viernes, 1 de mayo de 2020

Citas: Hombres sin mujeres - Haruki Murakami


Drime my car:

"—¿Qué edad tiene?
—Creo que veinticinco. Aunque todavía no se lo he preguntado —reconoció Ōba.
Luego frunció un poco el ceño—. Bueno, como acabo de decirle, al volante es irreprochable, pero…
—Pero ¿qué?
—Pues que… ¿cómo decirlo?, tiene algún defectillo.
—¿Por ejemplo?
—Es antipática, callada y fuma como un carretero —explicó Ōba. Cuando la vea, se dará cuenta de que no es precisamente la típica chica maja. Apenas sonríe. Y, para serle franco, creo que es un poco feúcha.
—Eso no importa. Si fuera una belleza, me pondría nervioso y, además, no quiero dar pie a rumores.
—Entonces creo que es perfecta".

"Ojalá se hubiera atrevido a preguntarle, cuando aún estaba viva, la razón por la que, a pesar de todo, se había acostado con otros. A menudo pensaba en ello. En realidad había estado a punto de interrogarla: ¿qué buscabas en ellos? ¿Qué me faltaba a mí? Fue pocos meses antes de que falleciera. Pero al final no tuvo valor para abordar el asunto ante una mujer que, atormentada por fuertes dolores, luchaba contra la muerte. Y ella desapareció del mundo en que él vivía sin haberle dado ninguna explicación".

"—Lo único que deseo es estar con alguien con quien pueda hablar de mi mujer — añadió Kafuku—. La verdad es que a veces es duro quedarse solo en casa. Aunque no quiero que se sienta obligado…
Al oírlo, Takatsuki debió de sentirse un tanto aliviado. Por lo visto, Kafuku no sospechaba nada.
—No, en absoluto. Si se trata de eso, será un placer. Si es que no le importa charlar con alguien tan aburrido como yo… —repuso Takatsuki y esbozó una débil sonrisa. En la comisura de los ojos se le formaron unas tiernas arrugas. Su sonrisa era encantadora.
«Si yo fuese una mujer de mediana edad, seguramente me ruborizaría», pensó Kafuku".

"Se sorprendió de lo fácil que era leer sus sentimientos. Si escudriñaba en sus ojos, tenía la sensación de que podía ver lo que había al otro lado. Ni una pizca de retorcimiento o malicia. No era de esa clase de persona que cava un hoyo profundo en plena noche y espera a que alguien pase".

"—Desde luego —repuso Kafuku—. Tienes razón. Creo que fui feliz. Pero cuanto mayor es la felicidad, mayor es la angustia que se siente.
—¿A qué te refieres?
Kafuku alzó su whisky on the rocks e hizo girar el gran pedazo de hielo.
—A que existía la posibilidad de perderla. Sólo de pensarlo, se me encogía el corazón.
—Comprendo perfectamente ese sentimiento.
—¿Por qué?
—Pues… —dijo Takatsuki, buscando las palabras adecuadas—. Me refiero a lo de perder a una mujer tan fantástica como ella".

"—Y al final la perdí —dijo al cabo—. Fui perdiéndola poco a poco en vida hasta que se desvaneció por completo. Como algo gastado por la erosión, que acaba siendo arrancado de raíz y arrastrado por una ola gigante… ¿Entiendes?
—Creo que sí.
«¡Qué vas a entender tú!», se dijo Kafuku".

"—Lo que más penoso me resulta —continuó— es que yo no la comprendía de verdad; al menos, no comprendía una parte de ella que debía de ser fundamental. Y ahora que está muerta, seguramente todo ha acabado sin que lo haya entendido.
Como una pequeña y pesada caja fuerte hundida en las profundidades del océano.
Cuando lo pienso, siento que la congoja me atenaza el pecho. Takatsuki reflexionó un momento.
—Pero, Kafuku —dijo luego—, jamás comprenderemos del todo a una persona.
Por muy profundamente enamorados que estemos".

"Y de nuevo pensó que la mano que acababa de estrechar había acariciado el cuerpo desnudo de su mujer.
Sin embargo, por una u otra razón, aquel día ese pensamiento no lo angustió.
Simplemente se dijo que esas cosas pasaban. Eso era: seguramente esas cosas pasaban.
«Al fin y al cabo, ¿qué era sino un simple cuerpo?», se dijo Kafuku. «¿Acaso no acabará convertido dentro de poco en huesecillos y cenizas? Tiene que haber cosas más importantes.»".

"Si se trata de un punto ciego, todos vivimos con él. Esas palabras resonaron largo tiempo en sus oídos".

"—Supongo que a él le extrañaría, ¿no?
—Quizá.
—Tal vez le dolió.
—Es posible.
—¿Por qué dejó de verlo así de pronto?
—Porque ya no necesitaba seguir actuando".

"Misaki bajó la ventanilla y encendió el Marlboro con el mechero del coche. A continuación aspiró una gran bocanada de humo y entornó placenteramente los ojos.
Tras retenerlo un rato en los pulmones, lo expulsó despacio por la ventanilla.
—Pero ¿no ves que te acorta la vida? —dijo Kafuku.
—Ya puestos, el propio hecho de vivir también la acorta —replicó Misaki.
Kafuku se rió.
—Bueno, es otra forma de verlo".

"—¿Y no será que en realidad no se sentía atraída por esa persona? —dijo de manera muy concisa Misaki—. Y por eso se acostó con él.
Kafuku sólo observaba el perfil de Misaki como si divisase un paisaje lejano. Ella activó de nuevo el limpiaparabrisas, que apartó las gotas de agua adheridas a la luna delantera con unos cuantos movimientos rápidos. El nuevo par de escobillas chirrió con fuerza, como dos hermanas gemelas que muestran su descontento.
—Las mujeres tenemos esas cosas —añadió ella.
No le salían las palabras. Así que Kafuku guardó silencio.
—Es como una enfermedad, señor Kafuku. No vale la pena pensar en ello. El que mi padre nos abandonase, que mi madre me hiciera daño… Todo es a raíz de la enfermedad. De nada sirve darle vueltas. No queda más remedio que apañárselas, tragar e ir tirando.
—Todos actuamos, entonces —dijo Kafuku.
—Eso creo. En mayor o menor medida".

Yesterday:

"—Pero ¿cómo puedes tirarte tanto tiempo en la bañera? ¿No se te queda el cuerpo como una pasa? —le pregunté.
Yo me bañaba muy rápido. Enseguida me hartaba de estar quieto, sumergido en el agua caliente. En la bañera no se puede leer ni escuchar música. Sin esos dos elementos, no sé cómo pasar el tiempo".

"—Entonces, ¿por qué no estudias?
—Porque me falta motivación —declaró Kitaru.
—¿Motivación? Verte en condiciones con tu novia me parece ya una buena motivación".

"Me había mostrado algunas fotos y era una chica tan guapa que, al verla, uno sentía el impulso irrefrenable de silbar".

"Tomaban un té juntos y se ponían al día. Se tomaban de la mano. Se daban algún besito. Pero procuraban no pasar de eso. Tenían una relación bastante chapada a la antigua".

"—¿Y hasta dónde has llegado con ella? —le pregunté.
—¿Te refieres al sexo? —dijo Kitaru.
—Sí. ¿Habéis llegado hasta el final?
Kitaru negó con la cabeza.
—¡Ni en broma! Como nos conocemos desde pequeños, me resultaría un tanto incómodo desnudarla, o acariciarla o tocarla. Si fuera otra chica, no creo que me sucediera, pero el solo hecho de imaginarme metiéndole la mano bajo las bragas o algo por el estilo me resulta inapropiado. ¿Entiendes?
No, no lo entendía".

"—¿Os besasteis?
—¿Cómo íbamos a besarnos? —repuse.
—Aunque lo hubierais hecho, no me enfadaría —aseguró.
—Da igual: no lo hicimos.
—¿No os tomasteis de la mano?
—No.
—Entonces, ¿qué hicisteis?
—Vimos una película, dimos un paseo, cenamos y hablamos —le conté.
—¿Sólo eso?
—En las primeras citas no suele hacerse nada demasiado atrevido.
—¿Ah, no? Es que yo apenas he tenido citas. No sé mucho de eso".

"Cuando conduzco, por ejemplo, y suena Yesterday, de los Beatles, en la radio, me viene a la mente aquella letra tan rara que Kitaru cantaba en el baño. Y me arrepiento de no haberla apuntado. Era tan extraña que se me quedó grabada durante un tiempo, pero poco a poco comenzó a difuminarse hasta olvidárseme por completo. Tan sólo recuerdo fragmentos, pero a estas alturas ni siquiera estoy seguro de si son como Kitaru los cantaba. Porque la memoria, inevitablemente, se halla en continua transformación".

"… es dos días antes de mañana, y el día después de anteayer…
Ojalá Kitaru lleve una vida feliz en Denver, o en cualquier otra ciudad lejana. Si eso de ser feliz es pedir demasiado, ojalá viva al menos el presente con salud y sin carencias. Porque nadie sabe con qué soñaremos mañana".

Un órgano independiente:

"Nunca le había afligido que dichas mujeres se acostasen con otros y no sólo con él. Al fin y al cabo, un cuerpo no es más que un cuerpo".

"Aunque todos sus amigos intentasen convencerlo al unísono: «Digas lo que digas, los hijos son una bendición», aquel reclamo no le resultaba nada creíble.
Seguramente querían hacerle cargar a él con el peso que ellos llevaban. Creían que todos los seres humanos tenían la obligación de pasar por un calvario idéntico al que vivían ellos".

"—Un caballero es aquel que no habla demasiado de los impuestos que paga ni de la mujer con quien se acuesta —me dijo un buen día.
—¿De quién es esa frase? —le pregunté.
—Mía —repuso Tokai sin cambiar de expresión—. Eso sí, de los impuestos a veces uno tiene que hablar con su asesor fiscal".

"Sea como fuere, esa vida bendecida por la suerte duró alrededor de treinta años.
Un largo periodo. Y un buen día, quién iba a imaginárselo, se enamoró perdidamente.
Como un astuto zorro que por descuido cae en una trampa".

"—¿Y dice que está haciendo un esfuerzo para que alguien no le guste demasiado?
—Exactamente. Justo ahora, en este preciso momento, estoy haciendo ese esfuerzo.
—¿Y por qué?
—Por un motivo muy sencillo: cuando alguien te gusta demasiado, lo pasas mal.
Sufres. Como no creo que mi corazón sea capaz de soportar tal peso, me esfuerzo todo lo posible para que no me guste".

"—Es la primera vez —afirmó el cirujano. Seguidamente, rebuscó en el fondo de su memoria hasta dar con un viejo recuerdo—. Ahora que lo pienso, sí, cuando iba al instituto viví algo semejante, aunque fue breve. Era como si, al pensar en otra persona, sintiese punzadas en el pecho y fuese prácticamente incapaz de pensar en nada más… Pero aquello fue una especie de amor no correspondido sin ningún futuro. Lo de ahora es completamente distinto. Ya soy un adulto hecho y derecho e incluso mantengo relaciones sexuales con ella. Y, a pesar de todo, estoy desconcertado. Tengo la impresión de que si sigo pensando en ella, hasta el funcionamiento de mis órganos acabará por alterarse. Sobre todo los de los aparatos digestivo y respiratorio".

"—Por lo que me dice, parece que, al tiempo que se esfuerza usted para que no le guste demasiado, desea en todo momento no perderla —aventuré".

"—He salido—dijo Tokai—, y en varias ocasiones, con mujeres de facciones más bellas que las de ella, con mujeres con cuerpos más espléndidos, con mejor gusto y con un corte pelo más bonito que el suyo. Pero todas esas comparaciones carecen de sentido, porque para mí es un ser especial. Podría afirmar incluso que es un ser sintético. Todas las cualidades que posee se concentran y compactan en un solo núcleo. No pueden extraerse una a una y medir o analizar si son inferiores o superiores a las de cualquier otra. Y lo que hay en el núcleo es lo que me atrae tan poderosamente. Como un potente imán. Es algo que sobrepasa la razón".

"—En todo este tiempo hemos disfrutado y nos lo hemos pasado muy bien juntos.
Conversaciones animadas, secretos íntimos sólo nuestros, largas sesiones de sexo delicado. Creo que hemos compartido bellos momentos. Ella es muy risueña. Se ve que disfruta cuando se ríe. Pero a medida que la relación ha continuado, poco a poco he ido enamorándome cada vez más profundamente; ha llegado un momento en que no puedo dar marcha atrás, y en los últimos tiempos me ha dado por preguntarme a menudo: ¿qué demonios soy?
Como no capté las últimas palabras (o las oí mal), le pedí que me las repitiese.
—Últimamente pienso a menudo en qué demonios soy —repitió.
—Es una pregunta difícil —comenté.
—Lo es, sí. Una pregunta muy difícil —repuso Tokai. Y asintió varias veces, como para reafirmar su dificultad".

"—Le entiendo. Puede que la vida sea más llevadera de ese modo, ¿no?
No sin cierto reparo, le indiqué que no sabía hasta qué punto podía afirmarse que fuese llevadero para un don nadie empezar la vida «en cueros».
—Desde luego —repuso Tokai—. Tiene razón. Empezar una vida desde cero debe de ser bastante duro. En ese aspecto, creo que he tenido más suerte que muchos.
Pero duele, en otro sentido distinto, abrigar dudas sobre el valor de la propia existencia después de haber adquirido con los años un estilo de vida y determinado estatus social. Empiezo a pensar que la vida que he llevado hasta ahora ha sido un total desperdicio sin sentido. Cuando era joven, todavía existía la posibilidad de una revolución y podía albergar esperanzas. Pero, con los años, el lastre del pasado lo abruma a uno. No hay segundas oportunidades".

"—Por lo general, siempre he tenido varias amantes a la vez. Quizá se sorprenda, pero en ocasiones he llegado a salir con cuatro o cinco. Si no podía quedar con una, quedaba con otra. Y con total despreocupación. Sin embargo, curiosamente, desde que me siento atraído por ella, el resto de las mujeres ha perdido su encanto. Aunque quede con otra, su imagen no deja de acudir a mi mente. No consigo alejarla. Los síntomas son graves. 
«Los síntomas son graves», pensé. E imaginé a Tokai llamando a una ambulancia por teléfono. «Por favor, envíen una ambulancia urgentemente. Los síntomas son graves. Me cuesta respirar y tengo la sensación de que el corazón se me va a partir…»".

"—Un tema preocupante es que cuanto más la conozco —prosiguió el cirujano—, más me gusta. Llevamos un año y medio viéndonos, y ahora estoy mucho más prendado que al principio. Tengo la sensación de que algo tiene presos nuestros corazones. Cuando su corazón se mueve, tira del mío. Como dos barcas atadas por una cuerda. Que no se puede cortar, pues no existe ningún cuchillo capaz de cortarla.
Ése es otro sentimiento nuevo para mí. Me angustia pensar en qué demonios me convertiré si esta sensación va a más".

"—Señor Tanimura, ¿qué puedo hacer?
—Desconozco qué medidas concretas podría adoptar —le respondí—, pero, por lo que he entendido, lo que usted siente en estos momentos es, más bien, algo lógico y normal. Porque en eso consiste al fin y al cabo estar enamorado. Uno es incapaz de controlar sus sentimientos y se siente manipulado por una fuerza irracional. En definitiva, no está usted viviendo nada extraordinario, ajeno al sentido común.
Simplemente se ha enamorado perdidamente de una mujer. Siente que no quiere perder a la persona amada. Que desea estar con ella para siempre. Sin duda el mundo se acabaría si no pudiese verla. Son sentimientos naturales que pueden observarse a menudo en los seres humanos. Es un episodio vital normal y corriente, no tiene nada de extraño o anómalo".

"Creo que me llevó más de tres horas dejar el apartamento casi en su estado original.
Entretanto, como había abierto las ventanas, el mal olor casi había desaparecido. Con todo, el doctor todavía no había abierto la boca. Se limitaba a seguir mis movimientos con los ojos. Dado lo demacrado que estaba, parecían más grandes y brillantes que nunca. Sin embargo, eran unos ojos totalmente inexpresivos. Me miraban a mí, pero en realidad no miraban nada. ¿Cómo explicarlo? Sólo perseguían algún objeto, como la lente de una cámara semiautomática programada para enfocar cosas en movimiento. Al doctor le daba igual que fuera yo o no, qué hacía allí, esas cosas. Era una mirada muy triste. Nunca la olvidaré".

"—En términos médicos —continuó el secretario—, la causa directa del fallecimiento fue una insuficiencia cardiaca. El corazón perdió fuerza y no pudo bombear la sangre. Pero, a mi juicio, fue el amor lo que le provocó la muerte.
Literalmente, un mal de amores".

"En ese sentido, Tokai debía de ser una persona especial. Al decírselo, Gotō se llevó las manos a la cara y sollozó quedamente. Debía de sentir un hondo cariño por el doctor. Quise consolarlo, pero en realidad yo no podía hacer nada. Luego se calmó y, sacando un pañuelo blanco limpio del bolsillo del pantalón, se enjugó las lágrimas.
—Disculpe. ¡Qué vergüenza!
Afirmé que llorar por alguien no era vergonzoso. Sobre todo por una persona fallecida a quien se quiere. El joven secretario me lo agradeció.
—Muchas gracias. Me consuela que me diga eso".

Samsa enamorado:

"Samsa no tenía ni idea de dónde se encontraba ni de qué debía hacer. Lo único que a duras penas comprendía era que se había convertido en un ser humano llamado
Gregor Samsa. ¿Cómo lo sabía? Tal vez alguien se lo había susurrado al oído mientras dormía: «Te llamas Gregor Samsa»".

"Pero no iba a quedarse en aquella habitación eternamente. Si no encontraba algo decente que comer y se lo llevaba a la boca, más pronto que tarde aquella hambre lacerante consumiría su cuerpo y lo destruiría".

"—Señor Samsa, ¿no están sus padres en casa? Creo que lo mejor sería que hablase directamente con ellos.
—Deben de haber salido a hacer algún recado.
—¿Han salido? —replicó atónita la muchacha—. ¿Qué se les ha perdido ahí fuera en medio de este berenjenal?
—No lo sé, pero cuando me he despertado esta mañana, no había nadie en casa.
—Vaya por Dios —exclamó la chica. Y soltó un largo suspiro—. Y eso que les avisé con mucha antelación de que vendría a esta hora de la mañana…
—Lo siento".

"—Dime, ¿no tendrás la llave de esta cerradura? —le preguntó la muchacha.
—No sé dónde está —contestó él con franqueza.
—¡Ah, Gregor Samsa! A veces desearía morirme —exclamó ella, alzando los ojos al techo".

"—¿Te importa que te haga una pregunta? —se atrevió a decirle él.
—¿Una pregunta? —repuso la muchacha, recelosa—. No sé qué será, pero adelante.
—¿Por qué te retuerces a veces de esa manera?
La muchacha abrió ligeramente la boca y lo miró a la cara.
—¿Retorcerme? —Luego reflexionó un instante—. ¿Te refieres a esto? —E hizo una demostración de la contorsión.
—Exacto.
Ella lo miró fijamente un rato con los ojos como un par de guijarros.
—Es el sujetador, que me viene pequeño —respondió hastiada—. Sólo eso.
—¿El sujetador? —repitió Samsa. No pudo asociar la palabra con ninguno de los recuerdos que atesoraba.
—Sí, el sujetador. ¿Te enteras? —le espetó ella—. ¿O acaso te parece raro que una chica jorobada lleve sujetador? ¿Quizá desvergonzado?
—¿Jorobada? —repitió Samsa. El vasto vacío de su mente también se tragó ese vocablo. No conseguía comprender a qué se refería ella. Pero tenía que decir algo—. No, no me lo parece en absoluto —se excusó en voz baja.
—Mira, pues que sepas que yo también tengo mis dos tetas y necesito llevar sujetador. Ni soy una vaca, ni me apetece llevarlas bamboleándose al andar".

"A continuación, se dio cuenta de que la zona del bajo vientre de la bata de Samsa sobresalía en un ángulo empinado.
—¿Qué es eso? —preguntó la chica con una voz sumamente fría—. ¿Qué diablos es ese bulto?
Samsa miró hacia abajo, hacia la zona abultada de la bata. Por el tono de la chica, dedujo que debía de tratarse de un fenómeno inapropiado para mostrar a la gente.
—Ya veo. Lo que te pasa es que tienes curiosidad por saber cómo será follarse a una jorobada, ¿no? —le espetó ella.
—¿Follarse? —dijo él. Esa palabra no le sonaba de nada.
—Crees que, como tengo la espalda encorvada, es la postura ideal para metérmela por detrás, ¿no? —dijo la muchacha—. ¿Sabes? Hay bastantes tíos a los que les van esas perversiones. Y todos piensan que, por ser como soy, dejaré que me lo hagan.
Pues lo siento mucho, pero las cosas no funcionan de esa manera.
—No entiendo lo que pasa —dijo Samsa—, pero si te he ofendido, te pido disculpas. Lo siento. Perdóname. No ha sido con mala intención. Como he estado enfermo algún tiempo, todavía no me entero de muchas cosas".

"—¿No podré volver a verte? —se atrevió a preguntarle.
La chica giró lentamente el cuello y lo miró con suspicacia.
—¿Acaso quieres verme de nuevo?
—Sí, me gustaría.
—¿Con el pito levantado de esa manera?
Samsa volvió a mirarse el bulto.
—No sé cómo explicarlo, pero creo que no tiene nada que ver con mis sentimientos. Debe de ser un problema del corazón".

"—Te he preguntado si te gustaría verme de nuevo.
Samsa asintió.
—¿Para qué?
—Para charlar con calma.
—¿De qué, por ejemplo? —preguntó ella.
—De distintas cosas. Muchas.
—¿Sólo para hablar?
—Hay un montón de cosas que querría preguntarte —dijo Samsa.
—¿Sobre qué?
—Sobre los orígenes del mundo. Sobre ti. Sobre mí.
Ella se quedó pensativa un instante.
—¿Seguro que lo que quieres no es metérmela por ahí?
—No, no es eso —afirmó Samsa categóricamente—".

"—¿Volveré a verte? —preguntó de nuevo Samsa, y por última vez.
—Si constantemente deseas ver a una persona, seguro que un día acabarás viéndola —dijo la muchacha, ahora con un ligero tono de amabilidad".

Hombre sin mujeres:

"Convertirse en un hombre sin mujer es muy sencillo: basta con amar locamente a una mujer y que luego ella se marche a alguna parte".







Haruki Murakami

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