enfureció.
—Te escondes detrás de la cortesía como si fuera la muralla de un castillo.
—La cortesía es la armadura de una dama —dijo Sansa, como le había enseñado siempre su septa".

"—Cómo odio este Muro —dijo en voz baja, airada—. ¿Te has fijado en lo frío que es?
—Está hecho de hielo —señaló Jon.
—No sabes nada, Jon Nieve. Este Muro está hecho de sangre".

"—He estado a punto de caerme —le dijo con los ojos llenos de lágrimas—. Dos veces. Tres veces. El Muro intentaba sacudírseme, lo he notado. —Una de las lágrimas le empezó a correr por la mejilla.
—Lo peor ya ha pasado. —Jon trataba de parecer seguro—. No tengas miedo.
La rodeó con un brazo. Ygritte le dio un palmetazo en el pecho con tanta fuerza que le escoció a pesar de las capas de lana, cota de mallas y cuero hervido.
—No tenía miedo. No sabes nada, Jon Nieve.
—Entonces, ¿por qué lloras?
—¡No es por miedo! —Dio una patada salvaje al hielo que tenía bajo los pies y arrancó un pedazo—. Lloro porque no encontramos el Cuerno del Invierno. ¡Abrimos medio centenar de tumbas, dejamos todas esas sombras sueltas por el mundo y no encontramos el Cuerno de Joramun para derribar este maldito muro!".

"«¿Cómo es posible que una noche sea tan bella? —se preguntó—. ¿Por qué salen todas esas estrellas a mirar a alguien como yo?»
—Jaime —susurró Brienne con voz tan queda que pensó que estaba soñando—. Jaime, ¿qué hacéis?
—Morirme —susurró a su vez.
—No —dijo ella—. No, tenéis que vivir.
Le hubiera gustado echarse a reír.
—Dejad de decirme lo que tengo que hacer, moza. Me moriré si me place.
—¿Tan cobarde sois?
El mero sonido de la palabra lo conmocionó. Él era Jaime Lannister, caballero de la Guardia Real, el Matarreyes. Jamás nadie lo había llamado cobarde. Otras cosas, sí: renegado, mentiroso, asesino... Decían que era cruel, traicionero y despiadado.
Pero cobarde, jamás.
—¿Qué puedo hacer, aparte de morir?
—Vivir —replicó—. Vivir, pelear y vengaros".

"—Mi señor —oyó Sam decir a Ronnel Harclay—, sólo tenemos veintidós monturas, y dudo mucho que la mitad de ellas puedan llegar al Muro.
—Ya lo sé —gruñó Mormont—. Pero de todos modos tenemos que partir. Craster lo ha dejado bien claro. —Miró hacia el oeste, donde un banco de nubes oscuras ocultaba el sol—. Los dioses nos han dado un respiro, pero ¿cuánto durará? —Mormont se bajó de la silla, y sacudió el brazo para que el cuervo echara a volar de nuevo. En aquel momento vio a Sam. —¡Tarly! —llamó.
—¿Yo? —Sam se puso en pie con torpeza.
—¿Yo? —El cuervo se posó sobre la cabeza del anciano—. ¿Yo?
—¿Te llamas Tarly? ¿Tienes algún hermano por aquí? Sí, tú. Cierra la boca y ven conmigo.
—¿Con vos? —Las palabras le salieron como un graznido.
—Eres un hombre de la Guardia de la Noche. —El Lord Comandante Mormont le lanzó una mirada desdeñosa—. Intenta no hacértelo encima cada vez que te miro. He dicho que vengas".

"—Eres mío —susurró—. Eres mío, igual que yo soy tuya. Si tenemos que morir, moriremos. Todos los hombres mueren, Jon Nieve. Pero antes vamos a vivir.
—Sí. —Tenía la voz entrecortada—. Antes vamos a vivir.
Al oírlo sonrió y mostró a Jon aquellos dientes torcidos que, sin saber cómo, había llegado a amar".

"—¿Qué lugar es éste?
—Tu lugar. —La voz retumbaba. Era un centenar de voces, mil voces, las voces de todos los Lannister desde Lann el Astuto, que había vivido en el amanecer de los tiempos. Pero era, sobre todo, la voz de su padre, y junto a Lord Tywin estaba su hermana, pálida y hermosa, con una antorcha encendida en la mano. Joffrey también estaba allí, era el hijo que ambos habían tenido, y tras ellos había otra docena de sombras oscuras con cabellos dorados.
—Hermana, ¿por qué nos ha traído padre aquí?
—¿Nos? Éste es tu lugar, hermano. Ésta es tu oscuridad.
Su antorcha era la única luz de la caverna. Su antorcha era la única luz del mundo. Cersei se volvió para marcharse.
—Quédate conmigo —le suplicó Jaime—. No me dejes aquí solo. —Pero se marchaban—. ¡No me dejéis en la oscuridad! —Algo espantoso habitaba allí abajo—. Al menos dadme una espada".

"—¿Creéis en los fantasmas, maestre? —preguntó a Qyburn.
Una expresión extraña pasó por el rostro del hombre.
—Una vez, estando en la Ciudadela, entré en una habitación desierta y vi una silla vacía. Pero supe que allí había habido una mujer hacía tan sólo un momento. El cojín conservaba la huella de su cuerpo, la tela aún estaba tibia y su perfume permanecía en el aire. Si al abandonar una habitación dejamos en ella nuestro olor, sin duda parte de nuestra alma debe permanecer aquí cuando abandonamos la vida, ¿no os parece? —Qyburn extendió las manos—. Pero a los archimaestres no les gustaban mis ideas.
Bueno, a Marwyn sí, pero era al único".

"—¡Habéiz azezinado a mi ozo! —chilló Vargo Hoat.
—Y lo mismo haré con vos si me causáis problemas —replicó Patas de Acero—. Nos vamos a llevar a la moza.
—Se llama Brienne —dijo Jaime—. Brienne, la doncella de Tarth. Porque seguís siendo doncella, espero.
—Sí. —El feo rostro ancho de la mujer se sonrojó.
—Menos mal —dijo Jaime—, porque yo sólo rescato doncellas. —Se volvió hacia Hoat—. Tendréis el rescate que queríais. Por nosotros dos. Un Lannister siempre paga sus deudas".

"—¿Estáis loco, Matarreyes? ¿Acaso queríais morir? ¡No hay hombre capaz de enfrentarse a un oso con las manos desnudas!
—Una mano desnuda y un muñón desnudo —lo corrigió Jaime—. Pero sabía que mataríais a la bestia antes de que la bestia me matara a mí. De lo contrario Lord Bolton os habría despellejado como a una liebre, ¿no?
Patas de Acero lo insultó hasta cansarse por demente, picó espuelas y galopó para situarse al frente de la columna.
—¿Ser Jaime? —Pese a las sedas manchadas y el encaje desgarrado, Brienne seguía pareciéndose más a un hombre con un vestido que a una mujer de verdad—. Os estoy agradecida, pero... ya estabais muy lejos. ¿Por qué volvisteis?
Se le ocurrieron una docena de réplicas ingeniosas, a cuál más cruel, pero Jaime se limitó a encogerse de hombros.
—Soñé con vos —respondió".

"—Madre. —El tono de Robb era brusco—. Te olvidas de una cosa. Mi padre tuvo cuatro hijos.
—Un Nieve no es un Stark. —Catelyn no lo había olvidado; no lo había querido ver, pero allí estaba.
—Jon es más Stark que cualquier señor menor del Valle que jamás ha visto Invernalia.
—Jon es un hermano de la Guardia de la Noche, ha jurado no tomar esposa y no poseer tierras. Los que visten el negro hacen votos de por vida.
—Igual que los caballeros de la Guardia Real. Eso no impidió que los Lannister les quitaran las capas blancas a Ser Barristan Selmy y a Ser Boros Blunt cuando ya no les eran útiles. Si envío a la guardia un centenar de hombres que ocupen el lugar de Jon, seguro que se les ocurrirá alguna manera de liberarlo de su juramento.
«Ya lo ha decidido.» Catelyn sabía lo testarudo que podía llegar a ser su hijo.
—Los bastardos no pueden heredar.
—No a menos que un decreto real los legitime —replicó Robb—. Sobre eso hay más precedentes que sobre liberar de sus votos a un hermano juramentado.
—Precedentes —replicó ella con amargura—. Sí, Aegon el Cuarto legitimó a todos sus bastardos en su lecho de muerte. ¿Sabes cuánto dolor desató, cuántas guerras se libraron y cuánta sangre se derramó por eso? Sé que confías en Jon, pero ¿puedes confiar en sus hijos? ¿O en los hijos de sus hijos? Los Fuegoscuro aspiraban al trono y causaron problemas a los Targaryen durante cinco generaciones, hasta que Barristan el Bravo mató al último de su estirpe en los Peldaños de Piedra. Si legitimas a Jon no hay vuelta atrás, no hay manera de volver a convertirlo en un bastardo. Si se casa y tiene hijos, los que tengas tú con Jeyne jamás estarán a salvo.
—Jon jamás haría daño a un hijo mío.
—¿Igual que Theon Greyjoy no haría daño a Bran ni a Rickon?
Viento Gris saltó sobre la cripta del rey Tristifer y enseñó los dientes. El rostro de Robb era una máscara gélida.
—Eso ha sido tan cruel como injusto. Jon no es Theon.
—Eso quieres creer. ¿Y has pensado en tus hermanas? ¿Qué pasa con sus derechos? Estamos de acuerdo en que el norte no puede quedar en manos del Gnomo, pero ¿qué pasa con Arya? Según la ley va después de Sansa... Es tu propia hermana, es hija legítima...
—Y está muerta. Nadie ha visto a Arya desde que le cortaron la cabeza a mi padre. ¿Por qué te sigues engañando? Hemos perdido a Arya, igual que a Bran y a Rickon, y también matarán a Sansa en cuanto le dé un hijo al enano. El único hermano que me queda es Jon. Si muero sin herederos, quiero que me suceda como
Rey en el Norte. Tenía la esperanza de que me apoyaras en esta elección.
—No puedo —dijo—. En todo lo demás estoy contigo, Robb. En todo. Pero en esto no, es una locura. No me pidas mi aprobación.
—No tengo por qué. Soy el rey".

"No era la primera vez que hablaba de matar a la Montaña.
—Pero es vuestro hermano —dijo Arya, titubeante.
—¿No has querido matar nunca a uno de tus hermanos? —Se volvió a reír—. ¿Ni a tu hermana? —Algo debió de verle en el rostro, porque se inclinó hacia ella—. A Sansa. Es eso, ¿verdad? La niña lobo quiere matar al pajarito.
—No —le espetó Arya—. Quiero matarte a ti.
—¿Porque corté en dos a tu amiguito? No fue el primero, te lo aseguro. Pensarás que soy un monstruo. Bueno, es posible, pero también le salvé la vida a tu hermana".

"«Es la lluvia. Sólo lluvia. Nada más.»
—¡Hemos llegado hasta aquí! —gritó. La voz le salió aguda y temerosa, era la voz de una niñita—. Robb está en el castillo, y mi madre también. ¡La puerta está abierta! —Ya no salía ningún Frey a caballo. «He recorrido un camino tan largo...»—. Tenemos que buscar a mi madre.
—Mocosa idiota. —El fuego centelleaba contra las fauces de su casco y hacía brillar los dientes de acero—. Si entras ahí no volverás a salir. Puede que Frey te deje besar el cadáver de tu madre.
—A lo mejor la podemos salvar...
—A lo mejor la puedes salvar tú. Yo todavía no me he cansado de la vida. —Cabalgó hacia ella, la acorraló contra el carromato—. Puedes quedarte o venir, loba.
Puedes vivir o morir. Tú...
Arya se dio media vuelta y salió corriendo hacia la puerta. El rastrillo empezaba abajar, aunque muy despacio.
«Tengo que correr más. —Pero el lodo la demoraba, y luego estaba el agua—. Corre rápida como un lobo. —El puente levadizo empezaba a izarse, el agua lo recorría deslizándose como una sábana y el barro caía en gruesos pegotes—. Más deprisa.» Oyó un chapoteo estrepitoso y volvió la vista; Extraño trotaba en pos de ella, levantando el agua a su paso. También vio el hacha, todavía manchada de sangre y de sesos.
Y Arya corrió. Ya no corría por su hermano, ni siquiera por su madre, corría por ella. Corrió más deprisa que en toda su vida, con la cabeza gacha y los pies chapoteando en el río, corrió huyendo de él como debió de correr Mycah.
El hacha la alcanzó en la nuca".

"Cenaron, como casi siempre, a solas.
—Los guisantes están demasiado hechos —se atrevió a decir su esposa en un momento dado.
—No importa —replicó él—, así hacen juego con el cordero.
No era más que una broma, pero Sansa creyó que se trataba de una crítica.
—Lo siento mucho, mi señor...
—¿Por qué? El que debería sentirlo es el cocinero, no tú. Los guisantes no son responsabilidad tuya, Sansa.
—Siento... siento que mi señor esposo esté descontento.
—El descontento que siento no tiene nada que ver con los guisantes. Los que me tienen descontento son Joffrey, mi hermana, mi señor padre y trescientos dornienses de mierda".

"Y encontró a Ygritte tendida sobre la nieve bajo la Torre del Lord Comandante, con una flecha entre los pechos. Los cristales de hielo se le habían posado en la cara; a la luz de la luna parecía como si llevara una deslumbrante máscara de plata.
Jon vio que la flecha era negra, pero la emplumadura era de plumas blancas de pato. «No es mía —se dijo—. No es una de las mías.» Pero se sentía como si lo fuera.
Cuando se arrodilló en la nieve junto a ella la muchacha abrió los ojos.
—Jon Nieve —dijo en voz muy baja. Por su sonido la flecha le había perforado un pulmón—. ¿Esto es un castillo de verdad? ¿No una simple torre?
—Sí —contestó Jon cogiéndole la mano.
—Bien —susurró—. Quería ver un castillo de verdad antes de... antes de...
—Verás cien castillos —le prometió—. La batalla ha terminado. El maestre Aemon te va a curar. —Le acarició el pelo—. Fuiste besada por el fuego, ¿recuerdas?
Tienes suerte. Hace falta mucho más que una flecha para matarte. Aemon te la sacará y te pondrá cataplasmas, y te dará leche de la amapola para quitarte el dolor.
—¿Te acuerdas de aquella cueva? —Ella sonrió—. Nos tendríamos que haber quedado allí. Te lo dije.
—Volveremos a la cueva —le aseguró—. No vas a morir, Ygritte. No vas a morir.
—Oh. —Ygritte le puso una mano en la mejilla—. No sabes nada, Jon Nieve —suspiró agonizante".

"—Él. —Jojen frunció el ceño—. ¿Ese... Manosfrías?
—No era su verdadero nombre —dijo Elí mientras mecía al bebé—. Es como lo llamábamos Sam y yo. Tenía las manos frías como el hielo, pero él y sus cuervos nos salvaron de los hombres muertos, nos trajo hasta aquí a lomos de su alce.
—¿Su alce? —dijo Bran, maravillado.
—¿Su alce? —dijo Meera, sobresaltada.
—¿Sus cuervos? —dijo Jojen.
—¿Hodor? —dijo Hodor".

"—Hodor —susurró Hodor.
—Hodorhodorhodorhodorhodorhodor —susurró a su vez el pozo. El sonido del agua estaba más cerca, pero al mirar hacia abajo Bran sólo veía oscuridad.
Un par de giros más tarde, Sam se detuvo de repente. Estaba apenas un par de metros más abajo que Bran y Hodor, y aun así casi no se le veía. Lo que sí vio Bran fue la puerta. La Puerta Negra, había dicho Sam, pero en realidad no era negra.
Era de arciano blanco y tenía un rostro.
La puerta emitía un brillo de leche y luz de luna, tan tenue que apenas si tocaba nada que no fuera la propia puerta, ni siquiera a Sam, que estaba justo a su lado. El rostro era viejo y blanquecino, arrugado y encogido.
«Parece muerto. —La boca estaba cerrada, al igual que los ojos. Las mejillas estaban demacradas; la frente, marchita, y la barbilla, temblorosa—. Si un hombre pudiera vivir mil años y no morir nunca, pero seguir envejeciendo, tendría una cara como ésta»".

"—Igual que lo hizo Aegon —dijo Ser Jorah—. Con fuego. Cuando lleguemos a los Siete Reinos, vuestros dragones ya serán adultos. Allí tendremos torres de asedio y trabuquetes, cosas de las que carecemos aquí... pero el viaje a través de las Tierras del Largo Verano es prolongado y penoso, hay peligros que no podemos imaginar. Os detuvisteis en Astapor para comprar un ejército, no para iniciar una guerra. Reservad las espadas y las lanzas para los Siete Reinos, mi señora. Dejad Meereen para los meereenos y proseguid hacia el oeste, hacia Pentos.
—¿Derrotada? —se crispó Dany.
—Cuando los cobardes se esconden detrás de las murallas son ellos los derrotados, khaleesi —dijo Ko Jhogo".

"Tyrion volvió a frotarse los restos de la nariz, una fea costumbre que atraía la atención hacia su feo rostro.
—No me has preguntado nunca cómo murieron Robb y tu señora madre.
—Es que... prefiero no saberlo. Me daría pesadillas.
—En ese caso no te diré nada más.
—Eres... muy bondadoso.
—Sí, claro —respondió Tyrion—. Soy la viva imagen de la bondad. Y también entiendo de pesadillas".

"—La viudedad os sentará muy bien, Sansa —dijo Meñique con una sonrisa.
La sola idea le provocó una sensación extraña en la boca del estómago. Tal vez no tendría que volver a compartir una cama con Tyrion. Eso era lo que deseaba... ¿verdad?
El camarote era de techo bajo y tamaño reducido, pero en el estrecho saliente para el colchón habían puesto un lecho de plumas para hacerlo más cómodo, y encima pieles gruesas y abrigadas.
—No es gran cosa, ya lo sé, pero espero que estéis cómoda. —Meñique señaló un baúl de cedro situado bajo el ojo de buey—. Ahí tenéis ropa limpia. Vestidos, ropa interior, medias abrigadas, una capa... sólo lana y lino, lo siento, no son dignas de una doncella tan hermosa, pero os servirán hasta que os encontremos algo mejor.
«Lo tenía todo preparado para mí.»
—Mi señor, no... No comprendo... Joffrey os dio Harrenhal, os nombró Señor
Supremo del Tridente... ¿por qué...?
—¿Por qué querría verlo muerto? —Meñique se encogió de hombros—. No tengo ningún motivo concreto. Además, estoy a un millar de leguas de distancia, en el Valle. Hay que confundir siempre a los enemigos. Si nunca están seguros de quién es uno ni de qué quiere, no tienen manera de saber qué será lo próximo que haga. A veces la mejor manera de desconcertarlos es hacer movimientos que no tienen sentido, o que incluso parece que van contra los intereses de uno. No lo olvidéis cuando juguéis al juego, Sansa.
—¿Qué... qué juego?
—El único juego que importa, el juego de tronos. —Le apartó un mechón de pelo de la cara—".

"—Guardad la espada, ser —ordenó Jaime interponiéndose entre ellos.
Ser Loras dio un paso a un lado para esquivarlo.
—¿Sois cobarde, además de asesina, Brienne? ¿Por eso escapasteis, con su sangre en las manos? ¡Desenvainad la espada, mujer!
—Más os vale que no lo haga. —Jaime volvió a cerrarle el paso—. De lo contrario, será vuestro cadáver el que tengamos que retirar. La moza es tan fuerte como Gregor Clegane, aunque no sea tan bonita.
—Esto no os concierne, ser. —Ser Loras lo apartó a un lado.
—Soy el Lord Comandante de la Guardia Real, mocoso arrogante. —Jaime agarró al muchacho con la mano buena y lo zarandeó—. Soy tu comandante, al menos mientras vistas esa capa blanca. Ahora, envaina esa espada de mierda, o te la quitaré y te la meteré hasta un lugar que ni siquiera Renly encontró jamás.
El muchacho titubeó un segundo, lo necesario para que Ser Balon Swann interviniera.
—Haced lo que os dice el Lord Comandante, Loras".

"—Quiero que sea arrestada —señaló Ser Loras—. Lady Brienne, os acuso del asesinato de Lord Renly Baratheon.
—Por si os sirve de algo —dijo Jaime—, la moza tiene honor. Más honor del que he visto en vos. Y es posible que diga la verdad. Por mi vida que no es lo que se dice lista, pero hasta a mi caballo se le ocurriría una mentira mejor, si fuera una mentira lo que hubiera querido contar. Pero, dado que insistís... Ser Balon, escoltad a Lady Brienne a una celda de la torre y retenedla allí con vigilancia. Buscad también alojamientos adecuados para Patas de Acero y sus hombres, hasta que mi padre
considere oportuno recibirlos.
—Sí, mi señor.
Los grandes ojos azules de Brienne lo miraban ofendidos mientras una docena de capas doradas al mando de Balon Swann se la llevaban.
«Me deberías estar lanzando besos, moza —habría querido decirle. ¿Por qué todo el mundo tenía que malinterpretar todo lo que hacía?".

"—¿Adónde crees que vas?
—Al sept. —Jaime señaló con el muñón—. A ese sept. Quiero ver a la reina.
—Su Alteza está de luto. ¿Por qué querría recibir a alguien como tú?
«Porque soy su amante y porque soy el padre de su hijo asesinado», habría querido decir.
—Por los siete infiernos, ¿quién sois vos?
—Un caballero de la Guardia Real, y más te valdría aprender un poco de respeto, tullido, o te cortaré la otra mano y mañana te tendrás que tomar las gachas a sorbos.
—Soy el hermano de la reina, ser.
—¿Qué, habéis escapado? —Al caballero blanco le parecía de lo más divertido—. ¿Y de paso habéis crecido, mi señor?
—Su otro hermano, imbécil. Y el Lord Comandante de la Guardia Real. Venga, échate a un lado o lo lamentarás".

"—Esto ha sido una locura. —Cersei se estiró el vestido—. Nuestro padre está en el castillo... Hemos de tener cuidado.
—Estoy harto de tener cuidado. Los Targaryen se casaban entre hermanos, ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo? Cásate conmigo, Cersei. Ponte en pie ante todo el reino y di que es a mí a quien quieres. Celebraremos un banquete de bodas y tendremos otro hijo para sustituir a Joffrey.
—No tiene gracia. —Cersei dio un paso atrás.
—¿Acaso me estoy riendo?
—¿Es que te has dejado el cerebro en Aguasdulces? —La tensión se palpaba en su voz—. El derecho de Tommen al trono deriva de Robert, lo sabes muy bien.
—Heredará Roca Casterly, ¿no le basta con eso? Deja que sea nuestro padre quien se siente en el trono. Yo lo único que quiero es a ti.
Hizo ademán de acariciarle la mejilla. Por la fuerza de la costumbre, el brazo que alzó fue el derecho. Cersei se apartó del muñón.
—No... No digas esas cosas. Me estás asustando, Jaime. No seas idiota. Una palabra nos lo podría costar todo. ¿Qué te han hecho?
—Me han cortado la mano.
—No, es algo más; has cambiado. —Retrocedió un paso—".

"—Alguien las tiene que volver a cerrar. —Jaime se levantó—. Estoy harto de mujeres de noble cuna que me cubren de mierda, padre. A mí nadie me preguntó si quería ser Lord Comandante de la Guardia Real, pero por lo visto lo soy. Tengo un deber...
—Así es. —Lord Tywin se levantó también—. Un deber para con la Casa Lannister. Eres el heredero de Roca Casterly. Ahí es donde tienes que estar. Tommen te acompañará, como pupilo y escudero. En la Roca es donde aprenderá a ser un Lannister; quiero mantenerlo alejado de su madre. He decidido buscarle un nuevo esposo a Cersei. Puede que Oberyn Martell, en cuanto consiga convencer a Lord Tyrell de que ese matrimonio no supondría una amenaza para Altojardín. Y ya va siendo hora de que tú también te cases. Los Tyrell se empeñan ahora en casar a Margaery con Tommen, pero si te ofreciera a ti en su lugar...
—¡No! —Jaime había soportado todo lo soportable. No, más de lo soportable. Estaba harto, harto de los señores, de las mentiras, harto de su padre, de su hermana, harto de toda aquella mierda—. No. No. No. No. No. ¿Cuántas veces tengo que decir que no para que lo entiendas? ¿Oberyn Martell? Es infame, y no sólo porque pone veneno en su espada. Tiene más bastardos que Robert y se acuesta con muchachitos.
Y si por un instante se te ha pasado por la cabeza que me iba a casar con la viuda de Joffrey...
—Lord Tyrell me asegura que sigue siendo doncella.
—Por lo que a mí respecta puede morir doncella. ¡No la quiero, y tampoco quiero tu Roca!
—Eres mi hijo...
—Soy un caballero de la Guardia Real. ¡Soy el Lord Comandante de la Guardia Real! ¡Y no pienso ser otra cosa!
Las llamas de la chimenea arrancaban destellos de las espesas patillas que enmarcaban el rostro de Lord Tywin. Una vena le latía en el cuello. Pero nada dijo. Y nada dijo. Y nada dijo.
El silencio se fue haciendo más y más tenso, hasta que por último Jaime no lo pudo soportar.
—Padre... —empezó.
—No sois mi hijo. —Lord Tywin se dio la vuelta—. Decís que sois el Lord Comandante de la Guardia Real y nada más. Muy bien, ser. Id a cumplir con vuestro deber".

"—Diecisiete años y ya sois caballero de la Guardia Real —dijo Jaime—. Supongo que estaréis orgulloso. El príncipe Aemon, el Caballero Dragón, tenía diecisiete años cuando recibió el nombramiento. ¿Lo sabíais?
—Sí, mi señor.
—¿Y sabíais que yo tenía quince?
—También, mi señor.
Sonrió. Jaime detestaba aquella sonrisa.
—Yo era mejor que vos, Ser Loras. Era más alto, más fuerte y más rápido.
—Y ahora sois más viejo —dijo el muchacho—. Mi señor.
No tuvo más remedio que echarse a reír. «Esto es increíble. Tyrion se burlaría de mí hasta la muerte si me viera ahora, comparando tamaños de pollas con este mocoso.»
—Más viejo y más sabio, ser. Tendríais que aprender de mí.
—¿Igual que vos aprendisteis de Ser Boros y Ser Meryn?
Aquella flecha había estado a punto de dar en el blanco.
—Yo aprendí del Toro Blanco y de Barristan el Bravo —le espetó Jaime—. Aprendí de Ser Arthur Dayne, la Espada del Amanecer, que os podría haber matado a los cinco con la mano izquierda mientras se sujetaba la polla con la derecha para mear. Aprendí del príncipe Lewyn de Dorne, de Ser Oswell Whent, de Ser Jonothor
Darry, hombres buenos todos ellos.
—Hombres muertos todos ellos.
«Es como yo —comprendió Jaime de repente—. Estoy hablando conmigo mismo, al como era, todo confianza, todo arrogancia, todo caballerosidad hueca... Esto es lo que pasa cuando eres demasiado bueno siendo demasiado joven»".

"Tyrion alzó la vista hacia los duros ojos verdes de su padre, con sus motas de frío oro.
—Culpable —dijo—, muy culpable. ¿Es eso lo que queríais que dijera?
Lord Tywin no respondió. Mace Tyrell asintió. El príncipe Oberyn parecía algo decepcionado.
—¿Admitís que envenenasteis al rey?
—Ni por asomo —respondió Tyrion—. De la muerte de Joffrey soy inocente. Soy culpable de un crimen mucho más horrendo. —Dio un paso hacia su padre—. Nací. Sobreviví. Soy culpable de ser un enano, lo confieso. Y por muchas veces que me haya perdonado mi bondadoso padre, siempre persistí en mi infamia.
—Esto es absurdo, Tyrion —declaró Lord Tywin—. Habla del tema que nos ocupa. No se te está juzgando por ser enano.
—Ahí es donde te equivocas, mi señor. Se me ha estado juzgando por ser enano toda mi vida".

"—Ya os dije que no serviré...
—A perjuros y asesinos. Sí, ya lo recuerdo. Escuchadme bien, Brienne, los dos hicimos juramentos relacionados con Sansa Stark. Cersei está empeñada en sacar a la niña de su escondrijo para matarla...
El poco agraciado rostro de Brienne se retorció de ira.
—Si creéis que voy a matar a la hija de mi señora por una espada, estáis...
—Escuchad y callad —le espetó, furioso por su presunción—. Quiero que encontréis a Sansa antes que ella y la pongáis a salvo. Si no, ¿cómo vamos a cumplir el juramento que hicimos a vuestra querida y difunta Lady Catelyn?
—Pensé que... —La moza parpadeó.
—Ya sé qué pensasteis. —De repente, Jaime estaba harto de ella. «No hace más que balar como una oveja de mierda»—. Tras la muerte de Ned Stark, su espadón quedó en manos de la justicia del rey —le explicó—. Pero mi padre consideró que era un desperdicio dejar un arma de tanta calidad en manos de un simple verdugo. Dio una espada nueva a Ser Ilyn y ordenó que fundieran a Hielo y la volvieran a forjar.
Hubo acero suficiente para dos espadas nuevas. Vos tenéis una de ellas. Por si os interesa saberlo, estaréis defendiendo a la hija de Ned Stark con el acero de Ned Stark.
—Ser, os debo una discul...
—Coged la maldita espada y marchaos antes de que cambie de opinión —la interrumpió—. En los establos hay una yegua baya, tan fea como vos, pero que está mejor entrenada. Corred en pos de Patas de Acero, buscad a Sansa o marchaos a casa, a vuestra isla de zafiros, me da igual. No quiero volver a veros.
—Jaime...
—Matarreyes —le recordó—. Más os valdría usar la espada para limpiaros la cera de las orejas, moza. Hemos terminado.
Brienne persistió, empecinada.
—Joffrey era vuestro...
—Era mi rey. Dejadlo ahí.
—Decís que Sansa lo mató. Entonces, ¿por qué la protegéis?
«Porque para mí Joff no era más que un poco de semilla en el coño de Cersei. Y porque merecía morir.»
—He puesto y quitado reyes, pero Sansa Stark es mi última oportunidad dedemostrar mi honor. —Jaime sonrió—. Además, los matarreyes tenemos que ayudarnos entre nosotros. ¿Os vais de una vez o no?
La mano enorme de la mujer asió con fuerza a Guardajuramentos.
—Así será. Encontraré a la niña y la pondré a salvo. Lo haré por su madre. Y por vos.
Hizo una reverencia rígida, se dio la vuelta y se marchó".

"—Ese viejo maestre dice que no puedo ahorcarte —declaró Slynt—. Le ha escrito a Cotter Pyke y hasta tuvo el descaro de mostrarme la carta. Dice que no eres un cambiacapas.
—Aemon ha vivido demasiado, mi señor —le aseguró Ser Alliser—. Ha perdido los sesos, igual que la vista.
—Sí —dijo Slynt—. Un ciego con una cadena al cuello. ¿Quién se cree que es?
«Aemon Targaryen —pensó Jon—, hijo de un rey, hermano de un rey, un hombre que pudo ser rey...» Pero no dijo nada".
—He oído que casi quemaste la ciudad.
—Mentira cochina. Sólo quemé el río. —De pronto Tyrion recordó dónde estaba y por qué—. ¿Has venido a matarme?
—Serás ingrato... Si vas a ponerte tan antipático te dejaré aquí para que te pudras.
—No creo que el destino que me reserva Cersei sea la putrefacción.
—La verdad, no. Te quiere decapitar mañana, en donde se celebraban antes los torneos.
—¿Habrá comida? —Tyrion se volvió a reír—. Oye, tienes que ayudarme con lo de las últimas palabras, no se me ocurre nada interesante.
—No te harán falta últimas palabras. He venido a rescatarte. —La voz de Jaime tenía una extraña solemnidad".

"Meñique dejó que Lysa sollozara un momento contra su pecho, luego le puso las manos en los brazos y le dio un ligero beso.
—Mi celosa mujer, qué tontita —le dijo sonriendo—. Sólo he amado a una mujer, te lo prometo.
—¿Sólo a una? —Lysa Arryn le dedicó una sonrisa trémula—. Petyr, Petyr, ¿me lo juras? ¿Sólo a una?
—Sólo a Cat.
Le dio un empujón brusco, breve".






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