martes, 4 de junio de 2019

Citas: Diario de Bergen-Belsen: 1944-1945 - Hanna Lévy-Hass


"Me siento inerte por dentro, cada día más apática hacia el mundo exterior, menos preparada para la vida tal como se presenta en la actualidad".

"Hasta ahora, he intentado con frecuencia, incluso sin tregua, buscar las causas de mi desgracia en mí, en mi ser, mi naturaleza, mi origen. Siempre me he esforzado en comprender la fatalidad del destino humano, de la suerte de cada individuo; en explicarlos a la luz del atavismo, la herencia, la educación, la infancia y otros muchos factores psicológicos. Y del mismo modo, he intentado comprender y explicarme mi vida. Es, sin duda, un método justo".

"Pero de un tiempo a esta parte, me parece cada vez más evidente que no debemos buscar la «culpa» sólo en uno mismo y en la existencia personal, sino que, en gran medida, está «oculta» en el mundo que nos rodea".

"¡Qué vergüenza! ¡Qué triste espectáculo! Unos seres unidos por una miseria común que no se toleran y a cuya desventura objetiva hay que añadir su falta de  conciencia social, su ceguera mental y las incurables enfermedades del alma en soledad. Algunos instintos egoístas han hallado aquí el terreno ideal para echar raíces hasta lo grotesco. Sería un error generalizar estos problemas. Pero los nobles valores individuales que se adivinan en algunos, su honestidad moral e intelectual, permanecen ocultos, impotentes".

"BB. 20.8.44. Me siento enormemente cansada y como ajena a todo lo que me rodea. Mi alma gime. ¿Dónde se ha escondido la belleza? ¿Y la verdad? ¿Y el amor? ¡Cómo sufro ante la idea de lo que ha sido mi vida!".

"Sólo allí el sufrimiento tiene sentido. Sólo allí los defectos son más visibles y fáciles de corregir.
Sólo allí el hombre aprende a conocerse y a entregarse".

"Esa lucha entre dos mundos, que se libra en mí y en muchos otros que se me parecen, ¿se prolongará eternamente y nos mortificará durante toda nuestra existencia? ¿O hay alguna esperanza de que finalice, y lo haga de un modo positivo?".

"BB. 24.8.44. Me invade un cansancio extremo y un desinterés total. ¿Se puede añadir algo más? Un mundo en descomposición… Lo sustituirá un mundo nuevo, más sano. La idea de la vida nueva, de la claridad y la verdad triunfantes hace que me estremezca de alegría. 
Cuántas cosas se aclararán y quedarán al descubierto para siempre, en los libros, en la acción, en la vida… Todo será infinitamente más sencillo, justo y claro, y no habrá lugar para ese tipo de dilemas".

"Hacemos lo que podemos. Con frecuencia, la bondad natural del carácter de los niños triunfa y somos testigos de resultados sorprendentes. Tienen tal energía que se puede obtener de ellos mucho más de lo que nos creemos.
Es grotesco echar pestes por unos males de los que ellos no tienen ninguna culpa. Con golpes y medidas coercitivas no se extirpan las causas del mal; están profundamente arraigadas y habría que eliminarlas. Pero no se acaba con el mal suprimiendo sus consecuencias, sino atacando sus causas, arrancándolo de raíz".

"¿Tendré éxito, o me veré superada por el tiempo? Siempre la misma duda, la misma angustia. Porque una parte importante de nuestro ser hace que, por desgracia, pertenezcamos al mundo presente, enfermo y agonizante, así como a su pasado. ¡Maldita sea! Es este campo el que me deprime, me pone melancólica y me hace ver todo negro…".

"BB. 29.8.44. Sin libros estamos enfermos. Tengo la impresión de que lo esencial de mi ser ha sido aniquilado. Qué cantidad de horas perdidas, de riquezas esfumadas, inaccesibles… Qué existencia tan mísera, tan estéril… Tengo la mente atrofiada".

"Las peleas son inevitables, sobre todo entre las mujeres, ya sea con motivo de la preparación de las camas o cuando se lava la ropa. Cada una de ellas se considera especialmente amenazada y vejada, víctima de una injusticia particular, y no se da cuenta de que sus vecinas no son menos desgraciadas. Aquí, todos somos esclavos. Adrede se nos amontona a unos con otros sin dejarnos el mínimo aire para respirar. Adrede se nos permite insultarnos, pelearnos y discutir, para hacer que nuestra existencia sea insoportable, para reducirnos a un estado animal, y así burlarse más de nosotros, humillarnos y torturarnos mejor… Son unas bestias. Y el daño es aún más terrible cuando de repente nos cortan el agua.
Y aquí estoy, de pie, delante de la cama; observando todo esto y reflexionando. Me estrujan. Me zarandean, rodeada de gritos y basura. No sé dónde colocarme, dónde meterme para no molestar a los demás ni a mí misma. No sé qué hacer con mi cuerpo".

"En medio de ese caos de sopa, excrementos, escobas, polvo, en medio de los gritos y llantos de los niños, circulan infatigablemente… los «comerciantes», insolentes, molestos, y tan desgraciados como sus clientes. Cambian ropa por pan, pan por cigarrillos y viceversa. Este extraño comercio va acompañado de largas discusiones y de interminables negociaciones.
Una miseria sin límites, expuesta de un modo ostentoso y degradante, hedionda y chillona. Eso es exactamente lo que querían los nazis. ¡Exactamente eso! Envilecernos hasta un grado tan infame, humillarnos hasta la locura y matar en nosotros incluso el recuerdo de haber sido seres humanos".

"BB. 8.9.44. Me gustaría no pensar, no ver todo esto, pero es inútil. 
Hace sólo unas semanas, me sentía ajena e indiferente a lo que me rodeaba, pero hoy soy perfectamente consciente de que mi vida está ligada sin remedio a la del campo y que todos nosotros, querámoslo o no, estamos unidos por un mismo destino en la misma y única miseria".

"Podría escribir y escribir, centenares y miles de páginas, y no lograría agotar toda la desgracia, destacar todos los detalles amargos de nuestra existencia".

"El horror que nos rodea es tan grande que el cerebro se halla como paralizado e incapacitado para reaccionar a nada que no esté en relación directa con la pesadilla que tenemos continuamente ante nuestros ojos".

"Ni una sola vez he visto en uno de esos soldados el menor atisbo de un gesto humano, la menor sombra de un sentimiento normal, el mínimo asomo de incomodidad o malestar ante la obligación de comportarse de ese modo. 
¡Nada! Sus rostros no reflejaban nada humano…".

"BB. 17.9.44. La desdicha y el dolor me ahogan. Y el ODIO. Afortunado aquel que sufre sin odiar. Yo no lo logro. Las lágrimas acuden a mis ojos sin cesar. Lágrimas de rabia y vergüenza. Qué amarga es un alma envenenada… Me ahogan esas lágrimas de rabia y vergüenza. 
Desfallezco al no poder gritar unos sentimientos tan injusta y brutalmente reprimidos. Es duro, muy duro, y me da terror volver a sentirlo de nuevo. Sollozos por la injusticia y las desgracias en el  mundo, sollozos por la injusticia y las desgracias en mí misma que me quebrantan".

"BB. 11.10.44. Evidentemente, todo es relativo. Cada uno de nosotros hablará a su manera de este campo del terror. ¡Cuántas «verdades» no habrá! Verdades variables, diferentes, relativas.
Dependerán del punto de vista subjetivo, de la situación en la que uno se coloque para observar y del prisma individual a través del cual se mire el conjunto del espectáculo…".

"BB. 18.10.44. De los muertos que hoy han sacado del hospital, un barracón como los demás, tres eran del nuestro. Entre ellos, una chica de catorce años. Antes de la guerra era una niña guapa, fuerte, bien desarrollada. En la cárcel de Podgorika cogió la gripe. Esta se transformó enseguida en tisis galopante. Cuando, hace cuatro meses, llegamos a este campo, estaba ya en las últimas. Se iba apagando a ojos vista. Estos últimos días su sufrimiento llegó al paroxismo. No era capaz del más mínimo movimiento. La madre casi no ha reaccionado. Está tranquila, resignada. Le quedan todavía otras dos hijas más jóvenes, muy guapas, pero que también se están convirtiendo en sombras de sí mismas a causa del hambre constante. Los cuerpos jóvenes tienen necesidad de comer, de desarrollarse; si no, como las plantas tiernas, se secan".

"BB. 23.10.44. A juzgar por las informaciones que logran transmitirnos de vez en cuando, muchas de
nuestras ciudades, en la lejana patria, habrían sido ya liberadas. Una nostalgia violenta nos abruma.
Allí, la gente se mueve libremente, cada cual dedicado a sus quehaceres. La luz habrá entrado ya en las almas. Y mientras tanto, nosotros estamos tras las alambradas, sumidos en una existencia inhumana".

"Las heridas morales son tan hondas que nuestro ser entero se ha atrofiado. Tenemos la impresión
de que un muro espeso y macizo nos separa del mundo normal de antes. 
La capacidad emocional está como embotada, ha desaparecido. Uno ya no se acuerda ni de su propio pasado. Por muchos esfuerzos que haga para reproducir algo de mi vida anterior, por mínimo que sea, no acude a mi mente ningún recuerdo humano".

"BB. 22.11.44. Ch. se acaba de morir, de repente. Era un hombre robusto y bien plantado; tenía sesenta y cinco años, había conservado incluso aquí en el campo algo de su admirable apostura de antaño.
De pronto, agobiado por el peso de la desgracia, estuvo tendido en la cama, sin levantarse, tres días y, luego, por inanición y hambre, se apagó… Tres días bastaron".

"BB. Diciembre de 1944. Acaban de destituir al comandante del campo. Han nombrado a Krammer en su lugar. Krammer es el antiguo comandante de Auschwitz, de siniestra memoria".

"El sentimiento de desgracia y de horror no me abandona. La primera noche, murieron tres. Tuve que colocar bien sus cadáveres y cubrirlos. ¡Cuánto pesa un cadáver, y yo apenas tengo fuerzas…! En cambio, no me asustaba en absoluto tratar con muertos. Se ven por todos lados. «Vivimos» con ellos, estamos insensibilizados".





Hanna Lévy-Hass

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