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"He aquí, mis estimados lectores, un novelista americano de envidiable reputación.
Muchos de ustedes, sin dudas, ya lo conocen por su nombre, pero poco por sus obras. Permítanme, por consiguiente, contarles sobre el hombre y su obra. Ambos ocupan un importante lugar en la historia de la imaginación, porque Poe ha creado un género aparte, que solo procede de él mismo, y del cual me parece que se ha llevado el secreto".
"El señor Charles Baudelaire era digno de explicar al autor americano a su manera y no le desearía al autor francés otro comentarista de sus obras presentes y futuras que un nuevo Edgard Poe. Ambos nacieron para comprenderse.
No intentaré explicarles lo inexplicable, lo incomprensible, el imposible producto de una imaginación que Poe llevó, en ocasiones, hasta el delirio".
"Pasemos de prisa por estos momentos de miseria, de lucha, de éxito, de desesperación, del novelista mantenido por su pobre esposa y sobre todo por su suegra, quien lo amó como a un hijo hasta más allá de la tumba y digamos que luego de una larga estancia en una taberna de Baltimore, el 6 de octubre de 1849, un cuerpo fue hallado en la vía pública. Era el cuerpo de Edgard Poe. El pobre desgraciado respiraba aún y fue llevado al hospital donde el delirium tremens se apoderó de él, y murió el día siguiente, apenas a los treinta y seis años".
"Si los personajes de Poe no están locos, deben evidentemente llegar a estarlo por haber abusado de su cerebro, como otros abusan de los licores fuertes. Ellos llevan a límites extremos el espíritu de reflexión y deducción, los cuales son los más terribles analistas que conozco y, partiendo de un hecho insignificante, llegan a la verdad absoluta".
"Procuro definirlos, pintarlos, delimitarlos y no lo consigo, porque escapan al pincel, al compás, a la definición. Es mejor, queridos lectores, mostrarlos en el ejercicio de sus funciones sobrehumanas".
"He aquí el punto de partida, pero no es suficiente. En efecto, subir, subir siempre está bien, pero respirar es también necesario. Pfaall lleva además un cierto aparato destinado a condensar la atmósfera, por enrarecida que ella esté, en cantidad suficiente como para poder respirar".
Jules Verne
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