"Cuando tenía seis o siete años, me enteré de algo referente a mi padre que hasta entonces había ignorado. Un día le pregunté: «Papá, ¿por qué eres tan viejo?». El arqueó las cejas, de modo que tomaron la forma de unos pequeños paraguas caídos sobre sus ojos. Y luego suspiró largamente, movió la cabeza y dijo: «No lo sé»".
"No mucho después volví a visitar las sepulturas y descubrí que la tristeza es un peso difícil de llevar. Mi cuerpo pesaba el doble que un momento antes, como si aquellas sepulturas tiraran de mí".
"Me pareció que el mundo entero se sentía como me sentía yo. ¿Es que la vida era sólo una tempestad que arrasaba con todo, dejando tras ella sólo algo yermo e irreconocible?".
"—Tienes la cara como una berenjena, pequeña Sakamoto.
Se acercó a un cajón y sacó un espejito para que me viera. Tenía el labio hinchado y amoratado, como había dicho él.
—Pero lo que realmente quiero saber -continuó- es por qué tienes unos ojos tan extraordinarios y por qué no te pareces en nada a tu padre.
—Son los ojos de mi madre -respondí yo-. Pero mi padre tiene tantas arrugas que nunca he podido saber cómo es realmente.
—Tú también tendrás arrugas algún día".
"A la mañana siguiente, para no pensar en mis preocupaciones, me fui a bañar a un estanque que había un poco más allá de nuestra casa, entre un bosquecillo de pinos. Los niños del pueblo iban a bañarse allí casi todas las mañanas cuando hacía buen tiempo. Satsu también venía a veces, con un traje de baño que se había hecho con unas ropas de pescar de mi padre, que ya estaban prácticamente inservibles. No era exactamente un buen traje de baño, porque cuando se inclinaba se le aflojaba en el pecho, y los muchachos gritaban:
«¡Mirad, se le ven los Montes Fujis!». Pero a ella le daba igual".
"Una de las lubinas cayó al camino y revivió con el golpe. Verla aletear, boqueando, era más de lo que yo podía soportar. Me volví con lágrimas en los ojos, y aunque intenté ocultárselas al Señor Tanaka, él se dio cuenta. Después de recoger el pescado y cuando ya estábamos de nuevo en camino, me preguntó qué me pasaba.
—¡Pobrecito pescado! —dije yo.
—Te pareces a mi mujer. Cuando ve los pescados ya están muertos, pero si tiene que cocinar un cangrejo todavía vivo, se le llenan los ojos de lágrimas y les canta una canción".
"—¡Pero bueno! Creí que mi vista me engañaba —dijo—. Deberías haberme dicho antes que venías con una niña tan bonita. ¡Qué ojazos! Son del color de los espejos.
—¿De los espejos? —dijo Hatsumono—. Los espejos no tienen color Awaji-san.
—Claro que lo tienen. Son grises. Cuando tú te miras al espejo, sólo te ves a ti; pero yo sé reconocer un lindo color cuando lo veo".
"Casi todas las noches al acostarme enfermaba de angustia y ansiedad, y sentía un vacío tan grande dentro de mí que me parecía que el mundo no era más que una enorme estancia desierta".
"En estas fantasías nunca conseguía llegar a la casa; tal vez tenía miedo de lo que podría encontrar allí, y, en cualquier caso, era el paseo por el acantilado lo que parecía consolarme. Entonces, en algún momento, oía toser a una de las criadas, o a la Abuela ventoseando con un gruñido, y en ese instante se disolvía el aroma marino del aire, bajo mis pies volvía a sentir el tacto de las sábanas en lugar de la tierra del camino, y me encontraba de nuevo donde había empezado: con nada, salvo mi soledad".
"Por eso los sueños son tan peligrosos: abrasan como el fuego y a veces nos consumen completamente".
"Una fría tarde de invierno, sentada en el cuarto de las criadas mientras la nieve caía muda en el pequeño patio de la okiya, pensé en mi padre tosiendo solo frente a la mesita de su desolada casa; y en mi madre, tan débil que su cuerpo apenas se hundía en el futón. Salí dando tumbos al patio, intentando huir de mi pena, pero, claro está, es imposible huir de la pena que se lleva dentro".
"Ya había crecido prácticamente todo lo que iba a crecer. Mi cuerpo seguiría siendo fino y nudoso como una ramita, pero mi cara había perdido su blandura infantil y se había afilado en la barbilla y las mejillas, dando a mis ojos una verdadera forma almendrada. Antes los hombres no se fijaban en mí por la calle más de lo que lo harían en una paloma; ahora me miraban cuando pasaba a su lado. Me extrañó ser objeto de su atención después de haber sido ignorada durante tanto tiempo".
"Mi existencia era como un río, que cambiaba cada día".
"En la vida nos topamos de vez en cuando con cosas que no entendemos porque nunca hemos visto nada semejante".
"—Mírala... una chica tan guapa sin nada de lo que avergonzarse —dijo—. Y, sin embargo, te da miedo mirarme. Alguien ha debido de ser muy cruel contigo... o tal vez, la vida te ha sido cruel.
—No sé, Señor —respondí yo, aunque, claro está, lo sabía perfectamente.
—Ninguno de nosotros encuentra en este mundo todo el cariño que deberíamos —afirmó, y entrecerró los ojos un momento, como diciéndome que debería pensar seriamente en la afirmación que acababa de hacer".
"Finalmente levanté la vista, aunque me ruboricé y miré hacia otro lado tan rápidamente que lo más seguro es que él nunca se diera cuenta de que nuestras miradas se habían cruzado. Pero ¿cómo describir lo que vi en ese instante? Aquel hombre me estaba mirando como un músico podría mirar a su instrumento justo antes de ponerse a tocar, con conocimiento y maestría. Sentí que podía ver dentro de mí, como si yo fuera una parte de él. ¡Cómo me habría gustado ser su instrumento!".
"Tomé el atadijo y, haciéndole una profunda reverencia, intenté explicarle lo agradecida que me sentía, aunque estoy segura de que mis palabras no le transmitieron plenamente mis sentimientos. No le estaba dando las gracias por la moneda, ni tampoco por la molestia que se había tomado al detenerse a ayudarme. Le estaba dando las gracias por... bueno, por algo que no estoy segura de poder explicar ni tan siquiera ahora. Por mostrarme que en el mundo se puede encontrar algo más que crueldad, supongo".
"Lo vi alejarse con el corazón encogido, aunque era un tipo de encogimiento agradable, si es que puede haber algo así. Lo que quiero decir es que si una noche lo has pasado mejor que nunca en tu vida, te apena que se acabe; pero eso no quita para que te sientas contento y agradecido de que haya sucedido".
"En este momento comprendí algo que había pasado por alto: el objetivo no era llegar a ser geisha, sino ser geisha".
"—En realidad, señora, ver correr el agua fue lo que me dio la idea de escaparme por el tejado.
—Estoy segura de que eres una chica lista, Chiyo, pero no creo que ése fuera tu momento más inteligente. Quienes tenemos mucha agua en nuestras personalidades no escogemos hacia donde corremos. Lo único que podemos hacer es fluir hacia donde nos lleva el paisaje de nuestras vidas.
—Supongo que soy como un río que se topa con una presa, y esa presa es Hatsumono.
—Sí, probablemente eso es cierto —dijo ella mirándome tranquilamente—. Pero a veces los ríos se llevan las presas".
"—Mira, Chiyo, andar dando tumbos por la vida no es un buen procedimiento. Has de aprender cómo encontrar el tiempo y el lugar para cada cosa. Cuando un ratón quiere volver loco a un gato no se precipita fuera de la madriguera cada vez que se le ocurre".
"Nosotros, los seres humanos, somos sólo una parte de algo mucho más grande. Puede que al caminar aplastemos un escarabajo o sencillamente produzcamos una pequeña corriente en el aire que haga que una mosca termine posándose donde no se hubiera posado nunca. Y si pensamos en el mismo ejemplo, pero haciendo nosotros el papel de los insectos, y el universo en toda su extensión el que acabamos de hacer nosotros, veremos claramente que cada día nos afectan unas fuerzas sobre las cuales no tenemos más control que el que tiene el pobre escarabajo sobre nuestro pie gigantesco cerniéndose sobre él.
¿Y qué podemos hacer? Hemos de emplear todos los métodos que podamos para comprender el movimiento del universo a nuestro alrededor y planificar nuestros actos para no luchar contra las corrientes, sino ir a favor de ellas".
"—Vas a ser un buena geisha —me dijo—, pero aún podrás serlo mejor si tienes en uenta lo que dicen tus ojos.
—Nunca he pensado que dijeran nada —respondí yo.
—Los ojos son la parte más expresiva del cuerpo de una mujer".
"Dicen que la semana en la que una joven prepara su debut como aprendiza de geisha es semejante a cuando un gusano se convierte en mariposa. Es una idea encantadora, pero no logro imaginar quién ni por qué ha podido pensar algo así".
"Mameha ya había llegado y estaba arrodillándose para saludar con una profunda reverencia.
Entonces el hombre volvió la cabeza, y vi por primera vez su ancha cara y sus afiladas mejillas... y sobre todo... esos párpados tan tensos en las comisuras y tan lisos y suaves. Súbitamente, todo lo que me rodeaba pareció calmarse, como si él fuera el viento que soplaba y yo sólo una nube por él arrastrada".
"—Todo hombre tiene su destino. Pero ¿quién necesita ir a un vidente para saberlo? ¿Es que acaso yo voy a un cocinero para descubrir que tengo hambre? —dijo Nobu—. En cualquier caso, Sayuri es un nombre muy bonito, aunque los nombres bonitos y las chicas bonitas no siempre van juntos.
Empecé a preguntarme sí su siguiente comentario sería del tipo de: ¡Pero Mameha! ¡Qué hermana pequeña más fea has tomado! O algo por el estilo. Pero para mi alivio dijo:
—Aquí tenemos un caso en el que el nombre y la chica van juntos. ¡Incluso creo que puede llegar a ser incluso más bonita que tú, Mameha!
—¡Nobu-san! A ninguna mujer le gusta oír que no es la criatura más hermosa del mundo.
—Especialmente a ti, ¿eh? ¡Pues más vale que te vayas acostumbrando!".
"Después de haberlo vuelto a encontrar en la exhibición de sumo, había empezado a pensar en todas las posibilidades que la vida me ofrecía. Pero ahora, tras escuchar las palabras de Mameha, me sentí atravesando un océano de dolor".
"Todavía no sabía cuál era el plan de Mameha ni cómo iba a llevarme a triunfar como geisha ni si mi éxito me iba a acercar alguna vez al Presidente. Pero todas las noches, acostada en el futón, me ponía su pañuelo en la mejilla, reviviendo una y otra vez mi encuentro con él. Era como las campanas de los templos, que resuenan largo rato después de haber sido tocadas".
"El doctor se aclaró la garganta, lo que a mí me pareció un buen signo.
—Primero lo intento manteniéndome en una pierna y luego en la otra. Pero el problema es...
El barón había estado charlando con otros invitados en el extremo opuesto de la plataforma; pero en ese momento precisamente ponía fin a lo que estaba contando. Las siguientes palabras que dije sonaron con la misma claridad que si me hubiera subido a un podio y las hubiera pronunciado en voz alta para todos los presentes.
—... cuando no llevo nada puesto...
Me llevé la mano a la boca, pero antes de decidir yo qué hacer, alzó la voz el barón.
—¡Qué barbaridad! No sé de qué estáis hablando ahí, pero desde luego suena más interesante que lo que contamos por aquí".
"Sabía que tenía que apartar la vista de él, pero era como intentar arrancar clavos de una pared".
"—¡Hombre, Nobu-san! —exclamó Mameha—, ya empezaba a preocuparme de que no te interesara la compañía de Sayuri. Hace casi un mes que no sabíamos nada de ti, y esperábamos...
—Pero ¿quién eres tú para quejarte de que te hagan esperar? Llevo aquí fuera casi una hora".
"—Eres muy buena bailarina, Sayuri. Yo no hago regalos porque sí —dijo, aunque creo que no era para nada verdad—. Probablemente por eso no les gusto tanto como otros hombres a Mameha o a otras geishas de Gion.
—¡Nobu-san! ¡Nadie ha sugerido jamás tal cosa!
—¡Sé perfectamente lo que os gusta a las geishas! Mientras os hagan regalos, aguantáis lo que sea".
"Mientras que siempre que volvía la vista hacia donde estaba Nobu, lo sorprendía mirándome fijamente como si yo fuera la única persona en la habitación.
Ciertamente, si había alguien que supiera de esos anhelos del alma, era yo".
"—Tienes dieciocho años, Sayuri —continuó—. Ni tú ni yo podemos prever tu destino. ¡Puede que nunca llegues a conocerlo! El destino no siempre es algo semejante a una fiesta al anochecer. A veces no es más que la lucha por sobrevivir día tras día.
—¡Qué crueldad, Mameha-san!
—Sí, sin duda, es cruel. Pero nadie puede escapar a su destino".
"—¡Por favor, si no se trata de escapar a mi destino ni nada por el estilo! Nobusan es un buen hombre, como acaba de decir. Sé que sólo puedo estarle agradecida por su interés, pero... había soñado con tantas cosas.
—Y tienes miedo de que una vez que te haya tocado Nobu ya no puedan hacerse realidad. ¿Pero cómo te creías que era la vida de las geishas? No nos hacemos geishas para tener una vida gratificante. Nos hacemos geishas porque no tenemos elección".
"—De joven se sueña todo tipo de tonterías, Sayuri. Las esperanzas son como los adornos del pelo. De joven se pueden llevar demasiados. Pero cuando envejeces, tan sólo uno ya te hace parecer tonta".
"Puede que una mujer que viva en una gran casa se vanaglorie de todas las hermosas cosas que la rodean, pero en cuanto oiga crujir el fuego, decidirá en un abrir y cerrar de ojos cuáles son las que realmente más valora".
"Con estos oscuros pensamientos rondándome la cabeza, me quedé ensimismada, hasta que el sonido de una copa de sake chocando contra la mesa me sacó de ese estado. Cuando levanté la vista, Nobu me estaba mirando. A su alrededor, los invitados se reían y se divertían, pero él estaba sentado solo, con los ojos fijos en mí y perdido en sus pensamientos, como había estado yo en los míos. Parecíamos dos puntos húmedos en el centro de un carbón en llamas".
"Hice la ronda de hombre en hombre y cuando llegué junto a él me presenté, y él me dijo:
—Espero que me perdone.
—¿Perdonarle qué? —le pregunté.
—He sido un grosero —me contestó—. No he podido quitarle ojo en toda la noche".
"Un momento después, cuando yacíamos exhaustos en el tatami, le levanté la camisa y le puse la mano en el estómago para sentir su respiración. Nunca en mi vida había estado tan próxima a otro ser humano, aunque no habíamos dicho ni una palabra".
"—La amistad es algo precioso, Sayuri —dijo—. Uno no debe echarla por la borda".
"—Una mujer que actúa estúpidamente es estúpida, ¿no crees?".
"—¡Oh, Nobu-san! —dije yo—, a veces me resulta tan difícil de entender.
—Yo soy un hombre muy fácil de entender, Sayuri —dijo—. Sencillamente no me gusta tener delante de mí lo que no puedo alcanzar".
"—Creía que el mundo ya no era el mismo —dije—. Pero no es así, pues Nobu-san no ha cambiado un ápice.
—Yo no cambio nunca —respondió—. Pero no he venido aquí a parlotear. Quiero saber qué te pasa.
—No me pasa nada. ¿Acaso Nobu-san no ha recibido mis cartas?
—Todas tus cartas parecen poemas. Nunca hablas de nada, salvo de «los hermosos arroyos que corren...» y otras tonterías por el estilo.
—¡Pero, Nobu-san! ¡No volveré a perder el tiempo en escribirle una carta!".
"Nadie es capaz de hablar honestamente de sus sufrimientos hasta que ha dejado de sentirlos".
"—A veces —suspiró—, pienso que las cosas que recuerdo son más reales que las que veo".
"De joven creía que mi vida nunca habría sido una lucha si el Señor Tanaka no me hubiera arrancado de mi casita sobre el acantilado. Pero ahora sé que nuestro mundo no es nunca más permanente que una ola que se eleva sobre el océano. Cualesquiera que sean nuestras luchas y nuestras victorias, comoquiera que las padezcamos, en seguida desaparecen en la corriente, como la tinta acuosa sobre el papel".
Arthur Golden
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