"—¿Tiene algo que celebrar?
—Sí. Nuestro encuentro.
—No era necesario. No es tan importante.
—Para usted, puede que no. Para mí sí lo es.
—Ah, vale.
—Es el principio de una amistad".
"Debíamos de estar a medio camino cuando Pétronille me anunció que iba a ponerse a orinar allí mismo, entre dos coches aparcados.
—¿No podría esperar a llegar al Gymnase? —protesté—. Sólo faltan treinta metros.
—Demasiado tarde. Cúbrame.
Pánico. ¿Cuál debía ser mi papel? Estaba oscuro y nublado. No se veía nada a veinte metros sobre la acera de la rue Huyghens. En aquella atmósfera digna de Macbeth, yo tenía que proteger la intimidad de una joven que por razones que en parte se me escapaban había leído todas mis novelas.
Agucé el oído para escuchar eventuales pasos; sólo percibí el ruido de un pipí que parecía decidido a no terminar nunca. Mi corazón latía muy fuerte.
Imaginaba un discurso en el supuesto de que apareciera algún transeúnte:
«Perdóneme, señor, señora, mi amiga ha sucumbido a una urgente necesidad, no le falta mucho, ¿podría, si no es mucho pedir, esperar un momento?»".
"—Venga, es usted joven y famosa, la invitan a todas partes.
—¿Joven? Tengo treinta y cuatro años.
—Vale, es usted vieja y famosa".
"La realidad siempre se apresura a demostrarnos hasta qué punto carecemos de imaginación".
"—¿Qué es esa cosa?
—Soy yo.
Silencio, seguido de:
—De acuerdo. Es más grave de lo que imaginaba.
—Si quiere, voy a cambiarme.
—No, no. Si enciendo la luz, ¿se quemará?
—Por favor".
"—¿Nos tuteamos? —sugirió, tomando un sorbo de cerveza.
—¿Por qué?
—Hemos dormido en la misma cama, la he visto en pijama naranja, estamos compartiendo un fish and chips. Es extraño que sigamos tratándonos de usted".
"—Hasta que llegaste tú, me pareció el purgatorio.
—¿Y desde que llegué?
—El infierno.
Soltó una de sus grandes carcajadas.
—Tienes razón, lo hemos pasado muy bien".
"En el fondo tenía razón. Hay que forzar el destino. Si de mi capacidad de iniciativa dependiera, en la vida nunca ocurriría nada".
"—Con cuatro años, esquiaba muy bien.
—Sí. Ganaste tu copa de honor en el parvulario. Estoy impresionada.
—Es como ir en bicicleta, nunca se olvida.
—Claro que sí.
—Creo en el genio de la infancia".
"En la cima de la alegría, la imité. Dos metros más lejos, me desplomé. Me levanté inmediatamente y me lancé, para, al cabo de un segundo, volver a caer. Aquel juego se reprodujo quince veces seguidas. Pétronille había tenido tiempo de tomar el remonte y regresar a mi lado.
—Parece que el genio de la infancia no funciona demasiado bien.
¿Quieres que te enseñe?
—¡Déjame tranquila!
Menos de diez minutos más tarde, ella había bajado rápidamente, vuelto a subir, y estaba otra vez a mi lado, y yo me seguía cayendo cada cinco segundos.
—Tenemos un problema —dijo ella—. Vas a necesitar a un monitor muy paciente.
Rompí a sollozar.
—Y a un psiquiatra —añadió".
"—¿Esto es legal? —volvió a preguntar Pétronille.
—Lo que nunca se ha hecho no es ni legal ni ilegal —zanjé en tono categórico".
"—¡Voy a exprimir al máximo esta cláusula de anulación!
Llamó al microscópico número indicado y no necesitó fingir para hablar con voz de asmática.
—Es frecuente morir de un ataque de asma —oí que decía.
Cuando colgó, me anunció que la ambulancia estaba al llegar.
—¿Vas al hospital? —pregunté.
—No. Volvemos a París, tú y yo. Tú eres mi acompañante, es legal.
—¿Volvemos a París en ambulancia?
—Sí —dijo ella con orgullo—. No sólo te ahorraré una importante suma de dinero sino que, además, será mucho más rápido. Hagamos las maletas.
La sirena de la ambulancia no tardó en oírse. La ley exigía que Pétronille entrara en camilla. No se hizo de rogar".
"Tengo una larga experiencia en materia de separaciones, y sé mejor que nadie el peligro que entrañan: separarte de alguien prometiendo que volveréis a veros es el presagio de las cosas más terribles. El caso más habitual es que no vuelvas a ver nunca más al individuo en cuestión. Y ésa no es la peor de las eventualidades. La peor consiste en volver a ver a la persona y no reconocerla, ya sea porque ha cambiado mucho, ya sea porque entonces descubres un aspecto increíblemente desagradable que ya debía de existir antes pero que habías logrado ignorar en nombre de esa extraña forma de amor tan misteriosa y peligrosa y en la que siempre se nos escapa todo lo que está en juego: la amistad".
"Los grandes sentimientos necesitan combustible".
"Accesoriamente, continuaba siendo escritora y ser humano. Así que continué escribiendo y viviendo".
"Mi madre, que es incapaz de no deformar un título, felicitó a la invitada por Que la fuerza te acompañe.
—¿Lo has leído, mamá? —le pregunté en voz baja.
—Sí. No he entendido de qué trata, pero me ha parecido muy hermoso".
"Por más que sé que escribir es peligroso y que al hacerlo pones en riesgo tu vida, siempre acabo cayendo en la trampa".
Amélie Nothomb
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