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"En cada frontera, la misma pregunta:
—¿Algo que declarar?
—No.
—¿Y esto?
—Son tres esquejes de árbol.
—Tiene que declararlos.
—Pues los declaro: tengo tres esquejes de árbol.
Lo miran.
—¿Es peligroso?
—Todo lo bello tiene su lado oscuro…".
"A veces, le preguntan:
—¿De qué árbol son estos esquejes?
—Kozo.
—¿Qué es eso?
—El nombre del árbol.
—No lo conozco.
—¿Ve estos tallos y estas hojas?
—Sí.
—Se llama kozo. Ve el árbol y oye su nombre. Ahora ya lo conoce".
"A veces, le preguntan:
—¿Viene en viaje de negocios o de placer?
«Ni una cosa, ni la otra».
—De negocios.
—¿Qué clase de negocios?
La primera vez tiene que pensarlo.
Mira sus tres esquejes y contesta:
—Papel.
Papel.
—¿Papel?
—Papel.
Papel.
Y lo dejan pasar".
"A veces, le preguntan:
—¿Conoce a alguien allí?
—Sí.
—¿Nombre?
—Kurogiku.
—El suyo, no. El de ese alguien".
"De encuentro en encuentro, se entabla conversación.
—¿Conoce a alguien allí?
—Sí. Voy a reunirme con una mujer. Signorina Chao.
—¿Por negocios?
—Por negocios.
—Papel, decía usted.
—Papel, sí. Papel.
—¿Para vendérselo? ¿Comprárselo?
—No. Para regalárselo.
Esta vez, sin embargo, se le escapa esta respuesta.
Esta respuesta podría suscitar preguntas. En lugar de eso, le sonríen.
—Entonces no son negocios. Es amor.
—Llámenlo como quieran.
Lo dejan pasar".
"En cierto modo, la venta es una operación secundaria, del todo anecdótica incluso.
Pues el maestro Kurogiku no fabrica papel para vivir, sino para satisfacer su pasión.
No fabrica washi para venderlo, sino para plegarlo.
Pues la verdadera pasión en la vida del maestro Kurogiku es el origami".
"—Busco diseñar el mecanismo de un reloj que contenga todas las complicaciones conocidas y por conocer. Quiero…, querría construir un reloj que contenga todas las medidas del tiempo.
—Todas las medidas del tiempo.
—Sí.
—Por qué.
Casparo mira fijamente al maestro Kurogiku. Largo rato.
No se decide a contestar. Abre la boca. La cierra.
Toma aire.
Cuando habla, contesta a la pregunta: por qué querer construir un reloj que contenga todas las medidas del tiempo.
—Porque me tranquiliza. Hago como usted: ocupo mi tiempo en una actividad cuya utilidad nadie ve. Sin duda es lo que se llama una pasión".
"Casparo se detiene un instante, se inclina y la acaricia. Ima mueve la cabeza y ronronea satisfecha. Y después se aleja enseguida. Casparo se vuelve hacia Elsa.
—¿De quién es esta gata?
—De quien se ocupe de ella.
Casparo sonríe. Elsa tiene razón. Tal vez ocurre lo mismo con los hombres. Tal vez los seres y las cosas son de quien se ocupa de ellos".
"El maestro Kurogiku examina el papel, las líneas, las intersecciones y las formas geométricas que han dejado los pliegues.
Pues cada origami deja, en el papel, las líneas de los pliegues cuya composición y estructura son únicas para cada modelo.
Como los cristales, únicos, de un copo de nieve.
Sus huellas dactilares".
"El maestro Kurogiku invita a Casparo a sentarse.
Y le dice:
—No podemos entender hacia dónde vamos si no sabemos de dónde venimos.
Y añade:
—De dónde venimos es extremadamente simple. Pues en el origen no hay nada.
Y:—
Sin embargo, esa nada contiene ya en sí misma las leyes de todo lo que existía cuando nosotros aún no estábamos aquí, de todo lo que existe ahora cuando estamos aquí y de todo lo que existirá mañana cuando ya no estemos aquí.
Y:—
De la misma manera que una hoja de papel que aún no ha dado ninguna forma contiene ya en sí misma todos los pliegues necesarios para realizar un origami.
Y: —Las reglas del origami son sencillas. Lo mismo ocurre con las reglas del universo, contenidas todas en unas pocas leyes. Que nadie hasta ahora ha conseguido unificar. Pero están ahí. Existen. Vemos y sentimos todos sus efectos. Pero no tenemos acceso a sus fórmulas.
Y:—
Así que eso.
Silencio.
Casparo dice:
—¿Cómo que eso?
—Eso es lo que hago.
—Sigo sin entenderlo, maestro Kurogiku".
"El maestro Kurogiku piensa: «Es hora. De verdad es hora».
El maestro Kurogiku mira a Casparo.
—Vine aquí en busca de una mujer.
—¿La encontró?
—No.
—¿Cómo se llama?
—Lo ignoro. Yo la llamo signorina Chao.
—¿Una japonesa en Italia?
El maestro Kurogiku mira a Casparo.
—No. Una italiana en Japón".
"—De verdad lo dejó todo por una mujer.
El maestro Kurogiku calla. Mira a Casparo y dice:
—Hágase una única pregunta: dejar qué.
—Pues todo lo que tenía".
"El maestro Kurogiku calla. Más tiempo. Cierra los ojos. Respira. Y dice:
—De qué sirve tener si nos falta ser".
Jean-Marc Ceci
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