"Este señor, cuyo patronímico es tan complicado que ni siquiera consigo copiarlo, está enojado conmigo, a juzgar por sus breves líneas manuscritas:
Para Amélie Nothomb
Sí, ya lo sé, le importa un bledo.
Firma
11/7/2003".
"La campeona del estómago vacío es China. Su pasado es una sucesión ininterrumpida de catástrofes alimentarias con muertos a espuertas.
La primera pregunta que un chino le hace a otro chino siempre es: «¿Has comido?»".
"¿Existe una civilización más brillante, más ingeniosa? Los chinos lo han inventado todo, pensado todo, entendido todo y se han atrevido a todo. Estudiar China equivale a estudiar la inteligencia".
"El hambre es deseo. Es un deseo más amplio que el deseo. No es voluntad, que es una forma de fuerza. Tampoco es debilidad, ya que el hambre no conoce la pasividad. El hambriento es un ser que busca".
"Los seres que nacieron saciados —hay muchos— nunca conocerán esa angustia permanente, esa espera activa, esa febrilidad, esa miseria que despierta día y noche".
"El hombre se construye a partir de lo que ha conocido en el transcurso de los primeros meses de vida: si no ha experimentado hambre, será uno de los raros elegidos, o de esos raros malditos que no edificarán su existencia en torno a la carencia".
"«Demasiado dulce»: la expresión me parece tan absurda como «demasiado bonito» o «demasiado enamorado». No existen cosas demasiado hermosas: sólo existen percepciones cuyo apetito de belleza es mediocre. Y que no me vengan con el barroco opuesto a lo clásico: aquellos que no ven la sobreabundancia que explota en el mismísimo corazón del sentido de la medida tienen una percepción muy pobre".
"El enfermo era aquel que tenía dificultades para decir algo. Su cuerpo hablaba en su lugar en forma de enfermedad. Una idea fascinante, que sugería que si uno conseguía decir, dejaría de sufrir".
"Vivir en el extranjero era una enfermedad respiratoria".
"En el Liceo Francés de Nueva York se produjo un fenómeno inquietante: diez chicas se enamoraron de mí. Y yo sólo estaba enamorada de dos de ellas. Se trataba de un problema matemático".
"Un día, un responsable del Liceo telefoneó a mi madre.
—Su hija tiene un cerebro superdesarrollado.
—Lo sé —dijo mamá, a quien esa clase de comentarios no conmovían lo más mínimo.
—¿Cree usted que sufre por ello?
—Mi hija nunca sufre —dijo ella rompiendo a reír.
Colgó. Al otro lado del hilo, el buen hombre debió de pensar que pertenecía a una familia de perturbados mentales".
"Cogí la mano helada de Inge y arrastré su cadáver hasta el apartamento.
La joven se derrumbó sobre el sofá.
Durante horas estuvo repitiendo, alelada:
—¿Por qué he dicho que no? ¿Por qué he dicho que no?
La primera pregunta que le hice fue:
—¿Por qué has dicho que no?
—No lo sé.
Mi madre acudió en nuestro auxilio. En pocas palabras convulsivas, volvió a describir el drama.
—¿Por qué ha dicho que no, Inge?
—No lo sé.
No lloraba. Estaba muerta".
"—¿Qué era pues?
—Era la voz de la desgracia. Era el destino.
—Venga, Inge, ¡menuda tontería!
—No, señora.
—¿Quiere que vaya a decírselo yo?
—Ni se le ocurra, señora.
—Su historia es para darse con la cabeza contra la pared, Inge.
—Es la vida".
"Aquella noche descubrí algo terrible: uno puede echar su vida por la borda por culpa de una sola palabra".
"Inge no tardó en ser despedida de su agencia de modelos.
—Es usted demasiado infeliz para ser hermosa —le dijo secamente el reclutador".
"Me colgué de su cuello.
—Mamá, quiéreme.
—Te quiero.
—Quiéreme más.
—Te quiero muchísimo.
—Quiéreme todavía más.
—Te quiero tanto como pueda uno llegar a querer a su hijo.
—¡Quiéreme más que todo eso!
De repente, mi madre vio al monstruo que se abrazaba a ella. Vio al ogro que había criado, vio el hambre personificada, con sus ojos gigantescos, que exigían una satisfacción fuera de toda norma.
Inspirada sin duda por las fuerzas oscuras, mi madre pronunció unas palabras en las que algunos verían crueldad, pero que eran de una firmeza indispensable y que, en adelante, desempeñarían un papel capital en mi existencia:
—Si quieres que te quiera un poco más, sedúceme.
Aquella frase me indignó. Rugí:
—¡No! ¡Tú eres mi madre! ¡No tengo que seducirte! ¡Tú tienes que quererme!
—Eso no existe. Nadie tiene que querer a nadie. El amor, uno se lo gana".
"—La vida continúa —dijo".
"Mi madre hacía lo posible por tranquilizarme. —La gente escribe poco. No significa que te olviden o que te quieran menos".
"Alrededor no había nada. Nos sentamos sobre una piedra.
—¿Quieres ver a los leprosos? —le pregunté a Juliette.
—¿Estás mal de la cabeza?
—¿Y qué vamos a hacer?
—Buena pregunta.
—En tu opinión, a los muertos, ¿dónde los meten?
—Los entierran, supongo.
—Voy a buscarlos.
—Estás loca".
"La lectura fue nuestra tabla de salvación. Era el reino de la crueldad, de la lucha por la supervivencia".
"A los quince años y medio, una noche, sentí que la vida me abandonaba. Me transformé en un frío absoluto.
Mi cabeza aceptó.
Entonces ocurrió algo increíble: mi cuerpo se rebeló contra mi cabeza. Rechazó la muerte.
A pesar de los gritos de mi cabeza, mi cuerpo se levantó, fue a la cocina y comió.
Comió entre lágrimas, ya que mi cabeza sufría demasiado a causa de lo que estaba haciendo".
"La anorexia me había servido de lección de anatomía. Conocía ese cuerpo que había descompuesto. Ahora se trataba de reconstruirlo".
Amelie Nothomb
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