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Bienvenida:
"Ahora tú eres la brújula que señala el norte. No hay nada más importante que tú".
"Yo te tenía preparado un nombre y una cuna. Hubiera querido tenerte preparado un mundo mucho mejor que este que te ofrezco... un mundo sin envidias, sin guerras, sin rencores; un redondo y luminoso mundo de paz y trabajo. Un mundo de cocuyos brillantes, de globos de colores, de barriletes y ositos de felpa.
Un mundo en el que nunca tuvieras que derramar una lágrima".
"Estas es mamá, Verónica. Mamá, que hasta ayer nomás jugaba un poco a vivir, jugaba un poco a ser mujer".
Carta:
"Por si no estoy cuando ya sepas leer con los ojos y con el corazón al mismo tiempo".
"Cuando te miro, Verónica, tan chiquita, tan redonda, con tu pelito de seda, haciendo morisquetas frente al espejo, soy feliz... y tengo miedo.
Porque el miedo es un raro ingrediente de la felicidad, sobre todo de esta felicidad mía, tan pulida, tan dulce, tan nueva".
"Para entrar a ese mundo no uses cábalas, no cierres los ojos, pero tampoco los abras con la intención de ver todo lo malo, lo negativo, lo gris.
No cierres tu corazón con siete llaves...".
"Y lleva amor, mucho amor, para los que te amen y para los que te odien.
Porque alguien te va a odiar, no sé quién y no sé por qué... alguien te va a odiar sin motivos para odiarte y el que te odia, Verónica, no es malo... solamente está enfermo".
"Y, al fin, no quiero engañarte, decirte que te dejo en un mundo de rosas, ruiseñores y todas cosas bellas... Pero tú puedes hacer que tu corazón las invente y cuando lo lastime una espina, sepa que detrás de la espina está el maravilloso milagro de una flor.
Tu mamá".
Canción:
"Y me miras y piensas cosas que no me dices y yo adivino a tientas.
No me iré de tu lado, si es lo que te preocupa. ¡Las mamás siempre están al lado de sus nenas! ¡Nunca las dejan solas, ni siquiera... cuando no están con ellas!".
"Despacito, despacito, para no despertarte, me hago un nido a tu lado, y cuando tu cuerpito está quieto y caliente, te doy un beso largo y moroso en la frente y te llevo a tu cama.
La luna se durmió en la ventana".
La fotografía:
"No. Era mentira. Estaban equivocados.
En cualquier momento ibas a aparecer en el vano de la puerta, riéndote, con el cabello rubio y corto, joven, jovencísima y linda, y dirías:
—"Vieron, aquí estoy. ¿Se asustaron mucho? Oh, tontitas... ¡una mamá nunca se va del lado de sus nenas!"
Pero pasaron muchos días y muchas noches y por más que infinidad de veces se me apuró el corazón cuando sonaba el timbre de la puerta de la calle, no volviste.
Y entonces supe que la muerte era una cosa para siempre y que de allí no regresa nadie".
La letra A:
"¿Por qué será que en esos momentos, en vez de ser feliz, de ponerte contenta u orgullosa, se me da por llorar?
—¿No te gustó mamita?
—Sí, me gustó. ¡Viva la nena gorda que escribió una A!
Pero no me gustó.
La "a" en el papel es la puerta redonda por donde comienza a escaparse la infancia.
Y po donde empieza a entrar mi miedo.
Ahora tú eres mi reloj, y las horas pasan muy rápidamente".
"Tú eres mi reloj, quédate quieta.
No, no dejes pasar los segundos porque ellos se devoran los minutos, las horas, los días, los meses...
Quiero que detengas el tiempo en esta hora, que sean hoy las dos y media de la tarde, 14 de mayo de 1967 para siempre.
Con este sol y la ventana abierta y esta paz de domingo. Y con este cansancio divertido de haber dado unas vueltas a la ronda los tres tomados de la mano: tú, papá y yo".
"Haber sufrido tanto... haber buscado tanto... haber aprendido tanto... para llegar a saber que cada uno tiene que lambrar su propia experiencia, que mis lágrimas no evitarán las tuyas, que mi dolor no servirá de barrera a los dolores que te aguardan y que, aunque yo te ame, aunque yo sepa cuál es el camino que debes elegir par ser dichosa y para realizarte... tengo que aprender a callar, a apartarme, a dejar que seas tú misma la que encuentres, aunque antes te equivoques y te golpees muchas veces".
Está aprendiendo:
"Y aunque yo quede aquí —yo y mi contorno material, la parte física de mí, mi parte de mujer— ella tendrá en su ser lo que hay en mí de madre, que es casi todo lo que hay en mí".
Me ha visto llorar:
"¿Ella creció de golpe, o yo me volví chiquita? Bueno, las dos cosas,
Lloré como una niñita que busca amparo y ella trató de ampararme.
Esas lágrimas mías borronearon un poco mi imagen de madre-dios, de todopoderosa. Esas lágrimas mías le han enseñado a mi hija que los héroes a veces tienen miedo, que los grandes no son siempre tan grandes y los pequeños pueden crecer de pronto.
Le dije:
—Gracias, Verónica... qué grande te has vuelto...
Y ella me respondió, riéndose y tocándose la cabeza:
—Pero si todavía no pasé la rayita que mascaste ayer en la pared de mi pieza...".
Un moño para Verónica:
"Y ahora ves, Verónica, como pueden ser terriblemente complicadas las cosas que parecen simples y superficiales".
Mamá es el sol:
"Una frase tan sólo:
MAMÁ ES EL SOL.
¿Se dan cuenta? Mamá es el sol.
Yo el sol. La fuente de la vida. El motor de las rosas, La pulpa de las frutas. ¡El sol!
Lo leía en su cuaderno de dibujos colorinches y letras que parecen cucarachas de distintos tamaños. Lo leí, y los ojos se me llenaron de lágrimas.
No era un dictado, ni una copia del pizarrón, sino su primer pensamiento en libertas vertido en un renglón blanquito y tieso".
Tan parecida a vos:
"—Dicen los chicos —te referís a tus primos— que el abuelo está en un cajón, en una casita, en el cementerio. Entonces no está en el cielo...
—El cuerpo del abuelo está ahí donde dicen los chicos. Pero el alma está con Dios.
—¿Qué es el alma?
—El alma no se ve... es... lo que nos hace tener sentimientos, amar...
—¿Y cómo no se ve?
—El aliento tampoco se ve, pero existe. El alma es como el aliento. Mirá —y exhalé una bocanada de aire.
—¡Cuidado, mamá! —gritaste, carita de miedo—. A ver si se te va el alma al cielo y te quedas como el abuelo.
—No, sonsa —te besé la punta de la nariz y los mofletes".
El loco que dice buen día:
"Cuando el hombre se alejó, vos me preguntaste:
—¿Por qué le dicen loco, mamá?
—Porque... porque no lo comprenden.
—A mí me parece más loco aquel señor que va con sombrero y traje negro en un día tan lindo.
—A mí también, Verónica".
"Tenés razón. Claro que tenés razón.
¿Cómo va a ser un loco un hombre que regala flores y saluda por las calles, cómo va a ser loco un hombre que ama a los viejos, a los jóvenes, a los niños, a los perros, a los gatos, suelta los pájaros de las jaulas y sonríe porque el sol es redondo y amarillo?
Locos... somos los otros: los que miramos con angustia los relojes, los que estrechamos las manos de quienes no nos muestra su documento de identidad y no tienen bien lustrados los zapatos, los que ponemos un vidrio de distancia entre nosotros y los demás... con la excusa de protegernos. Bah, por temor a darnos, a amar, a que nos llamen locos".
Un modo de quedarme:
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"Porque morir, ¡Dios mío!, morir del todo y para siempre, es una carga enorme que vengo soportando desde que supe que la muerte es la estación final de los caminos.
Siempre con este miedo garabateándome el alma".
"Soy un manantial y un caramelo.
Soy una primavera constante que florece cada mañana, cuando ella abre los ojos y busca mi pecho para estrechar sus "buenos días, mamá".
Soy la vida que generó la vida.
Soy su vida y mi vida abrazadas en una sonrisa.
Y soy un miedo lejano, tan lejano... que es casi el recuerdo viejo, ajado, solitario, perdido en un país desconocido.
Ya no me importa pronunciar la palabra que quiere decir FIN. Porque soy el principio, el PRINCIPIO de la eternidad".
El corazón del mundo:
"¡Qué si me acuerdo de vos cuando trabajo!
Verónica: el corazón de los hijos puede latir sin que la mano de mamá le dé cuerda.
Pero el corazón de las mamás no puede latir si no le da cuerda el amor de los hijos. Y sí vos me extrañas, si vos pensás en mí cuando estás en la escuela, mi corazón crece, crece, se hace de magia y canto, y es más que todo: el corazón del mundo".
Poldy Bird
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