martes, 2 de octubre de 2018

Citas: Milena - Margarete Buber-Neumann


"EL 21 de octubre de 1940 recibí la primera carta de Milena, una hoja arrugada que alguien metió secretamente en mi mano en el callejón del campo de concentración.
Entonces nos conocíamos sólo desde hacía unos días. Pero ¿qué pueden significar unos días cuando el tiempo no transcurre en horas y minutos, sino que se cuenta con los latidos del corazón?".

"Milena se acercó a mí durante el paseo de las «recién llegadas» por el estrecho camino situado entre la parte posterior de los barracones y el alto muro del campo, coronado de alambradas con cargas de alta tensión, el Muro que nos separaba de la libertad. Se presentó diciendo: «Milena, de Praga». Para ella era más importante su ciudad natal que su apellido".

"Estábamos de pie en el estrecho camino, impidiendo el paso a las demás mujeres, obstaculizando totalmente la marea humana que iba y venía".

"En los primeros minutos me alteró su despreocupación, pero luego empezó a fascinarme. Tenía ante mí a una persona con el orgullo todavía sin quebrantar, ¡un ser humano libre en medio de todos los humillados!".

"Tras unas palabras de despedida, después del usual «¡Hasta la vista!», regresé corriendo a mi barracón sin saber muy bien qué me pasaba. Permanecí el resto del día ciega y sorda a todo. El nombre de Milena llenaba todo mi ser y me sumergí voluptuosamente en su agradable sonoridad".

"Para sobrevivir, uno debe adaptarse de alguna manera a esta situación extrema, es necesario darle un sentido a la nueva forma de vivir, por espantosa que ésta sea".

"UNA amistad íntima es siempre un regalo fabuloso. Pero si esta fortuna, además, tiene lugar en el descorazonador ambiente de un campo de concentración, puede convertirse en el único sentido de la existencia".

"«Cuando tenía aproximadamente unos catorce años recibí mi primer ramo de flores, un auténtico bouquet de la floristería Dittrich con una tarjeta de visita donde ponía “señorita”. ¡Allí estaba escrito, ante los ojos de todo el mundo! Consideré aquel ramo de flores como el primer beso del primer caballero de mi vida".

"Una vez, cuando la tía Ružena tenía ya 73 años, le dijo con melancolía a Milena: «Me temo que me estoy haciendo vieja de verdad; hace ya tres años que no me he enamorado…»".

"Pero luego me di cuenta de que lo que más me fascinaba era el aura de misterio que la rodeaba; tanto ella en sí como su cuerpo eran un gran misterio".

"En su mirada, en sus ojos, incluso en momentos de alegría, había un velo de insondable tristeza, pero no era tristeza por lo que nos rodeaba a diario; en los ojos de Milena habitaba el dolor de lo que está por redimir, el dolor del hombre que se siente un extraño en este mundo".

"La pérdida de la libertad no implica la pérdida de la necesidad de amor. El deseo de ternura y de consoladora proximidad de un ser querido es incluso mucho más fuerte en cautividad".

"«A Dios gracias, no se puede
matar el amor. Es más fuerte que todas las barbaries".

"El nombre de Milena significa «la que ama» o «la que es amada», y como si se tratara de una predestinación, el amor y la amistad dominaron toda su vida, se integraron en su destino".

"Milena era guapa, pero de una belleza distante.
No tenía redondeces ni suaves curvas. Su figura era como una imagen del antiguo Egipto, su rostro era dulce pero no afable, sus mejillas no eran rosadas ni tenía los labios carnosos. Su cutis, con sombras de agotamiento, estaba casi siempre muy pálido. Al mirarla uno experimentaba más asombro que fascinación. Lo verdaderamente cautivador eran sus ojos, de un azul intenso, penetrante, que no se debía al contraste con las cejas y pestañas oscuras, sino que brillaban por sí mismos.
La boca, marcadamente sentimental, contrastaba con la redondeada y hermosa barbilla. Daba la impresión de ser una persona independiente y reflexiva, nada en ella parecía indicar que necesitase protección y mimo, y sin embargo deseaba ambas cosas desde lo más profundo de su corazón".

"El dolor ha muerto, el mundo está aquí, aquí está el mundo.
Pero ahora no te pares, ahora no, si lo haces volverás a caer en la desesperación.
Sigue adelante, sigue, horas y horas, hasta el agotamiento. Cuando te pares y los pies callen, en el silencio que te rodea, tal vez —no puedo prometértelo con seguridad— encuentres dos, tres lágrimas".

"El amor era para ella algo diáfano y evidente. Nunca recurrió a ninguna de las estrategias femeninas habituales; desconocía el juego y la coquetería. Como amante poseía el raro don de adivinar los sentimientos del otro, era perfectamente capaz de describir a su compañero cualquiera de las sensaciones que éste hubiera experimentado muchos días antes. «No sabes nada de alguien hasta que no le amas», me dijo una vez".

"Cubre al amado de cartas y de telegramas, y cuanto más duda él, más requiere ella su presencia, exigiéndole que vaya a verla".

"«Tus cartas más hermosas», le escribe él, «(y esto es decir mucho, ya que todas y cada una, casi cada línea de ellas, son lo más hermoso que me ha sucedido en esta vida)".

"Al final de su siguiente carta a Max Brod se encuentra esta conmovedora frase:
«Voy todos los días a correos. Soy incapaz de perder esta costumbre». Lo hizo durante dos años. No podía separar, en sus pensamientos, la ventanilla de correos de su amor".

"Era tímido, miedoso, dulce y bueno, pero los libros que escribió fueron crueles y dolorosos. Veía el mundo repleto de demonios invisibles que combaten y aniquilan al ser humano, indefenso".

"Era clarividente. Demasiado sabio para saber vivir y demasiado débil para luchar".

"Era un hombre y un artista con una conciencia tan escrupulosa que permanecía vigilante cuando los demás, los insensibles, ya se sentían seguros".

"En general, Milena contaba muy pocas cosas de su vida privada, era todo lo contrario a un ser comunicativo. «Hay que saber guardar las distancias», comentó en un escrito. «Hay que conseguir encontrarse a diario con la gente sin dejar al descubierto la propia intimidad. Tal vez no pueda evitarse que alguien eche un vistazo a nuestra vida privada, pero no debemos ayudarle encima. Si se sobrepasan los límites de la confianza, se está expuesto a la crítica, a la compasión y a la envidia, y las relaciones humanas empiezan entonces a volverse problemáticas, porque, sin quererlo, se abren de par en par las puertas a los malentendidos. Las relaciones con los demás se nos escapan de las manos, ya no las establecemos, sino que son ellas las que nos moldean. Por otra parte, una excesiva confianza significa infidelidad hacia el amigo verdadero y esto es una absoluta falta de buen gusto ante uno mismo»".

"«Lo único que verdaderamente sé escribir son cartas de amor y, en definitiva, mis artículos no son nada más que eso…»".

"Y no me quedó ni una línea de lo que Milena había escrito en Ravensbrück. En una ocasión, me estaba lamentando desesperada de que todo se perdiera. Pero ella se rio de mí: «Ya lo escribiré de nuevo cuando salgamos de aquí.
Es algo que me sale de forma tan natural como orinar…»".

"Cuando los seres humanos ya no son dueños de sus propios destinos, los débiles huyen de la realidad".

"Con la respiración contenida y el rostro muy alterado susurró: «Grete, te lo suplico, ¿puedo decirle a Milena que no quieres más paquetes porque es demasiado peligroso? ¡Por favor!, ¡¿puedo llevarle este recado?!». Ante un miedo tan angustioso y digno de lástima yo no podía decir otra cosa que: «Sí, le prohíbo a Milena que me envíe nada más». Yo no necesitaba nada. Si Milena estaba ahí, si vivía, eso me bastaba para salvarme".

"A propósito de esto escribió una vez: «Si se tienen dos o tres personas, pero qué digo, si se tiene una única persona ante la cual se pueda ser débil, pobre de espíritu o estar triste sin que ello nos haga daño, entonces somos ricos. La tolerancia sólo se puede exigir a los que nos aman, nunca a otras personas y sobre todo jamás a uno mismo".

"Regresé a la libertad y cumplí la última voluntad de Milena. Escribí nuestro libro sobre el campo de concentración. Poco antes de morir me había dicho: «Sé que al menos tú no me olvidarás, que podré seguir viviendo en ti. Tú les dices a los demás quién fui, serás mi juez clemente…». Estas palabras me han infundido el valor de escribir la historia de la vida de Milena".





Margarete Buber-Neumann

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