La hacha:
"Vaya accidente más estúpido, ¿verdad? Se cayó de la cama mientras dormía y cayó sobre esta hacha".
"¿Quiere hacer una llamada? ¡Ah, sí! A la ambulancia, ¿verdad? ¿A la policía? ¿Por qué? Ha sido un accidente. Simplemente se ha caído de la cama sobre un hacha.
Sí, es extraño, pero hay montones de cosas que pasan así, de la
forma más tonta".
"Usted también quiere hacer una llamada. Aquí está el aparato. Va a llamar a la ambulancia para que se lleven el cuerpo, ¿verdad? ¿Cómo que la ambulancia es para mí? No lo entiendo. No estoy herida.
No me he hecho ningún daño, estoy muy bien. La sangre que llevo en el camisón es de mi marido, ha salpicado cuando…".
Un tren hacia el norte:
"—Pero… todo eso, la carta a su madre y a su esposa, el entierro de su padre, ¿cuándo sucedió?
—Sucedió cuando… envenené a mi perro porque no me quería dejar marchar. Se me colgaba de la chaqueta, del pantalón, aullaba cuando me iba a subir al tren. Entonces lo envenené y lo enterré bajo la escultura.
—¿La escultura ya estaba allí?
—No, la hice al día siguiente. Esculpí a mi perro aquí, sobre su tumba. Y cuando llegó el tren para el Norte, lo abracé por última vez y… me quedé petrificado sobre su cuello. No quería dejarme marchar ni estando muerto".
"El anciano sonrió:
—No estoy tan loco como cree. Sé muy bien que no existo, estoy petrificado y acostado sobre el lomo de mi perro. También sé que los trenes ya no pasan por este lugar. También sé que mi padre está enterrado desde hace mucho tiempo y que mi madre, también muerta, ya no me espera en ninguna estación, nadie me espera. Mi mujer volvió a casarse, mis hijos ya son adultos. Soy viejo, señor, muy viejo, mucho más viejo de lo que cree. Soy una estatua, no me iré. Todo esto no es más que un juego entre mi perro y yo, un juego al que hemos jugado durante años, un juego que ganó de antemano en el momento en que lo conocí".
Mi casa:
"Volveré a mi casa, una casa que nunca tuve, o que está demasiado lejos como para que me acuerde, porque aquello no era realmente mi casa, no lo fue nunca".
"Así pasará el tiempo. Y bajo mis párpados pasarán las imágenes del mal sueño que fue mi vida.
Pero ya no me harán daño".
El canal:
"El hombre veía cómo su vida se le iba.
A pocos metros su coche aún ardía".
"—Aun así parecen felices.
—Sus rostros están paralizados en una eterna mueca de cortesía. Pero ¿quién sabe lo que sienten?
—Probablemente tú.
—Yo solo veo el exterior. Observo".
La muerte de un obrero:
"«Cáncer», había dicho el médico, y la pulcritud de tu cama de hospital te horrorizó".
"Por la noche llorabas en silencio, sin sollozos, sin convulsiones, solo lágrimas que rodaban suavemente y sin ruido alguno por la almohada, en la sala común donde la luz verde de las lamparillas marcaba surcos sobre las mejillas y bajo los ojos de los enfermos que tenías al lado.
No, no estabas solo.
Erais seis o siete al borde de la muerte.
Igual que en la fábrica. Tampoco estabas solo, erais veinte o cincuenta haciendo el mismo gesto un día tras otro".
El escritor:
"Por desgracia el tema tarda en aparecer y la soledad me pesa cada vez más, el silencio me rodea, el vacío se propaga, y eso que mi casa no es muy grande.
Pero esas tres cosas horribles —la soledad, el silencio y el vacío— revientan el techo, estallan hasta las estrellas, se extienden hasta el infinito y ya no sé si es lluvia o nieve, foehn o monzón.
Y grito:
—Lo escribiré todo, todo lo que se puede escribir.
Y una voz me responde, irónica, aunque por fin hay una voz:
—De acuerdo, chaval. Todo, pero nada más, ¿eh?".
La casa:
"Sonreía pero sus ojos estaban vacíos.
Unos días más tarde se fue sin decir nada a nadie".
"—Una carta para usted, señor.
Abrió la carta en el ascensor.
«¿Por qué te fuiste?».
Un shock. Las casas no escriben cartas. Era su mujer"-
No importa:
"—¿Y mañana? ¿Te levantas, adonde vas?
—A ninguna parte. Aunque quizá sí vaya a algún lugar.
No importa, de todos modos no se está bien en ninguna parte".
El buzón:
"Esa es la carta que he recibido de mi padre después de treinta años de espera.
Y está seguro de que iré a su despacho el próximo 2 de mayo a las tres de la tarde lleno de alegría.
El 2 de mayo es dentro de diez días.
Esta noche estoy sentado en un aeropuerto y espero un avión para Asia.
¿Por qué Asia?
Podría ser a cualquier sitio con tal de que mi «padre» no pueda encontrarme".
Los números incorrectos:
"También veo que tiene unos hermosos ojos tristes con una especie de soledad en el fondo, y me dan ganas de ir hacia ella pero no acabo de decidirme porque me he puesto la ropa vieja de terciopelo gastado. Voy al servicio, le echo un vistazo al espejo y el pelo castaño me da vergüenza. También me avergüenzo de ese impulso que me ha empujado hacia ella, hacia «sus hermosos ojos tristes con una especie de soledad en el fondo», que no era más que un estúpido capricho de mi imaginación".
"Ella dice:
—¡Marcel!
El contesta:
—¿Por qué no me has llamado?
—Creo que entendí mal un número.
—¿Esperas a alguien?
—No, a nadie.
Sin embargo yo existo, estoy aquí, ella me esperaba, pero por suerte soy el único que lo sabe y no hay riesgo alguno de que vaya a decírselo".
La gran rueda:
"Hay alguien a quien todavía no he tenido nunca ganas de matar.
Eres tú".
"Pero a mí me gustas en las horas avanzadas de la noche, cuando estás débil, cuando tropiezas, cuando te encorvas".
"¿De qué podrías tener miedo?
¿De mí?
No soy tu enemigo. Te quiero.
Y nadie más podría hacerte daño.
No tengas miedo. Estoy aquí. Te protejo.
Pero aun así también sufro".
"Las lágrimas —grandes gotas de lluvia— me resbalan por la cara. La noche me oculta. La luna me ilumina. Las nubes me esconden. El viento me desgarra. Siento una especie de ternura por ti. Eso solo me sucede a veces. Muy raramente".
"Tenías miedo de nacer y ahora tienes miedo de morir.
Tienes miedo de todo.
No hay que tener miedo.
Es solo que hay una gran rueda que gira. Se llama Eternidad.
Yo hago girar la gran rueda.
No debes tener miedo de mí.
Ni de la gran rueda.
Lo único que puede dar miedo, que puede hacer daño, es la vida y tú ya la conoces".
Pienso:
"Ahora me quedan pocas esperanzas. Antes buscaba, me desplazaba todo el tiempo.
Esperaba algo. ¿El qué? No tenía ni idea. Pero pensaba que la vida no podía ser solo eso, que era lo mismo que nada, la vida tenía que ser algo, y yo esperaba que ese algo sucediera, incluso lo buscaba".
"No tengo ganas de volver a casa porque el fregadero está atascado, pero tampoco tengo ganas de caminar así que me detengo en la acera de espaldas a un gran almacén, miro cómo la gente entra y sale y pienso que los que salen deberían quedarse adentro y los que entran deberían quedarse afuera, eso ahorraría bastante movimiento y bastante cansancio".
¿Dónde estás, Mathias?:
"El niño lo miraba con sus grandes ojos grises.
—Háblame más —dijo Sandor.
—No, eres tú el que tiene que hablar. No tengo nada que decir. Para mí la vida es bella y simple.
—¿Bella? —dijo Sandor.
—Y simple —dijo el niño.
—Pero ¿qué sabrás tú de la vida? —gritó Sandor con repentina irritación—".
"—La vida estará vacía —piensa—. No me queda nada".
"—Mathias —dijo luego Sandor—, ahora solo puedo quererte a ti, solo quedas tú.
Mathias levantó la mirada hacia Sandor:
—No soy alguien a quien se pueda querer".
Ágota Kristóf
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