miércoles, 6 de marzo de 2019

Citas: Manon Lescaut - Antoine François Prévost


"No teníamos otro motivo más que la curiosidad.
Apeonarse algunas mujeres, que desaparecieron en seguida; pero una de ellas, muy joven, se quedó sola en el patio, mientras un hombre de edad avanzada, que parecía acompañarla, cuidase de que sacaran su equipaje de las cestas. Me pareció la joven tan encantadora, que yo, que nunca había pensado en la diferencia de los sexos, ni había mirado a una muchacha con atención; yo, cuya formalidad y continencia admiraba todo el mundo, me sentí inflamado de repente hasta la locura. Tenía yo el defecto de ser tímido con exceso y fácil de desconcertar; pero entonces, lejos de verme detenido por esta flaqueza, me adelanté hacia la dueña de mi corazón".

"El amor, que desde un momento antes adueñase de mi corazón, me iluminó de tal forma, que consideré aquel propósito como un golpe mortal para mis deseos".

"Habíase quedado paseando en el patio mientras yo hablaba de amor a mi bella amante. Como temía su cordura, me deshice de él rogándole que me hiciera un encargo. De este modo, al llegar a la posada, tuve el placer de encontrarme a solas con la soberana de mi corazón".

"Pronto comprendí que era menos niño de lo que yo suponía. Mi corazón se abrió a mil sentimientos de placer, de que nunca me formara idea. Un calor dulce se difundía por mis venas. Estaba en una especie de transporte, que por algún tiempo quitó la libertad de mi voz y sólo se expresaba por mis ojos".

"Por muy apasionado que yo estuviese por Manon, ella supo convencerme de que no lo estaba menos por mí. Eramos tan poco reservados en nuestras caricias, que no teníamos paciencia para esperar a encontrarnos solos. Los postillones y los hoteleros mirábannos con admiración, y yo observaba que se sorprendían al ver dos niños de nuestra edad que parecían amarse hasta el furor".

"Cuanto más la conocía, más cualidades amables descubría en ella. Su talento, su corazón, su dulzura y su belleza formaban una cadena tan fuerte y tan encantadora, que yo hubiera cifrado toda mi dicha en no soltarme de ella. ¡Terrible mudanza! Lo mismo que hoy constituye mi desesperación pudo hacer mi felicidad.
Soy el más desgraciado de los hombres, por esta misma constancia que me daba derecho a esperar la suerte más dulce y las mejores recompensas del amor".

"La adoraba, esto era cierto, nunca le había dado más pruebas de amor de las que había recibido de ella. ¿Por qué acusarla de ser menos sincera y constante que yo? ¿Qué razón la habría inducido a engañarme? No hacía tres horas que me había colmado de caricias y había recibido las mías con transporte; yo no conocía mejor mi corazón que el suyo".

"Cierto que ya no la quería. ¿Cómo querer a la más voluble y pérfida de las criaturas?
Pero su imagen, los rasgos deliciosos, que yo llevaba grabados en el fondo de mi alma, subsistían aún".

"Que las resoluciones humanas cambien, es cosa que nunca me ha sorprendido; una pasión las engendra, otra pasión puede destruirlas".

"Un momento después de mi vuelta me avisaron que una señora quería verme.
Fui al locutorio inmediatamente. ¡Oh, Dios, qué admirable aparición! Encontré allí a Manon. Era ella; pero más adorable, más bella que la viera nunca. Tenía entonces dieciocho años. Sus encantos sobrepujaban a todo encarecimiento; su aire era tan fino, tan dulce, tan atrayente: era el Amor mismo. Toda ella me pareció un encanto".

"—¿Qué pretendes, pues? —exclamé yo.
—Pretendo morir —respondió ella— si no me devuelves tu corazón, sin el cual no puedo vivir.
—Pídeme la vida, ¡infiel! —repuse, dando salida a mis lágrimas, que en vano me esforzaba por contener—; pídeme la vida, que es lo único que no te he sacrificado, pues mi corazón nunca ha dejado de ser tuyo".

"Apenas pronuncié estas palabras, levantóse ella con ímpetu para arrojarse en mis brazos. Me colmó de mil caricias apasionadas. Me llamó con todos los nombres que el amor inventa para expresar la más viva ternura".

"Mis quejas fueron interrumpidas por una visita que no esperaba: la de Lescaut.
—¡Verdugo! —dije, echando mano a la espada. ¿Dónde está Manon? ¿Qué has hecho de ella?
Mi movimiento le asustó. Me respondió que si así lo recibía cuando venía a darme cuenta del favor más importante que podía hacerme, se iría y no pondría jamás los pies en mi casa".

"—¿Entonces, me amas mucho? —le pregunté.
—Mil veces más de lo que puedo expresar —respondió.
—¿Entonces, ya no me volverás a abandonar? —añadí.
—¡No, nunca! —repuso ella".

"Mi alma no siguió a la suya. El Cielo no me consideró, sin duda, bastante castigado, y ha querido que arrastre después una vida lánguida y miserable. Renuncio voluntariamente a que nunca más sea feliz".





Antoine François Prévost

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