"Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste. Junto con las lágrimas, mis emociones se habían ido deslizando hacia alguna parte".
"Al volverme, vi cómo al otro lado del guardarraíl se extendía un océano invernal. Sereno y tranquilo, un mar de un color azul brillante. Todo cuanto veía me llenaba de nostalgia. Cerré con firmeza la tapa de mi corazón y le di la espalda al mar".
"La nieve del bosque se hizo más profunda. Las ramas quebradas y los duros tocones hacían que andar me resultara más difícil de lo que había supuesto. De repente, un pájaro levantó el vuelo de entre los árboles con un chillido agudo. Me detuve y agucé el oído. No oí nada más. Era como si no quedara nadie en este mundo".
"«¡Ojalá el sueño fuera realidad y la realidad fuese un sueño!», pienso. Pero es imposible. Por eso, al despertarme, siempre estoy llorando.
No es porque esté triste. Es que, cuando regreso a la realidad desde un sueño feliz, me topo con una fisura que me es imposible franquear sin verter lágrimas. Y eso, por más veces que me ocurra, siempre es así".
"Sólo cuatro meses. Sucedió en el tiempo en que una estación da paso a la otra.
Una chica se fue sin más de este mundo. Un hecho insignificante, sin duda, si a ella la consideras uno entre seis mil millones de seres humanos. Pero yo no estoy con esos seis mil millones. A mí, una sola muerte me ha despojado de todas mis emociones".
"—Oye, Matsumoto, tú, de nombre, te llamas Sakutarô, ¿verdad? —me preguntó de repente Ôki, que había estado todo el rato hablando con Aki.
—Pues sí —dije yo, volviéndome desde donde estaba, junto a la ventana.
—No pasa mucho, ¿eh? —dijo.
—¿No pasa mucho el qué?
—Quiero decir que a ti lo de Sakutarô te viene por Sakutarô Hagiwara[2], ¿no es verdad?
No respondí.
—¿Sabes cómo me llamo yo, de nombre?
—Sí. Ryûnosuke.
—Pues eso. Por Ryûnosuke Akutagawa[3].
Por fin comprendí de qué me estaba hablando.
—Quiero decir que tanto tus padres como los míos están chalados por la literatura —afirmó con aire satisfecho".
"Por primera vez en mi vida escribí una postal pidiendo una canción, y fue para Aki. No sé qué me
impulsó a hacerlo. Quizá lo hice porque salía con aquel chico de bachillerato.
Posiblemente tuviera algo que ver con los problemas que ella me había ocasionado.
Pero, más que nada, creo que aquélla era la primera manifestación de un amor del que yo todavía no tenía conciencia".
"—Saku-chan.
La primera vez que Aki me llamó así, me tragué de golpe el helado que tenía medio derretido en la boca.
—¿A qué viene que me llames así, por las buenas?
—Tu madre siempre lo hace, ¿no, Matsumoto? —me dijo Aki sonriendo.
—Pero tú no eres mi madre.
—Pues yo ya lo he decidido. A partir de ahora voy a llamarte Saku-chan.
—¿Podrías hacerme el favor de no hacer y no decidir estas cosas por tu cuenta?
—Pues, mira. Yo ya he tomado una decisión.
Y así fue como Aki empezó a decidirlo completamente todo, hasta que dejé de saber quién era yo".
"Tras graduarnos en secundaria, ya en el instituto, volvimos a ir a la misma clase.
En aquella época, mi amor por Aki era ya imposible de ocultar. Era tan obvio que estaba enamorado de ella como que yo era yo. Si alguien me hubiese preguntado: «A ti te gusta Hirose, ¿verdad?», seguro que le habría respondido: «¡No me digas! ¡Pues claro!». Así lo sentía yo".
"«Posiblemente, en la vida nos ocurra lo mismo», pensé unos años más tarde.
«Una vida solitaria se hace larga y tediosa. Sin embargo, cuando la compartes con la persona amada, en un santiamén llegas a la bifurcación donde tienes que decirte adiós»".
"—¿Y qué pasó? —le pregunté bebiendo una lata de café.
—A mí me llamaron a filas y pasé muchos años en el ejército —prosiguió mi abuelo—. No imaginaba que volviéramos a vernos jamás. Creía que ella moriría mientras yo estaba en el frente, y tampoco yo esperaba sobrevivir, la verdad. Así que, cuando nos separamos, nos juramos unirnos en el otro mundo —dijo espaciando las palabras y con la mirada perdida en la distancia—. Sin embargo, la fortuna es irónica y, al acabar la guerra, los dos seguíamos con vida. Cuando piensas que el futuro no es posible, es sorprendente lo puro que te vuelves, pero, al encontrarte vivo, renacen los deseos".
"—¿Y qué pasó entonces?
—Pues que se casó. Y yo me casé con tu abuela y nació tu padre. Que, por cierto, es un cabeza cuadrada que…
—Volviendo a lo nuestro, ¿entonces tú te resignaste? ¿Olvidaste a la chica?
—Ésa era mi intención. Y creo que ella, por su parte, pensaba lo mismo que yo.
El destino no había querido que nos uniésemos en este mundo.
—Pero no pudiste sacártela de la cabeza, ¿verdad?
—Mi abuelo achicó los ojos y me clavó la mirada en el rostro, como si estuviera tasándomelo. Al fin, abrió la boca y dijo:
—Ya te hablaré de ello en otra ocasión. Cuando seas un poco mayor, Saku".
"—O sea que tu abuelo siguió pensando en ella durante toda su vida —repuso Aki.
Me pareció que tenía los ojos humedecidos.
—Eso parece —asentí yo con sentimientos encontrados—. Por lo visto, no pudo sacársela nunca de la cabeza.
—Y ella tampoco pudo olvidar a tu abuelo.
—Un poco raro, ¿no?
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? Pues porque transcurrió medio siglo. Y lo normal es que, con el tiempo, se produzcan algunos cambios, ¿no?
—¿Y tú no encuentras maravilloso que dos personas sigan enamoradas durante cincuenta años? —dijo Aki con aire soñador".
"—Pero eso es adulterio, ¿no? —dije planteando la cuestión crucial.
—Para nada. Eso es amor puro —me contradijo Aki de inmediato.
—Pero tanto mi abuelo como aquella mujer estaban casados.
Ella reflexionó unos instantes.
—Desde el punto de vista de sus respectivas parejas tal vez fuera adulterio, pero,
desde su propio punto de vista, aquello, sin duda, era amor puro".
"—¿Qué hacemos?
—Ante todo, rezar.
Mientras yo me decía que era muy extraño ponerse a rezar cuando vas a profanar una tumba".
"Estuvo hurgando un rato en su interior hasta que me devolvió la linterna y extrajo cuidadosamente con ambas manos una urna parecida a un tarro de ciruelas encurtidas. Yo observaba sus acciones en silencio. Mi abuelo comprobó el nombre escrito en el culo de la urna bajo el haz de luz de la linterna. Luego, sacó el cordón que colgaba de la urna y la abrió despacio. Dentro debían de estar los pequeños fragmentos de hueso. Transcurrió mucho tiempo.
«¡Abuelo!» Cuando al fin me decidí a llamarlo, me di cuenta de que sus hombros temblaban ligeramente bajo la luz de la luna.
Mi abuelo cogió sólo un pellizco de cenizas y lo metió dentro de una cajita de paulonia que tenía preparada. La cantidad era tan modesta que me entraron ganas de decirle: «¡Con el trabajo que nos ha costado, bien podías coger un puñado, hombre!»".
"Mi abuelo reflexionó unos instantes.
—Lo dejo en tus manos —dijo—. Confío en tu buen sentido.
—¡No, por favor! Dame al menos una idea ¿Mar, montaña o cielo?
—Pues, quizá el mar. Sí, mejor el mar.
—¿El mar?
—Sí, pero no quiero que el agua esté sucia.
—Vale. Esparciré las cenizas en algún lugar donde el agua esté limpia.
—No, espera un momento. En el mar, la corriente las dispersará enseguida.
—Sí, puede pasar.
—Pues, entonces, quizá la montaña. Sí, mejor la montaña.
—¿La montaña?
—Pero, te lo ruego, que sea un sitio que todavía no esté explotado por el hombre.
—De acuerdo. Las esparciré donde apenas llegue nadie.
—Y estaría muy bien que hubiese flores silvestres por allí cerca.
—¿Flores silvestres?
—Es que a ella le gustaban mucho las violetas.
Me crucé de brazos y clavé la mirada en el rostro de mi abuelo.
—Estás haciendo un encargo en toda regla, ¿eh?".
"—¡Qué historia tan bonita!
—Pues a mí me parece que, si tanto quiere unirse a ella, podría comérselos.
—¿Los huesos?
—Seguro que tienen un montón de calcio".
"En el preciso instante en que desaparecían las últimas luces del cielo, nos dimos un beso. Nuestros ojos se encontraron, se produjo un acuerdo invisible y, antes de que nos diéramos cuenta, habíamos unido nuestros labios".
"Permanecí largo tiempo contemplando el desierto. Alrededor del hotel se alzaban unos altos eucaliptos que parecían sauces y crecía, aunque rala, la hierba. Pero, más allá, no había nada. Y la mirada, al no topar con ningún obstáculo, se prolongaba hasta el infinito, perdiéndose en el camino de vuelta".
"Con la muerte de Aki, el mundo entero se había convertido en un desierto. Ella había huido. Al punto más recóndito del fin del mundo. Y las huellas de mis pies, que corrían en pos de ella, habían sido barridas por el viento y la arena".
"Pero Aki no estaba en esta conversación. Así que tampoco yo estaba. Igual que ahora, que tampoco estoy aquí. Es como si me hubiera metido por azar en un lugar que no es pasado ni presente, ni vida ni muerte. No sé cómo he venido a parar aquí.
Pero aquí estoy. Yo, que no sé quién soy, en un lugar que no sé dónde está".
"La muerte era algo que sólo les ocurría a los ancianos. Había estado enfermo algunas veces, por supuesto. Me había resfriado, me había hecho daño. Pero la muerte era otra cosa. La muerte era algo que te llegaba al final, tras haber vivido unas decenas de años y haber ido envejeciendo poco a poco. Un largo camino blanco que se extendía en línea recta hasta desaparecer en la distancia en medio de una luz cegadora. Hay quien llama a esto «la nada», pero nadie la ha visto. La muerte era eso".
"De vez en cuando, en algún paraje desierto, nos besábamos rozándonos sólo los labios. Nos gustaba darnos un beso rápido, a escondidas. Yo me sentía como si me hubiera tocado, a mí solamente, la parte más deliciosa del fruto que me ofrecía el mundo".
"Ella entrecerró los ojos, mirándome con extrañeza.
—¿En qué estás pensando?
—En nada en especial. Sólo me estaba preguntando qué piensan tus padres de mí.
—¿Que qué piensan mis padres de ti?
—Sí. Si me ven como el futuro marido de su hija.
—¡Pues claro que no! —dijo ella riendo.
—¿Por qué?
—¿Que por qué? Tú y yo sólo tenemos dieciséis años, ¿sabes?
—Redondeando, hacen veinte.
—¿Y qué manera de contar es ésa?".
"—Por más que diga, la mayoría de la gente no piensa más que en sí misma — proseguí—. Con que yo coma bien, vale. Con que yo pueda comprarme lo que quiera, vale. Pero enamorarse de alguien significa pensar primero en el otro. Si yo sólo tuviera un poco de comida, querría dártela a ti. Si tuviera muy poco dinero, antes que comprarme algo que me gustara a mí, te lo compraría a ti. Y, sólo con que tú me dijeras que estaba bueno, ya se me quitaría el hambre y, si tú estuvieras contenta, también lo estaría yo. El amor es esto. ¿Crees que hay algo más importante que eso?".
"—Pues sí —dije—. Tú, en aquella época, tenías un novio que iba al instituto,
¿no?
—¿Un novio? —dijo ella con un timbre de voz nervioso, volviéndose hacia mí.
—Sí. Un chico muy guapo que jugaba al voleibol.
—¡Ah! —Aki, finalmente, parecía haber caído en la cuenta—. ¿Y cómo has sabido tú eso?
—Oí cómo lo decían las chicas de la clase.
—¡Qué cotorras! Yo estaba colada por él, eso es todo. Él ni se enteró.
—Conque estabas colada, ¿eh?
—Sí. Entonces yo era una criatura que no sabía lo que es el amor".
"Ella me miró con ojos inquisitivos.
—¿No estarás celoso, verdad, Saku-chan?
—Y si lo estoy, ¿qué pasa?
—¡Vamos! Que estaba en segundo de secundaria.
—Oye, que yo estoy celoso hasta de tu sujetador.
—¡Burro!".
"—Es que no me imagino lo que debe ser no estar en este mundo —añadió Aki poco después, como si hablara consigo misma—. Te da una sensación muy rara eso de pensar que tu vida tiene un límite. Ya sé que es algo natural, pero nosotros vivimos sin pensar que son naturales las cosas que lo son".
"—Mi amor por ti existe aquí y ahora y, por lo tanto, seguro que existirá después de la muerte —proseguí su razonamiento".
"—Acabo de darme cuenta de algo muy importante.
—¿Qué pasa ahora? —dijo ella, que había estado mirando por la ventanilla, volviéndose hacia mí con expresión de cansancio.
—Tu cumpleaños es el diecisiete de diciembre.
—Y el tuyo es el veinticuatro de diciembre.
—Es decir que, desde que nací, no ha habido un solo segundo en que tú no hayas estado en este mundo.
—Sí, eso parece.
—Nací en un mundo en el que tú ya estabas".
"—No te preocupes. Aunque yo desaparezca, el mundo seguirá existiendo".
"—¿Y de qué estabas hablando ahora?
—De amor. Amor. ¿Sabes lo que es?
—Sí, lo sé. Pero, cuando tú hablas de amor, parece otra cosa.
—Eso es porque el amor del que yo hablo y lo que se suele entender por amor son dos cosas que se parecen, pero que, en realidad, son de distinta naturaleza".
"Mi abuelo permaneció unos instantes en silencio.
—Es una historia bonita —dijo luego.
—Sí, pero ahora es ella quien se ha convertido en ceniza".
Kyōichi Katayama
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