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"SEAS quien seas, vivas donde vivas y te persiga quien te persiga, tanta importancia tendrá a menudo lo que leas como lo que no leas".
"—A nosotros nos da igual no salir en la prensa contestó Klaus—. Además, los Quagmire son trillizos, no gemelos.
—El fallecimiento de su hermano altera su identidad —replicó el señor Poe contundente—, pero no tengo tiempo para discutir esas cosas. Tenemos que encontrar...".
"—Poe al habla —contestó por el auricular—. No. No. No. Sí. Sí. Sí. No me importa. Adiós —el señor Poe colgó, tosió en su pañuelo blanco, se limpió la boca con él y se volvió de nuevo a los niños—. Bien, esta llamada telefónica ha resuelto todos vuestros problemas —dijo sin más.
Los Baudelaire se miraron. ¿Habían detenido al conde Olaf? ¿Habían rescatado a los Quagmire? ¿O acaso se había inventado el modo de regresar al pasado y habían rescatado a sus padres de aquel pavoroso incendio? ¿Cómo era posible que todos sus problemas se resolvieran con la llamada telefónica de un banquero?
—¿Plinn? —quiso saber Sunny.
El señor Poe sonrió.
—¿Conocéis el aforismo «Para criar a un niño hace falta todo un pueblo»?
Los niños se miraron de nuevo, un tanto desesperanzados. La cita de un aforismo, al igual que el ladrido de un perro o el olor a brócoli podrido, rara vez indica que vaya a ocurrir nada bueno. Un aforismo no es más que una serie de palabras ordenadas de modo que suenen bien, pero suelen pronunciarse como si transmitieran un mensaje enigmático y lleno de sabiduría".
"—Pero ¿qué significa VFD? —preguntó Violet.
—La Villa de la Fabulosa Desbandada —aclaró Héctor—. En memoria de la primera vez que vieron a los cuervos alzar el vuelo. En este pueblo todos son muy amantes de las aves...
—¿Ése es el secreto de las siglas VFD? —interrumpió Klaus—. ¿La Villa de la Fabulosa Desbandada?
—¿El secreto de las siglas? —inquirió Héctor—, no es ningún secreto. Todo el mundo sabe lo que significan esas siglas".
"Héctor se disponía a abrir la puerta de su casa, pero se detuvo un momento y dirigió una mirada extraña a los Baudelaire: —¿Has dicho poeta? ¿Y qué clase de poesía escribe?
—Hace pareados —respondió Violet.
Héctor les dirigió una mirada aún más extraña. Dejó en el suelo el equipaje de los niños y hurgó en el bolsillo de su pantalón de peto.
—¿Pareados? —repitió.
—Sí —afirmó Klaus—. Versos rimados de dos líneas.
Héctor les dirigió una de las miradas más extrañas que jamás les habían dirigido y, acto seguido, sacó la mano del bolsillo y les mostró un papel enrollado en forma de diminuto cilindro.
—¿Algo así? —preguntó, desenrollando el diminuto cilindro.
La luz mortecina del crepúsculo obligó a los Baudelaire a forzar la vista para leer lo que allí había escrito, y una vez leído, volvieron a leerlo, por si la luz les había gastado una mala pasada y aquellos versos, escritos con trazos poco firmes pero con una caligrafía familiar, de verdad decían lo que sus ojos creían haber leído: Son los zafiros la causa de nuestro sinvivir.
Un horror que sólo vosotros podéis concluir".
"LOS hermanos Baudelaire clavaron los ojos en el papel, luego en Héctor y de nuevo en el trozo de papel. Después clavaron los ojos en Héctor otra vez, luego en el papel, luego en Héctor una vez más, de ahí volvieron al papel, del papel a Héctor y así una y otra vez. Se habían quedado con la boca abierta, como si fueran a decir algo, pero no encontraban las palabras para expresarse.
La expresión «quedarse estupefacto» se emplea cuando se recibe una sorpresa tal que la cabeza nos da vueltas, nos tiemblan las piernas y se nos electriza el cuerpo entero, como si de repente cayera un rayo del cielo azul y despejado y nos partiera en dos. A menos que seas una bombilla, un electrodoméstico o un árbol harto de la posición vertical, no es nada agradable que un rayo te fulmine, y los Baudelaire, estupefactos en los peldaños que conducían a la vivienda de Héctor, tuvieron la desagradable sensación de que la cabeza les daba vueltas, las piernas les temblaban y el cuerpo se les electrizaba.
—Caray, chicos-dijo Héctor—. Nunca había visto caras de estupefacción semejantes. Vamos, entrad y sentaos. Ni que os hubiera partido un rayo".
"—El mensaje es el siguiente —dijo la tercera anciana, mientras inclinaba la cabeza hacia ellos de tal modo que pudieron observar todas y cada una de las plumas de fieltro que adornaban su chistera —cuervo—: El conde Olaf ha sido detenido.
Los Baudelaire se quedaron estupefactos, como si el cielo hubiera descargado un nuevo rayo sobre ellos".
"AUNQUE «precipitarse al sacar una conclusión» es una expresión más que una acción, resulta tan peligroso como precipitarse al vacío o como precipitarse a subir a un tren en marcha. Si te precipitas al vacío, hay muchas probabilidades de que el aterrizaje sea doloroso, a menos que haya algo debajo que amortigüe tu caída, como una masa de agua o una enorme montaña de pañuelos de papel. Si te precipitas a subir a un tren en marcha, tienes también muchas probabilidades de que la travesía resulte dolorosa, a menos que vayas vestido con un traje a prueba de subida a trenes o algo semejante. En resumidas cuentas, que siempre que se trate de precipitarse, es mejor hacerlo en un lugar seguro o no moverse del sitio. Por otra parte, es difícil no precipitarse cuando se sacan conclusiones precipitadas, y es imposible hacerlo en lugar seguro, pues «sacar conclusiones precipitadas» significa precisamente que uno da algo por cierto, aun sin saber si ese algo es cierto o no. Al recibir la noticia de la detención del conde Olaf, los Baudelaire se precipitaron al concluir que era cierta".
"TOMAR en consideración una idea, al igual que tomar en consideración a un primo de corta edad o a una jauría de hienas, es algo que hay que tomar muy en serio. Si a ese primo no se le toma en consideración, puede que el pequeño se aburra y acabe decidiendo dar un paseo por ahí y tirarse por un pozo. Y si nos negamos a tomar en consideración a una jauría de hienas, quizás éstas se pongan nerviosas y decidan devorarnos. Pero para no tomar en consideración una idea —frase un tanto ampulosa que viene a decir lo mismo que no tenerla en cuenta— hay que ser mucho más valientes que para enfrentarse a una simple jauría de animales sedientos de sangre o a unos padres molestos porque acaban de encontrar a su hijo querido en el fondo de un pozo, pues cuando a una idea no se la toma en consideración, no se sabe hasta dónde puede llegar, sobre todo si la idea la ha tenido un ser vil y siniestro".
"Violet dejó escapar un bostezo.
—Hablando de poesía, ¿por qué no comentamos los poemas de Isadora? Aún no hemos averiguado dónde tienen escondidos a los Quagmire; además, si hablamos, nos será más fácil mantenernos despiertos.
—Buena idea —dijo Klaus y recitó los pareados de memoria: Son los zafiros
la causa de nuestro sinvivir.
Un horror que sólo vosotros podéis concluir.
Recordad que sólo al alba podemos hablar.
Triste pico este que sellado ha de estar.
Id leyendo y analizando estas listas.
De manera inicial llegan nuestras pistas".
"—No podíamos dejaros aquí tirados —dijo Klaus—. Ni siquiera se nos pasó por la cabeza esa idea.
Isadora sonrió, dio una palmadita a Klaus en la mano y continuó:
—Mientras intentábamos ponernos en contacto con vosotros, Olaf ideó un plan para hacerse con vuestra fortuna, a la vez que se deshacía de un antiguo enemigo.
—Te refieres a Jacques —dedujo Violet—. La primera vez que lo vimos, en el Consejo de Ancianos, intentó decirnos algo. ¿Por qué llevaba el mismo tatuaje que Olaf en el pie? ¿Quién era?
—Su nombre completo —respondió Duncan, hojeando su libreta— es Jacques Snicket.
—Ese nombre me suena —observó Violet.
—Claro —dijo Duncan—. Jacques Snicket es hermano del señor que...
—¡Ahí están! —gritó una voz".
Lemony Snicket
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